Cuerpos efervescentes: sobre el acontecer del cuerpo en estado de danza

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Cuerpos efervescentes: sobre el acontecer del cuerpo en estado de danza

 

Barro Rojo arte escénico

Barro Rojo arte escénico

Mi filósofo, sin embargo, no se conforma con dicho espectáculo.
¿Qué puede hacer ante la danza y la bailarina para
hacerse la ilusión de que sabe un poco más que ella sobre
algo que ella conoce mejor y que él ignora por completo?
Filosofía de la danza, Paul Valéry

 

¿Se es un cuerpo o se tiene un cuerpo? ¿Cuál es la manera correcta de responder esta interrogante? Enunciar la afirmación yo tengo un cuerpo dista mucho de sustentar que yo soy un cuerpo. Ahora bien, independientemente de las características gramaticales que cada una de las afirmaciones implica en su interior, rescatemos dos cosas que se asoman en nuestra pregunta inicial; primero, que la historia de la filosofía se ha encargado de construir, al menos mayoritariamente, un estatuto de superioridad epistémica para la mente en la que el cuerpo, si bien no desaparece, sí se subsume a ésta; y segundo, que con una lectura razonada, ambas afirmaciones nos permiten reflexionar cómo enuncio mi subjetividad.

 

No obstante, sin importar la respuesta que elijamos, tenemos algo muy claro: todo ser humano es necesariamente un cuerpo. Basta con abrir los ojos para percatarse de que el cuerpo está. Toda actividad, pensamiento, palabra y acción se encuentran posibilitadas por él, recaen en él. Pero, ¿acaso es el cuerpo un mero contenedor, un recipiente, de mi subjetividad?

Barro Rojo arte escénico

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En lo subsecuente reflexionaremos en torno a la manera en que se asume al cuerpo dentro de un acontecimiento dancístico, pues, al ser éste un elemento condicional para cualquier clase de danza, creemos que es necesario pensarlo de una manera detallada.

 

Partiendo de las características que la danza posibilita, me propongo hacer una interpretación personal de los cuerpos que acontecen en ella. Esbozaremos un sendero para pensar cómo se manifiesta el cuerpo en estado de danza, de qué maneras lo hace y qué posibilidades abre.

 

El concepto de cuerpo efervescente que quiero redondear, apuntala al cuerpo en estado de danza como un organismo más vivido y completo. Pretende señalar las cualidades únicas que abre dicho arte para pensar al cuerpo como algo más allá de su simple materialidad.

Barro Rojo arte escénico

Barro Rojo arte escénico

 

Así pues, tomemos un momento para reparar en el olvido del cuerpo. Gran parte de la reflexión teórica nos habla de una concepción dualista que ha permeado de manera uniforme la historia de occidente desde tiempos inmemorables. Dicha concepción ha sobreestimado sólo un perfil de la dualidad de manera casi uniforme, sea psyche, mente, alma, etc. De esta manera, el cuerpo ha sido ampliamente demeritado por ser cambiante, corruptible, perecedero, por sucumbir ante la sensibilidad. Pero para los fines que queremos señalar, son éstos adjetivos los que lo convierten en un tema importante para el pensamiento. Hemos de indagar con congruencia de qué manera pensamos y, por lo tanto, construimos el cuerpo.

 

Al respecto, Foucault nos dice lo siguiente:

 

“Mi cuerpo, de hecho, está siempre en otra parte, está ligado a todas las otras partes del mundo, y a decir verdad está en otra parte que en el mundo. Porque es a su alrededor donde están dispuestas las cosas, es con respecto a él […] como hay un encima, un debajo, una derecha, una izquierda, un adelante, un atrás. […] El cuerpo es el punto cero del mundo, allí donde los caminos y los espacios vienen a cruzarse el cuerpo no está en ninguna parte: en el corazón del mundo es ese pequeño núcleo utópico a partir del cual sueño, hablo, expreso, imagino, percibo las cosas en su lugar y también las niego”.[1]

 

El cuerpo es el territorio de toda percepción, de todo conocimiento, de todo acontecer humano, es nuestro kilómetro cero. Abrir los ojos nos remite a la habitación primera, única y última. Cada cuerpo en cada caso abre las opciones de la subjetividad. Mi cuerpo habla de mí, muestra quién soy, qué hago, a qué me dedico. Habla sin mediaciones, se muestra permanentemente, es un símbolo material de la cultura a la que pertenece cada individuo. Más allá del fenotipo que manifieste, éste guarda en su memoria y articulación los signos que construyen la subjetividad.

Barro Rojo arte escénico

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No pretendemos realizar una inmersión de la dualidad a la que nos hemos referido antes, sencillamente queremos pensar el cuerpo desde el fenómeno, que, si bien no es el único, sí lo exalta de manera grandilocuente, a saber, la danza.

 

Pero primero debemos subrayar un punto importante, el cuerpo es un actor en la construcción de la subjetividad porque funge como mediador entre la intimidad más arraigada y la exposición más pública. Él es el punto de relación entre mi subjetividad y las otras; y entre cualquier objeto diferente a mí.

 

El cuerpo está todo el tiempo atravesado por una ambivalencia público-privada, objetivo-subjetivo; y es en la danza en donde encontramos una ejecución exacerbada de ésta ambivalencia porque ella saca hacia la superficie gran parte de su intimidad.

 

Mencionar “danza” acciona el concepto “cuerpo” de inmediato. Al percibir danza, percibimos cuerpos; al escribir danza, mencionamos cuerpos; al hacer danza, movemos al cuerpo. Pero no olvidemos que:

 

“El fin de las técnicas [corporales] extracotidianas va más allá del entrenamiento en sí; en el caso de la danza académica, el entrenamiento cotidiano toma sentido en la obra artística sobre el espacio escénico. Tanto las técnicas corporales cotidianas como las extracotidianas producen estados interiores, pero las segundas lo hacen de una manera más consciente”.[2]

Barro Rojo arte escénico

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Toda la danza académica hace uso de un lenguaje específico, de una técnica diseñada para dotar al cuerpo de conciencia y posibilidades de movimiento articuladas orgánicamente. Cualquier técnica reconstruye al cuerpo, lo dota de cualidades para que pueda manifestarse en múltiples sentidos con una congruencia corporal más honda. La danza:

 

“[…] construye al cuerpo de manera específica, en los términos de las técnicas extracotidianas, sigue patrones de productividad y eficiencia corporal que permiten esa segunda colonización del cuerpo; así mismo sigue patrones estéticos guiados por la cultura y la sociedad, pero que son congruentes con sus fines artísticos y de representación coreográfica, cuya finalidad es el escenario, donde pueden mostrarse las proezas de esos cuerpos trabajados, fuertes y bellos, construidos para la mirada de los otros, para mostrarse perfecto en el instante en que bailan”.[3]

 

Así, un cuerpo en estado de danza construye una imagen de un cuerpo idealizado. La danza puede darle carne a algunos de los mecanismos que delimitan y se accionan en los cuerpos cotidianos; ésta hace cuerpos bellos, cuerpos saludables, cuerpos funcionales; ella logra crear por instantes cuerpos perfectos, mismos que devienen convencionales cuando su fugacidad los ha atravesado.

Barro Rojo arte escénico

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Cuando se danza se entra a: “un lugar que no tiene lugar directamente en el mundo, hacen de ese cuerpo un fragmento de espacio imaginario que va a comunicar con el universo de las divinidades o con el universo del otro- […] en todo caso […] son porciones por las cuales el cuerpo es arrancado de su espacio propio y proyectado a otro espacio”.[4]

 

Todo cuerpo que despierta después de un arduo entrenamiento dancístico ha experimentado lo que queremos señalar. El cuerpo se aparece otro gracias a la danza, aparece más completo, más robusto, más asombroso; éste se da a todos los otros de una manera más acabada cuando se encuentra atravesado por la danza porque se puede reconstruir de maneras múltiples. No agota sus posibilidades, pero las explota con más fuerza.

 

Un cuerpo que danza sabe más de sí porque se ha explorado de una manera más vívida algo tan simple como saber cómo funcionan los abductores, qué capacidades le dan al cuerpo y cómo se pueden manipular, cómo hacen de mi subjetividad una construcción más rebosante. No pretendo sostener que otras áreas del saber humano no habiten el conocimiento de la anatomía humana. La fisiología sabe con mucho más detalle el mapeo exacto del cuerpo, pero la danza sabe cómo duele, cómo se mueve, cómo se vive; ella sabe cómo es el cuerpo en el sentido más palpitante.

Barro Rojo arte escénico

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Ahora bien, cuando la danza acontece, salta a primera vista el movimiento en el tiempo y en el espacio; éstos condicionan la manera en que un cuerpo ejerce su existencia. En el quehacer dancístico, las figuras corporales patinan, fluyen con la delicadeza del agua en el tiempo y en el espacio creando imágenes instantáneamente.

 

El instante dancístico es, en este sentido, una impresión de la intención de un cuerpo por aparecer en un aquí y un ahora específico con determinadas cualidades estéticas.

 

La danza como fenómeno escénico encuentra en su concentrado cualitativo una de sus gracias más poderosas y, al mismo tiempo, más peligrosas: su temporalidad. La memoria de la danza se encuentra clavada en la carne del cuerpo, parte en él y cesa ahí mismo. No deja una huella plástica. Por eso ha sido tan relegada en comparación con las artes plásticas.

 

El arte de la danza se vanagloria y se condena por su instantaneidad; su ser efímero la coloca en un estado interesante para el pensamiento porque es una imagen muy vivaz de la existencia misma; es fugacidad pura. Las técnicas específicas de la danza permiten al cuerpo aparecer de manera diferente en el tiempo y en el espacio; gracias a ellas se entretejen multifacéticamente con éstos. Sacan de sí al cuerpo, lo hacen gastarse con una fuerza y energía diferentes.

Barro Rojo arte escénico

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Entonces, un cuerpo efervescente es aquel que encuentra en la danza un camino para reaccionar hasta liberarse. El cuerpo logra la efervescencia a través de la danza y la materializa en la carne cuando logra borbotear, romper en burbujas, pues ya sea para afuera, para el otro, para lo social o bien, para la intimidad, la danza abre una reacción que hace del cuerpo una construcción más libre y más vivida. Le da sentidos nuevos y abre relaciones diversas con el otro y conmigo mismo.

 

Un cuerpo que está en estado de danza es como una burbuja queriendo subir a la superficie, inflándose poco a poco hasta explotar cuando ha alcanzado un punto culminante.

 

Un cuerpo efervescente debe dar un paso más, es decir, no puede aferrarse únicamente a un virtuosismo técnico y corporal, ha de encontrar el equilibrio consciente del propio cuerpo que permita liberarlo y comunicarse con el otro. Apenas sea atravesado por la ejecución dancística, el cuerpo ha de encontrar la manera de reaccionar, de ser más cuerpo, de compartir las burbujas que él mismo propicia a lo largo de la construcción de las múltiples imágenes. “Después de todo, ¿acaso el cuerpo del bailarín no es justamente un cuerpo dilatado según un espacio que le es interior y exterior a la vez?”[5]

Barro Rojo arte escénico

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Por esto, la danza es un catalizador especial que permite a cada cuerpo iluminarse más, justificar con más fuerza la afirmación yo soy un cuerpo en vez de yo tengo un cuerpo porque ella nulifica, a través de una experiencia, la dualidad supuesta para toda subjetividad. La danza propicia una reacción entre el cuerpo y la mente que difumina los lindes entre ambos y crea un sinfín de posibilidades. Ella hace del cuerpo un campo fértil para sembrar cualquier clase de relaciones entre lo que soy y lo que es el otro.

 

Bibliografía

 

  1. Baz, Margarita, De poéticas y pasiones: reflexiones sobre la subjetividad en la danza en La danza en México. Visiones de cinco siglos. I., coord. Maya Ramos Smith y Patricia Cardona Lang. México, CONACULTA/INBA, 2002.
  2. Mier Raymundo, Leer a Valéry: la danza, las puntuaciones de la mirada en La danza en México. Visiones de cinco siglos. I., coord. Maya Ramos Smith y Patricia Cardona Lang. México, CONACULTA/INBA, 2002.
  3. Tortajada, Margarita, Frutos de mujer. Las mujeres en la danza escénica. México, Ríos y raíces/CONACULTA, 2001.
  4. Foucault, Michel, El cuerpo utópico. Las heterotopías. de Víctor Goldstein. Buenos Aires, Nueva Visión, 2010.

 

Notas

[1] Michel Foucault, El cuerpo utópico. Las heterotopías., p. 16.
[2] Margarita Tortajada, Frutos de mujer. Las mujeres en la danza escénica, p. 36.
[3] ibídem, p. 37.
[4] Michel Foucault, El cuerpo utópico. Las heterotopías, p. 14.
[5] ibídem, p.15.

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