Tres estudios sobre el exilio

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Tres estudios sobre el exilio

Aguirre Arturo, Sánchez Cuervo Antolín, Roniger Luis, Tres estudios sobre el exilio: Condición humana, experiencia histórica y significación política, EDAF-BUAP, Madrid-México, 2014, 280 pp.

Aguirre Arturo, Sánchez Cuervo Antolín, Roniger Luis, Tres estudios sobre el exilio: Condición humana, experiencia histórica y significación política

Como lo deja ver el título, en esta obra se nos ofrecen tres análisis distintos del tema del exilio, desde diferentes enfoques y marcos teóricos definidos por los confines problemáticos enunciados en el subtítulo: la condición humana ante el dispositivo del exilio, la experiencia histórica que brota desde la exclusión y destierro, así como la significación política de la neutralización cívica y deposición de derechos de participación. Lo cual dota de consistencia y profundidad a estos Tres estudios por sus recursos de investigación y por la claridad en el estilo de su escritura, que nos invita a cuestionarnos por la permanencia del fenómeno del exilio y a poner en tensión el espacio común en el que estamos y del que podemos ser excluidos.

En este libro, sus autores analizan y suman sus estudios para ofrecer una valiosa visión interdisciplinaria del exilio. Desde los paradigmas teóricos de aquel que se ha quedado fuera de lugar, sin derecho, el muerto en vida, el ser sin-paz, el abandonado, el indeseable, en fin, el exiliado que ha quedado olvidado en el margen de la historia y su progreso.

El volumen abre sus páginas con la presentación del prólogo escrito por Leonardo Senkman (Universidad de Tel-Aviv), reconocido investigador, sobre la temática del exilio, quien recupera ampliamente y de manera muy precisa los ejes centrales de los tres estudios de Aguirre (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla), Sánchez Cuervo (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid) y Roniger (Wake Forest University, North Carolina). Como expresa Senkman, el libro mismo invita a ser leído para investigar y comprender el fenómeno del exilio desde la interdisciplinariedad.

Lo que deja ver el texto es que el exilio no es un tema menor, en confrontación con otras violencias que se activan y ejecutan por las comunidades contra colectivos o individuos; porque a diferencia de violencias que dañan materialmente, como la tortura o la muerte, el exilio fue considerado, desde sus primeras instauraciones entre los griegos, como un acto menos radical, preferible, para salvar la vida. Puede asimilarse como la experiencia misma de la exclusión o como la posibilidad de conservar la vida con el costo de estar en otro sitio ajeno al propio. Sin embargo, habrá que enfatizar, como lo hacen los autores, que el exilio también afecta la existencia misma, pues se trata del muerto en vida, en el instante en el que la fuerza soberana hace del exiliado un objeto sin voz ni derechos, que se muestra ante la exposición y la amenaza de que en cualquier momento terminen con su vida sin ninguna sanción. Se priva de la condición de ser persona al someter la existencia a partir de distintos dispositivos de control, como es el exilio.

Este Tres estudios tambien señala que el exilio no es una cuestión perteneciente a una determinada zona geográfica, el castigo del exilio ha sido tan antiguo como la conformación misma de la comunidad. En palabras de Roniger “las raíces del fenómeno de destierro se remontan muy atrás en el tiempo, no siendo privativo de una región geopolítica determinada”,[1] de este modo se vuelve evidente que el exilio puede aplicarse en todo lugar donde exista una comunidad política; puesto que, como menciona Aguirre, “nacer en una comunidad política será, desde entonces, la donación, la entrega y la entrada involuntaria de la vida a la fuerza de la ley, una deuda con la construcción del dominio que se paga con la vida”,[2] y por ello queda en la disposición de ser excluida y hasta exterminada, debido a que se inscribe en la existencia.

Luis Roniger nos muestra a partir de acontecimientos relevantes, cómo es que el castigo del exilio antes se dirigía únicamente a cierta parte de la población, y conforme fueron cambiando los intereses, el exilio fue adquiriendo un carácter general, global. Lo que se buscaba era que al desaparecer las causas que posibilitaban el exilio, regresaran los exiliados a su lugar de origen, y al hacerlo, pondrían en acción su plan para terminar con esta u otra forma de poder. Los exiliados también fueron utilizados para colonizar, incluso la pena del exilio fue empleada para evitar la violencia contra el Estado y sus gobernantes, lo preferible era alejar las amenazas.

Antolín Sánchez Cuervo subraya la importancia de hacer memoria de aquellas personas que vivieron en vilo, despojados de sus tierras, suspendidas en el aire, porque ninguna tierra les permite tocarla. Sin embargo, se volvía ineludible volver a formar lazos que expandieran su identidad, así cuando desaparecían las causas de su exilio, muchos decidían no volver a sufrir ese desgarramiento y preferían quedarse en su nuevo sitio, “sus nuevas raíces han crecido tanto que ya no pueden ser arrancadas de la nueva tierra en que un día germinaron. […]. Se puede volver si se quiere. Pero ¿se puede querer? ¿otro desgarrón? […]”.[3] También recupera lo que se ha echado al olvido, haciendo memoria de aquellos exiliados que viven y vivieron en vilo,[4] no sin antes exponer la mentira de los vencedores. Es así como se muestra que “no hay nación que se constituya sin generar exclusiones y exilios, que los relatos y las historiografías oficiales se encargan luego de omitir, de reducir a la insignificancia, o de narrar desde el punto de vista de los vencedores”.[5]

Este libro para el lector se vuelve un espacio íntimo para reflexionar, en el que se comparte el trabajo de análisis desde la filosofía, la historia, la experiencia vital y jurídica, que ponen de manifiesto la violencia que han sufrido aquellos seres sin-paz[6] y que hoy se retoman sus vivencias para denunciar dicha violencia que se ha legitimado y legalizado por un orden jurídico-político, permitiéndonos evidenciar el estado anestésico en el que se encuentran las sociedades actuales; estado en el que se olvida el dolor y se deja de lado el sufrimiento de millones de individuos que han sido despojados de su voz, sus derechos y su condición de ser alguien.

Sin duda esta obra se vuelve un referente de estudio para temas como la exclusión, marginalidad, violencia, exilio y, evidentemente, el de comunidad, porque pone en cuestión ese modo de estar del exiliado en relación con la misma. Permite y promueve a tal grado dichas fuerzas que genera una serie de dispositivos de control que logran manipular la vida de todo aquel que esté inmiscuido en el Estado-nación, cualquiera, cualsea, “(todos devenidos un cualsea), atravesados por los más diversos mecanismos ―lo que desde Foucault llamamos dispositivos de construcción de la subjetividad―”,[7] sin embargo podemos percibir que “el exilio no crea una identidad, su mecanismo consiste en destruirla: hacer del exiliado un indispuesto, un ser en permanente proceso de desubjetivación”.[8]

 

 

Notas

[1] Op. cit., p. 16
[2] ibídem, p. 86
[3] ibídem, p. 110
[4] Ibídem, p. 109.
[5] Ibídem, p. 151
[6] Ibídem, p. 37
[7] Ibídem, p. 34.
[8] Ibídem, p. 51

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