Nueva ilustración radical

 

 

¿Cómo negar que la antiilustración domina el siglo XXI? Basta con dar una vuelta al mundo de las redes sociales y verificar que la tendencia es la insensatez. Fue célebre el texto de Asimov, El culto a la ignorancia (1980) que denunciaba la irracionalidad de su época: «El antiintelectualismo ha sido esa constante que ha ido permeando nuestra vida política y cultural, amparado por la falsa premisa de que, democracia quiere decir que: mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento”, a lo cual, anteriormente, José Ortega y Gasset había llamado, La rebelión de las masas (1939).

 

Desconfía de los expertos ―mira hacia donde nos condujeron― es el corolario de la reflexión común actual. ¿Quién se atreve a negarlo?.

 

En este escenario, principios del siglo XXI, cabe hacer la pregunta: ¿Triunfó la Ilustración? Marina Garcés responde con su ensayo que no. Parece que aconseja: observemos la avanzada de la precarización humana tanto económica como moral. Quizá, lo que está triunfando son los algoritmos. Se habla del capitalismo de vigilancia. Dependemos de Google, Facebook, Twitter, Whatsapp. La I.A. está empezando a dominar el mundo.

 

Contra lo mencionado anteriormente, la filósofa propone una vuelta a la Ilustración, pero esta vez, desde la radicalidad. Para la pensadora barcelonesa, existen nuevos sofismas y nuevas supersticiones. Nos encontramos con nuevos autoritarismos, nuevos fanatismos y por supuesto, con nuevos apocalipsis. Ante esta crisis de la civilización occidental, la autora propone un combate radical contra las credulidades de nuestra época y sus nuevas formas de opresión.

 

Nueva ilustración radical (Anagrama, séptima edición, 2020) es un ensayo divido en cuatro partes, un preámbulo y tres apartados.

 

En el preámbulo, la autora, asevera, que el mundo actual es radicalmente antiilustrado, es decir, opuesto al discurso de Kant y su insigne libro: ¿Qué es la Ilustración? Recordemos que, en dicho libro, el pensador alemán proponía la emancipación del género humano a través del conocimiento científico y humanístico, y en donde la razón sería la guía para ejercer el pensamiento crítico, y liberarnos, así, de las diferentes supersticiones. Argumenta la profesora, Marina, que nos encontramos ante una regresión social, una retrotopía para utilizar el concepto de Bauman; es decir: triunfan las identidades ofensivas y existe, además, una ira antioccidental. Podría decirse que la sociedad ya no es menor de edad, sino senil e incrédula.

 

Somos analfabetos ilustrados: lo sabemos todo, pero no podemos nada. No existe el futuro mejor. Solo hay que citar a Horkheimer y Adorno, para recordar el gran fracaso de la razón ilustrada. ¿Acaso toda liberación desemboca en dominación? Eso es lo que hay que cuestionar, advierte, la profesora Marina; los dogmas no solo duermen en el credo eclesiástico, también descansan en la ciencia, en la filosofía, y por supuesto en las humanidades. Hay que arremeter contra los diferentes dogmas, como Kant nos enseñó, con aquella arma no violenta que es la crítica; confrontando discursos, exigiendo pruebas, y argumentando no desde la Razón, sino desde lo razonable.

 

En la primera parte del libro, la Condición póstuma, la autora nos recuerda que nuestro tiempo es el de la era del fin. Vimos acabar la modernidad, la historia, las ideologías y ahora estamos observando cómo se acaba nuestro planeta. La globalización prometía un presente eterno, un lugar común de llegada para todos los países, incluyendo los que se encontraban en vías de desarrollo. No fue así, lo que llegó: fue la incertidumbre y el miedo. ¿Hacia dónde vamos (2016)? Se preguntaba Giovanni Sartori, en ese libro, antes de morir. Contestaba al final de su escrito: hacía ningún lugar.

 

Marina, intitula perspicazmente a nuestro tiempo, como la era de la insostenibilidad. La posmodernidad se quedó atrás, argumenta; el crecimiento capitalista desembocó en la hipertrofia. Lo humano ya no puede controlar a su Frankenstein: el monstruo se ha vuelto contra su creación.

 

Ante el discurso del desarrollo sostenible, la profesora, Marina Garcés, propone hacer las siguientes preguntas: ¿Hasta cuándo van a aguantar los recursos naturales? ¿Hasta cuándo los seres humanos podremos aguantar las condiciones de vida que nosotros mismos nos hemos impuesto? ¿Hasta cuándo habrá agua potable? ¿Hasta cuándo la burbuja económica volverá a estallar?

 

Es necesario un cambio. ¿Hacia dónde?, pregunta Marina Garcés. Quizá, el camino sea el discurso de la austeridad. Ante el despilfarro de los discursos capitalistas, ahora la negación dialéctica será el ahorro. Cuidar la casa de todos (el planeta tierra).

 

Hemos pasado de la condición posmoderna, a la condición póstuma. La condición póstuma, para Marina Garcés, es aquella que se cierne ante nosotros como un nuevo relato, el relato después de la muerte de los metarrelatos; el de la destrucción irreversible: la catástrofe próxima.

 

La biopolítica se ha transformado en necropolítica. La paz perpetua de Kant ha sido borrada del mapa. La muerte y el terror se han normalizado en el mundo entero. Estamos en la antesala de la muerte de la civilización occidental: Chernóbil, Verdún, Auschwitz, Hiroshima, Nagasaki, Bhopal, Palestina, Nueva York, Sudáfrica, Irak, Chechenia, y muchas de las provincias mexicanas. Parece que, si preguntáramos hoy, ¿qué existe? La respuesta sería: la geografía de la muerte.

 

Con el Radicalismo ilustrado, la segunda parte del ensayo, la filósofa lanza su proclama sobre la importancia del regreso a la ilustración, como combate y resistencia contra la antiilustración de la vida actual. Para ello, la autora, propone las obras de algunos autores que interrogan de manera diferente el valor de la Ilustración y la modernidad, tales como: Margaret Jacob, Ann Thomson, Paul Hazard y Philip Blom.

 

Marina Garcés propone insumisión frente la ideología de nuestro tiempo. ¿Cómo? Con un radicalismo ilustrado. Sí, ella propone una ilustración planetaria, radical, autocrítica.

 

Una nueva ilustración que superé el positivismo técnico y cientificista que criticaron bien los teóricos de la escuela de Frankfurt; revisando de los errores de la modernidad. Una ilustración radical que combata todo aquello que ha degradado lo humano. Volver al discurso de la perfectibilidad y dejar atrás los discursos del fracaso. Releer a Spinoza, a Kant, a Diderot, a Holbach, a Toland, a Voltaire, a Rousseau y Hobbes. Retomar la fe en el saber para lograr la emancipación integral. Después del nihilismo de la muerte de Dios, la cultura autocrítica es el faro social.

 

Escribe Marina Garcés, en su ensayo: «…no basta con tener acceso al conocimiento disponible de nuestro tiempo, sino que lo importante es que podamos relacionarnos con él de manera que contribuya a transformarnos a nosotros y a nuestro mundo en algo mejor».

 

El humano desorientado cree que cualquier discurso es valioso. Nos manipulan desde la mercadotecnia y las campañas publicitarias, nunca desde la persuasión de las ideas. El humano contemporáneo es el distraído. Se engaña con la “pos-verdad”; el que tiene el dinero y los medios, puede manipular los discursos: engañar con artilugios grandilocuentes. Hemos renunciado a reflexionar, estamos llegando a la era de la estupidización planetaria, debemos retomar a La Boétie y su reflexión sobre la servidumbre voluntaria.

 

En Humanidades en transición, la última parte del texto. La autora retoma el concepto, “transición” de los vocablos ambientalistas, en particular del movimiento ecologista, “Transition Towns”, que plantea el giro de la reflexión de lo que estamos perdiendo, a lo que podemos hacer, aquí y ahora. Explica, que las humanidades ya no se refieren a las disciplinas teóricas de letras, sino a todas aquellas actividades que le dan sentido a la vida humana. La maestra Marina propone superar la nostalgia de las antiguas humanidades y su tradición, y no caer en el abismo del futuro utópico de los grandes fracasos progresistas; alejarnos de los dos discursos que pelean entre sí: el defensivo-nostálgico versus el tecnoutópico. Con el alejamiento discursivo bilateral que impera. La profesora Marina propone cinco hipótesis para discutir y enfrentar la antiilustración: 1.- La desinstitucionalización del proyecto capitalista (es decir, todo aquello que no produce ganancia es eliminado); 2.- El saber-el poder (y no el saber cómo forma de la emancipación humana, pregunta, la filósofa, ¿por qué sociedades cultas resultan tan perversas?); 3.- El abandono del universalismo expansivo occidental (por el universalismo reciproco, es decir, aprender a elaborar relaciones de horizontalidad, ya nunca verticales e impositivas con los otros); 4.- El destino común humano (el cuidado del planeta, de la naturaleza y por supuesto de la humanidad); 5.- Retomar la brújula del futuro (volver a los discursos de la perfectibilidad y emancipación humana).

 

¿Cómo negar que el ensayo de la profesora Marina resulta convincente y revelador? Texto analítico y esclarecedor de lo que conforma la realidad social actual. Bien llevado y bien escrito. Literario y reflexivo a la vez, tal y como pedía Reyes del ensayo. Quizá el problema deviene cuando atacamos la lectura con más detenimiento; inmediatamente aparecen algunos cuestionamientos para hacerle a la profesora Marina. En primer lugar, que el diálogo es casi nulo con los críticos de la modernidad y la Ilustración, solo en dos páginas menciona las críticas de Horkheimer y Adorno (págs. 9 y 10). Más que confrontar discursos contra los críticos, prefiere eludirlos.

 

Así mimo podemos cuestionarle que tampoco existe la confrontación contra la posmodernidad, por ejemplo, hubiera sido muy fructífero leer las confrontaciones críticas que hacen Vattimo y Rorty a la edad de la Razón, el absolutismo y la Verdad última. Nada de eso. Perece que Marina al proponer su discurso, empieza de cero, sin tomar en cuenta las críticas de otros pensadores que no creen en la Ilustración como ella para una salida a este siglo que comienza. En algunos momentos el ensayo parece más retórica que discusión filosófica. Recordemos con una película famosa y actual que la bomba atómica fue creada por las mentes más ilustradas de su época.

 

La pregunta que puede quedar como incógnita, quizá sea: ¿Volver a la Ilustración es la mejor propuesta teórica hoy?.