Entrevista: Alain Badiou, Filósofo

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Entrevista: Alain Badiou, Filósofo


“La amistad es un amor calmo; el amor, una amistad excesiva”

La diferencia entre un sentimiento y otro es de proyecto, no de intensidad. En un mundo en el que el concepto de igualdad es cada vez más esquivo, no es sencillo construir vínculos que la presuponen.

 

Aristóteles dice que “el hombre feliz necesita amigos”. ¿Qué forma cree que tienen hoy la amistad? Por ejemplo, pueblos que por décadas han tenido enfrentamientos y recelos, ¿cómo pueden restablecer la confianza y alcanzar una amistad duradera?

—En primer lugar, no existen “los pueblos” en abstracto, sino que existen en situaciones políticas concretas. En la historia ha habido países dominantes y países dominados; existieron la colonización, la esclavitud y aún hoy hay pueblos ricos y pueblos pobres. Todos hablamos de la amistad entre los pueblos, de confianza, de paz, ya que es algo que todos deseamos. Pero para avanzar en esa dirección debe considerarse un serio problema, dado porque los pueblos más ricos no parecen dispuestos a sacrificar nada por los pueblos más pobres. La amistad es muy linda, pero la cuestión es saber qué precio estamos dispuestos a pagar. Y por lo tanto, la idea fundamental de la cual hay que partir, antes incluso de la idea de amistad, es la cuestión de la igualdad. Nunca hay una verdadera amistad entre alguien que domina y alguien que es dominado. Puede haber sentimientos entre los dos, pero nunca una verdadera confianza y una verdadera

amistad. Igualdad entre los pueblos y dentro de cada pueblo, de cada país, igualdad real entre las personas: éste es el verdadero problema, y lo es más dado que esa idea de igualdad no ha avanzado, retrocedió.

¿La acción política que se despliega en torno a la guerra contra el terrorismo es una nueva forma de trazar la distinción entre el amigo y el enemigo?

—Detrás de esa guerra está lo que la hace posible, y es esencialmente la desigualdad. Y algo que me llama mucho la atención es que en los países ricos no se encuentra a nadie que piense siquiera que es posible morir por un ideal. Tenemos un mundo que protege el confort y el individualismo, y otro donde esas cuestiones no se plantean porque predominan la miseria y la muerte. Me gustaría, como simple ejemplo, indicar que en el continente africano ha habido 35 millones de muertos de sida y habrá quizá decenas de millones más porque no reciben medicamentos gratuitos ni pueden comprarlos. Son diferencias tan profundas, tan violentas, que en definitiva esta cuestión del amigo y el enemigo existe a partir de ellas, que son sus condiciones de posibilidad. No creo que haya el más mínimo valor político en el terrorismo, pero antes de la cuestión del amigo y el enemigo debemos remitirnos al violento reparto del mundo que existe hoy.

Usted sugería algo así como la existencia de dos éticas diferentes, una altruista o integrista, y otra egoísta, consumista. ¿Considera posible el encuentro y la confianza entre los miembros de estas diferentes formas de vida?

—Es enteramente posible. Usted puede unirse a personas cuya ética es distinta de la suya si todos tienen un objetivo político común. No es una cuestión filosófica o ideológica, es realmente una cuestión política. Si pueden definir objetivos comunes, si pueden encontrar un idioma común —que es un idioma político—, entonces lo que usted dice es posible, naturalmente. Porque la política tiene que poder desarrollarse en culturas diferentes. Una política de igualdad puede perfectamente ser compatible con horizontes culturales totalmente diferentes. Lo que hay que encontrar es lo que permite respetar la diferencia de las culturas y confiar en un trabajo en común. Cuando la gente es muy diversa, lo que reúne es hacer algo en conjunto. Siempre. A nivel individual puede ser el amor, pero a nivel colectivo tiene que ser la política.

¿La amistad sería la experiencia en comunidad de la igualdad?

—Sí. Pero quiero insistir en que la amistad, la comunidad, son consecuencias. No son el punto de partida. No hacemos el bien para estar satisfechos, pero descubrimos que si hacemos el bien, además estamos satisfechos. Si usted realiza acciones políticas que son realmente igualitarias, además tendrá, como recompensa, la amistad.

¿Hay una tensión entre el amor y la amistad?

—No soy nada sensible a esa oposición. Creo que la amistad es una dimensión del amor. Nunca vi desarrollarse un amor en forma duradera sin que se construya también en su interior algo que es manifiestamente del orden del intercambio amistoso. E inversamente, una amistad intensa puede no tener dimensiones sexuales activas, pero finalmente puede provocar afectos, demandas, expectativas que son muy próximas a las del amor.

¿Qué distingue entonces a una de otra?

—Creo que la distinción entre la amistad y el amor es más bien de proyecto, más que de intensidad y afectos. La amistad es una suerte de intercambio a propósito de la experiencia del mundo, una manera de ser compañeros en la experiencia del mundo, y la elección del amigo se hace en esa dimensión, mientras que el amor es realmente una experiencia de la dualidad, de la diferencia. El amor, como proyecto, se refiere a qué es ser dos. Por otra parte, puede haber un grupo de amigos, puede haber tres, cuatro amigos que salen a pasear, a tomar algo y charlar juntos; en general, en el amor, son dos. Entonces, hay una diferencia, pero no me parece una diferencia tan radical. En el fondo, podríamos decir que la amistad es un amor calmo, mientras que el amor es una amistad excesiva. Pero son cuestiones más de tensiones que de diferencias cualitativas. Quiero agregar, no obstante, algo que le daría la razón, al menos en parte. Vemos muy bien cómo puede haber una relación entre la política y la amistad, y la posible consecuencia sería la amistad en comunidad, la amistad en grupo. Entre el amor y la política hay más una tensión que una fusión, porque es verdad que los enamorados están solos en el mundo, no están con la comunidad.

¿Se podría afirmar, entonces, que existe una tensión entre los mecanismos políticos y la unión amorosa?

—Sí. El sentido del amor es una experimentación radical de la diferencia y es la construcción totalmente singular de la diferencia. En el amor usted trata de saber qué es realmente ser dos, crear una nueva visión del mundo, enfrentar la cuestión sobre cómo se ve el mundo siendo dos. No es lo mismo ver de a dos que ver de a uno, no es el mismo mundo. Y es verdad que es totalmente distinto de la política, porque la política es la creación organizada de la igualdad, mientras que el amor es la experimentación de la diferencia. Y son dos cosas separadas. Diciendo simplemente “ámense los unos a los otros” no se avanza en la política. No se pueden trasladar a la política las máximas del amor.

¿Qué relación existe entre amistad, confianza y fidelidad?

—Pienso que debemos tomar las tres palabras en su orden: confianza, fidelidad y amistad. La posibilidad de creación de una comunidad amistosa se funda en la unidad de proyecto. Y hace falta una confianza común en ese proyecto. Entonces, se empieza por la confianza. Es la misma razón que hacía que San Pablo pensara que había que empezar por la fe.

¿Por qué?

—Es que sin la fe, no se tiene nada. Si no se tiene confianza, no se tiene nada tampoco. Porque si lo que se encuentra es desconfianza, no se puede tener una relación positiva con el otro, será siempre recelosa. Entonces, el primer punto es la confianza, la confianza en el proyecto, la confianza en el hecho de que es posible pensar otro mundo. Luego, la fidelidad, porque es necesario estar juntos, ser fiel a esa confianza. No se trata de tenerla de vez en cuando y por azar, hay que continuarla. El único imperativo es continuar, no dejarse desalentar, no renunciar, mantener la confianza, porque de inmediato esa confianza va a encontrar obstáculos terribles, fracasos, imposibilidades.

Renunciar es lo más fácil. Pienso, pues, que la fidelidad viene después de la confianza y desde el interior de la fidelidad se crea la comunidad amistosa de los que son fieles, de los que continúan, de los que conservan la confianza. La amistad es la consecuencia de una fidelidad común. A veces, incluso, la amistad es considerada como una fidelidad a la infancia, a la juventud. Es muy común tener amigos de la juventud. Por lo tanto, la amistad es consecuencia de la fidelidad, y la fidelidad remite siempre a cierta confianza.

© Clarín, 2004.

http://edant.clarin.com/suplementos/zona/2004/07/11/z-03415.htm