Difícilmente abandona su lugar lo que mora cerca del origen
Hölderlin
Antes de que Jacques Lacan emprendiera su denominado retorno a Freud, la máxima “Wo Es war, soll Ich werden” se solía traducir al español de la siguiente manera: “Donde Ello era, Yo debo advenir”. Comprendiendo que el sentido de esta afirmación- y por lo tanto la cura analítica- se orientaba a que la instancia yoica debía desalojar o sustituir al Ello. Desde esta interpretación rectora se forzó al psicoanálisis a su disolución en la psicología general,[1] proliferando en la escena analítica conceptos como el de “yo fuerte”, “carácter genital”, esfera libre de conflictos”, etc.
La consideración del único imperativo original de la experiencia analítica[2] es lo que da origen a este trabajo, siendo nuestro propósito, problematizar esta sentencia desde la interlocución con el gran pensador alemán del siglo XX: Martín Heidegger. Enmarcando nuestro trabajo en el denominado “retorno a Freud” de Jacques Lacan y develando las consecuencias teorías y clínicas que una traducción desviada puede originar.
La tras-lación del “Wo Es war, soll Ich werden” en el origen del extravío post-freudiano.
El origen de esta máxima proviene de la conferencia 31 titulada: “La descomposición de la personalidad psíquica”, en la cual, casi al finalizar la conferencia, Freud dictamina que los propósitos terapéuticos del psicoanálisis consisten en: “(…)fortalecer al yo, hacerlo más independiente del superyó, ensanchar su campo de percepción y ampliar su organización de manera que pueda apropiarse de nuevos fragmentos del ello. Donde Ello era, Yo debo advenir. Es un trabajo de cultura como el desecamiento del Zuiderzee”[3] Pero ¿qué es lo que debemos entender por Ello (Es)?, ¿y por Yo (Ich)? Por otro lado, ¿a qué hace referencia el término de fortaleza yoica? A partir de estas preguntas, veremos a continuación, la importancia radical que tuvo la traducción de esta máxima tanto en la teorización como en la clínica psicoanalítica.
Es conocida la sentencia que afirma que toda traducción es un acto de traición. Es evidente, que en el pasaje de una lengua a otra, las dificultades al transmitir el flujo, el ritmo, la riqueza léxica y el sonido del original, producen la imposibilidad de lograr una traducción completamente fiel del texto original. De cualquier manera,existen traductores que pese a la imposibilidad de una equivalencia absoluta, sostienen su fidelidad a la esencia del texto; preservando el sentido originario de la obra, sin que la misma se vea despojada de su auténtico carácter. Por otro lado, hay traducciones que no sólo se confrontan con la imposibilidad mencionada, sino que directamente desvían y traicionan el sentido de la obra que abordan, constituyendo transformaciones drásticas que se separan rotundamente del corpus o de la doctrina que intentan transmitir.
En este sentido, Martín Heidegger, ha sido uno de los primeros en señalar esta problemática en torno a la traducción de los términos griegos al latín, la cual ha producido una profunda desviación en los fundamentos del pensar filosófico. Así, por ejemplo, en El origen de la obra de arteseñala como la interpretación romana del concepto de cosa, no sólo había violentado el sentido original, sino que además, constituyó otro modo de pensar y de comprender aquello que en la tradición y en la experiencia griega era fundamental: “El modo de pensar romano toma prestadas las palabras griegas sin la correspondiente experiencia originaria de aquello que dicen, sin la palabra griega. Con esta traducción, el pensamiento occidental empieza a perder el suelo bajo sus pies”.[4] En efecto, vemos que para Heidegger el lenguaje no es un instrumento de comunicación, como así tampoco, una mera expresión verbal o escrita, sino que él mismo, es lo que constituye nuestra morada, la forma en que el “mundo” se nos abre, el modo en que somos en él. De allí que este párrafo culmine de modo contundente al afirmar que el pensamiento occidental pierde el suelo bajo sus pies, lo que en Heidegger significa la perdida de la fundamentación[5] y el abismarse. Es decir: el extravío del pensar, la traición a la experiencia original de la gran tradición griega, tiene su punto de partida en la traducción[6] de términos fundamentales del griego al latín, en donde palabras como αλήθεια, λóγος, φύσις son despojadas, desalojadas de su sentido originario, perdiendo la dimensión y la experiencia a las que se encontraban vinculadas.
Ahora bien, nos parece fundamental señalar que este desvío es denominado por Heidegger como tras-lación. Como lo expresa en la obra antes citada:
Esta traducción de los nombres griegos a la lengua latina no es en absoluto un proceso sin trascendencia, tal como se toma hoy en día. Por el contrario, detrás de esa traducción aparentemente literal y por lo tanto conservadora de sentido, se esconde una tras-lación de la experiencia griega a otro modo de pensar[7]
Si bien tras-lación da cuenta de la acción y efecto de trasladar o trasladarse, siendo gramaticalmente una figura que consiste en usar un tiempo de verbo fuera de su significado habitual, nos parece que lo fundamental de este término, se encuentra en el guión que divide la palabra en dos. En esta división; no sólo se da cuenta del traslado que produce una traducción en el pasaje de una lengua a otra; sino que al des-ocultar la preposición “tras” se invoca a un retorno del pensar originario, a surcar el olvido de la traducción romana para re-tornar a la fuerza y al sentido auténtico que contenían estas palabras fundamentales.
Ahora bien, ¿qué puede iluminar lo antes dicho sobre la experiencia psicoanalítica y sobre el propósito de nuestro trabajo?
Señalábamos en la introducción que hay un extravío del sentido originario de la afirmación freudiana; extravío que podemos pensar bajo la luz de la tras-lación heideggeriana, y que se torna más evidente en la lengua inglesa como en la francesa. En efecto, en el primero- traducido por Strachey- nos encontramos que en inglés la máxima es traducida como: “Where the id was, there the ego shall be”; mientras que la traducción francesa aparece como: “Le moi doit déloger le ca”[8]. Así, el “Wo Es war, soll Ich Werden” es re-interpretado como el desalojo de una instancia por otra; como la imposición del Yo sobre el Ello. Pero ¿es esto lo que viene a afirmar esta sentencia? No, de ninguna manera. Como lo expresa Lacan en La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud:
Contrariamente a la forma que no puede evitar la traducción inglesa: “Where the id was, there the ego shall be”, Freud no dijo: das Es, ni das Ich, como lo hace habitualmente para designar esas instancias donde había ordenado desde hacía diez años su nueva tópica, y esto, dado el rigor inflexible de su estilo, da su empleo en esta sentencia un acento particular[9]
Lúcidamente, Lacan nota que no existe en la obra original el uso del artículo Das– el cual es utilizado por Freud cuando se refería a las instancias psíquicas (Das Ich und Das Es)- sino que lo que la máxima plantea es “Wo Es war, soll Ich werden”. Es decir: “Donde Ello estaba Yo debo advenir” sin ningún artículo objetivante que nos lleve a pensar en el desalojo del Ello por el Yo. Pero ¿qué quiere decir Ello y Yo?, ¿Donde está su acento particular? Si Ello no aparece como una instancia, es evidente que debe ser interpretado como un pronombre en género neutro. Es decir, lo que no es ni masculino ni femenino, lo que no tiene número, lo que no puede ser delimitado y que solamente se señala sin que por esto permita que pierda su carácter inquietante e inefable. Cuando decimos “Él viene” o “Ella está llegando” le asignamos un género que nos tranquiliza y nos permite saber con bastante exactitud a qué nos referimos. Ahora bien, si decimos “Ello viene” o “Ello está llegando” generamos en nuestro interlocutor un carácter inquietante y ominoso (Un-heimlich) en la imposibilidad de saber con certeza a qué nos estamos refiriendo. Y es este punto el que Lacan acentúa ante las traducciones francesa e inglesa; punto de un no saber radical que nos enfrenta con una dimensión distinta a lo calculable y lo exacto; sendero que nos llevará a pensar la αλήθεια y que trabajaremos más adelante vinculado a la noción de fortaleza del Yo y su diferencia radical con el advenimiento del Ich, para lo cual será necesario, realizar un rodeo sobre un autor representativo del extravío post-freudiano.
Heinz Hartmann
La “fortaleza del Yo” en Freud y en Hartmann:
Freud en el edición original utiliza el término stärken, el cual sostiene las siguientes significaciones: “fortificar, fortalecer, tonificar, robustecer, restaurar”.[10] A partir de tras-ladar el sentido de la máxima freudiana al desplazamiento o desalojo del Ello por parte del Yo, se comienza a interpretar al “Ich zu stärken” de manera tal, que el “Yo” y su “fortaleza” devienen en el objetivo último del psicoanálisis. Ahora bien, ¿cómo debemos leer esta Ich zu stärken freudiana?, ¿y cómo la interpretan los post-freudianos?En este sentido, tomemos a uno de los máximos representantes de la Psicología del yo, Heinz Hartmann, y su obra La psicología del yo y el problema de la adaptación para comenzar a entender la desviación que produjo este término en el campo del psicoanálisis.
En su obra más célebre, Hartmann piensa a la fortaleza del yo íntimamente vinculada con la llamada autonomía del ego. Desde allí, teoriza que existen funciones en donde ni el Ello ni el Superyó tendrían demasiada injerencia, funciones como: la inteligencia, el aprendizaje, la memoria, etc, se encuentran suficientemente separadas del resto de las instancias formuladas por Freud, en lo que este autor denomina como una “esfera libre de conflictos”. Por ejemplo, con bastante ambigüedad sentencia:
(…) el aprender a pensar y el aprendizaje en general son funciones biológicas independientes que existen junto a impulsos instintivos y defensa, siendo en parte independientes de ellos(…) El pensamiento ordenado está siempre directa o indirectamente orientado hacia la realidad. Una defensa contra los impulsos instintivos que resulta en logros intelectuales elevados, demuestra que en ciertas formas de solución de conflictos, pueden involucrar garantías biológicas de un proceso de adaptación a la realidad externa[11]
y más adelante: “
Para juzgar el éxito de una defensa indagaremos no sólo el destino del impulso instintivo y la protección deparada al yo, sino también-más que antes-sus efectos en las funciones yoicas no involucradas directamente en el conflicto. Los conceptos de fuerza del yo, debilidad del yo (…) están todos relacionados con este ámbito, pero seguirán siendo nebulosos en tanto las funciones yoicas específicas que están comprometidas no sean estudiadas en detalle(…) Una vez determinados objetivamente (sic) los factores de capacidad, carácter, voluntad, etcétera, que son los correlatos empíricos-no teóricos- de yoes “fuertes” o “débiles”, habremos evitado la relatividad de las definiciones usuales, que determinan la fuerza del yo a partir de la relación del yo individual con su ello o con su superyó[12]
Párrafos contundentes que delatan que para Hartmann estas funciones deben constituirse en el objeto de estudio del psicoanálisis, desviando la experiencia analítica al problema de la adaptación del yo a la realidad, la cual que determinaría en última instancia, la fortaleza o no del ego. Pese a cierto realismo ingenuo de este autor-dado que en ningún momento de su obra problematiza la idea de realidad- podemos entender que la fortaleza yoica estriba en la posibilidad de desarrollar una autonomía que no se vea sometida por la emergencia del conflicto. Ahora bien, dado este planteo general no podemos dejar de lado la siguiente pregunta: ¿Se ha pensado alguna vez a qué se refiere Freud con fortaleza yoica? Veámoslo con detenimiento.
En diferentes lugares de su obra, siempre encontramos la sospecha que Freud sostenía acerca de la posibilidad de desarrollo de la autonomía yoica. Por ejemplo, en una nota al pie de “El Yo y el Ello” escribe: “Puesto que las reglas del análisis desechan de manera terminante semejante uso de la personalidad médica, es honesto admitir que aquí tropezamos con una nueva barrera para el efecto del análisis, que no está destinado a imposibilitar las reacciones patológicas, sino a procurar al yo del enfermo la libertad de decidir en un sentido o en otro”.[13] Este subrayado sobre la palabra libertad- marcado por el mismo Freud-, implica una profunda desconfianza a la posibilidad de la autonomía del ego pese a que se realice un tratamiento psicoanalítico. De cualquier manera, parecería que hacia la posibilidad de que surja esa “poca de libertad” (como lo ha expresado Lacan) es hacia donde se dirigiría el tratamiento psicoanalítico, tal vez, por esta vía podamos orientarnos hacia otra lectura posible del término fortaleza. En tal sentido, durante la conferencia 27, Freud sentenciaba sobre el trabajo analítico:
Al hacer que lo inconsciente prosiga hasta lo conciente, cancelamos las represiones, eliminamos las condiciones para la formación de síntoma y mudamos el conflicto patógeno en un conflicto normal que tiene que hallar de alguna manera su solución. No otra cosa que esta transformación psíquica provocamos en el enfermo: hasta donde ella alcanza, hasta ahí llega nuestro auxilio.[14]
Y aún, con mayor contundencia, en Esquema del psicoanálisis: “nuestro camino para fortalecer al yo debilitado parte de la ampliación de su conocimiento de sí mismo[15]”. Con base en estos dos párrafos, y orientados por la etimología de la palabra, podemos pensar que la fortaleza del yo depende del coraje del sujeto para constituir la posibilidad de reinstaurar una interpelación ética que se encontraba amordazada en el síntoma. Fortaleza que fracasa en la neurosis -como se expresa en la epicrisis del caso Miss Lucy[16]– y que es necesaria para soportar el des-ocultamiento de aquello que constituye lo propio de la experiencia psicoanálisis; es esta fortaleza- y no la asepsia que los ortopedistas post-freudianos pregonaban con su búsqueda de la adaptación y genitalidad[17]– la que todo analizante requiere para abrir los postigos de la abertura infernal. Y que es, en resumidas cuentas, de lo que se trata la Ich zu stärken.
“…soll Ich werden y αλήθεια como des-ocultamiento”
Ahora bien, pese al recorrido emprendido aún se mantiene abierta una pregunta que nos inquieta: ¿a qué se refiere Freud con soll Ich werden? Y que provoca en su resonancia una nueva interrogación: ¿Qué relación existe entre elsoll Ich werden con la αλήθεια heideggereana? Culminaremos este trabajo bajo la guía de estas dos preguntas fundamentales.
Es importante señalar que no sólo Jacques Lacan notó que el uso de Ich no coincidía con el Yo. El traductor inglés de la obra freudiana, James Strachey, también advirtió la dificultad para traducir Ich por Das Ich, y escribió en la introducción de “El yo y el Ello”: “Las cosas son bastante menos nítidas en lo que respecta a “das Ich” (“el yo”). Por cierto, este vocablo era bien conocido antes de Freud; pero el sentido preciso que él le adjudicó (…) no carece de ambigüedad”.[18] Pese a esto, Lacan fue el único que tuvo el coraje y la fortaleza de teorizar las consecuencias de esta máxima, y constituir un verdadero retorno al sentido de la experiencia freudiana. En efecto, no sólo en la máxima mencionada se utiliza el Ich a secas, sino también en un fascinante trabajo que no podemos dejar de invocar en esta oportunidad. En Algunas notas adicionales dadas a la interpretación de los sueños en su conjunto Freud escribe:
El problema de la responsabilidad por el contenido inmoral del sueño ya no se nos plantea en los mismos términos con que otrora se presentó a los autores, que no sabían nada de pensamientos oníricos latentes ni de lo reprimido en nuestra vida anímica. Desde luego, uno debe considerar responsable por sus mociones oníricas malas (…) Si el contenido del sueño-rectamente entendido-no es el envío de un espíritu extraño, es una parte de mi ser; (…) y si para defenderme digo que los desconocido, inconsciente, reprimido, que hay en mí no es mi “yo” , no me sitúo en el terreno del psicoanálisis, no he aceptado sus conclusiones, y acaso la crítica de mis prójimos, las perturbaciones de mis acciones y las confusiones de mis sentimientos me enseñen algo mejor.[19]
Párrafo magistral que permite iluminar con mayor contundencia aqu-ello que Freud denomina como Ich werden. En efecto, es evidente que el “Yo” (Ich) al que Freud se refiere a través de la responsabilidad sobre los sueños-que por otro lado, sin la cual no existiría la posibilidad de constituir un análisis- nada tiene que ver con el Das Ich, que no es más que una instancia alienante y narcisista. Entonces, ¿A qué se refiere este Ich?, ¿Qué es lo que adviene en esta responsabilidad?
Evidentemente lo que Freud no puede nominar con total claridad -aunque si intuye de manera genial su diferencia con Das Ich– no es una instancia, ni una función; sino aqu-ello que surge en el des-ocultamiento; aqu-ello que emerge de modo relampagueante y que en su fulgurante aparición conmueve los cimientos de la subjetividad. Es decir: el $. Escritura de un intervalo ético que- siguiendo a Freud- debe advenir para poder situarnos en el terreno, en el Grund de la experiencia psicoanalítica, y que los post-freudianos confundieron con la instancia yoica, traicionando los fundamentos del psicoanálisis y abismándose en el “success” y en el “happinnes” del American way of life.[20]
Pero ¿cómo devine este sujeto? ¿De qué es efecto? Es aquí en donde nuevamente Lacan se sirve de Heidegger, ya que fue este genial pensador, el que retornó al sentido originario de αλήθεια. Ocultada por la interpretación aristotélica-tomista, αλήθεια devino en verdad, que es entendida clásicamente como Adaequatio rei et intellectus. Punto sobre el cual Heidegger manifiesta:
Pero ¿por qué no nos conformamos con la esencia de la verdad que nos resulta familiar desde hace siglos? Verdad significa hoy y desde hace tiempo concordancia del conocimiento con la cosa(…). Cuando aquí entendemos la verdad como desocultamiento, no nos estamos limitando a refugiarnos en una traducción más literal de una palabra griega. Estamos indagando qué elemento no conocido y no pensado puede subyacer a esa esencia de la verdad, en el sentido de corrección, que nos resulta familiar y por lo tanto está desgastada.[21]
Proponiendo la verdad como des-ocultamiento del ser, Heidegger se aparta de la verdad entendida como corrección, exactitud o cálculo. De allí, que el modelo para pensar a αλήθεια se encuentre en los poetas, más que en la ciencia o en la filosofía. Y en efecto, es a esta forma de comprender la “verdad” a la que recurre Lacan para retornar al status de la verdad en psicoanálisis. Verdad que no es exacta ni calculable; verdad que no se orienta por la adecuación con una realidad supuesta de la cual el analista sería su medida,[22] sino que más bien, es esta αλήθεια la que se encuentra en el origen de la experiencia freudiana, y como lo plantea Lacan, lector de Heidegger, permite:“venir a la luz de ese lugar mismo en cuanto que es lugar del ser”.
Así el des-ocultamiento del ser por el claro que abre el surco del lenguaje admite que el Kern unseresWesen re-aparezca, momento culminante del Wo Es war, soll Ich werden, máxima notable que ha inspirado nuestro recorrido.
Notas
[1] Hartmann Heinz, “La psicología del yo y el problema de la adaptación”, Pág. 30-31, Editorial Paidos, Buenos Aires (Argentina), 1986.
[2]Lacan, Jacques Seminario VII “La Ética del psicoanálisis”, Pág. 12, Ediciones Paidos, Buenos Aires (Argentina), 2005.
[3]Freud, Sigmund “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis” (1933 [1932]) Amorrortu Editores, Buenos Aires (Argentina),sexta reimpresión (2001).
[4]Heidegger, Martín “Caminos de Bosque”, Pág.16, Editorial Alianza, Madrid, 2003
[5]“Buscar el fundamento significa profundizar. Lo que se pone en cuestión está en relación con el fundamento. Pero, por ser preguntado, sigue abierto el hecho de saber si el fundamento es, en verdad, fundamentador, es decir, si por medio de él se puede obtener una fundamentación originaria. Si el fundamento (Grund) rehúsa una fundamentación, es abismo (Ab-grund)” Heidegger, Martin “Introducción a la metafísica” Pág.41, Editorial Gedisa, Barcelona, 2003.
[6]Ibídem, Pág. 51
[7]Op. Cit. “El origen de la obra de arte” en “Caminos de Bosque” Pág. 15
[8]Lacan es contundente sobre esta traducción: “Lo cual no quiere decir, como lo enuncia no sé qué porquería de traducción “el yo tiene que desalojar al ello”. Lacan, Jacques, Seminario XI: “Los cuatro conceptos fundamentales”(1964), Pág.52, Ediciones Paidos, Buenos Aires (Argentina)
[9]Lacan, Jacques “La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud” en Escritos I”, Pág. 400, Siglo XXI Editores, México
[10]Martinez Amador, Emilio “Deutsch-Spanisches, Spanisch-Deutsches”. Editorial Ramón Sopena, Barcelona
[11][11]Op. Cit, Hartmann Heinz, “La psicología del yo y el problema de la adaptación”, Pág. 30-31
[12]Ibídem. Pág, 32
[13]Freud, Sigmund “El Yo y el Ello” (1923), Pág 51, Amorrortu Editores, Tomo XIX, Buenos Aires (Argentina), 2001.
[14]Freud, Sigmund, “Conferencias de introducción al psicoanálisis” “La transferencia”, Amorrortu Editores, Tomo XVI, Buenos Aires (Argentina), 2003.
[15]Freud, Sigmund “Esquema del Psicoanálisis” (1938), Pág. 31. Amorrortu Editores, Tomo XXIII, Amorrort Editores. Buenos Aires (Argentina). 2004
[16]“Así, el mecanismo por el cual se produce la histeria corresponde, por una parte, a un acto de pusilanimidad moral y, por la otra, se presenta como un dispositivo protector de que el yo dispone. En muchos casos uno se ve precisado a admitir que la defensa frente al incremento de excitación por medio de la producción de una histeria fue, a la sazón, lo más acorde al fin; más a menudo, desde luego, uno llegará a la conclusión de que una medida mayor de coraje moral habría sido ventajosa para el individuo” Freud, Sigmund “Estudios sobre la Histeria”, Caso Miss. Lucy, Pág. 139, Amorrortu editores, Buenos Aires (Argentina), 1999.
[17]Otro autor representativo del extravío post-freudiano es Nacht que en “Principios y medios de la terapéutica psicoanalítica” dispara: “Los pregenitales son individuos con un Yo débil- y en ellos la coherencia del Yo depende estrechamente de la persistencia de relaciones objetales[17]” (…) “Los genitales, por el contrario, poseen un Yo que no hace depender su fuerza y el ejercicio de sus funciones de la posesión de un objeto significativo. Mientras que para los primeros la pérdida de una persona importante subjetivamente hablando, por tomar el ejemplo más simple, ponía en peligro su individualidad, para ellos esta pérdida, por dolorosa que sea, no perturba en nada la solidez de la su personalidad. No son dependientes de una relación objetal” Y más adelante continúa diciendo: “ en toda neurosis, la evolución normal parece haberse visto dificultada por la imposibilidad en la que se halla el sujeto de resolver el último de los conflictos estructurantes de la infancia, aquél cuya liquidación perfecta, si puede decirse así, culmina en esa adaptación tan feliz al mundo llamada la relación de objeto genital, que da a cualquier observador la sensación de una personalidad armónica, y en el análisis, la percepción inmediata de una especie de limpidez cristalina del espíritu” Culminando con la siguiente alabanza a las relaciones de los llamados “genitales”: son verdaderamente tiernas, amorosas, y si el sujeto no se muestra oblativo (…) ahora es capaz de comprensión, de adaptación a la situación del otro”. Estos párrafos demuestran no sólo los efectos que puede tener una pésima traducción, sino también como estas construcciones clínicas y teóricas están completamente despojadas del descubrimiento freudiano, des-cubriendo y haciendo completamente comprensible la necesidad de un retorno a Freud propuesta por Jacques Lacan con plena inspiración heideggereana.
[18]Strachey, James, en “Sigmund Freud: Obras Completas” Introducción de “El Yo y el Ello”, Editorial Amorrortu, Pág. 8.
[19]Op. Cit Freud, Sigmund Tomo XIX, Pág. 135
[20]“en la esfera norteamericana se ha reducido tan sumariamente a un medio para obtener el “success” y a un modo de exigencia de la “happiness”, que conviene precisar que es ésta la renegación del psicoanálisis, la que resulta entre demasiados de sus partidarios del hecho puro y radical de que no han querido saber nunca nada del descubrimiento freudiano y que no sabrán nunca nada, ni siquiera en el sentido de la represión” Op, cit, Lacan, Jacques “La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud”, Pág. 399
[21]Op. Cit Heidegger, Martin “El origen de la obra de arte”, Pág. 37
[22]“Pues si su salud se define por su adaptación a una realidad considerada buenamente como su medida, y si necesitan ustedes la alianza de “la parte sana del yo” para reducir, en la otra parte sin duda, ciertas discordancias con la realidad (…) ¿no está claro que no hay más discriminación de la parte sana del yo del sujeto que su acuerdo con la óptica de ustedes que, suponiéndola sana, se convierte así en la medida de las cosas, del mismo modo que no hay otro criterio de la curación de la adopción completa por el sujeto de esa medida que es la de ustedes(…)” Op. Cit, Lacan, Jacques “La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud”, Pág. 407