De la anomalía evolutiva y la práctica gnomónica. Parte segunda

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De la anomalía evolutiva y la práctica gnomónica. Parte segunda

FIGURA 1. HOMININOS, LATITUDES Y PRÁCTICA GNÓMICA.

 

Resumen           

En este trabajo, intentaremos presentar la autoreproducción exterior, total y no biológica del cuerpo humano, como la anomalía evolutiva experimentada por el Homo sapiens y gnomónico, luego de la bifurcación de quienes emigraron hacia altas latitudes. Tal anomalía, consistió en plantar un palo en reemplazo del cuerpo biológico, con el objeto de reproducir las sombras solares que se logran con el cuerpo. Esto significó el inicio de un nuevo curso evolutivo, a partir del cual, la vida inteligente, dejó de ser solo una suma de neuronas, para, además, hacerse social, protética y marcadamente técnica. De manera que, aquel palo gnomónico, irreversiblemente, se convirtió en el cuerpo protético, inorgánico y social con el que hoy nos identificamos e hibridamos, cual antes lo hacíamos con especies extintas.

Palabras clave: anomalía, gnomónica, auto-reproducción, evolución, protética, inteligencia.

 

Abstract

In this work, we will try to present the external, total and non-biological self-reproduction of the human body, such as the evolutionary anomaly experienced by Homo sapiens gnomonic, after the bifurcation of those who migrated to higher latitudes. Such an anomaly consisted in planting a stick to replace the biological body, in order to reproduce the solar shadows that are achieved with the body. This meant the beginning of a new evolutionary course, from which, intelligent life, ceased to be only a sum of neurons, to also become social, prosthetic and markedly technical. So, that gnomonic stick, irreversibly, became the prosthetic, inorganic and social body with which today we identify and hybridize, as before we did with extinct species.

Keywords: anomaly, gnomonic, self-reproduction, evolution, prosthetics, intelligence.

 

Encefalización, mano y prensilidad

La mano, primero de falanges curvas y luego rectas, de solo al servicio de la vida arborícola, se transformó luego en prensil e industriosa; y ha sido ella, como apéndice del cuerpo, quien empujó notoriamente el crecimiento encefálico hacia un cociente incremental alométrico, superior al registrado a través de la lactancia. La inteligencia medida como cociente de encefalización, durante el paso de australopitécidos a habilinos, donde las manos aún eran de falanges curvas y no industriosas, siguió a la encefalización de manera prácticamente proporcional, hasta alcanzar lo que podría ser el límite natural al que llegó el delfín después de más de 60 millones de años de evolución marina. Luego el Homo habilis con sus manos de falanges rectas e industriosas, aumenta el cociente incremental de la inteligencia, a partir del paso de la evolución natural, a la parcialmente instrumentada artificialmente (Figura 02). Más tarde, el Homo erectus produce otro incremento importante, hasta que finalmente, es el Humano moderno quien hace de la instrumentación, una gran prótesis y del aumento de la inteligencia, una anomalía del curso evolutivo. En este proceso encefalizador, el consumo de carne no solo significó incorporar proteínas, sino que también, su ingesta, demandó menos esfuerzo físico que el requerido para la masticación de plantas y semillas. No obstante, la incapacidad de los molares para masticar la carne cruda, pudo ser una de las razones por las que el consumo regular de carne, comenzó luego de que se inventaron y fabricaron las primeras herramientas de piedra, hace unos 3 millones de años aproximadamente.[1]

FIGURA 2. CURVA DEL CRECIMIENTO ALOMÉTRICO HOMININO Y COMPARACIÓN CON EL DELFÍN

 

Como puede apreciarse en la curva, los crecimientos son alométricos, dado que, si bien se observa un cierto correlato entre las diferentes curvas, el cociente incremental de cada una de ellas es distinto.

El crecimiento del encéfalo, por ejemplo (en rojo) y el hipotético crecimiento esperado para el cociente encefálico (trazos) frente al crecimiento real de EQ (línea verde), se ven alejarse progresivamente a medida que llegamos al Humano moderno. Esto significa que en el transcurso del tiempo, la encefalización aumentó por encima del incremento del cociente encefálico, debido a que el peso corporal fue en aumento, y precisamente, el cociente de encefalización, aunque proporcional al peso del encéfalo, es también inversamente proporcional al peso del cuerpo. Es decir, que aumentó el peso encefálico, pero también el del cuerpo.

Mientras todo esto ocurre en la evolución de la familia Homo, el delfín, por su parte, que no desarrolló manos prensiles, pero cuenta con un volumen craneal semejante al humano, permanece, no obstante, en el mismo valor de cociente de encefalización de hace unos sesenta millones de años y que, hace unos dos millones y medio, aproximadamente, fue alcanzado por el Homo habilis de manos prensiles.

 

Encefalización, gnomon y sinapsis 

Como consecuencia del cambio cualitativo operado en la subjetividad humana, luego de la acumulación cuantitativa de innovaciones ocurridos en los elementos y herramientas fabricadas con las manos, tuvieron lugar nuevos usos de esos mismos elementos y herramientas, en novedosos contextos reestructurados a partir de miradas generacionales inevitablemente distintas.

De la misma manera que un palo servía para asestar un golpe con mayor efectividad que el puño y a mayor distancia que el brazo, ese mismo palo plantado en el suelo verticalmente y paralelo al cuerpo, pudo hacer que, desde la subjetividad humana, las nuevas miradas vieran y destacaran que entre el cuerpo biológico y el inorgánico. Había un espacio encerrado con apariencia sólida y que esa solidez aparente, tal como lo afirma W. Kohler, sugería unidad.[2]

La unidad del conjunto cuerpo/palo ya no era solo un palo y un cuerpo; era un nuevo cuerpo “sólido” desdoblado en sus diferencias. De esta manera, siendo parte de esa identidad, el palo diferenciado del cuerpo, pudo pasar a ser interpretado como cuerpo sustituto.

En las experiencias realizadas con chimpancés por parte de Kohler y la Gestalt, el palo no adquiere valor instrumental por el solo hecho de encontrarse ubicado paralelamente al brazo. El palo, en tanto que paralelo al cuerpo, constituye una parte de la unidad con carácter de “algo sólido”,[3] pero no llega a ser un instrumento hasta quedar próximo al cebo, y el cebo en nuestro caso, es el propósito gnomónico, el objetivo que opera cual reestructurador de la totalidad. En el mismo sentido, Michel Goustard, reafirmando lo propuesto por los gestaltistas, nos dice que el palo colocado en cualquier lugar es un objeto indiferente, pero colocado paralelamente al brazo, reestructura el campo y en un acto de inteligencia, será bruscamente percibido como una prolongación de la mano.[4]

Concluimos entonces, en que el palo paralelo al cuerpo, frente al propósito de producir sombras, pudo desatar una reestructuración del campo y en un acto de inteligencia, bruscamente, pasó a ser concebido como el desdoblamiento del cuerpo.

Los obeliscos, los pilares djed egipcios, así como los rollos fundacionales de ciudades hechos de troncos con punta de pica, no son otra cosa que reminiscencias totémicas de ese remotísimo pasado gnomónico y demarcatorio, que nos retrotrae hacia aquel primer acto de reproducción total e inorgánica del cuerpo, en el que, ni bien plantando el palo paralelo al cuerpo y concebido como totalidad sólida el conjunto estructurado, se da comienzo a la anomalía evolutiva.

OBELISCO DE KARNAK, LUXOR, EGIPTO

 

Una vez instalada la sustitución del cuerpo por un palo, poste o menhir, los artistas rupestres comenzaron a verse exteriormente en el palo, y consiguientemente se retrataron, conceptual y simbólicamente con un trazo recto. De esa manera, comenzaron a reproducir la figura humana, con economía de trazos rectos más o menos verticales y el arte inicialmente imitativo, basado en la aguda observación y situado en la esfera sensible, cedió paso para que, a resultas de la reproducción total inorgánica, ingrese la razón y con ella el concepto.[5] El arte se hizo simbólico y formal, y la inteligencia, en lugar de número de neuronas, exigió más y más conexiones inter-sinápticas.

A partir de ello, el sujeto humano se identifica totalmente en el objeto exterior “palo” y en tanto esto ocurre, mediante el tallado de figuras zoomórficas o antropomórficas, deposita en él, un alma que el palo (tótem) no contiene.[6]

Así, la evolución se abre paso hacia el desarrollo de un nuevo tipo de cuerpo, constitutivamente inorgánico y socialmente fabricado que se comporta como prótesis, y con quien progresivamente nos hibridamos, como otrora, nuestros antepasados lo han hecho con otras variantes humanas ya extintas. Es que el cuerpo inorgánico y social en el cual estamos inmersos, se comporta como una nueva especie que, además, posee una inteligencia ilimitada donde el ordenador como cerebro, no tiene la obligatoriedad de pasar por un canal de parto que limite su inteligencia al nacer[7] y en su fecundación, gestación y parición, nosotros, los humanos, somos sus órganos reproductores.

La novel inteligencia es híbrida, pues lo biológico no se elimina frente a la inteligencia artificial, ya que la evolución opera de la misma manera que con la aparición del neopalio en el mamífero; el nuevo cerebro frente al cerebro reptil, no ha eliminado ni desechado la anterioridad primitiva, sino que las partes antiguas, aunque superadas y reprimidas, se conservan y continúan operando.[8] El cerebro artificial, tampoco elimina lo anterior biológico, queda todo superado y reprimido pero de un modo muy particular, pues la gran complejidad del cerebro mamífero, se reserva la función reproductiva del cerebro artificial. Nosotros fabricamos la inteligencia artificial. Los humanos hasta ahora, nos ocupamos de la reproducción de los ordenadores y estos a su vez, son quienes se encargan de todas las funciones restantes.

Decididamente, desde que se ha iniciado la anomalía en la evolución, nos constituimos en el órgano de reproducción material del nuevo tipo evolutivo.[9]

Curiosamente, la primer memoria material y exterior del ser humano, fue el sílex,[10] una piedra muy dura formada principalmente por un óxido de silicio y es hoy precisamente el silicio, el elemento químico no metálico, quien vuelve convertido en los chips de los ordenadores electrónicos y a los que, hasta el momento, le confiamos el desarrollo de verdaderos cerebros electrónicos. En tal sentido, el palo gnomónico operó cual palanca física que catapultó al sílex desde la gnomónica a la electrónica.

Resumiendo, la decisión de plantar un palo en el suelo por parte del sujeto humano, significó un cambio sin precedentes en la evolución de la vida, que desató una anomalía en el curso evolutivo y marcó el comienzo de un proceso de tipo protético y de lucha por la posesión y acumulación de bienes y poder. Así, la lucha entre mamíferos machos por la posesión de las hembras, luego de la anomalía evolutiva, se convirtió en la lucha entre humanos por la posesión de las prótesis. De esta manera, tanto las confrontaciones políticas armadas de prótesis para el combate, como por la posesión de ellas, se tornaron fuertemente económicas y cada vez más sofisticadas.

Llegar a reproducir sustitutivamente la totalidad del cuerpo, manualmente y con materiales inorgánicos, ha sido sin duda la bisagra evolutiva en general y de la inteligencia humana en particular, dado que no solo permitió el reemplazo instrumental del cuerpo y el distanciamiento entre el sujeto experimentador y la experimentación, sino que además, subjetivamente significó un enorme impulso a la capacidad de abstracción, que permitió advertir la identidad que mantiene el sujeto humano, en medio de las diferencias por el mismo observadas y que a su vez, esas diferencias, hacen a la identidad y su sostenimiento.

La diferencia no invalida, sino que, por el contrario, es el desdoblamiento de aspectos que hacen a la identidad. Esto se advirtió gnomónicamente desde tiempos muy tempranos como unidad de cuerpo y sombra. Los antiguos egipcios, por ejemplo, con el nombre de Sheut, Shuit o Jabit, supieron sintetizar elegantemente la identidad como totalidad del cuerpo humano y su sombra.

 

Inteligencia

Las primeras herramientas fabricadas manualmente a partir del sílex, se correlacionan con un volumen cerebral de 650 cc, un índice encefálico de categoría (3/5), que es la mitad del cerebro del hombre actual y además, con la misma categoría de encefalización alcanzada por el delfín, luego de 90 millones de años sin desarrollo de la mano u miembro equivalente.

Hace 200 millones de años, apareció el “morganucodon” o —­dientes matutinos—, un mamífero ancestral de ojos pequeños y hocico largo que, por las noches, se orientaba confiando en su olfato. En esos tiempos, el “neopalio”, era una fina y novel capa gris que comenzó su crecimiento por sobre el cerebro de reptil, de momento solo basado en el olfato, la visión y el equilibrio, hasta llegar a la masiva corteza del cerebro humano. Así nació la inteligencia, apoyada en el cerebro y la memoria biológica individual, pero hoy, luego del asombroso desarrollo inorgánico, no es solo una cuestión individual y biológica, sino fundamentalmente social, biológica y tecnológica, en tanto que aquella memoria material que comenzó en el sílex, pasó al palo gnomónico (madera)[11] y los metales, para volver nuevamente, al silicio de las computadoras electrónicas y la inteligencia artificial.

La decisión del Humano moderno de reproducirse inorgánicamente a partir de plantar un palo o clavar una lanza en el suelo, fue el gatillo que martilló sobre la fabricación de herramientas, en un momento en el que coincidentemente, el humano caza-recolector, pudo estar experimentando sus primeros pasos en la agricultura. De esta actividad productiva pudo advertir quizá, que algunos vegetales, seguían vivos si se los volvía a plantar luego de haber sido arrancados de forma involuntaria. En consecuencia y de igual manera que en la agricultura, se plantaron gnómones de madera que luego se hicieron tótems, chemamulls, menhires, dólmenes y estructuras líticas que en general, por su disposición espacial, revelan que, entre sus principales funciones, tuvieron la de facilitar la práctica gnomónica y el relacionamiento con el Sol.

Si bien es cierto que el gnomon solar habría sido la primera y más sencilla manera de reproducción inorgánica y funcional del cuerpo y con ello se disparó la anomalía evolutiva, debemos decir también, que las posteriores necesidades devenidas de la agricultura cambiaron el contexto en el cual estaba inmerso el gnomon solar y en la nueva situación, este, además de comportarse como la versión nueva del GPS arcaico, pasó a ser también reloj y calendario solar que marca cíclicamente las estaciones de lluvia, siembra y cosecha.

Recordemos que, en el antiguo Egipto, basados en el uso del gnomon solar, se relacionaron los fenómenos experimentados por el Sol, con las crecidas del río Nilo, la agricultura y las creencias de la época. Más tarde, sobrevinieron importantes cambios que nos distanciaron de nuestros orígenes gnomónicos al punto tal que, en las grandes urbes, hemos eclipsado al mismo Sol que nos hizo Homo sapiens y gnomónicos.

Se puede afirmar en general que, en tanto se entienda por inteligencia, la manera flexible e innovadora de hallar y dar respuestas, de ser capaces de resolver los problemas y dificultades que surgen de los cambios acaecidos en el medio ambiente, encontramos que la encefalización se correlaciona con la inteligencia biológica y que aquellas especies con mayor índice de encefalización, son más inteligentes.

En cuanto a la inteligencia artificial o no biológica, podemos decir también que, para dar respuestas capaces de resolver distintos problemas y dificultades, en lugar de neuronas, se vale de compuertas u órganos lógicos de construcción electrónica, que operan en los términos binarios de la lógica de George Boole. Estos circuitos funcionan según la presencia o no, de luces y sombras.[12] Por tal motivo, la inteligencia artificial es básicamente una inteligencia gnomónica artificial, para la cual, de alguna manera, la anomalía evolutiva continúa su curso con el lineamiento gnomónico y de silicio de sus remotos orígenes.

Las compuertas utilizadas se componen de micro diodos y micro transistores los que básicamente son de tres tipos; a saber: aquellas que se abren o cierran cuando sí o sí, hay dos señales de luces presentes (órgano AND), se abren o cierran a condición de que incida una o las dos luces (OR) y la negación inversora (NOT), que devuelve la información contraria a la señal incidente.[13]

La inteligencia artificial es extremadamente precisa y esa precisión resulta “casi” una debilidad frente a la menos precisa inteligencia biológica. La inteligencia artificial carece del órgano (CASI) que contiene la inteligencia biológica, y según Robert Jastrow, las decisiones de este órgano natural, si bien y por un lado, hace menos precisa a la inteligencia biológica, por otro en cambio, la hace más rápida y expeditiva, ante lo cual, paradójicamente, la menor exactitud conjugada con una mayor rapidez y efectividad, hacen muy potente a la inteligencia humana[14] y la predispone mejor ante la velocidad de respuestas prácticas requeridas por la supervivencia.[15]

La construcción de un refugio, una herramienta o un arma para la defensa, no pueden esperar el resultado exacto del pensamiento, como tampoco puede esperar el aparato digestivo para realizar la digestión.

El peligro exige respuestas técnicas inmediatas y las cuestiones técnicas tienen que ser resueltas eficazmente, sin que necesariamente la ciencia proporcione informes exactos sobre la totalidad que la cuestión plantea. El técnico en su calidad de hombre práctico, decide y lo hace de manera diferente al teórico, porque la práctica se basa en la experiencia.[16]

Como dato complementario y actualizador, agregamos que muy recientemente, se informó que la inteligencia artificial a través de la asociación de algunas percepciones experimentadas, presupone o puede presuponer otras no realizadas, de manera tal que “presiente” con base en la experiencia.[17]

Los primeros ordenadores fueron muy voluminosos y sus componentes eran tubos de vacío conjugados con pequeños relevadores electromecánicos. Luego irrumpe el transistor, las plaquetas y finalmente los chips, que en pocos milímetros cuadrados contienen centenares de miles de microcomponentes electrónicos y permiten procesar muchísima información.

CRÁNEOS DE UN HUMANO MODERNO (IZQUIERDA) Y UN NEANDERTAL (DERECHA)

Volviendo a la inteligencia biológica, debemos decir que si bien en la línea evolutiva que va de los erectinos a los neandertales, se fabricaron numerosas herramientas y se sucedieron distintas tecnologías que seguramente incidieron fuertemente en la elevación del nivel de encefalización, no se llegó, sin embargo, a la reproducción total y sustitutiva del cuerpo, ni tampoco a la copia artística del mismo; es decir que los caminos conducentes a la inteligencia artificial, solo fueron explorados por el humano moderno luego de haber transitado la reproducción material, funcionalmente equivalente y no biológica del cuerpo, comenzando de la manera más elemental; con un palo plantado en el suelo para oficiar de gnomon solar.

Estimamos que ese paso cualitativo que el humano moderno ejecuta, es lo que, en esencia, nos diferencia de los neandertales y del resto de las variantes humanas. No es tanto la apariencia, la fabricación de herramientas de mano, el número de neuronas ni el cociente de encefalización, aquello que nos diferencia radicalmente de los neandertales; la diferencia fundamental con ellos, está centrada en el cambio de mirada funcional del contexto, que muy particularmente permitió ver en un palo plantado en el suelo o una lanza clavada verticalmente, el posible reemplazo sustitutivo del cuerpo, para de esa forma cumplir, con las funciones propias de gnomon solar vertical, que hasta ese momento venían siendo llevadas a cabo nada más que por el cuerpo biológico del humano moderno. Digamos también, que esta posibilidad, el neandertal no la habría visto, no por ser menos inteligente, sino porque no era para él una necesidad frente al medio ambiente en que vivía.

Entre los aspectos preexistentes al humano moderno, que luego pudieron transformarse en conductas trascendentes, hay dos aspectos que merecen atención. Por un lado, los habilinos, tenían una notable capacidad para seleccionar y transportar materiales desde lugares distantes con el objeto de fabricar herramientas que el Humano moderno luego, las utilizará para autorreproducirse materialmente y por medios no biológicos.

Por otro lado, se sabe que en los vertebrados existe una forma primitiva de conciencia sensorial y no reflexiva, constituida por el auto reconocimiento de las dimensiones del propio cuerpo como “una cosa percibida”,[18] y en tal sentido, hay estudios que demuestran como una cigüeña en cautiverio, se vale de esta “conciencia primitiva”, que le permite reconocer su cuerpo como cosa, para así proyectar y procurar la sombra fresca a sus crías.[19] En consecuencia, al arribo del humano moderno, además de una industria suficientemente desarrollada, ya existía algún tipo de conciencia sensorial de/sí, de modo que esta situación preexistente, le permitió construirse a/sí mismo exteriormente, y valerse de la sombra del cuerpo reproducido como si ella fuese su propia sombra, para de ese modo, orientarse y medir la realidad con la unidad de su cuerpo.

De manera que, mientras la cigüeña sin industria le dio sombra con su cuerpo a sus crías, el hombre industrioso, reprodujo artificialmente su cuerpo, para tomar distancia y producir las mismas sombras que proyectaba con su cuerpo biológico.

El humano moderno, como cualquier vertebrado, a partir del conocimiento de su propio cuerpo configuró también una conciencia incipiente; y más tarde, con la reproducción material e inorgánica del cuerpo biológico para cumplir con las funciones de gnomon solar, instaló de hecho, un incipiente “cuerpo inorgánico y social” que progresivamente —en tanto ha sido depositario de conocimientos (proto-ciencia) y sentimientos cristalizados (arte)­— se convirtió en la “conciencia protética” con la cual hoy, no solo convivimos, sino que además, al hibridamos con ella, hereditariamente la reproducimos y transmitimos como cultura.

El registro fósil de la evolución humana, presenta crecientes volúmenes endocraneales que van desde los 350 cc de algunos australopitecos, hasta alrededor de 1700 cc de neandertales y humanos modernos del pleistoceno. Pero en la actualidad y a partir del ingreso en el holoceno, nuestro promedio es notoriamente menor y se ubica entre los 1350 y 1400 cc, es decir, que hubo un crecimiento del encéfalo hasta que, llegado un punto máximo, comenzó a decrecer. El nivel de encefalización de los humanos actuales, ya lo había alcanzado el humano del paleolítico, hace por lo menos, unos 90.000 años atrás aproximadamente y en tal sentido, posiblemente por el cambio de dieta durante el holoceno, tanto el peso corporal como cerebral que venían en aumento, han sufrido una notoria reducción[20] sin que ello se vea reflejado como una disminución de la inteligencia, sino que, por el contrario, la inteligencia aumentó exponencialmente debido a la memoria material. Esto significa que, con la aparición y desarrollo de la tecnología, la encefalización como proceso biológico vinculado a la inteligencia dejó de crecer y comenzó a decrecer, pero dada la alta complejidad alcanzada por nuestro cerebro, no habría que descartar que la evolución biológica, en un futuro no lejano, recobre su impronta y encuentre otros caminos de desarrollo biológico evolutivo, como modo de respuesta a las nuevas condiciones materiales actuantes sobre ella.

Para finalizar con el tema, no debemos dejar de soslayar que la inteligencia biológica basada en las cadenas de carbono es en general la respuesta flexible e innovadora que aparece evolutivamente frente a las cambiantes condiciones medioambientales y la necesidad de supervivencia; por lo tanto, resulta lícito sospechar que, en respuesta a la acelerada presión de los cambios devenidos como consecuencia del avance de la inteligencia artificial, la evolución biológica, basada en los éxitos alcanzados en la función reproductiva que se ha reservado, lentamente podría volver a evolucionar y contrarrestar las presiones actuales, orientándose hacia una inteligencia biológica de nuevo tipo quizás, y de esa manera detener la embestida de la inteligencia artificial de los ordenadores basada en el silicio. La historia de la vida, en dilatados tiempos, pareciera dar sustento a esta posibilidad.[21]

Hubo anomalías que no cambiaron cualitativamente la naturaleza biológica de la evolución, y sus recursos evolutivos, han sido propios de la biología. Una de ellas es la encefalización natural de los mamíferos, que luego de más de sesenta millones de años, no superó el cociente de encefalización alcanzado por los delfines y el Homo habilis.

A partir de la mano como recurso propiamente biológico y la herramienta como instrumentación ajena a la biología, los australopitécidos y habilinos, iniciaron un camino de cambios cuantitativos e interactuaciones mutuas, que rompieron con la naturalidad biológica, en el momento en que, con base en esas herramientas, el Humano moderno se reprodujo enteramente en términos inorgánicos y desencadenó, de esa manera, una verdadera anomalía evolutiva, que ya no solo es biológica, sino que además, se hace a/sí, artificialmente protética.

El humano es, en tanto también se hace, y en ese hacerse, intervienen elementos exógenos a su naturaleza primera, pues en este proceso hubo un momento natural, otro artificial y finalmente, a resultas del curso evolutivo iniciado con la mano prensil y la reproducción inorgánica, un nuevo tipo de evolución hibrida se instala y consagra.

Plantar un palo, o clavar una lanza en el suelo, supone alguna experiencia previa en el uso de herramientas y en la utilidad que esto podía tener, de manera que esta decisión pudo coincidir con el inicio de una muy incipiente agricultura y la necesidad de contar con algún calendario lunisolar o solar dividido en estaciones. Por tales motivos, si bien el gnomon solar significó el primer paso en lo que dimos en llamar “anomalía en el curso evolutivo”, la agricultura, la máquina y el cambio de dieta, se encargaron del resto.

Al direccionar la evolución de la vida, no solo biológicamente sino también, hacia la instrumentalidad funcionalmente sustitutiva y protética, el humano moderno desata una irregularidad evolutiva que es excluyentemente diferenciadora de nuestro linaje, pues no hay otra variante humana que haya practicado la gnomónica.

STONEHENGE

La anomalía evolutiva, al igual que el cerebro no ha dejado fósiles y solo se evidencia a través de sus propias pistas “endocraneales” que son el arte rupestre, los relatos gnomónicos de gran cantidad de culturas originarias y fundamentalmente, en las tardías evidencias materiales de las estructuras y megaestructuras líticas, que, orientadas gnomónicamente, suponen y necesariamente fundamentan, una anterioridad gnomónica practicada con gnómones de maderas como se ha probado en Stonehenge, y esta práctica a su vez, supone también, que esa actividad, debió tener también, otra anterioridad remota, practicada sin material alguno y solo con el compromiso del cuerpo. Por lo tanto, luego de la autoreproducción no biológica del cuerpo, se confió en el cuerpo inorgánico aquello que antes solo se hacía con el cuerpo propio, y esto significó definitiva e irreversiblemente, el desencadenamiento de una anomalía de tal envergadura, que cambió cualitativamente el curso de la evolución de la vida.

Básicamente, la anomalía evolutiva consistió en el cambio del instrumento gnomónico biológico, por el gnomon solar plantado en el suelo y esto impactó fuertemente sobre la subjetividad, la forma de reproducción y en el desarrollo posterior del ser humano.

Concluimos entonces, en que, a partir de la decisión del humano moderno de reproducirse inorgánicamente con materiales perecederos y sin dejar evidencias directas de aquel inicio, la vida en el planeta, se orientó hacia un nuevo tipo de evolución que dejó de ser solo biológica, para ser biológica, social, protética y marcadamente técnica.

Para finalizar, digamos que es precisamente en la consagración actual de la técnica, donde ha quedado conservado y clausurando aquel Homo sapiens y gnomónico que alguna vez hemos sido, y que hoy lo sentimos extraño y distante.

 

Bibliografía

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  11. Stiegler, Bernard, La técnica y el tiempo, Editorial Hiru, Hondarribia, 2002.

 

Notas

[1] Carlos Alberto Marmelada, ¿Comer carne nos hizo inteligentes?, ed. cit.
[2] W. Kohler, K. Koffka y F. Sander, Psicología de la forma, ed. cit., p. 9.
[3] Ibidem, p. 12.
[4] Michel Goustard, Los monos antropoides, ed. cit., p. 124.
[5] Rubén Calvino, Arte paleolítico y gnomónica, ed. cit., p. 154.
[6] Sigmund Freud, Tótem y tabú, ed. cit., p. 32.
[7] Robert Jastrow, El telar mágico, ed. cit., p. 172.
[8] Ibidem, p. 131.
[9] Ibidem, p. 171.
[10] Bernard Stiegler, La técnica y el tiempo, ed. cit., p. 214.
[11] Joanna Gillan, Halladas ruinas de gigantesco círculo de postes de madera a dos millas de Stonehenge, ed. cit.
[12] Robert Jastrow, op. cit., p. 64.
[13] Douglas Kaye, Sistemas booleanos, ed. cit., p. 87.
[14] Robert Jastrow, op. cit., p. 75.
[15] Ibidem, p. 78.
[16] Edmund Husserl, La filosofía como ciencia, ed. cit., p. 60.
[17] Miguel Bravo, Inteligencia Artificial permite a los robots sentir, ed. cit.
[18] Edmund Husserl, op. cit., p. 42.
[19] Michel Goustard, op. cit., p. 115.
[20] Eva María Poza Rey, Estimación de los volúmenes endocraneales y encefalización, ed. cit., p. 302.
[21] Robert Jastrow, op. cit., p. 173.

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