Jean Luc Nancy quizá sea uno de los pensadores contemporáneos más lúcidos que existen. Con un pensamiento sutil puede llevarnos a cuestionarnos sobre nuestro propio tiempo, sobre los cambios que se están dando en la subjetividad, en las formas de ver el mundo, de participar en él, de aprobar nuestra propia estadía en el mundo. Recuerdo que leí una entrevista de Berta Ares que le hiciera en la ciudad Condal, a propósito de una exposición de Antoni Tàpies; ahí, sin ningún pesimismo, señaló que esta civilización que hemos conocido está llegando a su fin y la que adviene, como emergente, transformaría la metafísica hacia una práctica que no necesitaría ya a un Dios como fundamento de sentido vital y existencial. Recuerdo que su lectura me conmovió, porque en esa misma, por demás inteligente, entrevista, señalaba que al ser la nuestra una civilización de la igualdad total, se hacía profundamente indiferente. Si meditamos precavidamente sobre este tenor, sabemos que el principio de “no indiferencia” está en peligro, es decir, que la llamada “eticidad” constitutiva, esa que nos permite la diferencia, está borrando ahora las fronteras entre lo preferible y lo rechazable, y que entonces estamos condenados a encontrar otro significado a nuestras vidas.
El cuerpo es uno de esos temas con los que nos apasiona Jean Luc Nancy pues lo pone en la escena de la discusión, en el tema de nuestro tiempo, desde todos los puntos de vista, reivindicándolo, haciéndolo patente, incluso en esta serie de fotografías, que constituye la segunda parte de aquella que él mismo llamó “Georges”, y a las cuales pone identidad al nombrarlas. Porque de eso se trata, quizá, de nombrar, de dar aliento estético a todo cuanto nos rodea para hacerlo patente de otra forma. Nuestro Dossier, Jean Luc Nancy, ha sido todo un logro de nuestra editora invitada: Maria Konta.
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