Atravesando un mundo de paradojas: ¿A dónde lleva el terrorismo?

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Atravesando un mundo de paradojas: ¿A dónde lleva el terrorismo?

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15 de Julio de 2016 y Francia, lamentablemente, amanece nuevamente con un ataque terrorista, ahora en la ciudad turística de Niza. En perspectiva, vivimos en un mundo de paradojas, y estos estados complejos no permiten en muchas ocasiones apreciar el problema con claridad.

La primera de ellas radicaba en que mientras los anglo-parlantes, luego del atentado a las torres gemelas, se apropiaron del discurso hegemónico respecto al terrorismo, los pensadores franceses criticaban las políticas del gobierno estadounidense en el mundo. Hoy, son los franco-parlantes quienes sufren la peor cara del terrorismo en sus propios hogares, mientras los anglos critican al gobierno francés por una supuesta falta de previsión para prevenir los ataques (siguiendo si se quiere la doctrina de la plataforma precautoria).

No menos cierto parece ser que mientras Occidente cuadricula el globo en espacios “seguros” vs. “espacios inseguros”, la lógica del terrorista toma una fuerza e impacto mucho mayor.

El concepto mismo de seguridad occidental, donde a un gobierno se lo asocia a un territorio específico suele ser disfuncional en estos tiempos de paradojas. Lo que es peor aún, la atención dada por los medios masivos de comunicación, alimenta “un espiral de terror” del cual pocas veces se puede salir. Ello sucede por dos motivos centrales. En primer lugar, algunos medios apelan al sensacionalismo para lograr la mayor adhesión de inversores, publicidad y mejorar sus ingresos. El terrorismo vende, y las noticias sobre terrorismo venden aún mucho más. Esta dialéctica entre la necesidad de publicidad y el terror es la que sienta las bases para que cada ataque logre un alto impacto en el imaginario colectivo. Los terroristas usan a los medios para que sus ataques sean visibles, mientras que los medios usan a los terroristas para lograr mejores rentabilidades. Como resultado, el incremento de noticias sobre el tema lleva a un “acostumbramiento” por parte de la sociedad, que obliga “al terrorista” a pensar nuevos métodos más virulentos, crueles e impactantes que en épocas anteriores.

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Por otro lado, si el terrorismo de la década del 70 asesinaba a altos funcionarios o jefes de policía, en la actualidad, los blancos son espacios asociados al turismo, la movilidad o el consumo. La libertad por medio de la cual opera el ocio y los medios masivos de transportes, ofrecen un campo fértil para los ataques suicidas. Personas comunes, ciudadanos inocentes en cualquiera de estos lugares puede ser víctima de un ataque de este calibre. En un punto, el objetivo se encuentra orientado a la desestabilización política por medio del terror, pero no hay que confundirse, los terroristas no quieren destruir a toda una civilización, sino que ella ceda ante el terror que despierta la “aleatoriedad”. Cada ataque se encuentra planeado en forma azarosa, y el perpetrador no conoce la identidad de sus víctimas. El mensaje es simple a grandes rasgos: nadie y en ningún lugar se encuentra a salvo. La ciudadanía comprende que lo mismo que sucedió el 11 de Septiembre, en los restaurants de Paris o ahora en los festejos por la Toma de la Bastilla puede repetirse en sus próximas vacaciones. Ello sugiere una pregunta por demás interesante, ¿Cómo prevenir un ataque cuando las armas utilizadas son objetos del quehacer cotidiano que hacen a la movilidad de una nación? Si el 11 de Septiembre ha dejado una enseñanza, esa es que el éxito simbólico del terrorismo radica en demostrarle a occidente que sus mayores valuares como la movilidad, el transporte, la hospitalidad, el turismo y la libertad son parte de sus propias debilidades.

Por último, pero no por eso menos importante, en una sociedad de consumo que es pronta al “espectáculo”, no es extraño observar cómo muchas de las personas, mientras presenciaban al camión arrollando en vivo a decenas de personas, no podían hacer otra cosa que grabar el evento con sus celulares. Esta práctica de la no intervención en pos del espectáculo me ha llevado a considerar que vivimos en tiempos donde “el dolor ajeno” se ha transformado en un commodity, consumible e intercambiable las 24 horas del reloj (ver teoría del capitalismo Mortuorio). Las personas, en la vía pública, han perdido toda solidaridad para con el otro, a no ser por medio de lo que se mediatiza por la pantalla televisiva.

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El futuro y, de hecho, lo que sucederá en los próximos años, despierta una gran incertidumbre; no obstante, es por demás preocupante la posición que tienen los gobiernos occidentales frente a la comunidad musulmana. Recordemos por un instante que la lógica bio-política occidental de la cual se desprende la medicina, prioriza la doctrina del mal menor. El médico orientado a salvar la vida de su paciente apela a la “amputación” de un órgano no vital, cuando la vida del sujeto está en juego. De igual forma, los estados declarados de excepción o emergencia pueden atentar contra los derechos de las comunidades musulmanas en Europa, si los expertos no logran resolver este mundo de paradojas al cual el terrorismo nos ha llevado.

Si partimos de la base de que el exitismo es parte esencial del capitalismo, debemos prestar atención al darwinismo que se exhibe al introducirse el principio de escasez como forma regulatoria. Sin lugar a dudas no hay metáfora más clara de cómo funciona el mundo moderno que prestando atención al mundo solipsista de Gran Hermano (Big Brother). Z. Bauman sostiene en sus respectivos trabajos que la dinámica intrínseca de Gran Hermano consiste en subordinar el mundo interno al externo, dejando que todos los secretos afloren para ser visualmente consumidos por una audiencia deseosa de sensaciones únicas. Bauman pone el ejemplo del poder disciplinario del Panóptico donde pocos controlaban por la mirada a muchos. Esta lógica parece haberse quedado atrás y en estos días, muchos controlan a pocos.[1] No obstante, una reflexión más exhaustiva sugiere que los participantes de este reality-show apelan a generar catarsis en el público exponiendo parte de sus respectivas biografías. Si bien esto supone un blanqueo de sus emociones, no todas ellas son puestas bajo la lupa de la audiencia, ya que en el fondo los participantes siguen un plan individual para transformarse en los únicos ganadores, y porque lo hacen nunca revelan sus verdaderas intenciones. Korstanje ha trazado un paralelismo entre el Mundo de Gran Hermano y la vida económica capitalista donde pocos ganan mucho y muchos se quedan sin nada.[2]

La fase del capitalismo “mortuorio” se caracteriza por una competencia constante por la monopolización de los recursos circundantes bajo la creencia que sólo puede haber un ganador y que ese ganador se lleva todo”. El otro es visto como un adversario, un enemigo al cual derrotar y su caída se transforma en un criterio válido de felicidad. Consumir el sufrimiento ajeno, por medio de programas de radio, de televisión o magazines se ha transformado en una de las obsesiones modernas del mundo de consumo capitalista.[3]

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Las noticias sobre terrorismo permiten la reproducción de una atmósfera donde la radicalización del otro es moneda corriente, pero que en el proceso reafirma el propio ego. En esta discusión es por demás interesante traer a colación el libro del investigador australiano Luke Howie, docente de la Universidad Monash, Terror on the Screen. Howie reconoce que el 11 de Septiembre ha sido un evento clave en un cambio de consciencia mundial, donde la extorsión y el uso de la violencia se han transformado en dos herramientas claves para controlar al otro. Siguiendo los abordajes de Jean Baudrillard, Howie discute críticamente hasta qué punto los medios de comunicación no solo son funcionales al terrorismo, sino a la producción de una lenguaje de terror que canalizado por ciertas vías mediáticas crean un “espectáculo del desastre”. En su análisis el autor introduce la palabra “witness” que puede traducirse como “observación”. Si la literatura vigente sostiene que el terrorismo debe ser considerado una amenaza externa, en Howie, dicha concepción dista de cierta rigurosidad argumentativa. El terrorismo parece no ser muy diferente al mundo de la farándula, donde ciertos grupos buscan imponerse visualmente por medio del “exceso”. El terrorista necesita, busca y anhela la visibilidad que solo los medios de comunicación pueden conferirle. Para que ello suceda, debe darse dentro de la sociedad un quiebre epistemológico entre nosotros-los buenos y ellos-los malos. Este quiebre no solo opera desde la esfera simbólica, sino que a la sociedad en posición receptiva frente al poder político el cual nomencla “a ese otro indeseado” para imponer sus programas.

En esta cultura del espectáculo la figura del otro vulnerable es de capital importancia, debido a que nos recuerda nuestra propia precarización como ciudadanos de lo urbano. Estamos alerta sobre un potencial ataque y ello nos demarca las fronteras entre la seguridad y la hostilidad. Esta cultura del espectáculo se ha instalado luego del 11-09, el cual funciono como un conducto del miedo hacia ciertas clases las cuales prefirieron una ficción ante una precarización laboral real a manos de su propio gobierno. En cierta medida, el 9/11 ha producido un cambio sustancial en el capitalismo llevándolo hacia el extremo de un individualismo que combina una lógica de entretenimiento, miedo y explotación económica.[4] La tesis central de Howie sugiere que los terroristas no quieren a todo el mundo muerto, sino que matan personas en forma aleatoria para tener a toda la audiencia cautiva de sus demandas.

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Esta misma argumentación coincide con lo que Mahmoud Eid, denomina “terroredia”, lo cual significa la vinculación discursiva entre terrorismo y medios masivos de comunicación. En términos conceptuales claros, Eid sostiene que los medios buscan la rentabilidad, la cual por escaparse de lo ético requiere nuevos inversores a la vez que el terrorismo vende. Si el terrorista necesita hacer espectacular sus ataques, encuentra en el periodismo la plataforma ideal para amplificar los efectos de sus actos.[5]

El 11 de Septiembre de 2001 inauguró una nueva forma de cubrir la noticia en donde se hace un uso excesivo de la tragedia y la idea de una catástrofe inminente se apodera de los televidentes en todo el mundo. Los eventos se suceden porque existen causas que les preceden. Comprender estas causas es una forma muy lógica de evitar que el mismo se vuelva a repetir, fortaleciendo el principio reactivo de resiliencia que hace a la sociedad pueda enfrentar situaciones adversas. Empero en el caso del terrorismo, esa relación causa-efecto se ha invertido por medio de lo que algunos especialistas denominaron “la dictadura de la imagen”. Para muchos especialistas, el 11 de Septiembre fue un evento inaugural que puso al terrorismo como una de las amenazas más importantes a vencer.

El filósofo esloveno Slavoj Zizek establece un punto de inflexión en la construcción discursiva del cristianismo donde (según su visión) la destrucción y la muerte se transforman en criterios de redención. En la cristología, Cristo debe someterse a la tragedia de ser traicionado para transformarse en Dios, y porque lo hace alcanza la vida eterna. En algo más que un simple sacrificio, Cristo no desea eliminar el pecado del mundo sino que lo manipula para imponer el mensaje cristiano. De eso se trata ese perverso núcleo del cristianismo del cual no se puede desprender el sistema capitalista, agrega Zizek.[6] No obstante, Zizek no repara en la tesis que la obsesión por la tragedia es mucho más antigua a la cultura cristiana y en realidad deviene del judaísmo. En un libro titulado The Rise of Thana Capitalism and tourism, Korstanje demuestra que Zizek estaba en lo correcto al denunciar la figura del pecado en el mundo cristiano, pero no en las causas de su diagnóstico.[7] Es el mito del Arca de Noé y no la crucifixión de Cristo el evento inicial donde se forma el espíritu del capitalismo mortuorio. Dios le pide a Noé que construya un Arca porque planea destruir a la humanidad, Dios es el primer genocida y Noé, lejos de advertir a la humanidad, dispone sus medios para la voluntad divina. Noé activa en forma involuntaria el principio darwinista de selección donde solo aquellos que demuestran mayor pureza pueden sobrevivir.

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Este principio de selección divide al mundo entre víctimas (aquellos alcanzados por el diluvio) y sobrevivientes (simbólicamente superiores por una ética que les es constitutiva). Es obvio que, esta lógica discursiva es reforzada luego de la crucifixión de Jesús agrandando la brecha entre “quienes observan”, contemplan la muerte del otro y quien está muriendo. Partiendo del supuesto que si el hombre medieval tenía una vida sujeta a privaciones, suponía que el proceso iba a llevar a un estadio diferente de superación donde sin miedo al error, se puede asumir que el hombre medieval, vivía para morir y moría para seguir viviendo. No obstante, con el advenimiento de la secularización y la muerte de Dios, Occidente ha desarrollado una forma adaptativa patológica frente a la muerte. El hombre moderno teme a la muerte y todos sus esfuerzos están supeditados a evitar su muerte. Para esta concepción, la vida es una gran carrera donde sólo sobreviven (como en Gran Hermano) los más fuertes. La muerte del otro es un criterio que refuerza, sin lugar a dudas, la propia supremacía pues consigna al superviviente una fortaleza adquirida que es simbólica.

Si los sociólogos postmodernos fijaron su atención a la sociedad del riesgo, tomando como eje central Chernobyl,[8] el 11 de septiembre sentó las bases para un nuevo estadio del capitalismo donde el mensaje alude a que nadie se encuentra a salvo, sin importar sus condiciones individuales o de grupo. Este proceso de indefensión (economía de la impotencia) ha transformado a la muerte de “otros” en un commodity que permite la legitimidad de las instituciones sociales.

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Por medio de parámetros de consumo televisivo, la visita a espacios de desastre, la articulación de nuevas formas de entretenimiento donde el sufrimiento ajeno es la precondición, la gente apela a sentirse “diferente”, “especial” o extraordinario a través de la muerte de otros a quienes se los considera “débiles o indignos”. Esta suerte de capitalismo mortuorio no solo se centra en la introducción del darwinismo social donde se concentra la riqueza de pocos sino que apela a la construcción de desastres para afirmarse. Como resultado final, al igual que en Gran Hermano, los participantes entablan una lucha interna por los recursos afrontando la imposibilidad de negociar con el otro. Lejos de mostrar sus verdaderas intenciones (para derrotar a ese otro peligroso) el participante sobredimensiona sus propias posibilidades de éxito. La intersección de los medios, en tiempos del capitalismo mortuorio, explican porque nos horrorizamos frente al terrorismo y a sus efectos pero lejos de hacer algo al respecto sucumbimos a la seducción de seguir mirando!

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Bibliografía
 

  1. Bauman, Zygmunt.Society under siege. John Wiley & Sons, 2013
  2. Korstanje, Maximiliano “El diseño del capitalismo mortuorio: de la cultural del desastre al narcisismo”. Reflexiones Marginales 32 (1): 1-23.
  3. Beck, Ulrich. “The terrorist threat world risk society revisited.”Theory, culture & society 4 (2002): 39-55.
  4. Giddens, Anthony. “Risk and responsibility.”The modern law review 1 (1999): 1-10.
  5. Giddens, Anthony.Modernity and self-identity: Self and society in the late modern age. Stanford, Stanford University Press, 1991.
  6. Richard V. Ericson, and Kevin D. Haggerty.Policing the risk society. Oxford, OUP Oxford, 1997.
  7. Luhmann, Niklas.Communication and social order: risk: a sociological theory. New Brunswick, Transaction Publishers, 1993.
  8. Sunstein, Cass R.Risk and reason: Safety, law, and the environment. Cambridge, Cambridge University Press, 2002.
  9. Kahan, Dan M., et al. “Fear of democracy: A cultural evaluation of Sunstein on risk.” (2006): 1071-1109.
  10. Sunstein, Cass R.Laws of fear: Beyond the precautionary principle. Vol. 6. Cambridge, Cambridge University Press, 2005
  11. Skoll, Geoffrey R., and Maximiliano E. Korstanje. “Constructing an American fear culture from red scares to terrorism.”International Journal of Human Rights and Constitutional Studies 4 (2013): 341-364.
  12. Skoll, Geoffrey R. “Meanings of terrorism.”International Journal for the Semiotics of Law-Revue internationale de Sémiotique juridique 2 (2007): 107-127.

Notas
[1] Bauman, Zygmunt. Society under siege. John Wiley & Sons, 2013.
[2] Korstanje Maximiliano “El diseño del capitalismo mortuorio: de la cultural del desastre al narcisismo”. Reflexiones Marginales 32 (1): 1-23
[3] Korstanje Maximiliano The Rise of Thana Capitalism and Tourism. Abingdon, Routledge, 2016
[4] Howie Luke Terror on the Screen. Washington DC, New Academia Publishing, 2010
[5] Eid, Mahmoud, ed. Exchanging Terrorism Oxygen for Media Airwaves: The Age of Terroredia: The Age of Terroredia. IGI Global, 2014.
[6] Žižek, Slavoj. The puppet and the dwarf: The perverse core of Christianity. MIT Press, 2003.
[7] Korstanje, Maximiliano The Rise of Thana Capitalism and Tourism, Abingdon, Routledge 2016
[8] Beck, Ulrich. Risk society: Towards a new modernity. Vol. 17. London, Sage, 1992.-

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