La enfermedad mental del y en el poscapitalismo

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La enfermedad mental del y en el poscapitalismo

La patología mental debe liberarse de todos los postulados abstractos de una “metapsicología”, la unidad que asegura entre las diversas formas de la enfermedad es siempre artificial; es el hombre real quien sustenta su unicidad de hecho.
Michael Foucault

 

Resumen 

La lectura al texto de Foucault, “La enfermedad mental”, convoca a reflexionar sobre el papel del poscapitalismo en la invención de las enfermedades mentales llamadas “autismo, hiperactividad, obesidad, anorexia, bulimia y sexo-prostitución” y el cómo esta invención se sirve de las industrias y de las políticas educativas y de salud para beneficiarse. Se inventan enfermedades y trastornos mentales para crear prácticas medicamentosas en los sujetos y así controlar y disciplinar al cuerpo-al espíritu, lo que va gestando un poder psiquiátrico-biopolítico.

Palabras clave: Enfermedades mentales, práctica medicamentosa, reflexión pedagógica y contra-dicción.

 

Abstract

The reading of Foucault’s “Mental illness” calls to reflect on the role of post-capitalism in the invention of mental illnesses called “Autism, hyperactivity, obesity, anorexia, bulimia and sex-prostitution” and how this invention uses industries and educational and health policies to its benefit. Diseases and mental disorders are invented to create medicinal practices in subjects and thus control and discipline the body-spirit; which brews a psychiatric-biopolitical power.

Key words: Mental illness, drug practice, pedagogical reflection and contradiction.

 

En 1954 Foucault monta un magno ensayo sobre la construcción epistemológica de la categoría enfermedad mental en el siglo XIX y XX, donde señala que habrá que distinguir la enfermedad orgánica-fisiológica de la enfermedad del espíritu-del cuerpo. Las sociedades capitalistas fueron legitimando un concepto de enfermedad considerada como una esencia y entonces el asunto de la enfermedad mental cierra, cataloga y aliena al sujeto.

“En primer lugar se postula que la enfermedad es una esencia, una entidad específica señalable por los síntomas que la evidencian, pero anterior a ellos, y en cierta medida independiente de ellos; se describe una base esquizofrénica oculta bajo síntomas obsesivos; se habla de delirios disimulados; detrás de una crisis maniaca o un episodio depresivo se supone la entidad de una locura maníaco-depresiva.
[…] la demencia precoz es como una especie caracterizada por las formas últimas de su evolución natural, y que puede presentar las variantes hebefrénicas, catatónicas o paranoicas”.[1]

Siguiendo a Foucault se subraya que la enfermedad orgánica-fisiológica se ha establecido desde la legitimización que le brinda la cientificidad médica y aparecen todo un catálogo de sintomatologías: sicastenia, obsesiones, manía, depresión, paranoia, psicosis alucinatoria, crónica, hebefrenia, catatonia, demencia precoz, esquizofrenia y autismo. Para la ciencia y el conocimiento, la cuestión de la patología permanece y se articula a pensarla como una enfermedad mental que se “comprueba” actualmente en el campo psicogenético y en el campo de investigación científica de las farmacéuticas.

La idea de enfermedad con la de naturaleza va desplegando la construcción discursiva de la atención a las enfermedades mentales y se consolida toda una performatividad y legitimidad desde y para la ciencia, las instituciones y las industrias. Esta discursividad plantea brindar “atención a las patologías” y entonces se aliena al sujeto a la lógica de encierro y medicación. “la enfermedad atañe a la situación global del individuo en el mundo: en lugar de ser una esencia fisiológica o psicológica [según el caso] es una reacción general del individuo tomado en su totalidad psicológica y fisiológica”,[2] lo cual hace una construcción ilusoria en el y desde el espacio poscapitalista y mediante las prácticas de ritualización se sostiene. Esta perspectiva de la enfermedad mental es una forma de generar discursos sutiles de violencia y exclusión que impiden al sujeto estar en el mundo.

Y así aparece toda una construcción imaginaria sociocultural sobre la limitación existencial de los sujetos “enfermos” y comienza una política estratégica de exclusión, de medicalización y más tarde de inclusión para la productividad económica de la sociedad. Es decir, que en el siglo XIX y XX se les excluye y en el siglo XXI se les incluye como una pieza más a la maquinaria poscapitalista.

“[…] la enfermedad no tiene realidad y valor de la enfermedad más que en una cultura que la reconoce como tal. La enferma de Janet, que tenía visiones y que presentaba estigmas, habría sido, bajo otros cielos, una mística visionaria y taumaturga. El obsesivo que se mueve en el universo contagioso de las simpatías parece reencontrar en sus gestos propiciatorios las prácticas del hechicero primitivo: los ritos mediante los que rodea al objeto de su obsesión adquieren para nosotros un sentido morboso en la creencia en el tabú, en el que el primitivo concilia normalmente las fuerzas equívocas y se asegura la complicidad peligrosamente favorable”.[3]

Foucault convoca a recuperar otro sentido de la enfermedad mental, desde el sentido de enfermedad del espíritu-del cuerpo. Resignificar la cuestión del sujeto mórbido ya que la existencia, la historicidad y la singularidad reconocen el estilo. La enfermedad del espíritu-del cuerpo muestra un síntoma que aqueja al sujeto en su existencia y este síntoma es del orden de lo real y singular:

“[…] queremos demostrar, por el contrario, que la patología mental exige métodos de análisis diferentes de los de la patología orgánica, y que solo mediante un artificio del lenguaje podemos prestarle la misma significación a las “enfermedades del cuerpo” y las “enfermedades del espíritu”… si bien la unidad del cuerpo y del espíritu está dentro de lo real.
[…] Sueños, actos fallidos, gestos gratuitos, asociación libre -el estilo, el modo general, toda la anterioridad histórica y sus elementales implicaciones de una existencia […]”.[4]

Desde este referente que Foucault expone habrá que subrayar que el lenguaje es un artificio que muestra ese algo de la enfermedad del espíritu-del cuerpo; el lenguaje es el artificio que le muestra al sujeto su síntoma. El lenguaje es la vía que permite abrir significaciones al malestar que aqueja al sujeto. Vía el lenguaje el sujeto narra, describe, cuenta la cuenta de su anterioridad histórica y la implicación que tiene en su existencia. Ante esto se tendrá que indicar que el lenguaje es un artificio que utiliza el sujeto y el analista para dar cuenta del síntoma y a la vez del estilo singular del sujeto.

“La angustia, como experiencia psicológica de la contradicción interior sirve de común denominador y otorga una significación única al devenir psicológico de un individuo: fue experimentada por primera vez en las contradicciones de la vida infantil y en la ambivalencia que ellas suscitan; y bajo su empuje latente se erigen los mecanismos de defensa, que repiten a lo largo de una vida sus ritos, sus precauciones, sus rígidas maniobras en cuanto la angustia amenaza con reaparecer”.[5]

La contradicción [contra-dicción] es la marca que divide al sujeto, es más, por esa marca es que deviene un sujeto y lo arroja al síntoma. Tomar precauciones es reproducir los rituales que según avisan sobre la aparición de la angustia y entonces sosegarla mediante medicamentos, compras, entretenimiento, drogas, conexión con el mundo virtual (web), y hasta intentos de suicidio dirigido. La precaución como ritual crea el malestar de los sujetos y los contiene en él, de tal manera que los anestesia y “enferma mentalmente”.

ILUSTRACIÓN DE VIVIAN SHIH

La enfermedad mental en nuestros tiempos

El texto de Foucault es un pre-texto que convoca a la reflexión de la “enfermedad mental” en el siglo del poscapitalismo. El tiempo y sus sujetos, las sociedades y sus prácticas viven en enfermedad y habrá que “atender”. Bajo este signo giran las industrias, las políticas económicas públicas, los hospitales e instituciones. Foucault en 1973 resalta que el poder psiquiátrico entra como un orden que parasita los cuerpos y los nervios. Y bajo las terapéuticas, la medicalización, la disciplina y el orden pretenden controlar las manías.

El poder psiquiátrico es un orden disciplinario que está constituido por “La condición, entonces, de la relación con el objeto y de la objetividad del conocimiento médico, y la condición de la operación terapéutica, son iguales: el orden disciplinario”.[6] Este orden se manifiesta en los cuerpos, tiempos, los gestos, los comportamientos, las actividades, en los nervios, en la imagen y conocimiento del psiquiatra e incorpora la imagen y conocimiento del psicólogo en la educación básica.

Las reformas y políticas educativas han cambiado las formas de saber, conocer, orientar y relacionarse: Mannoni en 1965 señala que a principios de siglo XX los maestros tenían mejores relaciones con sus estudiantes, lo que a la vez indicaba un mayor conocimiento sobre las condiciones sociales, familiares, económicas y emocionales de las niñas y los niños.

“El aumento de los efectivos, la sobrecarga de las clases en todos los niveles de la enseñanza, modificaron las modalidades de la educación. Ya no se intenta conocer a los niños sino, en el mejor de los casos, dispensarles en condiciones cada vez peores un saber que asimilan con una reticencia creciente… La enseñanza está en crisis, ya no se le puede ocultar. Esta crisis nutre nuestra lectura cotidiana, al igual que nuestro escándalo de la vivienda, los asesinatos en serie, etcétera. Sin embargo, se busca la causa del mal en un lugar diferente de aquel en el que efectivamente se encuentra. Al buscar fórmulas pedagógicas mejores (que luego se dejan de lado por falta de presupuesto), se oculta la tragedia de un cuerpo de profesores que ya no pueden ejercer su trabajo”.[7]

Y hay que añadir que tampoco el psicólogo escolar hace su trabajo, no hace trabajo de escucha, de entrevista, de restablecer el lazo social y afectivo de las niñas y niños, y sólo se limita a diagnosticar, canalizar y controlar que las niñas y los niños sean regulados por el consumo de medicamentos.

Para Mannoni el problema de los trastornos escolares que gestan el fracaso escolar es político y por medio de la medicina es como se le enfrenta.

“La reflexión psicoanalítica nos permite elucidar la significación de los trastornos temporo-espaciales… Los trastornos se acompañan con una dificultad del sujeto para situarse en relación con su propio cuerpo… [y con]… una imposibilidad para situarse en un linaje… Nadie tiene su lugar en este mundo y ninguna regla gobierna las relaciones de parentesco”.[8]

Hoy en día tanto las y los ciudadanos de las grandes y pequeñas ciudades como de las alejadas comunidades, están aquejadas de alguna enfermedad o se les inventa alguna enfermedad: en las escuelas hay una sobrepoblación de niñas y niños hiperactivos y autistas, antisociales y morbosos. Para ejemplificar tomaremos el caso del autismo que en el 2016, la organización autism speaks, realizó un estudio en el que los resultados arrojaron que 1 de cada 115 niñas/niños fueron diagnosticados con autismo: “casi el 1% de todos los niños en México alrededor de 400.000, tienen autismo”.[9] El diagnóstico se llevó a cabo dentro de escuelas regulares con la autorización de los padres de familia, estos datos para los especialistas fueron alarmantes. Y para la reflexión pedagógica es de suma importancia, ya que si bien no se niega la aparición de subjetividades autistas, es oportuno también sospechar sobre el asunto de la masificación del autismo en las niñas y los niños. Si en la escuela una niña o un niño no habla, no socializa, tiene dificultad para articularse a su entorno socio-afectivo se le diagnostica como autista, pero también todo lo contrario que si una niña o un niño es extremadamente sociable, inquieto, preguntón, no sigue al pie de la letra reglas, normas, se le diagnostica como hiperactivo.

Basta con mostrar que en cada aula de las escuelas de educación primaria hay de uno a tres niñas o niños que se les envía a la Unidad de Educación Especial y Educación Inclusiva (UDEEI) y son diagnosticados como autistas o hiperactivos y canalizados a hospitales para la aplicación de encefalogramas y la medicalización de psicotrópicos. Esta situación se ocasiona por la invención de enfermedades mentales o invención de situaciones de discapacidad a lo cual se le legitima con la llamada política de salud de detección de una enfermedad mental o trastorno mental. Esto genera un aparato de consumo y de adicción a los fármacos.

ILUSTRACIÓN DE LUIS QUILES

 

La Encuesta Nacional de Adicciones (2011)[10] en la población de 12 a 65 años, realizada por el Instituto Nacional de Salud Pública, la Comisión Nacional contra las Adicciones y el Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones, reporta que el mayor consumo de drogas reside en los tranquilizantes y las anfetaminas que se recetan por la escala de salud K6 (K-10). Lo sorprendente de esta encuesta es que no hace mención, ni reflexión, sobre el consumo de fármacos psicotrópicos y su uso que ocasiona una cierta adicción. Atonoxetina es el fármaco que se receta para tratamiento de trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), a partir de los 6 años. Este medicamento crea en los consumidores un incremento de la presión arterial y la frecuencia cardiaca.

“[…] un estudio en The journal of pediatrics que trata precisamente el aspecto de la administración de medicamentos de tipo psicotrópico en los EE. UU. Este tipo de estudio observacional retrospectivo, se basó en información de 2001 a 2009 y entre otros muchos e interesantes datos, nos aporta uno muy relevante, y es que de una revisión de 33.565 niños con un diagnóstico de TEA, el 64% recibió al menos un fármaco psicotrópico, el 35% usaba 2 tipos combinados y el 15% usaba 3 tipos o más de fármacos combinados”.[11]

En un artículo de la “página web Aprendde”, la directora Edna Rhodes, señala que hay cinco cosas que dañan el desarrollo actual de los niños: el uso indiscriminado de la tecnología, la falta de límites y de estructura, la falta de responsabilidad y mal manejo de frustración y emociones, estrés y sobreocupación; y la falta de empatía y habilidades sociales.[12] Y sin embargo, se les medica aún a pesar de saber que las relaciones amorosas, los encuentros y desencuentros con la angustia que causa la existencia es el anclaje de la constitución de la subjetividad mórbida. Pero también mediante el apalabrar es que se desanuda la enfermedad que es cosa del espíritu-del cuerpo.

En nuestras sociedades poscapitalistas el orden disciplinario aparece como práctica “medicamentosa” y ésta es del orden de lo violento ya que clasifican, condicionan y crean procesos de exclusión dentro de las instituciones educativas a las niñas y niños. Estas prácticas medicamentosas hacen uso de las instituciones educativas y de la institución familiar para lograr la disciplinariedad de los cuerpos, las emociones y los afectos. Como otro ejemplo de política de enfermedad mental y uso de la institución familiar, es la obesidad, la bulimia y la anorexia; según los datos del sector salud hay por lo general un integrante en la familia que padece una de estas enfermedades. Sin embargo, no se subraya que esta “enfermedad mental” es causada por la frustración que brinda el bombardeo publicitario de ideales de belleza, de cuerpo y de personalidad.

ILUSTRACIÓN DE VIVIAN SHIH

La anorexia y la bulimia son trastornos psicogénicos de la alimentación (TPA), se desarrollan alrededor de los 12 a los 17 años y uno de cada 250 adolescentes los padece. “los más vulnerables de sufrir estos trastornos son las personas que provienen de familias en las que se pone mucha atención en la imagen física”, menciona Arroyo S.[13] En un estudio sobre trastornos alimentarios y de la imagen realizada por el Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género (CEAMEG), se reconoce que el factor publicitario y los medios de comunicación masiva reproducen los estereotipos poscapitalistas de belleza y perfección corporal. Desde el 2009 se convierte una práctica ser delgada y mostrar el llamado puente de bikini y las clavículas. “Ahora este fenómeno se ha hecho global […] en 2013: el thigh gap, que es el espacio que les queda a algunas modelos entre los muslos cuando juntan los pies en el suelo se advierte que no todo mundo tiene este hueco entre los muslos, y el empeño en lograrlo puede causar diversos trastornos”.[14] Los imaginarios sociales creados por las industrias producen en las mujeres, hombres, niñas y niños estrés, enojos, agresiones, depresiones que reaparecen en males cancerígenos, hipertensiones y cardiacos. “la depresión se ha producido porque su sistema emocional, físico e intelectual no puede soportar hasta el infinito la hiperactividad provocada por la competencia y los psicofármacos”.[15] Debido a ciertas manifestaciones socioculturales de moda y/o de violencia, los sujetos se deprimen y llegan al suicidio. Las patologías son ahora globales y su “atención” la brinda el monopolio industrial farmacéutico mediante el médico, el psiquiatra y el psicólogo y por el monopolio de la industria de los productos.

“Hoy la enfermedad mental se muestra cada vez con mayor claridad como una epidemia social o, más precisamente, sociocomunicativa. Si quieres sobrevivir debes ser competitivo, tienes que estar conectado, tienes que recibir y elaborar continuamente una inmensa y creciente masa de datos. Esto provoca estrés de atención constante, y una reducción del tiempo disponible para la afectividad. Estas dos tendencias inseparables devastan el psiquismo individual […]”.[16]

Otra de las formas de enfermedad en el poscapitalismo es el intercambio de sexo por internet a cambio de un artículo es una forma de anestesiar las frustraciones que ha creado el poscapitalismo. Acceder de una cierta forma al consumo de los productos que no se pueden obtener mediante el bajo salario o la falta de preparación profesional o técnica, ha llevado a los sujetos a construir prácticas de sexo por productos y servicios. El trueque sexual por Facebook es una nueva forma de prostitución “el lugar más directo para intercambiar sexo por artículos o servicios… un grupo cerrado creado apenas hace un par de años bajo el nombre DF Trueque x sexo, mantiene hasta hoy 118 miembros”,[17] los sujetos intercambian sexo por muebles, ropa, comida, por cuentas de internet o wifi, por buenas charlas, etc., nada de dinero, puro artículo, objetos y servicios.

ILUSTRACIÓN DE LUIS QUILES

 

“Curar” la frustración de la no realización del acto sexual por consumo es la normalidad y “curar” la frustración de la no realización del consumismo por cuestiones de vulnerabilidad sociocultural y profesional es la normalidad; de una u otra forma son prácticas en las cuales se conectan y viven los sujetos de nuestro tiempo poscapitalista, haciendo uso de las tecnologías y sus aplicaciones. La normalización de los sujetos sociales pasa por el consumo de productos ya sea farmacéutico, tecnológico o de entretenimiento. La enfermedad es la normalización de los sujetos y es a la vez la “cura”, aunque falsa, ya que es una cura que adapta a los sujetos al medio sociocultural poscapitalista.

Los rituales dentro de la sociedad poscapitalista pretenden sosegar la angustia que acontece en el sujeto y la cual se anuda a la contradicción. Angustia y contradicción son los elementos móviles del sujeto, porque lo mueven a tomar decisiones, a decidir, a pensar, a tomar en cuenta la existencia y su existencia. El ritual de la medicalización, consumismo y entretenimiento; le brindan al sujeto una cierta precaución sobre y ante la angustia y la contradicción. Sin embargo, la precaución mediante la medicalización ofrece someter al sujeto cada vez más al malestar, de tal forma que esta anestesia lo enferma mentalmente y aquí acontece la enfermedad orgánica-fisiológica debido al exceso de medicamento que daña órganos del cuerpo. Desprecaucionarse es la cuestión y ocupar el lugar de la existencia que no es sin angustia. Mediante el lenguaje, el hablar, el mantener y sostener la relación de carne y hueso con el otro; sostener el lazo social, de eso se trata, es una vía de transgresión contra la enfermedad mental del y en el poscapitalismo.

 

Bibliografía 

  1. Arroyo, Samuel, “Aumentan casos de bulimia y anorexia en México”, en Bienestar180, (http://www.salud180.com/salud-dia-dia/aumentan-casos-de-bulimia-y-anorexia-en-mexico)
  2. Berardi, Bifo Franco, La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento social, Traficante de sueños, Madrid, 2003.
  3. Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género, Diagnóstico de la problemática de las mujeres jóvenes en México (adicciones, embarazo temprano, trastornos alimenticios y de la imagen), México, 2016, (http://www3.diputados.gob.mx/camara/content/download/334571/1192803/file/Trastornos_alimenticios2016.pdf)
  4. Comin, Daniel, “Antipsicóticos y autismo: ¿Medicamentos por protocolo o necesidad?”, en Autismo diario, (https://autismodiario.org/2013/10/24/antipsicoticos-y-autismo-medicamos-por-protocolo-o-necesidad/)
  5. Foucault, Michel, Enfermedad mental y personalidad, Paidós, México, 2008.
  6. ______________, El poder psiquiátrico, F.C.E., Buenos Aires, 2007.
  7. Instituto Aprendde, “5 cosas que dañan el desarrollo de los niños en la actualidad”, en Aprendde, (http://www.aprendde.com/blog/5-cosas-que-danan-el-desarrollo-de-los-ninos-en-la-actualidad/)
  8. Mannoni, Maud. La primera entrevista con el psicoanalista, Gedisa, Barcelona, 2003.
  9. Toche, Nelly, “Aún sabemos muy poco del autismo”, en el periódico El economista, México, 29/02/16.
  10. Vice/Luis Chaparro. “Trueque sexual en Facebook; la nueva forma de prostitución”, en el periódico Excélsior, México, 19/07/2017.

 

Notas

[1] Michel Foucault, Enfermedad mental y personalidad, ed.cit., p. 15.
[2] Ibídem, p. 19.
[3] Ibídem, pp. 83-84.
[4] Ibídem, pp. 19-20.
[5] Ibídem, p. 59.
[6] Michel Foucault, El poder psiquiátrico, ed.cit., p. 17.
[7] Maud Mannoni. La primera entrevista con el psicoanalista., ed.cit., pp. 131-132.
[8] Ibídem, p.134.
[9] Nelly Toche, “Aún sabemos muy poco del autismo”, ed. cit.
[10] v. Instituto Nacional de Salud Pública, Encuesta Nacional de Adicciones (ENA) 2011, (http://encuestas.insp.mx/ena/ena2011/ENA_Metodologia_04Nov2012.pdf)
[11] Daniel Comin, “Antipsicóticos y autismo: ¿Medicamentos por protocolo o necesidad?”, ed.cit.
[12] Instituto Aprendde, “5 cosas que dañan el desarrollo de los niños en la actualidad”, ed.cit.
[13] Arroyo, Samuel, “Aumentan casos de bulimia y anorexia en México”, ed.cit.
[14] Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género, Diagnóstico de la problemática de las mujeres jóvenes en México, ed.cit.
[15] Franco Berardi, La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento social, ed.cit., p. 20.
[16] Ibídem, p. 24.
[17] Vice/Luis Chaparro, “Trueque sexual en Facebook; la nueva forma de prostitución”, ed.cit.

 

 

 

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