Curiosidad y gnomónica

IMAGEN: LA SOMBRA EGIPCIA (SHEUT)

Resumen

Al principio, la experimentación gnomónica fue lúdica, pero la variabilidad y ocasional ausencia de sombra meridiana, habría disparado la curiosidad específica. Consiguientemente, el juego devino en saber e hizo del Homo sapiens/sapiens, un consumado Homo sapiens/gnomónico

La sombra varía tangencialmente entre (0/ ), pero enmarcada entre las latitudes donde habitaron nuestros pretéritos, (0°/66,5°), eludimos la indeterminación y podemos establecer un índice de variabilidad de sombras que, entre valores de (0/1), nos permite revelar, el elocuente correlato que guarda cada subespecie humana, con la curiosidad específicamente gnomónica.

De esa manera se puede comprender por qué, el llamado humano moderno, es el único del género que excluyentemente y como ninguna otra variante extinta, dejó claras evidencias arqueológicas de conocer el gnomon solar y de experimentar conscientemente la gnomónica.

Palabras clave: variabilidad de sombras, curiosidad, gnomónica, día sin sombra, humano moderno, gnomón solar.

 

Abstract

At first, the gnomonic experimentation was playful, but the variability and occasional absence of shadows would have aroused curiosity. Consequently, the game became knowledge and Homo sapiens/sapiens became an accomplished Homo sapiens/gnomonic.

The shadow varies tangentially between (0/ ), but framed between the latitudes where our ancestors lived, (0°/66.5°), we avoid indeterminacy and we can establish an index of variability of the shadow that, between the values of (0/1), allows us to reveal the eloquent correlate that each human subspecies keeps, with specifically gnomonic curiosity.

In this way, it can be understood why, the so-called modern human, is the only one of the genus that, exclusively and like no other extinct variant, left clear archaeological evidence of knowing the solar gnomon and consciously experiencing the gnomonic.

Keywords: shadow variability, curiosity, gnomonic, shadowless day, modern human, solar gnomon.

 

Lo que al principio pudo ser la relación lúdica entre el cuerpo mamífero del hombre y su sombra, a través del tiempo y debido a la variabilidad y ausencia de sombra meridiana en los días cenitales, habría producido el asombro que necesariamente disparó la curiosidad humana por los fenómenos gnomónicos. Esto ocasionó que lo que hasta ese momento y desde sus orígenes solo era un juego, con el paso del tiempo se convirtiera en el saber que hizo del Homo sapiens/sapiens, un consumado Homo sapiens y gnomónico. La sombra solar es una proyección tangente del ángulo con que la luz solar incide sobre los objetos que alcanzan sus rayos, de modo que, como tangente, la sombra arrojada es una función trigonométrica que puede variar desde longitudes y formas indeterminadas durante el anochecer y la noche misma, hasta su total ausencia e inversión, en aquellos sitios donde el Sol atraviesa la meridiana lugar, justo cuando sus rayos inciden verticalmente sobre nuestras cabezas.

 

El hombre muy tempranamente se interesó por estos fenómenos y supo asociarlos con el movimiento aparente de Sol al tiempo que advirtió que, durante el día, la luz solar no era absoluta, pues a pleno Sol, la sombra de su cuerpo lo acompañaba como parte misma de su naturaleza. En tal sentido, vale recordar la importancia que tuvo la sombra para los antiguos egipcios, donde Apofis era una larga sombra con forma de serpiente gigantesca inmortal y poderosa, que intentaba frenar el recorrido nocturno de la barca solar conducida por Ra, para permanecer en las tinieblas y evitar el día. Frustrado ese intento de Apofis, el Sol se alzaba dominante en el cielo, y sin embargo, a plena luz del día, la sombra humana (Sheut) no cesaba y persistía unida indisolublemente al cuerpo como parte de la identidad personal.

 

Esta sombra Sheut, era representada como una pequeña figura humana de tinte negro.[1] Su carácter Antropomórfico revela que, ancestralmente, la experimentación gnomónica se llevaba a cabo con el compromiso instrumental del cuerpo, en tanto primer gnomón solar y unidad de medida de las sombras.[2] La pequeñez de Sheut refleja la escasa longitud de las sombras solarmente medias de la zona geográfica en que vivieron los egipcios, entre latitudes de 24° a 31° aproximadamente. En tantos por unidad, estas sombras resultan ser las tangentes de las mencionadas latitudes y miden entre un 44% y 60% de la estatura humana. Pensemos por un instante que, si ya avanzado el imperio egipcio, la sombra humana corta era tema de consideración frente a la vida y la muerte, con anterioridad al mismo, para los primitivos humanos que vivieron entre los trópicos africanos, la fugaz ausencia de sombra meridiana, que se daba dos veces al año durante los mediodías cenitales, tuvo que ser necesariamente traumático y disparador de los comportamientos exploratorios planteados por el psicólogo de la curiosidad, el británico-canadiense Daniel Ellis Berlyne (1924/1976), luego complementados en 1994, por el psico-economista norteamericano George Loewestein (1955).

 

Desde el punto de vista antropo-geocéntrico y de forma aparente, el Sol se mueve a diario de Este a Oeste y anualmente en un ir y venir vacilante de Norte a Sur y de Sur a Norte, dentro de un arco de 46,88° que ora entre los (+23.44°) y (-23.44°) de ambos trópicos. Estos son los movimientos relacionados con la sucesión de los días, las noches, las estaciones determinadas por la inclinación del eje terrestre y la curiosidad humana por los fenómenos gnomónicos. Conforme a lo descrito, la porción del planeta que se halla dentro del arco mencionado, es la zona intertropical y en ella, como en ninguna otra región, el Sol pasa dos veces al año por el mismo sitio, incidiendo verticalmente sobre las cabezas humanas y sin proyectar sombra. Fuera de esta porción terrestre localizada entre los trópicos de Capricornio (Sur) y de Cáncer (Norte), el Sol nunca se ubica sobre nuestras cabezas. Es decir que, entre cada uno de los trópicos y su Polo respectivo, no hay Sol cenital ni días sin sombra.

 

Aquí nos detenemos para decir que, no existe registro arqueológico de poblaciones humanas pretéritas, que hayan vivido en las regiones polares, por lo que, para facilitar el estudio de la variabilidad de sombras en relación con la curiosidad humana, evitaremos los valores de tangentes extremadamente altos e indeterminados, estableciendo como límite de consideración gnomónica, la tangente de latitud de (+/-66,5°) correspondiente a los círculos polares. En el Ecuador, la ausencia de sombra se produce cada medio año, mientras que a medida que nos alejamos de la línea ecuatorial y nos acercamos a los trópicos, los días sin sombra se aproximan entre sí, tendiendo a superponerse y confundirse en los trópicos, en un solo día coincidente con el solsticio de verano del lugar. La mayoría de las culturas originarias supieron honrar al Sol en estos días tan particulares;[3] por citar un ejemplo, digamos que, entre los inkas, el día sin sombra sobre la línea del trópico, es el del “fortalecimiento del Sol” o Qhapaq Raymi.

 

Como hemos dicho, por debajo de los trópicos no hay días sin sombra. En consecuencia, la diferencia de longitudes absolutas entre las sombras más largas y más cortas subtropicales, son menores que entre los trópicos o sobre ellos, de manera que, definimos como máxima variabilidad de sombras, a la que se registra sobre la línea ecuatorial y a tal valor máximo, le asignamos la unidad. Luego, a medida que nos alejamos del ecuador, este valor de variabilidad de sombras disminuye hasta llegar a cero en cada uno de los círculos polares. Paradójicamente entonces, vemos que, a medida que aumenta la latitud, aumenta también la longitud de las sombras, pero progresivamente, disminuye la variabilidad hasta que, llegado a la latitud de 66,5° con una sombra equinoccial de tg=2,3, el valor de la variabilidad de sombras se hace nulo.

 

Asombro, curiosidad específica y subespecies

 

Siendo que la curiosidad es una función directa de lo novedoso, de aquello que asombra y que como sorpresa aumenta su potencial con la fugacidad,[4] y dado que, la mayor variabilidad y ausencia de sombras, como hemos dicho, se registra entre los trópicos, el relacionamiento lúdico con el Sol y las sombras variables, llevado a cabo por nuestros ancestros en esas regiones, pudo ser la causa del despertar de la curiosidad orientada en la dirección gnomónica. Esta posibilidad en favor de un despertar de la curiosidad por los fenómenos gnomónicos en zonas intertropicales, es debido a la alta variabilidad de luces y sombras solares de la región, la cual, habría producido en los cerebros de nuestros antepasados, una mayor actividad foto-químico-eléctrica pre-sináptica, y consecuentemente también, un aumento general en la conectividad neuronal. Todo esto habría abonado la capacidad visuoespacial y potenciado el salto cualitativo de la razón que llevó a la representación gnomónica del movimiento del Sol mediante el registro de sombras y el uso instrumental del cuerpo como gnomón solar.

 

A partir de ese asombro originado por las variaciones de luces y sombras, los movimientos aparentes del Sol, en lugar de ser observados en el espacio celeste, se los empezó a ver representados en el suelo como espacio inverso, mediante las sombras y sus contingencias. Este acto de abstracción que se habría llevado a cabo por primera vez, mediante la práctica gnomónica basada en el cuerpo humano como gnomon solar y que condujo a un espacio invertido y simbólico de la representación, pudo ser la gran generalización que condujo a la concepción de un orden cósmico. En este mismo sentido, aunque mencionando a la astronomía en lugar de la gnomónica como lo hacemos nosotros, el filósofo Ernest Cassirer (1874/1945) coincidiendo con Aristóteles, nos dice que la razón por la cual se habría originado el pensamiento simbólico entre los babilónicos, pudo ser el caer en cuenta del hombre, de que toda su vida dependía de la salida y puesta del Sol, de la Luna, las estrellas y del ciclo de las estaciones.[5] Es decir, por causa de los fenómenos gnomónicos.

 

Por las razones expuestas y circunscribiendo el tema a la ciencia gnomónica, pensamos que, originariamente, estos factores gnomónicos externos, habrían dado lugar a las bases foto-químicas de una curiosidad específicamente gnomónica, la cual, en las regiones donde la sombra suele desaparecer al mediodía, dos veces al año, pudo producir particularmente, un asombro tan alto, como la propia variedad de sombra. Quien especialmente se “asombra” por la ausencia fugaz de sombra meridional (solo producida dos veces al año), se siente amenazado y esto afecta el equilibrio del centro emocional de su cerebro que, inmediatamente, activa el hipotálamo mediante la secreción de adrenalina sobre el torrente sanguíneo, para de esa forma dar comienzo al conjunto de respuestas simpáticas al estrés provocado desde el exterior.[6]

 

Esto significa que, la ausencia de sombra como estímulo objetivo, “a-sombra” como reflejo subjetivo y a partir del asombro provocado, entendido cual estado de la subjetividad, se pone en marcha esa energía motivacional que llamamos curiosidad específicamente gnomónica. En cuanto al asombro, independientemente de las diversas interpretaciones aceptadas, proponemos remitirnos a Platón y apreciar que, alegóricamente, cuando se refiere al thaumázein (asombro), lo hace a partir del contraste que él mismo plantea entre la luz del Sol y la sombra de la caverna; de tal manera que, quien se asombra, es el que sale de la oscuridad para dirigirse hacia la reducción o ausencia de sombras bajo el Sol, preso de su curiosidad.

 

Con base en este planteamiento y a los efectos solamente gnomónicos, nos permitimos interpretar el asombro como a-sombro, entendiendo que la letra inicial a, es una manera de abreviar la palabra ausencia y significar lo contrario a la sombra. En otros términos, gnomónicamente y ante la ausencia de sombra, la curiosidad por los fenómenos gnomónicos, surgió del estado de incomodidad producido por el asombro entendido como el reflejo producido en la consciencia, de esa ausencia de sombras que, a su vez, como ausencia de datos gnomónicos adecuados (sombra), motiva una exploración interior con fines específicamente gnomónicos. Debido a esta correlación entre la variabilidad de sombras y el despertar de la curiosidad gnomónica, decimos que el índice de variabilidad de sombras se comporta como índice de la curiosidad gnomónica y dado el carácter visuoespacial de la práctica gnomónica, posiblemente también lo sea, de la curiosidad en general.

 

Según indican estudios recientes, nuestra especie, mediante la adaptación cooperativa y colectiva, habría desarrollado formas de cognición especializadas que reflejan un entorno sumamente variable,[7] por lo que, desde la mirada gnomónica, la mayor variabilidad de sombras (entre otras variables) en zonas intertropicales, habría despertado una mayor curiosidad específica por los fenómenos gnomónicos y desarrollado formas específicas de cognición. Es decir que los humanos modernos pudieron sentirse impulsados a la experimentación gnomónica como consecuencia de que, en las bajas latitudes donde se dieron los primeros pasos de la humanidad sapiens/sapiens, la mayor variabilidad de sombras debió ser motivo de una mayor curiosidad específicamente gnomónica, lo cual significa que, en otros ambientes, otros índices más bajos de variabilidad de sombras, no habrían despertado la curiosidad por estos fenómenos, aunque sí pudieron, no obstante, tener curiosidad por otros fenómenos ajenos a la gnomónica y orientarse en consecuencia, hacia la experimentación en otras direcciones. De modo que, los neandertales y denisovamos, al vivir en altas latitudes y baja variabilidad de sombras, motivados por otros factores, pudieron direccionar la curiosidad hacia horizontes no gnomónicos y hallar en ellos, sus propios recursos adaptativos, virtualmente más adecuados al medio en que vivían.

 

Definimos como índice de variabilidad de sombras, al valor que surge de la diferencia absoluta entre la variabilidad de sombra unitaria, y de la latitud relativa del sitio considerado expresada en los términos de la tangente de latitud de los círculos polares, tg66,5°=2,3.

En otras palabras, es la diferencia entre la unidad y el valor de la tangente equinoccial relativa al círculo polar de cada lugar, expresada en tantos por unidad:

 

índice de variabilidad de sombra (ivs)= [1–(tg L° sito / tg L° 66,5°)]=[1–(tg L°sitio / 2,3)]

 

Las distintas subespecies humanas, conforme a la región en que vivieron, se corresponden claramente con un índice de variabilidad de sombra y curiosidad gnomónica que le son propias, y del mismo modo que las reglas de Bergmann y Allen hablan del correlato entre el aumento de la densidad corporal en zonas frías y la disipación del calor en zonas cálidas, nosotros decimos que, la variabilidad de luces y sombras, es un factor ambiental. En consecuencia, la fugacidad o duración en el tiempo, como así también su total ausencia o vacío, a la manera planteada por George Loewenstein (1994), ha sido el disparador de la poderosa curiosidad específicamente gnomónica de los primeros humanos modernos. Este disparo, impactó tan fuertemente sobre el Homo sapiens/sapiens que lo impulso a consumarse como el único sapiens gnomónico.[8]

 

CORRELATOS DE VARIABILIDAD DE SOMBRA/CURIOSIDAD GNOMÓNICA

 

Origen de la curiosidad gnomónica

 

Cuando Aristóteles se refiere a que “todos los hombres desean por naturaleza saber”,[9] implícitamente lo hace a la curiosidad como deseo, “porque los hombres comienzan a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos más comunes, luego, avanzando lentamente y planteándose problemas mayores, como los cambios de luna y los relativos al Sol y a las demás estrellas, y el origen del universo”. Es decir que, el deseo de saber “frente a los solsticios o frente a la inconmensurabilidad de la diagonal”, lleva a “plantearse problemas mayores”, o sea que, para el estagirita, ante la admiración frente al fenómeno, surge la curiosidad como deseo de saber.[10] Esto equivale a decir que, ante el fenómeno que produjo admiración, aparece el deseo de saber, como una energía orgánica anhelante, que llamamos curiosidad. En este sentido John Dewey señala que la curiosidad, se desarrolla bajo la influencia social y avanza hacia un nivel intelectual. Lev Vygotsky agrega que la curiosidad mediada por agentes sociales, mejora el aprendizaje en tanto apropiación de la herencia cultural disponible y finalmente, la idea de la mediación por agentes sociales, en tanto la conflictividad social que puede desencadenar la observación de un mismo fenómeno, nos lleva al “enfoque insight” entendido como enfoque interno del conflicto que bucea en la subjetividad de las partes y hace que la curiosidad, en este caso despertada por la ausencia de las sombras, hayan abordado la interioridad de las decisiones y generado en  nuestros antecesores, tanto un sentimiento de ser entendidos, como de autoconciencia y apropiación de la herencia cultural disponible.[11] Es decir, que frente al fenómeno gnomónico, la mediación social pudo ser reequilibrante, educativa y culturizante.

 

Si luego de todo lo dicho, retrocedemos nuevamente al deseo de saber de Aristóteles, vemos que John Dewey y el “padre de la curiosidad” Daniel Berlyne (1924/1976), coinciden al decir que la curiosidad es una energía del estado motivacional que lleva al comportamiento exploratorio por el deseo de saber (Aristóteles). Pero Berlyne agrega que ese deseo no es solo de supervivencia y que en tanto energía motivadora, impulsa a la búsqueda, por placer, por disfrutar de un conocer “cada vez más improbable que fuera motivado por el hambre, la sed, el deseo sexual, el dolor o el miedo al dolor, etc., como propuso Sigmund Freud y los neo-conductistas”[12]. Es decir que el deseo de saber es hedónico y está impulsado por el placer que, para la práctica gnomónica, pasa por el relacionamiento con la sombra. De manera que, el placentero juego con la sombra derivó en el deseo de saber por saber, o deseo de ser sapiente (sapiens) que nos hizo Homo sapiens/sapiens.

 

Para Berlyne, la función principal del cerebro es la de escoger respuestas adaptativas y este cometido, se cumple mejor en tanto el ambiente no sea monótono y facilite con sus condicionamientos la búsqueda de respuestas exploratorias específicas o diversas, entre los datos registrados por selección natural o por un aprendizaje anterior. En consecuencia, la principal causa impulsora en pos de respuestas exploratorias que produzcan placer (gnomónico), es la ausencia esporádica y fugaz de la sombra meridiana en regiones intertropicales, la cual, no es una reiteración monótona que pueda menguar el estímulo; por el contrario, la fugacidad y las diferencias con que este fenómeno suele presentarse, hace de la ausencia de sombra, algo reiteradamente novedoso y perdurable que se incrementa con el paso del tiempo y convoca socialmente al placer y la ansiedad de la experimentación. En consecuencia, estimamos que la variación, fugacidad e irregularidad del fenómeno, ha provocado en nuestros antepasados, un vigoroso comportamiento exploratorio, tan prolongado que, aquello que dio origen a la experimentación gnomónica, se prolongó en el tiempo y permanece hoy, tan motivador y placentero como siempre.

 

El conflicto cognoscitivo que hemos planteado desde la gnomónica como resultado de la ausencia de sombra, queda claramente expresado por George Loewenstein de la Universidad de Carnegie Mellon quien, en 1994, partiendo de las propuestas que D. Berlyne expusiera treinta años antes, introduce la idea de vacío y dice que, la curiosidad surge, de una inconsistencia o vacío de conocimiento. Para la gnomónica, esta idea de vacío o inconsistencia, se corresponde con el asombro producido por el “vacío de sombra”. Parafraseando al mismo Loewenstein, podemos decir entonces que, la reacción del cerebro ante la ausencia de sombra, se comporta de manera semejante a como lo haría frente a una discordancia en una melodía; con el surgimiento de la curiosidad. Esto significa que, paradojalmente, no habría sido la sombra del cuerpo, sino su ausencia y el sentimiento de carencia agravado por la obligada suspensión del juego, lo que pudo despertar la curiosidad gnomónica en el humano moderno.[13]

 

Comportamientos exploratorios y subespecies

 

Siendo la función principal del cerebro la de escoger respuestas adaptativas,[14] su tarea consiste en escoger entre varias opciones, lo cual desde la gnomónica, supone contar con variedad de longitudes y tipos de sobras para escoger. Al respecto, la mayor variedad de sombras la tenemos en las regiones donde también se produce la ausencia total de sombra meridiana en los mediodías cenitales que, como hemos dicho, originariamente, ha sido el disparador determinante del asombro como reflejo subjetivo y la curiosidad por los fenómenos gnomónicos, como energía orgánica movilizadora de los comportamientos exploratorios.

 

La franja intertropical es la zona del planeta del mayor registro arqueológico referida al llamado hombre moderno. Esto nos permite inferir que, ante semejante condicionamiento ambiental de variabilidad de luces y sombras, los primeros humanos, muy tempranamente, se han visto impelidos a preguntarse por los fenómenos gnomónicos y consiguientemente también, frente al exigido estrés y agotamiento producido por la experimentación gnomónica llevada a cabo unitariamente con el propio cuerpo como instrumento, se vieron necesitados de expulsar hacia fuera (fuera de/sí), la experimentación gnomónica. Esa expulsión significó desdoblar y distanciar la práctica gnomónica en cuerpo anatómico por un lado e instrumento gnomónico inorgánico distante, por otro y correlativamente también, se desdobló en sujeto experimentador y experimentación gnomónica. Este desdoblamiento y expulsión hacia afuera mediante el uso del instrumento sustitutivo del cuerpo (gnomón solar plantado en el suelo), cedió paso a la reproducción general e inorgánica del hombre moderno, por medios no biológicos y a la anomalía evolutiva.[15]

 

Como consecuencia del desdoblamiento de la experimentación, el sujeto humano se separa del instrumento y objeto gnomónico de modo tal que, para saber del movimiento aparente del Sol, ahora lo hace a través de la sombra de su bastón, lanza, palo, poste o menhir. La instrumentación gnomónica exteriorizada y separada del sujeto experimentador, facilitó el migrar orientado por el mundo y la elección del lugar donde asentarse. Dado que la variabilidad de sombras disminuye conforme nos alejamos del Ecuador terrestre, y teniendo en cuenta que ante la falta de variedad aumenta la monotonía y se ven perjudicas las funciones exploratorias del cerebro, inferimos que, los Homo sapiens neandertalensis y denisovamos, no debieron sentirse impulsados como el Homo sapiens/sapiens hacia la experimentación gnomónica, lo cual justifica la falta total de evidencias arqueológicas gnomónicas por parte de estas y de otras especies ya extintas. Neandertales y denisovanos, al no estar en un medio ambiente de alta variabilidad de luces y sombras, se supone que debieron tener dificultades para el despertar de la motivación en favor de la experimentación gnomónica, lo cual, no debe interpretarse como ausencia absoluta de curiosidad, pues posiblemente, otras variabilidades pudieron generar diferentes direccionamientos en sus comportamientos.

 

En el caso particular del Homo sapiens/sapiens, lo gnomónicamente novedoso y generador de vacío de datos, ha sido sin duda, la ausencia fugaz de sombras meridionales en medio del juego con las sombras del cuerpo. La sombra se extingue y el mamífero no tiene ya con quien jugar. Ante ello, el cerebro altamente encefalizado del hombre moderno, curiosamente se preguntó: ¿por qué no tengo sombra? y ¿qué debo hacer para continuar jugando como lo venía haciendo?

La novedad interruptora de corto plazo (la fugacidad), es un poderoso factor en la puesta en marcha del poder evocativo del estímulo exploratorio, pues este poder evocativo, es una función directa de la velocidad de cambio de lo novedoso, en tanto que, la intensidad que alcanza la exploración, una consecuencia necesaria de la velocidad de los cambios.

 

Se puede sospechar entonces que, a desarrollos encefálicos semejantes, como es el caso de homo sapiens/sapiens y neandertalensis, las diferencias anatómicas y estructurales se deban a los diversos factores ambientales en general y muy particularmente, a las distintas latitudes geográficas, a los diferentes relacionamientos con el Sol y conductas prácticas desarrolladas durante miles de años. Entre esos factores diferenciadores, debemos destacar que la mayor variabilidad de sombras y la repentina ausencia generadora del vacío cognitivo de los mediodías cenitales, funcionaron de disparador de la curiosidad específicamente orientada en la dirección de los fenómenos y práctica gnomónica que, sin duda fue, la madre de muchas ciencias.[16]

 

Es interesante diferenciar entre lo que son los orígenes de aquello que reconocemos históricamente como comienzos, señalando que la práctica lúdica de la gnomónica, nos acompaña desde los mismos orígenes de la especie, pero la práctica consciente, recién comienza con el origen de la curiosidad despertada por la ausencia de sombra y ha sido esta práctica, la que dio origen a del pensar filosófico. Berlyne, en el contexto de un estudio de la complejidad sobre 19 niños, destaca que el pediatra Benjamín McLane Spock (1903/1998) daba cuenta de que a los niños les gusta especialmente observar las hojas y las sombras,[17] Esta particular atracción por las sombras, puede estar reflejando algún arquetipo gnomónico inconsciente que provendría desde los mismos orígenes de nuestra especie, por un lado, y poniendo en evidencia que la variabilidad gnomónica en todas sus formas, causa la incertidumbre necesaria para generar alguna respuesta específica exploratoria, en busca de los datos que el fenómeno oculta, por otro.

 

Finalmente, esa incertidumbre y curiosidad perceptiva, servirá como afirma el propio Berlyne, para reforzar una respuesta instrumental. Esto ocurrió en algún momento temprano de nuestra evolución y se repite aún hoy como algo siempre nuevo, de forma individual y como experiencia inmediatamente dada. Hemos dicho que la principal causa impulsora de respuestas exploratorias específicamente gnomónicas, es la ausencia de sombra meridiana, no obstante, y conforme hemos señalado, a los niños les gusta jugar con las sombras y estas, por su continuo cambio de ángulo, longitud y formas, resulta ser siempre novedosa y atractiva, por lo que reiteradamente aparece y reaparece como algo inmediato que, en lugar de atenuar la curiosidad, al no repetirse monótonamente, la incrementa con el paso del tiempo.

 

En regiones intertropicales, para vivenciar el paso cenital del Sol, recomendamos ensayar el diseño sencillo de alguna cámara oscura o gnomon solar. En regiones donde no es posible experimentar directamente con la ausencia de sombra solar, debido a que el Sol nunca se ubica verticalmente sobre nuestras cabezas, se puede incentivar la estimulación temprana del juego con la variación, cambio posicional, ángulos diversos y longitudes distintas, medidas antropométricamente mediante las proporciones del propio educando. La fugacidad e irregularidad del fenómeno, puede igualmente provocar la curiosidad en favor de los fenómenos solares y de sombras en los niños. En tal sentido y según sea la edad y comprensión del educando, se puede experimentar la gnomónica antropométricamente, tomando el cuerpo del educando como gnomon solar y unidad de medida de las sombras, sobre cuadrantes horarios mínimos.

 

Concluimos en que la variabilidad y fugaz ausencia de la sombra meridional, produjo el asombro que disparó la curiosidad por los fenómenos gnomónicos y puso en marcha, los comportamientos exploratorios que hicieron del Homo sapiens/sapiens, un consumado Homo sapiens/gnomónico. Originariamente, el equilibrio inestable del cerebro de nuestros pretéritos, pudo verse afectado por estos factores ambientales externos y de manera semejante a cómo operan las reglas de Bergmann y Allen, la variabilidad, fugacidad y la total ausencia momentánea de luces y sombras, como factor objetivo, habría causado el vacío de datos y el estado de asombro en la subjetividad (thaumázein) que, a la manera de George Loewestein (1994), gatilló la curiosidad específicamente gnomónica. Debido a esta correlación entre variabilidad de sombras y curiosidad por los fenómenos gnomónicos, decimos que el índice entre cero y la unidad, de variabilidad de sombras, se comporta como índice de la curiosidad gnomónica y posiblemente también, de la curiosidad en general.

 

Los neandertales y denisovamos, que viviendo en latitudes mayores y de menor variabilidad de sombras, no se sintieron inclinados a practicar la gnomónica como el humano moderno, aunque sí, pudieron experimentar el despertar la curiosidad, pero orientada hacia otros horizontes, no gnomónico. En consecuencia, cada subespecie humana se corresponde con un índice de variabilidad de sombra y curiosidad específica, que pudo a su vez, corresponderse con las diferencias morfológicas y de conductas. Estimamos que la variación, fugacidad e irregularidad del fenómeno gnomónico en regiones intertropicales, ha provocado en nuestros antepasados, un vigoroso comportamiento exploratorio específicamente gnomónico, tan prolongado en el tiempo que, aquello que dio origen a la experimentación gnomónica, se repite como novedad y permanece hoy, tan motivador como siempre.

 

Quien mejor refleja el conflicto cognoscitivo que hemos planteado es George Loewenstein y con él, podemos decir que la reacción del cerebro ante la ausencia de sombra, se comporta de manera semejante a como lo haría frente a una discordancia en una melodía, por lo que paradojalmente, no habría sido la sombra del cuerpo, sino su ausencia y el sentimiento de carencia de datos, lo  que, agravado por la obligada suspensión del juego con ella, pudo despertar tempranamente la curiosidad gnomónica del Homo sapiens/sapiens; única especie gnomónica. Es decir que, sin duda, la novedad operante que disparó la curiosidad específicamente gnomónica en nuestros antepasados, ha sido el vacío de datos generado por la fugacidad de la sombra del cuerpo. ¿Por qué no tengo sombra?, ¿qué debo hacer para continuar jugando como lo venía haciendo?, seguramente fueron las preguntas de aquellos hombres.

La novedad de corto plazo (la fugacidad de sombra), ha sido el poderoso factor operante de la puesta en marcha del poder evocativo, mientras que los cambios debidos a la variabilidad de sombra, elevaron intensidad de exploratoria.

 

Bibliografía

  1. Aristóteles, Metafísica, Ediciones Libertador, Argentina, 2003.
  2. Berlyne Daniel E, “Curiosidad y exploración”, Revista Interamericana Psicología, Toronto, 1970, p. 150.
  3. Calvino Rubén A, “Del cos huma com primer gnomón solar”, La Busca N°89, Cataluña 2018.
  4. Calvino Rubén, “De la anomalía evolutiva y la práctica gnomónica”, Reflexiones Marginales N°53.
  5. Cassirer Ernest, Antropología filosófica, Fondo de Cultura Económica, México 2013.
  6. Megan Price, “Cambiar mediante la curiosidad según el enfoque insight del conflicto”. Revista de mediación, Madrid, 2018
  7. Google, Sheut,
  8. Montero García Ismael A, “El Paso cenital del Sol”, TV Pública educativa, México 2021
  9. Neanderkaterri, Reglas de Bergmann y regla de Allen, 2012.
  10. Pérez Enriquez Raúl, Factor gnomónico, aspectos físicos y paradigmáticos del factor gnomónico, Unison, México 2021
  11. Román Gonzalez Jenny V., “La curiosidad en el desarrollo cognitivo”, Folios humanidades, 2016.
  12. Taylor Helen, “Nuestra especie evolucionó con adaptación cooperativa colectiva”, Cambridge, 2021.

 

Notas
[1] Google, Sheut, ed. cit.
[2] Calvino Rubén Alberto, Rev La Busca N°89, “Del cos huma com primer gnomón solar”, ed. cit.
[3] Montero García Ismael A, TV Pública educativa “El Paso cenital del Sol”, México 2021.
[4] Román Gonzalez Jenny V.”La curiosidad en el desarrollo cognitivo”, ed. cit. p. 3.
[5] Cassirer Ernest, Antropología filosófica, ed. cit. p. 77.
[6] Megan Price, “Cambiar mediante la curiosidad”, ed. cit, p. 4.
[7] Taylor Helen, “Nuestra especie evolucionó con adaptación cooperativa colectiva”, Cienciaplus, ed. cit.
[8] Neanderkaterri, “Reglas de Bergmann y regla de Allen” ed. cit.
[9] Aristóteles, Metafísica, ed. cit., p. 15.
[10] Aristóteles, Metafísica, ed. cit. pp. 18-19.
[11] Megan Price, “Cambiar mediante la curiosidad”, ed. cit., p. 5
[12] Berlyne Daniel E, Revista Interamericana Psicología, “Curiosidad y exploración”, ed. cit., p. 150.
[13] Román Gonzalez Jenny V.”La curiosidad en el desarrollo cognitivo”, ed. cit., p. 10.
[14] Berlyne Daniel E, Revista Interamericana Psicología, “Curiosidad y exploración”, ed. cit., p. 151.
[15] Calvino Rubén, Revista Reflex Marginales, “De la anomalía evolutiva y la práctica gnomónica”, ed. cit.
[16] Pérez Enriquez Raúl, Factor gnomónico, aspectos físicos y paradigmáticos del, p. 45.
[17] Berlyne Daniel E, Revista Interamericana Psicología, Curiosidad y exploración, ed. cit. p. 155.