Resumen
El sistema capitalista neoliberal está en constante actualización, de manera que incluso las alternativas de resistencia a la vulnerabilización y aniquilación sistemática de ciertos sectores de la población son asimiladas por el mismo sistema. La potencia de movimientos feministas es neutralizada cuando sus objetivos se inscriben a las demandas del mercado y en vez de trastocar el orden de las cosas, lo reafirman. Es por ello que en este texto se presenta la naturalización del género y la homogeneización de experiencia de mujeres como vectores para reflexionar en torno a las implicaciones éticas y políticas de asumir una construcción hegemónica de la categoría mujer y cuestionar el propio posicionamiento ante tales tendencias dentro y fuera de los feminismos que resultan favorables para la mercantilización.
Palabras clave: feminismos, mujeres, neoliberalismo, naturalización, identidad, inclusión.
Abstract
The neoliberal capitalist system is being constantly updated, so that even the alternatives of resistance to the vulnerability and systematic annihilation of certain sectors of the population are assimilated by the system. The power of feminist movements is neutralized when their objectives are inscribed in the fulfillment of market demands and instead of disrupting the order of things, they reaffirm it. That is why this text presents the naturalization of gender and the homogenization of women’s experience as starting points to reflect on the ethical and political implications of assuming a hegemonic construction of the category of women and questioning the own positioning towards such tendencies inside and outside of feminisms favorable for commodification.
Keywords: feminisms, women, neoliberalism, naturalization, identity, inclusivity.
En la última década, los alcances de los movimientos de mujeres se han expandido a dimensiones globales; discursos feministas o con perspectiva de género, en defensa de derechos, condenando el machismo y su violencia, apelando a la igualdad entre hombres y mujeres en distintos ámbitos tienen tal presencia y aceptación en nuestra cotidianeidad que refleja el avance logrado a nivel institucional por el reconocimiento de las condiciones de desigualdad sustentadas en la distinción de género. Sin embargo, esto no necesariamente implica que cualquiera tenga un mejor entendimiento de cómo se ha consolidado esta dinámica ni de cómo se contribuye a su sostenimiento. Por lo cual, en este texto se recuperan algunas cuestiones en las que numerosas autoras han insistido como vías para analizar las condiciones existenciales de las mujeres y más cuerpos vulnerabilizados desde la estructuración genérica de la sociedad, como son la naturalización del género y la generalización de la categoría “mujer” como experiencia que trasciende las particularidades de cada contexto.
Desde la primera ola del feminismo, se hizo evidente la complejidad de integrar un movimiento en torno a la situación de las mujeres, puesto que las particularidades raciales y de clase, señalaron demandas diversas en la lucha por la igualdad de derechos civiles. Dentro del movimiento sufragista, prácticas segregacionistas marcaron división entre mujeres blancas y negras, cuyas demandas no estaban siendo consideradas, por lo que se pronunciaron desde la crítica radical al Estado, la iglesia y al sistema capitalista, formando “feminismos”[1] antisistémicos (socialistas, anarquistas, marxistas). Hasta la tercera ola[2] alrededor de 1990, no sólo se consideran otros factores que atraviesan el género (etnia, raza, cultura, etc.) para el análisis de las condiciones existenciales de las mujeres, asimismo se integra la perspectiva LGBTTTI+, la del ecofeminismo y de las corrientes anti/de/poscoloniales que construyen posibilidades de existencia que trascienden los binarismos de género y cuestionan la noción de “la mujer” como experiencia homogénea y universal construida desde occidente, e instalada a lo largo y ancho del mundo durante los procesos de colonización que continúan vigentes en distintas modalidades.
La actual era neoliberal del capitalismo pone énfasis en la consolidación de la propia identidad y su reafirmación constante como estrategia para la creación de mercados y la gestión de la subjetividad de las personas de acuerdo con valores universales que aparentemente trascienden el contexto de cada una. Numerosos movimientos sociales que han surgido como formas de resistencia o denuncia ante la desigualdad que perdura en territorios colonizados, se han inscrito a esta lógica —entre ellos algunas vertientes del feminismo— que se fundamenta en discursos de inclusión, empoderamiento, amor propio y autoestima, y entre otros desde los cuales se fomenta la homogeneización de las experiencias según la identidad y se invisibilizan las condiciones de desigualdad al responsabilizar a cada individuo de alcanzar y mantener su bienestar.
Cumes aborda esta cuestión de la estandarización de algunos movimientos basados en la identidad y el individualismo, al señalar el enfrentamiento por separado de mujeres ante el sexismo y el patriarcado, así como de indígenas y negros ante el racismo y el colonialismo como una de las problemáticas que las luchas sociales enfrentan en Latinoamérica, a lo cual responde en tres supuestos:
En primer lugar, el sexo/género, la clase social, la raza/etnia, entre otras situaciones, no sólo siguen determinando las condiciones para crear, sino afectan el mismo conocimiento (político-académico) generado. Se universaliza o generaliza la experiencia de un sujeto o sujeta. En segundo lugar, los privilegios que cada sujeto o sujeta tiene en la cadena de poderes, no permite cuestionar su propio poder en la reproducción de las estructuras. […] En tercer lugar […] La identidad política (de género, etnia o clase) ha sido más importante que el cuestionamiento del sistema mundo que ha dado lugar al hecho de que ser diferentes significa ser desiguales. Es decir, que tanto mujeres, como indígenas, negros, o clases populares, más que verse como sujetos construidos por los procesos históricos, se convierten en sujetos esenciales, reivindicando características culturales, sociales y biológicas como algo naturalmente dado. Así las identidades se convierten en incuestionables.[3]
En este sentido, la inclusión por la que algunos feminismos apuestan depende de la identificación con una serie de condiciones —tales como asumirse mujer, reivindicar un tipo de emocionalidad específica, en algunos casos reconocerse violentada o víctima —que se vuelven propias, a partir de las cuales se establece un marco de interpretación que tiende a homogeneizar las experiencias de las demás. Por ejemplo, la estigmatización del trabajo sexual que tiende a ser cancelado como vía de subsistencia para algunas personas por asumir que cualquiera tiene posibilidad de elegir cómo sustentarse o que, de tener opciones, nadie recurriría a tal —suelen ignorarse distinciones de raza, nivel socioeconómico, estatus migratorio, etc., de quienes ejercen esta labor, exponiendo la variedad de experiencias de las mujeres, así como la vulneralización que puede ejercerse aun cuando se pretende la inclusión.
Al respecto, Federici[4] invita a reflexionar y distinguir entre la normalización del trabajo sexual y la legitimación de quienes lucran con esos cuerpos de mujeres puesto que suele relacionarse la violencia exclusivamente con la prostitución, invisibilizando distintas formas de violencia presentes en otras formas de trabajo; sin embargo, también advierte que la jerarquización de violencias tiende a reforzar la propensión al victimismo. Esta actitud es reforzada por algunas corrientes del feminismo que tienden a imponer sus agendas independientemente del contexto en que se ubican —en relación con la violencia—, definen qué es, cómo debe afectar y cuáles son las alternativas para afrontarla; es por ello que Raquel Gutiérrez[5] relata cómo en América Latina, los encuentros de mujeres buscan impugnar la estructuración genérica y jerárquica del mundo desde sus luchas o desde el feminismo popular, con distancia del feminismo institucional o liberal, creando puntos de encuentro que no se sostengan en la identidad.
Como es evidente, el tema del cuerpo ha sido crucial para los movimientos de mujeres y feministas que lo identifican como espacio en disputa pues a partir de su naturalización se establece la diferencia sexual en Occidente: una estructura social jerárquica sostenida en distinciones bio-anatómicas correspondientes a uno u otro género sobre los cuales operan distintos modos de subjetivación que moldean pensamientos, emociones, deseos y conductas, que definen el rango de normalidad dentro del cual las personas se desenvuelven respecto a su género. Durante la cacería de brujas, principalmente mujeres entre miles de personas acusadas por el delito de brujería fueron perseguidas por portar y generar saberes del cuerpo que les permitían actuar con relativa independencia de dictámenes sociales relativos a una supuesta normalidad, por lo que diversos actores interesados en promover determinado orden justificaron la intervención sobre los cuerpos de las mujeres en la caracterización pasiva, frágil, emotiva, dependiente, procreadora, entre otras atribuciones a “su” naturaleza.
Maffia resalta el impacto que las ciencias biomédicas han tenido en el cuerpo de las mujeres como objeto de estudio por ser uno de los saberes más relevantes al influir sobre conceptos como la vida y la muerte, la locura y la cordura, el dolor y el goce.[6] La autora argumenta que las descripciones de la naturaleza femenina han justificado el estatus social de las mujeres basado en la jerarquización de las diferencias biológicas y psicológicas respecto a los hombres; para ello cita diversos ejemplos, evidencias de hace siglos que dan cuenta de la particular relación patologizadora hacia los cuerpos de las mujeres en la que justificaba su intervención.
En los papiros Kahun y Ebers que datan entre 1900 y 1600 antes de nuestra era, desórdenes son atribuidos a la matriz o a la supuesta conexión inherente entre mujeres y enfermedad, pasando por afirmaciones como la de Edward Clarke respecto al encogimiento de los ovarios a medida que el cerebro se desarrolla.[7] Recientemente, estudios como los realizados por Gelabert[8] y Kanieski[9] que abordan la medicalización de la menopausia o el amor materno, evidencian el sesgo de la ciencia hacia la intervención sobre los cuerpos de las mujeres cuando atraviesan procesos relacionados con su capacidad reproductiva o con postergar el envejecimiento, por mencionar algunas de las cuestiones valoradas por la sociedad neoliberal, cuyas industrias de salud, cuidado y belleza están principalmente dirigidas a, y sostenidas por mujeres.
En este sentido, numerosas autoras han insistido en cuestionar el habitar ciertas categorías y distanciarse de la adscripción al género para plantear posibilidades de liberación de los cuerpos de las mujeres. En Manifiesto Cyborg, Haraway[10] —historiadora y filósofa feminista— recurre a la figura del cyborg para ilustrar las cada vez más íntimas articulaciones entre cuerpo y tecnología que expanden las facultades de un organismo; con ello desafía la idea de naturaleza — asimismo de artificialidad— en la concepción ontológica de los seres humanos, por lo que esta se abre a un proceso de desterritorialización, una exploración de sus posibilidades de existencia más allá de una identidad limitada por su asociación a, por ejemplo, uno u otro género biológicamente asignado.
En una revisión y actualización de tal obra de Haraway, Guerrero afirma que este planteamiento podría dar sustento a una propuesta feminista científica y tecnológicamente informada, principalmente en contextos donde el desarrollo científico-industrial posibilite la intervención tecnológica eficaz. Sin embargo, además de ubicarla como una propuesta pertinente para el contexto estadounidense que toma otros matices cuando se aplica a problemáticas de otras regiones, la autora explica que la incorporación de la tecnología también resulta en una forma más efectiva de control de los cuerpos y pone en marcha la mercantilización y comercialización de la vida a través de las industrias biomédicas, biotecnológicas y farmacéuticas.[11]
La aplicación descontextualizada de categorías en cualquier región puede incluso reproducir opresiones u omisiones que herramientas como la perspectiva de género buscan visibilizar. En La invención de las mujeres, la académica feminista nigeriana Oyèrónkẹ Oyěwùmí,[12] explica que la clasificación de los cuerpos humanos en sociedades occidentales se basa en el Sexo —el determinismo biológico funge como base de la identidad, pensamiento y organización social— pero este no es el único parámetro bajo el cual puede realizarse esta operación ni el único modo de significar el sexo. La autora explica que aunque la sociedad yoruba está efectivamente organizada jerárquicamente, no lo está en función del cuerpo sino de la senioridad (entendida como edad relativa), por lo que el análisis desde la perspectiva de género crea esta noción donde antes no existía como tal; en adición, refuerza la esencialización de la experiencia como mujer, la universalidad de las desigualdades respecto a los hombres (incluso como característica de la dinámica social previa a los procesos de colonización) y desafía la idea de la visibilización como estrategia principal a través de la cual se reconocen las problemáticas de grupos minorizados, la cual opera también como validación de sus experiencias desde marcos de pensamiento eurocéntrico.
A pesar de que el periodo formal de colonización concluyó hace siglos y desde entonces la mayor parte de los territorios intervenidos se han declarado naciones independientes, el predominio de unas regiones sobre otras persiste, —aunque bajo modalidades diversas— es por ello que resulta crucial descolonizar los referentes para analizar la región latinoamericana. Para Curiel,[13] activista y teórica feminista poscolonial, es posible descentrar al sujeto universal eurocéntrico de los análisis de estructuras y relaciones sociales a través de la desnaturalización de categorías como el sexo, el género, la sexualidad y la raza, no como una negación de los fundamentos biológicos sino como un reconocimiento de las diversas necesidades que les trascienden, lo cual también ayuda a comprender los modos de relación como racismo o machismo y dar escucha a voces que han sido silenciadas desde la diferencia colonial.
Como conclusión, es de interés reflexionar en torno a la tendencia actual que asume el posicionamiento feminista o desde la perspectiva de género como políticamente correcto, principalmente porque al basarse en discursos que apelan a la inclusión, la igualdad, el fomento de la autoestima, entre otros, difícilmente incita a un cuestionamiento pertinente. Esta tendencia también fomenta la evasión del conflicto, postura que suele extenderse a distintas cuestiones como al abordaje de la violencia, cuya negación en la cotidianeidad tiende a vulnerar por no alentar la invención o invocación de herramientas que, dependiendo del contexto permitan hacerle frente con las posibilidades presentes.
A pesar de que el sistema de género no necesariamente implica una jerarquización, la reducción de la experiencia a las categorías hombre y mujer operan de manera material y práctica entre los cuerpos y constituyen nuestra realidad, por lo que es indispensable asumir y analizar estas categorías de manera estratégica. Es importante insistir en mantener el debate abierto en el contexto pandémico que ha puesto cuestiones, que parecían haberse superado, nuevamente discusión, como ha sido el repliegue mayoritariamente de mujeres al ámbito privado por la necesidad de atención y cuidados, la obstaculización de su desarrollo académico y laboral, así como el incremento de episodios de violencia doméstica.
Bibliografía
- Curiel, Ochy, Género, raza y sexualidad: debates contemporáneos, 2011.
- Cumes, Aura Estela, Mujeres indígenas, patriarcado y colonialismo: un desafía a la segregación comprensiva de las formas de dominio, en Anuario Hojas de Warmi, Núm. 17, junio, 2012, pp. 1-16.
- Federici, Silvia y Alabao, Nuria, El sexo para las mujeres ha sido siempre un trabajo, en Viento Sur, noviembre, 2018. https://vientosur.info/el-sexo-para-las-mujeres-ha-sido-siempre-un-trabajo/ Consultado el 7 de febrero de 2022.
- Gelabert, Aina, Medicalización del cuerpo de la mujer: menopausia y envejecimiento como dianas terapéuticas, en Universitat de les Illes Balears, 2016, pp. 1-19.
- Guerrero Mc Manus, Fabrizzio, Explorando los horizontes filosóficos del organismo cibernético, en Protrepsis Revista de Filosofía, Vol. 7-8, Núm, 4, 2015, pp. 20-45.
- Gutiérrez, Raquel y Fernández, Diana, La política en femenino es una herramienta que permite pensar el devenir, en Traficantes, septiembre, 2017. https://traficantes.net/resena/“la-política-en-femenino-es-una-herramienta-que-permite-pensar-el-devenir” Consultado el 26 de febrero de 2022.
- Haraway, Donna, Manifiesto Cyborg, Ediciones en Negro, Córdoba, 2014.
- Kanieski, Mary Ann, Best Be the Ties That Bind: The Medicalization of Mother Love”, en St. Mary’s College, 2009, pp. 1-29.
- Maffia, Diana, Epistemología feminista: la subversión semiótica de las mujeres en la ciencia, en Revista Feminismos, Vol. 2, Núm. 3, 2014, pp. 103-122.
- Oyěwùmí, Oyèrónkẹ́, La invención de las mujeres: Una perspectiva africana sobre los discursos occidentales del género, Editorial en la frontera, Bogotá, 2017.
Notas
[1] Estos movimientos problematizaron la adscripción al feminismo por la fracción burguesa que les excluyó en un primer momento.
[2] La segunda ola está vinculada al espíritu del 68, marcada por la revolución sexual, la crítica del feminismo liberal y el dogma marxista y los aportes de las anarquistas, quienes proponían la huelga de vientres, la interpelación de compañeros anarquistas y la reivindicación de formas gramaticales otras.
[3] Aura Estela Cumes, Mujeres indígenas, patriarcado y colonialismo: un desafía a la segregación comprensiva de las formas de dominio, ed. cit., p. 5.
[4] Silvia Federici y Nuria Alabao, El sexo para las mujeres ha sido siempre un trabajo, ed. cit., p. 6.
[5] Raquel Gutiérrez, La política en femenino es una herramienta que permite pensar el devenir.
[6] Diana Maffia, “Epistemología feminista: la subversión semiótica de las mujeres en la ciencia”, ed. cit., p. 107.
[7] Idem.
[8] Aina Gelabert Campins, Medicalización del cuerpo de la mujer: menopausia y envejecimiento como dianas terapéuticas.
[9] Mary Ann Kanieski, Best Be the Ties That Bind: the Medicalization of Mother Love.
[10] Donna Haraway, Manifiesto Cyborg, ed. cit., p. 4.
[11] Fabrizzio Guerrero Mc Manus, Explorando los horizontes filosóficos del organismo cibernético, ed. cit., p. 38.
[12] Oyèrónkẹ́ Oyěwùmí, La invención de las mujeres: Una perspectiva africana sobre los discursos occidentales del género, ed. cit., p. 19.
[13] 13 Ochy Curiel, Género, raza y sexualidad: debates contemporáneos, ed. cit., p. 15.
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