Epékeina

Epékeina

Este día del verano la vieja Ousía está sentada en el banco, al borde del camino. La sombra del plátano occidental refresca un poco el aire a su alrededor. En su espalda, las gallinas, las cabras, dirigen sus pequeños tránsitos ordinarios y Sócrates, el perro, dormita. En realidad Ousía no dormita, pero está aletargada, y fija sin mirar el campo de los olivos del otro lado del camino. Está atravesada por pensamientos inciertos que pasan sin parar: el pasado más antiguo cuando ella llegó de una tierra extranjera de la cual olvidó el nombre, la lengua, y el color. Había guerras, columnas de hombres en el camino, cubiertas de sudor, cuero y bronce, y este herido que fue arrollado frente a ella. Nunca había retenido su nombre bárbaro, él se fue al cabo de un mes. Al cabo del nuevo ella tuvo su hija.

Y de repente hoy el polvo se levanta en el camino, viniendo de la dirección de Kifissia. Pero no es una gran nube: dos hombres sólo, que no llevan ni sacos ni bastones de marcha y que quizás tuvieron que viajar una buena distancia a juzgar por el polvo en sus sandales y en sus piernas. Tan pronto que discierne un poco sus características, Ousía sabe que no los conoce. No son de aquí. ¿De dónde vienen?

HOMBRE

Buenos días, abuela, dice el más grande de los dos hombres, que también es el más envejecido.

MUCHACHO

Buenos días, repite el muchacho que lo acompaña.

OUSIA

¿Buscan su camino?, pregunta Ousía.

HOMBRE

No, buscamos a alguien, una chica joven que debería vivir por aquí. Se llama Epékeina. La conoce de causalidad o no?

OUSIA

Sí, ¡la conozco! Pero es mi hija, mi buen señor. ¿Qué quieren de ella?

HOMBRE

Nos han dicho que tiene secretos, ciencias ocultas de Egipto, magias de Persia.

MUCHACHO

Y sobre todo—añade el muchacho—el secreto de ir muy lejos, de ver muy lejos, más lejos que las estrellas.

OUSIA

Ahí, dice Ousía, no hay nada más mi muchacho. ¿Y por qué querías ir muy lejos?

MUCHACHO

Para ir al cabo.

OUSIA

Aquí está el límite: ves, termino mi vida en mi banco, bajo mi plátano occidental.

HOMBRE

¿Pero tu hija? retoma el hombre mayor. ¿Tu Epékeina?

OUSIA

No está aquí.

HOMBRE

¿Cuándo regresa?

OUSIA

No sé. No regresa con frecuencia y cuando regrese se va enseguida. Siempre está en otro lugar. Alguna vez un mensajero me trajo una tésera con el E de su nombre, o bien un anillo brisado, y sé que ella será aquí en unos meses. Pero a menudo no sé nada. No me inquieta. Ella es muy ingeniosa. Pero no tiene ni secretos ni magias, esto les puedo decir.

HOMBRE

Veremos, dice el hombre. Y los dos continúan su camino bajo el sol que empieza a declinar.

*Nota de la traductora: El texto original en francés “Epèkeina”, acompañado por una traducción al italiano en la nota al pie fue publicado en línea en Epekeina, vol. 3, n. 2 (2012), pp. 8-10 por el CRF – Centro Internazionale per la Ricerca Filosofica Palermo (Italia). www.ricerca_loso_ca.it/epekeina.

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