Foucault y el método

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Foucault y el método

 

Introducción: “herramientas”

Mi título[1] está inspirado en Brecht y Method de Fredric Jameson, donde él sugiere que, en lugar de ofrecer una doctrina, las “‘propuestas’ [de Brecht] y sus lecciones -las fábulas y los proverbios que deleita en ofrecer- estaban más en el orden de un método que una colección de hechos, pensamientos, convicciones, primeros principios y cosas semejantes”. Añade que para Brecht:

[…] la ciencia y el conocimiento no son deberes sombríos y oscuros, sino fuentes de placer en primer lugar: incluso las dimensiones epistemológicas y teóricas de la «ciencia» deben pensarse en términos de la mecánica popular y la diversión manual de combinar ingredientes y aprendizaje para usar herramientas nuevas e inusuales[2].

Foucault también evoca la metáfora de la herramienta para articular su trabajo con el método. Refiriéndose a su análisis de las cárceles y los asilos, escribe: “Me gustaría que mis libros fueran una especie de caja de herramientas que otros puedan cavar para encontrar una herramienta con la que puedan hacer buen uso, en la forma que deseen, en su propia área”[3]. Ciertamente, muchos han cavado eficazmente; no hay testimonio más fuerte de las esperanzas de Foucault por el valor de su caja de herramientas que los diversos ensayos del volumen editado, El efecto Foucault, donde diversos eruditos hacen uso de los conceptos de Foucault: “la racionalidad del gobierno” (“gubernamentalidad”), “la microfísica del poder”, “riesgo”, “tecnología de seguridad” y “genealogía”, entre otros[4].

Sin duda, podemos conectar a Brecht y Foucault en una serie de dimensiones conceptuales, entre las cuales no son menos importantes las prácticas del espacio y las estrategias de distanciamiento. Por ejemplo, inventando un modelo innovador de espacialidad, Foucault atribuyó un valor crítico a lo que llamó heterotopías, “sitios que tienen una relación general de analogía directa o invertida con el espacio real de la sociedad”. Tales sitios funcionan, entre otras cosas, escribe “en relación con el espacio que queda”, y una de esas funciones, que gesticula hacia el papel del teatro (como Brecht lo entendió), es “crear un espacio de ilusión que expone cada espacio real, todos los sitios dentro de los cuales la vida humana está dividida, como aún más ilusoria”[5]. El uso de Brecht del teatro hace eco de ese sentimiento y añade la dimensión de distanciamiento. Para él, el teatro, “como una institución microcósmica de la sociedad en su conjunto […] ofrece un espacio experimental y un laboratorio colectivo” donde “las preguntas clásicas y los dilemas de la filosofía política pueden ser ‘alienados’ y repensados”[6]. Del mismo modo, Foucault empleó abiertamente estrategias para distanciarse de problemas familiares. Por ejemplo, señaló que con frecuencia asistiría a “la historia de las formas sucesivas para mostrar lo peculiar que es la forma contemporánea” y, por lo tanto, “tomar distancia respecto de ella contornear su evidencia familiar, analizar el contexto teórico y práctico al que está asociada”[7]. Y en sus conferencias sobre Seguridad, Territorio y Población, donde señala que su método ha implicado un “triple desplazamiento”, habla de la necesidad de trasladarse al “exterior”, mirando a las instituciones desde un punto “descentrado” para “emplear un punto de vista externo en términos de estrategias y tácticas [en vez de] el punto de vista interno de la función” y “tratar de extraer las relaciones de poder de la institución, para analizarlas (desde la perspectiva) de las tecnologías”[8]. En la siguiente sección, quiero perseguir estos aspectos de su método y tratar los temas epistemológicos que siempre ha añadido a ellos.

Prácticas Paralelas

Como sugiere una de mis citas, una parte importante del método de Foucault es proporcionar una historia del presente de una manera que haga peculiares los arreglos contemporáneos, por ejemplo, demostrando que la voluntad de la modernidad hacia la verdad con respecto a la sexualidad (la demanda que la gente ofrece y da cuenta sobre quiénes son y de lo que son como seres sexuales) constituye una ruptura radical con la problemática de la sexualidad en los primeros tiempos[9]. Pero tal vez su ilustración más accesible está contenida en su breve análisis de otro episodio histórico de la voluntad de la verdad, su glosa sobre el problema del llamado individuo peligroso en la psiquiatría jurídica del siglo XIX. Allí se refiere a “la aparición gradual en el curso del siglo XIX de un carácter adicional, el delincuente”. Mientras que en los siglos anteriores hubo simplemente crímenes y penas, el siglo XIX fue testigo de la aparición de un nuevo tema, el cual, habiéndose convertido en un objeto de conocimiento, debía ser interrogado profesionalmente y pedirle que le diera verdades sobre sí mismo. Como resultado, las conversaciones sobre el criminal/sujeto comenzaron a tener lugar entre médicos y juristas. La psiquiatría había entrado en la sala del tribunal porque formaba parte de un nuevo dispositivo médico, centrado en “una especie de higiene pública” aplicada a un nuevo objetivo de gobernanza, el orden social[10].

El relato de Foucault en su tratamiento del “individuo peligroso” apunta a un aspecto crucial de su método. Incesantemente examinó los discursos epistemológicos cómplices, especialmente los de la psiquiatría y otras “ciencias humanas”, que corrían paralelamente a las manifestaciones de la voluntad de la verdad en los cambios de los modos de gobierno. Por ejemplo, en sus conferencias bajo el título de Seguridad, Territorio, Población, se refiere no sólo a una gubernamentalidad emergente, conectada a nuevas técnicas de poder centradas en la gestión del nuevo objeto colectivo, la “población” (una colectividad sujeta a cálculos) sino también al papel de las “ciencias humanas”. Demuestra que, si bien la gobernanza ha pasado de centrarse en el poder soberano a dirigir el orden social, esas “ciencias” se han interesado por los temas individuales de la población, el trabajo y el hablar debían ser comprendidos[11].

En otra parte, en una reflexión sobre un tema que surgió en Australia en los años 70, elaboré las implicaciones para la indagación de la evocación de Foucault de ese nuevo sujeto, “la población”[12]. Preocupado por una alta tasa de mortalidad infantil entre su población aborigen, el gobierno australiano encargó una investigación de las ciencias sociales para explicar lo que consideraban una aberración estadística. Empleando un lenguaje psicológico social, sus investigadores atribuyeron el problema a la obstinación del aborigen, su insistencia en continuar moviéndose mientras que sus mujeres estaban embarazadas. Como señalé, la presuposición de la investigación era asimilacionista. En lugar de reconocer a Australia como un estado bicultural y asumir así la responsabilidad de movilizar los servicios de atención médica, colocándolos en vehículos en lugar de tener sólo los espacios fijos del hospital, los investigadores esperaban que los aborígenes redujeran sus prácticas culturales nómadas (se refirieron a un “fracaso aborigen para asimilar a nuestras normas”)[13].

Sin embargo, como he añadido, un lustre foucaultiano sobre el tema le da una resonancia política más profunda, más históricamente sensible. Adoptando su enfoque genealógico, en el que investiga el cambio de las problematizaciones en vez de los problemas, observé que Australia se había asimilado a la gubernamentalidad moderna, de modo que la gubernamentalización de las cuestiones de salud eran responsables de absorber a los aborígenes en “las técnicas del poder” (que habían surgido en el siglo XVIII), convirtiendo lo que era una solución para ellos en un problema para la gobernanza australiana blanca. Este pasaje de la investigación inicial de Foucault sobre las políticas de la sexualidad permanece, tanto políticamente como metodológicamente, perspicaz:

En el siglo XVIII, una de las grandes novedades en las técnicas del poder fue el surgimiento, como problema económico y político, de la “población”: la población-riqueza, la población-mano de obra o capacidad de trabajo, la población en equilibrio entre su propio crecimiento y los recursos de que dispone. Los gobiernos advierten que no tienen que vérselas con individuos simplemente, ni siquiera con un “pueblo”, sino con una “población”[14].

 

Filosofía y método

A nivel general, el método de Foucault se debe a su afinidad persistente con la filosofía kantiana en la que rompe con el pensamiento representativo y busca siempre explorar las condiciones de posibilidad de lo que emerge como objeto de representación. Consecuentemente, la afinidad de Foucault con Kant le presta su “objetivo primario, pero no declarado de articular los fundamentos teóricos de su propio análisis”, una empresa filosófico-histórica modelada por “una actitud de crítica” inspirada en la idea de Kant de la crítica como una actitud[15]. Por el contrario, para presenciar un ejemplo de la ruptura de una afinidad filosófica de Foucault y al mismo tiempo observar cómo la perspectiva filosófica de Foucault configura sus métodos más concretamente, por ejemplo, para apreciar el acercamiento de Foucault a temas tan colectivos como la “población” para prestar atención a su alejamiento filosófico de la fenomenología. Ese giro es un cambio de maneras de ver (o la fenomenología de la percepción) a un enfoque en la “declaración” (énoncé) o colección de enunciados (discursos). Un énfasis en la “declaración” (énoncé) impregna su explicación anterior de su método en el que los discursos en lugar de mentalidades o modos de conciencia se habían convertido en sus unidades de análisis, así como en el lugar de sus relatos sobre la subjetividad[16].

Sin embargo, incluso en el Foucault asociado con una política del discurso, donde la afirmación está en primer plano, podemos discernir el Foucault posterior que mapeó los diversos dispositivos implicados en la aplicación de formas de poder. Por ejemplo, en sus primeras reflexiones sobre el método en La arqueología del saber, que se ocupan de qué es lo que da a un discurso su coherencia -principalmente las condiciones de la aparición de sus objetos- también se ocupa de un “grupo de relaciones” que, “independientemente de todo discurso o de todos los objetos del discurso, puede describirse entre instituciones, técnicas, formas sociales, etc.”, por ejemplo, “entre la familia burguesa y el funcionamiento de las instancias y de las categorías judiciales del siglo XIX existen relaciones que se pueden analizar por sí mismas”[17]. Son las relaciones que Foucault ha teorizado para convertir el discurso del mero lenguaje en prácticas que implican complejas interrelaciones entre organismos e instituciones.

Mientras que Foucault estaba preocupado principalmente por “permanece silenciosamente más allá de” las formaciones discursivas[18], eventualmente se interesó más por los efectos materiales de las formaciones discursivas, al pasar de la “mirada” (El nacimiento de la clínica: una arqueología de la mirada médica, 1963) y su enfoque en el discurso (La arqueología del saber y El orden de las cosas, 1969) a las prácticas disciplinarias (Vigilar y castigar, 1975) y, finalmente, a medida que avanzaban sus conferencias en el Collège de France, a dispositivos a través de los cuales se implementan formas de poder y se administran modos de subjetividad. Esa progresión se articula con la aversión declarada de Foucault a las posiciones filosóficas universalistas. Los comienzos de esa migración metodológica filosóficamente alentada ya son evidentes en su investigación del surgimiento de la “clínica”. Aunque su aproximación al desplazamiento de la asistencia familiar y la percepción individualizada del sanador por el hospital docente implica la inter-articulación del discurso y la percepción, ejemplificada en su expresión, “la mirada loquaz”[19], gran parte de su análisis también implica agencias de implementación y control. Así, en sus observaciones sobre una “medicina de epidemias”, señala que tal medicina no podría existir “sino reforzada por una policía: vigilar el emplazamiento de las minas y de los cementerios, obtener lo más rápidamente posible la incineración de los cadáveres […] reglamentar los mataderos, las tintorerías, prohibir los alojamientos insalubres”[20].

En el momento en que imparte sus conferencias tituladas Nacimiento de la biopolítica, sus observaciones sobre su método privilegian los dispositivos de implementación en lugar de las prácticas discursivas enfatizadas en La arqueología del saber. Había cambiado su enfoque de emergencia a consecuencia, un cambio que proporciona la apertura a su vez de una preocupación primordial con la historia de las ideas a una preocupación con las tecnologías de poder y dominación. Refiriéndose en la primera conferencia (10 de enero de 1979) a su “elección de método”, que resume como una “ruptura radical con los análisis tradicionales de conceptos políticos”, observa:

[…] en vez de partir de los universales para deducir de ellos unos fenómenos concretos, o en lugar de partir de esos universales como grilla de inteligibilidad obligatoria para una serie de prácticas concretas, me gustaría comenzar por estas últimas y, de algún modo, pasar los universales por la grilla de estas prácticas[21].

Hablando de la aplicación de ese método en un análisis del funcionamiento de las entidades gubernamentales, Foucault se refiere al “Estado” como “lo que existe, pero que aún no existe lo suficiente”, de modo que la práctica implicada en la razón de Estado “entre un Estado presentado como dado y un Estado presentado como algo por construir y levantar”[22]. Entre otras implicaciones, el enfoque de Foucault ofrece una comprensión muy diferente de lo que constituye el “Estado”, y por extensión de “las relaciones internacionales” que en algunas de las principales relaciones internacionales se habían reducido a meras “relaciones entre Estados”. El Estado no preexiste de manera coherente sus organismos de ejecución, sino que se convierte en algo “construido y levantado” a través de diversas prácticas de implementación. Para ilustrar esa comprensión del proceso de construcción y de las preguntas que plantea, Foucault señaló que la pregunta adecuada para situar la “nueva programación de la gubernamentalidad liberal”, que implica “una reorganización interna”, implica que uno “no pregunta al Estado qué libertad dejará a la economía”, pero debe preguntarse cómo esa “libertad”, tal como la implementan diversas agencias, puede tener una función y un papel creadores de Estado, en el sentido de que “permitirá fundar efectivamente la legitimidad de un Estado”[23].

Dispositivos

¿Qué es entonces un dispositivo? Antes de ensayar una variedad de definiciones, entre otras, de Foucault, me referiré a un ejemplo -un pasaje de una novela- que inaugura mi reciente investigación de crímenes de guerra, atrocidades y justicia[24]. En su novela Zone, el protagonista de Mathias Énard, Francis Servain Mirković, un ex combatiente de la milicia croata testifica a su ex comandante Blaškić en juicio por crímenes de guerra en La Haya y dice:

BIaškić está en su cajón en La Haya entre los abogados, los intérpretes, los fiscales, los testigos, los periodistas, los espectadores y los soldados de la UNPROFOR que analizaron los mapas para que los jueces comentaran sobre la posible procedencia de bombas según el tamaño del cráter que determinó el rango del armamento basado en el calibre que dio lugar a tantos contra-argumentos, todo traducido en tres idiomas grabados automáticamente y transcritos a 4.000 kilómetros del Hotel Vitez y del Lasva con el agua azul, todo debía explicarse desde él. Los historiadores testificaron sobre el pasado de Bosnia, Croacia y Serbia desde la era neolítica, mostrando cómo se formó Yugoslavia, luego los geógrafos comentaron estadísticas demográficas, censos, encuestas de tierra, los científicos políticos explicaron las fuerzas políticas diferenciales presentes en los años 90, era magnífico, tanto conocimiento, sabiduría e información al servicio de la justicia, “observadores internacionales” tomaron pleno sentido entonces, testificaron de los horrores de la masacre con un profesionalismo real, los debates fueron corteses, por un tiempo me habría ofrecido como testigo […] Pensé en lo que habría dicho si me hubieran preguntado, cómo habría explicado lo inexplicable, probablemente habría tenido que remontarme a los albores del tiempo, al hombre prehistórico asustado que pinta en su cueva para tranquilizarse a sí mismo, a París con Helena, a la muerte de Héctor a Eneas, llegando a las úlceras del Lacio, a los romanos que llevaban a las mujeres sabinas, a la situación militar de los croatas de Bosnia central a principios de 1993, a la fábrica de armas de Vitez, al juicio de Nuremberg y Tokio, al padre y la madre de uno en La Haya -Blaškić en su cajón es un sólo hombre y tiene que responder por todos nuestros crímenes, según el principio de responsabilidad penal individual que lo vincula a la historia, es un cuerpo en una silla con auriculares, está en juicio en lugar de todos los que tenían un arma […][25].

Claramente, el relato de Énard sobre el contexto del juicio enumera el dispositivo de justicia de La Haya de una manera que se ajusta a la interpretación más elaborada de Foucault del concepto. Para Foucault, un dispositivo es “un conjunto completamente heterogéneo que consiste en discursos, instituciones, formas arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, declaraciones científicas, proposiciones filosóficas, morales y filantrópicas […] lo dicho tanto como lo no dicho […] los elementos del aparato (dispositivo)”[26]. La versión influenciada por Foucault de Gilles Deleuze añade un matiz crucial que otorga al dispositivo su dinamismo histórico. Se refiere a las mutaciones en las asambleas que constituyen un dispositivo, por ejemplo, aquellos acontecimientos históricos que han desplazado las “líneas de fuerza” involucradas en estructuras de mando (sobre otros y/o sobre sí mismo)[27]. Y la versión de Giorgio Agamben del dispositivo proporciona una manera útil de relacionar el concepto con el enfoque posterior de Foucault sobre la politización de las ontologías de la vida. Después de trazar la aparición del concepto desde las investigaciones arqueológicas de Foucault hasta sus trabajos posteriores, Agamben afirma que la relación ontología-dispositivo puede resumirse como “todo lo que tiene de alguna manera la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, controlar o asegurar los gestos, comportamientos, opiniones o discursos de los seres vivos”[28].

Estos dos complementos al concepto me ayudan a captar el componente discursivo del dispositivo de justicia trazado en la descripción de Énard del juicio de BIaškić. Evocando otro gesto metodológico foucaultiano, me refiero aquí a una mutación específica que creó las condiciones de posibilidad para los juicios de crímenes de guerra, que van desde los de Nuremberg a los contemporáneos de La Haya. Desde Nuremberg, la elaboración de un nuevo sujeto colectivo, la “humanidad”, es crucial para el enjuiciamiento de los criminales de guerra. El surgimiento de ese tema se debe a la colaboración entre los Estados, las agencias internacionales y las autoridades jurídicas, todos ellos interesados en producir una contra-antropología para los aparatos de la muerte nazi, cuyas legitimaciones antropológicas funcionaban como parte de un dispositivo necropolitico.

La contribución antropológica que justifica la atrocidad más notoria fue el concepto de Alfred Hoche de “vida indigna de vida”[29]. La intención de la contra-antropología era crear la identidad colectiva igualadora de la “humanidad en su conjunto” para deslegitimar las versiones jerárquicas de la humanidad y para sentar las bases para los enjuiciamientos[30]. Para ponerlo en términos foucaultianos, la mutación en el discurso jurídico (una alteración en el proceso de subjetivación) que surgió del reconocimiento oficial de crímenes contra la humanidad creó un legado que estaba en evidencia en el juicio de Blaškić observado por Mirković en la novela de Énard. Lo que añade Énard es un relato del resto del “circo” jurídico, los otros componentes, discursivos y no discursivos, que constituyen lo que yo he llamado “el dispositivo de justicia global”, tal como se revela en la larga reflexión de Mirković.

 

Armas de la verdad, Parresía y Crítica

Para situar ese dispositivo de manera más integral en el ámbito de las aportaciones metodológicas de Foucault, debemos prestar atención a otro de los conceptos de Foucault, lo que él llama “regímenes de veridicción”. Foucault se refiere a las relaciones entre los derechos jurídicos y las prácticas de veridicción y sugiere que lo que debe entenderse es “cómo en […] instituciones penales se formó y desarrolló cierta práctica veridiccional”[31]. Foucault también ilustró el concepto de la práctica de la verdad como veridicción en su tratamiento del discurso médico, señalando, por ejemplo:

[…] lo que tiene una importancia política actual importante es determinar con claridad cuál es el régimen de veridicción que se instauró en un momento dado: justamente aquél a partir del cual podemos reconocer ahora, por ejemplo, que los médicos del siglo XIX dijeron tantas necedades sobre el sexo. Recordar que los médicos del siglo XIX dijeron muchas necedades sobre el sexo no tiene ninguna importancia desde un punto de vista político. Sólo tiene importancia la determinación del régimen de veridicción que les permitió decir y afirmar como verdaderas una serie de cosas[32].

Crucialmente, al señalar los “regímenes de verdidicción”, es importante señalar que metodológicamente, Foucault no ofrece explicaciones. Como él ha dicho, sus análisis no “participan de […] los llamados procedimientos explicativos a los que se les atribuye el valor causal […][33]”. En cambio, se vio emprendiendo “la crítica del conocimiento”, que “consiste en determinar en qué condiciones y con qué efectos se ejerce una veridicción”[34]. Sin utilizar el concepto explícitamente, Énard describe efectivamente, en una observación adicional, el régimen de veridicción que determina lo que se dice y por quién en el juicio de crímenes de guerra de Blaškić. Su protagonista, Mirković, dice:

[…] en el gran juicio organizado por los abogados internacionales inmersos en precedentes y la jurisprudencia del horror, encargados de poner algún orden en la ley del asesinato, sabiendo en un instante una bala en la cabeza era un legítimo de jure y en qué instante constituía una grave violación de la ley y de las costumbres de la guerra[35].

Así, en contraste con la narración explícita de Foucault de su método, el análisis de Énard procede a través de la yuxtaposición, a través de lo que Walter Benjamin llamó famosamente “montaje literario”[36]. Este pasaje, en el que Mirković observa a algunos de sus compañeros pasajeros en un tren a Roma (donde Mirković se dirige con un archivo de atrocidades para vender al Vaticano), tiene una conexión sutil con la larga cita sobre el juicio, antes en la novela; implica un modo diferente de responsabilidad por las atrocidades durante las guerras balcánicas, pues alerta al lector sobre el papel del comercio de armas:

Egipcios, libaneses y saudíes, todos educados en las mejores escuelas preparatorias británicas y americanas, discretamente elegantes, lejos de los clichés de levantinos coloridos y turbulentos, no eran ni gordos ni vestidos de beduinos, hablaban tranquilamente de la seguridad de su futuro en las inversiones, como decían, hablaban de nuestro trato, de la región que llamaban “el área”, la zona y la palabra “petróleo” […] algunos habían vendido armas a croatas en Bosnia, otros a musulmanes[37].

Teniendo en cuenta la observación previa de Mirković sobre Blaškić, “un solo hombre […] tiene que responder por todos nuestros crímenes, según el principio de responsabilidad penal individual que lo vincula a la historia”, se le pide al lector que reflexione sobre el lado de la oferta tecnologías de la violencia y, por lo tanto, centrarse en los traficantes de armas que desempeñan un papel significativo (aunque no reconocido en el juicio) en la creación de las condiciones de posibilidad de las atrocidades. Los empresarios no indiciados y comercialmente depredadores observados por Mirković operan en un mundo en el que el capitalismo global está rediseñando el mapa, ya que asegura sus diversas clientelas, aprovechando los antagonismos globales, etnonacionales, entre otros. El novelista Michel Houellebecq (que al igual que Foucault es un “nuevo cartógrafo”)[38] describe este mapa:

[…] la economía de libre mercado rediseñó la geografía del mundo en función de las expectativas de la clientela, ganarse la vida. La superficie plana isométrica del mapa fue sustituida por una topografía anormal donde Shannon estaba más cerca de Katowice que de Bruselas, de Fuerteventura que de Madrid[39].

Michel Houellebecq

Los personajes/empresarios, cuyas actividades crean ese mapa, no están gobernados por alianzas culturales o políticas (como implica el pasaje de Énard). Sin embargo, su conducta está al menos tan relacionada con las atrocidades como los que poseen las armas que venden. Como el Mirković de Énard pone, “nuestros empresarios de la Zona no vieron la amenaza detrás de la mano extendida, los juegos mortales que se desarrollase en el transcurso de los próximos años […]”[40]. Por lo tanto, aunque las víctimas y los autores están dispuestos a lo largo de la novela de Énard, (como Foucault) evita los universales. No ofrece un juicio definitivo sobre la justicia. En lugar de absorberse en una afirmación moralista de la justicia legal, su escritura abre el tema de la justicia al trazar las líneas de fuerza que hacen posible tanto las atrocidades como los aparatos que surgen para afrontarlas. En efecto, Énard ofrece una crítica que desafía la búsqueda de la verdad que buscan los tribunales. En este sentido, su escritura afirma el método crítico de Foucault.

 

El método de la crítica

A medida que emprendía sus diversas críticas sobre el conocimiento, Foucault observaba cada vez más la importancia de la crítica en diversos medios no académicos y señalaba algunas de las respuestas a los aspectos opresivos de la gobernanza como “discurso sin temor” o parresía, que definió como “de la actividad verbal donde el hablante tiene una relación específica con la verdad a través de la franqueza, una cierta relación con su propia vida a través del peligro, un cierto tipo de relación con sí mismo o con la gente a través de la crítica […]”[41]. En última instancia, la parresía fue central para la metodología metodológica de Foucault sobre todo porque sus escritos posteriores se volvieron más explícitamente políticos. Su discurso sin miedo fue desplegado cada vez más contra lo que él llamó las “armas de la verdad” del discurso oficial. Refiriéndose a tales armas en su ensayo sobre la crítica, planteó la pregunta: “¿cuál es el principio que explica la historia [y la derecha]?” Y respondió que se encuentra en “una serie de hechos brutos” como “la fuerza física, la fuerza enérgica”, en resumen, en “una serie de accidentes, o al menos contingencias”. Sin embargo, como señala, los gobiernos disimulan los acontecimientos de la violencia global interpolando el uso de la fuerza bruta en las implementaciones de la racionalidad y del derecho: “una racionalidad creciente la de los cálculos, las estrategias y las artimañas; la de los procedimientos técnicos para mantener la victoria, para hacer que en apariencia la guerra se calle [y añade que] tras […] ocupar un lugar ventajoso en la relación de dominación, están muy interesados (el gobierno) en no ponerlas más en juego”[42]. La aproximación de Foucault para cuestionarla fue contrarrestar el arma de la verdad con la “crítica […] el movimiento por el cual el sujeto se da el derecho de cuestionar la verdad sobre sus efectos del poder y cuestionar el poder sobre sus discursos de la verdad”[43].

Entre las inspiraciones que he extraído de la parresía de Foucault se encuentra un análisis de las cuestiones involucradas en el narcotráfico que tienen lugar en las zonas fronterizas de Estados Unidos y México. Tal vez el mejor analista crítico tanto del tráfico como de las políticas gubernamentales bajo la rúbrica “Guerra contra las drogas” es Charles Bowden, cuyo texto híbrido, Dreamland: The Way Out of Juárez (que contiene comentarios críticos, entrevistas etnográficas e imágenes), es un ejemplo de discurso sin miedo[44]. Investigando la “guerra” etnográficamente (con muchas entrevistas cara a cara) en ciudades tan peligrosas como Juárez (aka “ciudad asesina”), Bowden desafía las proclamaciones oficiales, señalando que en el lado mexicano de la guerra, “los presidentes van y vienen y fingen estar a cargo”[45] y que, si bien los Estados Unidos y México actúan como si ejercieran un poder soberano efectivo y que la guerra esté bajo control o ganada, sus “armas de verdad” están perdiendo la marca: “una nación se llama los Estados Unidos, la otra México. Me resulta más y más difícil usar estos nombres porque implican orden y límites, y ambos se están rompiendo”, tanto que Bowden dice que tiene que “tratar de no decir los nombres”, aun cuando aparezcan continuamente “allí mismo en los mapas y señales de tráfico”[46]. En efecto, para oponerse a las armas de la verdad oficial, Bowden se encuentra sugiriendo un imaginario cartográfico diferente:

Se trata de una nueva geografía, basada menos en nombres y lugares y líneas y fronteras nacionales y más en fuerzas y apetitos y torrentes de gente. Algunos lugares, partes de Europa, estados insulares aquí y allá, permanecen temporalmente fuera de juego en esta nueva geografía. Pero las Bermudas del planeta están derrumbándose una por una. Las olas se lavan ahora en las plazas más antiguas por las más solemnes catedrales[47].

 

Nuevos cartógrafos

La imaginería espacial en la crítica de Bowden a la “guerra contra las drogas” tiene fuertes resonancias con otro aspecto del método de Foucault, mejor captado en la caracterización de Gilles Deleuze de Foucault como “nuevo cartógrafo”:

En resumen, el funcionalismo de Foucault se corresponde con una topología moderna que ya no asigna un lugar privilegiado como origen del poder, que ya no puede aceptar una localización puntual (lo que supone una concepción del espacio social tan nueva como la de los espacios físicos y matemáticos actuales […][48].

La topología a la que se refiere Deleuze se basa en la aproximación de Foucault a los ejercicios de poder que (citando la Historia de la sexualidad) “Las relaciones de poder no están en posición de exterioridad respecto a otros tipos de relaciones… [ellas] no están en posición de superestructura… están presentes allí donde desempeñan un papel directamente productor”[49]. En resumen, para Deleuze, el acercamiento de Foucault al poder, como su enfoque del discurso, hace hincapié en la inmanencia no-representacional. En el caso del discurso, lo que se destaca no es lo que se trata de declaraciones, sino cómo se crean sus objetos y las interrelaciones entre ellos. Así como la “nueva geografía” de Bowden enfatiza los apetitos y las fuerzas, Deleuze sugiere que la nueva geografía/cartografía de Foucault se entiende mejor a través de la figura del diagrama, que es un mapa de fuerzas, “la exposición de las relaciones dé fuerzas”[50]. Para Foucault, la historia de las formas geográficas constituye una serie de acontecimientos de poder/conocimiento. Por ejemplo, como señaló en su conversación con los geógrafos, sus “metáforas” se entienden mejor como estratégicas que como descriptivas:

El territorio es, sin duda, una noción geográfica, pero antes que nada es jurídico-política: el área controlada por un cierto tipo de poder. El campo es una noción económico-jurídica. El desplazamiento: lo que se desplaza es un ejército, un escuadrón, una población, el dominio es una noción jurídico-política, el suelo es una noción histórico-geográfica. La región es una noción fiscal, administrativa, militar. El horizonte es una noción pictórica, pero también estratégica[51].

 

Geografía estratégica y espacio literario

Aquí quiero volver al concepto de Foucault de la heterotopía y aplicar esa metáfora geográfica a una política de la literatura. ¿Cómo se aplican los gestos metodológicos de Foucault al discurso literario? ¿Y qué nos dice eso de la geografía de la “política mundial”? Ha habido una variedad de respuestas, y una de las más explícitas y efectivas aplica el concepto de Foucault de vigilancia a la novela del siglo XIX. En esta aplicación, D. A. Miller muestra cómo en la novela victoriana se reproducen las funciones policiales predominantes -la vigilancia, las imposiciones de identidad y los controles de la circulación- no sólo a través de lo que describen las novelas, sino también a través de las formas en que sus prácticas representacionales constituyen los personajes y sus milieux[52]. Alternativamente, si nos atenemos al enfoque de Foucault del discurso, los objetos de referencia de la literatura (sus aspectos miméticos) se vuelven menos significativos de lo que son inmanente: las reglas y mecanismos por los cuales los textos hacen sus objetos y mundos. Foucault “intenta arrancar el pensamiento occidental de la lógica de la mimesis en la medida de lo posible […] presentando el discurso y otros dominios de las representaciones” que son eventos […] “representados [por] el discurso y otros dominios ordenados por reglas inmanentes”[53]. Por ejemplo, si consideramos a la historia como una literatura, encontramos que, contrariamente a la tesis weberiana de que los historiadores modelan los acontecimientos sobre la base de sus valores subjetivos, lo que constituye la forma de representar los acontecimientos históricos en cualquier momento histórico, son las reglas por las que se forma el género de la historia de la escritura[54].

Sin embargo, en lugar de recurrir a cualquiera de esos modelos -los refuerzos de una literatura de modos de poder o de gobierno o una genealogía de sus efectos de género- quiero ilustrar las formas en que la creación del espacio novelístico, especialmente en una novela que cuestiona las formas predominantes del espacio nacional e internacional, emite una crítica políticamente inflexible, sin referencia explícita a Foucault sobre la crítica (como es el caso de mi enfoque de la novela, Zone tratada anteriormente). Para ello, me centraré en la contra-espacialidad de la novela de Salman Rushdie, Shalimar the Clown, que ejerce una crítica de la violencia etno-nacional involucrada en la lucha de la India y Pakistán sobre Cachemira.

Shalimar the Clown de Rushdie es una crítica de la geopolítica de la titulización. Historializando el conflicto entre India y Pakistán sobre Cachemira, la novela yuxtapone la antigua exuberante vida de intercambio cultural Kashmiriyat -que se obtuvo una vez en Cachemira- a las posteriores ontologías y aparatos de una seguridad orientada al miedo que sustituye formas de coerción para Cachemira que antes eran lúdicas, orientado teatralmente mundo de la vida. Al principio de la novela, ese antiguo mundo está representado con una descripción de un festival conmemorativo de una historia mítica (“el día en que Ram marchó contra Ravan para rescatar a Sita”):

Hoy nuestro pueblo musulmán, al servicio de nuestro Hindú maharaja, cocinará y actuará en un Mughal, es decir, en un jardín musulmán […] ¿Quiénes son los hindúes esta noche? ¿Quiénes son los musulmanes? Aquí en Cachemira, nuestras historias se sientan felices, lado a lado en la misma factura doble, comemos de los mismos platos, nos reímos de los mismos chistes[55].

Salman Rushdie

Crucial a la homología entre la valorización de Rushdie de los festivales y la política del espacio de Foucault, las festividades de Cachemira ocurren en un jardín, un espacio especial interno a Cachemira, “el gran jardín Mughal de Cachemira, descendiendo por terrazas líquidas verdes a un lago brillante. El nombre significaba “morada de alegría”[56]. Como ya he señalado, Foucault se ha dirigido a este tipo de espacio, refiriéndose a él como una heterotopía:

Hay también, probablemente en cada cultura, en cada civilización, en lugares reales, lugares que existen y que se forman en la fundación misma de la sociedad, que son algo así como contra-sitios, una especie de utopía efectivamente promulgada en la que los sitios reales, todos los demás sitios reales que se pueden encontrar dentro de la cultura, se representan, se disputan, y se invierten simultáneamente […] Debido a que estos lugares son absolutamente diferentes de todos los sitios que ellos reflejan y hablan, los llamaré, a través del contraste con utopías, heterotopias[57].

Fortaleciendo el caso de una homología entre Foucault y Rushdie sobre el espacio, Foucault cita los jardines entre las heterotopías: “quizás el ejemplo más antiguo de estas heterotopías que toman la forma de sitios contradictorios es el jardín”[58]. Y Rushdie va más allá del mero hecho de que el jardín de la suspensión de la gestión coercitiva de los espacios de identidad y le da una performatividad. Su jardín Mughal se constituye como el espacio de exuberancia performativa, un espacio que precedió a la invasión de la securitización violenta realizada por el ejército indio y otros organismos implicados en la constitución de Cachemira como un objeto dentro de un dispositivo de seguridad global que atrajo a Cachemira al mapa etno-nacional.

Además, como es el caso en los análisis de Foucault, Rushdie utiliza otras metáforas espaciales para lograr un efecto distanciador de la gubernamentalidad dominante. Dos de sus personajes principales operan en alturas, por encima del plan geopolítico. Max Ophuls era un piloto en sus mejores días (antes de ser corrompido por su vocación como agente de inteligencia y seguridad). Evitó las fronteras étnico-nacionales (que Rushdie aborrece) volando sobre ellas. Y el epónimo Shalimar, en sus mejores días (como intérprete antes de convertirse en asesino), también operaba por encima del plan geopolítico, limitado por la policía. Como caminante de cuerda floja, su vida exuberante afirmando la vocación contrastaba poderosamente con las prácticas de securitización, estrechamiento de vida del ejército de ocupación indio.

Conclusión: Foucault y la ético-política de la estética

El papel del intelectual no es decir
a los demás lo que deben hacer.
Michel Foucault[59]

 

¿Por qué los textos literarios articulan tan bien una sensibilidad metodológica foucaultiana? El escritor, Maurice Blanchot, cuyo trabajo resonó con Foucault (observado en sus comentarios del uno al otro)[60], ve la literatura como críticamente disruptiva. El “propósito de la literatura ‘su misión, un término que Blanchot emplea algo sorprendentemente’ es interrumpir los pasos decididos que estamos llevando siempre hacia una comprensión más profunda y una comprensión más segura de las cosas”[61]. El sentimiento de Blanchot sobre la literatura se hace eco del conocido privilegio de Foucault de las rupturas históricas en las prácticas discursivas: “la ruptura es el nombre dado a las transformaciones que influyen en el régimen general de una o varias formaciones discursivas”[62], a las que se enfocó para hacer de la modernidad un conjunto peculiar de arreglos en lugar de un período de testimonio de un acuerdo humano más profundo, derivado de una comprensión progresiva y más ilustrada de quiénes somos. En su momento crítico, la ficción alcanza la distancia crítica que los métodos críticos de Foucault prescriben. Como dice Gayatri Spivak:

[…] los protocolos de ficción nos dan un simulacro práctico de las discontinuidades más graves que habitan (y operan) el ethico-epistémico y el ético político […] una experiencia de las discontinuidades que permanecen en su lugar en “la vida real”[63].

Salman Rushdie

Respecto a las partes “ético” de las dos expresiones con guiones: cerca del final de la novela, Shalimar, principal protagonista de Rushdie, está siendo juzgado. Sin embargo, aunque Shalimar será sentenciado, su abogado señala que el legado de violencia que había descendido sobre Cachemira podría estar en juicio. Así, la novela de Rushdie promulga perspectivas ético-estéticas y ético-políticas, ya que el juicio de Shalimar se convierte en contra-jurídico. En última instancia, la novela yuxtapone la justicia literaria a la justicia legal, un contraste para el cual Shoshana Felman ha proporcionado un relevante brillo. Después de plantear la pregunta: “¿Qué es la justicia literaria, en contraposición a la justicia legal?”, Contesta:

[…] la literatura es una dimensión de encarnación concreta y un lenguaje de infinitud que, en contraste con el lenguaje de la ley, no encapsula el cierre sino precisamente lo que en un caso legal dado se niega a ser cerrado y no puede ser cerrado. Es a esta negativa del trauma a ser cerrada que la literatura hace justicia[64].

Metodológicamente, Foucault también era resistente al cierre. En un sutil comienzo de su tratado sobre el enfoque genealógico de la historia, utiliza un término conceptualmente embarazado: “La genealogía es gris, meticulosa y pacientemente documental”[65]. Cuando se refiere a la paciencia, insinúa que, en vez de moralizar sobre un particular modo de conducta, debemos situarlo, preguntándonos no cuál es nuestro juicio, sino cuáles son sus condiciones de posibilidad, y qué formas alternativas de vida son desplazadas por esas condiciones. Como la novela de Rushdie describe a Cachemira antes de que la securitización hubiera eclipsado su antiguo mundo de la vida, lo que se desplazó fue la exuberancia. Cachemira había sido un lugar de artes culinarias y una teatralidad lúdica. Este otro tipo de mundo de la vida también se esconde en los relatos históricos “meticulosos y pacientes” de Foucault. Se dirige a ese mundo en sus últimos escritos en los que valora los cuerpos expresivos, sin restricciones involucrados en la autoformación artística.

Resistente a los códigos morales (que aportan gran cantidad de alimento a sus críticos), la ética foucaultiana se centra en “la manera en que uno debe ‘conducirse’ -es decir la manera en que debe constituirse uno mismo como sujeto moral que actúa en referencia a los elementos prescriptivos que constituyen el código”[66]. Para Foucault, la estetización de la ética no es una receta para la “sensualidad indisciplinada”: “Esta estética -estética como sensibilidad-formación- es una sensibilidad que establece la gama de posibilidades en la percepción, la promulgación y la receptividad a los demás”[67]. Como es el caso de Brecht, la sensibilidad ético-política de Foucault sugiere que debe ser puesta en escena (aunque su teatralidad -su enfoque en el estilo- sea parte de un “yo equilibrado”, un “arreglo artístico de sus partes”)[68]. Finalmente, podemos observar que hay una conexión íntima entre la estetización de la ética de Foucault y su uso políticamente perspicaz del concepto del dispositivo. Como señala Jane Bennett en su glosa sobre la estetización de la ética de Foucault: “En la medida en que se piensa que el arte pide un modo especial de percepción, es decir, una atención a las cosas como conjuntos sensuales (escenas, canciones, historias, bailes), una representación artística de la ética puede revelar con especial fuerza su carácter estructural o de red” (donde una “red” representa el dispositivo). Para volver a mi primer ejemplo novelístico, la Zone de Mathias Énard: sin duda Énard abjura los crímenes de guerra, pero su “actitud” ética se articula estéticamente, a través de su estilo, a través de la forma en que mapea las condiciones de posibilidad de crímenes de guerra. Del mismo modo, en el relato de Foucault sobre la estetización greco-romana de la ética, vio lo ético como intrínseco a su estilo, en las prácticas del yo a través del cual observaban “la necesidad de respetar la ley y las costumbres […] lo importante [está] en la actitud que obliga a respetarlas”[69].

Bertolt Brecht

 

 

 

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  42. Veyne, P. (1984). Writing History: Essay on Epistemology. Middletown: Wesleyan University Press.

 

 

 

Notas

[1] Esta traducción pertenece al capítulo 7 “Foucault and Method” pp. 115-134 del libro Foucault and the Modern International. Silences and Legacies for the Study of World Politics. New York: Palgrave Macmillan, 2017. El capítulo es autoría de Michael J. Shapiro, a él agradezco por el permiso correspondiente que me ha otorgado para la publicación de la presenta traducción. (N. del T).
[2] Fredric Jameson, Brecht and Method. New York: Verso, 2011, p. 2.
[3] Michel Foucault, Dits et Ecrits Vol II. Paris: Gallimard, 1970–1975, p. 523.
[4] Graham Burchell, Colin Gordon & Peter Miller (eds). The Foucault Effect. London: Harvester Wheatsheaf, 1991.
[5] Las citas son de: Michel Foucault, “Of Other Spaces” en la Web en:http://foucault.info/documents/heterotopia/foucault.heterotopia.en. Consultado en octubre 5, 2015.
[6] Jameson, Brecht and Method, p. 11.
[7] Michel Foucault, Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres. México: Siglo XXI Editores, 2003, p. 5.
[8] Michel Foucault, Seguridad, territorio, población. México: Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 143-144.
[9] Véase Michel Foucault, Historia de la sexualidad I. La Voluntad de Saber. México: Siglo XXI Editores, 1998.
[10] Véase Michel Foucault, “About the Concept of the ‘Dangerous Individual’ in 19th-Century Psychiatry” en: International Journal of Law and Psychiatry, 1(1) (1978). En la Web en:http://schwarzemilch.files.wordpress.com/2009/02/foucault_dangerous_individual.pdf. Consultado en octubre 5, 2015.
[11] Foucault, Seguridad, territorio, población, p. 107.
[12] Michael J. Shapiro, Studies in Trans-Disciplinary Method: After the Aesthetic Turn. New York: Routledge, 2012, pp. 20–21.
[13] Véase Colin Tatz, “The Politics of Aboriginal Health” en: Politics (The Journal of the Australian Political Studies Association) 7(2). (Noviembre, 1972).
[14] Michel Foucault, Historia de la sexualidad I. La Voluntad de Saber. México: Siglo XXI Editores, 1998, p. 17.
[15] Las citas son del análisis minucioso de Marc Djaballah sobre la influencia kantiana en Foucault: Kant, Foucault y Forms of Experience. New York: Routledge, 2008, p. 163. Para la elaboración de Foucault de la actitud crítica, véase Michel Foucault, “What is Enlightenment”, en: Paul Rabinow ed. The Foucault Reader. Nueva York: Panteón, 1984, pp. 32-50.
[16] El enfoque de Foucault en la declaración, un alejamiento de la fenomenología se enfatiza en el tratamiento que Deleuze hace de Foucault. Véase Gilles Deleuze, Foucault. Barcelona: Editorial Paidós, 1987, p. 77.
[17] Michel Foucault, La arqueología del saber. México: Siglo XXI Editores, 2004, p. 74.
[18] Ibid., p. 78.
[19] Michel Foucault, El nacimiento de la clínica: una arqueología de la mirada médica. México: Siglo XXI Editores, 2001, p. 4.
[20] Ibid., p. 47.
[21] Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica. México: Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 18.
[22] Ibid., p. 19.
[23] Ibid., p. 120.
[24] Michael J. Shapiro, War Crimes: Atrocity, Justice and the Archives. Cambridge: Polity, 2014.
[25] Mathias Énard, Zone, trad. Charlotte Mandell. Rochester: Open Letter, 2010, pp. 72–73.
[26] Michel Foucault, “‘The Confession of the Flesh’. A conversation” en: Colin Gordon ed. Power/Knowledge: Selected Interviews & Other Writings 1972–1977, trad. Colin Gordon, Leo Marshall, John Mepham & Kate Soper. New York: Pantheon, 1977, p. 194.
[27] Gilles Deleuze, “What is a Dispositif” in Two Regimes of Madness,” trad. Ames Hodges and Mike Taormina (New York: Semiotext(e), 2006), p. 342.
[28] Giorgio Agamben, What is an Apparatus? trad. David Kishik and Stefan Pedatella (Stanford: Stanford University Press, 2009, p. 14.
[29] Véase Alfred Hoche, Arztliche Bemerkungen in Karl Binding and Alfred Hoche, De Freigabe der Vernichtung Lebensunwerten Lebens: Ihr Mass und ihre Form. Leipzig, 1920, pp. 61–62.
[30] La noción de crímenes contra la humanidad de hecho precedió a las negociaciones preliminares de Nuremberg. Fue evocada en 1906 por E. D. Morel, en referencia a las atrocidades en el “Estado Libre del Congo”. En su History of the Congo Reform Movement, se refiere a la conducta del rey Leopoldo II de Bélgica en el Congo como “un gran crimen contra Humanidad”. Citado en: William Roger Louis y Jean Stengers, eds. E. D. Morel’s History of The Congo Reform Movement. Oxford: Clarendon Press, 1968, p. 167.
[31] Foucault, Nacimiento de la biopolítica, p. 52. (En el original, el autor del artículo señala que esta cita pertenece a el libro Vigilar y castigar, pero en dicho libro no existe referencia alguna sobre las prácticas de veridicción. Ciertamente es un error de edición, pues la cita textual se encuentra en el Nacimiento de la biopolítica).
[32] Ibíd., p. 55.
[33] Michel Foucault, “What is Critique” en: The Politics of Truth trad. Lysa Hochroth & Catherine Porter. New York: Semiotext(e), 2007, p. 63.
[34] Foucault, Nacimiento de la biopolítica, p. 54.
[35] Énard, Zone, p. 75.
[36] Walter Benjamin, The Arcades Project, trad. H. Eiland & K. McLaughlin. Cambridge: Harvard University Press, 2002, p. 460.
[37] Énard, Zone, pp. 21–22.
[38] Esa caracterización de Foucault pertenece a Gilles Deleuze en su Foucault, p. 49.
[39] Michel Houllebecq, The Map and the Territory, trad. Gavin Bowd. London: William Heinemann, 2011, p. 98.
[40] Énard, Zone, p. 23.
[41] Michel Foucault, Fearless Speech, ed. Joseph Pearson. New York: Semiotext(e), 2001, p. 19.
[42] Michel Foucault, Hay que defender la sociedad. Madrid: Ediciones Akal, 2003, pp. 53-54.
[43] Michel Foucault, “What is Critique?”, p. 47.
[44] Charles Bowden & Alice Leora Briggs, Dreamland: The Way out of Juarez. Austin: University of Texas Press, 2010.
[45] Bowden & Briggs, Dreamland, p. 2.
[46] Ibid., p. 6.
[47] Ibid., pp. 138–139.
[48] Deleuze, Foucault, p. 52.
[49] Ibid., p. 53.
[50] Ibid., p. 63.
[51] Michel Foucault, “Questions on Geography” trad. Colin Gordon, Leo Marshall, John Mepham, & Kate Soper en: Colin Gordon ed. Power/ Knowledge: Selected Interviews and Other Writings. New York: Pantheon, 1980, p. 68.
[52] D. A. Miller, The Novel and the Police. Berkeley: University of California Press, 1988. Véase Ferhat Taylan, “Mesopolitics: Foucault, Environmental Governmentality and the History of the Anthropocene” en: Foucault and the Modern International. Silences and Legacies for the Study of World Politics. Philippe Bonditti, Didier Bigo & Frédéric Gros (Eds). New York: Palgrave Macmillan. 2017, pp. 261-273.
[53] Simon During, Foucault and Literature: Towards a genealogy of writing. New York: Routledge, 1992, p. 197.
[54] Este es el argumento de Paul Veyne que ha interiorizado el método de Foucault para tratar el discurso y otros géneros de representación en su Writing History: Essay on Epistemology, trad. Mina Moore-Rinvolucri. Middletown: Wesleyan University Press, 1984.
[55] Salman Rushdie, Shalimar the Clown. New York: Random House, 2005, p. 71.
[56] Ibid., p. 12.
[57]Michel Foucault, “Of Other Spaces” en:http://foucault.info/documents/heteroTopia/foucault.heteroTopia.en.html. Consultado en septiembre 9, 2012.
[58] Ibid.
[59] Michel Foucault, “The Concern for Truth” en: Foucault Live, trad. John Johnston. New York: Semiotext(e), 1989, p. 305.
[60] Véase Michel Foucault & Maurice Blanchot: Michel Foucault: Maurice Blanchot: The Thought from Outside/Maurice Blanchot: Michel Foucault as I Imagine Him, trad. Jeffrey Mehlman & Brain Massumi. New York: Zone Books, 1987.
[61] La cita es de “Introducción del traductor” de Ann Smock, en: Maurice Blanchot, The Space of Literature. Lincoln: University of Nebraska Press, 1982, p. 3.
[62] Foucault, La arqueología del saber, p. 298.
[63] Gayatri Spivak, An Aesthetic Education in the Era of Globalization. Cambridge: Harvard University Press, 2012, p. 317.
[64] Shoshana Felman, The Juridical Unconscious: Trials and Traumas of the twentieth Century. Cambridge: Harvard University Press, 2002, p. 8.
[65] Michel Foucault, “Nietzsche, Genealogy, History” en: Donald F. Bouchard ed. Language, Counter-Memory, Practice, trad. Sherry Simons. Ithaca: Cornell University Press, 1977, p. 139.
[66] Foucault, Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres, p. 18. Aquí estoy siguiendo la discusión crítica de la estetización de la ética de Foucault por Jane Bennett “‘How is it Then That We Still Remain Barbarians’: Foucault, Schiller, and the Aestheticization of Ethics” en: Political Theory 24(4) (1996): pp. 653–672.
[67] Las citas son de Bennett, Ibid., p. 654.
[68] Ibid., p. 663.
[69] Foucault, Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres, p. 21.

 

 

 

 

 

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