Marcelo D. Boeri – Ricardo Salles,
Los filósofos estoicos. Ontología, lógica, física y ética,
Santiago de Chile, Universidad Alberto Hurtado, 2014, 881 pp.
Este volumen es una formidable contribución al conocimiento y manejo riguroso de los textos que dan cuenta del estoicismo antiguo, en el ámbito hispanohablante. Aun cuando no alcanza a ser una compilación exhaustiva de los doxogramas y testimonios, que a duras penas permiten reconstruir tan importante ramal de la tradición filosófica, permite ir más allá de las traducciones que Ángel J. Cappelletti, Javier Campos Daroca y Mariano Nava Contreras habían hecho de los dos primeros tomos del pionero compendio publicado por Hans von Arnim, con el título de Stoicorum Veterum Fragmenta, entre 1903 y 1905. Desde luego, siempre ha existido la posibilidad de acudir directamente a las fuentes griegas y latinas o a las versiones alemanas, inglesas, italianas y francesas de las mismas, pero hay que reconocer el penoso esfuerzo –y, en no pocos casos, la inviabilidad– que para muchos, en la actual situación cultural, comporta una audacia así.
La aportación de Boeri y Salles no se limita a la presentación en español de una muy amplia colección de textos, fundadamente caracterizados como indispensables para acceder a lo esencial del pensamiento estoico. Más allá de eso, que ya es importante, los artífices de este libro se esmeran en superar las fallas que desde la publicación de von Arnim –es decir, durante más de cien años– venían afectando a buena parte de los compendios doxográficos conocidos, no sólo en sus versiones castellanas. En estas páginas, no se adjudica a los estoicos tesis que no concibieron ni aceptaron, no se repiten fragmentos sin probada necesidad, se ofrecen traslaciones que cuentan con la más sólida base filológica, se incluyen los pasajes medulares de cada una de las ‘partes’ del sistema estoico, se respeta la unidad de sentido de los textos legados por la tradición, se acude a exponentes de los estoicismos antiguo, medio y tardío en aras del esclarecimiento de las doctrinas en juego etcétera. Una labor de esa índole sólo podía haberse realizado a partir de un conocimiento pleno del estado de la cuestión, en punto a traducciones, publicaciones y estudios estoicos; lo que a la postre opera como una importante contribución adicional de este volumen.
El contenido teórico de Los filósofos estoicos… está recogido en 30 capítulos que versan sobre otros tantos temas. Éstos, a su vez, se agrupan siguiendo básicamente –no estrictamente– el criterio estoico en torno a las ‘áreas’, ‘especies’, ‘géneros’ o simplemente ‘partes’ de su sistema. Así, tras el capítulo concerniente a esa división temática, vienen los que tratan sobre ontología, lógica, física y ética. Cada uno de dichos capítulos consta de tres secciones: la presentación de las versiones castellanas de los textos antiguos del caso, un sintético comentario de los artífices del libro sobre las tesis e ideas que aquéllos contienen y los problemas teóricos que comportan, seguido de la reproducción de los originales griegos y latinos, puntualmente anotados. A lo anterior se le agregan seis tablas en las que se indican las correspondencias entre los pasajes registrados en este volumen y los que se ofrecen en la fundacional edición de von Arnim, así como en la influyente compilación de Karlheinz Hüsler (Die Fragmente zur Dialiektik der Stoiker, FDS) y en la no menos relevante de Anthony Long y David Sedley (The Helenistic Philosophers, LS). A ese primer anexo se le suman cuatro, en los que el lector hallará una bibliografía de obras antiguas junto a otra de literatura secundaria; un preciso glosario donde se establecen las equivalencias de significado entre términos griegos y castellanos, así como entre latinos y griegos; un índice de los lugares de donde proceden los textos presentados; por último, un índice de los filósofos estoicos de los que se da cuenta en el volumen, con las indicaciones sobre las páginas y notas en que se hallan las palabras e ideas que profirieron o se les adjudican.
A fin de cuentas, el libro armado por Boeri y Salles opera como un vademécum, para toda persona seriamente interesada en el estoicismo. Ciertamente, se trata de un instrumento útil, pero sería mezquino ignorar lo que ha hecho posible ese importante aunque en apariencia demasiado humilde atributo. La utilidad teórica de Los filósofos estoicos… viene de una labor literalmente inconmensurable, cimentada en la voluntad de rigor y en virtudes de bajo perfil, pero decisivas para una obra de esta índole, como una paciencia y una perseverancia no exentas de lucidez crítica, de disposición al diálogo con el trabajo de quienes han sido sus maestros y el de sus homólogos, de agudeza exegética en el tratamiento de las tesis y los problemas teóricos en juego, de consagración al elevado sentido humanístico de todo afán de reconstruir y reavivar la tradición filosófica, en cualesquiera de sus expresiones más notables. Ésas son, al menos en parte, las prendas con las que Boeri y Salles no sólo han subsanado fallas de muy antigua data en la edición crítica de la amplia y dispersa textualidad relativa al estoicismo, sino que han colocado esa labor hecha en español a la altura de la de sus pares en las lenguas más influyentes.
Por el momento –y después de una primera edición a cargo de la editorial alemana Academia– esos méritos y esas virtudes se han beneficiado de la hospitalidad institucional de la Universidad Alberto Hurtado. Esta dinámica casa de estudios chilena merece, por ello, el máximo encomio, la más firme gratitud. Pero, la hondura de tales sentimientos no es óbice para pensar en una nueva edición del libro de Boeri y Salles, más amable con su propio trabajo y con quien haya de leerlo. El inmenso material recopilado, traducido, anotado y comentado por ellos cabe de manera muy forzada en una resma de casi novecientas páginas, a costa de unos caracteres sometidos al corsé de un puntaje demasiado exiguo. A eso se le agrega el inconveniente de una encuadernación muy poco práctica, para quien necesite demorarse en las entrañas del libro por la razón que sea. Es justo y necesario editar un volumen así, de forma que sea más manejable, que permita una interacción a la vez más ágil y morosa entre sus páginas y sus curiosos visitantes, de seguro adscritos a la singular especie del ‘lector de filosofía’, en general, dado a prácticas diversas a las del común de los lectores. Cabe esperar que pronto surja la institución o editorial que asuma tan benéfico y noble cometido. Todo ello, sin descartar una paralela edición digital, que también tiene sus ventajas.
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