Hacia una crítica de la razón zootécnica

Imagen: Especismo antropocéntrico 2. Autor: Leonardo López Serrano

 

“Henos aquí dóciles bajo vuestras miradas: de nuestra parte nada tenéis que temer: ni actos de rebeldía, ni palabras de desafío, ni siquiera una mirada que juzgue.”

–Primo Levi

 

Resumen

La zootecnia se define como la disciplina encargada de aumentar la producción animal a través de la aplicación de diferentes técnicas de crianza, manejo y alimentación, observando algunas normas de la ciencia del “bienestar animal” pero siempre dando prioridad al máximo aprovechamiento de los cuerpos animales para satisfacer deseos humanos.  El presente trabajo tiene los objetivos de demostrar que la zootecnia es un dispositivo biopolítico; definir lo que hemos llamado “la razón zootécnica” y cómo ésta distorsiona la práctica de la medicina veterinaria y frena su avance científico y ético. Y finalmente emitir una propuesta para que la medicina veterinaria se ejerza bajo los principios de la ética animal con una responsabilidad científica y bioética.

Palabras clave: zootecnia, biopolítica, biopoder, bienestar animal, razón zootécnica, ética animal.

 

Abstract

Zootechnics is defined as the discipline in charge of increasing animal production through the application of different breeding, handling and feeding techniques, observing some standards of the science of “animal welfare” but always giving priority to the maximum use of animal bodies to satisfy human desires. The present work has the objectives of demonstrating that zootechnics is a biopolitical device; define what we have called “zootechnical reason” and how it distorts the practice of veterinary medicine and slows its scientific and ethical advance. And finally, issue a proposal for veterinary medicine to be practiced under the principles of animal ethics with scientific and bioethical responsibility.

Keywords: zootechnics, biopolitics, biopower, animal welfare, zootechnical reason, animal ethics.

 

Introducción

La medicina veterinaria es una rama de las ciencias médicas que se encarga del cuidado de la salud animal a través de los procesos de prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades que los aquejan, así como del establecimiento de los parámetros necesarios para su completo bienestar físico y psicológico. La zootecnia, en cambio, se define como la disciplina encargada de aumentar la producción a través de la aplicación de diferentes técnicas de crianza, manejo y alimentación, observando algunas normas de la ciencia del “bienestar animal” pero siempre dando prioridad al máximo aprovechamiento de los cuerpos animales. [1] La zootecnia ha ido permeando a lo largo de la historia en la ciencia veterinaria para dar paso a un paradigma donde todo cuanto importa es explotar sistemáticamente a los animales no humanos, ya sea utilizándolos como alimento o vestido, o para satisfacer cualquier otra necesidad de consumo humano relegando así a los animales a una posición de completa sumisión frente a la posición humana.

 

Este texto pretende, en primera instancia, demostrar que la zootecnia es un dispositivo biopolítico que contempla los conceptos acuñados por Foucault y sus sucesores; posteriormente, definir lo que hemos llamado “la razón zootécnica” y cómo ésta pervierte la práctica de la medicina veterinaria y frena su avance científico y ético; finalmente, emitir una propuesta para lograr un verdadero cambio de paradigma en la ciencia veterinaria que sea acorde no sólo con los principios de la ética animal o zoocéntrica, sino también con una responsabilidad científica y bioética que nos los nichos donde se desarrollan.

 

El concepto de Biopolítica

Michel Foucault desarrolló durante la segunda mitad del siglo XX lo que se puede concebir como la crítica más radical a la forma en que se ejerce el poder sobre los seres vivos, específicamente, la forma en que se controlan los cuerpos. Foucault concibe una forma de ejercer un control sobre el cuerpo, es decir, de determinar a través de los mecanismos que llama “dispositivos” la forma en que una persona debe comportarse para ser considerada “normal”, esto incluye desde la comida, el vestido, los hábitos y hasta el pensamiento, el placer y los deseos. Los dispositivos no son más que instituciones como la escuela, la familia o los hospitales, que se valen de los llamados “parámetros biométricos” (mortalidad, natalidad, prevalencia de enfermedades, etc.) para justificar la represión y dominio sobre la forma en que viven los demás individuos. En otras palabras, oprimen y reprimen, vigilan y castigan como mecanismos para un supuesto mantenimiento de la salud y bienestar de la población, siendo mera subjetividad concebida sobre las ideologías que sostenga el poder soberano y que dan paso a un trato denigrante sobre el oprimido.

 

Esta idea de degradación de un “poder de la vida” hacia un “poder sobre la vida” –un “biopoder” [2] – se puede rastrear hasta Descartes, quien separa al ser humano que piensa, que tiene una vida mental racional –res cogitans– del resto de la naturaleza, que carece de consciencia y subjetividad –res extensa–, lo que para algunos autores significa que los animales “al ser simples mecanismos incapaces de desear o sufrir, pueden ser instrumentalizados para beneficio humano” [3].  Esta separación o discriminación sobre los animales –o, mejor dicho, sobre lo que es diferente de lo humano– se conoce desde el Derecho Romano, que hace una distinción de persona y cuerpo basado en el origen cuasi-divino del primero y el origen terrenal del segundo, siendo un dogma lo que no hace más que generar una brecha entre una especie que, biológicamente, no es diferente a las demás, mucho menos respecto a nuestros parientes vivos más cercanos. La discriminación del animal que es diferente del ser humano ha sido nombrada “especismo”. [4] Podemos atribuir a Aristóteles la primera distinción entre dos formas de vida en una sociedad, la llamada zoé (una vida natural, la animalidad humana) y la bíos (la vida política), ambas aplicadas más al ciudadano ateniense y no a otras formas de vida diferentes a la humana, [5] por lo que poco nos puede decir sobre los orígenes del especismo. Será necesario entonces recurrir a un pensador moderno, Roberto Esposito, quien identifica una separación arbitraria del humano respecto de la naturaleza a partir de la “capacidad de razonamiento”, absurda en tanto que no podemos decir que “el que razona” sea por naturaleza mejor que el que no lo hace o que lo hace en menor medida; semejante crítica hace sobre la discriminación de la condición animal Theodor Adorno, quien concibe que la comparación de un “salvaje” con un animal se hace con la intención de que resulte menos impactante acabar con ellos, pues evitar verlos como iguales es un medio de protección contra el sufrimiento que causaría la empatía, evitamos ver en ellos nuestra animalidad para que sea menos doloroso matarlos, o en palabras de Adorno:

 

La tan oída afirmación de que los salvajes, los negros o los japoneses parecen animales, casi monos, contiene ya la clave del pogromo. Su posibilidad queda ya establecida desde el momento en el que el ojo de un animal mortalmente herido da con el hombre. El empeño que este pone en evitar esa mirada –“no es más que un animal”– se repite irresistiblemente en las crueldades infligidas a los propios hombres, en las que los ejecutores tienen continuamente que persuadirse del “solo es un animal” porque ni en el caso del animal podían ya creérselo. En la sociedad represiva el propio concepto del hombre es una parodia de la semejanza humana. [6]

 

De esta manera, observamos que los argumentos que defienden una superioridad humana sobre los demás animales se basan en argumentos dogmáticos o bien en separaciones basadas en una visión logocéntrica del mundo, es decir, que concibe la razón como un valor superior. [7] El principal objetivo de esta separación pareciera ser el degradar a todo aquel que no piensa como nosotros para poder disponer de su vida sin temor a represalias morales, legales o sociales.

 

Aún así, la biopolítica en sí misma no nos dice mucho sobre el origen de este deseo de dominio sobre los animales y la naturaleza de la que forman parte, simplemente nos brinda un punto de partida para comprender cómo la vida se puede convertir –y se ha convertido ya– en un objeto político o, en otras palabras, en un objeto para el ejercicio del poder.

 

De biopolítica a zoopolítica

Basados en este presupuesto de un biopoder, pasamos entonces a cuestionarnos “¿qué vida?” es la que está en juego. [8] Recordado la distinción aristotélica de bíos y zoé hay que apuntar que él no veía en la zoé una vida susceptible de ser domesticada o dominada por quienes viven la bíos, así pues, Salvo Vaccaro distingue la zoé en dos partes, la primera es la animalidad humana, no susceptible de domesticación y la otra –que llama zoo– una vida animal susceptible de dominio y domesticación. Es importante esta aclaración en tanto que vuelve a las distinciones previamente expuestas, sobre todo aquella donde la razón es el eje central del paradigma y la presencia o ausencia de una vida política pierde sentido –o al menos el sentido que tenía con Aristóteles– para dar paso a un paradigma logocéntrico. Como expuso Esposito, el eje de separación es la capacidad de razonar por sobre la capacidad de vivir. Nace aquí entonces un poder sobre “la vida que no razona”, nace aquí la zoopolítica.

 

Esta concepción del ser racional que tiene soberanía y poder sobre el ser “animal” es criticada en un inicioNietzsche al decir que: “Mi sensación originaria me garantiza sólo que soy un ser pensante, no que soy un ser viviente; que no soy un animal, sino un cogito”. Nietzsche ya contemplaba la irracional discriminación de la condición animal por una simple deficiencia –que no incapacidad– en sus procesos cognitivos, más aún, identificó un absurdo en el hecho de separar lo animal de lo pensante en tanto que lo primero es condición necesaria mas no suficiente para lo segundo. Así, podemos hablar de una primera crítica a la zoopolítica hegemónica dirigida a explicar el comportamiento humano de “auto-elevación a individuo soberano, medida de valor de todas las cosas animadas e inanimadas” [9] y también una ruptura con el paradigma de la ilustración donde el ser humano se posiciona por encima de todo como soberano por el simple hecho de que el valor máximo es la razón, el logos.

 

En la época posmoderna, Derrida daría otro giro a la cuestión al comparar la llamada socialización –la capacidad del ser humano para vivir en grupos, en sociedad– con la domesticación, más aún, con el devenir-ganado, pues según su filosofía existe un ansia de dominación en todo intento de socialización del ser humano, un ansia por ser soberanos sobre los pueblos con los que se pretende construir una comunidad; para Derrida no hay política sin domesticación, sin dar órdenes al ganado. Coincide esto con Adorno en tanto que ubica la necesidad del ser humano de tener un referente hacia el cual degradar al otro para justificar su dominio, y este referente es para ambos el animal. Incluso Adorno hace ya una crítica de los zoológicos como centros de conservación y trasplante de la naturaleza establecidos para hacer gala del dominio que se tiene sobre esta, dice en El zoo humano: “niegan la libertad de la criatura tanto más perfectamente cuanto más invisible hacen los encierros”. Es decir, separan los elementos vivos de la naturaleza como una forma de demostrar que tienen dominio absoluto sobre ella y, al mismo tiempo, legitiman esta separación argumentando que los encierros “parecen su entorno natural” para ocultar el hecho de que, por más que se parezcan, jamás podrán compararse con la libertad salvaje. Ocultan las prisiones tras falsas imágenes de “bienestar animal”.

 

Por otra parte, Derrida concibe una idea de zoopolítica en la que se ha justificado el dominio de los animales apelando a la “bestialidad”, a la violencia inherente a la condición animal que permanece en los animales racionales como instinto, una especie de falacia naturalista que otorga una explicación al actuar violento de los seres humanos, a la vez generando una contradicción, ya que al mismo tiempo el ser humano se esfuerza por separar lo “humano” –racional– de lo “animal” –irracional–. Por lo tanto, la crítica zoopolítica de Derrida descansa en el entendimiento del ser humano como un ser viviente más dentro del reino animal, que se comporta diferente pero que esta diferencia no debería significar un derecho positivo a dominar al otro. Si la soberanía reside en la condición humana, entonces debería ejercerse sobre el ser humano, no valerse de un absurdo para ejercerla sobre el animal y, más aún, evadir los deseos de autopreservación del animal –“que huye de lo que amenaza su existencia, de la misma manera que nosotros lo hacemos” [10]– a través del argumento de que, ya que son diferentes no se puede establecer un “contrato” con ellos y por tanto las leyes humanas no pueden ser aplicables a los animales. Patrick Llored resume estas ideas en tres condiciones fundamentales para lo que llama “el sacrificio político de los animales”:

 

1) La invención de que la soberanía es propia del ser humano, 2) la indivisibilidad de esta supuesta soberanía, es decir, que no se puede compartir con otros animales, y 3) la exclusión de los animales de los contratos establecidos entre los seres humanos.

 

En resumen, existe una diferenciación arbitraria entre el animal considerado “racional” (humano) y el considerado “irracional” (no humano) fundada en el paradigma moderno que observa a la razón como la más elevada virtud que puede poseer un ser viviente, condenando a los animales a una vida que no es respetada ni valorada, más aún, que no puede ni debe participar en la construcción de una comunidad basada en la política aristotélica que exige una vida distinta a la mera animalidad, una bíos y no una zoé. Esto lleva irremediablemente a ver al animal como un ente inferior e incapaz de ser protegido por las leyes humanas, siendo incluso una referencia para degradar a otros seres humanos que se desean dominar. Se convierte el animal o, más bien, la “animalidad”, en una condición propia del dominado y la “razón” en la fuerza del soberano.

 

Nace un dispositivo zoopolítico: La zootecnia

Indudablemente, si la capacidad de razonar es tomada como la virtud del soberano, tras lo que Yuval N. Harari llama la “revolución cognitiva” y en el camino hacia la “revolución agrícola”, se dan las condiciones necesarias para comenzar la discriminación de los demás entes naturales, incluidos los demás seres sintientes, haciéndolos susceptibles de apropiación por el simple hecho de no poseer las capacidades mentales que se consideran prototípicas del ser humano. Así comienza el proceso de selección de los individuos que le fueran más útiles a los humanos primitivos, una selección totalmente arbitraria en tanto que los rasgos ideales eran, más que los que otorgan una mayor resistencia al medio o adaptabilidad, aquellos que permiten un mejor manejo de los animales y una mayor expresión de las características útiles para el ser humano. Esta selección arbitraria es lo que hoy conocemos como proceso de “domesticación”. Como todo proceso, el ser humano fue “perfeccionándolo” con el paso del tiempo hasta crear una disciplina que permitiera aplicar los conocimientos de otras áreas en la búsqueda de un aprovechamiento mayor y más completo de los cuerpos animales; esta disciplina es la zootecnia; también definida como el conjunto de técnicas de crianza y explotación buscando el máximo rendimiento de los animales domésticos de utilidad para los humanos.

 

La zootecnia nace como una forma de mejorar los métodos de producción intensiva de animales a través de la aplicación de nuevos saberes como la genética, la farmacología y, por supuesto, la economía. [11] Es la búsqueda de un diseño inteligente de una forma de vida animal diferente a la nuestra, que sea capaz de proveernos de alimento o abrigo a costa de su propia vida sin que esto represente para nosotros un sentimiento de responsabilidad. La zootecnia se convierte entonces en una ciencia de la masacre, la planeación técnica, minuciosa y calculada de la forma en que se puede reproducir sin límite un animal con las características que más se desean aprovechar y cómo utilizar su cuerpo al máximo. Es esta planeación rigurosa de los métodos para matar lo que lleva a comparar nuestro actual sistema intensivo de producción con los campos de concentración nazis, auténticas fábricas de cadáveres. [12]

 

Pero hace falta un andamiaje ideológico completo para lograr que el asesinato sistemático de seres sintientes sea visto como algo, ya no sólo aceptable, sino en esencia bueno. Hace falta un proceso de “normalización”. Este concepto nos hace volver a Foucault, para quien la normalización es el proceso más profundo de ejercicio del poder sobre la vida, pues este se encuentra ya no sólo en un soberano, sino en toda la comunidad como una especie de idea parásita que permite la aceptación de algo como “bueno” o “normal”, y al mismo tiempo el rechazo de todo aquello que se identifica como contrario viéndolo como “malo” o “anormal”. Así, para lograr que una idea entre en el saber colectivo hace falta primero justificarla conforme al paradigma actual. En un mundo ilustrado y cada vez más logocentrista, está claro que la mejor forma de normalizar la explotación y muerte sistemática de los animales es, sin duda, por medio de las ideas científicas. Es así como la zootecnia se vale de una serie de nuevos conocimientos como la antropología, la nutrición humana o la ciencia médica para justificar el consumo de sus productos (la carne, el huevo, la leche), pero también para normalizar sus métodos, haciendo énfasis en la supuesta importancia de los productos para llevar una vida saludable y al mismo tiempo haciéndolos pasar como una vida de bienestar para las víctimas finales. Es esto lo que convierte a la zootecnia en un dispositivo zoopolítico y, por tanto, biopolítico.

 

En el sentido del pensamiento foucaultiano, la zootecnia se convierte en un “dispositivo”, es decir, “un conjunto de saberes, discursos, proposiciones científicas y filosóficas que forman estrategias de relaciones de fuerza encaminadas a condicionar ciertos tipos de conocimiento”. [13] Es un control ideológico en torno a nuestra relación con los animales, condicionándola a ser una relación de fuerza. Dicho de otra manera, a partir del nacimiento de la zootecnia se genera un rompimiento en la relación íntima que el ser humano tenía con los demás vivientes, deja este de ser parte de una comunidad biótica en dinámicas bien reguladas para convertirse en el ápice de la red trófica, deja de ser un elemento más del ecosistema y toma el puesto de soberano. Es a esta visión de lo animal como objetos sujetos a control por parte de los entes humanos a través de crueles métodos normalizados de explotación sistemática a lo que denominamos una razón zootécnica. Que es razón en tanto que se considera una forma de ver el mundo, más en concreto, una forma de englobar la totalidad de las cuestiones sobre los animales no humanos en un sólo paradigma, y es zootécnica en tanto que ve a los animales como objetos, cosas o productos y no como seres sintientes, o como “sujetos de una vida”. [14]

 

 

La razón zootécnica como paradigma de la medicina veterinaria

Hemos dicho, entonces, que la medicina veterinaria nace como un arte médica, que tras un proceso de adhesión a los saberes modernos se convierte prontamente en una verdadera ciencia, adoptando los métodos de conocimiento a través de evidencia comprobable y pudiendo adaptarlos a sus objetivos. Pero ¿cómo es que una ciencia médica, basada en evidencias científicas encaminadas a salvaguardar la salud de los seres sintientes, se convierte –o pervierte– en una ciencia de la masacre?

 

Actualmente, la medicina veterinaria insiste en que sus objetivos son el mantenimiento de la salud animal y el cuidado del ecosistema, sin embargo, la filosofía que recientemente se ha adoptado por la misma, la One Healt, [15] es por demás antropocéntrica. Para ella todo vale en la medida en que afecta o beneficia la salud humana y se hará cuanto sea necesario por salvaguardarla a costa de lo que sea y de quien sea; a pesar de lo que los defensores de esta iniciativa puedan decir, es simplemente la historia quien nos demuestra su verdadera cara. Esta filosofía nace a partir del brote de influenza H1N1 de origen aviar a inicios de los 2000’s que hace ver al resto de las instituciones médicas, y no sólo a la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), que descuidar la salud animal puede llevar a completos desastres en la población humana. De esta manera, se unen a la iniciativa la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el fin de establecer una agenda de inclusión de las enfermedades zoonóticas (que se transmiten de los animales no humanos a los humanos y viceversa) dentro de las prioridades en cuanto a la atención gubernamental nacional e internacional. [16] Sin embargo, un énfasis no hace un cambio, sólo provoca voltear la mirada hacia un problema que, más que disminuir, ha ido aumentando. Por ejemplo, se sabe que una de las causas más comunes de transmisión zoonótica de patógenos es la estrechez de contacto entre animales silvestres con animales domésticos y de estos con el ser humano, se crea un puente entre los microorganismos que vivían aislados naturalmente de nuestra especie y con ello sobrevienen pandemias como la de Ébola o, recientemente, la de SARS-CoV-2. [17] Sin embargo, la agenda más que proponer el retroceso del ser humano respecto a su invasión de los espacios silvestres, propone generar una ganadería “sostenible”, es decir, se niega a abandonar la explotación de otros animales valiéndose de evidencia científica respondiendo una vez más a los principios de la razón zootécnica en lugar de generar una conciencia ambiental o de atender a las propuestas de la ecología profunda, [18] que señalan un marco de acción que tiende más hacia el decrecer de nuestra explotación de la naturaleza que al crecimiento indiscriminado.

 

Para la filosofía de One Health la salud se compone de tres ejes principales, la salud humana, la salud animal y la salud de los ecosistemas. Desde ahí observamos ya una discriminación de lo animal respecto a lo humano en tanto que se consideran dos elementos diferentes, que tienen sus propias enfermedades, sus propios problemas que resolver, pero que siempre deberá uno –el animal–, someterse a los caprichos y necesidades del soberano –el humano. El objetivo principal que se enseña en las escuelas de veterinaria es el de proteger la salud humana a través del cuidado de la salud de los animales, pues los convierte ya no en sujetos de una vida con intereses propios, con historias propias e independientes del resto, sino en objetos que pueden moldearse, criarse y asesinarse para beneplácito del ser “superior”, en palabras de Michella Pettorali:

 

La función de los veterinarios no consiste en cuidar de los animales en tanto que seres vivos con la capacidad de sufrir dolor. Por el contrario, consiste en jugar un papel de control dentro del sistema organizativo y de gestión de la sanidad pública en lo que respecta a los animales. [19]

 

La filosofía One Health es una estrategia discursiva de la razón zootécnica para convencer a veterinarios y al resto de la sociedad, de que la salud humana es un valor supremo que debe ser protegido aún a costa de las vidas de los animales no-humanos, pervirtiendo su actuar y llevándolos a descuidar incluso la investigación sobre saberes médicos urgentes, como lo son los nuevos tratamientos [20] o la generación de consensos en torno al diagnóstico y prevención de problemas comunes en la práctica clínica, por ejemplo Elwood y colaboradores resaltan en una revisión sistemática sobre el tratamiento del vómito en los perros: “gran cantidad de la práctica aceptada [en Medicina Veterinaria] está basada en una pequeña evidencia revisada por pares, con mucha extrapolación desde la medicina humana y aplicación de opiniones de expertos”. Haciendo evidente el descuido que se ha tenido sobre la investigación incluso de problemas de salud tan comunes. Con la razón zootécnica permeando en su enseñanza y práctica, la medicina veterinaria pasa de ser una ciencia médica a un simple mecanismo de generación de saberes sobre los animales para el control de sus vidas y sus cuerpos.

 

Es interesante que una de las quejas más escuchadas entre los médicos veterinarios es que la profesión no se ha visto con la dignidad que merece por el resto de la sociedad. Sin embargo, son ellos quienes más han contribuido que se valore la profesión por debajo de ciencias como la medicina humana, retrasando y entorpeciendo el desarrollo de la misma al enfocarse más en generar nuevas formas de “producir” animales en lugar de nuevos saberes que realmente mejoren la salud de los mismos. [21] Basta ver la cantidad de literatura que se genera en torno a los métodos zootécnicos contra la que se ofrece sobre métodos de diagnóstico y tratamiento de enfermedades de los no humanos, todo justificado por una serie de argumentos que son inculcados desde muy temprano en la educación de los futuros veterinarios.

 

Aprender a matar: la contaminación zootécnica de la educación veterinaria

Durante la educación del veterinario se realiza una plétora de ensayos y prácticas que usan animales vivos bajo el argumento de que los estudiantes deben de desarrollar competencias. Manejos invasivos, muchas veces innecesarios, que se realizan hacia los animales y que resultan totalmente perjudiciales para ellos, tales como cirugías, fracturas intencionales, inoculación de virus y bacterias, medicación innecesaria, marcaje, suturas, incisiones, etcétera. [22] La mayoría del tiempo sirven simplemente para reproducir principios científicos que, en muchos casos, han sido ampliamente demostrados desde hace décadas. [23]

 

Somos conscientes de lo deseable que es que los futuros profesionistas no solo adquieran conocimientos y habilidades en veterinaria, sino nociones en bioética y buena praxis científica. Sin embargo, tanto estudiantes como médicos veterinarios graduados frecuentemente validan el uso innecesario de los animales durante su educación argumentando que es la única forma de adquirir ciertas competencias profesionales. Desde los primeros semestres los alumnos deben utilizar animales vivos que “se mueven, que sangran, sufren y que mueren”. [24] Retomando la visión de Foucault, los profesionales veterinarios han “normalizado” la violencia contra los animales durante su educación hasta el punto de creer que, para tener una adecuada formación médica, científica y, por supuesto, zootécnica, es necesario llevar a los animales a los límites del sufrimiento. Resulta irónico pensar que quienes persiguen como objetivo aliviar el dolor se vuelvan antes expertos en provocarlo.

 

Un segundo argumento versa sobre la relación de los educandos con los animales. Dada la forma lesiva en que estos son utilizados, los estudiantes se vuelven insensibles a su sufrimiento, teniendo como consecuencia la inversión a futuro en nuevos profesionistas sin comportamientos sentimentalistas, es decir, que se encuentran libres de emociones hacia el animal. [25] Esto genera mayor utilidad a la zootecnia que a la medicina, pues el no saber identificar cuando un ser vivo sufre ocasiona un sesgo en el proceso de razonamiento diagnóstico tan necesario en el ejercicio de la clínica, parte fundamental de la profesión veterinaria. Este tipo de problemas donde el médico se encuentra cada vez más alejado del sufrimiento del paciente han sido denunciados incluso en la misma medicina humana, por ejemplo, por Arnoldo Kraus, quien dijo: “A pesar de que el sufrimiento en medicina es un problema constante y cotidiano, es notoria la poca importancia que se le da”. Tomar como ejemplo este mal camino que ha tomado una ciencia hermana debería bastar para recomponer la historia que la medicina veterinaria ha escrito y reflexionar sobre la relación médico-paciente que estamos aprendiendo desde muy temprano y que impacta, sin duda, en la forma en que ejercemos y nos relacionamos como profesión, ya no sólo con los animales, sino con el total de los seres vivos. La insensibilidad al sufrimiento se extiende como un cáncer y ocasiona muchas veces una profunda depresión y agotamiento mental en quienes no son capaces de manejarlo. [26]

 

Finalmente, el argumento empleado con mayor frecuencia es que la razón para utilizar a los animales de esta manera, tan invasiva y dolorosa, es que dichos animales fueron creados para tal fin, para cumplir un propósito que se ha llamado “el fin zootécnico”. No contenta con recopilar e implementar los medios para la explotación sistemática de animales, la razón zootécnica crea relatos alrededor de ellos que les otorgan un fin determinado, una “función”, que ya ni siquiera sorprende que esté totalmente supeditada a las necesidades –y, más que nada, a los caprichos– de los humanos. Quizá la creación de este “fin zootécnico” sea el verdadero cénit de la contaminación de la medicina veterinaria por la zootecnia, pues el médico podría fácilmente razonar y dirigir su comportamiento hacia el cumplimiento de estas supuestas metas en lugar de observar por el bienestar del paciente, ora matando animales que dejan de ser productivos, ora llevando el sufrimiento a límites intolerables con el propósito de mejorar el “rendimiento” de los mismos. Una vez más, la razón zootécnica no cambia directamente la forma en que se hace la medicina veterinaria, sino que lo hace indirectamente a través de la generación de relatos en torno a la posición de los demás animales respecto al ser humano. No es un “cómo” sino un “por qué”.

 

Lo más preocupante, es que en la mayor parte de los casos no se presentan argumentos –ni de los estudiantes, ni de los graduados– en defensa de una actitud ética frente a los animales, debido en gran parte al mencionado proceso de normalización, o por la aceptación de una posición “definicional”, es decir, que asume “por definición” la idea de que los humanos están por encima del resto. Esta defensa “definicional” de la zootecnia es sin duda una actitud de total antropocentrismo, pues asume como punto de partida la primacía de los seres humanos. [27]

 

En resumen, es incongruente que cuando creemos que las ciencias veterinarias y biológicas, así como la filosofía y la bioética ya han compilado el conocimiento y los argumentos suficientes para demostrar el absurdo que representa la discriminación de los animales, seguimos incurriendo en una innecesaria y alarmante cosificación de los mismos, entendiendo cosificar como la actitud que trata como un objeto a alguien que no lo es, [28] y esta actitud de dominio sobre la naturaleza es reproducida por las instituciones educativas, inculcando en los alumnos y futuros profesionales médicos una actitud poco ética frente a quienes serán sus futuros pacientes, pervirtiendo la relación médico-paciente hacia una relación amo-esclavo que, ya no sólo pasa por encima de principios bioéticos generales como la no maleficencia, justicia o autonomía, sino que genera una verdadera violencia estructural contra las especies distintas a nosotros.

 

Y aún así, la responsabilidad no es netamente de las personas que ejercen esta violencia, sino del paradigma en el que están envueltos y en el que son educados desde el inicio de su carrera; no podemos llamarles “monstruos” porque no lo son, son personas de carne y hueso que simplemente se han negado a pensar con autonomía y con autocrítica, como lo plantea Hannah Arendt en su obra de 1963, Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal: los peores males, las acciones más terribles, vienen siempre de personas normales, personas como cualquiera de nosotros, pero cuyo delito es negarse a pensar por sí mismos, a emitir juicios en torno a su actuar y dejarse llevar por lo que otros han decidido o, en algunos casos, por lo que otros les han ordenado. Arendt fue criticada fuertemente por liberar de la responsabilidad intelectual de la organización de matanzas en los campos de exterminio nazis a Adolf Eichmann, y aventuramos una conclusión similar para los veterinarios. No creemos, basados en esta concepción de la “banalidad del mal”, [29] que al matar animales los veterinarios estén actuando por verdadero gusto por el asesinato, sino que lo hacen porque se niegan a reflexionar sus actos, a cuestionar la finalidad y la validez ética de los mismos, la mayoría simplemente son víctimas de la manipulación ideológica de la razón zootécnica. Haciendo una analogía con el pensamiento de Arendt, se convierten en “especialistas en asuntos animales”, saben todo de ellos –su biología, sus enfermedades y sus hábitos– y lo usan, no para brindarles ayuda, sino para tener un control absoluto de sus vidas, reducidas ya a meros instrumentos.

 

 

El final de un matrimonio: una propuesta para una medicina veterinaria más ética

Todo lo anterior resalta la necesidad urgente de un cambio de paradigma para la medicina veterinaria. Dados los acontecimientos que han surgido a partir de nuestra insistente invasión de la naturaleza, de la explotación de los animales y de los nichos, así como de su reducción a meros vestigios para dar paso a un imperio humano hegemónico, es necesario que la razón zootécnica deje de ser la guía de los médicos veterinarios y demás profesionales involucrados en salvaguardar la salud de los animales no humanos y del planeta.

 

Como hemos revisado –usando como instrumento de análisis la biopolítica foucaultiana y la noción de zoopolítica adoptada por sus sucesores–, la razón zootécnica convierte a los animales en meros objetos diseñados inteligentemente para satisfacer los caprichos humanos y pervierte la medicina veterinaria en un dispositivo que aplica los conocimientos científicos como mecanismos para explotar más animales de manera más eficiente y brindar una serie de discursos que justifiquen esta actitud. Más aún, hace creer a los veterinarios que la única razón por la que existen es para criar y matar animales que serán usados para consumo, vestido o entretenimiento (a través de los llamados “fines zootécnicos” de cada especie), llevando la relación médico-paciente a lugares incongruentes con su origen hipocrático, pasando de una ética centrada en el paciente mantenida para los profesionales de la salud humana en la Declaración de Ginebra de 1948 a una ética centrada en la producción que ve a los animales como meros medios para la preservación de la vida humana. [30]

 

Para superar este paradigma –la razón zootécnica–, será necesario replantear los objetivos profesionales del médico veterinario, cambiar la aplicación de los conocimientos hacia un verdadero actuar clínico, que se sirva de las nuevas herramientas y tecnologías para beneficio de los animales que sufren, que enferman. Es necesario llevar la medicina del matadero hacia el campo y los hospitales, ofreciendo los medios necesarios para que los pacientes –los animales no humanos– recuperen su salud, entendiendo esta como el completo bienestar físico, mental y social. [31] Hará también falta, entonces, replantear el modelo epistemológico del que nos servimos, pues la ausencia de buena evidencia en torno al tratamiento, diagnóstico y prevención de diversas enfermedades, incluso algunas muy comunes, hace que la práctica de esta profesión sea más una medicina de saberes anecdóticos que una medicina científica. [32] No es el objetivo de este texto esclarecer las causas de esta falta de rigor en la clínica veterinaria, pero tampoco es sorprendente encontrar entre ellas a la razón zootécnica, que se planta de frente al avance en estos temas como una barrera que desvía la investigación hacia los saberes prácticos necesarios para elevar la producción y deja desierto el verdadero conocimiento médico.

 

También, la medicina veterinaria deberá ser más consciente de los problemas que enfrentamos como especie y como planeta, baste de ejemplo que para Wynes y Nicholas una de las principales acciones que deberíamos adoptar para disminuir nuestro impacto ecológico es dejar de comer carne, por lo que una ciencia que promueve una actitud completamente contraria a la ética ambiental no puede tener cabida en un mundo que está siendo destruido por el cambio climático.

 

Separar la medicina veterinaria de la razón zootécnica será el triunfo más importante que tenga esta ciencia en el siglo XXI, cambiará no sólo la forma en que nos relacionamos como médicos con nuestros pacientes, sino que dejará de reproducir discursos que detienen la generación de conciencia ecológica, permitirá una aceleración en la generación de nuevas tecnologías para la práctica clínica en animales no humanos y, sobre todo, dará a los animales el lugar que por tanto tiempo se les ha negado en la comunidad terrestre.

 

 

 

Bibliografía

  1. Adorno, Theodor W. Minima moralia, Reflexionen ausdem beschädigten Leben, Frankfurt: Suhrkamp, 1971.
  2. Agamben, Giorgio, ¿Qué es un dispositivo?, Adriana Hidalgo Editora, Trad. M. Ruvituso, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2014.
  3. Arendt, Hanna, Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal, Lumen, Barcelona, 1963.
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Notas

[1] Santiago Vega García, One world, one health. Historia de «una sola salud», ed. cit., p. 29.
[2] Salvo Vaccaro, “Biopolítica y zoopolítica”, ed. cit., p. 25.
[3] Miguel Zapata Clavería, “Convertir la zoé en bíos: democracia, representación y animales”, ed. cit., p.105.
[4] Richard D. Ryder, Speciesism again: The original leaflet, ed. cit., p. 1-2.
[5] Miguel Zapata Clavería, “Convertir la zoé en bíos: democracia, representación y animales”, ed. cit., p. 108.
[6] Theodor. W. Adorno, Minima moralia, ed. cit. p. 109.
[7] Jacques Derrida, Seminario La bestia y el soberano (2001-2002): Vol. I, ed. cit., p. 399.
[8] Salvo Vaccaro, “Biopolítica y zoopolítica”, ed. cit., p. 27.
[9] Ibidem, p. 29.
[10] Alejandro Herrera Ibañez, “Nada vivo nos es ajeno”, ed. cit., p. 53.
[11] Santiago Vega García, One world, one health. Historia de «una sola salud», ed. cit., p. 58.
[12] David Sztybel, “Can the Treatment of Animals Be Compared to the Holocaust?”, ed. cit., p. 97.
[13] Giorgio Agamben, ¿Qué es un dispositivo?, ed. cit., p. 8.
[14] Tom Regan, The Case for Animal Rights, ed. cit., p. 262.
[15] Santiago Vega García, One world, one health. Historia de «una sola salud», ed. cit., pp. 15,99: No existe una definición completa de este concepto, pero la idea fundamental que propone es que la salud de los humanos está interrelacionada con la de los demás animales y la salud de los ecosistemas, por lo que los profesionales dedicados a estas tres áreas deben trabajar conjuntamente para mantener “una salud del mundo”.
Dicho de otra manera, valora la importancia de la salud de los animales y de los ecosistemas en función de su utilidad para mantener la salud humana.
[16] Santiago Vega García, One world, one health. Historia de «una sola salud», ed. cit., p. 99.
[17] Maged Gomaa Hemida, y Mohammed M. Ba Abduallah, “The SARS-CoV-2 outbreak from a one health perspective”, ed. cit., p. 2.
[18] La ecología profunda es una filosofía ecocéntrica propuesta por Arne Naess en la década de los 70’s que reconoce el valor inherente de la vida no-humana, por lo que propone que la Tierra debe protegerse en su totalidad, atendiendo a los males que la dañan aún si estos no tienen repercusiones directas sobre la vida humana. Se distingue de la ecología superficial que sólo atiende al agotamiento de recursos útiles para el ser humano y los fenómenos que ponen en peligro la supervivencia de éste. En Martínez y Porcelli, “Una nueva visión del mundo: La ecología profunda y su incipiente recepción en el derecho nacional e internacional (primera parte)”, ed. cit., p. 401.
[19] Michela Pettorali, “Una crítica a la profesión veterinaria desde una perspectiva antiespecista”, ed. cit., p. 125.
[20] Ibidem, p. 125.
[21] Ibidem, p. 131.
[22] Elizabeth Téllez Ballesteros, et al., “Argumentos con los que se intenta legitimar la enseñanza lesiva con animales en medicina veterinaria y zootecnia”, ed. cit., p. 289.
[23] Andrew Knight, “The effectiveness of humane teaching methods in veterinary education”, ed. cit., p. 91.
[24] Elizabeth Téllez Ballesteros, et al., “Argumentos con los que se intenta legitimar la enseñanza lesiva con animales en medicina veterinaria y zootecnia”, ed. cit., p., 291.
[25] Gustavo Ortiz Millán, “Víctimas de la educación. La ética y el uso de animales en la educación superior”, ed. cit., p. 147.
[26] Susan C. Kahler, “Moral stress the top trigger in veterinarians’ compassion fatigue: Veterinary social worker suggests redefining veterinarians’ ethical responsibility”, ed. cit., p. 16.
[27] Oscar Horta, “¿Qué es el especismo?”, ed. cit., p. 177.
[28] Diana Buzo, y Angeles Cancino, “Miztli y la cosificación de los animales”, ed. cit.
[29] Hanna Arendt, Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal, ed. cit., p. 214.
[30] Véase el Juramento Profesional que deben recitar los recién graduados de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México, disponible en: http://www.fmvz.unam.mx/fmvz/principal/archivos/Juramento.pdf
[31] Organización Mundial de la Salud, Constitución de la Organización Mundial de la Salud.
[32] Elwood, et. al., Emesis in dogs: A review, ed. cit., p. 4.

Agradecimientos:

Agradecemos al Diseñador de nuestras imágenes por su contribución a nuestro trabajo. Gracias a su autor Leonardo López Serrano.