Acerca del prólogo del Evangelio según San Juan

ANDREA PREVITALI, “EL NACIMIENTO” (1515)

Resumen

Este texto tiene como objeto realizar una reflexión acerca de la forma en que el Apóstol Juan utiliza el término logos y la forma en que éste se entiende dentro del cristianismo.

Palabras clave: logos, evangelio, San Juan, tratado, interpretación, eterno.

 

Abstract

This text is intended to make a treatise or interpretation about the way in which the Apostle John uses the term logos, and the way in which it is understood within Christianity.

Keywords: logos, gospel, Saint John, treatise, interpretation, eternal.

 

Atrás esa sombra de trono: El Hijo Unigénito los es ahora en mí, y es también el trono de mi reconciliación.

Angelo Silesio

 

La historia de la tradición judeo-cristiana ha guardado una relación notable con la lengua, cultura y pensamiento griego, como lo apuntan Harold Berman en su obra Law and Revolution y Jaime del Arenal en el libro Historia mínima del Derecho en Occidente. A partir del libro fundamental de dicha tradición, la Biblia, podemos trazar esta relación y la influencia de la cultura helénica en el cristianismo primitivo y el judaísmo. Un ejemplo de ello es la traducción griega de la Biblia hecha entre los siglos III y II a. C., llamada de los “setenta”, los libros de los Macabeos del Antiguo Testamento (que narra la resistencia del pueblo judío ante la invasión Helénica del siglo II a. C.) o casi la totalidad de los textos del Nuevo Testamento (solo el Evangelio de Marcos fue escrito en Arameo en un principio y posteriormente fue traducido al griego).

 

De igual modo, la filosofía griega estará íntimamente ligada al pensamiento filosófico y teológico judeocristiano (siendo más notable su influencia en el cristianismo).

El punto de encuentro más claro entre la filosofía griega y el pensamiento judío lo encontramos con el filósofo judío Filón de Alejandría, contemporáneo a los orígenes del cristianismo. Este pensador empleará la noción de logos para denominar a una entidad que sirve de intermediario entre Dios y la creación.

Del lado del cristianismo tenemos a San Juan. La intención de Juan no era desarrollar una filosofía en el sentido más propio del término, pero su pensamiento y sus obras permitirán el posterior desarrollo del pensamiento del cristianismo como doctrina.

San Juan nace en la primera mitad del siglo I de nuestra era. Fue discípulo de Jesús. Es uno de los pocos apóstoles (si no el único) que no muere martirizado. Después de predicar durante mucho tiempo, es deportado a Patmos y ahí es en donde consigna por escrito sus recuerdos iluminados por una larga meditación, contenidos en los libros del Apocalipsis, sus Epístolas y, obviamente, su Evangelio.

Del Evangelio escrito por Juan, a mi parecer el apartado más importante es el prólogo, el cual versa del siguiente modo:

 

En el principio existía el logos / y el logos está con Dios / y el logos era Dios. / Él estaba en el principio con Dios / Todo se hizo por Él / y sin Él no se hizo nada de cuanto existe. / En Él estaba la vida / y la vida era la luz de los hombres, / y la luz brillaba en las tinieblas, / y las tinieblas no la vencieron. / Hubo un hombre, enviado por Dios: / se llamaba Juan. / Este vino para un testimonio, / para dar testimonio de la luz, / para que todos creyeran por él. / No era él la luz, / sino que debía dar testimonio de la luz. / El logos era la luz verdadera / que ilumina a todo hombre /que viene a este mundo. / En el mundo estaba, y en el mundo fue hecho por ella, / y el mundo no la conoció. / Vino a su casa, / y los suyos no la recibieron. / Pero a todos los que la recibieron / les dio poder de hacerse hijos de Dios, / a los que creen en su nombre; / la cual no nació de sangre, / ni deseo de hombre, / sino que nació de Dios. / Y el logos se hizo carne, / y puso Su morada entre nosotros, / y hemos contemplado su gloria, / gloria que recibe del Padre como / Hijo único de Dios…

 

El cuarto Evangelio que habla sobre la vida de Jesús fue escrito por Juan, el Apóstol, en el primer siglo de nuestra era. Es una respuesta a la oposición de los judíos frente a los cristianos al negarse los primeros a reconocer el misterio de Jesús, siendo que sí existe un misterio que no se descubre por una mera actividad del intelecto o de la razón, sino que se manifiesta por medio de la fe, esta fe consiste en una nueva visión del mundo de un hombre nuevo que ha aceptado a Jesús como el hijo de Dios y a la vez como el Salvador.

 

Es interesante observar cómo en este breve prólogo del Evangelio de Juan, nos encontramos con el término logos tan importante de la tradición filosófica griega y helénica. El Evangelio de Juan fue escrito en griego, situación común en el tiempo en que fue escrito, ya esta lengua indoeuropea era la predominante en la cultura de la época, en ella se escribían casi todos los textos filosóficos y literarios.

 

Al iniciar este escrito, el Apóstol Juan nos dice: “En el principio existía el logos …”. Esta frase es para mí la más llamativa de todo el Evangelio, sin demeritar las demás oraciones que lo conforman. ¿Por qué resulta tan interesante?

 

El término logos ha sido desde los orígenes de la filosofía misma uno de sus conceptos fundamentales, teniendo diversas acepciones y sentidos como razón, fundamentos, explicación, palabra, etc.

 

El primer hombre en darle una gran importancia al término logos fue el pensador griego Heráclito, que vivió hacia finales del siglo VI a. C. y principios del siglo V a. C. En uno de los pocos fragmentos que se conservan de su obra se nos dice lo siguiente: “De este logos, que existe siempre, resultan desconocedores los hombres, tanto antes de oírla como tras haberla oído a lo primero, pues, aunque todo transcurre conforme a este logos, se asemejan inexpertos teniendo como tienen experiencia de dichos hechos…”. Heráclito pensaba el logos como una suerte de principio preexistente a los hombres de acuerdo con el cual sucede todo cuanto existe en el mundo. De igual forma, los estoicos pensaban que el logos era una fuerza racional que estaba en el mundo y sobre todo en la naturaleza humana, era una suerte de Razón Universal que regía al mundo y en la que se fundamentaba la razón humana.

 

Para Juan y los cristianos, el término logos va más allá del hecho de ser discurso, pensamiento o razón, sino que es otra forma de denominar a Jesús, el hijo de Dios, aunque como diría Hanz Welzel: “Se habla del logos como creador del mundo. Los cristianos paganos tenían que entender el logos en el sentido griego, es decir, como razón divina”.

 

Juan nos dice que el logos siempre ha existido con Dios y él mismo es Dios. Esta idea puede haberla llegado a concebir debido a la naturaleza divina de Jesús y los actos sobrenaturales que éste mismo realizó.

 

Al decir: “En el principio existía el logos …” se refiere a Jesús, el cual existía desde la eternidad, pero debemos recordar que el Dios cristiano es único y no puede haber dos dioses, por lo que la persona de Jesús estará emparentada o significará la palabra de Dios, la cual ha existido desde mucho antes de que el tiempo tuviera lugar.

 

De igual forma este logos no puede ser parte de la creación, ya que Jesús, al ser hijo de Dios, no puede haber sido creado, sino que es coeterno con Dios. A través del logos se da la creación misma. Este “principio” marca el límite específico del logos, su imposibilidad de trascender más allá de los límites específicos de la creación manifestados por Él.

 

Juan concibe al logos como coeterno junto al Padre, pero no implica que existan dos dioses (o tres si tomamos en cuenta al Espíritu Santo), sino que son uno solo.

 

Si analizamos bien la frase, cuando se habla del principio, no se desea hacer alusión al principio de la creación, sino que hace referencia a la eternidad de Dios, es decir, se podría entender como “En la eternidad de Dios existía la palabra”, pues imaginar un principio supone un final y Dios no tiene principio ni fin, sino que es eterno y no está sujeto a la temporalidad que afecta a las criaturas y a la creación en general. Dios no existe en el tiempo, no se envejece, se crea, no dura un momento, sino que se encuentra en un instante único que no disminuye ni se expande, no se desvanece en el devenir. La palabra al ser coeterna con Dios no tiene ni principio ni fin y no es parte de la creación.

 

Dios es Uno que lo tiene y lo puede todo, pero no puede ver la magnificencia y plenitud que Él representa, ya que, si se deseara ver en otro ente o ser, entonces existirían dos seres con las mismas características y facultades y se sigue que no existiría un solo Dios sino dos.

 

Juan concibe al logos como coeterno con Dios y los sitúan en un mismo ámbito ontológico, ya que todos los demás entes o criaturas que existen difieren ontológicamente de Dios, ya que en Él encuentran su fundamento y principio vital ya que son creadas por Él y necesitan de Dios.[1] De este modo proporciona a los entes un horizonte de posibilidades que se remiten principalmente al principio mismo, a su razón última de existencia. La creación está animada por el dinamismo del logos.

 

Dios cuando se piensa a sí mismo se hipostasia, esto es, que su pensamiento adquiere una forma específica. El Hijo o el logos de Dios no es una parte de Dios pues no tiene nada propio que lo diferencie del creador. Todo aquello que tiene el hijo lo tiene el Padre y viceversa. El hijo es una representación del Padre. El logos o el hijo son Dios frente a Dios porque son lo mismo. El logos es la palabra sustancial de Dios. Dios Padre engendra al logos o al Hijo de su pensamiento, lo cual implica que ha existido siempre junto a él y difiere ontológicamente de las criaturas, ya que ellas son creadas, mas no engendradas como lo es el logos.

 

La palabra (logos) le da sentido a la existencia, es la que permite que las cosas se den. Dios Padre por medio de su Palabra o logos crea las cosas desde la eternidad, es decir, las planea desde antes que ellas existan. En el logos, Dios elige las cosas que serán. Esta idea también la podemos observar en la Epístola a los Efesios 1, 4 – 5 en la que se nos dice: “En Cristo, Dios nos eligió desde la creación del mundo, para andar en el amor y estar en su presencia sin culpa ni mancha. Determinó que nosotros fuéramos sus hijos por medio de Cristo Jesús”.

 

Es importante notar cómo en la primera frase del prólogo utiliza el término “existía” y no “existió”, ya que esto significaría una existencia ya culminada del logos y del mismo Dios, lo cual no puede ser posible, ya que Dios y el logos son eternos e inmutables y no pudieron haber existido durante algún momento, sino que siempre existen, sin importar la temporalidad a la que está sujeta el hombre y el mundo creados por ellos. Este “existía” marca una presencia del logos a las cosas, las cuáles son creadas a partir de Él.

 

En este sentido la palabra logos adquiere otra connotación y no como fundamento o palabra, sino como voz creadora, ya que el pensamiento se hace presente y actúa sobre la nada para crear los entes.

 

Jesús al ser el logos, permite que existan las cosas, y las crea en su decir, se desprende de sí mismo para que Dios Padre las enaltezca y glorifique siguiendo la ley de la vida, en la que los hombres nacen y mueren pero por la Gracia de Dios y siguiendo la promesas de Jesús son resucitados en el amor, adquieren su máximo estadio siendo en parte terrenales pero a la vez divinos, sin que esto quiera decir que alcancen una perfección absoluta, sino que alcanzan la perfección que les corresponde y los lleva hacia lo más alto, que es de donde proceden.

 

Desde que ha existido el mundo, ha existido algo que guía a los hombres hacia un correcto actuar y pensar, y este algo es el logos según la concepción cristiana. El logos desde antes que encarne ha guiado a los hombres a lo largo de la historia y les ha servido como luz guía hacia la contemplación y comunión con Dios.

 

Esta noción será retomada por diversos padres apologéticos que mencionan la existencia de cristianos desde antes de que Jesús apareciera, tal es el caso de San Justino que en su Primera Apología dirigida al emperador Adriano en donde nos dice que hombres como “Él es el logos, de que todo género humano ha participado. Y así, quienes vivieron conforme al logos, son cristianos, aun cuando fueron tenidos por ateos, como sucedió entre los griegos con Sócrates y Heráclito y otros semejantes…”.

 

A mi parecer, otra de las partes fundamentales de este prólogo es la siguiente: “Y el logos se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único de Dios…”.

 

Este punto me parece importante abordarlo debido al sentido que tienen estas palabras. Juan no quiere decir que Dios se representó a los hombres o tomó la apariencia de un hombre, sino que literalmente se hizo carne y esto implica que se hizo hombre, el logos se hizo hombre. El término “Morada” también adquiere otro sentido mucho más amplio, ya que no quiere decir que habitó entre nosotros, sino que ha descendido y se ha encarnado para traer el reino del Señor a nosotros, es decir, a partir de Él se ha modificado este mundo y da lugar al hombre nuevo. Además, tiene un sentido en que viene a implantar una Nueva Alianza entre el hombre y Dios. Jesús o el logos, viene a representar el nuevo Templo de Dios, al que los hombres deben recurrir a partir del momento de su llegada. Esta idea la formula Juan claramente más adelante en el mismo Evangelio en 2, 21 donde dice: “En realidad Jesús habla de este otro Templo que es su cuerpo”.

 

Cuando el logos se hace carne “… se convierte no sólo en el Dios de los hombres, sino en Dios hecho hombre, cuyo acto esencial para la salvación de cada ser humano fue la Pasión y muerte en la cruz”.[2] El logos en este sentido adquirirá la noción de intermediario entre Dios y los hombres, será el mediador entre la criatura y el Creador. Es el acto mismo de crear que brinda un sentido a los entes. Con Él se revela, hasta cierto punto y de manera parcial no total, la verdad ontológica del Padre, dignificando tanto a los entes como al ser supremo. Hace presenta la verdad del ser mediante su presencia, que adviene dentro de un tiempo específico, existiendo desde siempre. El decir del ser acontece en sus entes y estos encuentran su modo más propio de ser en relación con este.

 

Sería interesante analizar cómo en el mundo de ideas griegas penetró silenciosamente y por sí misma en este Evangelio de Juan y en los textos del Nuevo Testamento (sobre todo las Epístolas de Pablo, el cual tuvo también un fuerte contacto con la tradición griega) pero esto rebasaría los límites de esta ponencia.

 

Bibliografía

  1. Le Goff, Jacques, El Dios de la Edad Media, Editorial Trotta, Madrid, 2004.

 

Notas
[1] Esta idea la tomo de San Agustín y su obra Las Confesiones, libros X y XI.
[2] Le Goff, ed. cit.