El gnomón solar como remanente psíquico arcaico

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El gnomón solar como remanente psíquico arcaico

FIGURA 01. LA SOMBRA HUMANA, PROPIA Y PROYECTADA

 

Resumen

Si detrás de cada evidencia arqueológica relacionada con la medición del tiempo, se esconde un gnomón solar, cabe preguntarse entonces: ¿de qué manera este instrumento, surgió y se vehiculizó por culturas tan diferentes, distantes y a veces inconexas entre sí? La respuesta puede hallarse en el cuerpo humano y su natural carácter de gnomón solar con conciencia sensorial no-reflexiva de sus propias dimensiones y sombras. Peculiaridad que le permitió al humano moderno gozar de una dilatada etapa de juego inconsciente con la sombra, así como también, hacer de su cuerpo el instrumento gnomónico y unidad de medida del tiempo y el espacio. Este saber ancestral, viajó como remanente psíquico arcaico o arquetipo naturalmente vehiculizado en la cabeza humana, para en ocasiones, florecer de formas distintas.

Palabras clave: arquetipo, remanente arcaico, gnomón solar, humano moderno, mito gnomónico, medida.

 

Abstract

If behind each archeological evidence related to the measurement of time, a solar gnomon is hidden, it is worth asking: how was this instrument transported by cultures so different, distant and sometimes disconnected from each other? The answer can be found in the human body and its natural character of solar gnomón with sensory awareness that reflects its own dimensions and shadows. This peculiarity allows the modern human to enjoy a long stage of unconscious play with the shadow, as well as make his body the gnomonic instrument and the unit of measurement of time and space. This ancestral knowledge, traveled as an archetype naturally vehicular in the human head, to flourish sometimes in different ways.

Keywords: archetype, archaic remnant, solar gnomón, modern human, gnomonic myth, measure.

 

¿De qué manera y cuáles fueron los factores que hicieron posible que culturas tan diversas como distantes geográficamente, llegaran a diseñar, un mismo instrumento, el gnomón solar, para medir el paso del tiempo y orientarse en el espacio?

 

Al indagar sobre las causas que pudieron dar lugar a esta manera tan simple y universal de medir el tiempo y ubicarse en el espacio mediante un palo gnomónico, nos damos cuenta que, para encontrar una explicación convincente, no basta sólo con recolectar las evidencias materiales ni tampoco quedar atrapado en las teorías arqueológicas más recurrentes, ya que nada de esto pone al descubierto cuál pudo ser el canal de comunicación que trajo al gnomón solar a suelo americano, ni tampoco el soporte que tuvo ese canal de comunicación como para poder vehiculizar el mensaje de tal conocimiento, durante el tiempo necesario para su difusión.

 

En cambio, podemos anticiparnos y pensar que, en tiempos paleolíticos y por falta de medios, la forma adoptada por el mensaje primigenio debió ser; por un lado, la más abstracta y carente de determinaciones concretas; aunque también y por otro lado, esa forma del mensaje tuvo que servir para delinear el cuerpo (gnomón natural) con el cual, de forma excluyente, el humano prehistórico experimentaba la gnomónica. Es decir que, paradojalmente, el mensaje debió cobrar la forma simbólica más abstracta y contradictoria, para aludir al patrimonio más concreto del hombre prehistórico: su propio cuerpo e instrumento.

 

Por este motivo, lo que debemos advertir en primerísimo lugar, es que al no encontrar ninguna comunicación entre las diferentes culturas que dejaron testimonio del conocimiento y uso del gnomón solar, la posible vehiculización pudo transitar montada en la cabeza humana, de forma consciente e inconsciente, ya que fue el propio hombre, quien se descubrió a/sí mismo e inventó como instrumento. Es decir que al no hallar otros canales de comunicación que nos expliquen acabadamente cómo el gnomón solar transitó de un sitio determinado a otro, tenemos que aceptar que en última instancia tal canal de comunicación, inevitablemente se debe encontrar en el propio hombre, quien como gnomón solar antropo y soporte, pudo vehiculizar el mensaje.

 

Se hace imprescindible, indagar en los posibles canales de comunicación que el hombre como vehículo en situación migrante por el mundo, pudo ofrecer a la supervivencia y adaptación de este saber, para llevarlo como mensaje desde la cuna africana, al extremo sur del planeta.

 

Para tal cometido, debemos acordar que la sola presencia humana es evidencia concreta, necesaria y suficiente para justificar el migrar de conocimientos y que el canal de comunicación que habrían de ofrecer sus servicios para llevar el mensaje de manera latente, con el objeto de ser reproducido allí donde las condiciones fueran favorables, inevitablemente tuvo que ser la subjetividad humana. Es decir, que para poder entender cómo desde áfrica el gnomón solar llegó a China y las Américas, tenemos que aceptar que el cuerpo humano es en sí mismo un gnomón solar vertical y ambulante que, además, cuenta con subjetividad.

 

En consecuencia, para saber del migrar del instrumento gnomónico por el mundo, hay que abrevar en las ciencias del espíritu humano en general y muy particularmente en aquellas que relacionan al inconsciente humano con el cuerpo.

 

Conforme a lo dicho, la clave de esta vehiculización debemos buscarla en cómo la configuración del cuerpo gravitó sobre el inconsciente; y para esto, hay que considerar que el cuerpo humano debido a su verticalidad y figura espigada es naturalmente un gnomón solar que, además, como todo cuerpo mamífero posee una forma primitiva de conciencia no-reflexiva de sus propias dimensiones y sombras,[1] la cual, permanece vigente aún, pese a la complejización evolutiva del ser humano. Por lo tanto, dada su condición de gnomón solar, la gravitación del cuerpo y su forma en la generación de patrones de conducta de la especie, ha sido marcadamente gnomónica y distinta al resto de los animales; incluso a otras variantes humanas ya extintas, las cuales, por factores diversos no han llegado a ser de figuras rectas, verticalmente gráciles y suficientemente espigadas como para convertirse filogenéticamente en consumados gnómones solares verticales y ambulantes, de naturaleza zoológica.

 

El hombre moderno es indudablemente, el único poseedor de un cuerpo potencialmente gnomónico (gnomón antropo) y el único también, que luego de jugar con su propia sombra como muchos otros animales lo han hecho, a diferencia de todos, se supo a/sí mismo, gnomón solar (Homo sapiens y gnomónico) y aprovechó de su cuerpo la condición de instrumento gnomónico, para producir sombras a voluntad y mediante ellas orientarse.

 

TOMADA DE WIKIPEDIA

 

¿Que lleva a un perro a jugar con su sombra o a un niño a correr tras ella sin poderla atrapar?

 

¿Qué lleva a un mamífero a relacionarse con su sombra de modo aparentemente espontáneo?

 

¿Qué llevó al hombre a inventar un mismo instrumento en todo el mundo, para medir el paso del tiempo y ubicarse en el espacio?

 

Respecto de nuestra especie, se hace imperioso pensar que el impacto de la configuración del cuerpo mamífero sobre el inconsciente humano ha sido muy fuerte, y esto pudo ser su causa.

 

No olvidemos que la extensión y complejidad que alcanzó el desarrollo del neopalio como corteza cerebral, ocupa más del 90% de la masa total del cerebro. Tal impacto de lo corporal, sobre el inconsciente humano específicamente, estaría reflejado en las conductas no reflexivas más complejas, como son las simbologías oníricas en general. De manera que la responsabilidad orgánica de los comportamientos inconscientes más complejos podría encontrarse en la corteza cerebral desarrollada a partir del neopalio por sobre el cerebro reptil y de mamífero primitivo. Luego, debajo de este nuevo sector del cerebro, quedaron los “remanentes biológicos arcaicos”, responsables de los programas instintivos básicos tendientes a la huida frente al peligro, el hambre, la sed, la procreación, la crianza, las dimensiones del cuerpo y su sombra.

 

Esos esquemas directrices de los comportamientos instintivos sobreviven en la mente humana ligados al cerebro primitivo y como consecuencia del desarrollo neuronal alcanzado, en nuestra interioridad, son acompañados de una innumerable variedad de complejas fantasías generadas en la corteza cerebral, que se manifiestan mediante imágenes simbólicas. “Estas manifestaciones son las que yo llamo arquetipos”, nos diría Carl Gustav Jung,[2] y además agregaría que no tienen origen conocido, y que “como grano de sal”, se producen en cualquier hombre, tiempo y lugar.[3]

 

El arquetipo no es el símbolo en sí mismo, ni tampoco esos símbolos son hereditarios, el arquetipo es la tendencia y potencialidad que, en nuestra mente, da lugar a que cada individuo produzca sus propios símbolos y su propia línea estética para representar artísticamente un mismo motivo que, sin perder el modelo básico, puede cobrar infinitas formas simbólicas y artísticas.

 

El arquetipo es un elemento formal, en/sí vacío, no determinado por su contenido;[4] para que quede claro y nuestra propuesta no aparezca como mera superchería, reiteramos que, cuando hablamos de arquetipos, no lo hacemos de ideas innatas, las cuales no existen.[5]

 

El arquetipo es posibilidad de representación de algún motivo, que Freud planteó como posible “propiedad psíquica heredada”[6] y que más tarde él mismo llamó “remanente arcaico”.[7]

 

Finalmente, desde lo biológico, Juan Samaja nos habla de una “selección orgánica” operada por los equilibrios homeorrésicos y homeostáticos del organismo, qué a partir de Piaget, abren la posibilidad de interpretar la dialéctica entre organismo (o teoría) y medio externo, como forma de superar el neo-darwinismo apriorista y el neo-lamarkismo empirista para reconocer así, la influencia del entorno sin modificar el ADN.[8] Esta influencia del entorno sobre los organismos y las teorías de las que habla Samaja, inevitablemente configura un modelo epigenético que, en tanto extensión, incluye al inescindible conjunto cuerpo propio/sombra, se transmite hereditariamente con iguales características fenotípicas, y posiblemente también, en el caso que nos ocupa, con iguales motivaciones arquetípicas ligadas a las dimensiones del cuerpo y su sombra.

 

Arquetipo y gnomón solar

 

Estos remanentes psicológicos arcaicos, eran para Freud, las formas mentales ajenas a la vida del sujeto, qué por no pertenecerle, no pueden ser explicadas mediante nada de la propia vida del individuo. Formas innatas, heredadas por la mente humana de modo semejante a como el cuerpo biológico hereda los caracteres de la especie a la que pertenece. Esta psiquis inmensamente vieja, forma la base de nuestra mente y es heredada del hombre arcaico que, durante miles de años, todo lo hacía con su propio cuerpo usado como herramienta.

 

Al igual que gran parte de la estructura de nuestro cuerpo se basa en el modelo anatómico general de los mamíferos que nos precedieron, esta herencia de remanentes psicológicos arcaicos y nuestra psiquis, que es mucho más que la conciencia, se basa también, en los modelos arcaicos que nos antecedieron.[9] Por tal motivo, para Jung los remanentes arcaicos son las potencialidades de representación que él llama arquetipos. Son tendencias a la representación de un motivo, qué en nuestro caso concreto, ese motivo es gnomónico por tratarse de la potencialidad heredada por el humano moderno, de ser naturalmente un gnomón solar de tipo vertical y ambulante, y sentirse como tal a consecuencia de la gravitación que sobre la conducta humana tuvo, el hecho de ser poseedor de un cuerpo grácil, espigado y rectamente erguido, capaz de proyectar sombras linealmente comparables.

 

Las visiones, pensamientos o inventos de los diferentes tipos y formas de gnomones repartidos por el mundo, aparecidos repentinamente quizás y sin causa aparente en la imaginación de nuestros antecesores, pudieron ser los resultados arquetípicos que, modelados en cada tiempo y lugar con simbologías propias creadas a imagen y semejanza del cuerpo y su sombra, son los responsables de muchos mitos, religiones y miradas filosóficas.

 

TOMADA DE TURISMO MATEMÁTICO

 

Luego, con el desarrollo de la reflexión, toda vez que la adversidad exigió migrar, una multitud de pensamientos fueron oscurecidos temporalmente, y en ocasiones, al igual que lo hace el Sol a través de un estenopo, esos pensamientos han sido parcialmente iluminados por el interés del momento mientras que la mayor parte de ellos quedaron inevitablemente sumidos en la oscuridad, porque la conciencia solo puede mantener simultáneamente en plena claridad unas pocas imágenes, y aun así, esa claridad fluctúa y puede, inesperadamente, a consecuencia de una experiencia emotiva o un sueño, sufrir un cambio en la orientación de la luz e ir, hacia el encuentro de un invento, en el sentido etimológico de la palabra. Inventar proviene de “Inveniere” que en latín significa “encontrar algo buscado”, que por buscado es conocido, pero olvidado.[10]

 

Posiblemente así, el gnomón solar, conocido por una generación, pudo viajar cancelado en la subjetividad de generaciones venideras, pero básicamente conservado como arquetipo ligado al cuerpo propio y la sombra, desde donde más tarde, pudo ser reiteradamente vuelto a la luz para su racionalización, realización y superación, ante condiciones favorables.

 

Es decir, que a partir de lo más profundo de la psiquis entendida como algo más vasto que la conciencia, de modo repentino y abriéndose paso como el clivaje de un mineral, el arquetipo gnomónico, basado en el cuerpo humano como primer instrumento específico, pudo en incontables ocasiones, viajar y alumbrar con formas artísticas diferentes y acordes a cada lugar y cultura. Luego, la capacidad de auto-reproducción material, exterior y total del cuerpo humano por medios no biológicos, es lo que necesariamente llevó a que, en cada sitio, tuviera lugar el gnomón solar exterior plantado en el suelo.[11]

 

Gnomón solar y arqueología

 

Al investigar temas como el que nos ocupa, la arqueología trabajó siempre sobre su propia paradoja de la que no puede sustraerse, pues como ciencia del pasado, esta disciplina carece de información directa sobre los comportamientos humanos, no obstante ser dichos comportamientos humanos, su propio objeto de estudio.

 

Frente a tamaño obstáculo que significa la carencia de información directa, la arqueología intenta conocer aspectos de la cultura del pasado a través de los restos materiales que aún se conservan y esta situación, inevitablemente también, le impone circunscribir la reconstrucción del comportamiento humano, a la materialidad hallada, al estado de su conservación a través del tiempo, y a las posibilidades prácticas que tiene el arqueólogo de recuperar la mayor cantidad posible de materiales.[12] En el caso concreto que nos ocupa, los gnomones solares plantados en el suelo, solo hablan del hombre moderno desde el paleolítico superior y nada dicen de los tiempos en que el gnomón solar era excluyentemente el propio cuerpo humano.

 

TOMADA DE INVESTIGACIÓN Y CIENCIA

 

Cuando el instrumento ha sido básicamente el propio cuerpo, la materialidad temprana es nula, mientras que la hallada, es tardía, inconexa y no nos explica la posibilidad de la vehiculización del conocimiento. Esto significa que desde la materialidad hallada se tiene que pasar por tantos filtros y dificultades, que finalmente ponen en riesgo a la propia arqueología como ciencia y mucho más cuando como disciplina, es de muy difícil experimentación.

 

Ante esta situación y la certeza de que no existe pueblo ni fase civilizatoria, en que no se hayan registrado tabús, y dado el inevitable vínculo de estos con el tótem[13] y del tótem a su vez con el gnomón solar vertical, es importante su estudio junto a las mitologías y ceremonias.

 

El tótem, es básicamente un gnomón solar hierológicamente consagrado luego de depositar en él, el alma de los difuntos.[14]

 

La antropóloga Anne Chapman (1922/2010); por ejemplo, al estudiar los mitos y tradiciones, enfáticamente señaló que la riqueza y complejidad de la cultura selk´nam de la Isla grande de Tierra del Fuego, no se reflejaba en la simplicidad de las evidencias materiales halladas,[15] y que la ceremonia de iniciación del Hain, además de ser una bella muestra de pintura artística sobre cuerpos desnudos, como representación secular, es análoga al teatro de nuestra sociedad actual, entre otras razones por la relación que se entabla entre los actores y el público.[16]

 

La pintura de los cuerpos desnudos, al igual que el uso del cuerpo como gnomón solar, escapa a toda evidencia material y solo surge de los relatos y el atento estudio gnomónicos de los mitos y las ceremonias, fundamentalmente de aquellas vinculadas con los solsticios, equinoccios, cenitales o de los días en que la longitud de la sombra se iguala con la del gnomón.

 

En consecuencia, no es suficiente indagar orientados solamente en una línea de investigación de tipo histórico social para explicar la aparición de un mismo instrumento en el mundo. Los fenómenos de difusión y de influencias recíprocas imitativas entre las culturas (difusionismo) requieren de algo más, algo que remita al cuerpo humano como instrumento y nexo inevitable.

 

Algunos continuadores del difusionista alemán Friedrich Ratzel (1844/1904) y el hiper-difusionista británico Grafton Elliot Smith (1871/1937) suelen decir que fue Tales de Mileto quién desde Egipto, introdujo el gnomón solar en Grecia, de modo tal que sugeriría que en Egipto se habría inventado el gnomón. Esta mirada parte del principio de innovación y si bien en el caso del origen del gnomon solar material, estaría en lo cierto, es solo un aserto parcial que afirma que este instrumento universal para medir el tiempo provendría del continente africano.

 

Como línea de investigación es interesante porque abre muchos caminos al debate; de los cuales y por citar uno, digamos que hay quienes le conceden a Tales de Mileto (el Franklin de la antigüedad) el mérito de llevar el gnomón a Grecia mientras que otros dicen que en rigor de verdad, ha sido su discípulo Anaximandro, ya que según parece Tales de Mileto (624/546) nunca habría salido de su país.[17]

 

Como hemos dicho, esta es una manera de explicar satisfactoriamente el origen general del instrumento como así también la presencia y diversificación del gnomón solar en Grecia y en todo Europa, pero no alcanza para explicar el cómo ni porqué, existió en América desde muchísimo tiempo antes que se establecieran los posibles fenómenos de difusión e influencias recíprocas entre las culturas distantes, tampoco explica su génesis.

 

Ante esta limitación del difusionismo y la ausencia de evidencias materiales durante la mayor parte de la existencia de nuestra especie, para saber cómo el gnomón solar se gestó y transitó por el mundo para llegar a ser conocido en todas las culturas, se impone la necesidad de considerar como posible portador del mensaje al propio cuerpo humano en su doble condición de instrumento gnomónico y vehículo portador, y que el canal de comunicación, haya sido la psiquis humana a través de los remanentes psíquicos arcaicos propuestos por Sigmund Freud (1856/1939) y luego formalizados como arquetipos por Jung.

 

Frente a todas estas dificultades y dado que el elemento esencial que nos ocupa es el ser humano, encontramos que, así como el hombre es la medida e instrumento gnomónico, desde una mirada integral y totalizadora de los aspectos humanos, podemos decir que el inconsciente humano pudo también, ser el reservorio y vehículo de todo cuanto la especie supo producir al momento mismo de emigrar de su cuna africana.

 

Bibliografía

  1. Almudena, Hernando, “Enfoques teóricos en Arqueología”, 1992

(https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=176590) consultado 28/11/2019.

  1. Calvino, Rubén, “Homo sapiens y gnomónico II”, Reflexiones Marginales, N° 50, México, 2019,

(https://2018.reflexionesmarginales.com/homo-sapiens-y-gnomonico-2/), consultado el 08 de mayo de 2020.

  1. Chapman, Anne, Los selk´nam, Emecé, Argentina, 1982.
  2. Freud, Sigmund, Obras completas, Tomo XIII, Argentina, 1975.
  3. Freud, Sigmund, Tótem y tabú, Alianza Editorial, España 2011.
  4. Goustard, Michel, Los monos antropoides, Oikos-tau, Barcelona 1971.
  5. Jung, Carl G., El hombre y sus símbolos, Caralt, España 1984.
  6. Jung, Carl G., Arquetipos e inconsciente colectivo, Paidós, Argentina 2015.
  7. Piaget, Jean, Biología y conocimiento, Siglo XXI, España, 1969.
  8. Samaja, Juan, Dialéctica de la investigación científica, Helguera, Argentina 1987.
  9. Sarton, George, Historia de la ciencia, Eudeba, Buenos Aires 1965.

 

Notas


[1] Goustard, Michel, Los monos antropoides, ed cit., p. 115.
[2] Jung, Carl G., El hombre y sus símbolos, ed cit., p. 66.
[3] Jung, Carl G., Arquetipos e inconsciente colectivo, ed. cit., p. 10.
[4] Ibidem., p. 89.
[5] Piaget, Jean, Biología y conocimiento, ed. cit., pp. 247, 248.
[6] Freud, Sigmund, Tótem y tabú, edc cit, p. 35.
[7] Jung, Carl G, El hombre y sus símbolos, ed. cit., p. 64.
[8] Samaja, Juan, Dialéctica de la investigación científica, ed. cit., p. 72.
[9] Jung, Carl G., El hombre y sus símbolos, ed. cit., p. 65.
[10] Ibidem., p. 77.
[11] Calvino, Rubén, Homo sapiens y gnomónico II, ed. cit., N° 50.
[12] Almudena, Hernando, Enfoques teóricosen Arqueología, ed. cit.
[13] Freud, Sigmund, Tótem y tabú, ed. cit., p. 27.
[14] Freud, Sigmund, Obras completas, ed. cit., p.119.
[15] Chapman, Anne, Los selk´nam, ed. cit., p. 64.
[16] Ibidem., pp. 64, 205.
[17] Sarton, George, Historia de la ciencia, ed. cit., p. 208.

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