Excritura: otros mundos posibles de ser en la escritura

Resumen

El presente texto explora la relación de las nociones de sentido del mundo, cuerpo y excritura en Jean-Luc Nancy. Proponemos a la excritura como una forma de sentido existencial, esencial y heteroafectada que surge del cuerpo deconstruido hacia el sentir. Este sentido de  tacto sugiere una nueva forma en que las identidades en sus anudamientos se escriban.

Palabras clave: cuerpo, sentido, mundo, excritura, tacto, hiancia.

 

Abstract

This article aims to explore the relationship that can be established between the notions of meaning of world, body and concealed thinking proposed by Jean-Luc Nancy. We propose to concealed thinking as a different way to think concept such as existence, essential and hetero-affected of meaning that emerges from body (under a deconstructive perspective) towards feeling. This sense of touching suggests a diffrent way in which the identities write themselves.

Keywords: body, sense, world, concealed thinking, touch, béance

 

Preámbulo a la escritura: su sentido del mundo

 

“Escribir, ‘formar’ en lo informal un sentido ausente. Sentido ausente (no ausencia de sentido, ni que faltara sentido, potencial o latente). Escribir, acaso, consiste en llevar a la superficie algo así como el sentido ausente, en acoger el empuje pasivo que aún no es pensamiento pero que ya constituye el desastre del pensamiento. Su paciencia”.

 Maurice Blanchot[1]

 

Una pregunta nos llega  a la mente al leer la frase de Blanchot. ¿Cómo encontrar ese sentido ausente y fijarlo en el mundo de la escritura? Para ello Nancy podría tener algunas respuestas precisas. Es importante comprender las nociones de sentido y mundo en la obra de Nancy, si es que queremos proponer (acaso desde el sentido ausente del que habla Blanchot) a la excritura como ese garante de sentido del mundo.

 

Primero hay que establecer de qué hablamos cuando hablamos de sentido para Nancy. ¿Crisis de sentido? ¿Comunidad de sentido? ¿Sentido del mundo? Todas estas mixturas se conjugan en un Nancy en el que la época, el fin de la historia y de los paradigmas marcaron una dura reflexión y diagnóstico. Historialidad y comunidad entrarían en sus diagnósticos como los principales heridos y enfermos.

 

Sobre “crisis de sentido”, es justamente esta reflexión la que abre su obra El sentido del mundo:

 

Hasta hace poco tiempo, todavía se podía hablar de ‘crisis del sentido’ (ésta fue una expresión de Jan Patočka que le tocó retomar a Václav Havel): una crisis se analiza, se supera. Era posible reencontrar el sentido o al menos indicar a grandes rasgos una dirección. O bien todavía se podía jugar con los destellos, con las burbujas de un sentido a la deriva. Hoy estamos más lejos: todo el sentido se encuentra en estado de abandono. [2]

 

Este estado de abandono del que habla Nancy no refiere necesariamente a una ausencia, sino por el contrario a una “demanda” de sentido, lo que convierte al sentido en una trampa o en unas múltiples trampas. La política desde esta óptica aborda la soberanía para (si acaso) encontrar su propio sentido de progreso. Ya Nancy también confrontaba esa idea de soberanía: “Lo que resiste a todo, y acaso siempre lo hace, en toda época, no es un mediocre instinto de especie o de supervivencia, es ese sentido”.

 

Estas trampas y estos excesos de los que habla Nancy están impregnados por la identidad o exceso de identidades (en un embate por las autonomías que rechazan las heteronomías y que homogenizan toda identidad y lo llaman comunidad) e incluso sigue esta reflexión de manera más dilucidada y provocadora en la Comunidad inoperante (1986) y su posterior La comunidad enfrentada (2007), la primera como tema central el exterminio de los nazis y la segunda sobre las huellas de Heidegger, Bataille, Derrida y Blanchot,  donde las comunidades identitarias y excluyentes  parecen enfrentarse entre sí. Estas huellas de las que hablamos en un contexto de soberanía son: “seguridad, identidad, certeza, filosofía como distribuidora de valores, de visiones del mundo y —¿por qué no?— de creencias y de mitos”.

 

¿Cómo sustraerse a esa trampa o ese exceso de sentido? Nancy también tendría una alternativa para ello: “[…] y, por otro lado, toda la chance de saberse ya más allá de la espera y de la demanda, ya en el mundo[3] en un sentido inaudito; es decir, tal vez, de este otro lado, nada más que lo inaudito, que retorna eternamente a hacerse escuchar por el sentido mismo, por un sentido que precede todos los sentidos y que nos precede, preveniente y sorprendente a la vez”.

 

Y continúa:

 

Los que ceden a la [comunidad] de sentido (que ya parece hacer sentido por sí misma y tranquilizar…) demandan al mundo que se signifique como residencia, abrigo, habitación, salvaguarda, intimidad, comunidad, subjetividad: significante de un significa­do propio y presente, significante de lo propio y de lo presente en cuanto tales. (Los que todavía significan el mundo en tanto sentido de una pesquisa infinita o de un pasaje hacia otro mundo no cambian nada fundamental: el significado último termina teniendo la misma esencia.) Para ellos la mundialización del mundo, que es nuestro elemento y nuestro acontecimiento, el ‘cosmopolitismo’, la teletécnica, desapropian, des-significan el sentido, lo hacen jirones.[4]

 

¿Mundo o mundialización del mundo? Esa sería justamente la provocación. Para Nancy, el mundo es su acontecimiento, y ese acontecimiento es la mundialización del mundo.

 

El término mundialización surgió con fuerza en Francia, mientras que en Estados Unidos prevalecía la idea de lo “global” y la “globalización” para marcar la transición a los milenarismos. No es gratuito, hablar de mundialización es para Nancy no sustraerse de la historialidad. Y esta se encuentra marcada por el “fin de la historia”[5] y de todos los paradigmas culturales.

 

Ciertamente vivimos una zozobra mayor de los paradigmas, es decir de las culturas, de los equilibrios entre culturas e internas a cada cultura. El cambio no es menor que aquel que acompaño el nacimiento de la polis griega o bien el del Estado moderno, o que el cambio que se produjo en torno al budismo o aquel del que resulto el cristianismo, y luego el Isla. Y como esos cambios, lleva en si la imprevisibilidad de su porvenir, sin la cual no sería cambio. [6]

 

Por tanto, si existe un mundo es en “su más allá”, en su “mundialización del mundo”, y en ese acontecimiento Nancy propone justamente encontrar un sentido urgente y apremiante: el que se sucede en el “ya en el mundo”, y es en ese ‘déja au monde’ donde se juega el sentido del mundo: “he aquí la apuesta -y en ella no hay nada de escéptico ni de resignado, es la recompensa misma del sentido, que debe escucharse más allá de todo sentido pero que no proviene de ningún ‘más allá’ del mundo.”

 

Hay que recordar que Nancy abandona sus estudios de teología para dedicarse a la filosofía contemporánea, esa que también habitaron sus amigos e interlocutores Deleuze,  Derrida y Blanchot, y donde el sentido pertenece al mundo en tanto mundo presente (Derrida con su deconstrucción viene a poner el pasado o las huellas del pasado con relación a un presente mismo; y Deleuze con Guattari confieren en su pensamiento del rizoma un presente siempre abierto, nunca en su conclusión ni síntesis), de ahí que Nancy proponga también al acontecimiento como única posibilidad de sentido o mejor dicho: donde se juega el sentido del mundo:

 

El sentido ya no puede ser considerado una propiedad de las cosas, del hombre o del mundo, menos aún si se piensa que tal propiedad viene dada desde un más allá del mundo. El sentido se encuentra en lo que acontece, o lo que nos acontece, y en tal óptica lo que acaece es justamente la “mundialización”. Es en este acontecimiento donde se juega el sentido del mundo.[7]

 

Volviendo entonces a la pregunta ¿Mundo o mundialización del mundo?, podemos decir que la mundialización del mundo es lo que nos acontece, el acontecimiento del “fin del mundo”, pero Nancy propone también una solución tautológica para ese sentido del mundo:

Mundo al menos quiere decir ser- à, quiere decir referencia, relación, dirección, envío, donación, presentación à -y el segun­do término sólo podría referirse a entes o existentes los unos à los otros. Nosotros sabemos categorizar el ser-en, el ser-para o el ser­por, pero nos falta pensar el ser-á la à del ser, su rasgo ontológicamente mundano y mundial. Así, mundo no sólo es correlativo de sentido, está estructu­rado como sentido, y recíprocamente, sentido está estructurado como mundo. En definitiva ‘el sentido del mundo’ es una expresión tautológica.[8]

 

Es justamente el “à”, el que implica otra de las grandes apuestas nancyanas: el nosotros, y que se liga justamente con la noción de excritura.  

 

El sentido del cuerpo: su excritura

 

El sentido del mundo en cuanto escritura lleva a lo que mantiene al mundo en tanto existencial mundial: resistencia a la clausura de mundos en el mundo tanto como a la clausura de mundos allende el mundo, apertura a cada instante de este mundo-aquí.

J.L.N

 

Este venir al mundo que Nancy en su juego de palabras sustituye por el “ya en el mundo”, podemos referirlo también en la escritura. ¿Ya en el mundo, ya en la escritura? A eso voy a enfocarme en las siguientes líneas:

 

El “ya en el mundo” nos asegura “ya en la escritura”, y eso es justamente lo que Blanchot proponía, hay un sentido ausente en la superficie de todo texto, ese sentido ausente si sabemos leer la intención en la provocación de Nancy, sería el sentido del “ya mundo”. En algo Nancy y Blanchot coinciden o confluyen: todo está en la superficie, su acontecimiento es la superficie misma de la escritura. Así es como nace la excritura.

 

Pero antes de que Nancy definiera su propio término de excritura, llegó a reflexionar sobre la escritura en su relación política (o de comunidad):

 

La escritura y entonces también, necesariamente, su poesía, es decir, en primer lugar, su praxis, es la tarea del sentido, con la condición de que no sea la asunción de un sentido anudado, sino la respuesta -sin resolución- a la conminación absoluta de tener que anudar. Y esta conminación imprescriptible también es irreductible a toda estetización ‘poetizante’ o ‘literaria’. Las lenguas están por anudar; cada una, indefinidamente, anuda / desanuda en su propia infinitud finita y en la de las otras. Las lenguas están por anudar como el lazo sin amarradero y como la ipseidad no subjetiva del en-común que no comulga. ‘Las lenguas’, sus escrituras, esto no quiere decir en primer lugar ‘la literatura’ en cuanto modelo, sino la poesía de los estilos, de los modos de existencia, de las modulaciones de relaciones y de retrasos; las lenguas, los pueblos, es decir también las culturas y las etnias que las clases populares y las poblaciones no identificadas, los pueblos, sus idiomas, sus países, sus pasajes de país en país, los paisajes, los mundos que son el mundo, los mundos que son un mundo.[9]

 

Esto último es importante, puesto que lo primero que habría que dejar claro, es que el término de excritura presupone una forma ontológica-social de relacionarnos con el cuerpo o, mejor dicho: con el cuerpo deconstruido.

 

Ese cuerpo deconstruido va hacia las huellas del tocar, de lo que ya está en el límite, expuesto, en su excripción (no inscripción), los espaciamientos, la auto afectación el “yo autoafectado” en un “tocarse a ti”. La excritura, pues, es la cualidad de lo “abierto”.[10]

Buscaré articular estas nociones para dar más luz sobre la noción de excritura.

 

Sobre el cuerpo deconstruido y la excritura, Jorge Ferrada apunta: “El cuerpo deconstruido no correspondería a la corporeidad significante, ni a las imágenes, ni lo interpretable, ni lo definido, sino el “espaciamiento”—en palabras de Nancy— del cuerpo en apertura hacia lo abierto, hacia la exposición, extensión y excritura. Para el filósofo francés, estos tres conceptos son soportes ineludibles de la noción de sentido”.[11]

 

 

Veíamos en párrafos anteriores que para Nancy la noción de sentido está en el “ya mundo”, y también que la escritura es justamente la tarea del sentido, y ese sentido en su “anudamiento”. Este anudamiento del que habla Nancy nos lleva también a otro termino clave: los espaciamientos, la apertura (el hiato), que es justo lo que va tocando en el límite mismo y nos aproxima a otros, en resumidas cuentas, la excritura nos lleva a “sentir”. Es en el tacto donde concentra su anudamiento y noción de abierto, apertura. Y nos lleva a sentir también las grietas, porque toda escritura también es hiancia por sí misma.

 

Sobre este sentir-sensibilidad-à, Nancy nos provoca:

 

Lo sensible o lo estético es lo exterior-à-sí en virtud de lo cual y como lo cual hay la relación para sí de un sentido en general, o en virtud de lo cual hay la à del sentido. Pero no hay sentido ‘en general’, ni sentido genérico, sólo hay sentido en la diferencia local y en el reparto diferante. La diferancia in-sensible es sensible: es lo insensible en el sentido absolutamente sensible, infinitesimalmente sensible, que le damos a la palabra cuando hablamos. [12]

 

Comprendiendo entonces el sentir de la escritura como ese sentido, pero desde la diferencia, nos preguntamos si tal diferencia está siempre en el límite, en lo expuesto. Que sea Derrida quien nos provoque ahora:

 

[…] desde hace varios años una meditación acude para tematizar ese “sentido” el tacto, lo que él nos enseña y asigna en cuanto a la sensibilidad, al sentimiento, al sentir, al sentir-se cómo tocarse (pero tocarse tú, dice él) y también con ello, en cuanto al sentido del sentido y al sentido del mundo, como del “pensamiento finito” en general. Asignación, pues, sin límite. […] Hay que tocar, sobre todo no hay que tocar. Y la prescripción de lo que el apoda excrito. Esto toca, él lo dice, en el límite. [13]

 

Lo singular-plural como eje fundamental en el pensamiento nancyano, aquí retoma fuerza con el “tocarse a ti”.

 

El “Yo” como auto-afección. Un Yo se toca que se dirige al tú, por tanto, una singularidad plural, el destinatario en todas partes, un contrato, soliloquio o un como con otro. “Él se tutea, esto significa que se tutea, esto significa que se tutea a si mismo o que es tuteado, tuteable por cualquier otro. Él es ya, como “yo”, el “tu” del otro y su propio “tu”. “Tocarse tu”.[14]

 

Bajo estas reflexiones y anudamientos mismos de la palabra, es en la excritura que se siente la palabra, que se afecta y se heteroafecta desde la diferencia.

 

Dicho de otro modo, si en la escritura los signos juegan un papel primordial para el significante y sentido (significado), pero ese significado siempre ha estado afectado por la historia, la época, la cultura, por ese “fin del mundo” o ese “más allá del mundo” que tanto critica Nancy, la excritura en cambio es ese sentido o esa nueva forma ontológica-social en su praxis, y ese [no] significante es su propio anudamiento y la palabra sintiente, de tal modo que el sentido sea un sentido sobre el sentido, una forma de ser [en el] mundo, ¿Qué clase de mundo? El “ya mundo”.

 

Vuelvo a Ferrada para redondear:

 

Para Nancy la noción de excritura como aquella imposibilidad de comunicar “cualquier cosa sin tocar el límite en el que el sentido todo entero se derrama fuera de sí mismo, como una simple mancha de tinta a través de la palabra, a través de la palabra sentido. A ese derramamiento del sentido que produce el sentido, o a ese derramamiento del sentido a la obscuridad de su fuente de escritura, yo lo llamo lo excrito” (2002:39). En otras palabras, la excritura inscribe en el texto una huella fuera de sus márgenes, un sentido-sentir que escapa a toda significación e interpretación convencional de su palabra. La excritura nos ha hecho sentir su propia escritura puesta y expuesta desde su extensión no significable: “Escribir, y leer, es estar expuesto, exponerse a ese no-haber (a ese no-saber), y de ese modo a la excripción. Lo excrito está excrito desde la primera palabra, no como un indecible, o como un ininscriptible, sino al contrario como esta apertura en sí de la escritura a ella misma, a su propia inscripción en tanto que la infinita descarga del sentido en todos los sentidos que se le pueden dar a la expresión”.[15]

 

Siempre hay una hiancia en la palabra, en lo escrito que ya es por sí misma afectada y heteroafectada: la palabra excrita. Habría que imaginar la palabra excrita como un gran agujero o una grieta, en la que solo el cuerpo deconstruido desde su diferencia es capaz de sentir (esa infinita descarga del sentido).

 

La excritura se expone, sí, y lo hace para el otro o el nos-otros. De ahí que la excritura sea también (y necesariamente) una forma esencial de ser en su ontología-social. Por ello Nancy insistía en que es preciso que las identidades se escriban ellas mismas y en sus anudamientos se sepan (y hasta se toquen en esos espaciamientos) en sus sentidos de sentidos.

 

Se me viene al cuerpo —y no a la mente— la palabra que siente. Un ser en el mundo aquí anuda mis palabras, las afecta y heteroafecta, las abyecta fuera del más allá del mundo.

 

En un artículo posterior me dedicaré a hacer confluir la excritura de Nancy con la obra literaria viva, abyecta, espaciada, agrietada, herida, expuesta y excrita (hiancia viva), de Clarice Lispector (y lo haré celebrando su propia identidad de mujer) conocida como la escritora del cuerpo, cuyos escritos —¿o serán excritos? —animaron a Nancy en los últimos años de su vida. Es tiempo de interrumpir lo ininterrumpido. Habrá que seguir excribiendo.

 

Bibliografía

  1. Derrida, Jacques, El tocar, Jean-Luc Nancy, Argentina, Madrid, 2011
  2. Ferrada, Jorge, “Sobre la noción de excritura en Jean-Luc Nancy”, en

https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-554X2019000100123

Consultado el 23 de octubre del 2022

  1. Nancy, Jean-Luc, El arte hoy, Prometeo libros, buenos Aires, 2014.
  2. ______________, El sentido del mundo, La marca editora, Buenos Aires, 2003

 

Notas
[1] Esta frase de Blanchot es la que abre a manera de epígrafe (una de varias) la obra de Nancy “El sentido del mundo”. Blanchot fue un interlocutor clave en el pensamiento de Nancy en cuanto a comunidad y literatura se refiere. L’Écriture du désastre [La escritura del desastre], Paris, Gallimard, 1980, p. 71.
[2] Nancy, Jean-Luc, El sentido del mundo, ed. cit., p.7.
[3] N. de la T.: escribimos ‘ya en el mundo’ para traducir ‘déja au monde’, Juego de palabras con la expresión francesa ‘venir au monde’: venir al mundo, nacer.
[4] Ibidem., pp. 8.
[5] Como lo dice el propio Nancy: Así, cuando se proclama contra un supuesto ‘fin de la historia’ que ‘la historia continúa’, o bien no se dice nada más que esto: ‘todavía estamos nosotros aquí, aún nacen niños’ —lo cual no hace sentido tomado por sí solo, o incluso es aquello a lo que nosotros no sabemos asignar sentido—, o bien se formula un compromiso implícito para repensar hasta las últimas conse­cuencias el concepto o la idea de ‘historia’. Nancy, Jean-Luc, El sentidoed. cit., p. 10.
[6] Nancy, Jean-Luc. El arte hoy, ed. cit., p. 75.
[7] Ibidem, p. 10.
[8] Ibidem, p. 14.
[9] Ibidem, p. 149.
[10] Dice J.L.N: Pero lo ‘abierto’ no es la cualidad vaga de una hiancia indeterminada, ni de un halo de generosidad sentimental. Lo ‘abierto’ vuelve apretada, trenzada, estrechamente articulada, la estructura del sentido en tanto sentido del mundo”. Nancy, Jean-Luc, El sentido […], ed. cit., p.149
[11] Ferrada, Jorge. “Sobre la noción de excritura en Jean-Luc Nancy”
[12] Ibid., pp. 165.
[13] Derrida, Jacques. El tocar, Jean-Luc Nancy, ed. cit., p. 55.
[14] Ibidem., p. 61.
[15] Ferrada, Jorge, ed. cit.

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