Retrato de una heroína adolescente

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Retrato de una heroína adolescente

Ensayo Gráfico

 

-Bárbara, por André De Freitas-

-Bárbara, por André De Freitas-

 

Resumen

Los fantasmas que articulan la vida son grafos de otro tiempo. The Killing Joke, de Alán Moore es una de las novelas gráficas más impactantes del universo batmaniano. Hija de la Segunda Guerra y las trincheras del Vietcong, la literatura de viñetas se convirtió en el conducto para transmitir la inquietud de una sociedad: el desasosiego de las ucronías. Ante la censura en el acto de mirar, para algunos, las historietas son más exhibicionistas que la pornografía. Sin embargo, los cómics acarrean al demonio de la duda, al saber.

Palabras clave: fantasma, adolescente, batichica, Moore

 

Abstract

The ghosts that articulate life are graphs of another time. The Killing Joke by Alan Moore is one of the most shocking graphic novels in the Batmanian universe. Daughter of the Second War and the trenches of the Vietcong, the literature of vignettes became the conduit to transmit the restlessness of a society: the restlessness of the uchronias. Before the censorship in the act of looking, for some, the comics are more exhibitionist than pornography. However, comics carry the demon of doubt, knowing.

Keywords: ghosts, teenager, batgirl, Moore

Miro la imagen. El trazo inamovible en los colores y pienso en el autor, si André De Freitas supo que estuvo a poco de inspirar vida en su mentira, en el retrato que hizo de Bárbara Gordon, alias Batichica. Sobre el simulacro, la luz trama una sombra, sustrayendo su cara de la segunda dimensión, pero ¿es posible mirar más allá de la capucha? ¿Reconocer en ese gesto la semilla del dolor, los estigmas de la violación?

El ojo aterriza en la belleza, en la sensualidad abierta de sus labios. Como si quisiera hablar. (O acaso suspirando. Inhalando. Exhalando). Hay que mirar los ojos verdes para entender esa forma del miedo, el miedo sin objeto, la angustia, la excepción. Ella es Bárbara Gordon. La bibliotecaria que acompañaba en la televisión al murciélago de Gotham; pero ¿será la historia que quiere contar? Mientras mira al artista forense dibujarla, como una víctima quien posa para la cámara de la delegación. Pienso en las personas sometidas al careo para extraer pruebas de lo agredido. Pero sobre todo pienso en ella, la hija del comisionado de policía, quien fue hallada por los colegas de su padre, desnuda y con un disparo en el abdomen.

Ya no hablo del retrato, sino de la historia de esta mujer. Un par de novelas ilustran su biografía: Batgirl, Year One (2003) y The Killing Joke (1988) donde sucedió aquel quiste en su vida que, vista como una imagen, pasa desapercibida, por detrás. Pero como lo denuncia la sombra urdida por el brasileño, siempre hay algo detrás.

1.- El fantasma, una des-aparición

The Killing Joke, de Alán Moore es una de las novelas gráficas más impactantes del universo batmaniano. Hija de la Segunda Guerra y las trincheras del Vietcong, la literatura de viñetas se convirtió en el conducto para transmitir la inquietud de una sociedad: “Mirábamos hacia el futuro pensando en el pasado”, confiesa Mésièrez (autor de Valerian). Mientras tanto, Moore plasmaría este desasosiego en ucronías como The Watchmen y V for Vendetta, pero es en el argumento de “La broma asesina” donde subyace el odio y la violencia.

Y es que hay una censura en el acto de mirar, pues, para algunos, las historietas son más exhibicionistas que la pornografía. Sin embargo, los cómics acarrean al demonio de la duda, al saber. Quizá por ello, The Killing Joke fue tan bien recibida y controversial.

En el cómic cae la lluvia en el primer cuadro. Viñetas adelante, la sombra de Batman nos llevará ante la figura del Joker. El prisionero sin nombre recibe al caballero de la noche tirando las cartas, como si fuera un gitano echando el tarot. “Vamos a matarnos el uno al otro ¿no es así?” Dice Batman antes de notar que no habla con la parte colorida que denuncia su oscuridad, pues a continuación sabremos que el Joker ha escapado con el diálogo —¿Te das cuenta de lo que dejaste…? —. De manera casi inmediata, entra el detective Gordon para impedir que el héroe rebase los límites, sin saber que eso desatará la calamidad: —Comisionado, si tanto le preocupa… Encárguese de esto—. Así, Alan Moore signó a la batifamilia para que el Joker pudiese demostrar su villanía.

Siete cuadros y una página le bastaron para que el payaso le arruinara la juventud a la muchacha (Lámina 1, pág. 4). Un acercamiento a la boca del revólver, los ojos de Bárbara y la mesa de centro destruida, completaron el disparo que partió su columna vertebral. Anulado, el jefe Gordon no pudo más que recibir una paliza por parte de los ayudantes del otro; quienes lo secuestrarían mientras Bárbara se retorcía en la incapacidad de ponerse la máscara y luchar. Ella sólo pudo preguntar al malevo por qué hacía todo eso. “Para demostrar algo”. Respondió.

Una de las críticas que tuvo la novela, fue la de proponer el origen de un villano que había vivido en el secreto, obviando que el mismo acababa de ultrajar a una mujer. Pues, aunque las primeras viñetas del inglés fueron censuradas por mostrar los senos de Bárbara, la sugestión magnificó la esencia del mal. Ya que, si bien hoy día se acepta que el inicio propuesto por Moore, sólo es otra puerta en los laberintos de la mente del Joker, ésta no olvidaría lo que sucedió.

Lámina 1. Batman The Killing Joke (pág. 14)

Lámina 1. Batman The Killing Joke (pág. 14)

La biografía de Bárbara ha mutado en pocas pero sustanciales ocasiones. Por ejemplo, en el Batman de Frank Miller nunca hubo “batichica”. Soterrada, la pelirroja averiguó que la versión femenina de los héroes a menudo se considera una a-versión.[1] Pero gracias a esto la historia de ella se reescribió.

En Batgirl: Year One, de Chuck Dixon, la edad de Bárbara coincide con la de Robin. Este paso atrás le serviría como impulso para dar el salto definitivo a la segunda dimensión. En el primer capítulo se narra que, ante la prohibición de su padre para asistir a una “mascarada”, Bárbara decide incomodar al Comisionado yendo disfrazada como el justiciero de la ciudad. Y lo que inició como una “broma”, definiría el futuro de la pelirroja, quien halló el destino que habría de seguir. El fátum heroico yace trazado por la necedad, por un bucle de tiempo que es imposible concluir: la soledad.

Aunque The Killing Joke es anterior a Batgirl: Year One, el crimen del Joker no se borró. En las páginas de Dixon vemos a una Bárbara más atrevida, intelectual y sexualmente activa, que sugería el peligro a que se iba a someter su sensualidad. El trazo maduro y el color discreto de la novela gráfica hacen de ella una obra de arte, donde los diálogos se pueden permitir retóricas adultas sin caer en la vulgaridad. Explico. Aunque se trate de una bibliotecaria, la chica Gordon es “atractiva”. No la belleza exuberante de su homóloga Supergirl, o de la amazona Wonder Woman, sino una hermosura sutil, apenas dibujada en los coqueteos que un policía le hace a la hija del patrón. Objeto prohibido, Bárbara siempre será la niña murciélago. Pero es de su vulnerabilidad donde nace la fuerza que se niega a convertirla en un cliché.

En el “Tarot de Batman” representa a La Estrella,[2] carta relacionada con la esperanza. Muestra a una mujer aniñada sobre una gárgola, mirando hacia arriba, recordemos que la poética griega refiere que “las estrellas siempre miran hacia abajo”, pero Bárbara busca algo más allá. Es una imagen fría. El retrato de la nínfula, arquetipo de una generación sexualizada por la violencia de la primera vez.

La sensualidad de Year One contrasta con la brutalidad de The Killing Joke. En la versión “noir”, la ausencia de color genera una atmósfera terrible donde ver al Comisionado Gordon sodomizado por el Joker, sólo es un atisbo del témpano, de la frialdad plasmada en las palabras que ella le dijo a su padre antes de convertirse en los juguetes de aquél: – Vaya, te recuerdo describiéndome el rostro blanco y el cabello verde cuando era niña… Tuve algunas pesadillas… – A estas alturas, ella abandonó el disfraz de Batgirl para dedicarse a su papá y la universidad. Es decir, abandonó su identidad nocturna, el sueño que se oponía a su temor. Atrás había quedado la adolescente que se enfundó unos leggings y saltó de un edificio. La pelirroja enamorada de las sombras. Aquella a quien Batman dijo que la máscara le daba protección. Pero, durante “La broma asesina” ella se había despojado del disfraz. Quedó vulnerable. Bárbara Gordon era sólo una mujer. No la posibilidad en las cartas del tarot, sino una mujer de hogar. El fantasma de sus pesadillas regresó, transgrediendo no sólo las barreras del tiempo sino los colores en su piel.

A mitad de la novela, Bárbara saldría de escena con una caricia del mentor: Un doctor la toma de sus piernas como si fuera una muñeca, mientras Bullock le informa a Batman que la hallaron desnuda junto a la tapa de una lente; suponen que le tomó algunas fotos. Él le pide al policía que los dejé y, acariciando su mejilla, la despierta. Le dice que es Bruce, no Batman sino Bruce. Se abrazan. Bárbara no pierde el tiempo en sufrir. Llora, pero sólo para pedirle que salve a su papá.

Así como el Joker no supo que violó a Batgirl, Alan Moore no vio reflejadas sus aspiraciones en las páginas que imaginó. Pues, aunque su obra ha destacado por la empatía que genera, The Killing Joke evidencia algo imposible de aceptar: la violencia que la humanidad ejerce contra la misma humanidad. No únicamente la violencia de género, del hombre contra la mujer y viceversa, sino la violencia del silencio contra lo verdadero; pues no se trataba del bien contra el mal o del relato de una violación, sino de evidenciar la soledad.

Vuelvo al retrato de André. Bárbara se pone la máscara de nuevo. Sus facciones delatan la firmeza de sus huesos. Lleva puesto su disfraz de niña para recuperar los anhelos de seguir. Pues, a pesar del trauma que le ubicó en la simpatía de los lectores, la primera Batgirl desapareció del universo batmaniano durante años. Pero su fantasma perduró, como la sombra dibujada por De Freitas, anunciando el regreso del dolor. Toda víctima fallece. Lo que permanece sólo es un rumor, un eco, pues para que esa mujer volviera a caminar, debía des-aparecer bajo la silueta del disfraz.

 

2.- Ruin Porn, la ruina de la exhibición

En 1975, Elsa Lanchester, quien interpretó a la Novia de Frankenstein en la cinta homónima, hablaría del personaje que la inmortalizó. En entrevista para Monsters on the Movies, Lanchester diría “En aquella época yo tenía un rostro extraño, pero por raro que parezca, si fuera joven ahora no lo sería tanto”, y es que los estudios de la Universal se anticiparon a una corriente fotográfica llamada Ruin Porn.

Capturando edificios abandonados, la nueva fotografía norteamericana echa un ojo en el futuro, pues no somos sino la ruina de un vestigio, un espectro reflejado por la luz cuyo principio es la oscuridad. Desde el óxido de los juegos mecánicos hasta las sábanas sucias de una clínica, los estenopos han viralizado el vacío de nuestro tiempo.

En otro lado de la imagen, Billy Butcher lanzó en la segunda década del 2000 una serie de ilustraciones donde vestía a los íconos del postpunk con las máscaras de los héroes de DC. El artista revivió el sopor de la nostalgia y las viñetas con los sonidos de una generación.

Llamaba la atención ver a Ian Curtis disfrazado como Batman.

Bajo leyendas como To the center of the city in the night waiting for you, Butcher comunicó la belleza en el color; destinando para Batgirl un retrato con el verso de Billy Idol: Eyes without a face.

Tal como la novia de Frankenstein iba a declarar que le dolía levantar los párpados debido al maquillaje y que fue eso lo que produjo aquella mirada aterradora y sensual, Alan Moore logró el mismo efecto en los cuadros donde dibujó el dolor de Batgirl. Aquellos “ojos sin un rostro”, tenían como fondo los vendajes del cadáver y de la chica violada en el papel. Ambas evidencias de una transición, del paso de la herida que termina en una cama de hospital. Contemporánea del postpunk, la Bárbara de los ochenta se revelaría contra el papel que le tocó seguir y no sólo volvería a caminar.

Para la segunda década de este milenio, DC Cómics lanzó la iniciativa New 52 y posteriormente Rebirth.

Mientras personajes como Green Lantern serían reinventados, la primera murciélaga regaló la silla de ruedas a un fotógrafo de ruinas y volvió a usar sus botas amarillas. Sin embargo, la controversia de su regreso comenzó en el número 41 (Lámina 2, página 11), cuando la portada de Rafael Albuquerque fue censurada por supuestas insinuaciones de índole sexual. En ella vemos un fondo negro, estilo Caravaggio, y al payaso con un atuendo de flores malobrando una sonrisa en la heroína. Lo que comenzó como un homenaje a la obra de Alan Moore y un reconocimiento a la fuerza de una mujer, terminó siendo utilizada por la tiranía del silencio que se escandalizaba ante los trazos del color. De nuevo, Bárbara debía combatir su pena entre la oscuridad.

Pero qué fue lo que más escandalizó de la portada de Albuquerque ¿Los guantes del Joker? ¿El lipstick corrido de Batgirl? Esperemos que no fuese el hecho de que la pelirroja sin súper poderes no estaba dispuesta a olvidar.

Un recuerdo es un instante donde estamos solos. Es el momento en que el lápiz y el papel se juntan para templar al vacío. El clic de la cámara en manos del fotógrafo o el instante en que los ojos verdes de Bárbara miraron a quien la dibujó. Siempre hay algo detrás. Es la ruina de la exhibición donde nada más quedan despojos, huesos rotos y muslos atrofiados que sueñan moverse y apartarse de lo colectivo, reclamar su inequidad. Bárbara sabe que no tiene igual. Por esa razón se disfrazó. Para marcar la diferencia. Se niega a ser re-parada, co-rregida por el espectro de la salvación. Ella no es un edificio abandonado, es un vestigio del dolor creativo: es. Como ella dijo en Year One: “Si este es mi futuro, no tengo miedo de él”.

En Year One, Bárbara estaba decidida a convertirse en detective, pero una vez que se enfundó el disfraz, su nueva piel la devoró. Todo el que usa una máscara abraza la oscuridad. Pero, vagabunda por naturaleza, ella perdió las alas con brutalidad. Y aunque muchos piensan que su etapa de hacker, conocida como Oracle, fue uno de sus mejores momentos, ella anhelaba la caricia de las sombras y el viento entre su ropa. Confinada a una silla de ruedas, esperaba aquel rayo monstruoso que levantó a la Novia de Frankenstein o el flash que exhuma del olvido a un edificio. Acaso el terror de estar de sentada era peor que los recuerdos y las manos del Joker. Cómo podría dejar de ser la “chica” que deseaba volar en libertad.

El lado atroz de la soledad es aquel que los otros no quieren ver. El escándalo del justiciero es su capacidad para operar sin grey. La sensualidad del individuo. De la misma forma en la que el personaje de Lanchester se volvió un símbolo sexual, la belleza se nos impone como un monstruo. Aquella singularidad propiciada por la máscara identificaba a Bárbara más que su apellido o la inexistente relación con Bruce Wayne; pues, mientras la sociedad les impide a los humanos estar juntos, la noche los ampara y los iguala.

—Al final puedes ser una tragedia o puedes ser una comedia—. Fueron palabras que Dick Grayson, en su etapa como Nightwing le dijo a Batgirl. Por supuesto que una obra tan representativa para el mundo gráfico amenazaba con llegar a la pantalla. Estrenada en un puñado de cines norteamericanos, la versión animada de The Killing Joke llegó a los televisores en 2016, conservando la voz de Mark Hamill para el Joker y agregando la noche que Bárbara siempre soñó con Bruce. Lamentablemente, el fantasma de la clasificación “R” o la nostalgia no les permitieron a los guionistas transgredir el objeto de culto, dándole la razón a las palabras de Nightwing.

Aparte. Visionaria como toda la ficción, la película de horror protagonizada por Lanchester aventuró una forma distinta de placer: la necrofilia, la pérdida, el goce del fantasma que es todo aquello que no su debe pronunciar. De la misma forma, el disfraz de Bárbara es su rechazo ante la exhibición.

Así como la Novia de Frankenstein o las fotografías Ruin Porn no lloran, la Bárbara del brasileño mira fijo; exige que no le arranquen su dolor porque es su identidad, los bordes en la tela, las costuras en su piel. Es el grito de la bestia que se niega a obedecer.

Lámina 2. Portada alternativa para Batgirl #41, dibujada por Rafael Albuquerque

 

 

3.- El peligro de la insinuación

Somos creaturas textuales.

¿Es posible que De Freitas se haya inspirado en una actriz porno para el retrato de Bárbara? Lo es. Pero ¿sabríamos el nombre de la modelo o sólo reproduciríamos el vídeo una y otra vez, ignorando que aquella murió a los 19 años, mientras el placer de nuestra mano reproduce el tacto de nuestra perversión?

Adolecer es vivir, dejar un testimonio escrito de los actos que afecte no sólo nuestros pasos. Hay algo oculto en la hoja en blanco. Una cosa que rasguña el lenguaje de las artes. En El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Stevenson demostró que hay gente como el papel y personas que son la tinta que se imprime en éste. Ambas habitando el mismo lugar. La máscara es su rebelación, permítase el juego de letras, entendiendo que todo a lo que nos oponemos termina por surgir. El dolor guardado se manifiesta en quien lo trae. El adolescente es un pervertido, un adulto en el cuerpo de un niño. Mutante, la independencia se revela como una cadena y la necesidad de alejarse y transformarse. Vivir es como escribir o dibujar, comienza con un trazo que se amolda en nuestros anhelos y que la verdad eleva al grado de ficción.

En Batman, la serie animada de los 90, durante el capítulo #97 “Al borde”, Bárbara Gordon murió.

Persiguiendo a Scarecrow, éste la hizo caer de un edificio. Para acentuar el grado de consternación y realidad, el cuerpo de la pelirroja cayó sobre la patrulla que conducía su padre. El Comisionado Gordon desciende acompañado por Bullock. Pero, aunque nosotros conocíamos su identidad secreta, la sorpresa se transforma en horror cuando bajo el antifaz ella lo llama “Papá”. Resalta el hecho de que en dicho episodio no fue el Joker su verdugo, sino el villano maestro de la ilusión. Tal evento motivó al Comisionado en una cacería contra Batman, pues de cierta manera, la forma del murciélago fue quien la mató.

También es de resaltar que en las páginas de The Killing Joke y este capítulo, fuera Bullock uno de los testigos del dolor, aunque el veterano más cercano a la familia no atenúa la soledad. También es comparable el grito de Gordon en las páginas de Alan Moore, cuando el villano le muestra las fotografías de su hija desnuda y herida: – Bárbara -. Como la pintura de André.

Pero aquel episodio fue sólo una alucinación producida por Scarecrow. Así como en Year One, Dixon aprovechó la figura del Joker para que Robin le explicara a Bárbara el peligro del oficio, los guionistas de la serie materializaron la peor pesadilla de la pelirroja, enfrentado a los dos hombres que siempre amó.

El peligro de la insinuación consiste en todo aquello que podría estar, pero no es. La amenaza de la página vacía se presenta como un cadáver en la plancha. The Autopsy of Jane Doe (2016), película protagonizada Olwen Catherine Kelly, fue víctima de un pésimo título y un cartel sin intención. La historia relata la necropsia de una bruja. Una trama sencilla, un espacio reducido y una protagonista pasiva son suficientes para generar una atmósfera de riesgo donde el resto del reparto descubre que un cadáver es un lienzo abierto, una página donde se escribió una biografía que no se ve.

Debido a que es una muerta sin identificar, el forense a cargo del examen decide ponerle el nombre que da título al filme y a la víctima en quien descubren huellas de violencia interna. Violencia típicamente ejercida por la Inquisición del siglo XVI, per en el siglo 21. Más allá de los hematomas causados por las amarras y el humo de la hoguera, una serie de tatuajes “bajo la piel” delatan su pacto con el diablo, exhumando el odio que debió padecer aquella joven; mismo dolor que luego hará sufrir a los doctores que se atrevieron a leer los estigmas. El dolor es una cepa que germina en más dolor. El dolor guardado descompone la realidad convirtiendo todo en un motivo para atacar y transferir aquello que es incomprensible. Quepa decir que el terror de los forenses parece provocado por el miedo a sufrir la misma tortura que la muerta. ¿Cómo podría uno “compadecer” tanto daño sin cuestionarse la verdad?

Similar a la imagen, el poder de la ficción es convertir una mentira en realidad. The Autopsy of Jane Doe es la película de una víctima que termina por herir. La gráfica de Alan Moore partió de la misma insinuación. Según éste, el Joker era un hombre simple que tuvo un mal día y eso lo contagió. Segú el payaso —el hombre es tan pequeño que, si estás herido por dentro… y si la vida te trata mal… no te des-quites ¡Vuélvete loco! —. Ese era el punto que intentaba demostrar.

The Killing Joke fue una reinvención del Joker y Year One fue la reinvención de Batgirl; luego de la violación intertextual, ambos debían resurgir. Intrínseco en la trama del británico, el origen del Joker se narra como un flashback y, usando el flashback como argumento, Dixon reinventa el origen de Batgirl. La comunicación entre los textos nos invita a conocer el universo de sus personajes y transitar en la biografía de lo que era una página en blanco. Igual que los forenses son un tipo de doctores que no salvan vidas sino que rescatan la verdad que una muerte origina, los lectores exhuman aquel silencio que condujo a los autores a externar lo que rasguñaba por salir. El lector es el disfraz.

Por supuesto la ilustración del brasileño remite al póster de la película anterior, pero, ¿tendrá ella los mismos tatuajes de odio bajo la piel?

Leo la imagen.

Hay un fantasma en la hoja en blanco. El rumor que es espíritu del trazo. James Joyce acostumbraba a enamorarse de la sombra de sus novias, pero nada puede ser silueta sin la forma. Como un artista forense, De Freitas urde una figura preliminar: el contorno de Batgirl. Sospecho en ese acto a la joven heroína recostándose en la muñeca dibujada por los policías, diciéndole al artista —Ésta no soy—.

Inmediatamente el monstruo se refracta. El cabello de Bárbara cae sobre la sombra. Me pregunto si el Joker vinculó el rojo de la bibliotecaria con el rojo de la justiciera, o si toda la sangre en sus manos le impedía notar otro color. De Freitas debe equilibrar aquel espacio, recorrer la distancia entre sus ojos y dejar caer una pestaña. Como en los párpados de Elsa Lanchester, las pestañas son las costuras abiertas, la herida con que habremos de vivir: la vista. Lo miro a él amortiguando su trabajo, poniendo un poco de delineador para no olvidar el rostro de la actriz, al ángel negro con los lagrimales irritados por las noches vigilando la ciudad. Ningún ojo es igual a otro; de su lado izquierdo la curva se inclina hacia abajo por los moretones de batallas anteriores.

La nariz es un puente donde transitan los aromas de la vida. Demasiado rígido en su rostro, cuántas veces se lo habrán molido a golpes los villanos. Cuántas cirugías para mantenerla erguida como la fuerza para decir: No, me opongo a respirar tu indiferencia.

En la oscuridad típica de Gotham una pelirroja sería como una lámpara de gas. ¿Lo pensarían Gardner Fox y Carmine Infantino, sus creadores? Biológicamente, en los pelirrojos las pecas son una mutación, una estratagema de su rostro para atraer la luz. Lunares como puntos marcados en un mapa por un detective serial, tal vez sean las huellas de la oscuridad que Batgirl combatió.

Como un hilo de sangre, el trazo se resbala hasta sus labios. El extraño bermellón del habla ya supone a las bocas que no besará, el nombre de su único amor, inflamado en el labio inferior por la justicia. Imperfectas, las comisuras están abiertas, solidarias con la portada de Albuquerque. Sí, los retratos de un forense y un artista siempre dicen algo más. No son sólo dibujos, son la voz de una generación escrita en el frío de su dentadura rodeada por la oscuridad, que es la primera caricia de la voz, algo tan común como la prosa de Alán Moore, quien situó a sus personajes en actividades tan normales como hacer el amor y como el brillo sustraído del papel, que ostenta los fluidos, la humedad viva de su boca que simplemente dice: Soy.

El Joker intentaba demostrar un punto. La máscara también: lesionar al otro no es la única manera de sanar, abrazar al monstruo interno y dejarlo existir, manifestar sus cicatrices en nuestro rostro es aceptar que somos parte del otro.

¿Cuánto dolor se necesita para vestirse de murciélago y salir a combatir? Si respondiésemos, entonces ¿quién podría medir la melancolía de una persona o regular las formas en cómo expresamos el dolor? La base de toda imagen es la humanidad. Imaginemos que De Freitas sólo dibuja a una pelirroja. Qué historia habría. Cuál sería el crimen perpetrado, si se trataba sólo de un fetiche. Imposible. Las vendas de nuestro hospital son negras. El brasileño puso una parte de varias versiones de la heroína: el collarín que soporta su rostro es la armadura usada en New 52 y también es el orgullo de alguien que le dijo a su victimario: —Me levantaré—. La lluvia roja que cae sobre sus hombros no oculta el disfraz de tela en la primera noche ni la vulnerabilidad. La forma del antifaz recuerda a la caricatura con la que crecimos. El brillo que refleja el flash es un eco del pasado, el matrimonio entre las sombras y la luz. Los ápices de la capucha se yerguen como las torres de una catedral, un edificio vivo. Bárbara es un signo, un símbolo para combatir la soledad.

Bibliografía sugerida:

Batman, The Killing Joke, Alan Moore/Brian Bolland, DC Comics (1986).

Batgirl: Año Uno, Chuck Dixon/Marcos Martin, Norma Cómics (2003).

 

Artistas Gráficos:

André De Freitas (FB: @megatherium.illustration)

Billy Butcher (FB: @ButcherBilly)

 

Filmografía Sugerida:

Batman: The Killing Joke (2016) Dir. Sam Liu. Guión: Brian Azzarello.

Batman: La serie animada (1992-1995)

The Autopsy of Jane Doe (2017) Dir. André Øvredal

The Bride of Frankenstein (1935) Dir. James Whale

 

Notas

[1] De su significado convencional que sugiere rechazo, pero también de la descomposición etimológica que sugiere una falta de versión, es decir: sin versión.

[2] Las calaveras en las cartas del tarot simbolizan la dualidad de la lectura, ya sea su carácter benévolo como el riesgo de la oscuridad.

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