Resumen
El presente artículo es sólo la palabra como herramienta modesta al servicio de la revolución, la revolución entendida como transformación de raíz y la palabra como posibilidad política y comunión. Para ello analizamos el relato de Sindbad como cruel narrativa de los procesos de acumulación de capital, el relato de Sindbad nos convierte, al leerlo, en parte de la metáfora misma.
Palabras clave: capitalismo, capital, Marx, Sindbad, explotación, marxismo.
Abstract
This article is only the word as a modest tool in the service of revolution, revolution understood as root transformation and the word as political possibility and communion. For this we analyze Sindbad’s tale as a cruel narrative of the processes of capital accumulation, Sindbad’s tale makes us, in reading it, part of the metaphor itself.
Keywords: capitalism, capital, Marx, Sindbad, exploitation, Marxism.
Sinbad el Marino y Timbad el Sarino y Jimbad el Jarino y Winbad el Warino y Nimbad el Narino y Fimbad el Farino.
James Joyce
Existe un origen violento que instaura el capitalismo real: el capitalismo de sangre y fuego, pero ese origen puede leerse tanto como un momento histórico, un pecado original instaurado en el pasado, y como un origen compulsivo que se itera en todo proceso de acumulación y reproducción del capital, proceso que a la vez se oculta bajo el velo de una narrativa democrático legaloide de carácter maniqueo; en otras palabras, todos los procesos de acumulación de capital entrañan una violencia originaria o fundamental que resulta (auto)constitutiva y (auto)constituyente (que crea para sí derechos y los conserva) así como un despliegue metafórico que tiene por objeto ocultar esa violencia.
Escribe Marx en El Capital:
Todo el proceso, pues, parece suponer una acumulación ‘originaria’ previa a la acumulación capitalista (‘previous accumulation’, como la llama Adam Smith), una acumulación que no es el resultado del modo de producción capitalista, sino su punto de partida. Esta acumulación originaria desempeña en la economía política aproximadamente el mismo papel que el pecado original en la teología. Adán mordió la manzana, y con ello el pecado se posesionó del género humano. Se nos explica su origen contándolo como una anécdota del pasado. En tiempos muy remotos había, por un lado, una elite diligente, y por otro una pandilla de vagos y holgazanes. Ocurrió así que los primeros acumularon riqueza y los últimos terminaron por no tener nada que vender excepto su pellejo. […] En la historia real el gran papel lo desempeñan, como es sabido, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo: en una palabra, la violencia.[i]
De tal suerte que, si bien la acumulación originaria escinde por la violencia al productor de los medios de producción,[ii] todo proceso de acumulación y reproducción del capital, cual fiel discípulo de la acumulación originaria, retorna a esa violencia que despoja y escinde (ajustándose a las necesidades específicas), pero también vuelve a narrar (con sus variantes) el mismo cuento de la élite diligente y los vagos holgazanes. Como si la violencia desplegada por la llamada acumulación originaria fuera la maestra o guía de una acumulación compulsiva o cíclica que se sostiene o se refunda constantemente en el proceso de reproducción del capital.
Ese retorno compulsivo y sistémico a la violencia puede ser más o menos descarado según lo ameriten las circunstancias y la oposición al proceso de acumulación/despojo, pero siempre estará la violencia cual fiel y rastrero capataz acompañando los procesos de acumulación de capital, no en vano la violencia has sido y sigue siendo una potencia económica.[iii] Así como Liverpool creció gracias a la trata de esclavos, la economía mexicana ha tenido históricamente como uno de sus más importantes pilares al crimen.
Así desenmascara Marx a la respetable cultura londinense:
Liverpool creció considerablemente gracias a la trata [de esclavos]. Ésta constituyó su método de acumulación originaria. Y hasta el día de hoy la ‘respetabilidad’ liverpulense es el Píndaro de la trata [de esclavos], la cual —véase la citada obra del doctor Aikin, publicada en 1795— ‘exalta hasta la pasión el espíritu comercial y de empresa, forma famosos navegantes y rinde enormes ganancias’. Liverpool dedicaba a la trata [de esclavos], en 1730, 15 barcos; en 1751, 53; en 1760, 74; en 1770, 96, y en 1792, 132. Al mismo tiempo que introducía la esclavitud infantil en Inglaterra, la industria algodonera daba el impulso para la transformación de la economía esclavista más o menos patriarcal de Estados Unidos en un sistema comercial de explotación.[iv]
Sobre la economía mexicana es difícil calcular el impacto real de los negocios oficialmente ilegales. Sin embargo, resulta casi indudable pensar y calcular que en todo su conjunto, desde trata de personas y órganos, hasta el narcotráfico y la piratería, junto a todas las empresas “legales” que emanan de tales ingresos y lavan el dinero, el crimen es uno de los pilares de la economía nacional. Pensemos que los ingresos nacionales por el petróleo en 2019 ascendieron a un total de 834,026.00 millones de pesos; mientras que, los ingresos por remesas en dicho año llegaron a los 777,555.00 millones de pesos (36,048 millones de dólares); asimismo, es menester considerar que según un estudio publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México en 2018 el narcotráfico (sólo el narcotráfico) genera ingresos brutos cada año por aproximadamente 600,000.00 millones de pesos (algunos otros estudios colocan los ingresos del narcotráfico mexicano en hasta 39 mil millones de dólares al año), por ende y con independencia del cálculo preciso, se comprueba sin lugar a dudas que el crimen en su conjunto ha sido uno de los principales ingresos y pilares de la economía nacional.[v]
El proceso de acumulación capitalista es, sin lugar a duda, un proceso de explotación sin precedentes en la historia económica de la humanidad, los niveles de desigualdad que ha generado son terribles, palpables, cuantificables y demostrables, tanto en el día a día como en las grandes cifras que han documentado incluso organizaciones no radicales como sería el caso de Oxfam, quien publicó los siguientes indicadores:
- Desde 2015, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el resto del planeta.
- Actualmente, ocho personas (ocho hombres en realidad) poseen la misma riqueza que 3.600 millones de personas (la mitad de la humanidad).
- Durante los próximos 20 años, 500 personas legarán 2,1 billones de dólares a sus herederos, una suma que supera el PIB de la India, un país con una población de1.300 millones de personas.
- Los ingresos del 10% más pobre de la población mundial han aumentado menos de 3 dólares al año entre 1988 y 2011, mientras que los del 1% más rico se han incrementado 182 veces más.
- El director general de cualquier empresa incluida en el índice bursátil FTSE 100 gana en un año lo mismo que 10.000 trabajadores de las fábricas textiles de Bangladesh.
- Un nuevo estudio del economista Thomas Piketty revela que en Estados Unidos los ingresos del 50% más pobre de la población se han congelado en los últimos 30años, mientras que los del 1% más rico han aumentado un 300% en el mismo periodo.
- En Vietnam, el hombre más rico del país gana en un día más que la persona más pobre en diez años”.[vi]
En esta misma línea y sobre la economía del imperio estadounidense, reflexionó el anarquista David Graeber lo siguiente:
El 1% ostentaba la aplastante mayoría de los valores y otros instrumentos financieros y, además, hacía la mayor parte de las contribuciones a las campañas. En otras palabras, exactamente ese porcentaje de la población era el que podía convertir su riqueza en poder político y usar ese poder político para acumular aún más riqueza. […] Si Wall Street representaba el 1%, nosotros éramos todos los demás. […] Así que si los dos partidos [demócratas y republicanos] representan al 1%, nosotros representamos al 99% cuyas vidas han quedado básicamente fuera de la ecuación. […] Lo que más bien estoy señalando es que este sector manufacturero ya no está generando muchos beneficios; por el contrario, la riqueza y el poder del 1% descansa cada vez más en un sistema financiero que en última instancia depende del poder militar estadounidense en el extranjero, al igual que dentro del país depende en última instancia del poder de los tribunales (y, por extensión, de las agencias de recuperación, los sheriffs y la policía). […] De hecho, hay motivos para creer que los padres fundadores estaban en lo cierto: no se puede crear un sistema político basado en el principio de la democracia directa participativa en una sociedad como la suya, dividida por enormes desigualdades en cuestión de riqueza […]. Aunque tampoco es posible en una sociedad como la nuestra, donde el 1% de la población controla el 42% de la riqueza.[vii]
Para lograr esos niveles de desigualdad y sostener la tasa de explotación que los hace realidad, el capital no sólo cuenta con su estructura versátil y fetichista que le permite dar realidad a todo ello, sino que también cuenta con la violencia cruda y directa, la que lo engendró y la que le permite reproducirse. Tal como escribe el economista marxista Emilio Romero: “Con el desarrollo histórico del capitalismo y de su clase representante, la burguesía, se perfeccionaron los armamentos, los instrumentos, las técnicas y la organización de la guerra, marcando así el ritmo creciente de expansión colonialista durante los siglos XVI al XIX”.[viii]
Ese perfeccionamiento bélico de la violencia, que por supuesto, perdura hasta nuestros días y hasta niveles demenciales: armas basadas en nanotecnología, inteligencia artificial, química, biología, genética, todo al servicio del desarrollo de las capacidades violentas de la clase burguesa, con el fin último de hacer realidad uno de sus sueños: “la imposibilidad fáctica y militar de que triunfe alguna rebelión”.
Pero la violencia que permite la acumulación de capital no se despliega sola, en franca imitación del proceso de acumulación originaria recurre también a la imposición de un discurso, e incluso a la imposición de un ethos reflexivo y unas condiciones de posibilidad de lo pensable, que terminen escondiendo la sangre y el fuego para todo aquello que no es consumido por ese fuego. Tal como escribió el viejo Sun Tzu: “Cuando estalla el trueno es demasiado tarde para taparse lo oídos”, así también, el capital apuesta a que cuando descubramos el fuego y la sangre, sea ya, demasiado tarde.
El mito de occidente y la Europa cosmopolita suele esconder su propio origen oriental o árabe; por ejemplo, desde la visión clásica y ortodoxa la filosofía nacida en Grecia (esa Grecia que hoy no sería plenamente Europea) registraría como primer filósofo presocrático a Tales de Mileto, ocultando que Mileto estaría localizado en lo que hoy es Turquía, esa Turquía que no es parte de la Unión Europea y que recibe a la mayoría de los refugiados de las guerras a cambio de un pago erogado desde Europa. Ese occidente que se ha debatido por siglos entre Platón o Aristóteles, pasando por alto que Aristóteles fue proscrito en Europa para retornar a través de los ojos de los árabes. Ese medioevo donde el mundo cercano al Mediterráneo no florecía primordialmente en Europa sino en oriente, todo oculto tras el mito de la Europa occidental. Por ende, no debe resultarnos tan extraño que sea una historia árabe, una historia árabe cribada por la mitología occidental: los viajes de Sindbad el Marino, lo que nos narre otra vez el proceso de acumulación compulsivo del capital.
El mito de Sindbad el Marino puede leerse como el ciclo repetitivo y monótono de toda acumulación capitalista.[ix] La narrativa del relato por sí misma es reiterativa, Sindbad el Marino en cada uno de sus viajes: 1) se embarca heroicamente, 2) lo pierde todo, 3) todos mueren excepto él mismo, para 4) al final regresar victorioso y rico. El fundamento de su riqueza sería narrativamente la aventura, el ingenio y su esfuerzo sobrehumano. Sin embargo, el propio relato deja entrever que su riqueza chorrea sangre y lodo.[x]
Sindbad el Marino se presenta a sí mismo como arquetipo del burgués que laboriosa y heroicamente ha edificado su fortuna y que narra, con el monopolio de la voz, dicha labor heroica. Es incluso muy interesante que el relato mismo de Sindbad el Marino llegara a occidente bajo el signo de la estafa, es decir, que llegara apócrifamente insertado entre los relatos que Scherezada contaría al sultán para salvar su vida, pues como sabemos la historia de Sindbad no pertenece realmente a lo que llegó a nombrarse como “Las mil y una noches”.[xi] Se trata pues de una estafa o engaño que encuadra muy bien con el espíritu burgués de Sindbad el Marino, haciéndole honor más allá del texto mismo.
Todo comienza cuando Sindbad el Cargador (o Sindbad el Mozo de Cuerda o Sindbad el Terrestre) se lamenta humildemente por su vida de pobreza y penuria en contraste con una casa lujosa, la casa de Sindbad el Marino.[xii] Así pues, el texto trata de que Sindbad el Marino relata a Sindbad el Cargador sus viajes[xiii] como una especie de fábula que desacredita los lamentos de Sindbad el Cargador, los desacredita toda vez que la moraleja es sencilla: Sindbad el Marino es rico gracias a su esfuerzo heroico; sin lo cual, él también sería un ordinario Sindbad el Cargador.
El tema requeriría un análisis más minucioso y amplio,[xiv] pero por ahora, me gustaría destacar el cuarto de los siete viajes que relata Sindbad el Marino. Sin razón necesaria más que su codicia, Sindbad el Marino, ya enriquecido en sus tres viajes anteriores, decide embarcarse al comercio y la aventura una cuarta vez.[xv]
Como en todos sus viajes, la desgracia y la adversidad golpean su navío y naufragan; entonces, los sobrevivientes llegan ante un asentamiento humano localizado probablemente en el sur de Sumatra. Sindbad el Náufrago y los sobrevivientes serán capturados y llevados a una especie de sótanos. Frente a su hambruna los captores les ofrecen para comer una hierba desconocida, Sindbad el Desconfiado es el único que finge comer pero que no come de dicha hierba, entonces sus compañeros de naufragio pierden la conciencia y se extravían en la gula: la intención de sus captores no era otra que engordarlos para poder devorarlos.[xvi] Al percatarse del peligro, Sindbad el Faquir, logra escapar de sus devoradores gracias al ayuno total que se impuso, pues se encontraba tan, pero tan delgado, que los antropófagos no le prestaban atención y lo estimaban enfermo.[xvii] Así, Sindbad el Desnutrido consigue arribar a un reino distinto.
Una vez en este nuevo país Sindbad el Perspicaz se da cuenta que todos los jinetes montaban a pelo sus caballos, de tal manera que cuando fue presentado ante el rey de dicho lugar, Sindbad el Curioso preguntó la razón de que no usaran sillas de montar, ante lo cual, el soberano le contestó que no sabía de qué le hablaba, que jamás había visto un objeto como ese.[xviii] Entonces, Sindbad el Oportunista, al buen estilo del burgués inventor y genio (como Zuckerman, Steve Jobs o Bill Gates), el burgués que conoce y plagia los secretos de la técnica, fabricó una silla de montar para el rey. Este invento (plagio) enriquece enorme y rápidamente a Sindbad el Innovador pues todos los nobles del país deseaban sillas de montar.[xix]
Tal era el prestigio y valía de Sindbad el Inventor (el Falsificador) que el rey le pidió que se casara con una mujer noble de aquel país, a efecto de que nunca los abandonara y viviera feliz entre ellos. Una vez casado, Sindbad el Ciudadano descubre una peculiar ley de aquel reino: aquella persona que enviudara debía ser enterrada viva con su pareja difunta, con sus mejores joyas, con un cántaro de agua y con siete panes, en una cueva profunda que era tapada con una roca enorme.[xx] Y llegó el día entre los días en el cual la esposa de Sindbad el Malaventurado enfermó y murió. En vano rogó clemencia y piedad Sindbad el Viudo pues fue enterrado vivo tal como marcaba la ley local.[xxi]
Entonces, intentó maximizar sus provisiones; sin embargo, llegó el día en que los siete panes y el agua se agotaban, Sindbad el Cataléptico se preguntaba: ¿qué hacer para sobrevivir? pero justo en ese momento, escuchó como se movía la roca que cubría la cueva, Sindbad el Asesino se ocultó y con el hueso de un muerto mató a la viuda que era enterrada viva para poder robarle sus panes y su agua.[xxii] Así desarrolló Sindbad el Carroñero su modus vivendi: aguardaba que enterraran a alguien para matarlo y robarle sus panes y su agua.[xxiii]
Posteriormente y gracias a un animal, Sindbad el Persistente descubrió que existía una salida de aquella cueva/ataúd; sin embargo, esa salida llevaba sólo al mar y era imposible escalar hacia la playa. Sindbad el Acumulador comenzó a juntar todas las joyas y posesiones de valor de las personas que eran enterradas, mientras seguía matando para robar panes y agua.[xxiv] Todo continúo así hasta que un día entre los días pasó un barco cerca de la costa en la que se encontraba, para su suerte, Sindbad el Bienaventurado, fue rescatado.
Sindbad el Mentiroso contó al capitán del barco una historia distinta de su aventura, simplemente había naufragado hasta esa zona y se deducía que esas riquezas eran lo que le quedaba de su naufragio,[xxv] Sindbad el Propietario presumía la propiedad de lo que había robado. El capitán no aceptó ningún pago y con gusto lo llevó a bordo de regreso a Bagdad. Una vez ahí, con las enormes riquezas que había podido robar de los muertos y los viudos que asesinó; enriquecido en efectivo, piedras preciosas y oro, Sindbad el Burgués se entregó otra vez a la buena carne y las mejores bebidas, compró esclavos, ropas y jarros, sin olvidarse (¡por supuesto!), de cumplir legalmente con la caridad y compartir un poco con sus amigos.[xxvi]
Una vez desprovisto de sus ornatos, el relato heroico de Sindbad el Marino se convierte en la confesión de Sindbad el Burgués, de tal crudeza que la riqueza ostentada se aprecia obtenida por la carroña, el asesinato y el robo. Su cuarta acumulación o cuarto viaje, al igual que las otras siete acumulaciones de Sindbad el Burgués, son el proceso violento y codicioso de la sangre y el lodo que se oculta detrás de su inmensa fortuna. El cuarto proceso de acumulación de Sindbad el Burgués es el más descarado, es aquel en el cual los afeites no alcanzan a maquillar la barbarie del despiadado burgués para el cual: la tumba es mejor que la pobreza.[xxvii]
La violencia que ejerce Sindbad el Marino lo convierte en propietario legítimo, constituye un derecho de propiedad, y a la vez conserva un sistema de acumulación a través de la violencia, un sistema hecho para unos cuantos y contra todos los demás, no olvidemos nunca que en cada uno de sus viajes: sólo Sindbad el Individuo sobrevive y retorna, mientras todos los demás mueren.
El relato de Sindbad el Burgués se impone sobre las quejas de Sindbad el Cargador, su leyenda cuenta y oculta a la vez su carácter de carroñero, ladrón y asesino, maravillando sin aterrorizar a generaciones y generaciones de lectores que escuchamos, igual que Sindbad el Cargador, el repetitivo ciclo de cada viaje o la imposición de una razón por la cual Sindbad el Burgués es rico y quienes escuchamos somos pobres.
En efecto, el ciclo global del capital dinerario podría expresar de la siguiente manera:
D – M (FT – MP) … P … M’ (M + m) – D’ (D + d)[xxviii]
Pero para que esos tres puntos suspensivos visibles en la fórmula se puedan recorrer, para que todo ese proceso gire y gire de manera cíclica, para que cada una de las transfiguraciones se complete: la violencia tiene que estar presente.
La violencia puede aparecer de manera sistémica o sutil, tan sutil como la amenaza de muerte que pesa sobre todos nosotros: “si te atreves a interrumpir el ciclo del capital te matarán”. Esa amenaza que nos constriñe a respetar el ciclo[xxix] y que hace al ciudadano ordinario pensar: “más vale que el capitalista se robe mi vida por horas a que me la arrebate de golpe”.
Ahora bien, la amenaza también puede hacerse realidad, acontecer de manera descarada y arrasadora, por ejemplo, los paramilitares pueden controlar con las armas en la mano y con la sangre derramada de los opositores grandes extensiones de territorio africano o de minas mexicanas para asegurar que el ciclo continúe.
Pensemos, para demostrar el punto, el inicio del ciclo del capital dinerario: D – M (Ft – P), para que la fuerza de trabajo se venda se requiere, hoy día, que la violencia sistémica nos obligue a tener que vender nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir, pero, aún con esa normalidad sistémica, aún con esa violencia estructural, habrá quienes pretendan no vender su fuerza de trabajo al capital, entonces la violencia cada vez más directa y explicita (según sea el desafío) entra en juego. Por ejemplo, está prohibido el ambulantaje como una clara reminiscencia de las leyes contra la vagancia que permitieron obligar a una mayoría a asalariarse y aunque el ambulantaje subsiste el sistema procura que se conviertan en vendedores a destajo de los productos producidos por el propio capital, es decir, que por ambos lados el sistema nos violenta: “no puedes vender por tu cuenta y si lo haces venderás mis productos”. Pero si el desafío es frontal y vertiginoso: si se roba un banco, por ejemplo, entonces no hay concesiones, todas las cámaras de seguridad, policías, radio operadores, inteligencia artificial y demás, entran en juego para dejar en claro que no es “conveniente” desafiar el ciclo sin fin del capital.
Sindbad trata de convencernos de una historia irreal que puede resumirse en la siguiente fórmula: FT – D’. Evidentemente en el mundo real y fetichizado la fuerza de trabajo nunca se convierte en riqueza para el propietario de la fuerza de trabajo, es decir: nadie se hace rico con su trabajo, la acumulación requiere apropiarse del trabajo y los bienes de los demás, pero, para eso, se necesita de la fuerza, de la violencia como potencia económica.
Pero cuando Sindbad se descuida y desvela que el origen de su riqueza reside en la carroña, el homicidio y la mentira, entonces esa violencia que ha ejercido se muestra como partera de su fortuna.
Al ciclo global del capital dinerario y del capital en cualquiera de sus expresiones siempre le subyace como condición de posibilidad la violencia; en cada paso del ciclo no hay magia ni birlibirloque, lo que hay detrás del truco es la violencia. Es decir, que la formula requiere se agregue la violencia entre corchetes:
D – [V] – M (FT – MP) …[V] P [V] … [V] M’ (M + m) – [V] – D’ (D + d)
Faltaría aún profundizar en la crítica de la violencia misma, pues su condición de herramienta de los poderosos y garante del ciclo del capital no la descarta en automático como posibilidad revolucionaria, al contrario, quizás, se volvería imprescindible.
El presente texto tiene como único propósito transmitir, a final de cuentas, una idea sencilla: para luchar contra el capital necesitamos convencernos colectivamente de que toda la desigualdad, todo el proceso de producción de riqueza, se encuentran sustentado en la sangre y el fuego, la violencia que despoja y asegura el despojo, convencernos de que Sindbad el Burgués es realmente Sindbad el Asesino, Sindbad el Carroñero. Para convencernos de ello, debemos recurrir a todo argumento, metáfora, alegoría, estadística o posibilidad, pues sólo bajo el convencimiento colectivo podremos atacar la estructura versátil y fetichista del capital.
La idea sería que podamos convertir colectivamente en profecía lo que poetizó Leonard Cohen:
Uno de estos días
serás el objeto
del desprecio de los esclavos
Entonces no hablarás tan fácilmente
de nuestra libertad y nuestro amor
Entonces te abstendrás
de ofrecernos tus soluciones
Tienes muchas cosas en la cabeza
Nosotros sólo pensamos en venganza[xxx]
Bibliografía
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- Cohen, Leonard. The energy of slaves, The Chaucer Press. Londres, 1972.
- Flores, Nancy. “3.6 billones de pesos, ganancias del narcotráfico mexicano” en Contralínea. 8 de marzo de 2018. https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2018/03/28/3-6-billones-de-pesos-ganancias-del-narcotrafico-mexicano/ Fecha de consulta 13 de febrero de 2023.
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- Marx, Karl, El Capital. Tomo II, Vol. 4, Pedro Scaron trad. Siglo XXI. México 2020.
- Marx, Karl. Das Kapital. Erster Band (Werke, Band 23, MEW), Dietz Verlag. Berlin, 1962.
- Marx, Karl. Das Kapital. Zweiter Band (Werke, Band 24, MEW), Dietz Verlag. Berlin, 1963.
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- Oxfam, “Una economía para el 99 %”, enero de 2017. https://oi-files-d8-prod.s3.eu-west-2.amazonaws.com/s3fs-public/file_attachments/bp-economy-for-99-percent-160117-es.pdf Fecha de consulta 13 de febrero de 2023.
Notas
[i] Karl Marx, El Capital, ed. cit., pp. 891 y 892.
„Diese ganze Bewegung scheint sich also in einem fehlerhaften Kreislauf herumzudrehn, aus dem wir nur hinauskommen, indem wir eine der kapitalistischen Akkumulation vorausgehende „ursprüngliche” Akkumulation („previous accumulation“ bei Adam Smith) unterstellen, eine Akkumulation, welche nicht das Resultat der kapitalistischen Produktionsweise ist, sondern ihr Ausgangspunkt. Diese ursprüngliche Akkumulation spielt in der politischen Ökonomie ungefähr dieselbe Rolle wie der Sündenfall in der Theologie. Adam biß in den Apfel, und damit kam über das Menschengeschlecht die Sünde. Ihr Ursprung wird erklärt, indem er als Anekdote der Vergangenheit erzählt wird. In einer längst verfloßnen Zeit gab es auf der einen Seite eine fleißige, intelligente und vor allem sparsame Elite und auf der andren faulenzende, ihr alles und mehr verjubelnde Lumpen. […] In der wirklichen Geschichte spielen bekanntlich Eroberung, Unterjochung, Raubmord, kurz Gewalt die große Rolle.“ Karl Marx, Das Kapital. Erster Band (Werke, Band 23, MEW), Dietz Verlag, Berlin, 1962, pp.741, 742.
[ii] Siguiendo con Marx: “La llamada acumulación originaria no es, por consiguiente, más que el proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción” Marx, Karl, El Capital (Tomo I, Vol. 3, trad. Pedro Scaron), ed. cit., p. 893. „Die sog. ursprüngliche Akkumulation ist also nichts als der historische Scheidungsprozeß von Produzent und Produktionsmittel“ Karl Marx, Das Kapital, ed. cit., p. 742.
[iii] “La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica” Karl Marx, El Capital, ed. cit., p. 940.„Die Gewalt ist der Geburtshelfer jeder alten Gesellschaft, die mit einer neuen schwanger geht. Sie selbst ist eine ökonomische Potenz. Karl Marx, Das Kapital, ed. cit., p. 779.
[iv] Karl Marx, ed. cit., p. 949. Lo anexado en corchetes es mío, estimo que se entiende mejor toda vez que actualmente el concepto de trata, si bien es lo que suele llamarse un tipo de “esclavitud moderna” (cómo si la esclavitud no fuera originaria y parte intrínsica de la modernidad), considero que “trata” ha perdido el sentido específico e histórico que usa el autor, pues el término empleado por Marx específicamente es: „Sklavenhandel“.„Dies gewährte zugleich einen offiziellen Deckmantel für den britischen Schmuggel. Liverpool wuchs groß auf der Basis des Sklavenhandels. Er bildet seine Methode der ursprünglichen Akkumulation. Und bis heutzutag blieb die Liverpooler „Ehrbarkeit” Pindar des Sklavenhandels, welcher – vgl. die zitierte Schrift des Dr. Aikin von 1795 – „den kommerziellen Unternehmungsgeist bis zur Leidenschaft steigere, famose Seeleute bilde und enormes Geld einbringe”. Liverpool beschäftigte 1730 im Sklavenhandel 15 Schiffe, 1751: 53, 1760: 74, 1770: 96 und 1792: 132. Während sie die Kindersklaverei in England einführte, gab die Baumwollindustrie zugleich den Anstoß zur Verwandlung der früher mehr oder minder patriarchalischen Sklavenwirtschaft der Vereinigten Staaten in ein kommerzielles Exploitationssystem” Karl Marx, Das Kapital, ed. cit., p. 787.
[v] Nancy Flores, “3.6 billones de pesos, ganancias del narcotráfico mexicano” en Contralínea, (8 de marzo de 2018. https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2018/03/28/3-6-billones-de-pesos-ganancias-del-narcotrafico-mexicano/ Consultado el 13 de febrero de 2023.Fregoso, Juliana, “Así miden los cárteles del narco su productividad” en Infobae, 20 de mayo de 2019. https://www.infobae.com/america/mexico/2019/05/20/asi-miden-los-carteles-del-narco-su-productividad/ Consultado el 13 de febrero de 2023.
[vi] Oxfam, ed. cit., p. 2.
[vii] David Graeber, “Somos el 99% Una historia, una crisis, un movimiento”, ed. cit., pp. 54, 116, 205-206.
[viii] Emilio Anguiano, “La desinformación como instrumento de guerra en la era de la posverdad”, ed. cit.
[ix] La idea de entender la violencia que subyace a los procesos de acumulación/despojo del capital a través de la historia de Sindbad germinó en los días de prisión, ahora, con acceso a más fuentes he vito que el arabista y experto en el tema, R. R. Khawam, advierte el ambicioso y capitalista carácter de Sindbad el Marino en contraposición con el carácter idealista del empobrecido Sindbad el Terrestre (o Sindbad el Cargador), en los siguientes términos: “Y advertimos que sucede con nuestros dos Sindbad lo que con Don Quijote y Sancho, otros emblemas de una época en la que pasado y porvenir forcejeaban dolorosamente. El Terrestre sólo cree en las virtudes, de lo imposible y de lo inútil. Y sólo combate por lejanas princesas, y si consigue llevarlas a su casa, lo hace sin el menor deseo de beneficiarse (acepta con ligero corazón que su amada deje sus riquezas en el reino de su padre y le siga sin un ochavo en el bolsillo). El Marino, sin embargo, hace sus cuentas y sólo renuncia a su vida aventurera cuando está seguro de poder vivir de su capital. Éste además considera a la mujer como una inversión, mientras nuestro Hasán [Sindbad el Terrestre] le dedica pensamientos de un erotismo ígneo… y da libre curso a voluptuosas fantasías que no son el menor encanto de este libro. Uno se lanza a la aventura por espíritu de éxito; el otro, incurablemente romántico, cuenta las suyas con el estilo de la nostalgia” Khawam, René R., “Introducción”, en Las aventuras de Sindbad el Terrestre, ed. cit., pp. 18-19.
[x] “Si el dinero, como dice Augier, ‘viene al mundo con manchas de sangre en una mejilla ‘, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies” Marx, Karl, El Capital (Tomo I, Vol. 3, trad. Pedro Scaron), ed. cit., p. 950.„Wenn das Geld, nach Augier, ‹‹mit natürlichen Blutflecken auf einer Backe zur Welt kommt››, so das Kapital von Kopf bis Zeh, aus allen Poren, blut- und schmutztriefend“ Karl Marx, Das Kapital, ed. cit., p. 788.
[xi] Rastrea Khawam: “Así Las mil y una noches, en las que una tradición (bastante reciente, como veremos) quiso incluir a toda costa esas Aventuras de Sindbad el Marino, que sin embargo no tenían razón alguna para figurar en ellas. Entre los distintos manuscritos de las Noches, el más antiguo, el manuscrito Galland (Biblioteca Nacional, no 3609, 3610 y 3611) no incluye Sindbad el Marino” René Khawam, “Introducción”, en Las aventuras de Sindbad el Marino, ed. cit., p. 10.
[xii] Nos basaremos en la traducción directa del original en árabe realizada por Khawam; arabista y especialista en la materia, a efecto de ir desocultando a ese Sindbad el Marino, Sindbad el Burgués. Inicia el relato: “Se cuenta —pero Dios es más sabio que nosotros sobre las cosas ocultas, está más informado que nosotros sobre los acontecimientos que sucedieron, más instruido de lo que afirma la gente del pueblo—, se cuenta que en tiempos del califa Harun al-Rashid había en Bagdad un hombre al que llamaban Sindbad el mozo de cuerda. Era muy pobre, indigente incluso, y llevaba cotidianamente fardos a cambio de un salario. Cierto día, a la hora del calor más intenso, cuando debía transportar una pesada carga hasta un lugar especialmente alejado, la desesperación se apoderó de él y muy pronto la inquietud y la angustia comenzaron a atormentarle. Puesto que el calor se hacía cada vez más abrumador, tanto que se creía en un auténtico horno y el sudor chorreaba por su cuerpo […]. Anduvo un poco más y llegó a un lugar donde el suelo había sido barrido y rociado con agua de rosas, se olía el aroma de la madera de aloe quemada en el fuego, mezclado con el ámbar gris. Junto a una puerta, había un ancho banco de piedra. El mozo de cuerda dejó allí su fardo, se sentó luego para descansar, recuperar el aliento y retomar ciertas fuerzas. […] Dio unos pasos y descubrió, en el interior de los muros del recinto, un gran jardín decorado como sólo podían estarlo los de los reyes y los sultanes. […] Por fin, levantando los ojos al cielo, dijo: —¡Gloria a Ti, oh, Señor! Te he tomado como botín, oh, Creador de todas las cosas, a Ti por quien todo sucede. ¡Oh, Dios, Dios nuestro, imploro Tu ayuda contra la intensidad de mi fatiga y de mi pena! Te pido perdón por mis faltas y me arrepiento de mis vicios. Señor mío, no pongo objeción alguna al modo como tratas a Tus criaturas. Nadie debe hacerte preguntas sobre Tu conducta. […] Enriqueces a un hombre aunque se halle en estado de libertinaje, empobreces a otro aunque viva en Tu obediencia. El poseedor de esta mansión se llama Sindbad y también yo me llamo Sindbad. Me hallo en esa miseria y fatiga extremada que Tú conoces, soportando la desgracia y la pena todos los días de mi vida, sin ni siquiera poder saciarme con un pan de cebada. Y este rebelde, sin sentir dificultades ni fatiga, saborea el bienestar todos los días de su vida, se abandona a transportes de júbilo, se distrae, pasa el tiempo en ociosidad y delicias, ciñe cualquier cuerpo de talle armonioso y fresco que se le ofrece” Anónimo, Las aventuras de Sindbad el Marino (Traducción de R. R. Khawam), ed. cit., pp. 37, 38 y 39.
[xiii] “Cuando éste sintió su corazón en paz y su cuerpo en reposo, Sindbad el Marino le preguntó: —¿Cómo te llamas, hermano mío? ¿De qué país eres? ¿Y cuál es tu oficio. —Oh, dueño mío —respondió el mozo de cuerda— mi nombre es Sindbad el mozo de cuerda, pues mi oficio consiste en transportar fardos, gracias a lo que consigo ganar mi alimento cotidiano. […] El dueño de la casa le sonrió y dijo: —Sé bienvenido a mi casa, oh, mozo de cuerda. Tu presencia nos honra. Sentimos un gran placer al hablar contigo. Mi nombre es como el tuyo. Soy Sindbad el Marino y tú eres Sindbad el mozo de cuerda. Te has convertido, ahora, como en mi hermano. Pero te he llamado para que me hagas escuchar de nuevo los versos que has recitado hace un rato [las estrofas con que se lamentaba el Cargador sobre la desigualdad social], en la puerta de mi casa. Estaba yo junto a la ventana, los he oído y me han gustado. […] El mozo de cuerda volvió a recitar los mismos versos. Sindbad el Marino los escuchó atentamente y, una vez más, le complacieron. Le dio las gracias y le expresó por fin su gratitud, felicitándole por haber aceptado tan pronto su invitación. Luego añadió: —Sabe, oh, mozo de cuerda, que son los mercaderes y los hombres importantes de la ciudad los que me llamaron ‹‹Sindbad el Marino››. Has creído que ese reposo, esa vida paradisíaca, los había yo obtenido sin haber soportado la menor fatiga, sin haberme enfrentado con dificultades, sin haber sido abrumado por grandes desgracias. Lo juro por Dios, mi pena fue la más intensa entre todas las que soportan los hombres, mi tormento fue más vivo que todos los que han puesto a prueba a mis semejantes”, Ibidem, pp. 43-44.
[xiv] He tratado previamente el tema en un ensayo que escribí en prisión y titulé: “Economía teológica”; sin embargo, el proyecto de estudiar con mayor profundidad el mito de Sindbad el Marino como metáfora del proceso de acumulación capitalista sigue en el tintero, sirva esta nueva aproximación para delinear otros puntos de este proyecto.
[xv] “Tomaba yo mi botín de todos los placeres que se me ofrecían, aprovechaba todas las ocasiones de degustar la felicidad. Pero he aquí que mis pensamientos depositaron de nuevo en mi corazón el deseo de viajar. ¡Había olvidado mis pasadas desventuras! Reuní pues una buena suma de dinero, até mis fardos y me transporté una vez más de Bagdad a Basora. Allí, embarqué en un sólido bajel donde iban mercaderes y viajeros, y no tardamos en ponernos en camino, navegando tanto de día como de noche, yendo de isla en isla y recorriendo los mares. Las ocasiones de comprar y vender, de encargarnos de mercancía y asegurar su entrega en buen puerto no faltaban”, Ibidem, p. 101.
[xvi] “Nos hicieron sentar y nos ofrecieron, para comer, cierta hierba que desconocíamos por completo. Atenazados por el hambre, mis compañeros comieron hasta haberse saciado. Por lo que a mí respecta no sentí deseo alguno de probarla. Una repulsión instintiva me lo impedía. Fingí pues consumirla, aunque sin tocarla de verdad, y no tardé en advertir que mis compañeros, que habían cometido la imprudencia de absorberla, se abandonaban a un comportamiento extraño […]. Una hora más tarde nos sirvieron un plato de arroz sazonado con manteca de coco. Mis camaradas se lanzaron sobre él con una voracidad que me era desconocida. […] No cesaban entonces de aumentar sus raciones de pitanza, hasta hacerlos tan grandes y gordos como fuera posible y, después, los mataban uno tras otro antes de asarlos al fuego para dárselos como comida al rey”, Ibidem, pp. 103-104.
[xvii] “Mi espíritu nada había perdido de su lucidez, pero el espanto y el hambre que me devoraban me habían adelgazado terriblemente: tenía yo la tez lívida y el cuerpo débil y mi piel estaba muy reseca. Cuando los naturales del lugar me vieron en ese estado, creyeron que sufría alguna enfermedad y se desinteresaron de mí, sin preocuparse ya por mi suerte, como si no hubiera existido, sencillamente”, Ibidem, p. 104.
[xviii] “¿Puedes explicarme qué aspecto tiene una silla? —preguntó el rey—. Pues es un objeto que nunca hemos utilizado aún, que nunca hemos visto. —¿Tendrías algún inconveniente, oh, mi señor, en que te fabricara una? Podrás probarla cuando tengas ganas de montar a caballo, y verás así si es cómodo emplearla. El rey ordenó que pusieran a mi disposición todo lo que me placiera pedir”, Ibidem, p. 107.
[xix] “Todos los personajes importantes de la corte, chambelanes y funcionarios se apresuraron a seguir su ejemplo y, tras ellos, toda la gente de renombre que había en la ciudad. Hice así fabricar para ellos muchas sillas, y el precio al que quisieron pagármelas no tardó en constituir una suma que me costaría evaluar”, Ibidem, pp. 103-104.
[xx] “—Sabe que hoy darán sepultura a mi esposa y me enterrarán con ella en la misma tumba. Así lo quiere la costumbre en este país que es el nuestro. Cuando la mujer muere, entierran con ella al marido vivo, para que el uno no pueda gozar de la existencia tras la muerte del otro”, Ibidem, p. 111.
[xxi] “Ninguno de ellos quería mirarme. Era como si no oyesen mis palabras. Sin embargo seguí implorando de ese modo hasta que terminó la ceremonia de despedida. Me tendieron entonces, por la fuerza, en las parihuelas, colocaron junto a mí la jarra y los siete panes redondos, luego me hicieron bajar hasta el fondo del pozo. Desde arriba, alguien gritó: —¡Desata pues el cable! Me negué. Dejaron, por lo tanto, caer el cable hasta el fondo, volvieron a cerrar el orificio del pozo por medio de la gran piedra y siguieron su camino. Me encontré así en el fondo de ese pozo, abandonado por ellos”, Ibidem, p. 114.
[xxii] “Pasaba el tiempo y mi provisión de alimento disminuía. Había acabado comiendo sólo una vez cada dos días y, muy pronto, con menos frecuencia aún. Cada vez que consentía en beber, no me concedía más que un trago, por temor a ver cómo el precioso líquido acababa faltándome. Ése era el horror de mi estado cuando, cierto día en que me hallaba sentado, meditando sobre mi suerte y preguntándome qué podría hacer cuando mis provisiones de agua y pan hubieran llegado a agotarse, oí que movían sobre mi cabeza la roca que cerraba la boca del pozo. […] Poco después, hicieron bajar el cuerpo de un difunto y, luego, no tardó en seguirlo su mujer, llorando y lamentando su suerte. Había tenido tiempo de ver que llevaba consigo buena provisión de pan y de agua. Cuando estuvo abajo pude observarla asegurándome de que ella no me había descubierto. Era una mujer del mejor aspecto, cuyas formas eran una promesa de sabor. Pero la gente de arriba cerraba ya la boca del pozo colocando de nuevo la roca antes de seguir su camino. Me incorporé sin ruido: mi mano había agarrado un fuerte fémur; me acerqué a la mujer. Le di un golpe, con todas mis fuerzas, en pleno cráneo. Lanzó un gran grito y cayó al suelo, desvanecida. La golpeé por segunda y tercera vez. Estaba muerta. Pude advertir que llevaba unas ropas suntuosas y gran cantidad de joyas, especialmente brazaletes y collares de perlas y metal precioso. Regresé al rincón que me había arreglado para dormir, llevándome las provisiones que acababan de concederme. Procuré sin embargo usarlas con moderación, temiéndome que acabaran faltándome, lo que me condenaría a morir, también, de hambre y sed”, Ibidem, p. 116.
[xxiii] “Viví en aquel lugar durante cierto tiempo, arreglándomelas para matar rápidamente a todos los que eran bajados vivos y procurándome así comida y bebida bastantes para cubrir mis necesidades vitales”, Ibidem, pp. 116-117.
[xxiv] “Ahora tenía que volver, por última vez, a la gruta para hacer una buena provisión de paños valiosos, objetos de valor, joyas, perlas, oro y plata y mil suertes de piedras preciosas, cosas todas ellas con las que solían adornar a las mujeres a las que encerraban en aquel lugar para dejarlas morir. Obtuve un lote indescriptible, y en tanta cantidad que nadie hubiese podido enumerar su detalle ni cifrar su valor. Envolví cuidadosamente las joyas, el oro y las piedras en los más hermosos paños que pude encontrar e hice unos fardos que até fuertemente con pedazos de aquel cable que habían utilizado antaño para bajar a los muertos. Terminado aquel trabajo, me instalé cómodamente en la orilla, a la espera de que pasara un navío. Las provisiones que había recogido me permitían subsistir algún tiempo aún. En cuanto amenazaban con faltar, procuraba organizar alguna expedición a la gruta donde me bastaba con esperar a que enterraran a un vivo —hombre o mujer, no me importaba— para matarlo y arrebatarle el pan y el agua que le habían confiado”, Ibidem, p. 118-119.
[xxv] “—Sabe que soy mercader —le expliqué—. Viajaba a bordo de un soberbio bajel que, sin embargo, naufragó. Todo lo que estaba a bordo terminó en las aguas. Apneas si tuve tiempo de atar a un madero algunas cosas, apresuradamente envueltas en esos paños y esos vestidos que ves ahí. La suerte me favoreció y pude ponerme en pie en la playa que se abre bajo esta montaña. Y he esperado, allí, a que alguien pasara ante la costa y quisiera admitirme a bordo. Había omitido hablar de las aventuras y tormentos que habían sido míos en la ciudad vecina, por temor a dar con algunos viajeros que fueran originarios de allí”, Ibidem, p. 120.
[xxvi] “Encontré de nuevo mi calle, mi casa; estaba yo en posesión de efectivo y de gran cantidad de piedras preciosas y oro, todo ello de un valor incalculable. Intensifiqué mis alabanzas y mi agradecimiento dirigidos a Dios y entregué a los pobres y a los infelices la limosna legal, lo que suponía una suma importante. Reuní por fin a los miembros de mi familia y a mis amigos, saludándoles de todo corazón, mientras ellos se alegraban mucho de verme en buena salud y no dejaban de felicitarme. […] Compré servidores, siervas, suntuosas ropas, jarros de metal precioso. Me entregué de nuevo a la buena carne y a las bebidas delicadas, me sentía feliz y me abandonaba, constantemente, a grandes transportes de júbilo. […] Así terminó, tras muchos tormentos, mi cuarto viaje”, Ibidem, p. 122.
[xxvii] Dice Sinbad el Marino: “Recordé entonces las palabras de Salomón, hijo de David —¡que para ambos llegue la salvación!— tal como están consignadas en una de las fórmulas de su Sabiduría: ‹‹Tres cosas valen más que otras tres: más vale el día de la muerte que el día del nacimiento; más vale un perro vivo que un león muerto; más vale la tumba que la pobreza››”, Ibidem, ed. cit., p. 47.
[xxviii] Para quienes no se encuentren familiarizados con la terminología desplegada por Marx en su crítica de la economía política, debemos aclarar que en la fórmula D – M (FT – MP) … P … M’ (M + m) – D’ (D + d), D = dinero; M = mercancía; FT = fuerza de trabajo; MP = medios de producción; P = capital productivo o consumo productivo del capitalista de las mercancías adquiridas; M´= mercancía con valor incrementado obtenido después del proceso de trabajo y consumo de los medios de producción; D´= dinero incrementado (con relación a D) obtenido de la venta de las mercancías producidas; es decir, que tanto M´como D´expresan una M y un D incrementados por el plusvalor. Asimismo, los puntos suspensivos visibles en la fórmula resaltan que el proceso de circulación se encuentra interrumpido por el proceso de producción. Al respecto puede verse Karl Marx, ed. cit., pp. 29-71.
[xxix] “En la circulación del rédito del capitalista la mercancía producidad m (o la fracción del producto mercantil M´que idealmente corresponde a m) sólo sirve, en efecto, para cambiarla primero por dinero y a través del dinero por una serie de mercancías que sirven para el consumo privado. Pero aquí no hay que pasar por alto el pequeño detalle de que m es valor mercantil que al capitalista no le costó nada, corporización del plustrabajo, y por eso entra en escena originariamente como parte constitutiva del capital mercantil M´. Por lo tanto esta misma m está unida ya por su mera existencia al ciclo del valor de capital en proceso, y si dicho ciclo se detiene o se lo perturba de algún modo, no sólo se restringe, o cesa por completo, el consumo de m, sino que con ello se restringe o cesa, al mismo tiempo, la colocación de la serie de mercancías que constituyen el sustituto de m. Lo mismo ocurre cuando fracas M´- D´o sólo puede vender una parte de M´”, Karl Marx, ed. cit., p. 79. „In der Zirkulation der Revenue des Kapitalisten dient in der Tat die produzierte Ware w (oder der ihr ideell entsprechende Bruchteil des Warenprodukts W’) nur dazu, sie zuerst in Geld und aus Geld in eine Reihe andrer, der Privatkonsumtion dienender Waren umzusetzen. Aber der Kline Mustad sit hierbei nicht zu übersehn, daß w Warenwert ist, der dem Kapitalisten nichts gekostet hat, Verkörperung von Mehrarbeit, daher es ursprünglich als Bestandteil des Warenkapitals W auf die Bühne tritt. Dies w selbst ist also schon seiner Existenz nach gebunden an den Kreislauf des prozessierenden Kapitalwerts, und kommt dieser ins Stocken oder wird sonstwie gestört, so beschränkt sich nicht nur die Konsumtion von w, oder hört ganz auf, sondern damit zugleich der Absatz für die Warenreihe, welche den Ersatz für w bildet. Dasselbe ist der Fall, wenn W ‘ – G’ mißlingt oder nur ein Teil von W’ verkäuflich ist.“ Karl Marx, Das Kapital, ed. cit., p. 74.
[xxx] Traducción mía: “One of these days/ You will be the object/ of the contempt of slaves/ Then you will not talk so easily/ about our freedom and our love/ Then you will refrain/ from offering us your solutions/ You have many things on your mind/ We think only of revenge”, Leonard Cohen, The energy of slaves, ed. cit., p. 58.