Los defensores a ultranza de las últimas tendencias del arte insisten en señalar la libertad, la innovación, la inteligencia, la ironía, la transgresión, el carácter crítico y político del arte actual, añadiendo su apertura, democratización e integración en la vida cotidiana, al ocuparse de los temas más banales e insignificantes. En cambio, acusan de conservador a todo aquel que se atreva a cuestionar la “verdad” del denominado “arte contemporáneo”, considerando retrógrada y romántico al que hable de estética o de belleza, de oficio técnico, representación o medios tradicionales. Romper las reglas se ha convertido en un hábito, al grado de establecerse en la regla; la transgresión se ha institucionalizado, el arte contemporáneo se ha vuelto académico. Es un arte que pretende contener una idea compleja de la realidad, cuando simplemente es presentación de la misma: objetos, basura, cadáveres, violencia y patología son los elementos constitutivos; el escándalo, la estrategia para que el artista se inserte en el circuito del arte para conquistar rápidamente la fama y el favor económico de coleccionistas siempre ávidos de disipar su aburrimiento con fuertes dosis de morbo. La ideología hegemónica se impone globalmente y se mira el mismo “espectáculo de la nada” (Michaud) en las bienales de Europa, que en las de América Latina, los museos y galerías de Estados Unidos, e incluso de Japón o Egipto. El arte de hoy es como el desecho de la sociedad contemporánea, una especie de detritus cultural, el vómito y la mierda expuestos bajo forma de obras de arte, la antiestética y el anti arte como el arte sagrado de hoy.
La primera acepción del Arte Crítico es la crítica al denominado “arte contemporáneo”, territorio de la especulación del mercado del arte, botín de críticos y curadores, así como de artistas cínicos y coleccionistas movidos por el esnobismo. Es evidente que tras un siglo de la aparición del ready made, este gesto no sólo se desgastó hace mucho sino que es como una broma que ya no hace reír a nadie (el urinario de Duchamp se ve en todas partes hasta en el baño), y el llamado arte contemporáneo se ha instalado en esa cómoda broma desde hace más de cincuenta años, por lo que en las últimas décadas ha caído en el impasse y sólo se ve la repetición tediosa, una suerte de agua estancada, un círculo vicioso que ya no puede romper su inercia. Todo pareciera indicar que ya no es posible que se produzca un renacimiento de la creatividad y de la imaginación, ya que el imperio de las imágenes de los medios masivos ha provocado una pantalla que ya no permite ver el mundo. Asimismo, es notoria la desconexión entre arte y sociedad: el arte se manifestado definitivamente como enemigo del pueblo.
Incluso, el Arte Crítico cuestiona la autenticidad y veracidad del tan mentado arte contemporáneo, ya que su falsedad evidente estriba en que es la repetición de las estrategias del arte moderno con un sentido banal y superficial, pura cita y pastiche, el imperio del kitsch, discursividad meta-artística, falso arte cuyo remplazo es inmediato: este objeto por este otro. En ese caso, la falsificación de obras de arte puede concebirse ya como arte, desde el punto de vista de que es más difícil falsificar un Vermeer que un Duchamp. El arte contemporáneo es la verdadera falsificación del arte.
En una segunda acepción, el Arte Crítico es la praxis de la dialéctica del arte como crítica y de la crítica como arte. De acuerdo con Abbagnano (1960), la estética plantea tres direcciones: 1) la relación entre el arte y la naturaleza, 2) la relación entre el arte y el hombre y 3) la tarea del arte. En la relación entre arte y naturaleza, surgen tres concepciones del arte: 1) el arte como imitación, 2) el arte como creación y 3) el arte como construcción. El Arte Crítico al estudiar esta dirección, explora los aspectos de estas tres concepciones, inclinándose por el arte como construcción, después de hacer la crítica a las dos primeras. Posteriormente, se expondrá el planteamiento de esta postura. En la relación entre el arte y el hombre, también se encuentran tres concepciones: 1) el arte como conocimiento, 2) el arte como actividad práctica y 3) el arte como sensibilidad. Aquí el Arte Crítico opta por la concepción del arte como conocimiento, tras la superación crítica de las dos concepciones ulteriores; también, más adelante será expuesta esta postura. En la última dirección, la tarea del arte, se distinguen dos tendencias: a) el arte como educación y b) el arte como expresión. El Arte Crítico asume la relación dialéctica entre estas dos concepciones y concibe el papel del arte en la sociedad, tanto de manera instrumental así como finalidad. Este punto será desarrollado con más detalle posteriormente. Para una definición más concreta del arte, su significado general lo declara como todo conjunto de reglas idóneas para dirigir cualquier actividad humana, sin embargo, también la técnica es el procedimiento ordenado conforme a reglas de toda actividad humana; por lo que la diferencia estriba en que la técnica es meramente utilitaria y pragmática, mientras que el arte es significativo, propicia efectos perceptuales, emotivos, mentales y psicológicos.
En estricto sentido, el Arte Crítico considera a la “crítica del arte especializada” en el ámbito del capitalismo como un ejercicio burgués de reconocimiento, asimilación y legitimación de un objeto estético considerado como obra de arte; algo similar a la cata de vino, todavía asociado a la idea del “buen gusto”. Toda crítica del arte pretende una lectura objetiva de una propuesta artística, ya sea para indicar su filiación a estilos o corrientes, para señalar sus deficiencias técnicas o como discurso artístico, o para elogiar la calidad de la obra y la genialidad del artista, asimilándola como arte y enmarcándola con el aura benjaminiana, así se trate de un pastillero del tamaño de una pulgada.
Por este motivo es necesario replantear el sentido original de la crítica, postulada por Kant, como el proceso por el cual la razón emprende el conocimiento de sí misma, es decir: “la crítica de la facultad de la razón en general, con referencia a todos los conocimientos a los que puede aspirar, independientemente de la experiencia” (Crítica de la razón pura). La crítica kantiana obra a partir de los conocimientos que el hombre dispone efectivamente con el fin de determinar las condiciones de su validez. Por lo tanto, la crítica debe ser considerada como una teoría del conocimiento, que cuestiona e indaga, mira reflexiva y críticamente la realidad, sometiendo en tela de juicio el pensamiento sobre todos los datos, la información e interpretaciones del mundo realizadas por el ser humano, a partir de su percepción, experiencia vital y saber empírico confrontados con una epistemología del conocimiento científico. En resumen, la crítica al conocimiento en el que se sustenta la cultura, la civilización y la sociedad contemporánea.
Para una tercera acepción del término “Arte Crítico”, es en el sentido de la auto crítica del sujeto, del individuo que se asume como “artista”. Eventualmente, se trata de personas que se dedican a una actividad humana peculiar llamada socialmente “arte”, palabra que en la actualidad ha caído en su “des-definición”, al punto de representar un vacío semántico: arte puede ser cualquier cosa. Artistas son, entonces, quienes se ocupan de conferirle un valor artístico o estético a lo que toque su mirada o su mano, lo que enuncian como tal. Algunos de estos artistas han pisado aulas universitarias, son producto de la academia, tanto en la continuidad con la tradición como de rechazo a ella; otros son autodidactas, muchos de ellos advenedizos que con un manual de arte contemporáneo, una postura esnobista y buenas relaciones con marchands y galeristas, buscan trepar en la escala del mundo del arte. La gama es muy amplia, y se extiende desde los artistas amateurs hasta los artistas profesionales que aprovechan la publicidad y la especulación financiera en el mercado del arte, constituyéndose cada uno de ellos en empresa que produce mercancías culturales para un público selecto. También se encuentran los renegados, los que mantienen una postura de resistencia y tratan de lidiar desde sus trincheras particulares con las contradicciones de un público de masas y los conocedores, el arte popular y el denominado arte culto. El Arte Crítico comienza con la pregunta individual: ¿por qué soy artista y para qué? Muchos se responderán que han nacido con un don especial, una sensibilidad diferente, talento y dotes de genio; otros en cambio reconocerán que dadas las condiciones del arte actual, que ya no exige habilidades especiales para dominar la técnica, se han formado en escuelas donde han aprendido a pensar sobre problemas artísticos y a manipular nuevos medios tecnológicos. En general, quienes no han adoptado una actitud autocrítica, defienden su extrema individualidad, el mito personal del artista (incomprendido, solitario, ingenioso, irónico o cínico); a estos, básicamente el arte les sirve de vehículo de expresión narcisista. En el lado opuesto, se encuentran aquellos que se preguntan sobre su papel como artistas en la sociedad, de qué manera pueden contribuir a una transformación positiva de la misma.
Tenemos una cuarta acepción de Arte Crítico, como crítica teórica y práctica del arte en sentido extenso, es decir, a partir del papel que el arte ha desempeñado a lo largo de la historia, en las diversas culturas del mundo, en la civilización y en las diferentes sociedades; si en los comienzos del tiempo surgió como un medio de dominación de la naturaleza, con un carácter ritual y revestido del pensamiento mágico-religioso; como elemento fundamental del desarrollo de la cultura y la civilización, incluso como instrumento de poder ideológico y político; como producto cultural de la superestructura que mantiene una relación dialéctica con la infraestructura económica, a la vez determinado y como factor determinante; que en épocas arcaicas fue todo: objeto útil, religión, estructuración del espacio social, urbe y vida cotidiana; que en suma, siempre ha sido una producción simbólica destinada a perpetuar la ideología y la supremacía de los grupos dominantes en todas las sociedades, objeto suntuario como signo de estatus y, sobre todo en la actualidad, una mercancía más en el contexto del capitalismo avanzado, incluso como la inversión más rentable para cualquier empresario o especulador de las tendencias del mercado. También la crítica al arte popular, en cuanto expresión de los grupos dominados y subordinados, en donde la tradición encuentra campo fértil y estanco; asimismo como crítica al arte culto, que busca de manera incesante la innovación que se ha constituido en lo que llamaba Octavio Paz “la tradición de la ruptura”, para que el público de masas no tenga acceso al entendimiento de un código que constantemente es roto; ya lo dijimos: la transgresión es ortodoxa en nuestro tiempo. De hecho, conveniente: los rituales de los artistas contemporáneos, mientras más radicales, son como rabietas y berrinches para que el sistema se conserve, porque fuera del ámbito de acotación y normalización de la industria cultural, los museos y galerías, la sociedad sólo se reacomoda y nada cambia.
Una quinta acepción del Arte Crítico está orientada como crítica a la sociedad, no sólo desde el arte como ocurrió desde el romanticismo y el realismo, y luego continuó con las vanguardias históricas (expresionismo, dadaísmo, surrealismo), el muralismo mexicano, los grupos y acaso con algunas neovanguardias (el accionismo vienés, el arte povera), y que ahora sólo es teatro de la simulación, espectáculo para masas distraídas que consumen la cultura como entretenimiento del paseo dominical, una dosis homeopática para el ilusorio tiempo libre. Es una crítica al contrato social rousseauniano, al Leviatán de Hobbes, a la sociedad capitalista desde el marxismo, al Estado desde el anarquismo como filosofía política, al malestar en la cultura desde la metapsicología de Freud, a la civilización desde la dialéctica negativa de la teoría crítica de Adorno y Horkheimer; a la sociedad represora y represiva a partir de la liberación de Eros que propone Marcuse; a la sociedad del espectáculo que exhibe el situacionismo de Debord; a la sociedad de la economía libidinal y del capitalismo y la esquizofrenia estudiada por los filósofos posestructuralistas del deseo, Lyotard, Deleuze y Guattari; a la sociedad de consumo posmoderna desde la socioficción y la teoría de la simulación de Baudrillard. En específico, se pretende una crítica a la sociedad mexicana, a su sistema político y económico, a los medios de comunicación masiva y su monopolización, a la dependencia económica de las grandes potencias imperialistas, al post colonialismo que es asimilado como un proceso de aculturación por los modelos hegemónicos, a la desaparición de las culturas originales de nuestro país por el exterminio de las etnias indígenas condenadas a la pobreza y el olvido, al empobrecimiento de la cultura popular reducida a la afición al futbol y el culto al estilo de vida de los narcotraficantes, a la importación de las modas culturales provenientes de Europa y Estados Unidos, a la aceptación acrítica del modelo mainstream.
La sexta acepción de Arte Crítico, puede ser entendida como la interdisciplina entre el arte y el diseño, y entre las diversas artes para su puesta en práctica en la sociedad. Es así que en un primer momento es necesario concebir la idea de un arte social (no sociológico), cuya función es incidir en la sociedad para su transformación en un orden de fuerzas en equilibrio; el arte como actividad social tanto en las relaciones productivas como en las de ocio. Para que el arte se reconecte con la sociedad es necesario que se dirija al público de masas, a la sociedad entera, es entonces menester activar un arte público, que no sea consumido pasivamente y que sea la simbiosis entre arte culto y arte popular, para lo cual es necesario educar a la sociedad a través del arte, con el objetivo de que el arte sea la expresión del pueblo y para el pueblo. El artista deviene en educador y trabajador de la cultura, el artista es el ciudadano de a pie. Es así que se alcanza la categoría enunciada en la década de los setenta, el arte total, que verdaderamente reconecta arte y vida: la vida como arte. En la década siguiente, se postuló el arte urbano (Olea); la ciudad como el escenario, la heterotopía donde los artistas intervienen el espacio de las relaciones sociales considerando todos los elementos que la constituyen como intersticios de acción comunicativa. En la actualidad hablaremos de arte y entorno como la expansión de esa heterotopía, que involucra el paisaje y la naturaleza, el planeta entero como el hábitat del hombre. La utopía es articular el Arte Crítico en el entorno.
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