Editorial 83

Precariedad, Vulnerabilidad y Resistencia en el actual contexto Biopolítico

 

Si algo está a la vista en el mundo contemporáneo, como nunca antes quizá, es el constante despojo al que se somete a la gran parte de la población mundial, con sus variaciones en las formas locales. Desde luego, las prácticas de despojo no son nuevas. En esta región que habitamos, fue evidente desde el inicio de la colonización hace 500 años. Junto a esas prácticas de despojo, se han propuesto históricamente narrativas de engaño/justificación, bajo las cuales se ha creído legitimar esa práctica en que se priva al otro de lo que posee y goza, cuyo efecto más expandido es dejar a quien se despoja a expensas de quienes perpetran tales prácticas criminales.

Inseguridad, vulnerabilidad, incertidumbre, frente a lo que depara el porvenir, es el signo de los tiempos que corren. La condición de debilidad frente a las circunstancias, la sensación de desamparo, la invisibilidad a la que vamos siendo sometidos cada vez con mayor fuerza, atraviesan (casi) todas las vidas y sus formas. No importa si te despojan de la oportunidad de acceder a un salario digno, de tus datos biométricos, de las posibilidades de tener ingresos para procurar día tras día condiciones de bienestar, si te privan de vida social, si te quitan a tus seres queridos, si la misma vida te es arrebatada, cada instante constatamos que quedamos cruzados por vidas precarias, nosotros mismos en el terreno de la precariedad, en su dimensión colectiva e individual.

La vocación “moderna” por administrar todas las existencias a favor de las élites, acaso hoy se encuentra en su punto más alto y con los recursos de todo tipo más adecuados para ello. La conjugación de la práctica biopolítica con los “avances” tecno-científicos, son condición inédita para el control de las existencias y su “encauzamiento” hacia la subordinación ante eso que se conoce como el algoritmo, que es un instrumento con dueños y con la perspectiva de esos dueños. Carne para administrar son las vidas que se han dado en llamar “humanas” y carnes para aniquilar aquellas que no son dignas de ser incluidas como recursos para saciar sus “necesidades”: pobres, disidentes sexuales y políticos, vidas rurales, vidas sin hogar, ancianos, mujeres sin el empoderamiento que promulgan empresarialmente, vidas que defienden vidas y eso que nos han hecho nombrar “naturaleza”, entre muchas otras existencias que desde muchas perspectivas se consideran extraviadas.

Podemos decir, incluso, que la expansión de las prácticas de gentrificación, el impulso de disputas armadas en zonas con agua o litio, por ejemplo, forman parte de la expresión expansiva de la biopolítica, distinguiendo ciertas vidas como dignas para quienes se han adueñado de la gobernanza mundial, mediante la “modernización” de la vida urbana que, en sus efectos, es una operación de limpieza social.

El discurso biopolítico hoy, luego de las políticas sanitarias por la pandemia reciente, es uno de los discursos más potentes para legitimar el despojo, la precarización e, incluso, la aniquilación de existencias. Sea que se llamen partidos políticos, corporativos, crimen organizado, banco mundial, foro económico, y muchos otros eufemismos para nombrar la criminalidad, nos han convertido en rehenes con la estrategia más poderosa: llevarnos a la precariedad constante.

Resulta necesario generar espacios para contrarrestar esa formulación de las existencias, en la que muchos subordinados, atrapados en el discurso aspiracionista, operan en la zona gris del mal, es decir, como parte del “brazo armado” de los efectivamente poderosos, incidiendo en la capilaridad de las relaciones sociales, y que adquieren formas eufemísticas: coaching, terapia, administración de recursos, medicina, cuidado del ambiente, con sus personajes, sus fundaciones, sus asociaciones.

 

Mayra Eréndira Nava Becerra y Víctor Manuel Alvarado García.