Cuando recordamos el epíteto que le habían puesto a Heidegger y que circulaba, tanto en Friburgo como en Marburgo, de “El rey secreto del pensamiento”, pensamos en la enorme seducción que ejercía entre sus jóvenes oyentes. Nada nos impide pensar que, conocedor de La retórica de Aristóteles, en sus clases hacía un ejercicio de su conocimiento, que la fuerza de su pensamiento iba aderezada de esas pequeñas pinceladas de dramatización y de abismo, de preguntas que literalmente “abrían” espacios de luz, y dejaba sumidos en el asombro a sus escuchas. Es por ello que en el intrincado espacio del quehacer filosófico a él debemos muchas horas de insomnio, de cavilaciones que irrumpen en medio de la oscuridad, de problemas que nos aparecen sin solución y que, sin embargo, abren rutas, caminos. Steiner ha dicho que “[…] tenemos la vívida sensación de que los presocráticos son hoy posteriores a Martin Heidegger, lo mismo que el Platón del Parménides y el Sofista, el Aristóteles que medita sobre el ser o el Tomás de Aquino que se ocupa de la esencia. Hay un Kant heideggeriano, un Schelling y, sobre todo, un Nietzsche y un Husserl a los que contemplamos según las lecturas que Heidegger hace de ellos. ¿Algún otro pensador occidental posterior a Hegel ha ejercido, para bien o para mal, un dominio tan absoluto?”
Quizá lo más asombroso de su producción sea la aventura filosófica que llevó a cabo en esa lenta pero precisa gestación de la obra de 1927 y que, paradójicamente, tuvo que redactar en sólo unos cuantos meses presionado por el poder burocrático. El kairós, decían los griegos. No lo sabremos nunca. Pero lo que sí es que gracias a la intervención de su maestro Husserl Ser y tiempo apareció en el horizonte filosófico trastornando para siempre el quehacer asombroso de la filosofía. Desde entonces, se quiera o no, Heidegger confirmó que es “El rey secreto del pensamiento”, sin duda, un nombre que fue destino.
A esta obra hoy está dedicado nuestro Dossier, preparado minuciosamente por algunos de nuestros filósofos cercanos a su pensamiento. Asimismo, al lector le ofrecemos una serie de artículos que nos recuerdan nuestra vocación de marginalidad, pues con ellos queremos volver a habitar esos espacios que tenía esta revista, y que hoy volvemos a abrir a fin de dar cuenta de la continuidad de las siempre Reflexiones Marginales.
Alberto Constante