Por qué no existe el mundo

 

La revelación no es un acontecimiento sino el Acontecimiento. Existe una tradición dispersa sobre el “desvelamiento” entre filósofos, científicos y sabios. Siddharta Gautama alcanzó la iluminación debajo la higuera; a Newton la caída de la manzana seguramente le ayudó para elucidar la teoría de la gravedad (Según William Stukeley biógrafo del físico inglés); Descartes recibió el mensaje en un sueño.[1] Markus Gabriel descubre la ontología realista «…para ser precisos el 23 de junio de 2011, hacía la una y media de la tarde durante una comida en Nápoles con el filósofo italiano Maurizio Ferraris… (Por qué no existe el mundo)».

Markus comienza su reflexión filosófica de cero y descubre el Nuevo realismo, luego entonces: el mundo no existe. Esta será la primera premisa. Lo que llamamos mundo, es decir, el campo de sentido de todos los campos de sentido no existe; lo que existe son una pluralidad de mundos, y a cada uno de estos diferentes ámbitos los podemos conocer aplicando la “objetividad” y la “razón (raciocinante diría García Morente, si se me permite la expresión)”. Es cierto, no tenemos el conocimiento absoluto, pero tenemos “conocimientos parciales verdaderos” que nos sirven en la practicidad diaria y, además, iluminan nuestra vida. No existe el Primer principio; el Absoluto; la Verdad (así, con mayúscula); existe lo parcial, lo finito, muchos ámbitos ―o mundos― y desde ahí, edificamos en la incertidumbre. Para Markus Gabriel, su nuevo realismo es la superación de la postmodernidad; si el siglo XX fue relativista y postmoderno, el siglo XXI será realista y objetivo ―opinión que comparte íntegramente con el filósofo italiano Ferraris―. Para el filósofo de la Universidad de Bonn, el litigio discursivo entre los metafísicos y los relativistas se resuelve con la ontología realista. Ecos aristotélicos resuenan en sus palabras, pero esta vez, con argumentos de filósofos y científicos contemporáneos. Markus Gabriel decide tomar el derrotero de iniciar su reflexión filosófica de cero, decía, y, para esto, como todo pensador auténtico, crea su propia jerga conceptual que comparte con su antecesor italiano, Maurizio Ferraris (Manifiesto del nuevo realismo). Así tenemos que a los postmodernos los llamarán constructivistas (o metafísicos subjetivos) y a los pensadores que siguen los principios de la modernidad metafísicos (objetivos).

Argumenta el pensador alemán defendiendo su sistema de ideas que el nuevo realismo se percata de la objetividad que existe y es fácil de demostrar contra los postmodernos, infiriendo, que: el ser humano se equivoca, pero no siempre está equivocado; existen conocimientos o certezas que son irrefutables a desprecio de los relativistas, y para ilustrar con un ejemplo sus disquisiciones, el pensador alemán nos habla del Vesubio, y dice: nadie puede demostrar que el volcán italiano no exista, o peor aún, que sea producto de la imaginación humana; lo que para el pensador italiano Maurizio Ferraris representa la característica de la  inenmendabilidad (o el carácter saliente de lo real).[2] El error deviene cuando el científico pretende aplicar su ciencia o metodología ―de conocimiento― a un objeto que no le corresponde dicha aplicación, cada ciencia tiene su ámbito de conocimiento. La falla la encontramos cuando por mencionar un ejemplo: los matemáticos quieren aplicar la exactitud a las ciencias inexactas.

El pleito contemporáneo por ganar la significación reside en la disputa de la Modernidad (metafísica y absolutista) contra la Postmodernidad (constructivista y relativista) y la posible salida de conciliación, según Markus Gabriel es su Nuevo realismo (crítica ecléctica de las dos posturas en pugna).

Empecemos por explicar porque según este filósofo no existe el mundo. Escribe Markus Gabriel: si el mundo es lo omniabarcante, es decir, el ámbito donde se encuentra contenido todo (las cosas, los hechos, la vida, el universo y todo lo demás que pueda existir), tal “mundo” no existe ni puede existir por puro sentido común, lo que existe son muchos ámbitos de existencia, no uno sólo; esto no significa que los pequeños mundos sean perspectivas de un único mundo, sino que existen muchos pequeños mundos, es decir: ¿en qué campo de sentido podría estar el campo de todos los campos de sentido? Por deducción: si apareciera en algún campo de sentido ya no sería la totalidad, de aquí se concluye su inexistencia.

Así tenemos que los metafísicos afirman que existe una regla que abarca el Todo, y, además, aseguran haberla encontrado. Por otro lado, y en forma de antítesis, los constructivistas concluyen que no podemos conocer esa regla omniabarcante, que es imposible; jamás podremos comprender ese Todo demasiado amplio para cualquier pensamiento humano. Según Markus Gabriel, lo que podemos comprender es lo parcial y a ese ámbito finito podemos aplicarle las reglas de la razón para conocerlo objetivamente ―a sabiendas que nos podremos equivocar, aceptando la corrección, y así, hacer avanzar a su vez, el conocimiento humano―. Markus Gabriel se propone hacer una contribución a la filosofía del siglo XXI, planteando que la realidad no está compuesta exclusivamente de objetos físicos que pertenecen a las ciencias naturales, asegura en su ejemplos y argumentos, que no todos los objetos conciernen al principio de causa y efecto, existen también los pensamientos y los valores que no están en ninguna parte del universo material, estos se superponen al universo físico, sin embargo, esto no debe hacernos caer en el error de reducir su existencia a la de un objeto físico, pero es claro que existen. La pifia en estas dos posturas antagónicas reside en no hacer la pregunta correcta, la cual, para Markus Gabriel es: ¿Dónde existe algo? En vez de ¿Existe algo? Además, muy al tono del pensador ibérico Ortega y Gasset, Markus Gabriel le exige al filósofo claridad, aunque él, los versos que nombra como musa de su inspiración son los siguientes: «Lo que puede expresarse puede expresarse con claridad».[3] Recordemos que antes, el pensador ibérico había escrito: «…la claridad es la cortesía del filósofo».[4] Así, recorriendo este camino, Gabriel nos presenta cuál es su posición con respecto al quehacer filosófico, y esta es: filosofar para el gran público. Es por ello que, en sus ejemplos, cita series de televisión, libros best sellers y películas de Hollywood en el mismo tono de Slavoj Zizek, quien, de este libro, dijo, que era: “un majestuoso experimento mental”.

Los diferentes mundos o campos de sentido son una construcción de lo humano con lo “existente (es decir, lo que sí existe)”, y a ese “existente” podemos aplicarle las reglas racionales y científicas nunca totales y últimas; porque como sabemos, el mundo está en constante cambio, por lo tanto, el quehacer del filósofo es (re)comenzar desde cero (pero con la experiencia del pasado, recordemos a Santayana y el olvido de la historia).

Para nuestro filósofo, el mundo (así con minúscula) no es la totalidad del Todo sino un ámbito de ámbitos donde aparece algo, es decir, infinitos mundos. Negarlo es reducir el conocimiento, mutilar la realidad, por esto: no existe el mundo: sino muchos mundos con ámbitos existentes; de lo anterior, Markus Gabriel establece que la reducción ontológica se da cuando los físicos pretenden que todo, es física; los biólogos pura biología, y cuando, los matemáticos creen que todo es simplemente y llanamente matemáticas. Lo importante para no caer en el error de la reducción ontológica es crear una teoría del error, es decir, aplicar el método adecuado a cada ámbito de existencia, y es así que llegamos a la pregunta: ¿qué es la existencia? Para Markus Gabriel, la existencia: es el hecho de que algo aparezca en un campo de sentido. Si todo lo que existe, existe en un ámbito de sentido, deviene la ontología de los campos de sentido, donde lo que existe aparece y el aparecer puede ser verdadero o falso, porque la realidad misma puede presentarse en distintos ámbitos de sentido, o, mejor dicho, de distintas maneras. Recordemos la premisa inicial: no existe el Mundo, sino muchos mundos donde cada objeto particular exige su autonomía, así tenemos que el mundo termina siendo pospuesto constantemente. Esta acción nunca finalizada bien puede equipararse como una especie de ontología fractal.

El Nuevo realismo representa la doble tesis según la cual los hechos y las cosas pueden ser conocidos en sí mismos, y, en segundo lugar, los hechos y las cosas en sí mismos no pertenecen a un solo campo de sentido. Como sabemos, existen otras corrientes del nuevo realismo como lo son la de los filósofos: Quentin Meillassoux, Graham Harman y Ferraris[5], quizá la distinción del discurso de Markus Gabriel, de los otros realismos contemporáneos sea la ontología de campos de sentido, aquella que afirma que todo lo que conocemos aparece en un campo de sentido determinado y concreto. A todo esto, escribe Markus Gabriel:

 

[…] nuestra sociedad también se articula en subculturas, capas de edad o grupos sociales. La sociedad también es una diversidad variopinta de perspectivas sobre sí misma y no una unidad en la que haya que integrar a los supuestos extraños. El reconocimiento de la circunstancia de que otros piensan y viven de modo diferente es el primer paso para derrocar un pensamiento obligatorio que desea abarcarlo todo. Por eso también la democracia se opone al totalitarismo, puesto que consiste en el reconocimiento de la realidad de que no existe una verdad definitiva, omniabarcante, sino sólo un manejo de perspectivas ante el que debe tomarse posición política. El pensamiento fundamental de la democracia acerca de la igualdad de todos los hombres afirma, entre otras cosas, que somos iguales en tanto que vemos las cosas de distinta manera. Por lo tanto, tenemos derecho a la libertad de expresión. Sin embargo, esto no significa que todas las perspectivas sean igualmente buenas o, siquiera, que todas sean verdaderas. Por eso discutimos entre nosotros, ejercemos la ciencia, o el arte, para descubrir qué caminos son viables y cuáles nos están vedados.[6]

 

De lo anterior podemos decir que: la cosa en sí misma se manifiesta de distintas maneras, incluso en estas diversas manifestaciones son cosas en sí mismas, y solo depende en qué campo de sentido aparezca algo para poder conocerlo: la pluralidad de los fenómenos no es ninguna ilusión sino la base del nuevo realismo: existen múltiples mundos; el ―único― mundo no existe.

Del filósofo Markus Gabriel se han publicado en español los siguientes títulos: Ética para tiempos oscuros, El sentido del pensamiento, Yo no soy mi cerebro, Sentido y existencia, Neoexistencialismo, El poder del arte y Por qué no existe el mundo, este último lo podríamos considerar un libro de divulgación de las principales ideas del pensador alemán y su Nuevo realismo, lejos del complejo tratado filosófico. Contribución ecléctica a la superación del nihilismo postmoderno: «… esa visión del mundo que todavía aprisiona a la humanidad (El poder del arte)».[7] Discurso dividido en seis apartados, una introducción y un epílogo.

Estoy seguro que la valía del libro tiene que ver con su confrontación con el discurso postmoderno relativista, que como bien dijo el filósofo inglés, Julian Baggini: «Una vez que se deja escapar de la botella el genio del relativismo, puede tomar prácticamente cualquier forma».[8] Quizá los breves comentarios críticos que le podemos hacer al discurso del Nuevo realismo de Markus Gabriel sean aquellos que se refieren a los argumentos majestuosos que brinda y que están muy cercanos a la teoría especulativa y la abstracción pura. Hagamos memoria y pensemos en las críticas que se le hicieron en su momento a la teoría especulativa y sus principales representantes (Fichte, Schelling y Hegel), así como su olvido de los datos concretos de la experiencia y su exceso racionalista. A lo largo del libro, Markus Gabriel nos presenta varios ejemplos lógico-formales que parecen más acrobacias mentales que argumentos probatorios. Otro punto crítico del libro es el relativo a la verdad (con respecto a las ciencias sociales) y la declaratoria de “objetividad” que puede derivarse en violencia contra lo diferente. Pero ¡alto! No vayamos tan rápido: pongamos en contexto al Nuevo realismo diciendo que este discurso apenas está en ciernes y como sabemos, en filosofía, la reflexión avanza lentamente; el tiempo dirá cuáles fueron sus hallazgos o bien sus errores.

 

Bibliografía

  1. BAGGINI, Julian. Breve historia de la verdad. España. Ático de libros. 2018. p. 93.
  2. BORGES, Jorge Luis, et al. ¿Qué es el budismo? España. Alianza editorial. 2000. p.127.
  3. DESCARTES, René. El discurso del método. España. Alianza editorial. 2011. p.208.
  4. FERRARIS, Maurizio. Manifiesto del nuevo realismo. Chile. Biblioteca nueva. 2012. p. 119.
  5. GARCÍA MORENTE, Manuel. Lecciones preliminares de filosofía. Argentina. Losada. 2017. p. 431.
  6. GABRIEL, Markus. Por qué no existe el mundo. México. Océano. 2016. p. 247.
  7. ________________ El poder del arte. Chile. Editorial Roneo. 2019. p. 91.
  8. ORTEGA Y GASSET, José. ¿Qué es filosfía? España. Alianza Editorial. 2015. p. 400.
  9. RAMÍREZ, Mario Teodoro. Cambio de paradigma en filosofía. La revolución del nuevo realismo. México. Diánoia, volumen LXI, número 77, noviembre 2016. pp. 131-151.
  10. WITTGENSTEIN, Ludwing. Tractatus lógico-philosophicus. España. Alianza Editorial. 2012. P. 192.

 

Notas
[1] René Descartes. El discurso del método. España. Alianza editorial. 2011. 208 P.
[2] Maurizio Ferraris. Manifiesto del nuevo realismo. Chile. Biblioteca nueva. 2012. 119 P.
[3] Ludwing Wittgenstein. Tractatus lógico-philosophicus. España. Alianza Editorial. 2012. 192 P.
[4] José Ortega y Gasset. ¿Qué es filosfía? España. Alianza Editorial. 2015. 400 P.
[5] Cfr. Mario Teodoro Ramírez. Cambio de paradigma en filosofía. La revolución del nuevo realismo. México. Diánoia, volumen LXI, número 77, noviembre 2016. 131-151 pp.
[6] Markus Gabriel. Por qué no existe el mundo. México. Océano. 2016. 247 P
[7] Markus Gabriel. El poder del arte. Chile. Editorial Roneo. 2019. 91 P
[8] Julian Baggini. Breve historia de la verdad. España. Ático de libros. 2018. 93 P.