Entre cámaras, vestidos y lipsticks

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Entre cámaras, vestidos y lipsticks

Cuando alguien habla sobre las revistas de moda y belleza no puedo evitar pensar en la ligereza con que se suele hacer esto. Muchas veces son infravaloradas, quizá por la clase de temas que abordan o por el público al que desean llegar exclusivamente (¿mujeres y makeup?). De ahí nace la idea de este texto: el cómo esta industria ha revolucionado por completo el mundo de la fotografía, al convertir esta disciplina en una herramienta obligatoria de trabajo y haciendo una invitación, no a la compra, sino al deleite visual. Hace muchos años, cada vez que leía alguna publicación de este corte, no tuve en mente la idea de todo el trabajo que implicaba lograr que una imagen fuera perfecta y que muchas horas de trabajo podían expresarse, injustamente, en una sola página. Y mientras pensaba cómo es que estoy relacionada con la fotografía en este momento de mi vida (ya que es un concepto que he ido ampliando con el paso de los años) y de esta manera armar un texto sobre esta disciplina artística, no fue difícil llegar a la conclusión de que lo mejor sería señalar algunas cosas nuevas (términos, conceptos, etc.) que he aprendido durante este tiempo en la editorial.

Recordando un poco un cuento de Cortázar: “Las Babas Del Diablo”, ahí nos lleva de la mano a esas calles que recorremos a diario, en donde siempre habrá una niña con trenzas al aire, irresistible a una lente para que sea un momento inmortal en papel fotográfico. Era así como me gustaba pensar en la fotografía y entonces la mayoría de mis fotografías favoritas eran los macros de diversos detalles en algún rincón de la ciudad o de niños jugando en algunas fuentes del Distrito Federal.

Posteriormente, uno se da cuenta de que la fotografía está en todos lados: en los anuncios, en el transporte público, en los periódicos y un largo etcétera. Que no necesariamente por estar en un marco, en una galería, puede valer más (¿artísticamente?) que si estuviera en una publicación mensual. Ahí fue donde mi perspectiva dio un giro.

Recuerdo muy bien la primera foto que vi en una editorial. Era una chica con una sonrisa de mejilla a mejilla, usaba un vestido a rayas que le llegaba un poco más arriba de la rodilla. No estaba muy maquillada, pero resaltaban mucho sus pequeños labios color cereza y sus infinitas pestañas. La imagen se veía un poco quemada, la intención -supongo- era darle ese toque vintage que la gente alaba mucho últimamente. Y en esa misma serie (que se llama “well“) también había chicas bailando con pantalones sport, sacos con estampados a cuadros y manos llenas de anillos de colores fluorescentes.

La fotografía de moda no captura momentos fugaces, sino que los fabrica. Mujeres que van caminando con heladitos por un parque, una pareja besándose bajo un árbol… Conceptos para un público que desea un deleite visual pre-fabricado. De esta manera, la marca es el segundo plano. Y la ficción que gira en torno a esa imagen se vuelve el tema principal. ¿De qué se trata la fotografía de moda/belleza? Al hacer esta pregunta a varias personas, muchas contestaron que era vender un producto. Quizás un vestido o un bolso, pero detrás de todo eso estaba un tema económico intrínseco. Mirado ligeramente es imposible negarlo (después de todo, junto a las fotos se señalan todas las marcas utilizadas en el shooting), pero finalmente un stylist, un fotógrafo y un coordinador de belleza desean otra cosa: quieren una imagen bella. Buscan un concepto que no sólo vaya ad hoc con la noción o el concepto de la revista, sino también que conmueva a la lectora, que le lleve a pensar algo, tal vez hasta identificarse.

Ahora bien, no todo se queda en las fotos de modelos sonriendo. El panorama de la fotografía se expandió cuando aprendí lo que es una ‘imagen fija’ (stills) y lo mucho que puede ayudar a un editor para romper la formalidad de un artículo y se convierta en una lectura dinámica, más amable con el lector. Parece algo sencillo, pero como en cualquier especialidad, se requieren años de práctica para tener una imagen perfecta.

Pantalla de luz y un poco de brillo labial

“Pásame la imagen de un manchón”, fue una de las primeras cosas que escuché en la editorial cuando obtuve el trabajo. En la jerga editorial así se le denominan a las imágenes de labiales hechos trocitos, sombras pulverizadas o un poquito de gloss embarrado sobre una pantalla de luz. En pocas palabras, variaciones de productos de belleza, donde el objetivo es resaltar su textura, brillo o color. Estas fotografías rompen el esquema de texto-foto principal, convirtiendo las páginas en algo más llamativo para que la lectora(or) se sienta más atraída a utilizar dicho producto. Dos de los expertos con los que he trabajado mucho son Cathy Crawford en Estados Unidos y Paul Bowden en Reino Unido. La primera se especializa en los productos de belleza, mientras que el segundo se ha hecho un profesional en los stills de moda (vestidos, zapatos….). Y si anteriormente mencioné que se necesita mucha práctica para lograr una buena foto como ésta, es porque no sólo se trata de acomodar un producto y ponerlo sobre una pantalla, sino que tienes que pensar en una pose (sí, una pose para un envase), con el fin de sacarlo de su propio contexto y también darle una historia, quizás una no tan explícita como las anteriores que he mencionado. La creatividad debe surgir y es la oportunidad de la rebeldía para conseguir una imagen que valga la pena: desde envases llenos de labiales y dulces o una pila de esmaltes congelados de la nueva temporada primavera/verano, formando una torre de hielo, hasta lentes para sol bañados con pequeñas gotitas de agua, posados en arena con una toalla a lado.

 Celebridades y copas de martini

Es bien sabido que el mundo del entretenimiento va de la mano con el de la fotografía. Desde las fotos de Marilyn Monroe (se me ocurre una de las más famosas, aquella para la revista “Vogue”, sesión que fue muy cercana a la fecha de su fallecimiento) hasta los promocionales para algunas series de televisión (los cuales han ido incrementando muchísimo, a comparación de la década de los noventa para atrás), siendo la serie de la AMC, Mad Men uno de los mejores ejemplos en la actualidad. Ya no basta con tener un buen comercial en el prime time de la televisión; ahora se necesitan pósters, fotografías y la belleza del elenco en su apogeo. Y lo más interesante es el fenómeno que provocó esta serie de televisión: tenemos los “promos” de la nueva temporada, con Jon Hamm, Christina Hendricks y otras celebridades representando a la crema y nata del mundo de la publicidad, al usar vestidos de satín, trajes de Brooks & Brothers (sí, aquí también hay marcas), champagne y los característicos peinados de la época. Algunas imágenes a color y otras en blanco y negro. Y ahora muchas fotos en el mundo de la moda gira en torno a ese aire sesentero, con los vestidos estampados a cuadros (sólo basta ver las últimas campañas de Louis Vuitton), ojos delineados a la cat eye y peinados voluminosos. La fotografía y la moda superaron su propia ficción: basados en la realidad de una época, tratan de traer esa elegancia sublime a la cotidianidad de hombres y mujeres. Es esta belleza la que queremos que no perezca, que sea atemporal.

Actualmente la fotografía ahora se da el lujo de jugar más con las celebridades. Algunas cosas impresionantes que he visto son poner a Lena Dunham (de la serie Girls) bajo una lluvia incesante en medio de un Brooklyn desolado, o a Stephen Colbert (The Colbert Report) con todo su equipo de trabajo posando como si él fuera Napoleón y los demás sus soldados. Diversos fotógrafos se han hecho ya muy famosos con estos escenarios, como es el caso de Annie Leibovitz[1], Bruce Webber[2] o Tom Munro[3] (entre muchos otros) que su trabajo ha sido muy alabado en publicaciones como Vanity Fair, W, y otras más.

De esta manera concluyo algo: la fotografía no tiene porqué ser un cúmulo de reglas inquebrantables que termina en imágenes enmarcadas. La fotografía ahora es mucho más interesante, se da el lujo de usar diversas opciones, desde las mejores cámaras digitales, hasta aquél tesoro polaroid que el fotógrafo guardaba para una ocasión especial. Y no sólo en aspectos técnicos, el fotógrafo, y los coordinadores también deben poner su ingenio a prueba. Se trata de crear ficciones, romances entre dos modelos que jamás se habían visto, pero que al final logran un escenario creíble, plausible, de dos enamorados caminando en un jardín de Italia. Así pues, no es difícil notar que este rubro de la fotografía no es algo que se debería subestimar. Desde un rubor pulverizado hasta una sesión de fotos inspirada en algunas películas de Alfred Hitchcock, aquí una serie de productos comunes se vuelven imágenes dignas de admiración, un deleite visual. La idea de capturar la imagen de la niña con trenzas al aire sigue en pie, hay que captar ese momento perdido. Pero del otro lado, la moda se da el lujo de hacer las trenzas a su manera, de crear una emoción y así fabricar, en algunas horas, un momento maravillosamente ‘fugaz.’


[1] Fotógrafa estadounidense, fue la primera mujer en exponer su obra en la Galería Nacional de Retratos de Washington D. C. y la última en retratar al músico John Lennon.

[2] Fotógrafo y director de cine estadounidense, se le conoce por las campañas publicitarias de Calvin Klein, Abercrombie & Fitch y Ralph Lauren.

[3] Inglés de nacimiento, Tom se mudó a Nueva York en 1990, especializándose en la fotografía en la Parsons School of Design y pasar a un aprendizaje de tres años con posiblemente fotógrafo de moda más respetados del mundo.