La muerte es una mezcla de la eternidad con el tiempo;
en la muerte de un hombre bueno,
se ve la eternidad mirando a través del tiempo.
Johann Wolfgang von Goethe
Resumen
En este trabajo se tiene el propósito de analizar el sentido de la expresión “für ewig” de Gramsci. Sostendremos que la expresión sugiere una concepción del tiempo como una institución social definida por las clases sociales que intentan resignificar el sentido del presente, el pasado y el futuro. Argumentaremos que la expresión refiere a una tensionalidad política entre dos propuestas de tiempos históricos: el tiempo histórico del capitalismo (la melancolía) y el tiempo histórico del socialismo (la esperanza). La lucha política hacia el socialismo tensa ambos momentos y con ello produce una constante incertidumbre en relación a la conquista de un instante histórico que iluminaría por sobre el horizonte un pasado vindicado por el presente que apunta a reproducir sus conquistas civilizatorias en el porvenir.
Palabras clave: für ewig, matriz temporal, memoria, porvenir, Gramsci, temporalidad.
Abstract
In this work we have the purpose of analyzing the meaning of the “für ewig” expresion in Gramsci’s thought. We will argue that the expression suggests a conception of time as a social institution defined by social classes that try to resignify the meaning of the present, the past and the future. We will argue that the expression refers to a political tension between two proposals of historical times: the historical time of capitalism (melancholy) and the historical time of socialism (hope). The political struggle towards socialism tense both moments and thus produces a constant uncertainty in relation to the conquest of a historical moment that would illuminate over the horizon a past vindicated by the present which aims to reproduce its civilizing achievements in the future.
Keywords: für ewig, temporal matrix, memory, future, Gramsci, temporality.
En la obra de Gramsci la expresión “für ewig” es mencionada por primera vez en una de las cartas que el dirigente revolucionario envía a su cuñada Tatiana Schucht, el diecinueve de marzo de 1927. En la epístola la frase es mencionada tres veces. Después de eso jamás volverá a ser utilizada. La importancia de esta carta ha recaído en el hecho de que en ella se encuentra el primer esbozo o germen del contenido de los futuros Cuadernos de la cárcel. Citamos a continuación el fragmento:
“Estoy atormentado (éste es un fenómeno propio de los encarcelados, creo) por esta idea: debería hacer algo “für ewig”, según una vieja concepción de Goethe, que recuerdo atormentó mucho a nuestro Pascoli. Quisiera, según un plan preestablecido, ocuparme intensa y sistemáticamente de algún tema que me absorba y centralice mi vida interior. Pensé hasta ahora en cuatro temas, lo cual es un índice de que no me puedo concentrar, es decir: 1) Una investigación sobre la formación del espíritu público en Italia en el siglo pasado; en otras palabras, un trabajo sobre los intelectuales italianos, sus orígenes, agrupaciones, según las corrientes de la cultura, sus modos de pensar, etcétera, etcétera. […] ¿Recuerdas mi corto y superficial ensayo sobre Italia meridional y sobre la importancia de B. Croce? Bueno, quisiera desarrollar ampliamente la tesis que bosquejé entonces, desde un punto de vista “desinteresado”, “für ewig”. 2) ¡Un estudio de lingüística comparada! Ni más ni menos. ¿Qué cosa podrá ser más desinteresada y für ewig que eso? […] 3) Un estudio sobre Pirandello y sobre la transformación del gusto teatral italiano que éste representó y contribuyó a determinar. […] 4) Un ensayo sobre las novelas de suplemento y el gusto popular en la literatura […] ¿Qué te parece todo esto? En el fondo y viéndolo bien, te darás cuenta que en estos cuatro temas hay homegeneidad: el espíritu popular creativo en sus diversas fases o grados de desarrollo”.[1]
Comúnmente, la expresión a la que referimos se ha traducido e interpretado según el sentido de que Gramsci deseaba escribir una obra, literalmente, para “la eternidad” —como si ansiara desde el principio que su obra se convirtiese en un clásico del marxismo—, a modo de que la actividad política cotidiana de la juventud consejista y partidiaria le hubiera impedido pensar algo más allá de la agitación inmediata que supone la política del día a día. De esta manera la cárcel sería una reminiscencia de aquella montaña en la que Heráclito se retiraría a filosofar tranquilamente en el seno de una soledad autoinflingida y según los designios de la bien conocida ironía socrático-platónica del rey filósofo. Nada más falso que esto último.
En primer lugar, la fama de Gramsci en vida fue siempre limitada. El propio Gramsci relata que en el periodo posterior al reclusorio de Turi lo acogieron —incluso sus propios compañeros— como a un preso cualquiera. Su nombre, deformado de las maneras más inverosímiles, no era conocido más allá de un círculo bastante restringido, y es que, ciertamente, ese desconocimiento fue alimentado por él mismo, sin quererlo, con la negativa de la publicación de sus artículos periodísticos aparecidos en el Grido del Popolo, Avanti! y L´ Oridine Nuovo. Gramsci jamás se autoconcibió como un gigante ciclópeo del marxismo. La autoconsciencia de su actividad militante a la que prácticamente dedicó toda su vida, y que incluso —podríamos decir— continúa en el periodo carcelario (y aquí nos enfrentaremos a esas interpretaciones para las cuales la actividad política de Gramsci termina al pisar la cárcel), se resume en sus propias palabras: “Yo no quiero hacerme ni el mártir ni un héroe. Creo ser simplemente un hombre medio, con sus profundas convicciones las cuales no cambia por nada del mundo”.[2]
Serán estas convicciones las que se pondrán a prueba en el periodo de la triple derrota: a) la de las insurrecciones obreras europeas de los años 20; b) la derrota posterior frente al fascismo; c) y la significada por el empantanamiento político de La Tercera Internacional. Hablamos de una coyuntura específica signada por el despliegue de una configuración de fuerzas sociales principalmente antagónicas para el comunismo. Aun así, puede rastrearse en la correspondencia que el preso político mantenía con su madre que esas convicciones de hombre medio fueron vindicadas con una firmeza de carácter inquebrantable: “en el fondo, la detención y la condena, de cierto modo, los quise yo mismo, porque nunca quise cambiar mis opiniones, por las cuales estaría dispuesto a dar la vida, y no sólo estar en prisión”.[3] En aquella inteligencia de la pasión se adelantaba una renuncia a la ingenua esperanza de la pronta caída del fascismo, y así, al melancólico presentimiento del largo encarcelamiento y al ensayo incluso para desaparecer como una piedra en el océano. En este contexto la construcción de los Cuadernos se le presenta, inicialmente, como un suspiro de amplias dimensiones reflexivas que le darían sentido a su actividad militante o un sistema de autodefensa contra el peligro del embrutecimiento intelectual por el que se sentía amenazado. La escritura se convierte en una forma de resistencia porque permite volver a insertar la temporalidad propia en una dimensión constructiva.
La reflexión planeada por Gramsci apuntaba hacia la autocomprensión de la triple derrota histórica bajo el eje de aquel concepto que ya estaba esbozado en el pequeño artículo Sobre la cuestión meridional: la hegemonía, sus condiciones y su estructura. Pensar “desinteresadamente” significa dedicarse al estudio por el estudio; cosa que se dificultaría al no tener inmediatamente frente a sí a un interlocutor. He aquí la razón por la cual el método de los Cuadernos se define según su carácter dialógico (el diálogo con uno mismo): con diferentes ritmos, como un camino de bosque zigzagueante que podría parecer abandonado e incluso caótico. El diálogo con uno mismo es aquí la cuerda sobre la que se tiende la resistencia a la locura de la experiencia de tirar piedras en la oscuridad. El repliegue hacia sí mismo es un movimiento de esperanza, pues la derrota que el fascismo se proponía imponer consistía en mantener en la sombra, rodear de silencio, el terreno mismo donde éste maniobra, el plano sobre el cual se libra la batalla decisiva: el de la confección de lo sensible y de las inscripciones de la voluntad nacional popular en el seno de la construcción de un nuevo bloque histórico anticapitalista y, finalmente, socialista. Esa voluntad de poder (y esto es algo que sabía muy bien el fascismo) no es posible sin la esperanza. He aquí un primer acercamiento al significado de esta expresión sobre la que reflexionamos.
No obstante, quedan varias interrogantes por resolver. Una de ellas es la cuestión de la referencia a Goethe y a Pascoli (éste último tan poco afín para él).[4] La “compleja concepción” a la que Gramsci alude se halla en el poema “Per sempre” de los Canti di Castelvecchio. Citamos a continuación una versión del poema:
¡¿Yo te odio?!… No te amo, ya lo ves,
No te amo… ¿Te acuerdas de aquel día?
Muy lejos llevaban los pies
a un corazón que pensaba en la vuelta.
Y así volví… y tú no estabas.
Había en la casa un eco del ayer,
de un largo prometer. Y conmigo
me llevé de ti sólo aquel eco:
¡PARA SIEMPRE!
No te odio. Pero el eco callado
de aquella infinita promesa
viene conmigo y mueve el corazón
con el cortado palpitar de las horas;
gime en el corazón con el grito
de pájaro implume caído del nido:
¡PARA SIEMPRE!
No te amo. Miré sonriendo
la flor de tu blando rostro.
Tiene todos tus ojos, pero el rostro…
no es tuyo. Y besé la carita desconocida
sin sobresalto de la sangre.
Le dije: “¿Y a mí, me quieres?”.
“¡Sí, mucho!” Y fijó tus ojos en mí.
“¿Para siempre?”, le dije. Me dijo:
¡PARA SIEMPRE!
Respondí: “eres niña y no sabes
lo que quiere decir “para siempre”.
Contestó: “¿No sé lo que es?”.
Para siempre quiere decir morir…
sí: dormirse en la noche:
quedarte tal como estabas
¡PARA SIEMPRE![5]
Algunas veces los intérpretes de la expresión für ewig, “para siempre”, aducen su significado al posible vaticinio que Gramsci concebía sobre su propia muerte: la autoconsciencia de su dramático estado de salud sería el derrotero para llegar a esa deducción. Ello conduciría a una lectura de los Cuadernos bajo la perspectiva del testamento que, si bien coincide con las últimas reflexiones de Gramsci en vida, desestima por completo una inquietante actitud ante el tiempo, que permite observar una curiosa inclinación hacia la quietud o el movimiento, el olvido o la continuidad de la memoria. Aludimos a una concepción del tiempo como una institución social definida, en última instancia, por las relaciones de fuerzas sociales en una coyuntura concreta de la lucha de clases, en donde se juega la vigencia y la reproducción de las clases sociales según la significación material que pretenda reproducirse sobre el presente, el pasado y el futuro. Para comprender esto habrá que emprender un camino hacia la clarificación de las diversas modalidades de producción/consunción del tiempo histórico según la dinámica de reproducción social propia del precapitalismo, del capitalismo y, finalmente, del socialismo. Esta será nuestra plataforma sobre la que pretendemos aclarar el significado de la expresión für ewig y sus relaciones con las otras modalidades de producción/reproducción del tiempo histórico.
El concepto de matriz temporal
No existe algo así como un tiempo único, “objetivo”, sometido a la ideología (como consciencia falsa de la realidad) de un grupo o fracción de clase. El tiempo no es una realidad neutra dada en la que se sobreescriban otras realidades en una relación de continente a contenido. En realidad, la constitución interna del sentido de la temporalidad se estructura siempre a partir de determinadas formaciones sociales que pueden generalizarse en el concepto de “modo de producción”. El sentido del tiempo reproducido en el capitalismo y en el precapitalismo, por ejemplo, es fundamentalmente diferente. Antes de continuar, y para diferenciar el concepto de tiempo —como problema propio de la Metafísica y de la Física moderna— del problema que deseamos aclarar, referiremos al objeto que estamos investigando con el nombre de matriz temporal.[6]
Las matrices temporales son marcos referenciales sociales inducidos —en última instancia— por las relaciones sociales de producción y los procesos de trabajo en el marco de un determinado bloque histórico. Cuando una determinada fracción de clase logra ejercer la hegemonía sobre el conjunto de la sociedad por medio de la inscripción en su armazón estatal de la representación de la unidad y la regulación temporales, este marco referencial inicial, con fundamentos materiales, se convierte, a la vez, en presupuesto de las relaciones sociales desplegadas en la sociedad. Las matrices temporales son, a su vez, el armazón o el espacio de determinación en última instancia del Estado, de las prácticas de los poderes económicos, políticos e ideológicos, es decir, como sustrato real de las representaciones del tiempo (como tiempo mítico, religioso o inmanente). De ahí que el concepto de matriz temporal no se reduzca a las representaciones ideológicas de la temporalidad o al ámbito de la historia de las mentalidades como simple transformación de los campos de representación culturales independientemente de las relaciones sociales de producción y la división del trabajo.
La génesis de una matriz temporal no puede ser reductible a una causalidad mecánica que designaría a ciertas relaciones de producción ya existentes que preceden a ésta. Las matrices temporales aparecen al mismo tiempo que las relaciones sociales de producción como presupuesto lógico. Así como el poder político no aparece posterior a las relaciones sociales de producción, sino con éstas últimas, así también las matrices temporales están inscritas en los armazones del poder político y constituyen modalidades del ejercicio del poder. El poder político, por ejemplo, en el Estado capitalista, acapara el tiempo que interviene en el establecimiento de esa matriz en el sentido de que monopoliza los procedimientos de su organización erigidos por él mediante sus redes de dominación. La organización política del sentido de la temporalidad se despliega según la materialidad institucional y el funcionamiento general de cada bloque histórico. A continuación hablaremos de las condiciones y las especificidades de las matrices temporales de los principales modos de producción estudiados por el marxismo.
La matriz temporal precapitalista
La matriz temporal de la antigüedad (Grecia, principalmente) difiere de la del feudalismo, aunque ambas presentan columnas vertebrales análogas. En estas sociedades las fuerzas productivas poseen límites naturales contorneados según la impronta de la lógica de la reproducción en términos simples y cerrados. La naturaleza se presenta como la fuerza productiva por excelencia: representa el arsenal, la materia prima de la producción y el supuesto de toda actividad productiva. El “sujeto” productor (directo) media su comportamiento de poseedor de los medios de producción como miembro inmediato de una comunidad natural y, por ende, como órgano presupuesto en la unidad cerrada de las condiciones de trabajo. En estas sociedades la reproducción simple se asegura mediante un sistema de relaciones económicas, políticas e ideológicas, unidas de modo inmediato, al tiempo que la coerción ejercida sobre los productores se despliega de forma natural y pública. Las actividades económicas son al mismo tiempo políticas, en la medida que éstas se hallan determinadas por su contenido social.
La estructuración temporal es aquí de tiempos singulares (señorial, agrícola, etc.), continuos, homogéneos y repetitivos, cuyo trascurrir no puede ser segmentado y medido de manera universalizable —en sentido estricto no pueden ser mensurables. No hay en ellos sucesión ni encadenamiento, y por ello su marco de referencia se identifica con la cualidad mítica. Su génesis no se halla en la historia acumulativa, sino en la omniscencia primordial en donde el presente permanece incluido en sus orígenes y ancla su sentido en la atribución del antes y el después: el pasado se reproduce en el presente, en un contacto —la anámnesis— con la esencia que se manifiesta en lo actual, y en la que el futuro no es más que retorno de lo mismo. En el medievo es el tiempo de lo eterno, situado entre la creación y el juicio final; y aunque parezca que de ello se desprende una materialidad lineal, ambos momentos se hallan copresentes a la actualidad de lo divino. En estas sociedades el poder político encarna sus estructuras en el cuerpo del monarca, donde fluye la circulación de soberanos sobre la que se re actualiza lo divino. Lo político no se historiza: se conmemora.
La matriz temporal capitalista
El capitalismo, como sistema de relaciones sociales volcado hacia un productivismo abstracto emanado del mundo de las mercancías y exigido por el automatismo de la reproducción ampliada del capital (como proceso de valorización del valor), supone una configuración en términos de valor no sólo de la realidad objetiva como riqueza, sino también, y fundamentalmente, de los sujetos productores cuyos lazos mutuos y respecto a los objetos sociales se definen ahora en el intercambio mercantil. La doble libertad que suponen los procesos de acumulación originaria (respecto de las fuerzas productivas y respecto del poder coercitivo precapitalista) anuncia la llegada a la historia de un sujeto de trabajo configurado exclusivamente como fuerza subjetiva de trabajo constituida como mercancía y cuya esencia se reproduce en el intercambio mercantil capitalista.
Como ha demostrado Marx en El capital, el fundamento que posibilita la circulación mercantil capitalista se encuentra en la producción de la riqueza en términos de valor o la codificación del conjunto de valores de uso a una propiedad social abstracta que no tiene “ni un sólo átomo de valor de uso”:[7] el trabajo humano indiferenciado que, en cuanto cristalización de esa sustancia social suya, crea valores. Ello permite que en el ámbito de la circulación mercantil capitalista las mercancías difieran sólo en cuanto a su cantidad de sustancia generadora de valor (determinado en el ámbito de la producción), es decir, en cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario según determinada mercancía. Las mercancías que contienen cantidades iguales de trabajo poseen la misma magnitud de valor, su diferencia en magnitud de valor (y la permanencia de esta sustancia en el intercambio) explica la necesidad de que el valor (desplegado) exprese además magnitudes cuantitativamente diferenciadas de valor respecto de otras mercancías. En esta explicación pormenorizada se contiene ya el germen del funcionamiento esencial de la sociedad capitalista, pues si sólo el valor como producto del trabajo produce la riqueza social, el espacio de “la ganancia del capitalista” no es más que plus valor o tiempo de trabajo impago extraído del ámbito productivo, es decir, diferencia cualitativa establecida según la contradicción valor-valor de uso: el capitalista paga una mercancía (la fuerza de trabajo) que utiliza como fuente de todo valor, extrae un plus tiempo de trabajo impago sin necesidad (al menos en nuestra explicación lógica) de infringir las leyes del Estado capitalista. En una sociedad que produce su riqueza en forma de mercancías abstractas, el tiempo se transforma en el espacio de creación de la riqueza social, y su mercantilización en el eje fundamental de la reproducción ampliada del capital.
La matriz temporal que se reproduce en el capitalismo se desarrolla con este proceso de valorización del valor como sucesión de innumerables quiebres y fragmentos articulados en un encadenamiento acumulativo que se exterioriza en los productos del trabajo que se presentan como progreso. Los segmentos que conforma la estructura capitalista se muestran como serie más o menos ordenada por el ritmo de la acumulación capitalista. El tiempo se vuelve irreversible e impulsado (por el automatismo del capital) hacia un futuro relativamente abierto a múltiples posibilidades; mismas que tenderán a ser truncadas según los nuevos ritmos productivos del capital (por donde la temporalidad se conforma como tiempo sin fin). Este proceso de universalización material de la experiencia temporaria estatuye la garganta metálica del reloj como la voz de la nueva lengua universal. La idea de la repetición de momentos cualitativamente iguales es la base de construcción de los relojes que a su vez nos sugieren la existencia objetiva de este tiempo lineal, meramente cuantitativo y sin cualidades específicas. La idea del tiempo lineal es relativamente vieja, pero alcanza su fuerza actual con la aparición de relojes cada vez más exactos y baratos, es decir, omnipresentes y con la forma económica que se basa exclusivamente sobre el aspecto cuantitativo del valor.
Pero las clases dominantes no se limitan a ordenar el tiempo: la habilidad de acelerar el tiempo (según los ritmos del capital) y la de retrasar, inmovilizar o destruir los tiempos de los trabajadores, principalmente el tiempo del goce social, es uno de sus poderes fundamentales. En la medida que el espacio laboral se convierta en tortuoso para el trabajador, su tiempo en él se convertirá en una negación del tiempo libre: de ahí que la expresión “tengo tiempo libre” se utilice fuera del trabajo. El “tiempo de goce”, determinado como tiempo que debe gastarse exclusivamente fuera del proceso productivo, sólo tiene sentido para el capital como espacio en donde se repone la fuerza de trabajo gastada en el proceso productivo (la magnitud de ese tiempo depende de los niveles culturales alcanzados en cada nación). Si el tiempo de goce no es determinado por el capital entonces se transforma en “pérdida de tiempo”. En una economía en que el acceso a la riqueza social es equivalente al tiempo enajenado que succiona el capital, perder el tiempo se presenta como perder la vida –incluso amar es una pérdida de tiempo. Esa determinación es la que permite comprender el significado de que el pasado (el capital como trabajo acumulado) domine sobre el presente (el tiempo como espacio de la reproducción humana).
Ahora bien, la estructura de las relaciones sociales de producción que hemos descrito son las que inducen el marco referencial material del tiempo serial y acumulativo sobre las que el Estado capitalista enraíza su materialidad institucional (política, jurídica, ideológica) organizadora y reguladora de la cuadriculación de las diferencias temporales que mantienen aún las socialidades subalternas en resistencia dentro de este Estado nación. La intervención estatal en la unificación del pueblo nación monopoliza la historia de las clases subalternas, las convierte en un segmento determinado por él y las codifica según la historia nacional que en él se deposita: todo en una dinámica de revolución pasiva. En los momentos de la lucha de clases donde la correlación de fuerzas se presenta como adversa para las clases subalternas (limitadas para inscribir su historicidad en la institucionalidad del Estado nación), el Estado tiende a liquidar fácilmente las tradiciones y las historias incluidas y dominadas en su interior. Aunque la matriz temporal del bloque histórico capitalista sea abierta, su carácter se haya dominado por el orden del tiempo producido y sancionado políticamente bajo su égida clasística. Incluso, más que producirlo, administrarlo y monopolizarlo, lo eterniza. La deshistorización que orquesta el Estado capitalista sobre las relaciones políticas y productivas implica el despliegue de una estrategia material cuyos resultados epistémicos, para las clases subalternas, tienden a decantar en la condensación de una noción de la historia como espacio sin tiempo, que cancela la memoria o la inteligencia del fluir de la historia como resultado de la lucha de clases y en cuyo movimiento se incluye la posibilidad del quiebre de la reproducción social imperante. El orden capitalista lucha para presentarse como intemporal y, por ello: intransformable.
La matriz temporal socialista, fundamento de la expresión für ewig
Al hablar de la matriz temporal del socialismo nos encontramos con el problema de qué entendemos por socialismo. Sin entrar directamente en esta la discusión, es necesario aclarar que en Marx no hay una teoría del socialismo (como sí hay teoría del valor, por ejemplo) o de la transición hacia el socialismo. En su obra encontramos más bien una serie de condiciones sobre las que podría sostenerse un proyecto socialista: 1) abolición de la propiedad privada de los medios de producción; 2) reapropiación de la producción social a partir de la centralización de los medios de producción y su regulación social según las necesidades de la colectividad y de cada individuo; 3) reapropiación de la socialidad en el proceso productivo a partir de la supresión de la división capitalista del trabajo, de la superación entre trabajo intelectual y manual, entre productores y administradores; 4) reapropiación o liberación del valor de uso para lo humano mismo, suponiendo así la supresión de la producción de mercancías capitalistas; 5) reapropiación del tiempo como tiempo para el goce como correlato de la desaparición de la escasez económica; 6) superación de la escisión entre la sociedad civil y el Estado, o reapropiación política autogestiva por medio de la inscripción de los ritmos de los tiempos y las historicidades subalternas en el nuevo bloque histórico socialista.
Sobre estas condiciones podrá desarrollarse un proyecto histórico en donde el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos. El despliegue de poderes y capacidades creativas humanas que, en cuanto tales, son fines en sí mismas, sólo pueden extenderse bajo una dinámica de desarrollo y regulación de ciertas fuerzas productivas que permitirán reducir al mínimo el trabajo social necesario, y favorecer el tiempo humano para la formación en la cultura, para perfeccionarse espiritualmente, para dedicarse a sus funciones sociales, para jugar y para amar. En estas circunstancias la medida de la riqueza no será ya el tiempo de trabajo, sino el tiempo libre. El día cero de la humanidad comenzaría (fin de la prehistoria de la humanidad) porque el tiempo y la historicidad temporal reapropiada sería el espacio de desarrollo del sujeto verdaderamente humano. El tiempo fluiría de manera abierta y heterogénea, por donde su fuerza gravitatoria se orientaría hacia el presente como instante definitorio del sujeto humano.
Cierto es que la construcción del socialismo no es teleológicamente necesaria, sino únicamente posible. En las condiciones de reproducción y dominio capitalista se halla abierta la posibilidad de la expansión del tiempo libre y de la reproducción nacional de los ritmos de la historicidad de los sectores subalternos; las fuerzas productivas abren esa primera posibilidad, y la reproducción de clases abiertas, la segunda. El intersticio del que hablamos se haya sometido a la lógica parasitaria pero dominante del capital y del Estado capitalista. Si nos representáramos el recorrido automático o la lógica de la matriz temporal capitalista, el destino de su propio viaje no sería jamás el socialismo. El socialismo es más bien una lucha para frenar o interrumpir ese recorrido; las revoluciones son, como diría Benjamin, el manotazo hacia el freno de emergencia que da el género humano que viaja en ese tren mismo que corre por sobre las vías lineales de la temporalidad “infinita” del progresismo. Frenar el tren, descarrilarlo, es una metáfora de relativizar materialmente el tiempo.
En la Física moderna se acepta por lo general la ruptura epistemológica que representa la teoría de la relatividad de Einstein (sobre todo en la Física nuclear y en la Astronomía), pero no así en el ámbito filosófico y de las ciencias sociales. Se trata de una ruptura epistemológica que pondría en peligro las bases teóricas de la matriz temporal capitalista. Por eso es que los intelectuales de esta clase argumentan que los descubrimientos de la teoría de la relatividad sólo son aplicables en términos de “muy grandes velocidades” o “muy grandes distancias” que supuestamente no existen en la vida cotidiana de los sujetos sociales. Pues bien, será en el siguiente apartado donde sostendremos que en la noción für ewig se halla inserta una propuesta de la relatividad del tiempo histórico como dependiente, en última instancia, de las relaciones de fuerzas sociales desplegadas en el escenario de la construcción de una memoria histórica como potencia material de las clases sociales que encumbran sus esperanzas sobre el horizonte de la organización por el socialismo.
Por fin, sobre la noción für ewig
Como decíamos al principio de nuestro ensayo, la expresión für ewig la escribe Gramsci en un contexto de: 1) una triple derrota política; 2) la necesidad de la comprensión teórica de esa derrota; 3) la fuerza de un ritmo disciplinario que evitara su autoconsumo en la experiencia del tedio y la locura. Es evidente que aún en este contexto Gramsci no renuncia a la perspectiva de la necesidad de una revolución socialista como inflexión o avance civilizatorio frente a la barbarie social inducida por el imperialismo y el fascismo. Gramsci sabía bien que esa derrota temporal se definía según las maniobras y la posibilidad del despliegue de fuerzas sociales tanto del fascismo/imperialismo como de las fuerzas opositoras. Si una derrota es temporal, una victoria también lo es; el tiempo en uno y otro estadio sucede, en realidad, con cualidades históricas diferentes. Mientras que la experiencia de la ofensiva revolucionaria —1917, el momento de la actualidad de la revolución— hacía fluir la intensidad del tiempo y la historia hacia el porvenir (o tal vez hacía fluir el manantial del tiempo del porvenir al presente), la experiencia de la derrota excluye el porvenir o trunca la construcción de la esperanza como reducción de lo actual a la agonía de un presente que se desintegra lentamente en el pasado. Cuando la perspectiva del tiempo avanza hacia el futuro la escritura y la militancia avanzan por ese mismo cause, pero cuando las relaciones de fuerzas adversas amenazan con la inmovilización absoluta de la voluntad entonces la escritura y la escasa actividad política pueden fluctuar y, probablemente, dirigirse a un vacío, hacia la eternidad. Esto es lo que se presenta en la parte del poema:
Para siempre quiere decir morir…
sí: dormirse en la noche:
quedarte tal como estabas
En este caso la muerte no refiere precisamente a la muerte física o biológica de una persona, sino a la inquietante y latente posibilidad de que los esfuerzos subalternos en vías de escribirse materialmente en el papel de la historia queden truncados como imposibilidad de su florecimiento en el engarce con el porvenir; esfuerzos que como chispas de una fogata se desprenden flotando hacia la nocturna y estrellada nada. La expresión für ewig nos enseña cuál es el arma decisiva del poder político de la clase dominante: el olvido, la desmemoria, la institucionalización de la experimentación cotidiana del tiempo capitalista como tiempo que aparecerá todas las mañanas al despertarnos, y la incertidumbre permanente de que los esfuerzos de las clases subalternas se verán cercenados siempre de la noche a la mañana, se quedarán tal como están. Quedarse dormido, morir, es aquí un eufemismo de quedarse fuera de la historia o en la permanente agonía de un presente ilusorio, en el sueño de la eternidad.
La expresión für ewig es un grito agónico de desesperación que intenta trasladar la esperanza de las generaciones anteriores a una que se dirige hacia nosotros. Es una apuesta para dirigir los esfuerzos presentes, por precarios que sean éstos, hacia un porvenir incierto por medio de la lucha contra la desmemoria que conduce a repetir y a ahondar el horror. Creemos que la lucha contra la desmemoria que nos lega Antonio Gramsci nos es comunicada por medio de los resultados obtenidos en sus Cuadernos. Ellos son la esperanza de que las memorias, los ritmos y las temporalidades de las clases subalternas serán inscritos en un espacio de confluencia múltiple en donde la sociedad civil absorbería paulatinamente a la esfera del Estado. Se trata de la conquista de un instante que ligaría la fluidez de la historia de las clases subalternas en un todo continuo, coexistente con la sucesión temporal de los diversos pasados y de las esperanzas: un instante que por medio de su rayo dialéctico iluminaría por sobre el horizonte un pasado vindicado por el presente, que apunta a reproducir sus conquistas civilizatorias en el porvenir. La eternidad, für ewig, es aquí una conquista del presente como fuerza que se reapropia de la historia universal de las clases subalternas. Es cierto que el reloj continúa siendo de las clases dominantes, pero mientras la memoria sea el poder de las clases subalternas, el corazón del tiempo permanecerá con ellas.
Bibliografía
- Benjamin, Walter, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Ítaca, México, 2008.
- Gerratana, Valentino, “Prefacio”, en Gramsci Antonio, Cuadernos de la cárcel, Tomo 1, Era, México, 2000.
- Gramsci, Antonio, Cartas de la cárcel (1926-1937), Era-Benemérita Universidad Autónoma de Puebla México, 2003.
- Marx, Karl, El capital. Crítica de la economía política, Volumen 1, México, Siglo XXI, 2011.
- Poulantzas, Nicos, Estado, poder y socialismo, México, Siglo XXI, 2014.
- Sacristán, Manuel, “El undécimo cuaderno de Gramsci en la cárcel”, en Pacifismo, ecologismo y política alternativa, México, Biblioteca del pensamiento socialista, 2009.
Notas
[1] Antonio Gramsci, Cartas de la cárcel (1926-1937), ed. cit., pp. 70-71.
[2] Ibídem, p. 109.
[3] Ibídem, p. 159.
[4] Dos son las notas críticas que Gramsci dedica a Pascoli. v. Cuadernos de la cárcel, ed. cit., §51 y §52, pp. 248-251.
[5] Manuel Sacristán, “El undécimo cuaderno de Gramsci en la cárcel”, ed. cit., pp. 251-252.
[6] Es mérito de Nicos Poulantzas haber realizado esta indicación. Hasta el libro Estado, poder y socialismo, la investigación marxista había considerado que los cambios temporales se inscribían en un ámbito ideal en el sentido de su representación ideológico cultural. La exposición del concepto de “matriz temporal” se apoyará en este texto de Poulantzas.
[7] Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, ed. cit., p. 46.
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