El acontecimiento Acontecimiento (y dos cartas que no fueron robadas)

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El acontecimiento Acontecimiento (y dos cartas que no fueron robadas)

En 1991 aparece en la Argentina el primer número de la revista Acontecimiento. En 2003 se constituye en torno de ella un colectivo de acción política, el Grupo Acontecimiento (GA). Estos dos momentos son las marcas de un trayecto, que tiene más de veinticinco años, en el que se ha sostenido a rajatabla una apuesta primordial: transformar de manera radical la forma de pensar y hacer política. Ese recorrido se ha desplegado alrededor de un nombre y apellido convocante, cuyo compromiso de lucha y perseverancia son admirables.

A mediados de los años ochenta, Raúl Cerdeiras era ya una referencia importante en los estudios extraacadémicos de filosofía en Buenos Aires. Coordinaba con una gran dedicación y pasión diversos grupos en los que los textos de Marx, Althusser, Lacan, Bachelard, Nietzsche, Kierkegaard o Heidegger eran detonantes para la discusión y la reflexión colectiva. Heredero de una tradición a la Sciarreta, sus cursos eran –y lo siguen siendo– verdaderas usinas de pensamiento y de estímulo para dar, siempre, un paso más.

Fue en ese contexto donde Cerdeiras empezó a comentar que venía siguiendo con curiosidad algunos trabajos de Alain Badiou, en especial, Théorie du sujet, de reciente aparición entonces en Francia, en 1982. Le parecía que encontraba ahí algo diferente de la discusión filosófica y política de aquel momento, empantanada entre un antimarxismo reaccionario y un marxismo exhausto, que no conseguía estar a la altura de las experiencias que estábamos viviendo. Percibía que aquellos textos de Badiou estaban en sintonía con algunas ideas que él venía desarrollando por su cuenta y casi solitariamente. En esa época, Badiou no era muy conocido por estos lados. Las pocas referencias significativas en castellano la constituían El concepto de modelo (traducido por Siglo XXI en 1972), que había tenido cierta repercusión durante la primera mitad de los setenta, oxigenando un poco el campo de la epistemología dominado por la orientación anglosajona, y el artículo “El (re)comienzo del materialismo dialéctico”, publicado junto a otro, de Louis Althusser, en 1969, en un volumen titulado Materialismo histórico y materialismo dialéctico, de la recordada colección “Cuadernos de Pasado y Presente”. Se sabía que había formado parte del entorno de Althusser y que luego se había distanciado de él, con fuertes críticas. Y no mucho más.

El hallazgo de una suerte de interlocutor a la distancia entusiasmó a Cerdeiras al punto de decidir escribirle para intercambiar ideas, y Badiou le respondió casi inmediatamente, con un entusiasmo semejante. Al poco tiempo se encontraron en París y allí se comenzó a forjar una amistad personal, filosófica y política que dura hasta hoy. Badiou suele recordar que aquel contacto los encontró a ambos en un clima similar, de aislamiento político, en el que las llegadas al poder de Mitterrand en Francia y Alfonsín en Argentina habían encandilado al “progresismo” e impuesto una retórica democratizante, en la que las políticas de emancipación eran acorraladas como una entelequia de trasnochados. La democracia –o mejor, el capitalismo democrático o el libre mercado “humanizado”– era el principio y el fin de la acción política, y en nombre de ella todo era posible. Pero en poco tiempo se demostró que era muy poco lo posible. Se consolidó lo que se establecía como el discurso dominante: el posibilismo o el “realismo” político (“se hace lo único que se puede hacer”, “en política hay que ser realistas”, etc.).

 

Francois Mitterrand

 

La expectativa política en el poder de los votos se fue tiñendo de una triste resignación: lo mejor pasó a ser lo menos malo. De lo que se trata, entonces, es de gestionar “con responsabilidad” lo que hay –se nos decía (y se nos sigue diciendo)–, cualquier otro intento será imposible y, por lo tanto, criminal.

 

Raúl Alfonsín

Durante aquellos años ochenta, en el marco de los grupos de estudio de Cerdeiras, nos fuimos conociendo y juntando gente proveniente de distintas experiencias políticas, universitarias, barriales, culturales o artísticas, muchos de los cuales compartíamos reuniones de lectura sobre marxismo, filosofía, psicoanálisis, política. Recomponiendo ámbitos y formas de trabajo colectivo luego de la brutal noche de la dictadura, confluíamos en un espacio común en el que, de manera inorgánica y un poco a tientas, empezábamos a hacernos cargo del agotamiento de las formas clásicas que habían guiado el pensamiento y la militancia política revolucionaria hasta ese entonces. No podíamos dejar de constatar, a nivel mundial, el proceso de caída por etapas de los referentes clásicos del marxismo revolucionario. Esto es, el debilitamiento progresivo de las luchas obreras en el marco de un sindicalismo clasista, la liquidación o transfiguración de los movimientos de liberación nacional y la inmolación de los llamados estados socialistas. El final de los ochenta nos brindaba un panorama patético. El show mediático montado ante la caída del Muro de Berlín mostraba al mundo el supuesto fin de una época oprobiosa.

El mensaje eran claro por lo simplificador: cualquier pensamiento emancipador que ose levantar su voz contra el capitalismo democrático (o sea, la “democracia” realmente existente) deberá cargar eternamente sobre sus espaldas con el cadáver de Stalin. Y la Unión Soviética, que era la superpotencia mundial que garantizaba el equilibrio político-militar del planeta, se transformó de golpe en un pueblo hambriento, en dispersión, gobernado por mafiosos desesperados por atraer capitales. Por el lado de China, con la masacre de los estudiantes en la plaza de Tiananmen, en Pekín, se nos recordaba que cualquier acción rebelde podía ser aplastada sin demasiados miramientos por los tanques del buen orden, cualquiera sea su color.

Veíamos con asombro cómo muchos de los intelectuales de izquierda empezaban a reconocer las virtudes de la democracia liberal y a rasgarse las vestiduras de su pasado combativo. El pensar la política se encerraba, entonces, en una jaula de hierro entre la izquierda orgánica, que repetía tozudamente los mismos argumentos de más de un siglo, y el posibilismo gestionario de los nuevos progresistas. Este panorama nos volcaba aún con más convencimiento hacia la profundización de un diagnóstico que compartíamos. Acordábamos que el denominador común de estos tiempos era la ausencia de política, su claudicación en nombre de la administración del Estado y su consecuente necesidad de garantizar el funcionamiento regulado del sistema. Al mismo tiempo, encontrábamos una llave teórica en la exploración de las diversas subversiones que se generaron en otros campos del pensamiento, aparte del político. Estudiábamos con atención los cambios radicales producidos a lo largo del último siglo en la ciencia, el arte, la sexualidad, y cuál era el estatuto de su novedad. Buscábamos, en una apropiación singular del significado de esos acontecimientos, la materia prima para pensar nuestro tiempo, de manera inédita. El desafío era (y sigue siéndolo): cómo pensar radicalmente la novedad (en el sentido de evitar reinterpretar lo nuevo desde las viejas categorías) y, sobre todo, ser consecuente con esto en una práctica política.

En 1990 aparece Subvertir la política, un trabajo ensayístico de Raúl Cerdeiras que hacía un primer intento de fundamentación y síntesis teórica de todas estas ideas que estaban dando vueltas. El librito, de edición casera, tuvo una rápida circulación de mano en mano y sirvió como eje aglutinador alrededor del cual comenzamos a reunirnos y debatir. Al mismo tiempo, por intermedio de Cerdeiras, hallábamos en la obra de Badiou una fuente potente de recursos conceptuales novedosos, sobre todo a partir de la, para entonces, reciente aparición en Francia de L’être et l’événement. Tiempo después, casi como un compromiso militante más que como una tarea académica, traduciríamos ese libro esencial, siendo la primera obra de envergadura de Badiou llevada al castellano. Fue así como nos hemos ido apropiando, gradualmente y a nuestra manera, de varias de sus categorías centrales, utilizándolas o transformándolas, para activarlas en nuestra realidad sociopolítica.

La muy buena recepción que tuvo Subvertir la política, llevó a Raúl a proponernos, a varios de nosotros, una apuesta mayor: publicar una revista que sirviera de órgano de expresión y foco de debate de los planteos que intentábamos desarrollar. Y la revista adoptó un nombre badiouano emblemático, como símbolo de una empresa que apuntaba a romper con la resignación frente a la continuidad inexorable de las cosas. El primer número de Acontecimiento sale a mediados de 1991, recogiendo gran parte del material de Subvertir la política. Desde entonces, Acontecimiento ha constituido el medio principal de difusión de nuestras referencias teóricas y nuestros postulados políticos, y el sustento en común de nuestra militancia. También significó la progresiva introducción en la Argentina de la obra de Badiou, a través de traducciones originales de diversos artículos o capítulos de libros, inéditos en estas regiones para ese entonces.

El vínculo con Badiou se estrechó cuando visitó la Argentina por primera vez en 1994 y luego en 2000. Cerdeiras y el equipo que producíamos la revista actuó de nexo y anfitrión de sus estadías, en las que desplegó una importante actividad de conferencias públicas y participó a su vez de varias reuniones de discusión política con el grupo. Los ciclos de conferencias de los dos viajes fueron editados y publicados en la revista Acontecimiento, en lo que constituyó la primera aparición en Argentina de material de Badiou inédito en francés.

Pero no sólo intentamos llevar adelante un trabajo teórico coherente y consistente sino que la circulación de nuestros trabajos, fundamentalmente a través de la revista, nos permitió tomar contacto con otros grupos que se situaban en una misma tónica frente al vacío del estado de cosas imperante. Fue así como cruzamos nuestra experiencia con la del colectivo francés Malgré Tout y constituimos, en 1992, el grupo A pesar de todo. La actividad de A pesar de todo no sólo nos significó potenciar el debate teórico interno sino que nos permitió comprobar los límites de las prácticas militantes tradicionales y la necesidad de implementar nuevas formas de organización política, si deseábamos ser consecuentes con nuestros principios fundacionales. El colectivo A pesar de todo trabajó intensamente durante casi cinco años hasta que, una vez agotadas sus premisas constitutivas, se autodisolvió. Esta experiencia fue el antecedente directo de la gestación, en 2003, de un nuevo colectivo organizado alrededor de la revista, el Grupo Acontecimiento.

El GA salió a la luz con una declaración de principios, que establecían su sentido y sus lineamientos de acción, y que son las referencias de nuestra actividad militante: “La igualdad es el punto de partida de toda acción política, y no su objetivo o resultado; cualquiera, independientemente de su condición, es capaz de pensar y de decidir políticamente; las luchas en donde las mujeres y los hombres se expresan libremente y en su nombre, sobre las condiciones reales de su existencia, son nuestras propias luchas; la política inaugura lo aún impensado y no responde a intereses “interesados”, es desinteresada; el Estado ya no es más ni el objetivo central ni el lugar privilegiado de la acción política emancipadora; la política debe plantearse por fuera de los partidos y lejos de las vanguardias lúcidas; una nueva política requiere formas inéditas de organización; una política digna de tal nombre estará sostenida en la no dominación; el GA no representa a nadie. La política no se trata de un nuevo saber, no es una cuestión que se deriva del conocimiento, es una cuestión que tiene que ver con una decisión en ruptura. Si no existiera la posibilidad de romper con la mecánica que organiza y estructura la vida social, entonces no habría política, es decir, política de emancipación. La primera ruptura que hay que producir con la vieja política es afirmar la hipótesis de que la política quiebra la ley que estructura a una formación económico-social. La política es esa capacidad para interrumpir el saber que se deriva de la estructura social y de la ideología que se trama en el sentido común de la vida cotidiana”.

Pensar y hacer una nueva política de emancipación es ser capaces de poder inventarla a diario, estemos donde estemos y nos dediquemos a lo que nos dediquemos. Y todos, absolutamente todos, somos capaces de hacerla. Alain Badiou y Raúl Cerdeiras han sido y son promotores incansables de estas apuestas. Las cartas que aquí se reproducen muestran los comienzos de ese vínculo transatlántico que continúa hasta nuestros días y que da identidad a otra manera de pensar y hacer política.

y dos cartas que no fueron robadas
Buenos Aires, 14 de mayo de 1986

Estimado Sr. Alain Badiou:

He decidido enviarle esta carta para manifestarle el firme interés que su obra y su pensamiento han despertado en mí.

Alrededor del año 1980, en un país asolado por una salvaje dictadura, me encontraba en tal situación frente a las cuestiones que demandaban la teoría y la práctica marxistas, que la obra de L. Althusser –pese a su alto valor– ya no me alcanzaba para hacer frente a las nuevas tareas

En ese contexto, comencé solo y “a ciegas” a realizar un cuestionamiento radical del marxismo y la política, tratando de guiarme desde el punto de vista filosófico a partir de Kant, Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger y Freud-Lacan.

Para no fatigarlo, y a los efectos de poder transmitirle una orientación general de esta compleja red de acontecimientos, le diré que su Théorie du sujet cayó en mis manos a mediados de 1983. Su obra ya era conocida por mí desde 1967, en que adherí sustancialmente a la orientación que impulsaba Althusser, la epistemología de G. Bachelard, la publicación de los Cahiers pour l’analyse y, más tarde, los trabajos de Derrida, Foucault y Deleuze.

Théorie du sujet –aún más que sus trabajos anteriores– tuvo un efecto decisivo en mis estudios, y fue como una indicación de que mis aislados esfuerzos no estaban tan desencaminados. Es así como todos mis grupos de enseñanza privada del Materialismo Histórico (enseñanza que llaman, en mi país, “Universidad de Catacumbas”) sufrieron un viraje y hoy se orientan hacia la lectura, exposición y desarrollo de las principales tesis por Ud. adelantadas.

También quiero señalarle que considero su trabajo Peut-on penser la politique?, los de P. Sandevince y otros publicados en Le Perroquet, como importantes exploraciones, y con una dosis de gran coraje. Coraje, porque ningún marxista que haya vivido la experiencia histórica del marxismo-leninismo avanza en la deconstrucción (¿o destrucción?) de “su” teoría sin cierta atmósfera de duelo y angustia por transitar las regiones inexploradas de toda creación, donde los únicos antecedentes con que se cuenta son las propias hipótesis que se arriesgan.

Pienso que habrá que decidir muy pronto, en el campo de lo que aún se llama “marxismo”, si lo más decisivo es la teoría marxista-leninista tal como se dio en su historia o el PRINCIPIO de la Revolución. Marx fue revolucionario antes que cualquier otra cosa.

Aquí, en la Argentina, el panorama político de la “izquierda” no difiere, en esencia, del cuadro que Ud. describe de su país y de casi todo el resto del mundo. Por un lado, se encuentra el antimarxismo con un alto contenido reaccionario levantando las viejas banderas de la socialdemocracia, el parlamentarismo, los derechos individuales, etc. Frente a ello persiste la vieja dogmática de los grupos marxistas “ortodoxos”, casi todos de cuño trotskista, y el viejo PC más pro soviético que los mismos rusos. Un diálogo de sordos pero que funciona, ya que discuten desde las mimas premisas: 1) la metafísica como onto-teo-logía, como sabía definirla Heidegger; 2) una concepción de la política como representación y 3) el horizonte de la conciencia como saber y lo posible de calcular.

Para concluir, quisiera adelantarle una inquietud acerca de su obra. Me parece que sus principales tesis sobre la dialéctica y la política encontrarían un apoyo considerable en los desarrollos de quien estimo es el gran dialéctico de la paradoja: Kierkegaard, a quien el marxismo, ortodoxo o no, siempre ha descuidado, cuando no denigrado. La existencia humana como paradoja que se constituye en el entrecruzamiento de lo finito y lo infinito, que siempre opera sobre la duda y la incertidumbre, y su tesis acerca del pecado original como acontecimiento que es un salto cualitativo que crea sus propias condiciones de posibilidad, son operativas, según creo, para la problemática que exige un nuevo pensamiento de la política.

No es fácil para un latinoamericano –y menos en la Argentina que hemos padecido– la labor teórica. A este respecto, le quiero adelantar que estaré en París todo el mes de octubre de este año y que para mí sería un gran placer poder saludarlo en persona y tener la posibilidad de un diálogo que me sería sumamente provechoso. En febrero de 1985, Ud. estuvo con uno de mis compatriotas, el Sr. Raúl Sciarreta, a quien reconozco en filosofía como mi maestro y que, enterado del envío de estas líneas, le hace llegar por mi intermedio sus recuerdos más afectuosos.

En fin, sería para mí de mucha importancia poder prolongar este diálogo personalmente, ya que son muchos los temas que su pensamiento me sugieren. Nosotros hemos vivido una experiencia aún no “escuchada” por el coro de lo político pero que, para mí, constituye el acontecimiento político más importante de análisis (más rico que los hechos de Talbot) para los temas que abre su libro Peut-on penser le politique? Me refiero al acontecimiento Madres de Plaza de Mayo, aplaudidas por todos pero criticadas por no dejarse emplazar en ningún lugar para hacer “política”, ya que su consigna “aparición con vida y castigo a todos los culpables” es de imposible realización.

Para concluir, si Ud. considera oportuno contestarme esta carta, la recibiré con el conjunto de personas que me dispensan amablemente su atención en mis cursos, con gran satisfacción.

De todas maneras, mantengo mi decisión de comunicarme con Ud. cuando llegue a París en octubre.

Le hago llegar mi más afectuoso saludo,

Raúl José Cerdeiras

 

Cerdeiras
París, 4 de junio de 1986

Querido amigo,

He leído su carta con un enorme placer. Que, en la situación concreta de la Argentina, lo que pienso y escribo pueda serles útil a algunos, es en sí mismo una justificación para este pensamiento y para esta escritura. Estas palabras no tienen otro destino que el de hacerles llegar, a Ud. y a quienes trabajan con Ud., toda mi simpatía. No tengo la menor duda de que un diálogo prolongado con Ud. puede instruirme y llevarme a un mayor rigor y a una mayor amplitud en la tentativa de refundación de un pensamiento-práctica universal de la política. Espero mucho de lo que serán sus propias contribuciones a tal tentativa.

En el momento actual, oriento mi trabajo en dirección de un fundamento propiamente filosófico de la empresa entera. Eso tomará la forma de un volumen, que aparecerá sin duda en 1987 y cuyo título es “El ser y el acontecimiento”. Cuento con someter a su juicio, a la brevedad, algunas “buenas páginas” de ese largo trabajo.

Por cierto, me alegrará sobremanera, si viene Ud. a París, tener la ocasión de encontrarlo.

Cordialmente suyo,

A. Badiou