Rasgos de la política en Alain Badiou

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Rasgos de la política en Alain Badiou

Intentaremos hacer una presentación sumaria del pensamiento de Alain Badiou sobre la política, lo que a decir verdad nuestro autor denomina “metapolítica”, esto es, el pensar los efectos que en la filosofía producen las prácticas políticas.

En buena medida los rasgos que vamos a definir constituyen un verdadero embrollo, están tan anudados a la idea de acontecimiento que, podría decirse, conforman una unidad con él. No se trata, entonces, de una lista, menos aún exhaustiva, de determinaciones de la política que nuestro autor presente de manera separada en alguna de sus obras.

También las podemos pensar como estratos o dimensiones de una práctica situada y localizada, fibras que van templando la densidad de un concepto y dándole cierta consistencia.

1- Acontecimiento y situación.

Un acontecimiento es una ruptura inmanente que adviene en una situación determinada sin deducirse de ella. Es una invención o una creación imposible pensada desde el campo de posibilidades de esa misma situación. Lo que acontece es la verdad.  Cualquier situación histórico-social es un sistema de cuerpos y lugares, de trayectorias que los unen y que definen a una situación como normal, dentro de un campo más o menos amplio de posibilidades reguladas, todas ellas, por su estructura o su ley.

El acontecimiento es por lo tanto un desborde, un suplemento cuya pertenencia a la situación habrá que construir, pues, justamente debido a su carácter suplementario y aleatorio, su inscripción en lo “que hay” no es ni ontológica ni “natural”. Es una novedad sorprendente e incalculable para los recursos y saberes que organizan la estructura histórico-social.

Sin embargo, la oposición a la situación tiene también otro sentido, a saber: no hay acontecimiento “global”, siempre adviene en un lugar concreto. Los nombres de algunos de ellos -Revolución Francesa. Revolución Rusa, Comuna de París- así lo indican. Y ello por una paradoja que los geógrafos y otros pensadores de la cuestión espacial pueden definir mejor que nosotros: Lo global no es exactamente una dimensión del espacio sino su límite. No es un sitio en el que podamos habitar, aunque de otro modo estamos en él todo el tiempo.

Entonces, todo acontecimiento es acontecimiento de una situación en la que se inscribe sin pertenecerle desde el punto de vista ontológico.

2- Ruptura del lazo social.

El acontecimiento político opera una ruptura en el lazo social instituido, entendiendo por lazo social el control que el Estado de la situación mantiene sobre la situación misma. En este sentido podemos decir que toda sociedad -o situación- está envuelta en un Estado que la contiene y cuya disolución impide.

El Estado de la situación asegura, confirma y legitima lo que la situación presenta. Y, bien visto, esta es la operatoria que define al Estado: impedir la disolución del lazo social.

 

Este es un rasgo bastante novedoso de Badiou ( y algunos otros pocos, como Jacques Rancière y los lacanianos de izquierda) : pensar la política a partir de la ruptura, y ya no como una “teoría del buen gobierno” o “ de la buena sociedad”, tarea que ha sido llevada a cabo durante 2400 años por ese género tan peculiar del mundo occidental que llamamos Filosofía Política.

En efecto, ella ha sido teoría de la soberanía y el buen gobierno, que crean un orden adecuado a la supuesta naturaleza humana, a su esencia o ser. En absoluto ha desaparecido, menos aún en los procedimientos de legitimación de las democracias parlamentarias actuales, con su Estado de derecho y de los DD HH, cuya figura, el hombre, es pensado como una esencia eterna e inmutable. como la sustancia de la vieja metafísica.

3- La política en interioridad.

Que la política sea en interioridad significa que no es expresiva: la política no “refleja” o representa a una fuerza histórica o social. Si así fuera no sería ni una invención ni una ruptura. Por ejemplo, en el marxismo, se piensa a la política como la superestructura que refleja las condiciones infraestructurales definidas por la esfera de la producción y la economía. O bien, en su aspecto emancipatorio, es la continuidad de una forma social denominada “clase obrera”, que, por existir como tal, ya es su sujeto (o bien, con Lenin, el sujeto será el partido que la representa, lo que no cambia en nada el esquema). En otras corrientes políticas -liberalismo, fascismos, etcétera- la situación es la misma: la política representa a un sujeto ya constituido en lugar de ser el proceso de su constitución.

Otro aspecto de pensar a la política en interioridad es que ella ya no es un medio para alcanzar fines que le son exteriores. Se trata, entonces, de arrancar a la política de emancipación del lugar instrumental en el que la vieja política la había situado.

4- A distancia del Estado.

En toda situación histórico-social normal todo lo que está presentado está también representado. Por lo tanto la distancia respecto al Estado no existe y hay que construirla. Distancia del Estado significa: sustraerse a su poder, desmarcarse del sistema de lugares en los que están colocados los agentes sociales.

En ese acto, también se determina el verdadero poder del Estado, que en las situaciones normales aparece indeterminado, como invadiéndolo todo.

Esta separación la abre el acontecimiento y la afirma la fidelidad, la lenta y paciente labor de construir a partir de la novedad que porta consigo el recién venido.

También implica que el Estado ya no es el lugar privilegiado en el que una política de emancipación deba situarse. Que la verdadera naturaleza del poder del Estado debe repensarse, pues desde él no es posible hacer simplemente lo que uno desee, sino que impone directivas que proceden de su función.

Es un punto particularmente problemático en relación a las secuencias precedentes en la historia de las políticas de emancipación, que supone un balance de las mismas, en particular del rol que el Estado jugó en su ruina.

5- Organización.

El acontecimiento tiene como ser su desaparecer, es como un relámpago en la noche. Apenas si deja una huella o una marca que habrá que continuar a fin de que lo acontecido no se disuelva en el aire. Un “algo” debe sostenerlo, profundizarlo y ponerlo a trabajar en la situación. Y ese algo es el sujeto o la organización colectiva que se forma a fin de perseverar en la fidelidad.

Badiou no ha dejado de insistir que siempre le interesó más la fidelidad que el acontecimiento por sí mismo, lo cual lo sitúa lejos del “espontaneísmo” que muchos lectores la atribuyen.

Hay, siempre, una disciplina de los procesos, una paciencia de la construcción una meditación de las intervenciones en las que el sujeto se va fibrando.

            Y , por lo tanto, hay un cuerpo colectivo subjetivable.

No hay ni habrá ningún milagro que transforme al mundo, ningún advenimiento que sin fidelidad pueda conseguirlo.

 

6- La política es prescriptiva, no es ni programática, ni descriptiva

Desde hace ya demasiado tiempo se viene pensando que la política de emancipación consiste en imaginar un mundo posible y hacerlo real a través de la militancia y la lucha. Tenemos una imagen del mundo que luego habrá que realizar gracias a un programa histórico, el cual está conformado por la construcción de diferentes programas de intervención y de gobierno (“medidas de gobierno”) que variarían según las necesidades del proceso revolucionario.

 

Hasta tal punto esto era, y sigue siendo, así, que para muchas corrientes, tanto en el marxismo como en el anarquismo, sin programa ni visión histórica no tenemos política. Era el núcleo de la subjetividad de las políticas de emancipación: anticipar imaginariamente el mundo que organiza la intervención colectiva en el presente ordenar de esta manera la esfera de la acción.

Que la política sea prescriptita implica abandonar este núcleo imaginario como eje de la acción colectiva- lo que no significa que habrá política sin ninguna clase de imaginario- para poner en su lugar principios que actúan aquí y ahora sin proveernos de recetas o caminos preestablecidos.

Por ejemplo, la Igualdad (o Justicia, en la lengua de Badiou son lo mismo) no consiste en un programa de equidad social sino en la declaración de que todos somos iguales y hay que obrar en consecuencia. Ya no se trata de que algún día seremos iguales, sino que ya lo somos, lo cual constituye una prescripción y no una descripción (pues lo que es manifiesto en la situación es la desigualdad). La igualdad es entonces un principio y no un objetivo del cual estamos separados.

 

7- Presentación versus representación.

Sí la política de emancipación produce una ruptura del lazo social que abre una distancia respecto al Estado entonces ya no representa a nada ni a nadie, sino que presenta algo.

Este es un punto particularmente delicado pues estamos acostumbrados a pensar la problemática de la representación sólo en el horizonte de la delegación, aquello que la Constitución Nacional Argentina define con tanta precisión: “El pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes”.

Es la base del sistema de partidos y parlamentos que sostiene a la democracia contemporánea.

Y, efectivamente, esto es así.

Pero hay una dimensión más insidiosa y oculta de la representación, a la que nos referimos más arriba al hablar de política en interioridad, que permanece más oculta y es su carácter expresivo: la política representa un agente histórico social : la clase, la nación, la etnia, el hombre, etc. Y esto nos lleva a reproducir el orden establecido, pues también las políticas reaccionarias (o las viejas políticas revolucionarias) prescriben que los principios que las sostienen se reproduzcan y confirmen. Por lo tanto, una política clasista tenderá a reproducir el esquema clasista (necesita que haya clases o estamentos) incluso si lo transforma y desfigura. Y necesitan que haya Estado que impida la disolución del lazo social que cada política instituye.

La política presenta a los impresentados en la situación, hace visibles a los invisibles, da cuerpo (colectivo) y existencia a los inexistentes.

8- Universalismo versus particularismo.

Como hemos dicho más arriba, una política de emancipación es el proceso del acontecer y afirmarse fielmente de la verdad. Y, para Badiou, la verdad es, como se lo pretendió siempre, universal.

Ahora bien ¿qué significa aquí universal? Que la política se dirige a cualquiera, pues se dirige a su decisión y no a su posición. No hay pueblo elegido de la verdad, ni cualidades representables de su sujeto.

A partir de la crisis de la política marxista aparecieron en su lugar numerosas movilizaciones sociales y discursos que exaltan alguna particularidad, sea ella la condición sexual, étnica, popular o lo que fuera. Hay un sujeto privilegiado y predefinido de la verdad.

El problema de la universalidad de la política es sumamente complejo, y específicamente filosófico, pues pone en juego la categoría de lo Genérico, y aquí no podemos más que presentar un boceto al borde de la caricatura, pero, en todo caso, nos esforzamos por mostrar que Badiou no saca la vista de “lo que ocurre” al pensar la política, sobre todo en muchas de las actuales formas de protesta, en las que cree ver una sustitución estéril de las políticas de emancipación.

Sin embargo, no se trata de prescribir la desaparición de los particularismos, sino más bien, de que ellos sean atravesados por el universalismo, un poco como vemos aquí en México con el Zapatismo, que pese a tener una “base” indígena no cae por ello en una política indigenista e identitaria.

9- El comunismo

 

Desde el punto de vista empírico, el acontecimiento no es sino la irrupción de las masas populares en el espacio público, su presentación.

Ahora bien, no toda irrupción es necesariamente emancipatoria, puede haber, y de hecho las hubo, apariciones reactivas o fascistas.

Para que una irrupción de lo infinito popular sea considerada igualitaria debe reunir tres condiciones, que, hace ya mucho tiempo, Badiou definió como las invariantes comunistas:

1- Rebelarse contra el Estado.

2- Rebelarse contra la propiedad privada y las grandes fortunas.

3- Organizarse a distancia del Estado.

            Con estás mínimas determinaciones obtenemos algo así como un comunismo genérico, más allá de las formas recientes que han enarbolado su nombre (partidos comunistas, anarco-comunismo, marxismo comunista, etcétera).

Ello supone que a lo largo de la historia el comunismo ha aparecido y reaparecido bajo diferentes formas y figuras, que ninguna secuencia política en particular podría agotarlo, que es pensable y esperable un comunismo diferente de las formas históricamente conocidas

El comunismo, en tanto Idea a distancia del Estado y sin propiedad privada, es una política de la no-dominación.

Epílogo.

Hemos presentado de manera sucinta algunos de los rasgos del modo en que Alain Badiou piensa la política.

Sí a lo largo del artículo nos hemos referido a “la política “como sinónimo de “política de emancipación” es sólo porque ella es la forma originaria del aparecer de una verdad. Es la política verdadera o en verdad, pero no es la única.

Badiou reconocerá otras dos formas de política (o de proceso de subjetivación) que se definen a partir de su relación con la política del sujeto fiel. Así tenemos un sujeto reactivo (que trata de gobernar, cooptar, apagar el proceso de subjetivación emancipatoria) y un sujeto oscuro (o fascista en el sentido genérico de la palabra) que trata de destruir el proceso abierto por el acontecimiento. Y restituir el orden previo. El sujeto reactivo trabaja siempre, lo quiera o no, a favor del sujeto oscuro, pues ambos constituyen formas de la desaparición de la política verdadera.

Ambas políticas varían y también inventan sus procedimientos y discursos en relación a la política del sujeto fiel. Y ello porque Badiou decide subvertir el orden con el que suelen presentarse las cosas: ahora el Bien (la Igualdad o Justicia) es primero, productor, inventivo y afirmativo y el Mal (las diversas formas de ordenar a los humanos en jerarquías desiguaitarias excluyentes) es derivado por un tipo específico de reacción contra el advenimiento de lo que nunca había sido. Y, al igual que en Platón (orientación también retomada por Levinas) el Bien está “más allá del ser o de la esencia”. Esto es: suplementa a lo que es en tanto es.

Parafraseando a San Pablo podríamos decir: “nuestro Bien está en el Mesías”. O en al acontecimiento.

Es casi ocioso agregar que estas notas apenas si brindan un acercamiento al pensar de Badiou, cuyos planteos exigirían desarrollos muchos más largos y problemáticos para hacerles justicia.

Sin embargo, con estos elementos, cada cual podrá evaluar por sí mismo el pasado de las políticas de emancipación y el presente de las políticas de dominación que acompañan el despliegue planetario del capitalismo siempre salvaje.