Sartre y su teoría de las emociones

Yosef Joseph Yaakov Dadoune “Universes” (2000-2003)

Resumen

Sartre hace una crítica a las teorías psicológicas de la emoción de su época. El filósofo francés propone una teoría de la emoción que consiste en una forma de estar en el mundo que implica el cuerpo pero que, a su vez, aumenta o disminuye la presencia de los objetos en la existencia humana.

Palabras clave: Sartre, emoción, filosofía, psicología, conciencia, psicoanálisis.

 

Abstract

Sartre criticizes the psychological theories of emotion of his time. The French philosopher proposes a theory of emotion that consists of a way of being in the world that involves the body but that, in turn, increases or decreases the presence of objects in human existence.

Keywords: Sartre, emotion, philosophy, psychology, consciousness, psychoanalysis.

 

El objetivo del presente trabajo es describir el concepto de emoción de Sartre como un hecho psíquico con significado propio: como fenómeno de creencia, como forma de aprehender al mundo, como intento de transformarlo, y como modo de existencia de la conciencia. A mi ver, la teoría de la emoción es uno de los temas menos trabajados del pensamiento sartreano[1] hasta ahora.

 

A los ojos de Sartre la Psicología es una disciplina poco prometedora cuya preocupación reside en la descripción de los hechos, omitiendo el esclarecimiento de conceptos de los que supuestamente parte (hombre, mundo, y por supuesto emoción) y olvidando que si lo que pretende es dar cuenta de la realidad humana, no es factible valerse de los métodos de las ciencias de la naturaleza. Si bien el ser humano comparte cualidades generales con el resto de los seres vivos, la distancia que lo separa de ellos es grande: hasta donde podemos observar, la coliflor difícilmente experimenta nostalgia o ira; el perro, aunque inteligente y afectuoso no muestra indicios de abrir la pregunta por su ser.

 

El filósofo francés hace un recorrido por las principales teorías de la psicología sobre la emoción, analiza, concede, rebate, desmiente, complementa para, finalmente, otorgarle el papel primordial que le corresponde en la realidad humana.

 

La emoción para Sartre no es algo que pueda describirse en términos puramente corporales, sino más bien un modo de aprehender al mundo, una transformación de este a través de la creencia mágica.  Para Sartre la emoción no es un desorden del espíritu, mucho menos un desequilibrio psíquico, es un modo de existencia de la conciencia, “conciencia del mundo” inmediata y no refleja, un modo en el que comprendemos nuestro estar en el mundo y lo transformamos.

 

Cuando las cosas no son como yo quisiera, cuando marchan de manera inesperada, o al menos así nos parece, es cuando surge la emoción: un intento iracundo por transformar la realidad, un esfuerzo por conferir mayor o menor presencia a un objeto. Resulta que somos nosotros mismos los responsables de nuestras emociones, es decir, somos quienes optan por huir o quedarse, por evadir o afrontar ¿el medio? diversos actos: llorar, gritar, reír, desmayarse, etcétera.

 

Ante un mundo complejo, apremiante y difícil es menester actuar, buscar una solución, pero cuando esto es sumamente difícil o imposible, lo único que nos queda es tomar al mundo y transformarlo, cambiarlo mágicamente por uno más simple en el cual sea más fácil, o al menos posible, combatir, modificar los objetos, dirigirnos a un mundo quimérico y sin realidad.

 

El concepto de emoción de Sartre se construye partiendo de las teorías de William James, Pierre Janet, Tamara Dembo así del inconsciente freudiano, el método fenomenológico de Husserl y algunas nociones ontológicas de Heidegger. La teoría sartreana de la emoción más que una pirámide acabada resulta un entramado de ideas aportadas por la Psicología de la emoción (teoría periférica, teoría de la forma, Psicoanálisis), impregnado del toque existencialista que empuja al hombre a descubrir su ineludible libertad y, por ende, la responsabilidad de su existencia.[2] El texto que presento se nutre principalmente del Bosquejo de una teoría de las emociones.[3]

 

Para James y para Janet (como para muchas teorías psicológicas) la conciencia de la emoción es “reflexiva”, no así para Sartre quien sostiene que, si bien es posible tener conciencia de la emoción y afirmar que se está triste, alegre, etcétera, la emoción no es originalmente conciencia de ser consciente de determinada emoción. La emoción según Sartre es conciencia que se transforma a sí misma para transformar el mundo, una conciencia “en sueños”.

 

Sartre afirma que el psicólogo admite que la emoción es, ante todo, y por principio, un “accidente”. Para James la emoción no es otra cosa que la conciencia de los cambios corporales. Al margen de la explicación de las dificultades que implica el estudio de los síntomas corporales en el individuo,[4] una cosa resulta innegable: la emoción se siente. Sin cambios corporales (por diversos en modo, forma y magnitud que se presenten) no existe algo digno de ser llamado emoción.

 

Sartre parte de la premisa de que la emoción es una estructura organizada y, por lo tanto, abre la pregunta: ¿puede un trastorno fisiológico, sea cual fuere, dar cuenta del carácter organizado de la emoción?

 

En efecto, incluso si, objetivamente percibida, la emoción se presenta como un trastorno fisiológico, como un hecho de conciencia, no es un trastorno ni un caos totalmente puro. Tiene un sentido, significa algo. Y con ello no sólo queremos decir que se presenta como una cualidad pura: se afirma también como una determinada relación de nuestro ser psíquico con el mundo. Y esta relación –o mejor dicho, la conciencia que nos hacemos de ella- no es un lazo caótico entre el yo y el universo; es una estructura organizada y susceptible de descripción.[5]

 

A los ojos de Sartre, Pierre Janet, psicólogo y psiquiatra francés, parece haberlo entendido mejor ya que al otorgar un papel preponderante a lo psíquico, hace de la emoción una conducta de desadaptación, de fracaso.

 

Janet parte de que el individuo está sujeto a la influencia del medio al que tiene que “adaptarse”, lo cual origina una conducta que es el punto de partida de una serie de conductas derivadas.[6] Admite que un individuo emocionado no puede quedarse quieto, es decir, la emoción es movimiento, trastornos fisiológicos (en ella pueden encontrarse elementos de la conducta que caracterizan la inquietud y el esfuerzo). Sin embargo, niega rotundamente que la emoción dependa de los trastornos viscerales, de hecho, en Psicología de los sentimientos refuta la teoría de James a partir de diferentes estudios que conducen a una tesis opuesta. Janet argumenta que los fenómenos viscerales son posteriores a la conciencia y que la supresión de éstos no trae como consecuencia la desaparición de la parte afectiva o la pérdida de los sentimientos.[7]

 

La emoción es así para el psicólogo y psiquiatra francés una degradación; hay en el individuo emocionado menoscabo: no es capaz de ver la realidad como solía hacerlo, no puede actuar eficientemente sobre el mundo, lo cual convierte a la emoción en un estado semi-normal y semi-patológico que no puede controlarse a voluntad.

 

La emoción es una regresión a conductas inferiores, cuando no es posible sostener actos elevados, precisos, adaptados, se ejecutan actos similares a los que hacen los animales para defenderse (golpear, gruñir, destruir) esto remite –según Janet- a un sistema de conductas primitivas o conductas reflejas donde las soluciones a los problemas de los hombres consistían en acciones menos complejas.[8] La emoción tiene algo así como un efecto degradante en tanto que, por ejemplo, cuando se está nervioso se es torpe.

 

Bajo la influencia de la emoción la educación moral puede modificarse por completo, puede decirse que la emoción se apodera del individuo; y aunque la emoción se mezcla con elementos excitantes, no deja de ser una suerte de supresión de la realidad a manera de resolver un problema. Para Janet la emoción es una reacción activa del sujeto que siente ésta con o sin razón (como siente los estados de tristeza o de alegría), y por consiguiente, una conducta, ya que no todos la manifiestan igual; de esta manera sitúa las condiciones de la emoción en el sujeto mismo y en la manera que ejecuta las acciones y no en el acontecimiento o circunstancias externas.[9]

 

Janet relata que una paciente suya está a punto de hacerle una vergonzosa confesión, sin embargo no lo hace, prorrumpe en sollozos, sufre un ataque de nervios (conducta inferior) no sólo porque “no pueda mantener la conducta superior”, la cual consistiría en este caso en llevar a cabo la confesión, sino que la paciente mantiene la conducta inferior “para no mantener la conducta superior”, es decir, no llora ni sufre un ataque de nervios porque sea imposible o sumamente dificultoso hacer la confesión. Más bien ella llora o padece un colapso nervioso porque no quiere decir nada, porque es ella misma quien proclama su fracaso.[10] El individuo se encuentra inmerso en un entorno biológico y social que no deja de transformarse, por ende, su actuar no puede ser siempre el mismo, debe modificarse junto con dicho entorno, luego entonces, el individuo se encuentra en una constante “adaptación”. Cuando la adaptación resulta sumamente difícil, surge la emoción, ya sea como una adaptación menor, un ajuste brutal y defectuoso del individuo, o incluso como una desadaptación; todo ello para Sartre no es un desorden, sino un sistema organizado de medios que persiguen un objetivo:

 

Y, en efecto, si volvemos a introducir aquí la finalidad, podemos concebir que la conducta emocional no es un absoluto un desorden: es un sistema organizado de medios que tienden hacia una meta. Y se recurre a este sistema para disimular, sustituir, rechazar una conducta que no se puede o no se quiere mantener. Al mismo tiempo, la explicación de la diversidad de las emociones queda así facilitada: cada una representa un medio diferente de eludir una dificultad, una escapatoria particular, una trampa esencial.[11]

 

Lo interesante aquí, resulta que somos nosotros mismos lo que nos colocamos en situación de inferioridad, ya que en este nivel –sostiene Sartre- nuestras exigencias son menores y nos satisfacemos fácilmente. Cuando la situación se torna peliaguda, cuando resulta casi imposible llevar a cabo la conducta que se ajustaría a la situación, actuamos sobre nosotros. Nos colocamos por debajo de nosotros mismos y nos transformamos en un ser al que le bastarán unas soluciones simples pero defectuosas, fáciles pero burdas: destrozar, gritar, llorar, etcétera.  Los ejemplos que nos ofrece son varios: la paciente psicasténica[12] que mencionamos, prorrumpe en sollozos ante Janet para situarse en una posición de inferioridad, de debilidad, desea provocar en Janet compasión, hallar en él de ser posible, consuelo, a la vez que intenta liberar la tensión. En el intercambio de bromas pesadas entre dos personas, cuando ya no se sabe que contestar, uno se enfada, se vuelve tosco, insulta, colocándose así en un nivel inferior, alejado del superior en que sí se sabría que contestar. Aquel que rompe la hoja de papel donde está escribiendo una carta, pues de repente algo le dificultó proseguir, se ha irritado y opta por convertirse en alguien que se conforma con una solución torpe, grosera e ineficaz: despedazar la hoja.

 

Ahora ¿Cómo explicar los distintos tipos de emociones? –pregunta Sartre. ¿Por qué ante una agresión puedo algunas veces responder con furia y otras con temor? La respuesta es facilitada por Lewin y Dembo. Sartre hace una importante mención a la aportación de Dembo sobre este tema, según Guillaume en Psicología de la forma:

 

La respuesta que podemos colegir a la pregunta del porqué algunas veces puedo responder con furia o con temor ante una agresión es ahora la siguiente: cada trastorno emocional simboliza un medio para lidiar con una dificultad dada o tipo específico de escape. Sartre afirma que ‘podemos concebir que la conducta emocional no en es absoluto un desorden: es un sistema organizado que tiende hacia una meta. Y se recurre a este sistema para disimular, sustituir o rechazar una conducta que no se puede o no se quiere mantener.[13]

 

Para Sartre la comprensión de la emoción sólo puede darse a partir de la búsqueda de una significación en la misma, una significación que ha de ser funcional y que por ende nos remite a la finalidad de la emoción. La emoción nos apunta a algo que no es ella misma. La teoría de la emoción como conducta ofrece esa mencionada finalidad, pero no es perfecta -admite Sartre- es en la conciencia donde se encuentra y en la conciencia de donde debimos haber partido. “Si, por otra parte, tratamos de fijar en una intuición plena la esencia de la emoción como hecho de la interpsicología, aprehendemos esa finalidad como inherente a su estructura. […] Esa finalidad supone una organización sintética de las conductas, que no es sino el inconsciente de los psicoanalistas o la conciencia”.[14]

 

La teoría intelectualista y la periférica se han quedado cortas al momento de explicar las bases de la emoción. La de Janet nos ha dado una pieza clave: el retorno a conductas inferiores. Freud, Lewin y Dembo nos han aportado otro tanto, pero aún estamos en terreno árido. Lo que se necesita antes que nada es un método radical que permita explicar la relación de las emociones con el mundo y, sobre todo, con el sujeto que las experimenta. Tal punto de partida revolucionario es para Sartre, la fenomenología[15].

 

Sartre recurre al método fenomenológico en su teoría de las emociones: la Psicología centra su atención en el hecho, que siempre es algo aislado, de la suma de éstos no se alcanza la unidad de lo que el hombre es, quien empiece por los hechos jamás llegará a la esencia. La fenomenología es una ciencia de esencias que nos permite recurrir implícitamente a la esencia de la emoción a partir de la reducción fenomenológica. Los fenómenos se dan, se ponen de manifiesto, nuestro trabajo es verlos, afirma Sartre.

 

La conciencia juega un papel fundamental en la emoción. Para Sartre: la conciencia siempre es relación a otra cosa, apunta a un objeto que no es ella misma. Esto es lo que Husserl llama “[…] el carácter intencional de la conciencia” pero a diferencia de éste, para Sartre el yo no es la conciencia trascendental sino el conjunto unitario de la intencionalidad de la conciencia que está fuera en el mundo, porque “es un ente del mundo, igual que el yo del otro”.

 

La conciencia no tiene contenido: las cosas no están en ella ni como imagen ni como representación, las cosas están en el mundo, la conciencia es conciencia posicional del mundo. Puedo ver, amar, dudar o soñar y en cada caso mi conciencia es referida a algo, aunque ese algo esté ausente o no tenga existencia real.

 

Por ejemplo, buscando los hechos psíquicos que constituyen la base de la actitud aritmética del hombre que está contando y calculando, nunca lograré reconstituir las esencias aritméticas de unidad, número y operaciones. Sin renunciar, sin embargo, a la idea de experiencia, es preciso reconocer incluso que sólo las esencias permiten clasificar y examinar los hechos. Si no recurriéramos implícitamente a la esencia de emoción, nos resultaría imposible distinguir en el cúmulo de los hechos psíquicos, el grupo particular de los hechos de la emoción. Dado que se ha recurrido implícitamente a la esencia de la emoción, la fenomenología prescribirá recurrir a ella explícitamente y establecer de una vez y para siempre, mediante unos conceptos, el contenido de esa esencia.[16]

 

Sabemos desde el principio lo que es este significado: la emoción significa a su manera el todo de la conciencia o, si nos situamos en el plano existencial, de la realidad-humana. La emoción no es un accidente porque la realidad-humana no es una suma de hechos; expresa con un aspecto definido la totalidad sintética humana en su integridad. No quiere decirse con ello que es el efecto de la realidad humana. Es esa realidad-humana misma realizándose bajo la forma de “emoción”.  Resulta, pues, imposible considerar la emoción como un desorden psico-fisiológico.  Tiene su esencia, sus estructuras particulares, sus leyes de aparición, su significación. No puede proceder desde fuera de la realidad-humana. Es el hombre, por el contrario, el que asume su emoción, por consiguiente, la emoción es una forma organizada de la existencia humana.[17]

 

La disputa entre la teoría intelectualista y la periférica resulta infructífera ya que ambas tratan de hallar la explicación de la emoción en los procesos mismos de la emoción, siendo que dicha explicación para Sartre se nos da sólo a partir de unas estructuras generales y esenciales de la realidad humana, en este caso la conciencia. Reconoce que la emoción tiene un elemento visceral (James) y que al no poder mantener la conducta superior que mejor se adaptaría a la situación se deriva una conducta inferior (Janet), pero lo importante es la finalidad que Janet supone pero no admite: somos nosotros mismos los que nos colocamos en situación de inferiores, nos mostramos débiles ante una situación de alta tensión porque a este ser frágil en el que nos hemos convertido le bastan una soluciones burdas para resolver su problema, porque para este ser las exigencias son menores y de cierta forma lo liberan del estado de insoportable tensión.

 

Para Janet la emoción nos convierte en seres inferiores, nos lleva al nivel de lo insano. Pero si entendemos por salud el estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones, tendríamos que preguntarnos si el temer ante una amenaza, el llorar ante una desgracia o la ira ante un insulto dejan de ser “normales”. ¿A partir de la teoría de Janet cuál es sería el límite entre lo insano y lo patológico? Janet re-integra lo psíquico a la emoción, pero falla al negarle un papel constitutivo a la conciencia; para él, la derivación de una conducta por otra es automática, en tal caso el fracaso que presume en la emoción no existe ya que hace del individuo no más que un conjunto de conductas, articuladas, derivadas, interpuestas, yuxtapuestas, emanadas. Para Sartre la conciencia es “conciencia de conciencias”.

 

Dembo señala que a través de la emoción se pretende debilitar las barreras que separan las capas profundas del yo, lo real de lo irreal, es decir, mediante la emoción me conformo con derramar lágrimas ante una vergonzosa confesión o con romper la carta que me trajo malas noticias. La emoción ha cumplido una finalidad: liberar la tensión acumulada, hasta aquí todo parecería resuelto, sin embargo –advierte Sartre, esta supuesta finalidad de la emoción, aunque innegable es incomprensible, hace falta la labor de la conciencia: romper la forma, transformar el mundo. Lo anterior aunado a la teoría psicoanalítica nos muestra que la emoción es una solución preliminar a la situación problemática;[18] la conciencia juega un papel importante, permite darnos cuenta de que no tenemos “plena conciencia” de esta falta de adaptación o ruptura de forma, “es la conciencia la que se hace a sí misma conciencia, emocionada con vistas a las necesidades de una significación interna”.[19] El único en conjeturar que la emoción es una transformación del mundo (aunque sin desarrollarlo) es, según Sartre, Dembo.

 

No hay emoción en ausencia del hombre, no hay hombre sin mundo, luego entonces no hay emoción sin mundo. La emoción es un medio de exégesis del mundo, no sólo de captarlo en la forma como se presenta, o sea meramente percibido, sino percibido en la particular forma en que se me presenta a mí y a partir de esto declararlo con o sin sentido alguno. No únicamente aprehensión, sino “aprehensión de aprehensión”.

 

La emoción resulta entonces un instante mágico, en el pleno sentido de la palabra, través de ella absorbo al mundo, lo descifro y lo adecuo a mi necesidad, reduzco su grado de dificultad, lo convierto en un mundo soportable y una vez transformado, me sitúo en él creyendo firmemente en su realidad.

 

Según Sartre la mayor parte de la actividad humana es irreflexiva, la emoción no pertenece a la minoría. La conciencia emocionada es ante todo conciencia del mundo. Los momentos de conciencia reflexiva son excepcionales y la emoción no es uno de ellos. Esto no quiere decir que la emoción sea inconsciente, es conciencia claro está, pero no conciencia de sí misma siendo consciente.

 

Recordemos que la característica elemental de la conciencia reflexiva es pensar mi yo. Puede haber reflexión en la conciencia irreflexiva como en la acción, pero ello no convierte a esta conciencia en reflexiva. Reflexionar sobre mi acción no implica necesariamente salir del terreno irreflexivo. De esta manera puedo reflexionar sobre mi huida, mi llanto, mi temblor; una huida que debe ser llevada a cabo lo más rápido posible, un llanto que es estruendoso, un temblor agobiante, pero en todos los casos sin un yo. Acontecimientos que se realizan sin previa autorización de mi parte; soy consciente de mis pies, de mis manos y de mis ojos, pero ellos son conducidos por una fuerza ajena a mi yo. Puedo titubear: “Aunque huya me alcanzará…”, “Necesito un pañuelo para enjugar las lágrimas” y “Las personas se asustan al verme temblar…”

 

Adviértase que Sartre admite que en determinado momento es posible cobrar conciencia de la emoción, es decir, reconocer que me encuentro enojado, triste, temeroso, etcétera, pero volvemos al asunto de la conciencia refleja y de la no refleja: el hecho de que tenga conciencia de mi enojo, de mi tristeza o de mi miedo, no es lo mismo que tener conciencia de mí mismo estando enojado, triste o temeroso. En la emoción la conciencia es conciencia de un objeto trascendente (algo que no es ella). La conciencia lleva en sí un ser otro, siempre apunta a un objeto (lo percibido, lo deseado, lo amado, lo recordado, lo alucinado). En la emoción la conciencia sigue siendo conciencia de sí y conciencia de algo (perro rabioso, ser querido, etcétera) pero es irreflexiva, es decir, no es conciencia de sí siendo conciencia de dicho objeto:

 

Sartre nos dice que el mundo es difícil, pero que la captación de esta cualidad del mundo no implica ninguna relación propiamente con el yo, las dificultades pueden ser emprendidas o no, pero son siempre ya concebidas.

 

Para los psicólogos mencionados, después del estímulo la emoción se aleja del objeto para absorberse en sí misma, no así para Sartre: la emoción vuelve al objeto a cada instante y se sustenta de él; regresando al ejemplo del miedo, el sujeto que padece la emoción no reflexiona sobre su miedo y lo que le impera es huir (ya sea correr o sufrir un desmayo) del objeto amenazante. La emoción permanece mientras el objeto amenazante esté presente ya sea física o ficticiamente: sujeto emocionado y objeto emocionante se encuentran unidos en una síntesis indisoluble.

 

Para Janet la emoción es un detrimento del individuo, el individuo emocionado es un individuo mal adaptado a la situación que se le presenta, lo cual se manifiesta en el inadecuado empleo de sus capacidades. Esta teoría es de utilidad para Sartre, no porque comparta la idea de que el estado emotivo es un estado semi-patológico, sino por la idea de “degradación” que aplica llanamente a la conciencia: es ella la que se coloca a sí misma en una posición inferior, se transforma para transformar al mundo.

 

Cada instante que pasa aprehendemos el mundo: ya sea como mundo grato, nefasto, vergonzoso o doloroso, dicha aprehensión se realiza a través de nuestros actos. Contrariamente a la suerte de parálisis con la que se le relaciona, la emoción es movimiento, es acción. La emoción invade, pero ello no indica un estado pasivo.

 

Podemos concebir ahora en qué consiste una emoción. Es una transformación del mundo. Cuando los caminos se hacen demasiado difíciles o cuando no vislumbramos caminos, ya no podemos permanecer en un mundo tan urgente y difícil. Todas las vías están cortadas, y, sin embargo, hay que actuar. Tratamos entonces de cambiar el mundo, o sea, de vivirlo como si la relación entre las cosas y sus potencialidades no estuvieran regidas por unos procesos deterministas sino mágicamente. No se trata de un juego; entendámoslo bien; nos vemos obligados a ello y nos lanzamos hacia esa nueva actitud con toda la fuerza que disponemos. Lo que hay que comprender también es que ese intento no es consciente como tal, pues sería entonces objeto de una reflexión. Es ante todo aprehensión de relaciones y exigencias nuevas. Pero, al ser imposible la aprehensión de un objeto o al engendrar una tensión insoportable, la conciencia lo aprehende o trata de aprehenderlo de otro modo; o sea, se transforma precisamente para transformar el objeto.[20]

Echemos un vistazo a algunas de las emociones que Sartre examina.

 

Miedo

 

El miedo es quizá la emoción ante la cual apreciamos más fácilmente la finalidad. La actividad de ciertas glándulas durante el miedo –sostiene la Psicología de hoy en día– provee al sujeto de instrumentos para responder mejor ante una amenaza. Así, al toparme en el bosque con el oso de James, el conjunto de alteraciones fisiológicas me brinda mejores probabilidades de salir librado.  Pareciera que esta emoción (que Sartre llama miedo activo) es una excelente conducta de adaptación. ¿Qué mejor que aprovechar al máximo los recursos con los que cuento? Esta idea resultaría entonces, incompatible con la teoría de Janet, para quien la emoción es una conducta peor adaptada; interesante sería preguntarle a este último: ¿Cuál sería entonces la conducta apropiada? ¿Cómo enfrentar al temible oso? ¿Fingir formar parte de su hábitat a manera de un tronco o ave? ¿Una lucha cuerpo a cuerpo?

 

El otro tipo de miedo que Sartre distingue es el pasivo cuya manifestación evidente sería el desmayo. Aquí se cumpliría la profecía de Janet ¿Qué conducta más inadecuada que ponerme a merced del objeto amenazador? Lo que realmente sucede –nos dice Sartre, es que el sujeto se está refugiando en su desmayo, ha desaparecido al oso, al desmayarse, el oso deja de fungir en su mundo, lo ha eliminado a través de los medios con los cuales contaba: su cuerpo. Sólo la magia podía permitir consumar semejante acto, y sólo con magia lo ha logrado. El oso, como objeto de conciencia, lo ha suprimido, suprimiendo (o al menos modificando) a la conciencia misma.

 

En el caso del miedo activo (huida), no es que se huya para ponerse a salvo, sino que se huye igualmente, para aniquilar (en medida de lo posible) al objeto amenazante; se huye porque no es posible suprimirse en el desmayo. Al huir pretendemos restarle presencia a aquello que nos amenaza, olvidarlo, negarlo con todo nuestro cuerpo al escabullirnos. Al correr en dirección opuesta del peligro lo he eliminado negándolo. Quien no recuerda un objeto acercándose precipitadamente hacia nuestro rostro, mientras que hacíamos un desesperado intento por cubrirnos o al menos cerrar los ojos fuertemente.

 

Vale la pena insistir, se teme a algo: arañas, armas, situaciones, etcétera. Así es como la transformación del mundo, en este caso, aniquilación del objeto amenazante se da a través de la transformación del cuerpo (sudoración, temblores, palpitación y demás), por un “conjuro”, según palabras de Sartre.

 

Enojo

 

El mundo se presenta como odioso ante el individuo que bien no ha logrado determinado objetivo, o cuya situación no es grata. Para Sartre en el enojo, el conjuro lo constituyen los gritos, las amenazas, etcétera. El mundo, tal y como lo conocemos, con todo y sus procesos deterministas ha desaparecido, o, mejor dicho, nosotros lo hemos hecho desaparecer, haciendo uso de nuestro cuerpo. Sartre pregunta quién no ha estado molesto en un intercambio de bromas cuando yo no se sabe qué contestar: sustituyo el ingenio por el aspecto de ser temible. Ciertamente todo enojo en el fondo tiene una base de frustración, es decir, pérdida de algo que se espera: caminos sin congestionamiento vial, dinero sin deudas que solventar, un padre que profiera caricias en lugar de golpes, ingenio en el intercambio de bromas, etcétera. El mundo exige de mi más de lo que estoy en condiciones de dar. Janet estaría de acuerdo con nosotros en este punto: el hombre que baja de su automóvil para golpear a otro automovilista que ha osado interrumpir repentinamente su tránsito para colocarse delante de él, guarda similitud con un Neanderthal que solicita la atención de sus congéneres arrojándoles grandes piedras: no hay estimación de las potencialidades. Hay conciencia, pero no-reflexiva: no hay un yo siendo lastimado, no hay la posibilidad de un yo sintiendo pena por otra persona lastimada, no hay un yo siendo arrestado por la policía.

 

Tristeza

 

Sartre menciona dos tipos de tristeza: la pasiva y la activa. En la primera, que generalmente se da ante la pérdida de algo (dinero, justicia, un ser querido, etcétera) no se trata de que lamentemos a más no poder eso haber sufrido tal pérdida, bueno, si nos sentimos contrariados y definitivamente, hubiésemos preferido que determinado acontecimiento no tuviera lugar. La persona con la que he formado una pareja durante los últimos diez años repentinamente se aparta de mí, ella me proveía de algunos recursos materiales, participaba en los quehaceres domésticos, me daba cierto estatus social y familiar, y me brindaba cierta confianza. Ahora se ha ido. Me invade una profunda tristeza, me refugio en un rincón, dejo de hacer lo que solía hacer, sollozo y entre menos sepa del mundo exterior, mejor. No es el caso de que disponga hundirme en mi dolor, en padecer la pérdida; lo que sucede es que no quiero incorporarme a mis actividades cotidianas antes de la pérdida. ¿Cómo habría de hacerlo? El mundo no ha cambiado, sus ruines procesos deterministas siguen ahí, y eso es lo que me molesta, el mundo es el de siempre, pero yo cuento con menos recursos para enfrentarlo: las deudas tienen que pagarse (pero ahora yo soy la única obligado a hacerlo), es menester lavar los platos, pero ahora siempre será mi turno hacerlo, tengo que enfrentar las preguntas y críticas de amigos y familiares. Todo esto resulta incómodo y difícil, la tristeza representa un refugio porque me amparo de cumplir con las terribles exigencias que se me presentan. Mi tristeza me protege fugazmente de no tener que buscar nuevas vías, me resguarda al menos, momentáneamente de enfrentar al mundo sin los medios con los que contaba. En la tristeza activa, se da lo que Sartre llama “comedia mágica de impotencia”.

 

Alegría

 

En la emoción no se trata únicamente de dar menor existencia o de eliminar si es posible, al objeto; también ocurre lo opuesto: darle mayor presencia o existencia al objeto, tal es el caso de la alegría:

 

Pero la conducta emotiva no se sitúa en el mismo plano que las demás conductas: no es efectiva. No se propone como objetivo actuar realmente sobre el objeto como tal a través de unos medios especiales. Trata de conferir por sí misma al objeto, y sin modificarlo en su estructura real, otra cualidad: una menor existencia, o una menor presencia (o una mayor existencia, etc.) En una palabra, en la emoción el cuerpo, dirigido por la conciencia, transforma sus relaciones con el mundo para que el mundo cambie sus cualidades. Si la emoción es un juego es un juego en el que creemos.[21]

 

La alegría tiene que ver con la impaciencia ¿Qué sucede con el hombre que acaba de ganar la lotería? Brinca, ríe, baila, canta, reparte indiferenciadamente muestras de afecto; su excitación no le permite quedarse quieto; cientos de objetos deseados han hecho su aparición: autos, joyas, lugares que visitar, etcétera. Sartre distingue la “alegría-emoción” de la “alegría-sentimiento”, la segunda a diferencia de la primera, de carácter equilibrado. Sartre aclara, no haber agotado la variedad de emociones ya que existe una gran variedad de ellas y que, de hecho, es posible pasar rápidamente de una a otra.

 

Como hemos visto, para Sartre las teorías de la emoción han sido insuficientes porque han ignorado la centralidad que el objeto ocupa para el sujeto. La emoción es más que una secuencia de estados psíquicos y fisiológicos a partir de determinado estímulo. En efecto, la emoción surge como derivación al no poder actuar de la manera más eficiente.

 

Acabo de ser sorprendida violando la ley, yendo en un auto a exceso de velocidad, me han levantado una infracción y están a punto de llevarse mi auto. Sin mi auto no llegaré a tiempo a un importante compromiso, no puedo retroceder el tiempo para ser más cuidadosa y sortear esta situación. Repentinamente suena el teléfono, se trata de la persona que me ha prestado el auto. ¿Cómo lidiar con la insoportable tensión? Llorar es una alternativa, mostrándome débil, mostrándome frágil es casi seguro que inspire compasión y evite o al menos mitigue las represalias.

 

La emoción siempre ha sido también un artículo de compra y venta. Hoy en día la emoción no sólo es un artículo (accesible a todos los bolsillos) sino que se ha convertido en un instrumento de manipulación. Ya no pretenden únicamente hacer de la emoción una mercancía, sino una mercancía de mercancías; conceptos como “inteligencia emocional”, “manejo de las emociones”, “chantaje emocional”, etcétera, están en boga hoy en día. No intento hacer una valorización de dichos conceptos, más bien, pretendo señalar la aclamación, casi mesiánica con la que dichos conceptos cuentan. Sartre reprochaba a los teóricos de la emoción el hablar de la emoción sin siquiera ofrecer una definición clara y precisa de ella. ¿Qué diría ahora de la tendencia a celebrarla (con o sin lucro) como una herramienta administrativa (el manejo de la emoción), como un mecanismo de dominación, cuya lección “aprenda a controlar sus emociones” está implícitamente sucedida “aprenda a controlar las de los demás”? Sin lugar a duda otra arma más utilizada por el capitalismo para mantener los índices de productividad: “inteligencia emocional en las empresas”. Claro, tampoco podemos negar que los estudios sobre la composición de la fisiología de la emoción arrojan luz sobre cuestiones de gran importancia para el especialista de la salud o para el sociólogo: la diversidad de los temperamentos, patologías de la personalidad y comportamiento.

 

Olbeth Hansberg en su libro La diversidad de las emociones[22] afirma que, por otro lado, si quitamos el componente psicológico, es decir, la experiencia mental de la emoción, nos quedamos con un simple conjunto de síntomas indiferenciados de los causados por consumo de algunas sustancias o por enfermedad. No obstante, ¿qué pasa si quitamos de la emoción la creencia mágica de transformación del mundo? Antes que eso, ¿existe una emoción que no sea transformación mágica del mundo? Según Sartre, no.

 

Estados mentales se presentan continuamente en el hombre, pero ¿la creencia de transformar al mundo mágicamente? Sin los cambios corporales la emoción desaparece, sin la percepción intelectual también desaparece; de igual forma si no hay en mi miedo un acto de evasión o de huida, es decir, si no hay una fe en que el mundo se encuentra regido por unas reglas más simples de las que en realidad existen, tampoco puede haber emoción. Cuando tengo una emoción el tiempo parece ir más lento o mucho más rápido: los segundos son casi eternos cuando siento el frío metal del revólver que apunta a mi cabeza, mientras que parecen tan breves cuando estoy con la persona amada.

 

Hansberg afirma que el concepto de emoción como sensación se opone a la idea de que uno puede tener una emoción sin darse cuenta de que la tiene: casos en que una persona actúa de manera tal que los que la rodean sostienen que se encuentra en cierto estado emocional pero que no se ha dado cuenta, o que al menos, no sabe cuál es su emoción. Sugiero que aquí Hansberg corrobora lo dicho por Sartre en cuanto a la emoción como conciencia no refleja, y que supuesta oposición sólo es aparente. No es contradictorio que el sujeto emocionado no se dé cuenta de que tiene una emoción. La emoción es sensación en el sentido de que el sujeto manifiesta un conjunto de síntomas corporales los cuales se encuentran indudablemente siempre presentes en la emoción. El sujeto emocionado presenta temblor en las manos, flojedad en los miembros, etcétera, pero su atención no está centrada en esto. La segunda idea, que un sujeto puede no darse cuenta de su emoción, no está reñida con lo que acabo de mencionar, es más, apoyados en la teoría sartreana nos atrevemos a sostener que en una emoción no nos damos completamente cuenta de padecerla.[23]

 

La relación inmediata e irreflexiva entre el sujeto y el objeto es necesaria para el mantenimiento de la emoción. Cuando puedo reflexionar sobre la influencia que ejerce el objeto sobre mí, ya no existe emoción. En el fenómeno emocional no existe distancia entre mí y el objeto, he sido, hechizada.

 

Hay en la emoción, según Sartre, una síntesis indisoluble entre el sujeto conmovido y el objeto conmovedor. La psicología de la emoción ha fallado, según Sartre al no reconocer la centralidad del objeto de emoción para el sujeto. En el caso del temor ¿qué es lo que más me preocupa? ¿la fiera que está a punto de atacarme o mi temblor de manos? En la tristeza que es más importante ¿la pérdida de mi empleo o la desaceleración de mi pulso? En la ira ¿la ofensa que acaban de hacerme o el calor en mi rostro? El objeto permanece siempre presente en la emoción: aun cuando huyo, el objeto amenazante sigue ahí. Dicha presencia puede darse inclusive en forma de ausencia, durante la tristeza el objeto que he perdido sigue presente bajo la forma de añoranza o de expectativa, el día en que el objeto se vaya definitivamente se habrá llevado consigo la emoción. La forma en que aprehendo a los objetos, la conciencia que tengo del mundo, eso es la emoción para Sartre.

 

El mundo se nos aparece conformado por una serie de procesos e instrumentos: ciertas reglas que hay que cumplir, ciertas herramientas que podemos utilizar, situaciones que hay que propiciar o evitar, personas a las que persuadir. Intuimos al mundo como un todo ordenado, dominado por ciertas pautas, siguiendo ciertos ciclos. Diviso entre un peligro y una oportunidad. El mundo se convierte en un entramado de fines que concibo a partir de mis acciones: creo ciertamente que si salgo mientras llueve me mojaré, que si saco buenas notas en el colegio me graduaré, que si golpeo al otro probablemente me devuelva el golpe. En la emoción el mundo, mi mundo con todo su determinismo es modificado. El oso con el que me he topado no me dañará, me he desecho ya de él, al desmayarme lo he aniquilado. Ese estupendo beso no pertenece a un ayer a cierta hora y en cierto lugar, es una totalidad que permanece conmigo y me invade, ha roto las barreras espacio-temporales ¿cómo ha podido suceder? Solamente como ha podido suceder, mediante la magia.

 

Pese a no ser un acto reflexivo, la emoción no es “soportada”, “sufrida”, no hay pasividad en tal. La emoción es acción, pero no es que altere las propiedades corpóreas de los objetos para aprehenderlos de otra manera. La emoción es un actuar sobre nosotros mismos. Pero ¿cómo es posible esto? No recién de admití que la emoción no es reflexiva, es decir, que durante la emoción no aparece el yo, además que, para Sartre, es el objeto el que juega un papel central. Si bien la emoción es una transformación del mundo, ello no quiere decir que dicha transformación haya sido exitosa, la magia de ninguna manera puede garantizarnos salir triunfantes. Desde luego que el sujeto emocionado no es capaz de darse cuenta de su intento fallido, de hecho, él vive en el mundo mágico que ha creado, por ejemplo: he adquirido una grave enfermedad y entristezco por ello, no es que el mundo cambie realmente a partir de mi tristeza, no es el caso que las personas dejen de ir al trabajo o a la escuela, que repentinamente mi organismo requiera de una cantidad menor de alimento o que las actividades recreativas a las que solía dedicarme hayan desaparecido; he sido yo quien ha dado origen a esa nueva presentación del mundo, si salgo del plano irreflexivo me daré cuenta de mi fracaso, pero entretanto viviré mi creación. Pero atención, no puedo salir a voluntad de la emoción; si la emoción es genuina no puedo abandonarla a placer y pensar: “estoy viviendo una quimera, debo salir”.

 

Ahora bien, desde mi punto de vista ¿Cuáles son las posibles debilidades de la teoría de la emoción de Sartre? Sus páginas como experimento o ejemplo de psicología fenomenológica apuntan direcciones esquemáticas para lo que él sugiere debe iniciarse: estudios monográficos completos sobre la alegría, la tristeza, etcétera. Sin embargo, al principio reprochó a la psicología su pretensión de dirigirse a emociones particulares.

 

¿Acaso nuestra atención, según Sartre, debía centrarse en la esencia de la emoción y no en emociones particulares? Si como él admite existen muchos tipos de emociones y varios matices de una, por ejemplo, varios tipos de alegría, de miedo, etcétera ¿no resultaría esta labor poco provechosa para la construcción de una filosofía del hombre y hasta tediosa? ¿No caemos en una especie de arbitrariedad al establecer determinados tipos de emoción? Olvidando la noción del carácter subjetivo de la emoción y teniendo quizá que acudir a recursos cuya eficacia pusimos en duda como son los trastornos fisiológicos. Es obvio que podemos distinguir entre la tristeza y la alegría, pero los tipos de cada una de estas emociones apuntan a una gran cantidad de estados intermedios.

 

De entrada, Sartre tiene el objetivo de dar cuenta de la emoción a partir de la psicología fenomenológica, aseveró que en respuesta a las insuficiencias de la psicología[24] surgió la fenomenología, parecería que el término “psicología fenomenológica” alude a una relación de complementariedad, pero en la medida de qué resulta tal relación posible, no lo sabemos. Según lo percibimos en lo expuesto en el Bosquejo la fenomenología y la psicología tienen caminos muy diferentes: la psicología es una disciplina de hechos, con la aspiración a ser ciencia, es decir explicación o análisis mientras que la fenomenología es mera descripción. Para la primera el hombre es un cuerpo, una psique, un entrecruzamiento, lo que de él podemos observar son “hechos”, es decir, accidentes. No es claro el concepto de Psicología fenomenológica ¿qué entiende Sartre por psicología fenomenológica? La respuesta no resulta clara si la buscamos en el Bosquejo. Puede ser que la respuesta insinúe que psicología fenomenológica es una especie de unión entre psicología y fenomenología ya que al principio de su texto Sartre promete que sus páginas siguientes sírvanse de una experiencia de Psicología fenomenológica. Pero aquí surge otro conflicto puesto que finalmente reconoce que la Psicología fenomenológica como disciplina que continuamente vuelve hacia atrás y la fenomenología pura que por el contrario es progresiva no se reunirán nunca. El esclarecimiento de estas cuestiones sospechamos pudieran hallarse en lo esbozado en su psicoanálisis existencial.

 

Para el Sartre fenomenólogo sólo partiendo de las esencias podemos clasificar y examinar los hechos, si la tradición psicológica y filosófica ha llevado a cabo una tipología de la emoción qué mejor muestra de que se ha contado con tal esencia. No hay duda de que nos movemos en cierta comprensión del fenómeno de la emoción, de cualquier otra forma ¿cómo ha podido el psicólogo diferenciar un proceso emotivo de uno de aprendizaje? ¿Cómo ha podido Spinoza[25] identificar más de 20 tipos de emociones? Según Heidegger: “Todo preguntar es un buscar. Todo buscar tiene su dirección previa que le viene de lo buscado”[26] preguntar por la emoción nos conduce a una búsqueda ¿en dónde?

 

En el hombre surgen deseos, conflictos, necesidades a los que la razón no puede ayudar a resolver ni siquiera a entender muchos de ellos se refieren a la vida afectiva ¿Por qué tratar de controlar o ahogar la vida afectiva? Posiblemente sea por la dificultad para lograr su comprensión, o bien por el temor a que el inadecuado manejo de las emociones pueda llevarnos a la ruina personal. Sartre nos ofrece una posible respuesta a la pregunta sobre el papel de la emoción en la realidad humana.

 

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Notas

[1] Especialmente si se compara con temas como el existencialismo, el marxismo o el concepto de libertad.
[2] Sin mencionar que tales ideas son vertidas a manera de (como el título lo señala) “Bosquejo” y no “Tratado”, ni siquiera ensayo.
[3] Cabe señalar que no pretendo mostrar el desarrollo de los conceptos sartreanos mencionados en el presente trabajo, como lo son el de libertad, trascendencia, ego, mala fe, etcétera, que, aunque son esenciales en el pensamiento del filósofo francés, resultan cada uno tema de trabajos mucho más amplios que el presente.
[4] La segunda mitad de su capítulo Las emociones, James ahonda en el estudio sobre la base fisiológica de la emoción, por ejemplo,  que durante la emoción se presente una especie de llamado a nuestros instintos; así como las dificultades que implica su estudio experimental, entre ellas, el subjetivismo que mencionábamos,  es probablemente apelando a éste que se torna un poco vago (convirtiéndose en blanco para sus críticos) a la hora de asirse del síntoma corporal para distinguir entre una emoción y otra;  no obstante, todo ello no altera el punto central de su teoría de que la sensación no puede disociarse de la emoción, ni es tampoco significante para el propósito que nos proponemos aquí.
[5] Sartre, Jean-Paul, Bosquejo…,ed., cit.,  pp. 39-40.
[6] Janet, Pierre, Psicología de los sentimientos, ed., cit.
[7] Charles Scott Sherrington (1857-1952) fisiólogo británico realizó importantes aportaciones a la comprensión del sistema nervioso central. Dentro de sus investigaciones experimentó cortar algunos nervios que iban de la cabeza de un perro al resto de su cuerpo, provocando el surgimiento de una emoción en el animal, concluyó que pese a los cortes quirúrgicos aún existían señales de emoción en el perro. Janet y Sartre disentían con esta conclusión.
Janet coincide con James en que las emociones se hallan sumamente relacionadas con los instintos, a los cuales Janet llama tendencias y admite que resulta difícil diferenciarlas de las emociones, sin embargo, poseen un carácter más uniforme que éstas últimas.
Janet, Pierre, De la angustia…, ed., cit., p. 408.
[8] Janet coincide con James en que las emociones se hallan sumamente relacionadas con los instintos, a los cuales Janet llama tendencias y admite que resulta difícil diferenciarlas de las emociones, sin embargo, poseen un carácter más uniforme que éstas últimas.
[9] Janet, Pierre, De la angustia…, ed., cit., p. 408 y p. 412.
[10] Así como Janet habla de aquellos que se dan por vencidos de antemano con tan sólo ver a su adversario, o por el contrario, que celebran su triunfo cuando aún no han emprendido la lucha
[11] Sartre, Jean-Paul, Bosquejo de una teoría… ed., cit., p. 50.
[12] La psicastenia, es también conocida como “enfermedad de Janet” por ser él quien realizó la primera descripción científica de la enfermedad.
[13] Sartre, Jean-Paul, Bosquejo… ed., cit., p. 50.
[14] Sartre, Jean-Paul, Bosquejo…, ed., cit., p. 64
[15] Hablamos aquí de la fenomenología como método, como el sistema que pretendía revelar el misterio del mundo y de la razón. Sartre muestra la insuficiencia de la Psicología en cuanto al estudio de la emoción, para él, esta debe subordinarse a la Fenomenología.
[16] Sartre advierte llevar a cabo un estudio fenomenológico de la emoción, sin embargo, admite que sus páginas pueden ser tomadas como una experiencia de psicología fenomenológica.
[17] Sartre, Jean-Paul, Bosquejo…, ed., cit., p. 29.
[18] En el caso del Psicoanálisis dicha solución es la realización simbólica de un deseo reprimido por la censura.
[19] Sartre, Jean-Paul, Bosquejo…, ed., cit., p. 73.
[20] Ibid., pp. 85-86.
[21] Ibid. pp. 87-88
[22] Hansberg, Olbeth, La diversidad de las emociones, ed., cit., p. 18.
[23] En el momento en que me digo: “Estoy furioso, debo tranquilizarme” estaré racionalizando mi sentir, y dejando de tener la emoción.
[24] Recordemos que Sartre desconfía de la psicología experimental o empírica, reprocha el hecho de que el psicólogo pretenda usar los mismos métodos de estudio que utilizan ciencias como la física o la química, como si el estudio de la experiencia humana pudiera abordarse de la misma manera que el del resto de los seres vivos o fenómenos naturales. La ciencia no es aquello de lo que debamos asirnos a la hora de dar cuenta de lo que el hombre es, sencillamente porque la ciencia es diferente del mundo, es una explicación o análisis de éste. En el caso de la psicología que pretende ser la ciencia de la conducta humana, es, partiendo de la fenomenología que dicho análisis o explicación científica mata o falsifica la naturaleza de la experiencia humana. Merleau Ponty en Fenomenología de la percepción dice que la geografía no puede tener el carácter del paisaje que estudia, la geografía no puede jamás compararse con un paisaje, de la misma manera que la psicología jamás podrá compararse con el fenómeno de la emoción.
[25] Spinoza, Baruch, Ética demostrada según el orden geométrico, FCE, México 1977. Entre las emociones que Spinoza distingue se encuentran, por ejemplo: abyección, admiración, ambición, audacia, autocomplacencia, avaricia, aversión, consternación, cólera, crueldad, desaliento, desprecio, devoción, emulación, gula, inclinación, indignación, irrisión, miedo, pusilanimidad, vanagloria, venganza, vergüenza, etcétera.
[26] Heidegger, Martin, El ser y el tiempo, [Trad. José Gaos] FCE, México 2002, p.14.