Oxtopulco Universidad

Eric Ávila Ponce de León, Oxtopulco Universidad, Viceversa, México, 2021.

 

El libro de autoficción ensayística de Eric Ávila Ponce de León Oxtopulco Universidad, de la editorial Viceversa, parte de una serie de correlaciones, correlatos, de correspondencias, de narrativas que entrechocan, se entrecruzan a partir de una pulsión personal que incide en muchas de las influencias del autor como doctor en literatura hispánica. Eric Ávila tiene estudios de literatura hispánica e influencias de Juan García Ponce, los escritores de la literatura de la onda y de aquellos que surgieron de La Casa del Lago. El libro es un tríptico formado por tres narraciones: “Uay Chup”, “Después de la cita” y “Oxtopulco Universidad”. Hay que advertir que el texto se acerca al lector a partir de una serie de vivencias de parte del autor en diversos lugares de México y del extranjero. El autor se autoficciona, crea un trasunto, un personaje que tanto puede ser él mismo como no serlo. Es difícil advertir las diferencias que lo señalan a él, a otro. Pensemos que hay un personaje, un narrador que piensa mientras vive, que reflexiona mientras realiza eso que todos llamamos vida en un pulso dinámico que señala vivencias y anécdotas que lo interiorizan y hacen cercano a nosotros. Quien se acerque al texto de Eric Ávila descubrirá una navegación intimista con su propio pensamiento y con sus descubrimientos vitales. Imagino el libro como un vértigo que se traduce en señas culturales que son apropiadas y arropadas en una personalidad que las vuelve íntimas en un juego de confesiones y anécdotas.

 

Pensemos en su primera narración: «Uay Chup» que parte de sus vivencias en el estado de Yucatán. El autor nos habla de sus ideas estéticas, interrelaciona eventos pictóricos como la obra de Fernando García Ponce, nos habla de la tensión entre lo religioso y lo secular. Todas estas reflexiones parecen dar pequeños giros, como si se tratara de un caleidoscopio o bien, un río que parece buscar sus vertientes, muchas de ellas insospechadas a primera vista, repentinas como un sacudimiento o la búsqueda de cierto factor sorpresa. Todo esto es propio de su estilo de ensayar. Alguien dijo que el género parecía el hermano desmadroso del texto académico y serio que parece tener una función bien específica, que consiste en ser materia de estudio. Hay ciertas características en el ensayo que permiten versatilidad y ligereza, y que no tienen otro tipo de textos, una condición de Frégoli que admite muchas lecturas, incluso insospechadas. Oxtopulco Universidad tiene algo de crónica, de relación, de artículo, de cuento, de historia, de anecdotario, de chismógrafo, de relato, de ficción. En el texto de Eric Ávila hay una comprensión wiki y desenfadada, cercana al momento y a la vivencia, pero también, anclada en una sólida tradición cultural que tiene que ver con la formación del ensayista en literatura hispánica. Lo wiki —un término hawaiano— tiene que ver con lo informal, ocasional, rápido. La frescura de los textos nos permite un acercamiento espontáneo a cuestiones que bien podrían estar enclaustradas en paquetes ceñidos y acartonados.

 

Los textos de Oxtopulco no pretenden defender la tesis de un autor, sino manifestar sus apegos y creencias, sus ánimos y desánimos o su constante sorpresa o desconcierto. En «Uay Chup» pasaríamos de la dicotomía entre lo religioso y lo profano a las ideas de Calderón de la vida como sueño, un mundo falso y un desengaño; luego, alguna cita de Roberto Bolaño sobre la revolución, el placer sexual y el crimen, y después, la manera en la que Baudelaire concibe el aburrimiento para terminar con el descubrimiento de un ser mitológico pansexual —el Uay Chup, o brujo Uay, o íncubo maya— capaz de enfermarte con su voracidad sexual en cada acometida y la necesidad de abandonar el terruño yucateco incluso sabiendo que no  hay lugar adonde ir. Las ideas planteadas se mueven como capas tectónicas que forma una superficie nueva, tal vez más incómoda cuando tenemos tanto apego a nuestra zona de confort, pero también, más interesante y vital.

 

Descubrí en Oxtopulco Universidad una narrativa que podía encontrar relaciones entre diversos fenómenos que a simple vista resultan insospechadas. Un vínculo causal entre distintos eventos culturales, muchos de ellos pertenecientes a la cultura pop. Concibo estos textos como un laboratorio de pruebas en donde se hacen colisionar diversos objetos, en este sentido, hay algo de física de partículas en la manera de confrontar distintas referencias en un texto que parece ser un flujo de conciencia personal. Es notorio que el ensayo, como género, tiene la premisa de que no existe tal cosa: una «realidad objetiva». Y hay cierta contradicción en esto. ¿Objetiva con respecto a qué a o quién? Cuando señalamos un perspectivismo recuperamos la esencia de cada relato: parte de alguien, un ser humano que lo plantea como parte de la experiencia de sus sentidos.

 

Al momento en que examinaba Oxtopulco, recién había leído otros ensayos que tenían en común el tener algo de autoficcional, como aquel de Jorge Edwards La muerte de Montaigne. El ensayo-novela nos habla de mismo Jorge Edwards, el autor, a medida que escribe sobre la vida y muerte del padre del ensayo moderno y entonces uno piensa que el género permite confundir las demarcaciones entre el escritor y su tema. Oxtopulco habla sobre el autor que escribe y sobre su momento de escribir, la fotografía de su «aquí y ahora» y el estado de sus ideas. Había leído también el ensayo de Siri Hustvedt La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, o aquel texto de Juan Villoro acerca de la experiencia de vivir en CDMX, El vértigo horizontal, entre otros. En la mayoría de esas lecturas hay una primera persona como personaje, un narrador ligeramente sesgado del autor que se finge. Y aquí entra la importancia del verbo «fingir» porque la ficción tiene que ver con eso, con sesgar un poco la nota sentimental de lo que se dice, con resaltar la experiencia que referimos para demostrar nuestra tesis. El autor se exhibe como tal al lector posible y al mismo tiempo busca la manera de explicarse, de justificarse. Oxtopulco Universidad nos da la idea, en el dinamismo de su estructura, de ser un work in progress, de estar en constante movimiento, como si tratara de una improvisación jazzística. Muestra el momento de la escritura como lo hace Laurent Binet en HHhH, como diciendo: «Mi momento existencial es este». Escribir también es la íntima necesidad de nunca terminar de hacerlo, de no acabar de ser, porque lo que somos es el esbozo de lo que terminaremos de concluir algún día.

 

Eric Ávila habla del periodismo o de literatura gonzo, tal y como en la novela de Hunter S. Thompson en Miedo y asco en Las Vegas. En esta obra se menciona la forma en la que concibió la misma historia que leemos en este momento. El lector está en medio del proceso, viendo las mareas, las placas que se acomodan para formar la superficie en la que estamos de pie. Hay algo de esto también en Oxtopulco, un periplo bien personal que nos habla de sus amistades por Tinder, las mujeres que ha conocido, sus constantes viajes. Eric Ávila menciona que sus ideas e influencias forman parte de la historia que cuenta y que estas ideas influyen en él mismo y en sus personajes: ideas metafísicas, místicas; o bien, sus experiencias en el amor y la ausencia, sus influencias de Juan García Ponce o de Robert Musil.  La intención de Eric Ávila es romper con mitos y actitudes con respecto a la forma de concebir el fenómeno literario, nuestro acercamiento como escritores y lectores. Afirma que no busca perderse en ese quijotesco contacto con la realidad que nos encarcela en un mundo libresco y desconectado de las problemáticas. No se trata de ser un caballero andante en ese idealismo que conduce a la locura; pero también cuestiona al misticismo y la religiosidad que se menciona en la narración de la pastora Marcela y Grisóstomo, mencionadas en Don Quijote, recurso que se ocupa como ejemplo en la narración de Oxtopulco Universidad. En este cuento se cuestiona el misticismo religioso y la locura del amor. “[Me vi] enfrascado en el amor místico de Musil como Marcela en el misticismo cristiano y como Don Quijote en las novelas de caballería, me vi ante ti como un verdadero loco provocando que mis ondas te espantaran y que me eliminaras de tu vida”.

 

Oxtopulco Universidad debe verse como un territorio de entrecruzamientos que combina la impronta personal del autor con sus ideas filosóficas; ellas intentan explicar el sentido de la propia vida del autor. Sus personajes son como cualquiera de nosotros: engarzados en la dinámica de las redes sociales, las preocupaciones académicas, la búsqueda del amor, la defensa de ciertas posturas políticas, nuestras aversiones y diferencias con los otros. Su realidad es la nuestra, pulsante en un mundo capitalista y neoliberal, de cambios políticos y ásperos antagonismos entre facciones, al final, proyecto políticos que habrán de desaparecer o consolidarse. Una realidad en donde las preguntas continúan siendo las mismas de hace muchos años pero que nos descubren un mundo de comunicaciones telemáticas más diverso, inmediato y cercano que parece alterar nuestras relaciones con los demás.

 

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