Quentin Meillassoux, Después de la finitud. Ensayo sobre la necesidad de la contingencia, traducción de Margarita Martínez, Ed., Caja Negra, 2015, 208 págs.
Este texto expone una breve descripción de algunos de los argumentos centrales del libro “Después de la Finitud” de Quentin Meillassoux, filósofo nacido en París en 1967, y discípulo de Alan Badiou. Dicha obra fue publicada por la editorial argentina Caja Negra en el año 2015 y está conformada por cinco ensayos: La Ancestralidad, Metafísica, fideísmo y especulación, El principio de factualidad, El problema de Hume, y La revancha de Ptolomeo.
De entrada, lo primero que encontramos en el prefacio escrito por Badiou, es la afirmación de que esta obra tiene un estilo claro y demostrativo. Palabras, que en definitiva, nos develan con anticipación la ruta de estrategias lógicas que el autor utilizará para demostrar sus refutaciones a toda filosofía anclada en lo que él llama “correlacionismo”, esto es, a la tesis que afirma que no podemos acceder de manera directa a lo real y objetivo, a la cosa en sí, puesto que todo lo que conocemos, es el vínculo entre pensamiento y ser, y de esta forma es imposible disociar lo objetivo de lo subjetivo. Ante ello, Meillasseoux propone un materialismo especulativo, eminentemente realista, donde lo matemático juega un papel fundamental: “Todo lo que, del objeto puede dar lugar a un pensamiento matemático (una fórmula, una traslación a números, y no una percepción o una sensación, es lo que tiene sentido convertir en una propiedad de la cosa sin mí tanto conmigo”. Tesis, que coincide con uno de los aspectos del trabajo de su maestro Badiou, en el libro Manifiesto por la Filosofía, donde el matema forma un operador elemental de los cuatro operadores que presenta para todo pensamiento filosófico futuro: matema, poema, política y amor.
Ahora bien, al correlacionismo lo clasificará en correlacionismo débil y correlacionismo fuerte. El correlacionismo débil renuncia al principio de razón suficiente, es decir, descalifica toda prueba de necesidad incondicionada, y señala a Kant como su referente: “Hemos dicho que lo trascendental kantiano podía identificarse con un correlacionismo débil”. Frente a esto, debemos decir que para Meillasseoux, toda la filosofía posterior a Kant quedó estancada en un subjetivismo, y nos quedamos en la conformidad o negación de poder conocer el mundo objetivo al margen del sujeto. En pocas palabras: entramos a la era de la subjetividad: “El pensamiento no podría salir de él mismo para comparar el mundo –en sí- y el mundo para –nosotros- y entonces discriminar lo que se debe a nuestra relación con el mundo y lo que solo pertenece al mundo”.
Por su parte, el correlacionismo fuerte renuncia al principio de no contradicción, es decir, no se puede fundar racionalmente la imposibilidad absoluta de una realidad contradictoria o de la nada de todas las cosas: “En el modelo fuerte, en efecto, una creencia religiosa puede sostener con pleno derecho que el mundo fue creado por dios a partir de la nada por un acto de amor, o que Dios tiene el total poder de convertir en verdadera la aparente contradicción de su plena identidad con su Hijo y con él”. De ahí que para el joven filósofo francés este modelo está representando tanto por Heidegger como por Wittgenstein y los califique de místicos.
Ante aquello, Meillasseoux propone superar el correlacionismo con la tesis de la ancestralidad, para ello tomará ejemplos de las ciencias experimentales como los siguientes: “el origen del Universo (13,5 miles de millones de años); la formación de la tierra (4,45 miles de millones de años), el origen de la vida terrestre (3,5 miles de millones de años)”. Ejemplo que en definitiva nos llevan a pensar en la Astrofísica, la Geología, la Paleontología, etc. En este sentido, Meillasseoux plantea: “Pensar la ancestralidad nos lleva a pensar un mundo sin pensamiento, un mundo sin donación de mundo. Estamos, en la obligación, entonces, de romper con el requisito ontológico de los modernos según el cual ser es ser un correlato”.
De este modo, es importante preguntar: ¿Cuáles son los conceptos que utiliza Meillassoux para armar la arquitectura de su teoría? ¿Cuáles son esos enunciados? ¿Qué conceptos crea para sostener su argumento? Establezcamos el vocabulario: Lo ancestral y el archifósil. Llama ancestral “a toda realidad anterior a la aparición de la especie humana” y archifósil a los “materiales que indican la existencia de una realidad o de un acontecimiento ancestral; anterior a la vida terrestre”. De esta forma, en la propuesta filosófica de Meilleseoux, sí existe vida antes del hombre, sí existe el mundo al margen del hombre, sí hay un gran afuera ancestral. No estamos encerrados en el mundo del lenguaje, ni en ninguna cueva platónica, ni tampoco nos conformamos con el criticismo kantiano que nos condena únicamente a conocer fenómenos y jamás la cosa en sí. De tal modo, Meillasseoux necesita construir enunciados ancestrales o pensar en términos de ancestralidad, cuidándose de no caer en el paso correlacional.
Una de las estrategias demostrativas de Meillaseoux desemboca en lo siguiente: “El enunciado ancestral es un enunciado verdadero en el hecho de que es objetivo, pero respecto del cual es imposible que el referente haya podido efectivamente existir tal como dicha verdad lo describe”. Visto de esta forma, el enunciado ancestral se vuelve paradójico, luego entonces, pregunta: ¿En qué condiciones podemos legitimar los enunciados ancestrales de la ciencia moderna?, a lo que responde: “Es una pregunta de estilo trascendental, pero cuya particularidad es que tiene por condición primera el abandono de lo trascendental”. Luego entonces, ante la inmensidad de tal problema filosófico, Meillassoux de manera prudente señala: “Pero digámoslo de inmediato: nuestra ambición no es aquí resolver semejante problema sino sólo intentar plantearlo bajo una forma rigurosa, y eso de modo tal que su resolución deje de aparecernos como completamente impensable”.
En suma, la ambición del pensamiento de Meillassoux deriva en superar todo límite señalado por los pensamientos débiles o el club de anti-filósofos franceses (Derrida, Lacan, Deleuze, Foucault), pues igual que su maestro Badiou desea dejar atrás ese “desencanto” por la filosofía para reactivar la vía moderna. En este sentido, la voluntad de Meillasseoux se encamina en superar y transgredir los límites de la razón crítica, sin caer en el supuesto “dogmatismo metafísico” del idealismo alemán. De esta forma, otorga un poder nuevo al pensamiento, atravesando el impasse al que se había acostumbrado toda la filosofía post-kantiana. No obstante, es importante tener presente que “Después de la Finitud” es el inicio de su teoría y, por lo tanto, esta sigue en proceso de construcción. Hacer una crítica, sin la toma de distancia que otorgan los años, y al menos unos cuantos libros más, me parece prematuro, aunque ello no impida la especulación o pensar en la posibilidad de semejante empresa. Finalmente es importante recordar el deseo que guía su propia búsqueda: “Este es el enigma que nos hace falta enfrentar: la capacidad de los matemáticos para discurrir sobre el Gran Afuera, para discurrir sobre un pasado que el hombre ha abandonado tanto como la vida”.
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