Locke y la defensa empírica del parlamentarismo

GONZÁLES COQUES “EJECUCIÓN DE CARLOS l DE INGLATERRA” (1649)

                                                              

Resumen

El empirismo inglés de Hobbes, Locke y Hume, entre otros, fue una revolución epistemológica cuyo impacto trascendió la teoría del conocimiento hasta alcanzar la filosofía y práctica política. Así, el subjetivismo del empirismo socavó los fundamentos del Antiguo Régimen pues la verdad política dejó de residir en la única visión del monarca y el poder religioso, al pasar a ser soberanía de los parlamentarios: la verdad devino un consenso derivado del conjunto de experiencias y percepciones que los parlamentarios recogían en sus asambleas. El presente artículo pretende demostrar cómo la teoría del conocimiento de John Locke fue el origen de su filosofía política, y cómo ésta planteó dudas y ofreció respuestas que fueron finalmente implementadas en el cuerpo legal inglés.

Palabras clave: contractualismo, empirismo, Estado, gobierno, Locke, soberano.

 

Abstract

The English empiricism of Hobbes, Locke and Hume, among others, was an epistemological revolution whose impact transcended the theory of knowledge to reach political philosophy and practice. Thus, the subjectivism of empiricism undermined the foundations of the Old Regime since political truth ceased to reside in the sole vision of the monarch and religious power, when it became the sovereignty of parliamentarians: the truth became a consensus derived from the set of experiences and perceptions that parliamentarians gathered in their assemblies. This article aims to demonstrate how John Locke’s theory of knowledge was the origin of his political philosophy and how it raised doubts and offered answers that were finally implemented in the English legal body.

Keywords: contractualism, empiricism, government, Locke, sovereign, state.

 

El 21 de enero de 1793 era guillotinado Luis XVI de Francia. El verdugo que debía cortarle la cabeza anotó en sus memorias que el rey soportó todo eso con gran compostura y firmeza señalando que sacó su fortaleza de los principios de la religión, de los que nadie parecía más convencido que él. Meses más tarde, el 16 de octubre, su mujer María Antonieta corría la misma suerte. La ejecución de los reyes de Francia, herederos de la corona y, por lo tanto, de la soberanía francesa por la gracia de Dios, se convertía en un hito transcendental para el futuro de Europa que pronto tuvo su oposición a través de grandes alianzas para combatir su propagación. El germen de dicha revolución lo encontramos en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa del 26 de agosto de 1789, que establecía que los principios de la sociedad serían la base de la nueva legitimidad, acabando con los principios, las instituciones y las prácticas del Antiguo Régimen. Así, la soberanía ya no residiría en la figura del rey, sino en la nación, es decir, en la ciudadanía. Esta revolución política ya tuvo un precedente en 1776 al otro lado del Atlántico, en los nuevos Estados Unidos, independizados de la corona inglesa y constituidos libremente a través, primero, de la Declaración de Derechos de Virginia del 12 de junio, y después mediante la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América redactada el 4 de julio en Filadelfia, declaraciones que sostenían que todos los hombres eran por naturaleza igualmente libres e independientes y que, por lo tanto, todos los hombres eran creados iguales. De este modo, no sólo la corona británica se quedaba sin sus colonias más importantes, sino que se establecían las bases político-filosóficas de lo que posteriormente sucedería inexorablemente en el continente europeo.

 

Sin duda alguna, estas declaraciones tuvieron un impacto político y social en todo occidente, pero su posibilidad de gestación no deja de generar preguntas. ¿Cómo fue posible que estas declaraciones, que suponían un golpe mortal al Antiguo Régimen, se gestaran en lugares cuya tradición era el mismo Antiguo Régimen? A menudo entendemos las revoluciones francesa y estadounidense como el producto de la ilustración vivida a lo largo del siglo XVIII y olvidamos el que fue, sin lugar a duda, su mayor precedente y condición de posibilidad un siglo antes: la Revolución Gloriosa de Inglaterra y su Bill of Rights o Declaración de Derechos que impuso el Parlamento inglés al príncipe Guillermo de Orange para poder suceder al rey Jacobo II.

 

La Declaración de Derechos, aprobada el 13 de febrero de 1689 establecía, grosso modo, que el rey no podía ni crear ni eliminar leyes ni impuestos, así como tampoco podía cobrar dinero para su uso personal sin el consentimiento del Parlamento, del mismo modo que el rey perdía las facultades para confiscar pertenencias y, reclutar y mantener un ejército en tiempos de paz. Igualmente, dicha declaración establecía que los ciudadanos, todavía definidos como súbditos, tenían el derecho de presentar peticiones al rey y de poseer armas para su defensa, del mismo modo que el Parlamento se constituiría a través de elecciones libres, siendo necesario para ellas reconocer las libertades de expresión y discusión. En resumen, el rey perdía todas las facultades propias de los reyes del Antiguo Régimen, estático y hereditario, y se establecía un sistema parlamentario cuya soberanía residía en la ciudadanía.1

 

La Declaración de Derechos de finales del siglo XVII sentó un precedente, sin duda enorme, para las futuras declaraciones estadounidense y francesa del siglo XVIII, pero a veces queda en olvido, del mismo modo que a veces quedan en el olvido los paralelismos filosóficos entre la Declaración de Derechos de 1689 y la obra Dos tratados sobre el gobierno civil de John Locke, publicada en 1690. Durante mucho tiempo se ha pensado que Locke escribió los tratados para defender la Revolución Gloriosa de 1688, pero a pesar de que Locke publicó sus obras poco después de la declaración, la obra fue escrita antes de esa fecha, por lo que podemos sostener que el pensamiento filosófico de John Locke fue de vital importancia para la redacción de la Declaración de Derechos. A lo largo de las siguientes líneas veremos esos paralelismos y la importancia del Locke para su redacción, pero también mostraremos la importancia del empirismo inglés de Locke para dicho acontecimiento: más allá de ser una corriente únicamente epistemológica, el empirismo fue la base ontológica y antropológica que fundamentó, desde el subjetivismo, las revoluciones, legitimando epistemológicamente el parlamentarismo político.

 

Locke, un filósofo político o un político filósofo

 

John Locke nació en Wrington, cerca de Bristol, el 29 de agosto de 1632, bajo el reinado de Carlos I de la familia de los Stuart. Con apenas 10 años, Locke vivió lo que se conoce como la guerra civil inglesa, que enfrentó a monarcas y parlamentarios, una guerra anunciada dado que el rey Carlos I hacía tiempo que no tenía buenas relaciones con sus súbditos, especialmente con el Parlamento. Estas relaciones se fueron deteriorando debido a que, en primer lugar, el rey se casó en 1625 con Enriqueta María de Francia, que no sólo pertenecía a la corona de sus archienemigos franceses, sino que además era católica, algo que los ingleses no veían de buen grado. En segundo lugar, porque tras enfrentarse con el Parlamento numerosas veces después de su boda, el rey Carlos I lo disolvió unas tres veces, gobernando aproximadamente once años sin él, dando lugar a lo que se conoce como el periodo de “once años de tiranía”. A medida que las arcas del gobierno empezaron a vaciarse y las necesidades se incrementaban, Carlos I se vio forzado a reunir de nuevo el Parlamento con el fin de recaudar fondos. Los parlamentarios aceptaron, pero a cambio de recibir ciertas garantías políticas que el rey no estuvo dispuesto a aceptar, por lo que el Parlamento se dividió entre los que estaban a favor del rey y los que no lo estaban, estallando de esta manera la guerra civil en 1642.

 

El padre de Locke, puritano como su mujer y madre de Locke, Agnes Keen, era un abogado rural que devino capitán de caballería de las fuerzas parlamentarias durante la primera parte de guerra civil inglesa en 1642. Su colaboración con los parlamentaristas hizo que el padre de Locke estableciera amistad con importantes personajes de la Inglaterra del siglo XVII, como por ejemplo el parlamentarista Alexander Popham quien se ocupó de que John Locke estudiara en 1647, tras la primera parte de la guerra civil, en la prestigiosa Westminster School en Londres. Un año más tarde, en 1648, iniciaría la segunda parte de la guerra civil inglesa, pues las disputas entre los partidarios del rey Carlos I, que se encontraba encarcelado por las fuerzas parlamentarias, y los parlamentaristas persistieron. Sin embargo, el rey contaba con muy pocos apoyos, y cuando éste escapó para aliarse con los escoceses, perdió los pocos apoyos que le quedaban desencadenando de nuevo la guerra civil. Oliver Cromwell, quien dirigió la primera parte de la guerra civil, terminó venciendo y acusando de alta traición al rey, motivo por el cual Carlos I fue decapitado el 30 enero 1649, teniendo como consecuencia la proclamación de la única república en la historia inglesa. Los cimientos del Antiguo Régimen, que residían en la soberanía del monarca y su unión con Dios, habían sido vulnerados por el clamor popular.

 

Después de la decapitación del rey, Inglaterra vivió un tiempo sin guerras dirigidos por Oliver Cromwell, primero bajo la mancomunidad inglesa y después bajo el protectorado.2 Durante este período, el filósofo Thomas Hobbes publicó su obra Leviatán, obra en la que iniciaba la teoría contractualista en filosofía política criticando los argumentos teológicos en los que se fundamentaba el Antiguo Régimen, según el cual, la sociedad estamental y el sistema económico feudal era la organización ideal que Dios encargaba a los monarcas, únicos soberanos en la tierra junto con el poder religioso. Si bien Hobbes no daba apoyo explícito en su obra a cualquiera de los bandos de la guerra civil, las autoridades republicanas sí debieron verlo como un apoyo cuando permitieron su publicación en Inglaterra en 1651. En todo caso, fue en este contexto en el que el joven John Locke prosiguió sus estudios siendo admitido en la Christ Church, en Oxford, introduciéndose en la filosofía moderna de Descartes, que encontraba más interesante que los clásicos y la escolástica, y en la medicina y la filosofía experimental que se aplicaba en otras universidades y en la Royal Society.

 

Locke obtuvo su licenciatura en 1656 y la maestría en 1658, año en el que el protectorado de Cromwell llegó a su fin: el 3 de septiembre de 1658 moría Cromwell y su hijo Richard, al que nombró sucesor, no pudo detener el caos político que se desató entre septiembre de 1658 y diciembre de 1659. De este modo, el Parlamento despojó al ejército de poder político en abril de 1659 y Richard disolvió el Parlamento, desmoronándose así la República inglesa en 1660 cuando el príncipe Carlos II, hijo del decapitado Carlos I, recuperaba el trono para la dinastía de los Stuart. Pocos años después de estos acontecimientos, en 1666, Locke conoció a lord Anthony Ashley Cooper, primer conde de Shaftesbury, que había llegado a Oxford en busca de tratamiento médico para una infección del hígado. La amistad de Locke con el conde de Shaftesbury iba a ser crucial para el filósofo, pues el conde no sólo dejó de apoyar a Richard Cromwell, sino que además fue uno de los doce miembros del parlamento que viajaron a los Países Bajos para invitar a Carlos II a que regresara a Inglaterra. Justo antes de su coronación, Carlos nombró al conde de Shaftesbury “Lord”, lo que hizo que se mudara de la Cámara de los Comunes a la Cámara de los Lores. Poco después, en 1667, Locke se convirtió en el médico personal del conde de Shaftesbury, y dado que los estudios de Locke en medicina fueron aumentando, en 1674, tras haber estudiado con varios científicos y pensadores notables como Robert Boyle o Robert Hooke, obtuvo un título de medicina. El conocimiento médico de Locke fue puesto finalmente a prueba cuando la infección de hígado que padecía Shaftesbury se convirtió en un peligro potencialmente mortal, por lo que Locke coordinó un consejo de varios médicos, siendo probablemente fundamental para convencer a Shaftesbury a que se sometiera a una operación para extraer el quiste. Después de todo Shaftesbury sobrevivió y se recuperó, atribuyendo a Locke haberle salvado la vida.

 

No obstante, durante el tiempo que Locke pasó con Shaftesbury no sólo hizo de médico, sino que también se desempeñó como secretario de la Junta de Comercio y Plantaciones, así como secretario titular de los Lores de Carolina, donde ayudó a dar forma a sus ideas sobre el comercio y la economía internacionales. Shaftesbury fue uno de los fundadores del movimiento whig y ejerció una gran influencia en las ideas políticas de Locke. De hecho, cuando Shaftesbury se convirtió en lord canciller en 1672, Locke se involucró más en política. A pesar de todo, el conde Shaftesbury sufrió una pérdida del favor popular en 1675, por lo que Locke pasó algún tiempo viajando por toda Francia, regresando a Inglaterra en 1679, cuando la fortuna política de Shaftesbury experimentó un breve cambio positivo. Tras el contacto con pensadores franceses y observando la dirección absolutista que Carlos II había heredado de su padre recuperando prácticas del Antiguo Régimen, a pesar de que la República le cortara la cabeza, Locke empezó a componer la mayor parte de los Dos tratados sobre el gobierno civil, una obra que publicaría en 1690 en la que defendería la teoría de la sociedad política basada en los derechos naturales y en el contrato social, justificando el Estado más allá de la tradición teológica del Antiguo Régimen, año en el que también publicaría su obra epistemológica más importante: Ensayo sobre el entendimiento humano.

 

La vida de Locke, sin embargo, daría algunos tumbos antes de sus publicaciones más importantes, ya que en 1683 tuvo que huir a los Países Bajos dado que sobre él caía una enorme sospecha por haber participado en el complot de Rye House, una rebelión contra los Stuart cuyo plan consistía en el asesinato del rey Carlos II de Inglaterra y su hermano Jacobo. El complot, dirigido por varios republicanos de los de Cromwell y un buen número de los whigs en los que supuestamente se encontraba Locke, se inició por la relación que el rey Carlos mantenía con los monarcas católicos. En cualquier caso, y dado que Locke simpatizaba con los ideales burgueses y el parlamentarismo, sobre él caía la sospecha de haber participado en el complot de Rye House, no quedándole más remedio que huir de Inglaterra. Los años que Locke pasó en los Países Bajos no fueron en vano, pues todo indica que hizo amistad con librepensadores y seguidores de la filosofía de Spinoza, autor que seguramente causó una gran influencia en Locke, ya que Spinoza filosofaba sobre la necesaria tolerancia política y religiosa, así como la necesidad de separar el poder del Estado, del de la Religión. De hecho, es muy probable que su estancia en los Países Bajos y las influencias que allí recibiera fueron las semillas de su Carta sobre la tolerancia, una serie de cartas que Locke publicó entre los años 1689 y 1690, que sentaban las bases ideológicas para la teoría política que expuso en Dos tratados sobre el gobierno civil. En cualquier caso, el fracaso del complot de Rye House sirvió para aumentar la simpatía popular hacia el rey Carlos y su hermano Jacobo, y dado que Carlos II murió sin descendientes legítimos, su hermano Jacobo lo sucedió en el trono como Jacobo II en Inglaterra e Irlanda, y como Jacobo VII en Escocia el 23 de abril de 1685.

 

En un principio no hubo demasiada oposición al nuevo soberano y muchos conservadores anglicanos incluso lo apoyaron. El nuevo Parlamento que abrió en mayo de 1685 parecía favorable a Jacobo, acordando concederle una generosa renta. En abril de 1688, Jacobo reeditó la Declaración de Indulgencia, una declaración promovida por el mismo rey en 1687 que significó un primer paso para establecer libertad de culto en Inglaterra, ordenando posteriormente a clérigos anglicanos a leerla en sus iglesias. No obstante, cuando el arzobispo de Canterbury, William Sancroft, y otros seis obispos enviaron una petición al rey que solicitaba la reconsideración de las políticas religiosas del monarca, fueron arrestados y enjuiciados bajo el cargo de sedición. Aunque finalmente fueron absueltos, la alarma pública aumentó cuando los reyes tuvieron un heredero varón que parecía establecer una dinastía católica en Inglaterra, por lo que varios protestantes influyentes entraron en negociaciones con Guillermo III, príncipe de Orange, yerno de Jacobo. Las relaciones entre los protestantes ingleses y Guillermo de Orange hicieron que éste llegara a Inglaterra el 5 de noviembre de 1688 y dado que Jacobo II se quedó sin apoyos, acabó huyendo a Francia, junto con Luis XIV, quien le ofreció un palacio y una muy generosa pensión. De este modo, en 1689 el Parlamento inglés llegó a un acuerdo y declaró que la huida de Jacobo II significaba una declaración de abdicación, por lo que el trono fue ofrecido a Guillermo de Orange quien fue coronado el 13 de febrero de 1689. A esta revolución se la conoce como “Gloriosa” o “Incruenta”, debido a que su sucesión al trono inglés fue relativamente pacífica, pero lo cierto es que se vertió mucha sangre antes de que Jacobo II huyera. No obstante, la revolución de la “Gloriosa” no fue gratuita para el nuevo monarca, sino que se redactó la Declaración de Derechos, un documento que impuso el Parlamento inglés al príncipe Guillermo de Orange para poder suceder al rey Jacobo II. El propósito principal de dicha declaración era recuperar y fortalecer ciertas facultades parlamentarias deterioradas o desaparecidas durante los diferentes reinos absolutistas de los Stuart.3 El nuevo monarca tuvo que firmar la declaración, limitándose así su poder a favor del Parlamento, socavando definitivamente los cimientos del Antiguo Régimen en Inglaterra.

 

Sin duda alguna, el poder del monarca se vio reducido considerablemente al Parlamento, constituido por oligarcas, todos ellos subidos en la revolución capitalista. Se constituía, pues, la monarquía constitucional inglesa cuya forma de gobierno era la democracia de sufragio censitario, un sufragio que cedía el derecho a voto básicamente a la baja y alta burguesía. El sistema parlamentarista substituía a la monarquía hereditaria y absoluta de derecho divino del Antiguo Régimen, del mismo modo que se sentaban las bases para las futuras declaraciones de independencia de Estados Unidos, o las declaraciones de derechos del hombre de Virginia o de Francia. En este contexto, viendo que las aguas se calmaron en su país en relación con él, Locke volvió a Inglaterra acompañando a la esposa de Guillermo de Orange, y ya en Inglaterra publicaría los textos que durante años redactó: Dos tratados sobre el gobierno civil y Ensayo sobre el entendimiento humano.

 

La filosofía política de John Locke

 

Como hemos visto, en tiempos de Locke el poder autoritario del monarca era la gran amenaza para la libertad de los individuos. De este modo, en Dos tratados sobre el gobierno civil, Locke no sólo fundamentaba filosófica y políticamente el Estado, buscando en su origen su legitimidad, sino que además aseguraba el derecho a la resistencia ante cualquier autoridad injusta. Según defiende el filósofo inglés en su segundo tratado político, los hombres4 vivían en un estado de naturaleza previo al estado político, un estado natural en el que vivían en paz bajo las leyes naturales. Este argumento, que contradecía el argumento teológico de la constitución del Estado sin llegar a desplazar definitivamente la figura de Dios,5 defendía que el estado de naturaleza se caracterizaba por la libertad e igualdad de todos los hombres, en ausencia de una autoridad común. Ahora bien, si los hombres eran capaces de vivir en armonía en el estado de naturaleza sin leyes políticas, ¿qué provocó que salieran del estado de naturaleza? A diferencia de lo que defendía Hobbes años atrás en su Leviatán, para Locke el estado de naturaleza no se identifica con el estado de guerra, sino más bien al contrario: el estado de naturaleza es el estado otorgado por Dios, motivo por el cual no es el estado de guerra de Hobbes, sino que éste constituye una violación del estado de naturaleza debido a la imposición de la fuerza en ausencia de todo derecho. De este modo, la guerra es una violación de los derechos naturales, y lo que provoca que los hombres salgan del estado de naturaleza no es que el “hombre sea un lobo para el hombre”, sino la necesidad de instaurar una sociedad que proteja los derechos naturales de los hombres, es decir, generar un derecho no natural que los proteja de sí mismos: el pacto. No obstante, antes de entrar en el pacto, debemos abordar qué derechos naturales son esos y por qué son naturales.

 

Locke sostiene que existe una ley moral natural, divina, que regula cómo debe ser el estado natural, y tal ley puede ser descubierta por la razón, herencia que sin duda le quedó de la escolástica. Esta ley, que es universalmente obligatoria y promulgada por la razón humana como reflejo de Dios y sus derechos, se impone a los hombres en ausencia de todo Estado y legislación. Así, la ley moral natural proclama la existencia de unos derechos naturales, que según Locke son el derecho a defender la propia vida, el derecho a la libertad, y el derecho a la propiedad privada. En este sentido, puesto que el hombre tiene el derecho y el deber a la propia conservación, también tiene el derecho a poseer las cosas necesarias para ese fin, motivo por el cual el derecho a la propiedad privada es un derecho natural para Locke. Igualmente, si bien Dios no ha dividido la tierra ni distribuido sus riquezas dando derechos a unos y deberes a otros, argumento teológico que los contractualistas como Locke intentaron desmontar argumentando que Dios nos ha hecho a todos iguales, entonces aquello que el hombre obtiene mediante su trabajo le pertenece tanto como su propio trabajo. De este modo, la razón nos enseña que la existencia de la propiedad privada es una voluntad de Dios, porque el aumento o disminución de nuestras riquezas dependen de nuestra voluntad, algo que todos tenemos por igual. Dado que la propiedad es un derecho legitimado naturalmente y la familia es una estructura propia de la sociedad natural según Locke, por una relación causal la herencia deviene también un derecho natural. Una vez reconocidos los derechos naturales, podemos abordar el tema del pacto, es decir, el consenso que genera unos derechos no naturales para proteger los derechos naturales.

 

Como sostiene Locke, aunque los hombres posean en el estado de naturaleza una ley natural, esto no significa que todos respeten dicha ley natural, por lo que los mismos hombres se ven obligados por ello a constituir una sociedad organizada para la más efectiva preservación de sus derechos y libertades, mediante un acuerdo o pacto establecido entre ellos. La constitución de esta nueva sociedad, que genera un estado político más allá del natural, supone renunciar a ciertos derechos individuales, a saber, a la capacidad inherente de los individuos de juzgar, para obtener ciertos beneficios. Así, tras el pacto los individuos ceden su capacidad de juzgar al soberano, sea éste un monarca y/o un parlamento, estableciendo un sistema judicial que goza de reconocimiento general. Este nuevo poder, que es el producto de la cesión de todos los individuos de la sociedad en el órgano soberano representativo (parlamento y/o monarca), tiene la capacidad de castigar crímenes y de obligar a ejecutar sentencias con un objetivo: preservar los derechos naturales de la vida, la libertad y la propiedad de los individuos de toda arbitrariedad. De ahí que Locke sostenga que la sociedad civil y el gobierno establecido se basan en fundamentos racionales, dado que se basan en el consentimiento. En resumen, el origen de la sociedad civil y del gobierno es un pacto o contrato entre los hombres que la constituyen, pacto en el que cada hombre renuncia a sus poderes legislativos y ejecutivos en favor de la sociedad, restringiendo su libertad sin renunciar a ella con el objetivo de asegurar sus derechos naturales.

 

No obstante, Locke señala que, si no se acomete una separación de poderes, el contrato establecido entre los hombres puede ser rápidamente vulnerado. A diferencia de Hobbes años atrás, que defendía que el mismo acto del contrato cedía todos los derechos individuales al Estado y, con ello, al soberano sin dar posibilidad a queja alguna a los ahora súbditos, para Locke la relación entre el gobierno y sus súbditos queda definida como el encargo de una tarea. Para evitar un posible uso arbitrario y, por lo tanto, el abuso de poder por parte de los representantes del pacto, es necesario separar los poderes, una medida que tiene como objetivo arrebatar el poder absoluto a los soberanos. Esta división del poder consta de tres partes (legislativo, ejecutivo y federativo)6 y deben ser llevadas a cabo por personas diferentes. Ahora bien, Locke defiende que cuando un gobierno no respeta el contrato que lo fundamenta, violando algunos de los derechos naturales de la vida, la libertad o la propiedad privada, entonces ese gobierno debe disolverse. Los motivos por los que un gobierno puede dejar de respetar el pacto que lo fundamenta, sostiene Locke, pueden ser dos: o bien por causas externas, o bien por causas internas. Las causas externas hacen referencia a la conquista, es decir, que el Estado que constituye el pacto que lo fundamentó es conquistado por otro, perdiendo así todos sus derechos políticos. En relación con las causas internas, Locke señala que pueden ser varios motivos: cuando el mismo gobierno actúa como si tuviera el poder absoluto, cuando el poder ejecutivo es incapaz de poner en práctica las leyes, o cuando el gobierno actúa contrariamente al mandato por el que los súbditos lo eligieron. Ante estas situaciones, en las que los derechos naturales de los súbditos son violados por aquellos que deberían protegerlos, los súbditos —la ciudadanía— tienen el derecho (y el deber) de rebelión, con el objetivo de retomar el contrato vulnerado o, incluso, de generar un nuevo contrato.

 

En términos generales, tanto en la Declaración de Derechos de 1689, como en Dos tratados sobre el gobierno civil de Locke, podemos observar cómo el poder absoluto deja de justificarse por la gracia de Dios como había hecho el Antiguo Régimen, para constituir un poder parlamentarista cuya soberanía reside en los individuos, hombres en este caso. Incluso se podría llegar a defender que para respetar las leyes de Dios es necesario un pacto en el que el soberano no viole los derechos naturales, pues de lo contrario el mismo soberano estaría violando la ley de Dios, crítica velada que, como habría hecho Descartes,7 hace Locke, ya no a la Iglesia, sino a los regímenes absolutos. Si comparamos algunos artículos de la Declaración de Derechos con Dos tratados sobre el gobierno civil, veremos similitudes y equivalencias: por un lado, la mayoría de los artículos están dedicados a mostrar cómo la soberanía reside en el Parlamento, que para Locke es la representación mediante un pacto, de los súbditos; por otro lado, los artículos 10 y 12 tienen como objetivo preservar la propiedad privada que defiende Locke como un derecho natural; y el artículo 7 que defiende el derecho de los protestantes a poseer armas con el objetivo lockeano de dotar a la ciudadanía de las herramientas necesarias para una rebelión si ésta fuera necesaria. Las similitudes entre la Declaración de Derechos de 1689, tras la Revolución Gloriosa que derrocó a Jacobo II en 1688 y los Dos tratados sobre el gobierno civil son asombrosas, tanto que incluso son muchos los que han defendido que Locke escribió la obra para justificar filosóficamente lo que políticamente había sucedido, dado que el filósofo se asoció con influyentes whigs. Sin embargo, los escritos de filosofía política de Locke fueron redactados antes que la redacción de la Declaración de Derechos de 1689 por lo que, seguramente y como hemos podido comprobar, la influencia del pensamiento fue de un impacto irrefutable para la redacción de la Declaración de Derechos.

 

El empirismo de John Locke

 

No cabe duda de que Locke ha pasado a la historia por su influencia en la filosofía política, tanto teórica como práctica. De hecho, en la segunda mitad del siglo XVIII la influencia que ejerció la filosofía política de John Locke fue decisiva para el pensamiento americano e ilustrado de Europa. Los ejemplos más claros son la proclamación de independencia o la redacción de una constitución en las colonias inglesas en América, influyendo a Benjamín Franklin y Thomas Jefferson, así como para al viejo continente europeo, influyendo a autores como Montesquieu y Voltaire, que siempre vieron en la obra de Locke y el sistema político inglés un digno ejemplo a seguir. No obstante, su filosofía no debe (ni puede) reducirse única y exclusivamente a la política, pues Locke también elaboró una profunda filosofía epistemológica dedicada al empirismo. Así lo demostró en su Ensayo sobre el entendimiento humano, obra publicada en 1690 en la que no sólo realizó una minuciosa descripción funcional del acto de conocimiento, sino que sentó las bases del denominado empirismo inglés, el cual David Hume llevaría a sus más altas consecuencias. Pero no solamente, dado que: el empirismo de Locke dotaba de carácter epistemológico, es decir, científico, la teoría política parlamentarista.

 

A diferencia de Dos tratados sobre el gobierno civil o de la Carta sobre la tolerancia, Locke tenía finalizado el Ensayo sobre el entendimiento humano ya en los años 60 del siglo XVII, pero decidió publicarlo en 1690, como hizo con el resto de sus obras. Este ensayo fue concebido en la época de los grandes descubrimientos científicos especialmente palpables en los trabajos de Isaac Newton, con quien Locke mantuvo conversas más tarde en la casa de campo de los Masham en Essex donde residió hasta su muerte, sin olvidar los estudios de medicina de los que se nutrió, así como de la nueva filosofía moderna de herencia cartesiana. Si recordamos, Descartes inició la vía del subjetivismo años antes mediante el cogito ergo sum, en la medida en que fundamentaba la demostración de toda verdad a través del propio individuo. Los empiristas británicos como Locke no diferían en Descartes en este sentido, pues al igual que los cartesianos consideraban que toda verdad que pueda ser demostrada debía fundamentarse en el individuo. No obstante, no compartían el mismo punto de vista en relación con la obtención del conocimiento: según los cartesianos, existían unas ideas previas a toda experiencia, es decir las ideas innatas, mientras que los empiristas consideraban que toda idea era producto de la experiencia y que, por lo tanto, nuestro conocimiento es una tabula rasa o hoja en blanco en la que escribimos nuestra experiencia.

 

Al igual que Descartes, Locke entiende por idea todo contenido mental, pero se aleja del filósofo de la duda cuando sostiene que este contenido mental es debido a la experiencia y, por lo tanto, gracias a las facultades sensoriales y del entendimiento humanas. Para Locke, así como para los empiristas británicos, la mente es como una hoja en blanco sobre la que la experiencia va grabando sus propios caracteres, por lo que todos nuestros conocimientos proceden de la experiencia o derivan, en última instancia, de ella. De este modo, Locke diferencia dos tipos de experiencias: la externa, que nos afecta por los sentidos, y la interna que lo hace mediante la reflexión. Así, la sensación producida gracias a los sentidos es la principal fuente de las ideas, dado que los sentidos transmiten a la mente distintas percepciones según el modo en que los objetos afectan a los sentidos produciendo en ella las ideas correspondientes. Una vez tenemos estas percepciones gracias a los sentidos, la reflexión nos permite tener experiencia de nuestras actividades mentales generando, de este modo, las ideas. Igualmente, la combinación de la experiencia interna y externa puede generar nuevas ideas, como las de existencia, o las de placer y dolor.

 

En este sentido, Locke sostiene que generamos dos tipos de ideas, caracterizadas según su procedencia. Por un lado, las ideas simples son aquellas que proceden de la experiencia y que el entendimiento recibe de un modo pasivo, siendo a partir de estas ideas que se constituyen todos los demás elementos del conocimiento. Por ejemplo, las ideas de color que vemos a través de los ojos, de frío y calor que percibimos a través de la piel o del ruido que percibimos a través los oídos. Por otro lado, las ideas complejas, aunque derivan de la experiencia, son ideas elaboradas en la mente partir de la combinación de ideas simples, por lo que su procedencia no son los sentidos sino la mente. Por ejemplo, la idea de pelota o de naranja, que aunque en su forma no difieren completamente, las ideas simples que las forman sobre su color, su peso, su densidad o su tacto hacen que las podamos diferenciar como dos objetos y, por lo tanto, como dos substancias diferentes. Empleando un ejemplo para resumir, mientras un cuerno y un caballo podrían ser dos ideas simples, un unicornio sería una idea compleja derivada de juntar las ideas simples de cuerno y caballo. Esta diferenciación nos lleva, sostiene Locke, a un segundo punto también defendido por los cartesianos y Galileo: las cualidades o capacidades de los objetos fuera de nuestra subjetividad.

 

Hasta el momento hemos visto cómo conoce el sujeto, pero poco o nada hemos dicho de los objetos. Si Descartes pudo mostrar la existencia de la res extensa gracias al empleo de las matemáticas, y los empiristas parten de la experiencia para obtener conocimiento, ambos reconocen que existen objetos más allá de los individuos. Ahora bien, ¿estos objetos sólo dependen de los sujetos? Si los cartesianos no aceptaron esta premisa, tampoco lo hicieron los empiristas como Locke, y al igual que los primeros, los empiristas británicos defendieron que los objetos contienen cualidades o capacidades que producen en nosotros las ideas, de lo contrario nada percibiríamos. No obstante, las cualidades no son todas iguales, pues hay unas que dependen única y exclusivamente de los objetos y otras que dependen de la relación del objeto con el sujeto. Las primeras, denominadas cualidades primarias, son las que “están” en el objeto, como por ejemplo la solidez, la extensión o la forma. Las segundas, denominadas cualidades secundarias, “no están” en los objetos, sino que actúan por medio de las cualidades primarias, como por ejemplo los colores, el gusto, el sonido y el olor, cualidades todas ellas, que dependen también del sujeto. Locke explica esta dicotomía a través del ejemplo de la bola de nieve, cuando escribe que una bola de nieve tiene el poder de producir en nosotros las ideas de blanco, frío y redondo, cualidades que están en la bola de nieve y que producen en nosotros ideas. Sin embargo, si bien la bola de nieve tiene la forma redonda para cualquier sujeto, sea éste un ser humano o una mosca, siendo ésta una cualidad primaria de la bola de nieve, su color y su temperatura pueden ser percibidas de forma completamente diferentes para un ser humano o una mosca, siendo éstas las cualidades secundarias del objeto. En conclusión, Locke considera que las cualidades primarias reproducen algo que está en el objeto, mientras que las secundarias no, por lo que las primarias serían “objetivas” y las secundarias “subjetivas”, siguiendo la distinción adoptada ya anteriormente por Galileo y Descartes.

 

El empirismo y la revolución parlamentarista

 

Ahora es cuando podemos abordar la relación entre la filosofía política de Locke con su epistemología, es decir, la relación que guarda el empirismo con el parlamentarismo. Como hemos visto, para los empiristas como Locke el único conocimiento que los humanos podemos poseer es el conocimiento a posteriori, es decir, el conocimiento basado en la experiencia, como si la mente humana fuera una hoja en blanco en la que escribimos nuestras experiencias. De este modo, el conocimiento sólo puede obtenerse a través de la experiencia de los sentidos, siendo ésta la fuente y a la vez límite de los conocimientos, haciendo hincapié en la subjetividad, así como en la supresión de los universales, pues éstos son indemostrables. Dicho de otro modo, dado que la verdad no existe más que en la relación establecida por los sujetos con los objetos, entonces la verdad es empírica, lo que quiere decir que ninguna verdad demostrable se encuentra más allá de los individuos. Estas aseveraciones epistemológicas tuvieron consecuencias enormes para el conjunto de la filosofía occidental, especialmente para la ética kantiana y sus sucesores, pero fue determinante para la filosofía política de los siglos XVII y XVIII.

 

Recordemos que el parlamentarismo se fundamentaba en la participación política de los hombres que se constituyen en un Estado, eliminando las monarquías hereditarias por la gracia de Dios. Esto quiere decir que la verdad de la política dejó de pertenecer al monarca para ser una pertenencia de la soberanía parlamentaria y, por lo tanto, de los hombres del conjunto de la sociedad. Dicho de otra manera, el empirismo socavaba los fundamentos del Antiguo Régimen pues la verdad política ya no residía en la única visión del monarca y el poder religioso, sino en la opinión de los parlamentarios, por lo que la verdad era un consenso derivado del conjunto de experiencias y percepciones que los parlamentarios recogían en sus asambleas. En consecuencia, y dado que ningún parlamentario podía poseer el poder absoluto y, con ello, tampoco la verdad absoluta, la verdad política se alcanzaba a través de su práctica empírica, justificándose así epistemológicamente el parlamentarismo. De algún modo, el fundamento epistemológico de Locke es anterior a toda su filosofía política y, por ende, su base científica, asemejándose así a Platón: si la teoría de las ideas justificaba la República platónica, el empirismo justificaba el estado contractualista y el parlamentarismo.

 

El empirismo devino la corriente epistemológica imperante a lo largo de los siglos XVII y XVIII, convirtiéndose en la filosofía de base de los ilustrados y derivando su epistemología en aplicaciones diversas, desde la crítica teológica de Voltaire, a la crítica de las costumbres de Helvétius, hasta aplicarse en la filosofía política parlamentarista, que pasaría a ser la doctrina oficial de la burguesía plasmándola en sus diversas Constituciones, Declaraciones de Derechos y Cartas Magnas. Cabe decir que en Inglaterra el empirismo fue aceptado con anterioridad al viejo continente europeo, tal vez debido a la separación de la iglesia anglicana de la romana, pues los empiristas ingleses no fueron perseguidos por su iglesia como sí fueron perseguidos otros filósofos y científicos continentales como Descartes, Galileo, Bruno o Kepler por la iglesia romana. Sin embargo, la tolerancia y aceptación a filosofías tan adversas a los dogmas cristianos y a la tradición de la soberanía política como los de Locke fueron posibles, en gran medida, gracias a las luchas y revoluciones políticas que dejaron de concebir la sociedad como una relación estamental determinada por Dios —algo que perduró largo tiempo durante el Medioevo—, para concebirlas como un consenso de, para y por los hombres, cuyo objetivo era respetar la verdadera voluntad de Dios. Prueba de ello fueron las revoluciones inglesas que, como hemos visto, llegaron a implementar el parlamentarismo primero en Inglaterra y después en toda la isla británica, mientras en el resto de Europa las monarquías absolutistas eran cada vez más fuertes y mayores. Y prueba de ello fueron también los últimos años de vida de Locke, que pasó en la casa de campo de los Masham en Essex, junto a su amiga íntima Damaris Cudworth, a pesar de sus publicaciones epistemológicas y políticas, muriendo finalmente el 28 de octubre de 1704, no debido a ninguna persecución sino a su edad ayudado por el asma que padecía.

 

Dos siglos después de Locke, se redactaba la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1946, que reconocía los derechos a todas las personas de la igualdad independientemente de sus diferencias, y de la propiedad individual y colectiva, derechos que mantienen una estrecha relación con el empirismo y las capacidades universales del conocimiento humano y la resistencia a la arbitrariedad gubernamental propia del parlamentarismo inglés del siglo XVII. Es cierto que no podemos reducir la causa de la aparición de los derechos humanos a las reflexiones de los empiristas británicos, pero tampoco podemos excluir su aportación filosófica en unos siglos que fueron la cuna de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

 

Bibliografía

  1. Aguilar, Sergi, La mente es una “tabula rasa”, Bonalletra Alcompas, España, 2015.
  2. Bill of rights, “Ley que Declara los Derechos y Libertades de los Ingleses y Establece el Orden de Sucesión de la Corona. (Inglaterra, 1689)”, en org, 17 de junio de 2010.
    https://www.dipublico.org/3664/bill-of-rights-ley-que-declara-los-derechos-y-libertades-de-los-ingleses-y-establece-el-orden-de-sucesion-de-la-corona-inglaterra-1689/. Consultado el 24 de junio de 2020.
  3. Carpentier, Jean, Lebrun, François, Breve historia de Europa, Alianza Editorial, Madrid, 2014.
  4. Chesterton, Gilbert Keith, Breve historia de Inglaterra, El Acantilado, Barcelona, 2005.
  5. Locke, John, Ensayo sobre el entendimiento humano, Fondo de Cultura Económica, México, 1999.
  6. Locke, John, Dos tratados sobre el gobierno civil, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2015.
  7. Locke, John, Carta sobre la tolerancia, Editorial Tecnos, Madrid, 2017.
  8. Pateman, Carole, El contrato sexual, Editorial Anthropos, Barcelona, 1995.
  9. Russel, Bertrand, Historia de la Filosofía Occidental, Espasa, Madrid, 1984.
  10. Strathern, Paul, Locke en 90 minutos, Siglo XXI Editores, España, 1999.

 

Notas
1 Es importante señalar que ni la Declaración de Derechos de 1689, ni la Declaración de Derechos de Virginia ni Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América de 1776, ni la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 otorgaban derechos a las mujeres ni a negros, y en el caso inglés tampoco otorgaba derecho de partición política a las clases socioeconómicas más bajas, que era la mayoría de la población. Habría que esperar a la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948 para que estos derechos se reconocieran totalmente y se abriera el camino a su aplicación. De este modo, Carole Pateman señala en su obra El contrato sexual que el cambio a la teoría contractualista de la que a menudo presumimos se edificó en la explotación sexual, laboral, política y moral de la mujer, explotación que durante la Ilustración también se manifestaría a través de importantes e imprescindibles escritoras y filósofas como Olympe de Gouges, Judith Sargent Murray, Anne-Louise Germaine Necker o Mary Wollstonecraft.
2 Tras la ejecución del rey, se instauró una república conocida como la Mancomunidad de Inglaterra (1649-1653), en la que se instituyó un Consejo de Estado para gestionar el país, que incluía a Cromwell entre sus miembros, proviniendo el poder de Cromwell del ejército. Tras la disolución del Parlamento en 1653, John Lambert impulsó una nueva constitución conocida como el Instrumento de gobierno que convertía a Cromwell en Lord Protector de por vida para alcanzar la máxima magistratura y la administración del gobierno, una forma de gobierno que duró hasta 1658.
3 En mayo de 1689 también se promulgó la Toleration Act o Ley de Tolerancia, una ley que concedía la libertad religiosa a católicos y protestantes, ley que seguramente también recibió gran influencia de las Cartas sobre la tolerancia de Locke. En ellas, Locke desarrolló el concepto de la libertad individual, criticando la intolerancia y la coacción que tanto la religión como el Estado llevaban a cabo en contra del individuo, sentando las bases de la libertad religiosa sobre las que se asienta el gobierno civil de corte liberal que desarrollará en sus tratados políticos.
4 Es importante señalar, como bien ha hecho Carole Pateman, que los términos “hombres” e “individuos” en los textos clásicos, como los de Locke, son actualmente leídos como genérico y universal, como inclusivo a todo el mundo. Sin embargo, sostiene Pateman que esto es una mala interpretación, pues los teóricos clásicos del contrato argumentaban, con pocas excepciones, que la libertad natural y la igualdad eran derecho de nacimiento del sexo masculino. De este modo, sólo los hombres nacían libres e iguales, por lo que los teóricos del contrato político construyeron la diferencia sexual como una diferencia política: la diferencia entre la libertad natural de los hombres y la sujeción natural de las mujeres.
5 A pesar de que el Estado político no se fundamenta en Dios, sino en los hombres, lo cierto es que la figura de Dios sigue siendo imprescindible en la teoría política de Locke, pues el Estado político es fruto del Estado de naturaleza, un estado con unas normas establecidas por Dios. De este modo, el Estado político o contractual debe mantener las normas del Estado de naturaleza y, por lo tanto, las normas de Dios. Desarrollaremos la idea a lo largo de la exposición de Locke.
6 El poder legislativo es el encargado de redactar las leyes que demanda la sociedad para defender los derechos naturales; el poder ejecutivo es el encargado de realizar los mandatos del legislativo; y el poder federativo es el encargado de la seguridad del Estado y de las relaciones con el exterior. Es importante señalar que para Locke el poder judicial no es un poder independiente, siendo sólo un aspecto del ejecutivo. Habría que esperar a la publicación en 1748 de El espíritu de las leyes de Montesquieu para la separación del poder judicial.
7 Estudios recientes han demostrado que Descartes no murió de una neumonía, sino que fue asesinado. En un artículo reciente relacionamos el posible asesinato de Descartes con su filosofía, en la medida en que su pensamiento filosófico era una defensa del libre pensamiento y, consiguientemente, una crítica velada a los excesos de la Iglesia católica. Para más información ver: González, Juan Carlos, “Descartes contra la Iglesia católica, una lectura contextual de la metafísica cartesiana”, en Reflexiones Marginales, Núm. 57, mayo, 2020.