El humor. Entre el afecto y la industria

Resumen

El presente escrito trata de responder a una interrogante: ¿el humor es un afecto?, también pretende ubicar al humor como fenómeno social vinculado estrechamente a la industria y a la comercialización. Para responder a la primera pregunta se toman como puntos de apoyo las argumentaciones psicoanalíticas y otras reflexiones que se articulan al humor, la risa y lo cómico en tanto procesos psíquicos. Partimos de las consideraciones freudianas expresadas fundamentalmente en dos textos: El chiste y su relación con lo inconsciente y un pequeño texto escrito 22 años después denominado El humor.

Palabras clave: Freud, chiste, humor, afecto, industrialización, política.

 

Abstract

This paper attempts to answer a question: Is humor an affect? It also aims to position humor as a social fenomenon, closely linked to industry and marketing. In order to answer the first question, psychoanalytical arguments and other reflections on humor, laughter and the comic as psychic processes are taken as points of support. We start from Freudian considerations expressed fundamentally in two texts: The joke and its relation to the unconscious, and a small text written 22 years later called El humor.

Keywords: Freud, joke, humor, affect, industrialization, politics.

 

El humor es una práctica humana que el psicoanálisis ha tomado muy en serio, al iniciar el siglo XX el fundador de nuestra disciplina empezó a plantear argumentaciones respecto a ese tópico plasmándolas en un libro llamado El chiste y su relación con lo inconsciente. Todo parece indicar que Sigmund Freud llevó a cabo una amplia recolección de chistes, muchos de los cuales se volvieron materia prima de las elucidaciones producidas en la obra mencionada, estableciendo nexos entre los procesos inconscientes y esas figuras del lenguaje que provocan risa.

 

A medida que se recorren las páginas de ese texto clásico, el lector percibe los rasgos fundamentales del trabajo intelectual del fundador de la disciplina psicoanalítica: la recuperación minuciosa de argumentos de otros autores respecto al chiste; el planteamiento de preguntas incisivas a esas ideas. Ambas estrategias le permiten a Freud avanzar en el esclarecimiento del campo del chiste, pero otro elemento digno de tomar en cuenta es el trabajo detallado en torno a los recursos y mecanismos presentes en el chiste para provocar la risa, este territorio en la actualidad se torna verdaderamente invaluable para los comediantes de cualquier geografía. Lamentablemente, por más que hemos recomendado este texto a algunos comediantes mexicanos contemporáneos, nos hemos percatado del nulo interés en adentrarse en las argumentaciones freudianas sobre el chiste y el humor; ante esta situación cabe preguntarse ¿cuántos comediantes mexicanos conocen las ideas freudianas respecto a esos dos tópicos? La pregunta se vuelve relevante en la medida en que, actualmente, tanto el chiste como el humor se vuelven medios de expresión empleados por una gran cantidad de personas, hecho que nos ha impulsado a utilizar la expresión “industrialización del humor”, en tanto que el humor se ha convertido en un producto cuyos procesos de elaboración, distribución y operación a nivel intersubjetivo e intrasubjetivo son vigentes cotidianamente, teniendo consecuencias continúas en el sujeto y las sociedades contemporáneas.

 

La incógnita planteada hace siete u ocho líneas, parece relevante en tanto nos remite también al tipo de formación intelectual de los comediantes contemporáneos, a las fuentes donde abrevan elementos para llevar a cabo su práctica profesional, pero no es la guía de este escrito, por ahora se trata de responder a una interrogante: ¿el humor es un afecto?, también se pretende ubicar al humor como fenómeno social vinculado estrechamente a la industria y a la comercialización. Para responder a la primera pregunta se toman como puntos de apoyo las argumentaciones psicoanalíticas y otras reflexiones que se articulan al humor, la risa y lo cómico en tanto procesos psíquicos. Partimos de las consideraciones freudianas expresadas fundamentalmente en dos textos: El chiste y su relación con lo inconsciente y un pequeño texto escrito 22 años después denominado El humor. Al intentar responder nuestra pregunta guía, ha sido inevitable aludir mínimamente a las controversias existentes dentro del territorio psicoanalítico respecto al afecto.

 

Por otra parte, la expresión industrialización del humor, está directamente relacionada con algunas ideas expuestas por Umberto Eco en su obra Apocalípticos e Integrados, este autor empleó a mitad de los años sesenta del siglo pasado la expresión “Industrialización de la cultura”, aludimos a ese proceso reconociendo que ámbitos como el teatro, la radio, el cine, el periódico, la televisión y ahora la internet han jugado un papel relevante en esa “eclosión del humor” señalada por el propio Eco. Cabe aclarar que, al hablar de la relación entre humor e industrialización, se siguen considerando los procesos psíquicos implicados en el humor, pero ellos se redimensionan al entrelazarlos a la economía, la política y al devenir de las comunicaciones en el capitalismo contemporáneo.

 

El afecto y sus rasgos básicos

 

Al preguntar si el humor es un afecto, no es posible desconocer los debates contemporáneos en torno al afecto producidos al interior del psicoanálisis después de que Sigmund Freud planteara una serie de razonamientos e inquietudes en torno a la afectividad. Se rescatan ahora los planteamientos freudianos para posteriormente referirnos, de modo general, a esas polémicas psicoanalíticas donde el afecto es el centro de atención y tensión.

 

Primeramente, encontramos en Breuer y Freud[1] que el afecto está ligado a dos posibilidades: la descarga o la sofocación. Estas dos contingencias están expuestas con cierta claridad en Estudios sobre la histeria, donde el afecto sofocado puede ser olvidado, reprimido. Según Freud, existen tres causas por las que el afecto no puede ser liberado en el momento de su aparición, operando entonces la sofocación y el estrangulamiento: la primera razón tiene que ver con el estado psíquico en que se encuentra el sujeto; las circunstancias sociales donde está situada la persona al momento de la emergencia del afecto y la posibilidad de una descarga del mismo, están íntimamente relacionadas con la segunda razón para sofocar ese afecto; la última posibilidad se liga a la intención de la propia persona, en la medida en que ella es quien quiere olvidar el afecto ligado a la situación, pero sobre todo articulado a pensamientos que emergen junto con el afecto.

 

Podríamos decir, siguiendo estas reflexiones, que un rasgo del afecto es su dificultad para ser liberado. Otra característica del afecto es que tiende a separarse de una representación y los caminos que sigue cada uno serán distintos. Uno de los objetivos expresados en los Estudios sobre la histeria, era trabajar psicoterapéuticamente para que se produjera una nueva alianza entre el afecto y la representación, en ese recorrido Freud se percata de tres movimientos de los afectos vinculados a las neurosis: los afectos se pueden convertir, desplazar o transformar. Si se convierten dan lugar a la histeria, si se desplazan se manifiestan en las obsesiones, y si se transforman se expresan de manera velada en las fobias. Tenemos así una cierta plasticidad y también fuerza del afecto estrechamente vinculadas a la neurosis.

 

Nos desviaríamos de nuestro camino si ahora pretendiéramos dar cuenta de cada una de estas figuras neuróticas relacionadas con el afecto, por ahora es suficiente señalarlas para que el lector se dé cuenta de la importancia del afecto en la subjetividad humana. Aunque no se intente profundizar en los procesos afectivos mencionados, no es posible dejar de lado la relación reconocida por Freud entre pulsión y afecto, así como los nexos entre estos elementos con los sistemas conscientes e inconscientes. Al hablar de los “sentimientos inconscientes” en uno de sus trabajos metapsicológicos denominado Lo inconsciente señala claramente:

 

Opino, en verdad, que la oposición entre consciente e inconsciente carece de toda pertinencia respecto de la pulsión. Una pulsión nunca puede pasar a ser objeto de la conciencia; solo puede serlo la representación que es su representante. Ahora bien, tampoco en el interior de lo inconsciente puede estar representada si no es por la representación. Si la pulsión no se adhiriera a una representación ni saliera a la luz como un estado afectivo, nada podríamos saber de ella.[2]

 

Al plantear estas últimas ideas una pregunta se abre paso: ¿los afectos son inconscientes? Freud responde con cierta ambigüedad a este cuestionamiento, cuando señala que la represión impide que los afectos se desarrollen, además de señalar que algo inconsciente se juega en los afectos igual que en las representaciones, pero los afectos se hacen más evidentes en la dimensión consciente:

 

[…] no hay por tanto afectos inconscientes como hay representaciones inconscientes. Pero dentro del sistema Icc muy bien puede haber formaciones de afecto que, al igual que otras, devengan conscientes. Toda la diferencia estriba en que las representaciones son investiduras -en el fondo, de huellas mnémicas-, mientras los afectos y sentimientos corresponden a procesos de descarga cuyas exteriorizaciones últimas se perciben como sensaciones.[3]

 

A pesar de que se insinúa que el afecto tiene un carácter inconsciente, en tanto que de ese sistema depende su desarrollo y son expresión de la pulsión la cual es eminentemente inconsciente, es en el ámbito de lo consciente donde se materializa el afecto. En ese vínculo con la pulsión es que se afirma que el desprendimiento del afecto parte de lo inconsciente, lo curioso es que al suceder ese desprendimiento el afecto “tiene siempre el carácter de la angustia”. En Inhibición, síntoma y angustia nuestro autor es un poco más claro y establece un lazo entre la angustia y el afecto: “La angustia es, pues, en primer término, algo sentido. La llamamos estado afectivo, si bien no sabemos qué es un estado afectivo”.[4]

 

Freud en sus Conferencias de introducción al psicoanálisis, ya había mostrado ciertas reflexiones que ligaban el afecto y la angustia, pero seguramente no se encontraba del todo conforme con el lugar al que había arribado, tal vez por eso subrayó su ignorancia respecto al afecto. Retomamos ahora una pequeña parte de la conferencia 25, pero desde la traducción hecha por Luis López Ballesteros directa del alemán, quien las denomina Lecciones y no Conferencias. Ahí Freud expone la dificultad para conceptualizar el afecto, pero no deja de intentarlo:

 

Un estado afectivo comprende, ante todo, determinadas inervaciones o descargas, y además ciertas sensaciones. Estas últimas son de dos clases: percepciones de acciones motoras realizadas, y sensaciones directas de placer y displacer que imprimen al estado afectivo lo que pudiéramos llamar su tono fundamental. No creo, sin embargo, que con estas consideraciones hayamos agotado todo lo que sobre la naturaleza de los estados afectivos puede decirse.[5]

 

Freud señala entonces que el “nódulo” de algunos afectos se puede encontrar en la “repetición” de ciertos sucesos importantes experimentados por “el sujeto”, esas repeticiones pueden pertenecer incluso a la especie y no necesariamente a la vida del sujeto. En caso de pertenecer a la existencia del sujeto, el acontecimiento paradigmático puede encontrarse en el momento del nacimiento, justamente ahí es donde se establece una correspondencia entre angustia y afecto: en tanto que se experimenta la sobreexcitación, el exceso de estimulación proveniente del interior del sujeto y la tendencia a la descarga, o a la sofocación, al estrangulamiento. La naturaleza de ese afecto puede tender al placer o al displacer, o a una combinación, como lo planteó Freud en Pulsiones y destinos de pulsión, cuando habla de una mezcla y separación de las pulsiones. El nacimiento sería el prototipo de esa sobreexcitación:

 

Creemos saber qué temprana impresión es la que reproduce el estado afectivo caracterizado por la angustia y nos decimos que el acto de nacer es el único en el que se da aquel conjunto de afectos de displacer, tendencias a la descarga y sensaciones físicas que constituye el prototipo de la acción que un grave peligro ejerce sobre nosotros, repitiéndose en nuestra vida como un estado de angustia. La causa de la angustia que acompañó al nacimiento fue el enorme incremento de excitación… Es también significativo que el hecho de que este primer estado de angustia corresponda al momento en que el nuevo ser es separado del cuerpo de su madre.[6]

 

La sobreexcitación y la separación de la madre aparecen en el origen del nudo angustia-afecto, asimismo la tendencia a la repetición será algo característico de la relación angustia afecto. Con todo lo mencionado anteriormente se puede tener una idea de la serie de elementos implicados en el afecto, así como de lo problemático que ha sido este campo para el psicoanálisis. No está demás hacer un recuento de esos elementos implicados en el afecto: es posible que se descargue o se sofoque; en esa sofocación puede haber una intención del sujeto; en su desarrollo están implicados procesos inconscientes, pero su expresión se produce en lo consciente; está ligado a la pulsión, la cual es por naturaleza inconsciente, y el afecto es representante de ella en la conciencia; también está ligado a la angustia y tiende a la repetición.

 

Al ir cerrando esta sección no cae en el olvido una pequeña promesa planteada al principio, se comentó la necesidad de referirse de modo general, a las controversias que respecto al afecto existen al interior del psicoanálisis. Podemos ubicar por lo menos dos polos de esa discusión que consideramos muy fructífera, pero de la cual no podemos dar muchos detalles ahora. André Green con sus argumentos expuestos en varios escritos y exposiciones representa un extremo de esas discusiones, por otra parte, encontramos a quienes siguiendo a Jacques Lacan exponen sus ideas en torno al afecto. En su texto El discurso vivo, el propio Green da evidencias de esas discusiones al enfrentar los cuestionamientos que le hace un conocido psicoanalista:

 

Major efectúa un desplazamiento de acento demasiado notable. En lugar de situar la discusión entre los elementos constitutivos y los retoños de la pulsión (representación y afecto), es en el seno de los elementos constitutivos del lenguaje que él da su lugar al afecto. Es tanto como dejar de nuevo todo el lugar al lenguaje, hacer de él más que de la pulsión, el mayor referente.[7]

 

Aquí tenemos los elementos básicos de una discusión que continúa, donde el afecto se liga a la pulsión como lo hace Green o se articula al lenguaje como parecen hacerlo quienes siguen a Lacan. Seguramente estas dos vías señaladas ahora pueden resultar muy esquemáticas, pero nos dan una idea de la tónica de las discusiones en torno al afecto.

 

Del chiste al humor

 

Una de las primeras cosas que es necesario decir al vincular el psicoanálisis con el humor es la siguiente: en el humor están implicados procesos inconscientes. Freud se percata de esto y emprende una investigación al respecto, sus elucidaciones se hacen públicas primero en 1905 en un libro que apareció bajo el título de El chiste y su relación con lo inconsciente; años más tarde recuperó los tópicos expuestos ahí y aportó nuevos argumentos en un pequeño texto denominado El humor, el cual fue leído por su hija Anna en el Décimo Congreso Internacional de Psicoanálisis realizado en Innsbruck, una ciudad de Austria.

 

En ese entrelazamiento entre el humor y el inconsciente, una de las primeras cosas que llaman la atención es la relación establecida por Freud entre el chiste y el sueño. Son muchas las argumentaciones al respecto y se pueden señalar aquí algunas resaltando lo fructífero que fue esa comparación. Uno de los primeros ámbitos donde es posible encontrar la relación entre el sueño y el chiste es en la expresión “trabajo del sueño”, Freud indica la manera en que llegó a reconocer ese trabajo: “De la comparación entre el contenido manifiesto del sueño y los contenidos latentes así descubiertos se obtiene el concepto de <<trabajo del sueño>>”. Este designa la suma de procesos trasmudadores que transportaron los pensamientos oníricos latentes hasta el sueño manifiesto”.[8] Nuestro autor se poya en lo que sucede en cualquier día en la vida del sujeto, para señalar que en el transcurso de ese día se va configurando “una ensambladura” compleja de pensamientos, de esa edificación hay un “resto diurno” donde se concentra la “energía”; ese resto amenaza con ser una perturbación en el dormir. Es el trabajo el que transforma ese resto en un sueño y hace viable el dormir del sujeto, pues para que se produzca ese sueño el resto diurno se articula a un deseo o puede él mismo ser un deseo que se cumplirá de manera disfrazada en el sueño. En los niños el deseo se conecta fácilmente con lo que se quiso en la vigilia, pero en los adultos el deseo se articula a lo inconsciente, a un deseo reprimido.

 

El trabajo del sueño implica como vemos movimientos creativos, dentro de esas creaciones encontramos una que va de los pensamientos a las imágenes sensoriales, proceso denominado figurabilidad; otra característica de este tipo de labor es la condensación, este rasgo lo entrelaza Freud a la formación del chiste; el desplazamiento es otro mecanismo relacionado con el trabajo del sueño, pero este lo ve mucho menos vinculado al chiste. La condensación en cambio tiene en común con el chiste que se vale de las palabras para configurar relaciones de comunidad, la cuales pueden ser artificiales y nuevas, aunque efímeras, los significados de las palabras varían o su fonética puede tener distintos significados. En el chiste se encuentran esas transformaciones de las palabras, ese jugar con las palabras que provoca placer. Para Freud en ese juego con las palabras opera el pensamiento en la búsqueda de un placer, semejante al que provocó el juego infantil.

 

Pero esa búsqueda de placer puede ser inhibida por la razón, por el propio pensamiento. El chiste carece de ese mecanismo que tiene el sueño; nos estamos refiriendo al desplazamiento, o descentramiento, el cual implica la posibilidad de que la energía psíquica se mueva de una representación muy importante a otra menos importante, el chiste parece no contar con el desplazamiento para esquivar la inhibición, más bien insiste en las creaciones que hace con las palabras para arribar a lo inconsciente. De lo que se aprovecha es de la polisemia de las palabras y las múltiples posibilidades que esa polisemia propone al pensamiento. Cuando se accede al contenido inconsciente ocurre la descarga, la risa; manifestación humana de la cual Freud decidió ubicarla como manifestación de placer por haber accedido a los contenidos inconscientes por la vía privilegiada de la palabra; aunque no sea fácil dar cuenta con las propias palabras respecto a lo que se encontró en lo inconsciente, pues siempre estará en juego también aquí un contenido manifiesto y un contenido latente, sobre los que sería necesario establecer asociaciones para explorar las implicaciones de haber accedido tan rápidamente con el chiste al territorio inconsciente.

 

Una diferencia importante entre el chiste y el sueño es el carácter individual del sueño, donde el proceso de construcción sí implica la otredad, pero la interpretación corresponde a la serie de asociaciones que el sujeto puede hacer respecto al sueño. En cambio, en el chiste la dimensión social es mucho más evidente, pues el chiste se dice a alguien que escucha, lo cual pone en operación una socialización explícita para considerar que el chiste está logrado, o no. El lazo social aquí se torna necesario.

 

En este itinerario de encontrar semejanzas entre el chiste y el sueño, topamos con otra coincidencia más: el chiste, igual que el sueño, pueden olvidarse fácilmente. Ambos dejan de acudir a nuestra memoria cuando más queremos recordarlos y a veces se hacen presentes en los momentos donde parece menos justificada su presencia.

 

¿Dónde queda el humor en toda esta serie de elucidaciones respecto al chiste? Martha Gerez ayuda a responder esta pregunta cuando se refiere al “problema económico del humor”. Ella señala que Freud intentó en 1905 diferenciar el chiste, la comicidad y el humor, enfatizando el ahorro producido en cada manifestación:

 

El énfasis en el ahorro específica para el primero “gasto de inhibición ahorrado”, para el segundo “gasto de representación ahorrado”, y para el tercero gasto de sentimiento ahorrado” pero pese a esta delimitación económico-especulativa, coloca al humor del lado de lo cómico. Considerando su “variedad más contenedora”. En este desmarcamiento entre el chiste y lo cómico, revaloriza para el primero su anudamiento inconsciente, y para el segundo su despliegue preconsciente.[9]

 

Gerez insiste aquí en que el chiste requiere de la “comunicación verbalizada”, en tanto que la comicidad se apoya más en una sobrevaloración de la imagen. Lo curioso es que tanto el chiste como el humor “contribuyen a lo cómico”: el chiste por sus ataduras directas con lo inconsciente y el devenir de la risa, el humor al vincularse de un modo muy particular con el superyó. ¿Cuál es esa articulación específica que se establece con el superyó?

 

Al plantear está pregunta es obvio que nos encontramos en los terrenos de la segunda tópica freudiana, segunda geografía donde aparecen el yo, el superyó y el ello, complementando la primera arquitectura donde se hablaba de los sistemas consciente, preconsciente e inconsciente. En la segunda tópica, yo, superyó y ello establecen relaciones complejas de las que hablaremos un poco aludiendo a la dimensión del humor, pues cuando aparece éste la relación entre yo y el superyó da vuelcos significativos. Son de tal magnitud esos movimientos, que Marta Gerez habla de una versión “amorosa” del superyó, “una faz negociadora” del mismo que evidentemente tiene implicaciones en la clínica psicoanalítica y en toda la existencia del sujeto.

 

Para comprender estas implicaciones recuperemos la expresión antes mencionada: “el problema económico del humor”. Denominación que de inmediato evoca el texto freudiano cuyo nombre es El problema económico del masoquismo, texto escrito por Freud en el año 1924, veamos qué implica ese problema económico en el humor recordando que al final de El chiste y su relación con lo inconsciente el humor se concibe como una forma de operar que proporcionaba placer debido a un ahorro de energía psíquica involucrada en algún sentimiento. Freud cita lo que él llama un “ejemplo grosero”, expuesto en el libro de 1905: “Tal vez nos ilustre sobre ello el caso más grosero del humor, el llamado humor de patíbulo [Galgenhumor, <<humor negro>>]. El reo en el momento que lo llevan para ejecutarlo un lunes exclama <<¡Vaya, empieza bien la semana!>>”.[10] Freud señaló que el humor permite aquí ganar placer a pesar de que los afectos penosos ante la muerte se hagan presentes, la presencia de los afectos aparece como un gran obstáculo para el despliegue del humor y para la producción de eso que el padre del psicoanálisis llamó efecto cómico. Si existe un sentimiento de desagracia, dolor psíquico, o enojo, es muy difícil defenderse del displacer asociados a esos estados y muy complicado dejarse llevar por las aguas del humor.

 

En cambio, el humor aparece como una posibilidad de defenderse de ese displacer, Freud señaló claramente que el humor podría articularse al proceso defensivo, en la medida en que, junto con otros mecanismos, tienen la intención de huir del displacer que surge de “fuentes internas”. Desde esta perspectiva, el humor se instalaría como un elemento útil que favorece la “regulación automática” del devenir psíquico; es curioso el estatuto que adquiere el humor respecto al proceso defensivo, pues dentro de las estrategias de este tipo sería “la más elevada”, en la medida que desprecia conscientemente concentrar la atención en la representación enlazada a un afecto, en cambio busca el placer en una descarga; es probable que el clímax de esa descarga se exprese en la risa.

 

Queda muy claro que el sujeto al adentrarse en el humor está en condiciones de proponer una vía alterna para ahorrarse el afecto y producirse placer, en lugar de permitir el desarrollo de los afectos, los cuales, no lo olvidemos, tienen que ver con la expresión consciente de la pulsión:

 

Su condición está dada frente a una situación en la que de acuerdo con nuestros hábitos estamos tentados a desprender un afecto penoso, y he ahí que influyen sobre nosotros ciertos motivos para sofocar ese afecto in statu nascendi… El placer del humor nace, pues –no podríamos decirlo de otro modo-, a expensas de este desprendimiento de afecto interceptado, surge de un gasto de afecto ahorrado.[11]

 

¿Cuáles son esos “ciertos motivos” señalados por Freud, pero no especificados? Él mismo Freud, en El humor, propone una respuesta muchos años después cuando ya se ha introducido la segunda tópica, encontramos entonces: la operación de un rostro amable del superyó vinculada a la emergencia del humor, esa faz negociadora y amorosa como la denomina Marta Gerez. Freud vuelve aquí a situar dos elementos comprometidos en la escena humorística: hay un espectador y otro que adquiere el estatus de humorista; el espectador está atento a lo que le ocurre a ese otro, se percata de la inminente aparición de un afecto, es muy posible que se vaya a quejar, lloré o se enoje. A medida que la aparición del afecto está más cerca, la atención del espectador se incrementa, en cuanto aparezcan esos sentimientos en el observado, seguramente también el espectador lo acompañara con iguales afectos reproducidos en él; pero en lugar de dejarse avasallar por los afectos, quien es observado toma otro camino, desdeña con sus palabras, o sus acciones, el afecto que parecía inminente: “hace una broma”. Se produce entonces la escena humorística, para explicarla Freud primeramente alude al rechazo del yo a los agravios que le proporcionan los problemas cotidianos grandes o nimios: “El yo rehúsa sentir las afrentas que le ocasiona la realidad; rehúsa dejarse constreñir al sufrimiento, se empecina en que los traumas del mundo no pueden tocarlo, y aun muestra que solo son para él ocasiones de ganancia de placer”.[12] Freud líneas adelante va más allá de esta explicación donde el yo sería el único protagonista del humor, y nos recuerda que el yo es mantenido en “severo vasallaje” por el superyó; siendo éste el heredero del Complejo de Edipo exige permanentemente al sujeto, pero en el caso del humor sus exigencias se reducen considerablemente:

 

Lo esencial es el propósito que el humor realiza, ya se afirme en la persona propia o en una ajena. Quiere decir: <<Véanlo: ese es el mundo que parece tan peligroso. ¡Un juego de niños, bueno nada más que para bromear sobre él!>> Si es de hecho el superyó quien en el humor habla de manera tan cariñosa y consoladora al yo amedrentado, ello nos advierte que todavía tenemos que aprender muchísimo acerca de la esencia del superyó… si mediante el humor el superyó quiere consolar al yo y ponerlo a salvo del sufrimiento, no contradice con ello su descendencia de la instancia parental.[13]

 

Con estas afirmaciones freudianas queda suficientemente claro porqué Marta Gerez denominó “amorosa” a la cara del superyó mostrada en el humor. El problema económico del humor parece resolverse en tanto que hay un ahorro de afecto desplegado en el humor, pero también en tanto que esa cantidad de energía empleada por el superyó en el hostigamiento del yo, siendo expresión de la pulsión de muerte, adquiere otra tonalidad pasando de la crueldad a la amabilidad.

 

Esperamos que esta serie de argumentos y la recuperación de los planteamientos freudianos hayan sido útiles para dejar asentada la idea de que el humor no es un afecto, pero se encuentra a una distancia mínima de él.

 

¿Y la industria del humor?

 

Para adentrarnos en esta última sección, no es posible olvidar que al explorar la temática del humor Sigmund Freud habla de un espectador y de un humorista. Esta dupla ha sido algo crucial en el devenir de la “industria del humor”, expresión que para nosotros es de gran utilidad en la medida en que remite a la diversidad de producciones que llevan por finalidad generar risa, placer; la noción industria del humor también permite apreciar quiénes son aquellos que realizan la manufactura de esos productos humorísticos, los lugares donde se llevan a cabo esas creaciones y la manera en que se distribuyen a distintos espacios. Posibilita, reconocer el consumo por diferentes tipos de poblaciones e individuos; la rentabilidad de esas realizaciones también puede ser investigada. Respecto a este último punto, no son pocas las noticias respecto a las enormes fortunas generadas en la industria de la televisión o del cine y que favorecen tanto a grandes empresas como a individuos vinculados al humor.

 

Al hablar de la industrialización del humor nos apoyamos en lo que Umberto Eco denominó durante los años sesenta “industria de la cultura”, denominación que le fue útil para clasificar en términos de Apocalípticos e integrados a quienes reflexionaban en torno a la “cultura de masas”, también para ir reconociendo los “conceptos fetiche” que proporcionaban cierta inteligibilidad del devenir cultural.  Pero sobre todo para ver la forma en que operaban a nivel consciente e inconsciente los mensajes, los sonidos y las imágenes de esa industria cultural que, desde aquella época, avanza aceleradamente. No deja de resultar paradójico que la primera novela de este autor pasara formar parte importante de la industria cultural cinematográfica, El nombre de la rosa transitó de novela a guion cinematográfico y en una película exitosa cuya temática se relacionaba con el humor “prohibido” plasmado en las comedias de Aristófanes.

 

Desde principios del siglo XX tenemos verdaderas máquinas productoras de humor: el teatro, el periódico, la radio, el cine, la televisión y ahora la internet son ´ámbitos donde diariamente se produce y distribuye gran cantidad de artefactos que pretenden hacer reír, producir placer en el espectador. Por cierto, que esos quienes primero fueron espectadores en cierto momento se integran, con relativa facilidad, a esas máquinas hacedoras de humor; los orígenes y formaciones de esos humoristas son diversos; la “calidad” de sus producciones igualmente variada.

 

Se observan y escuchan en la actualidad una amplia heterogeneidad de estilos humorísticos, lo que nos lleva a afirmar que no hay universalidad del chiste o del humor. En este momento, en los medios de comunicación mencionados tenemos distintos períodos de producción de chistes y de situaciones humorísticas que es necesario considerar para valorar las consecuencias sociales y psíquicas del humor. Hacer un chiste o contar uno ya existente, producir una escena humorística implica un riesgo social, porque los estados afectivos y los códigos simbólicos provienen del mismo chiste, pero irrumpen en una comunidad pequeña o amplia, es ahí donde va a adquirir el estatuto de chiste, ahí es donde puede ser generador de un estado placentero, lo mismo podemos decir de una serie cómica, de una caricatura en un periódico o de un meme circulando por internet. Es en un momento posterior donde el chiste o el humor puede ser catalogado como tal, incluso enfrentamos una situación más compleja; pues una vez que el chiste ve la luz, puede producir risa y placer para unos o ser verdaderamente incómodo para otros. El ejemplo paradigmático lo acabamos de presenciar millones de espectadores en la última entrega del Oscar, cuando Cris Rock hizo un chiste tomando como objeto la cabeza rapada de Jada Pinkett, esposa de Will Smith. Antes de ese chiste el propio Will ríe de las bromas de Cris, pero algo sucede al llegar el “chiste” incomodo y de inmediato se dirigió hacía el comediante y le propino tremenda cachetada. Para algunos asistentes el chiste pudo ser muy gracioso, pero para Jada y Will evidentemente no lo fue.

 

El Humor se inserta permanentemente en circunstancias sociales, adquiere ahí ese estatuto o es sancionado como grosería, falta de respeto o blasfemia. Al aparecer un producto que pretende ser humorístico, alguien puede exclamar ¿y dónde está lo graciosos?, lo cual le da otro sentido a lo que pretendía ser algo placentero. Las palabras, las escenas, las imágenes confeccionadas por la industria del humor, por esas grandes o pequeñas máquinas, o por los modestos artesanos del humor, arriban a una trama de intereses económicos, donde está presente el prestigio y el poder de las personas. Los procesos indicados por Freud y otros psicoanalistas respecto al humor están determinados por esa trama social.

 

El humor implica un espectador y uno que se coloca en el lugar del humorista, el chiste siempre es contado, estas obviedades marcan las consecuencias del devenir del humor. Milan Kundera nos muestra un buen ejemplo de la relación que puede existir entre el humor y los intereses de otros, entre el poder y el humor. Ludvik, el personaje principal de la novela La broma, es cuestionado por haber mandado un papel dirigido a Marketa, una chica que le interesaba a Ludvik, en esa nota se lee: “¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu santo huele a idiotez. ¡Viva Trotsky! y, firmó, “Ludvik”.[14] Poco tiempo después, quien escribió es cuestionado, acosado por “estudiantes” fieles al régimen socialista:

 

¿Te escribió que se había dado cuenta de la fuerza que tenía el optimismo?, siguieron preguntando. Sí dije. ¿Y qué opinas tu del optimismo?, preguntaron. ¿Del optimismo? ¿Qué voy a pensar?, pregunté. ¿Te consideras optimista?, siguieron preguntando. Sí, me considero, dije tímidamente. Me gusta bromear, soy una persona bastante alegre, intenté aligerar el tono del interrogatorio. Alegre puede ser un nihilista, dijo uno de ellos, puede reírse de la gente que sufre. Alegre puede ser hasta un cínico, prosiguió. ¿Tú crees que se puede edificar el socialismo sin optimismo?, preguntó otro. No, dije. Entonces tú no eres partidario de que en nuestro país se edifique el socialismo, dijo el tercer. ¿Cómo dices eso?, me defendí. Porque para ti el optimismo es el opio del pueblo, ATACARON, ¿Cómo que el opio del pueblo? Seguí defendiéndome. No te escabullas, lo has escrito tú. ¡Marx llamó opio del pueblo a la religión, pero para ti el opio del pueblo es nuestro optimismo! Se lo has escrito a Marketa. Me gustaría saber qué dirían nuestros trabajadores, nuestros obreros de choque, que superan los planes, si se enterasen de que su optimismo era opio, enlazó enseguida otro. Y el tercero añadió: par un trotskista el optimismo de los constructores del socialismo no es más que opio. Y tú eres un trotskista. Por Dios, cómo se os ha ocurrido eso, me defendí. Lo has escrito tú ¿o no? Es posible que haya escrito algo por el estilo en broma, ya hace más de dos meses, no lo recuerdo.[15]

 

Las palabras escritas fueron leídas por otros, los cuales no le dieron el estatuto de broma, esos otros las tomaron como indicio de inconformidad con un sistema que se iba imponiendo a la juventud. Ludvik es sancionado y pierde la oportunidad de seguir estudiando, se le incorpora poco tiempo después al servicio militar en un cuartel de la ciudad de Ostrava en la Republica Checa. El humor materializado en una broma tiene aquí consecuencias, no solamente en el mundo objetivo de Ludvik, también la culpa se abre paso cuando él reflexiona sobre sus palabras plasmadas en una broma:

 

[…] poco me fui haciendo a la idea de que mis frases, aunque hubieran sido pensadas en broma, constituían sin embargo una culpa, y en mi cabeza empezó a devanarse el examen autocrítico: me dije que aquellas frases no se me habían ocurrido por casualidad, que hacía ya tiempo que los camaradas (y parece que llevaban razón) me habían llamado la atención sobre mis <<restos de individualismo>> y mi <<intelectualismo>>, me dije que me había empezado a ver con excesiva autosatisfacción en mi condición de persona culta, de estudiante universitario, de futuro intelectual y que mi padre, un obrero que murió durante la guerra en un campo de concentración, difícilmente hubiera comprendido mi cinismo.[16]

 

Se aprecia que el humor deja de ser tal porque se apega de nuevo a los afectos, previamente se mantenía a una distancia que posibilitaba reírse de las convicciones enlazadas a esos afectos. El rostro amoroso del superyó vuelve a tener las marcadas arrugas de la ferocidad y la obscenidad, ya no hay broma, solo auto reproches despiadados. Lo que pretende ser humor, para producir risa y placer, se inserta siempre en una intersubjetividad donde están presentes las relaciones de poder, los intereses económicos, las búsquedas de prestigio. El humor siempre será político y su sobreproducción industrial en el capitalismo contemporáneo lo lleva por distintas vías. Una de esas vías es la crítica a los gobernantes; hay quienes ven en ese tipo de humor un entrelazamiento entre la venganza y la desaprobación de los actos de gobierno o por las decisiones que parecen tono de “designios megalómanos”, este tipo de humor muestra opiniones de cierta colectividad que cuestiona a quienes dirigen un país o una comunidad:

 

Es así como los chistes trascienden lo estrictamente personal para ofrecer una opinión política relevante para toda la sociedad. La relevancia del chiste la da el sistema político. Si el sistema es abierto y democrático, el impacto del chiste es relativamente bajo; pero si el sistema es cerrado, con libertades restringidas, el chiste puede cumplir un papel de deslegitimación.[17]

 

En el capitalismo contemporáneo los medios de comunicación juegan un papel determinante para la producción y extensión del humor, está en quienes disfrutan o padecen la circulación de ese humor expresar su opinión respecto a los efectos de la intencionalidad humorística industrializada. Pero hay quienes definitivamente nos han ayudado a ser más placentera nuestra estancia en esta vida, en esta sociedad capitalista y de consumo. Dentro de los humoristas que lo han logrado encontramos a Charles Chaplin quien gracias a la invención del cinematógrafo fue conocido en muchas partes del mundo, en él tenemos una síntesis de lo que ha sido la industria del humor y de lo que puede aportar a la existencia del sujeto:

 

El cinema consiente a Chaplin asistir a la humanidad en su lucha contra el dolor con una extensión y una simultaneidad que ningún artista alcanzó jamás. La imagen de este bohemio trágicamente cómico es un cotidiano viático de alegría para los cinco continentes. El arte logra, con Chaplin, el máximo de su función hedonística y libertadora. Chaplin alivia, con su sonrisa y su traza dolidas, la tristeza del mundo. Y concurre a la miserable felicidad de los hombres, más que ninguno de sus estadistas, filósofos, industriales y artistas.[18]

 

Bibliografía

  1. Breuer, Joseph y Freud, Sigmund, “Estudios sobre la histeria, en: Obras Completas. Tomo II, Amorrortu. Argentina, 1895/1995.
  2. Eco, Umberto, Apocalípticos e integrados, Editorial Lumen. España 1968/1981.
  3. __________, El nombre de la rosa, RBA Editores, Barcelona. 1993
  4. Freud, Sigmund, “El chiste y su relación con lo inconsciente” en: Obras Completas. Tomo VIII, Amorrortu. Argentina, 1905/1995.
  5. ___________, “Pulsiones y destinos y destinos de pulsión” En: Obras Completas. Tomo XIV, Amorrortu. Argentina, 1915/1995, pp. 105-152.
  6. ___________, “Lo inconsciente”, En: Obras Completas. Tomo XIV, Amorrortu. Argentina, 1915/1995, pp. 153-214.
  7. ___________, “Lecciones introductorias al psicoanálisis” en: Obras Completas. Tomo II. Biblioteca Nueva. Madrid, 1917/1981, pp. 2123-2412.
  8. ___________, “El problema económico del masoquismo”, en: Obras Completas. Tomo III. Biblioteca Nueva. Madrid, 1924/1981, pp. 2752-2759.
  9. ___________, “Inhibición, síntoma y angustia”, en: Obras Completas. Tomo XIV, Amorrortu. Argentina, 1926, pp.71-164.
  10. ___________, “El humor” en: Obras Completas. Tomo XXI, Amorrortu, Argentina, 1927/1995, 153-162.
  11. Gerez, Marta, Las voces del superyó. En la clínica psicoanalítica y en el malestar en la cultura, Manantial, Estudios Psicoanalíticos, Argentina, 1993
  12. Green, André, El discurso vivo. Una concepción psicoanalítica del afecto, Promolibro, Valencia. 1998.
  13. Kundera, Milan, La broma. Seis Barral, Biblioteca Breve, Barcelona, 1984
  14. Mariátegui, José Carlos, Chaplin, Fondo de Cultura Económica, México. 1928/2000
  15. Schmith, Samuel, Humor en serio. Análisis del chiste político en México, Aguilar, México, 1996.

 

Notas

[1] Joseph Breuer et al., Estudios sobre la histeria, ed. cit.
[2] Sigmund Freud, Lo inconsciente., ed. cit. p. 173.
[3] Ibidem, p. 174.
[4] Sigmund Freud, Inhibición, síntoma y angustia., ed. cit., p. 125.
[5] Sigmund Freud, Lecciones introductorias al psicoanálisis, ed. cit. pp. 2368-2369.
[6] Idem.
[7] Green, André, El discurso vivo, ed. cit., p. 366.
[8] Sigmund, Freud, El chiste y su relación con lo inconsciente, ed. cit., p. 154.
[9] Marta, Gerez, Las voces del superyó. En la clínica psicoanalítica y en el malestar en la cultura, ed. cit., p.       106.
[10] Sigmund, Freud, El chiste y su relación con lo inconsciente, ed. cit., pp. 216-217.
[11] Ibidem, p. 216.
[12] Sigmund Freud, El humor, ed. cit., p. 158.
[13] Ibidem, p. 162.
[14] Milan, Kundera, La broma, ed. cit., p. 41.
[15] Ibidem, p. 44.
[16] Ibidem, p. 54.
[17] Samuel, Schmith, Humor en serio. Análisis del chiste político en México, ed. cit., pp. 232-233.
[18] José Carlos, Mariátegui, Chaplin, ed. cit., p. 22