Con Kant se cumple un destino a partir del cual el pensamiento filosófico emprenderá una nueva andadura: las tres críticas del de Königsberg convergen limpiamente en la pregunta por el hombre, transformando el caudal de la historia de la metafísica en un solo cauce antropológico. Ni Schelling ni Hegel —y, en buena ley, ningún pensador después de ellos— han respetado reducción de tal calibre. A partir de ese decisivo momento, casi podríamos afirmar que, si es antropología, entonces no es filosofía. Después de Kant, la filosofía ha consistido, en enorme medida, en resistir la tentación y liberarse del yugo, del peso muerto (bajo las máscaras del humanismo) de la antropología. ¡Una experiencia análoga y simétrica a la de la antropología con respecto de aquélla!
Convocamos, para integrar este número de Reflexiones Marginales, a un conjunto disjunto menos de especialistas que de estudiosos, menos de nombres consagrados que de espíritus inquietos y sensitivos a fin de aportar un punto de vista fresco y relajado sobre este inagotable tema de lo Humano en el cruce —en continuo desplazamiento— del discurso filosófico y de la práctica antropológica.
Y lo dedicamos, con sencillez, tristeza y coraje, a la violenta y sórdida desaparición, en la plenitud de su vida, de nuestro compañero, el artista y filósofo Armando Haro Márquez, que tanto inquiría, al lado de John Cage, por y con el silencio interminable.
Sergio Espinosa Proa
Editor Invitado
Zacatecas, enero de 2015
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