Ecosofía: cartografía(s) de los territorios existenciales

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Ecosofía: cartografía(s) de los territorios existenciales

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I

 

Así como existe una ecología de las malas hierbas

existe una ecología de la malas ideas.

Bateson.

Transitar por la filosofía de Gilles Deleuze y Félix Guattari es introducirse en un proceso anómalo de pensamiento, anomalía de la puesta en operación de un pensamiento entre dos; proceso de doble captura por cuyo efecto Deleuze deviene Guattari a la vez que Guattari deviene deleuziano, dando lugar a un pensamiento-acontecimiento. Dos voces que generan series de contrapuntos conceptuales y experimentales que cristalizan en las obras Antiedipo (1972), Mil mesetas (1980) y Kafka. Por una literatura menor (1975), cuyas resonancias reverberan en ¿Qué es la filosofía? (1991) (texto escrito por Deleuze, reconociendo la impronta de Guattari en su pensamiento)

Sería estéril rastrear lo que Deleuze introduce en el pensamiento de Guattari, así como lo que Guattari contagia a Deleuze; lo que nos interesa es ver cómo las ideas-semilla plantadas en la obra conjunta germinan en la obra en solitario; cómo estas ideas-germen trazan sus propias líneas de fuga, sus discontinuidades y variaciones hasta devenir frutos híbridos, conceptos que se conectan de manera rizomática, tales como: geosofía, ecosofía, molecular, devenir, territorio, línea de fuga, máquina de guerra, singularidad, micropolítica, etcétera. Hibridación o mutación que tendrá como eje la pregunta por la filosofía y porqué está es esencial a la existencia.

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Para Deleuze, el trabajo filosófico es un acto de creación, en el mismo sentido en que hablamos de creación en la pintura, la música, la literatura y el cine; sólo que los productos de la creación filosófica son los conceptos. La filosofía se erige como creación de conceptos; éstos operan como cristales en donde se condensa y expresa el pensamiento, las ideas. El pensamiento brota, se forma a partir de una fuerza que actúa en su generación y se despliega como creación; fuerza plástica que se configura como pensamiento y se expresa en modos de existencia concretos. Pensamiento experimental que se da únicamente si entendemos la experiencia no como la relación entre un sujeto y un objeto, sino como apertura al acontecimiento. Lo que busca el concepto es decir el acontecimiento, expresarlo; captar la movilidad sin fijar, hacer consonar el flujo del devenir con el flujo del pensar: conjunción del pensamiento y la vida, pensamiento como máquina de experimentación, como devenir: viaje in situ.

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El concepto expresa una multiplicidad que se articula por intersecciones, formando un todo, pero un todo fragmentario, móvil: acontecimiento. El pensamiento no tiene que ver con la relación sujeto-objeto, ya que el pensamiento no se refiere a una experiencia cognoscitiva sino a una experiencia estética, en donde la relación es territorio-tierra: geosofía; topología-cinemática: experiencia del espacio y de las velocidades que pueblan el espacio. El pensamiento traza el espacio y se mueve al ritmo de las velocidades y las lentitudes que lo conforman como flujos. En este sentido, los conceptos son inseparables de los afectos y de los perceptos que se expresan en ellos. Para Deleuze la creación de conceptos implicará, al mismo tiempo, la creación de nuevas maneras de pensar, vinculadas a perceptos que producen nuevas maneras de ver y de escuchar, los cuales a la vez dan lugar a afectos, es decir, a nuevas maneras de experimentar y nuevas maneras de sentir.

En filosofía, la creación y la crítica suponen las mismas condiciones: la destrucción de la imagen del pensamiento como poder de engendrar pensamiento en el pensamiento. La crítica es, pues, la destrucción de la imagen del pensamiento. Destrucción que es la condición de posibilidad de la creación, ruptura con el sistema de la verdad y de la representación. La imagen del pensamiento está vinculada a un plano de organización, con sistemas cerrados, con una forma y una formación determinada y determinante. Por el contrario, el pensamiento sin imagen surge de la alegría creadora como afirmación de lo múltiple, del devenir y del azar. No se rige por categorías. No tiene que ver tampoco con la manifestación, la designación, ni con la significación, sino con la expresión, con el sentido del acontecimiento. Genitalidad del pensamiento: “Un pensamiento que procede de un afuera más lejano que todo mundo exterior,”[1] y que, por lo mismo, escapa al lenguaje de la representación, el pensamiento es gesto y estilo, líneas de fuga, cartografía y devenir.

El rizoma surge precisamente de la destrucción de la imagen del pensamiento dando lugar a un pensamiento sin imagen, fuera de la representación, pensar como actividad, como proceso; pensar el afuera es generar un pensamiento experimental, dar lugar a un sistema abierto, cuyos principios son la conexión, la heterogeneidad y la multiplicidad. Sobre esto Deleuze y Guattari nos dicen:

El rizoma procede por variación, expansión, conquista, captura, inyección. Contrariamente al grafismo, al dibujo[,] a la fotografía, contrariamente a los calcos, el rizoma está relacionado con un mapa que debe ser producido, construido siempre desmontable, conectable, alterable, modificable, con múltiples entradas y salidas con líneas de fuga.[2]

El rizoma está construido por líneas de fuga, líneas creadoras que forman una red-virtual. El pensamiento rizomático opera con los principios del montaje cinematográfico, conjunto de planos y mesetas (plateaux) virtualmente conectables de múltiples formas. Multiplicidad de conexión que traza un plano de consistencia y que, según el número de conexiones que establece, dará lugar a multiplicidad de dimensiones.

La cartografía, el trazado del mapa, no reproduce un espacio sino que construye un espacio abierto, conectable, desmontable, modificable y alterable: espacio liso. Trazar un mapa es hacer performance, puro desplazamiento, pura errancia, línea de fuga, desterritorializante y nómada. De ahí que el mapa sea lo contrario al calco o calcomanía que siempre regresa a lo mismo, a hacer lo mismo, moviéndose en un espacio sedentario; espacio estriado de la representación y la designación, que tiene que ver más con la fotografía y la radiografía. Cartografiar es trazar una línea de fuga en un espacio liso, espacio nómada de la creación y la experimentación, en donde tienen lugar los devenires –niño, mujer, imperceptible, poético, musical o pictórico–.

Los devenires no tienen que ver con la imitación, ni con la identificación; no poseen una relación formal. Tampoco tienen que ver con la analogía, ni con la proporción. El devenir es un proceso de doble captura. Según Deleuze:

Los devenires, son lo más imperceptible, son actos que sólo pueden estar contenidos en una vida, que sólo pueden ser expresados en un estilo.[3]

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II

 

La revolución no se juega sólo al nivel del discurso

político, sino también en un plano más molecular,

del lado de las mutaciones de deseo y de las

mutaciones técnico-científicas, artísticas, etcétera.

Guattari

 

Para Guattari, si la filosofía es esencial a la existencia es porque en el concepto filosófico opera un movimiento de autoproducción de sí. El concepto es una máquina experimental y experiencial que detona nuevas formas de pensar, nuevas formas de percibir y de sentir que introducen significados inéditos a la existencia. La filosofía como protocolo de experimentación para la creación de singularidades ético-estéticas: ecosofía.

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De esta manera, Guattari plantea la ecosofía como una articulación ético-política-estética que atraviesa transversalmente los tres registros ecológicos: el del medio ambiente, la relación con la naturaleza y el entorno; la ecología social, el ámbito de la vida colectiva y la ecología mental –la producción de subjetividad–. Pensar transversal y rizomáticamente las relaciones entre las tres ecologías, supone la creación de formas alternativas de habitar el mundo, la reconstrucción y regeneración de las relaciones sociales con miras a la configuración de prácticas micropolíticas y procesos de singularización cuyo efecto es la creación e invención de territorios existenciales inéditos que re-articulen armónicamente los tres registros ecosóficos. La necesidad de la ecosofía surge de plantearnos nuevamente nuestra forma de habitar el planeta, nuestra relación con la naturaleza, con los otros y con nosotros mismos, frente a la operación del Capitalismo Mundial Integrado (CMI), el creciente desarrollo técnico-científico, el crecimiento demográfico, los dispositivos y formaciones de poder que se incrustan, modelan y producen subjetividades. En este sentido para Guattari:

Nuestra supervivencia en el planeta está amenazada no sólo por las degradaciones ambientales sino también por la degeneración del tejido de solidaridades sociales y de los modos de vida psíquicos que conviene literalmente reinventar.[4]

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Esta reinvención y rearticulación de lo político atraviesa las dimensiones estéticas y analíticas que implican y conectan a las tres ecologías. Paso de una lógica de los conjuntos que opera como dominio sobre los objetos, a una lógica de las intensidades o ecológica. La ecosofía surge de la pregunta “¿qué es la singularidad con relación al deseo, a la muerte, al nacimiento, al cosmos, a la naturaleza?”, “¿qué es lo singular como devenir existencial?” La ecosofía se plantea así, como herramienta para diseñar la singularidad que queremos ser. Ecología mental que supone la construcción de una ecología social y que el trabajo sobre sí articule los tres niveles, el nivel macroscópico del medio ambiente, el nivel intermedio social y el nivel molecular de la singularidad.

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El proceso de singularización supone no sólo la creación de territorios existenciales sino la puesta en marcha de una revolución molecular, trazo de planos y líneas de fuga modulares sobre el caos: caosmos. La ecosofía es una máquina de guerra cuya operación es el trazo de líneas de recomposición de la subjetividad que a la vez generen nuevas formas de ser-en-grupo expresadas en articulaciones micropolíticas, que atraviesen y modifiquen los ámbitos de la pareja, la familia, el trabajo, la ciudad, etcétera, frente a la producción de subjetividad capitalística cuyo efecto no sólo es la aniquilación de la singularidad sino a la vez la devastación ecológica, social y planetaria. En este sentido, no se puede pensar en solucionar el problema ecológico medio ambiental sin previamente operar una mutación de las formas de pensamiento y sin una regeneración simultanea de las prácticas y las relaciones sociales a todos los niveles. Así, se requiere entrar en un proceso de recomposición colectiva, cuyo primer movimiento es un proceso de singularización que se dé al margen y a contraflujo de la subjetividad capitalística fisurando los estratos del CMI.

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La tarea de la ecosofía mental es dar lugar a una articulación ético-estética que reinvente las relaciones sujeto-cuerpo-sensibilidad; construcción de una estética de la existencia, proceso de singularización que se opone y resiste al sistema-estructura de la subjetividad producida. La singularización es una existencia en flujo, que se construye desterritorializándose en un nomadismo existencial. La ecosofía es una heterogénesis, una serie de procesos continuos de re-singularización, de experimentación ya que:

Sin una tolerancia y una inventiva permanente para “imaginizar” los diversos avatares de la violencia, la sociedad corre el riesgo de hacerlos cristalizar en lo real.[5]

La revolución molecular es la puesta en marcha de una economía y una micropolítica del deseo, que opera por una lógica de las intensidades de las máquinas deseantes. El deseo, así, no es una categoría; no hay deseo en sí, ni represión del deseo en sí, sino que el deseo es multiplicidad con infinitas posibilidades de montaje, de modulación de la sensibilidad: autopoiesis. Proceso de singularización, máquina de guerra dirigida a fisurar la consistencia de los estratos totalitarios que mantienen el dominio y producen subjetividades, cuya estrategia es la concentración de poder y la miniaturización de los instrumentos de coerción que consolidan la sociedad de control.

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Estas micropolíticas del deseo, generan formas emergentes de resistencia frente a la subjetividad diseñada y producida por los medios de comunicación, la publicidad y las formaciones de poder que modelizan las conductas, las prácticas, las sensibilidades, el deseo y el pensamiento, y desembocan en formas de serialidad y unimensionalidad. Si bien la subjetividad es social, se incorpora en existencias concretas ya sea dentro de los flujos de alienación de la subjetividad capitalística o bien como flujos de creación y experimentación que abren a procesos de singularización. Aquí Guattari señala:

Todos los devenires singulares, todas las maneras de existir de modo auténtico chocan contra el marco de la subjetividad capitalística.[6]

De esta manera, la micropolítica es el análisis molecular de lo que pensamos, sentimos y deseamos. La revolución molecular es el paso de las formaciones de poder macropolíticas a una micropolítica del deseo; potencia molecular que des-estructure y des-estratifique lo social. La micropolítica es procesual e inventiva, crea modos de expresión heterogéneos que configuran singularidades y territorios existenciales.

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La emergencia de singularidades produce un doble efecto: el impulso molar, es decir el impulso por normalizar, estratificar y reintegrar dicha singularidad a la subjetividad capitalista anulando su diferencia; o como germen de formas de micropolítica, impulso molecular que traza líneas de fuga y abre nuevos territorios existenciales. Liberación de una cuádruple potencia: potencia estética que genera nuevas formas de sentir, una potencia filosófica que crea nuevas maneras de pensar, una potencia científica que da lugar a nuevas maneras de conocer y una potencia ético-política que reinventa la relación con los otros.

El peligro del proceso de singularización está en el devenir pequeño-grupo o grupúsculo molar, que se consolide en la formación de una minoría, mientras que la micropolítica del deseo pone en operación un devenir-minoritario, mutante, emergente, que opera por series de articulaciones rizomáticas, descentradas, heterogéneas y de multiplicidad intensiva. Para Deleuze y Guattari, no sólo todos los devenires son minoritarios sino que también son moleculares. De esta manera, la revolución molecular es una actitud ético-política-estética, creación de formas de resistencia, proceso de automodulación y autocreación, delicadeza del cuidado de sí, de los otros y de lo otro. En este sentido:

Nos corresponde a todos considerar en qué medida –por pequeña que sea– cada uno de nosotros puede trabajar en el levantamiento de máquinas revolucionarias políticas, teóricas, libidinales y estéticas que puedan acelerar la cristalización de un medio de organización social menos absurdo que el que soportamos hoy en día.[7]

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III

 

“Desde el punto de vista de la micropolítica

una sociedad se define por sus líneas de

fuga, que son moleculares.”

Guattari

La línea de fuga no sólo es la línea creadora, sino a la vez la línea mutante de los devenires: animal, vegetal, mineral, mujer, niño, imperceptible. Para Deleuze y Guattari todos los devenires son moleculares y minoritarios, efectos de la acción de máquinas de guerra que trazan líneas de fuga desterritorializantes: líneas de escritura, líneas pictuales o líneas musicales. El devenir es el proceso del deseo: no imitar, no copiar, sino emisión de partículas, doble captura. El arte en general y la música en particular son protocolos de experimentación, creación de perceptos y afectos, por cuyo efecto se da una desautomatización de la sensibilidad y del pensamiento, ya que el contenido propiamente musical son los devenires niño, mujer, animal, intenso, imperceptible. En este sentido para Guattari: “El afecto es un proceso de apropiación existencial que opera como creación continua de duraciones de ser heterogéneas (…)”.[8]

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Si bien el arte crea máquinas de experimentación, en el caso de la máquina musical se trata más bien de una máquina de guerra. La música crea territorios existenciales a través de ritornelos y mapas sonoros, que a la vez producen ritornelos motrices, formas en que el cuerpo ocupa, se conecta, habita, bordea y se desplaza trazando un territorio, movimiento de alisamiento del espacio, que se expresa en ritornelos existenciales que rompen con el dominio de la temporalización marcada por los ritmos del trabajo, invención de un tiempo propio, de la música, la danza, el juego; ritmo de los cuerpos amorosos, vibrátiles. Así también los ritornelos existenciales –ritmo vital orgánico y tiempo de los afectos intensivo– cristalizan y conforman territorios existenciales desterritorializados, pasajes transversales, intensivos, gracias a los cuales es posible una nueva suavidad, una nueva dulzura. Devenir molécula sonora: rumor de mar, brizna de hierba, soplo de viento, choque de las olas; devenir-multiplicidad: agua en agua, arena en arena:

Pues gracias a la escritura se deviene animal, gracias al color se deviene imperceptible, gracias a la música se deviene duro y sin recuerdos, a la vez animal e imperceptible: amoroso.[9]

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Bibliografía y citas

[1] Deleuze, Gilles. Foucault. Paidós. Barcelona, 1987; p. 152. Deleuze retoma la idea de genitalidad del pensamiento de Artaud, quien opone la genitalidad a lo innato y a lo adquirido, de ahí que pensar no es ni una, ni otra cosa. La genitalidad del pensamiento es la creación, la novedad.
[2] Deleuze, Gilles y Guattari, Felix. Rizoma. Pre-textos. Valencia, 2003; p. 49.
[3] Deleuze, G, Parnet, C. Díálogos. Pre-textos. Valencia, 2004; p. 7
[4] Guattari, Felix. Caosmosis. Manantial. Buenos Aires; p. 34
[5] Guattari, Felix. Las tres ecologías. Pre-textos. Valencia; p. 60.
[6] Guattari y Rolnik. Micropolíticas. Traficantes de Sueños. Madrid, 2006; p. 66.
[7] Guattari. Felix. Cartografías del Deseo. La Marca. Buenos Aires. p. 55.
[8] Guattari, Felix. Cartografías Esquizoanalíticas. Manantial. Buenos Aires, 2000; p. 230.
[9] Deleuze, Gilles y Guattari, Felix. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-textos. Valencia, 2000; 191.

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