El presente trabajo de investigación parte de la novedosa introducción de la episteme farmacopornográfica en el pensamiento de Preciado,[1] tesis que será la expresión de la crítica que dicho autor español conforma a la filosofía de Foucault, quien únicamente había trabajado en diversas publicaciones sobre la episteme soberana y biopolítica sin abordar el tema de una episteme sobre las tecnologías del cuerpo en la actualidad.[2] Esta ausencia va a ser suplantada por la constitución conceptual de régimen farmacopornográfico como régimen político de producción del cuerpo y la subjetividad desde la interseccionalidad de los aparatos de veridicción, técnicas del cuerpo y dispositivos de gobierno.[3] Esta interseccionalidad permite comprender cómo se construyen cuerpos y subjetividades desde prácticas, saberes y tecnologías, como también desde dispositivos de gobierno que excitan ciertas conductas.
Para poder analizar la emergencia de la episteme farmacopornográfica será necesario rescatar la tesis foucaulteana sobre las epistemes soberanas y biopolíticas, como también una breve introducción a la categoría de gubernamentalidad con todas las consecuencias de tal concepto en el desarrollo de la teoría social crítica de las formas de gobernanza en el neoliberalismo como nueva razón del mundo.[4] Este análisis será necesario para la comprensión de los desplazamientos y discontinuidades que lleva adelante la obra teórica de Preciado, quien desarrolla dicha tesis como un pliegue deleuziano en el marco de la experiencia de la Teoría Queer, el feminismo radical, el post-estructuralismo, el post-marxismo y la teoría post-colonial. Hay que aclarar que dicho prefijo post no es comprendido como lo posterior a, sino como una crítica a los fundamentos de dichas teorías, fundamentos que operan como centros de gravedad, impidiendo desplazamientos y transformaciones.
Episteme soberana y biopolítica
La episteme soberana es desarrollada por Foucault en el marco de la relación saber-poder-sujeto, es decir, desde la intersección entre saber y poder que construye al sujeto, conformando la tesis foucaultiana par excellence: el sujeto y, por tanto, la subjetividad (reducción de sujeto a subjetividad), los cuales sólo pueden ser comprendidos desde los procesos históricos de subjetivación. Esta concepción es una negación clara de la idea de sujeto trascendental que descansa sobre una ontología del sujeto y que en la actualidad es desarrollada por Zizek, quien hará expresa una crítica al historicismo posmodernista desde una reinterpretación de la filosofía idealista, desde Schelling hasta Hegel, con una relectura de Marx y el rescate de las tesis psicoanalistas de Lacan. Más allá de las críticas de Zizek a Foucault, la filosofía del pensador francés va a centrar la producción de la subjetividad en los procesos históricos, pero fijando su perspectiva sobre los dispositivos, es decir, sobre “una red de relaciones entre elementos heterogéneos (instituciones, construcciones, reglamentos, discursos, leyes, enunciados científicos, disposiciones administrativas) que surge con vistas a una determinada finalidad estratégica”.[5]
Cuando Foucault hace referencia a la episteme está dando cuenta de un poder que es enmarcado desde una matriz productiva, lo cual resulta una tesis de ruptura con la concepción tradicional (tanto liberal como marxista clásica) de que el poder tiene características objetuales y puede estar situado en preferencias con respecto a alguna estructura de la sociedad. En la episteme soberana el poder es pensado de la siguiente forma:
“Identificada como el mecanismo de poder característico de las sociedades posfeudales y preindustriales, la soberanía se describe como un mecanismo de poder tosco, basado en la sustracción y el gasto, un mecanismo de recursos fastuosos y simples, pesados y elementales. Opera mediante la captación, el bloqueo, la represión, la sustracción de todo aquello -multiplicidades de hombres y cosas- que circula por un territorio delimitado. Es un poder negativo, absoluto y dispendioso, torpe para captar el detalle y la globalidad de procesos que lo exceden”.[6]
Este poder soberano es expresado en el hacer morir y dejar vivir, en cuanto la negatividad del mismo opera de modo tosco, gestionando la muerte por sobre la vida. “El biopoder, en cambio, se ejerce de manera positiva sobre la vida, busca administrar y aumentar sus fuerzas para distribuirlas en un campo de valor y utilidad”.[7] El biopoder es un poder de gestión de la vida, comprendido en clave positiva mediante el aumento, administración y distribución de la vida. Según Foucault,[8] comienza a haber un cálculo de la vida, el cual es acompañado por una serie de instituciones como la escuela, el ejército, los talleres, etc., y que se expresa principalmente en dos polos, constituyendo el primero la llamada anatomapolítica. Este tipo de codificación del biopoder se caracteriza por la nombrada sociedad disciplinaria que tiene como objetivo al cuerpo, por tanto, es anatómica e individualizante.
El segundo polo corresponde a la biopolítica de las poblaciones, que se diferencia tajantemente con la anatomapolítica en cuanto ya no se orienta exclusivamente sobre el cuerpo, sino sobre las poblaciones. Si en la sociedad soberana primaba el hacer morir y dejar vivir, en la sociedad biopolítica, la anamatopolítica y la biopolítica de las poblaciones, prima, en cambio, el hacer vivir, dejar morir. En palabras de Foucault se deja expreso el objetivo estratégico al cual están dirigidos los heterogéneos dispositivos de poder:
“Las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población constituyen los dos polos alrededor de los cuales se desarrolló la organización del poder sobre la vida. El establecimiento, durante la edad clásica, de esa gran tecnología de doble faz —anatómica y biológica, individualizante y especificante, vuelta hacia las realizaciones del cuerpo y atenta a los procesos de la vida— caracteriza un poder cuya más alta función no es ya matar sino invadir la vida enteramente”.[9]
Estas dos epistemes se diferencian ampliamente por cómo la primera, la soberana, radica en una matriz de poder negativa que atenta contra la vida (este poder es comprendido a partir de tres puntos que expone Nosetto[10]). Por otra parte, también hace referencia a relaciones asimétricas de sustracción y gasto. El soberano sustraerá aquello que transita por el territorio, como armas, cosechas cuerpos, riquezas, etc., y no hay un sentido de retribución por aquello sustraído. La segunda es referida a la marca de la autoridad fundadora. El poder soberano se caracteriza por responder a una autoridad que se legitima en su origen, fundando su autoridad en el pasado. Por último, se menciona a las relaciones heterotópicas entre términos heterotópicos. Las relaciones sobre las que se funda no son isotópicas, es decir, no responden a una medida común, sino que descansa en la heterogeneidad de relaciones que no pueden ser traducidas unas a otras.
La noción de gubernamentalidad parte de las clases que impartiera Foucault en el College de France a fines de la década de los setenta, donde el pensador francés se preocupa por estudiar la racionalidad de gobierno. Para ello, utiliza el concepto de gubernamentalidad. Estas investigaciones han dado como resultado dos libros: Seguridad, territorio y población[11] y Nacimiento de la biopolítica.[12] Ambos textos se van a ocupar del problema de la gubernamentalidad, donde gobernar significa conducir las conductas, es decir, exponer acciones sobre acciones posibles, ya sea desde inducir, desviar, incitar, etc. La gubernamentalidad vendrá a conformar la racionalidad de la biopolítica o, en palabras de Nosetto, “como un dominio específico y cernido de la política que puede definirse como el arte del ejercicio del gobierno o, mejor, técnica de las técnicas del ejercicio del poder”.[13] Esta tesis de la gubernamentalidad le permite a Foucault apartarse de la tradición marxista y liberal que ve en el Estado la realización de una esencia y, por tanto, el Estado será visto como práctica. Esta lectura del Estado hace posible ver que la gobernanza de los cuerpos y las poblaciones se dan por medio de racionalidades de gobierno, por fuera de voluntades o centros de poder particulares.
“El Estado no es un universal, no es en sí mismo una fuente autónoma de poder. El Estado no es otra cosa que el efecto, el perfil, el recorte móvil de una perpetua estatización o de perpetuas estatizaciones, de transacciones incesantes que modifican, desplazan, trastornan, hacen deslizar de manera insidiosa, poco importa, las fuentes de financiamiento, las modalidades de inversión, los centros de decisión, las formas y los tipos de control, las relaciones entre poderes locales, autoridad central, etc. En síntesis, el Estado no tiene entrañas, es bien sabido, no simplemente en cuanto carece de sentimientos, buenos o malos, sino que no las tiene en el sentido de que no tiene interior. El Estado no es más que el efecto móvil de un régimen de gubernamentalidades múltiples. Por eso propongo analizar o, mejor, retomar y someter a prueba esa angustia por el Estado, esa fobia al Estado que me parece uno de los rasgos característicos de temáticas habituales de nuestra época, sin intentar arrancar al Estado el secreto de su esencia, como Marx procuraba arrancar su secreto a la mercancía. No se trata de arrancarle su secreto, se trata de ponerse afuera, y examinar el problema del Estado, investigar el problema del Estado a partir de las prácticas de gubernamentalidad”.[14]
Posfordismo
Para Preciado, a partir de 1945, hay una transformación en los dispositivos de producción y control de la subjetividad que pueden ser comprendidos en una transformación en el modelo de producción que es denominado como posfordista, centrándose en el saber, la información, la cultura y las relaciones sociales. Diversos autores defienden la tesis posfordista desde diferentes posiciones, tales como Virno,[15] Hardt y Negri,[16] Lyotard[17] y Bifo,[18] pero concuerdan en que hay una mutación de la producción material a la producción inmaterial. La crítica de Preciado a dichos autores descansa en dos posiciones que más adelante se detallaran con mayor precisión. La primera de ella, expresada de forma metafórica, es que los teóricos del posfordismo sólo llegan a la cintura del problema, desconociendo qué hay de profundo en este desplazamiento, mientras que la segunda, es que Preciado[19] se delimita de ellos considerándose un teórico farmacoponorgráfico.
El posfordismo, a grandes rasgos, se caracteriza por ser un sistema de producción donde se conjugan con los procesos materiales las nuevas tecnologías de la información y, por ende, un conjunto de trabajadores que responden a obreros de la información, además de una clasificación de la producción en relación a los tipos de consumidores. Si el sistema fordista se centraba en la disciplina fabril, el posfordismo va más de acuerdo con una nueva lógica de acentuar los comportamientos autónomos. El posfordismo viene acompañado de una lógica de flexibilización que es leída en algunos autores como una reacomodación del capital a las experiencias de lucha de los años sesenta y setenta. Por ejemplo, para Zizek, mediante la introducción que establece Castro Gómez,
“[…] a partir de 1970 el capitalismo usurpó la retórica izquierdista de los estudiantes y convirtió la autogestión, la descentralización y la sostenibilidad ecológica en ejes de una nueva forma de producción. Si puede hablarse entonces de un cambio generado a partir de mayo del 68, es el paso de un «espíritu del capitalismo» a otro, de modo que toda esa histérica embriaguez de libertad tan sólo propició la sustitución de una forma de dominación por otra mejor y más efectiva”.[20]
Esta lectura es acompañada por Bifo, para quien la lucha obrerista de los años sesenta y setenta culminó en una adaptación por parte del capital en una recomposición que se materializó en la flexibilización laboral, ya que las revueltas de esos años bregaban por una reducción del tiempo de trabajo, lo que fue asimilado por el capital, pero de forma reaccionaria. Esta particular lectura de la lucha de clases y la constitución de un nuevo sistema de producción permite entender que los cambios y mutaciones en los ejes de producción y circulación de mercancías no son voluntarios ni dependen de meros procesos objetivos, sino que la lógica de existencia de los mismos descansa en las formas de resistencia y readaptación de los dispositivos de gobierno, en la conformación de nuevas tecnologías del cuerpo y mutaciones en los aparatos de veridicción.
Más allá del debate sobre el reacomodamiento del capital y los procesos de precarización y flexibilización que trae aparejado el sistema posfordista, Preciado va a marcar una diferencia sustancial dejando claro que en realidad es material aquello que dichos teóricos llaman inmaterial. Además de cuestiones semióticas, definir como material al proceso inmaterial del que hablan los teóricos del posfordismo significa presentar una discontinuidad que tiene como consecuencia avanzar hacia una comprensión mucho más profunda del fenómeno. Preciado manifiesta lo siguiente:
“Los operaístas italianos discuten entre ellos para saber en qué medida el trabajo cognitivo o «inmaterial» es realmente inmaterial. Quizá no hablan suficientemente de la presión y el movimiento de sus manos sobre sus miembros eréctiles mientras se masturban mirando las nuevas páginas porno accesibles a través de sus conexiones wifi de ordenador en cualquier hotel del mundo, de la humedad entre sus piernas, de la viscosidad de sus secreciones. Virno prefiere llamar «lingüístico» al trabajo inmaterial, mientras que Hardt y Negri optan por el adjetivo foucaultiano y lo califican de «biopolítico», subrayando así la relación de esta producción inmaterial con el cuerpo”.[21]
Aquí se va haciendo patente su desadaptación con la lógica inmaterial de los teóricos del posfordismo, a la vez que va dando forma a lo que denominará como tercera episteme o régimen farmacopornográfico. En la cita se puede analizar que cuando hablan de inmaterial, se está dejando de lado los fluidos y demás roces de los componentes del cuerpo. Preciado continua: “Ninguno se atreve a nombrar a la bestia: el núcleo del trabajo se ha vuelto sexual, espermático, masturbatorio, toxicológico; el trabajo debe producir el efecto de un chute si se espera de él un beneficio económico; en definitiva, se trata de un tipo de trabajo que más bien deberíamos llamar farmacopornopolítico que biopolítico”.[22] Más allá de que Preciado exagera sobre el núcleo del trabajo como sexual, el proceso de organización de la vida social descansa sobre el proceso de valorización del capital y, por tanto, todo proceso de mutación generará cambios en la vida social y en el proceso de subjetivación.
Régimen farmacopornográfico
La tercera episteme a la que hace referencia Preciado es denominada como farmacoponorgráfica en tanto que lo fármaco tiene relación con el gobierno bio-molecular, y lo pornográfico como el aspecto semiotécnico. Este régimen farmacopornográfico se diferencia de los regímenes soberano y biopolítico en que las nuevas tecnologías del cuerpo son las que constituyen la subjetividad, tecnologías que operan desde el interior, a través de una serie procesos microprostéticos que tienen como objetivo la producción del género. Esta aproximación al género como producción social es posible gracias a la lectura que desarrolló Preciado sobre el Doctor Money, quien dio cuenta de que los cuerpos que no encajaban dentro del esquema binario de masculinidad y feminidad, fueron tratados mediante la constitución de un protocolo centrado en la genitalidad y las hormonas. De esta forma, sus intenciones de normalización del sexo devinieron en la manifestación empírica de construcción del género, ya que mediante la intervención quirúrgica y/o la intervención de hormonas se podría constituir el género. A partir de las consideraciones de Money sobre el género (gender), Preciado considerará el tercer régimen como posmoneysta.
Desde el aspecto farmacológico se expresa de mejor forma el carácter interno y blando de estas tecnologías de producción de la subjetividad, lo cual se hace posible a través de moléculas, siliconas y hormonas. Es por ello que se puede concebir al género como sintético, maleable, variable, imitable y producido técnicamente, cuestión que lo aleja de las consideraciones esencialistas del género por las cuales se nacería con un género determinado, el cual puede ser masculino o femenino. La producción del género se daría a través de proceso microprostético, siendo la píldora un claro ejemplo de la situación. La píldora opera como productora y control del género, funcionando de dos formas: la primera de ella opera como interruptora del ciclo hormonal natural (anticonceptivo), mientras que la segunda se trata de una producción farmacopornográfica del género, en cuanto restituye la ilusión del proceso natural. La píldora se convertirá en el panóptico comestible:
“En la era farmacopornográfica el cuerpo se traga el poder. Se trata de un control democrático y privatizado absorbible, aspirable, de fácil administración cuya difusión había sido tan rápida e indetectable a través del cuerpo social. No es el poder el que infiltra desde fuera, es el cuerpo el que desea poder, el que busca tragárselo, comérselo, administrárselo, metérselo, más, cada vez más, por cada orificio, por cada vía posible de aplicación”.[23]
Si el panóptico consistía en una forma de vigilancia donde se podía observar al conjunto de los sujetos, y donde dichos sujetos no lo podían observar, el panóptico tragable e inyectable se caracteriza por confundirse con la propia estructura del ser vivo. Esto presenta una transformación en la relación entre cuerpo y poder, porque ya no es el poder el que desea el cuerpo, es decir, un cuerpo que atraviesa la sociedad disciplinaria, que es conformado como sujeto alumno, condenado, enfermo, etc. Es al revés, es el cuerpo quien desea al poder, quien tiene la necesidad de hacerlo parte de la estructura del ser vivo, ya que, si las tecnologías disciplinarias tenían como objetivo al cuerpo, las tecnologías microprostéticas tendrán como objetivo a las células. El proceso de normalización en el régimen farmacopornográfico consiste en la implementación de moléculas que operan como gestionadoras del cuerpo, produciendo cuerpos masculinizados o feminizados, dando cuenta que tanto lo masculino como lo femenino son ficciones políticas: “La masculinidad es tan solo uno de los posibles subproductos políticos (no biológicos) de la administración de testosterona. Ni el único, ni el que será socialmente dominante a largo plazo”.[24]
Otros de los ejes centrales del régimen farmacopornográfico consiste en el pornopoder, caracterizándose por convertir a la sexualidad en un espectáculo, ser parte de la industria cultural (virtuosismo, reproducción técnica, underground), así como concebir al sexo como un performance. La pornografía se trataría de una representación pública por medio de un proceso de repetición social, el cual es políticamente regulado. La estrategia del pornopoder descansa sobre la base de la imagen pornográfica, imagen que tiene la “capacidad de estimular, con independencia de la voluntad del espectador, los mecanismos bioquímicos y musculares que rigen la producción de placer”.[25] El dispositivo pornográfico constituye uno de los pilares de la tercer episteme que expone Preciado, dispositivo que opera mediante la producción de una sexualidad convertida en espectáculo, desde la pornofábrica, una industria tecnosomática que trabaja sobre la materialidad de los fluidos como la silicona, el esperma, la sangre, la orina, la testosterona, la insulina, así como también el sonido, la imagen, el dígito. Para Preciado se trata de una pornificación del trabajo.
Esta pornificación del trabajo se caracteriza por tres procesos: el primero de ellos es el proceso de producción, tráfico y consumo de drogas, orientado hacia la modificación del metabolismo; mientras que el segundo proceso se refiere a la producción, circulación y consumo de materiales audiovisuales pornográficos; y la tercera característica se basa en el trabajo sexual, el cual se manifiesta a través de la mercantilización del cuerpo mediante un contrato. Preciado expone lo siguiente sobre la pornificación del trabajo: “El proceso de pornificación del trabajo, presente por igual en la industria del espectáculo y sexual, extrae plusvalía farmacopornográfica de cuerpos racializados y pauperizados (cuerpos no blancos o procedentes de los llamados «países en vías de desarrollo») a los que el acceso legal al territorio occidental ha sido radicalmente vedado por otras vías”.[26]
La presentación de la tercera episteme irrumpe como desplazamiento frente a las dos epistemes o regímenes somatopolíticos soberano y disciplinario, los cuales no se agotan en la totalidad de su potencia en el desarrollo del régimen farmacopornográfico, sino que se yuxtaponen, reactualizándose. La emergencia del régimen farmacopornográfico propuesto como Preciado se reconoce en la limitación de las categorías de Foucault, sobretodo en la limitación de una lectura de las tecnologías del cuerpo que constituyen la subjetividad actual, tecnologías que estaban presentes en vida del pensador francés, pero que ha volcado su estudio a pensar formas contra-conductuales que rompen con las prácticas normativizantes. La filosofía de Preciado deviene en este hueco dejado por Foucault, pero sin despegarse completamente del bagaje teórico del filósofo francés, apropiándose de sus conceptos y categorías como herramientas que permitan conocer los modos de subjetivación, sus funcionamientos, pero también las aperturas a formas de resistencia y antagonismos.
Esta emergencia del régimen farmacopornográfico aporta una relectura del cuerpo como somateca, ya que la lectura tradicional del cuerpo es considerada como corpus, es decir, como algo cerrado, establecido. En cambio, Preciado aporta el concepto de somateca, el cual hace posible leer el cuerpo como el lugar donde se produce la subjetividad, donde las tecnologías microprostéticas se comportan como dispositivos de subjetivación. Comprender a la tercera episteme como un régimen somatopolítico, como formas de regulación y producción de los cuerpos, hace posible una comprensión de cómo los cuerpos son producidos en una época caracterizada por una pornificación del trabajo, por la existencia de procesos productivos que transmutan a los tradicionales (fordismo), y permite analizar las posibilidades de las formas de resistencia al régimen farmacopornográfico, ya sea en la versión de una modificación epistémica que se materializa en el postporno o en la liberación del mercado sexual, así como en las políticas queers que desplazan al sujeto bio-mujer del feminismo, ampliando el abanico hacia una alianza de cuerpos abyectos.
Bibliografía
- Alegre, Carolina y Tudela, Antonio. “Somateca e identidad desbordada. Los cuerpos como prácticas políticas de resistencia” en I Jornadas Internacionales Filosofías del Cuerpo/Cuerpos de la filosofía. Buenos Aires, 2014, pp. 7-12.
- Bifo, Franco. Generación post-alfa. Tinta Limón, Buenos Aires, 2007.
- Cano, Virginia. “Subversión narcótica y disidencia sexual: una lectura desde el sur de las tesis farmacopornográficas de Paul B. Preciado” en Revista Mora. Núm. 21, 2015, pp. 89-101.
- Castro-Gómez, Santiago. Revoluciones sin sujeto. Slavoj Žižez y la crítica del historicismo posmoderno. Akal, México, 2015.
- Castro, Edgardo. Introducción a Foucault. Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2015.
- Foucault, Michel. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. Siglo Veintiuno, Madrid, 1998.
- Foucault, Michel. Nacimiento de la biopolítica. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007.
- Foucault, Michel. Seguridad, territorio y población. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006.
- Laval, Christian y Dardot, Pierre. La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal. Gedisa, Barcelona, 2013.
- Lyotard, Jean-François. La condición posmoderna. Cátedra, Madrid, 1987.
- Michel y Negri, Toni. Hardvard University, Massachussets, 2000.
- Nosetto, Luciano. Michel Foucault y la política. UNSAM Edita, Buenos Aires, 2013.
- Preciado, Paul. Testo Yonqui. Espasa, Madrid, 2008.
- Virno, Paolo. Gramática de la multitud. Traficantes de sueños, Madrid, 2003.
Notas
[1] cfr. Paul Preciado. Testo Yonqui.
[2] cfr. Virginia Cano. “Subversión narcótica y disidencia sexual: una lectura desde el sur de las tesis farmacopornográfica de Paul B. Preciado” en Revista Mora.
[3] cfr. Carolina Alegre y Antonio Tudela. “Somateca e identidad desbordada. Los cuerpos como prácticas políticas de resistencia” en I Jornadas Internacionales Filosofías del Cuerpo/Cuerpos de la filosofía.
[4] cfr. Christian Laval y Pierre Dardot. La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal.
[5] Edgardo Castro. Introducción a Foucault. p. 88.
[6] Luciano Nosetto. Michel Foucault y la política. pp. 86-87.
[7] Edcgardo Castro. Op. cit. p. 100.
[8] Michel Foucault. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber.
[9] ibíd. p. 83.
[10] Luciano Nosetto. Op. cit.
[11] Michel Foucault. Seguridad, territorio y población.
[12] Michel Foucault. Nacimiento de la biopolítica.
[13] Luciano Nosetto. Op. cit. p. 171.
[14] Michel Foucault. Op. cit. p. 96.
[15] Paolo Virno. Gramática de la multitud.
[16] Michael Hardt y Toni Negri. Imperio.
[17] Jean-François Lyotard. La condición posmoderna.
[18] Franco Bifo. Generación post-alfa.
[19] Paul Preciado. Op. cit.
[20] Santiago Castro Gómez. Revoluciones sin sujeto. Slavoj Zizek y la crítica del historicismo posmoderno.
[21] Paul Preciado. Op. cit. p. 196.
[22] ibíd., p. 197.
[23] ibíd., p. 136.
[24] ibíd., p. 109.
[25] ibíd., p. 179.
[26] ibíd., p. 193.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.