Si sobrevives, si persistes,
canta, sueña, emborráchate.
Es el tiempo del frío: ama,
apresúrate. El viento de las horas
barre las calles, los caminos.
Los árboles esperan: tú no esperes,
es el tiempo de vivir, el único.
Jaime Sabines
Resumen
El autor contextualiza al hombre actual con dos figuras del mito griego: Sísifo (el hombre que vive sumido en la rutina) y Narciso (el hombre con excesiva consideración de sí mismo). Posteriormente, se explica el amor como una vivencia afectiva y, al final, cómo el amor tiene relación con la tecnología (aceleración de los desarrollos tecnológicos) en el tiempo actual.
Palabras clave: amor, tecnología, vivencia afectiva, mito de Sísifo, mito de Narciso, hombre actual.
Abstract
The author contextualizes the current man with two figures of the Greek myth: Sisyphus (the man who lives submerged in routine) and Narcissus (the man with excessive consideration of himself). Later, love is explained as an affective experience; finally, how love is related to technology (acceleration of technological developments) in the current time.
Keywords: love, technology, affective experience, myth of Sisyphus, myth of Narcissus, contemporary man.
I
El hombre actual tiene un compromiso con ser útil a la sociedad: transita del aula de la escuela a la oficina o a la fábrica para trabajar. En caso contrario, es mal visto por su poco o inexistente beneficio a la comunidad. Los seres humanos terminan sus estudios para insertarse en una oficina o empresa, como si fuera la única tarea por emprender y que en realidad importara. El orden y la disciplina se enseñan desde los primeros cursos escolares; el horario establecido, de entrada y salida, regula sus actividades diarias, dejando poco o nulo espacio al ocio, por lo que los hombres constantemente pierden la brújula existencial, ya sea por el excesivo número de tareas a realizar por día o semana o porque no saben qué hacer con su tiempo libre.
El historiador inglés J.G.A. Pocock advirtió: “Parece que atravesamos por una segunda Ilustración que ya no intenta deconstruir lo sagrado sino el Yo”.[1] Si perdimos el sentido de sociedad es común que hasta el final notemos que también disipamos el rumbo de nuestras existencias: no sabemos vivir y no somos felices.
En la mitología griega encontramos a Sísifo y Narciso que sirven para explicar cómo el hombre actual vive en crisis por una civilización acelerada que rinde culto a la novedad técnica y que degrada las relaciones humanas a utilidad e instrumento. No está de más mencionar que crecen los índices de violencia, que se pierde paulatinamente la libertad por el autoritarismo y que el único desarrollo del que tenemos testimonio preciso es la pobreza, los feminicidios y la exclusión. El hombre actual mal vive.
En el mito de Sísifo, éste fue condenado a subir una enorme piedra a lo alto de una colina y, cuando estaba en la cima, la roca caía. Dicha tarea la tenía que repetir hasta el infinito como castigo de los dioses. El hombre contemporáneo carga a diario su roca, durante el estudio o el trabajo, para cumplir con su jornada. Dichas actividades, al convertirse en rutina, terminan por manifestarse en fastidio, cansancio, desesperación y disminución de la vitalidad. La gran mayoría desconoce lo que sucede, pocos son conscientes de la piedra que traen en la espalda y que deben arrastrar. Incluso ¿qué hacer si somos conscientes de ella? En El mito de Sísifo Albert Camus menciona:
“Suele suceder que los decorados se derrumben. Levantarse, coger el tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo, la cena, el sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado con el mismo ritmo es una ruta que se sigue fácilmente durante la mayor parte del tiempo. Pero un día surge el «por qué» y todo comienza con esa lasitud ceñida de asombro”.[2]
El ser humano mal vive en una rutina esclavizante, a veces sin darse cuenta de ello, otras sin saber qué hacer con sus cadenas.
Según el mito, Narciso era un joven que despertaba el interés de hombres y mujeres por su admirable belleza. En alguna ocasión se acercó al agua y se enamoró de lo que veía. Su reflejo lo dejó tan fascinado que renunció a comer y dormir por no poder conseguir lo que miraba en el agua, ya que cada vez que se acercaba la imagen se desvanecía. Narciso, al final, enloqueció y murió con el corazón roto. Se sirve del mito para representar a los hombres que tienen una excesiva consideración de sí mismo, tienen la creencia de ser el centro del mundo y, de manera constante, tienen fantasías de éxito, poder y belleza. José Luis Trechera dice: “[…] a pesar de la omnipotencia, la grandiosidad y la hiperestima, el narcisismo puede considerarse como un espejo mágico que falsifica la realidad del desamparo y de la impotencia del ser humano, reflejando una omnipotencia que no tiene”.[3] Los seres humanos viven en el culto a su propia imagen, en una ilusión de la realidad, donde rechazan las relaciones humanas para conservar lo íntimo y lo aparentemente privado.
Ahora bien, si nos encontramos entre el automatismo y el ensimismamiento: ¿en qué momento el hombre tiene tiempo y disposición para el amor?
II
¿Por qué explicar el amor? Quizá en la búsqueda de claridad en torno al amor encontremos el sentido a la existencia; o, posiblemente, porque podamos resolver algunos secretos íntimos de la condición humana. El análisis del tema, tal vez, nos lleve a indagar nuestras propias creencias y nos revele nuestra conducta cotidiana. La pregunta es, posiblemente, más interesante que la respuesta porque nos acerca a la reflexión sobre lo que se sabe: bajo la mirada de la lógica, la experiencia y el saber.
La concepción amorosa es, a mi modo de ver, imposible de explicar de manera universal. El amor es un tema con varios rostros: energía cósmica, espíritu divino, ideal de perfección y belleza, fuerza vital, lazo emocional, sentimiento erótico, etcétera. Debemos prestar atención al mundo interno del hombre y, posteriormente, hacer consciencia de todo lo que sucede cuando nos referimos al amor. Aunque es imposible objetivar y generalizar alrededor del tema.
El filósofo ruso Mijail Malishev explica el mundo interno con la concepción de la vivencia afectiva y apunta ciertas características:[4]
- El hombre le otorga significado al mundo desde los sentimientos y las emociones.
- La experiencia de nuestro mundo interno nos permite saber únicamente lo que hemos vivenciado.
- Hacer consciencia de la vivencia: amor, envidia, culpa.
- Prestar atención a la relación con el otro: observar y aprehender lo que es digno de admirar.
- El hombre es un estado anímico: estoy enamorado, estoy arrepentido, estoy angustiado.
- Distinguir entre la memoria, el recuerdo y la vivencia del presente.
- La vivencia tiene una relación con el tiempo: tristeza y vergüenza con el pasado; placer y enojo con el presente; miedo y esperanza con el futuro.
- Toda vivencia implica un drama moral
Si el amor es una vivencia afectiva, el ser humano, cuando entra en contacto con el mundo amoroso, se manifiesta con mayor alegría, buen humor, confianza y empatía; es decir, las relaciones sociales y con el mundo buscan armonía, equilibrio y felicidad. Debemos advertir que únicamente pueden hablar o explicar el amor los que lo vivieron e hicieron conciencia del mismo: el temblor en la voz al acercarse por primera vez, el brillo en la mirada cada que tuvo oportunidad de ver sonreír a la persona, los días y las noches fueron larguísimos hasta el próximo encuentro. Se observa la singularidad del otro por su belleza, sus gestos amables y ternura con los demás y el ser amado, incluso sus imperfecciones físicas, emocionales e intelectuales. Se debe asumir con absoluta confianza el estado de ánimo: estoy enamorado. Aunque sea por un instante, se debe resaltar que compartimos el mismo tiempo y espacio: gozar del aquí y ahora en su compañía.
El amor, en un primer acercamiento, es una atracción indomable. Se convierte en una imperiosa necesidad de expresión de interés por el otro: me gustas, me encantas, me vuelves loco. La existencia del otro se vuelve única, irrepetible e irresistible. No existe el control ni el orden en el mundo interno, incluso se confunde con el deseo erótico, la comodidad anímica o el placer corporal. El enamoramiento es el inicio del amor y Malishev dice al respecto “[…] es una revolución se sentimientos que somete y transforma otros componentes psíquicos de la personalidad: costumbres, inclinaciones voluntad, deseos, intelecto e imaginación”.[5]
En un segundo momento, pensar u observar al ser amado nos causa, irremediablemente, felicidad: me encanta mirarlo, me gusta el timbre de su voz, me embriaga el corazón estar con él. La imagen del otro emerge en nuestra conciencia y sabemos que nuestro mundo interno es otro, porque se siente, se piensa y se percibe la realidad de otra manera: la vida es bella, el mundo es hermoso, estar enamorado es lo mejor de la vida. Por fracciones la realidad nos parece inconcebible, porque se vive con emociones y sentimientos profundos e inimaginables: “Amar significa estar encantado de las cualidades reales o imaginarias del ser amado”.[6]
En una tercera aproximación, cuando se busca explicar la complejidad de las relaciones amorosas, se descubre que todos los seres humanos son únicos e irrepetibles. Y es la singularidad del ser amado que nos permite valorarlo como insustituible; no puede remplazarlo por objetos materiales, ideas morales o espirituales.
En un cuarto acercamiento, el amor puede edificar otro sentido existencial. A veces se busca el éxito laboral y el dinero como norte en la vida, sin embargo, lograr estos objetivos nos pueden conducir a una actitud falsa y al hundimiento de sí mismo. Se exploran caminos para ennoblecer y dignificar la imagen: el amor es brújula de integridad y, para algunos, brinda cualidades morales y espirituales. Tiene una relación distinta con su mundo interno, con la naturaleza y la sociedad. Es una indagación profunda sobre sí mismo, el espacio y los objetos: ¿será ridículo repetirle al oído: ¡te amo!, ¿desde cuándo me gusta agarrarle la mano?, me gusta su compañía y sentarme en el parque, me enamora la forma en que cruza las calles, ayer fue un día indescriptible, fue el mejor cumpleaños, etcétera.
Y, finalmente, el amor, si se acompaña de serenidad, amabilidad, honestidad y bondad, puede inspirar al hombre a tener mayor claridad de la realidad, puede permitirle nuevas experiencias, posiblemente le haga tener mayor espontaneidad y expresividad, consiga restaurar su vitalidad y creatividad, tener momentos más duraderos de equilibro y armonía y, sobretodo, brindarle una capacidad amorosa hacia todo: hacia sí mismo, sus semejantes, el universo mismo. Puede decirse que se adquiere una sabiduría vital.
Advierto que, a partir de la lectura de Vivencias afectivas. Expresión de la existencia humana de Malishev, existen dos consideraciones para entregarse a la búsqueda del amor: primero, el explorador debe tener amor y respeto propio; segundo, si no tuvo afecto en su círculo íntimo, posiblemente descubra problemas significativos en su relación con el ser amado. Comprender el mundo interno del ser humano es un misterio, averiguar el significado del amor, puede conducir al ser humano a respuestas enigmáticas y complejas, ya que es un estado anímico que invita a saber vivir en armonía, plenitud y, quizá, perfeccionamiento.[7]
III
El hombre moderno mal vive asfixiado en la rutina o mal vive en una ilusión sobre sí mismo, o posiblemente en ambas. Se crea ilusiones en torno al amor que lo confunden, es posible que quien vive sumido en la rutina confunda el amor con el placer sexual o la atracción visual. Sin embargo, quien tiene una excesiva expectativa de sí mismo, confunda el amor con la adulación que embriaga su vanidad.
Luciano Concheiro comienza su ensayo Contra el tiempo: “Si me viera obligado a señalar un rasgo que describiera la época actual en su totalidad, no lo dudaría un segundo: elegiría la aceleración”.[8] Se crearon las máquinas, ahora innovaciones tecnológicas, para ahorrar tiempo. Sin embargo, existimos consumiendo y consumimos para otorgarle sentido a nuestras relaciones, incluso la que tenemos con nosotros mismos. La publicidad nos seduce con sus imágenes, para que corramos a comprar sus productos. Hay que confiar en las fuerzas del mercado, que edifican el imperio de los medios electrónicos: más velocidad a nuestras conexiones en internet, más espacio para nuestras actualizaciones y aplicaciones. Vivimos tan a prisa que la innovación tecnológica nos impuso su ritmo. Lo que ayer fue novedoso, puede que hoy sea obsoleto. Pero hay que correr a actualizarnos.
La tecnología convierte, en poco tiempo, a los objetos novedosos en antiguos, desechables, prescindibles: ya no fueron hechos para siempre, sino para usarlos en el momento. Carlos Monsiváis comentó que “[…] la tecnología de uso personal es la visión del mundo que nace y muere en los vaivenes de la obsolencia”.[9] El teléfono móvil, ahora también llamado teléfono inteligente, es una prótesis en los seres humanos del siglo XXI. Todo aquel que no tiene u olvida su teléfono, se siente incompleto e incomunicado. Pasó de ser un recurso de comunicación a una parte más de nosotros mismos. Si tenemos dudas en torno algún tema, basta ir al oráculo del siglo XX y googlear nuestra inquietud. La mayoría de nuestras preguntas será resuelta en el menor tiempo posible, ya sea mediante un escrito o un vídeo.
¿Y qué sucede con el amor? Hoy quizá el amor es una quimera, una ilusión de las películas de Hollywood, una fantasía que no hacemos asequible. A veces, se tiene la convicción de que no existe, que lo único importante es mantener el ritmo de vida porque no hay tiempo para distracciones menores. Concheiro dice “[…] la duración de las relaciones amorosas ha disminuido notoriamente. El divorcio y la separación son prácticas normalizadas”.[10] Además: ¿quién va a creer en el tú y yo para siempre? Si lo importante es la vorágine de la novedad y todo aparentemente es desechable. Dejó de existir un sentido y un orden social, todo está desarticulado. Fragmentado. Desubicado.
¿Qué hacer contra la aceleración? No podemos ir en contra de la innovación tecnológica y la aceleración que contamina todo a su paso. Posiblemente sea un paliativo insuficiente para la enfermedad que padece la humanidad, pero debemos aprender o reaprender a vivir teniendo una relación sutil entre nuestra experiencia y nuestra conciencia: estamos vivos, vivimos aquí y ahora, somos finitos. El problema de la prisa y el pensamiento es que casi siempre deseamos adelantarnos a lo que no ha sucedido. Nicolas Chamfort, moralista francés decía: “Casi todos los hombres son esclavos […] por no saber pronunciar la sílaba no”.[11] Hay que expresar con toda nuestra fuerza vital: no a tanta intromisión de la innovación tecnológica en nuestra vida. Que la tecnología sea medio para emprender diversas tareas en mi vida diaria, pero no la finalidad de sentido de las relaciones humanas y vitales.
Hace más de medio siglo, Albert Camus manifestó en sus Carnets que Poe tuvo cuatro condiciones para la felicidad: “1. La vida al aire libre. 2. El amor de un ser. 3. El desprendimiento de toda ambición. 4. La creatividad”.[12] Cuando tratamos del amor, manifestamos dos puntos para poder explorarlo: el amor propio y las muestras de afecto en nuestro círculo íntimo. Si partimos de este punto, podríamos afirmar que el amor es complejo y enigmático, pero es un saber que nos permitiría transitar hacia nuevas experiencias, otras formas de expresar nuestra creatividad, restaurando nuestra vitalidad y equilibrio. Y, por supuesto, la vida al aire libre nos permitiría la creatividad y la exploración del amor, así, aunque sea por fragmentos, desprendernos de toda ambición del mundo tecnológico.
Bibliografía
- Camus, Albert, Obras, 1 (El revés y el derecho, Nupcias, El extranjero, El mito de Sísifo, Calígula, Carnets I), Alianza, Madrid, 2010.
- Concheiro, Luciano, Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante, Anagrama, Barcelona, 2016.
- Malishev, Mijail, Vivencias afectivas. Expresión de la existencia humana, Plaza y Valdés, México, 2007.
- Monsiváis, Carlos, Las alusiones perdidas, Anagrama, Barcelona, 2007.
- Pascal et al., Moralistas franceses. Máximas, pensamientos y caracteres, Almuzara, Barcelona, 2008.
- Pocock, J.G.A., Pensamiento político e historia. Ensayos sobre teoría y método, Akal, Madrid, 2011.
- Trechera, José, La sabiduría de la tortuga Sin prisas, pero sin pausa, Almuzara, Barcelona, 2010.
Notas
[1] Pocock, Pensamiento político e historia. Ensayos sobre teoría y método, ed. cit., p. 9.
[2] Camus, Obras, 1, ed.cit., p. 223.
[3] Trechera, La sabiduría de la tortuga. Sin prisa pero sin pausa, ed. cit., p. 134.
[4] Malishev, Vivencias afectivas. Expresión de la existencia humana, ed. cit., pp. 20- 24.
[5] Ibídem, p. 34.
[6] Ibídem, p. 45.
[7] Ibídem, p. 38, p. 51, p. 64.
[8] Concheiro, Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante, ed. cit., p. 11.
[9] Monsiváis, Alusiones perdidas, ed. cit., p. 36.
[10] Concheiro, op. cit., pp. 76-77.
[11] Pascal et al., Moralistas franceses. Máximas, pensamientos y caracteres, ed. cit., p. 868.
[12] Camus, op. cit., p. 548.
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