Resumen
La dinámica social que actualmente es dominante provoca que vuelva la interrogante acerca de lo por venir, cuestión que ha llevado a plantearse dos grandes tendencias al respecto; el mundo tal cual lo conocemos colapsará y nada de vida sobrevivirá, o bien, lo que ha de colapsar es la vida humana tal cual la conocemos y seremos una humanidad sin mundo. El texto explora con mayor detalle la segunda tendencia, reflexionando lo que nos depara la vida en condiciones de precariedad generalizada y la necesidad de ser perturbados para estar en condiciones de hacer la realidad.
Palabras clave: precariedad, cosmotécnica, silicolonización, devastación, realismo, vida.
Abstract
The current dominant social dynamic brings back the question of what is to come, a matter that has led to two major trends in this regard: the world as we know it will collapse and no life will survive, or what will collapse is human life as we know it, leaving us as a humanity without a world. The text explores in more detail the second trend, reflecting on what life holds for us under conditions of widespread precarity and the need to be disrupted in order to be in a position to shape reality.
Keywords: precarity, cosmotechnics, silicolonization, devastation, realism, life.
El fin del mundo es un tema aparentemente interminable…
por lo menos, claro está, hasta que acontezca
Danowski/Viveiros de Castro
Introducción
Dada la dinámica que ha tomado la vida social en lo que va del presente siglo, cuyas bases se fueron estableciendo pacientemente durante el siglo XX -y ya con claridad aparecían durante su segunda mitad-, es imperativo volver a la pregunta acerca de lo que “nos” depara lo por venir. Por supuesto, volver a dicha interrogante no implica que exista “la” respuesta, pero sí permite, entre otras cuestiones, que se atiendan diferentes aspectos que van dotando de rumbo a una necesaria reflexión sobre el alcance de lo que se nos aparece como nuestro presente y lo que larvariamente está presente y en gestación en él.
Para orientar la reflexión que este texto se plantea realizar, entonces, quizá sea pertinente colocar como centro inicial de nuestra atención uno de los aspectos acaso más evidentes en la materialidad inmediata que nos envuelve de forma incesante y que es preciso dimensionar: la profundización de la precariedad en que se efectúa la coexistencia -interespecífica, indudablemente- con todo y su inevitable conflictividad. Las batallas por el agua, el viento, los territorios y sus recursos son indicios de esa precariedad que nos invade; las selvas que se devastan, las tierras que se erosionan, los bosques que se explotan de manera insaciable, también nos lo indican y dan cuenta de un proceso de degradación, aparentemente imparable.[1] Qué decir en este sentido, respecto a lo que tiene que ver con la “vida social” en lo particular: la migración forzada, la profundización de la desigualdad, el incremento de las guerras envueltas en nacionalismos y/o cuestiones de fe religiosa pero con fuerte hedor a poder económico-militar, la violencia creciente en sus diferentes expresiones, la expansión del uso de fármacos como política para “contener” la emocionalidad social, el despojo de la agencia humana mediante la gobernanza algorítmica, la censura proliferante hoy llamada cancelación, y todo ello abonando a la creciente complicación para salir adelante en la cotidianidad.
Acaso esas evidentes condiciones que hoy caracterizan la existencia -toda existencia, aunque de diferente manera-, han dado lugar a que se fortalezcan dos narrativas (que tienen diferentes derivas) que podrían, también, orientar la reflexión.[2] Aquella que considera que lo que se está gestando es el fin del mundo, un colapso del planeta en que toda existencia desaparece y, otra, que más bien enfoca el fin del mundo humano tal cual lo conocemos, en donde aparece la posibilidad de que nos convirtamos en seres sin mundo-de-vida; en seres despojados de lo que hoy se puede entender como bien estar, para dar lugar a una existencia social despojada de referentes propios y diversos, automatizada al extremo, colonizada cibernéticamente.
Precariedad e incertidumbre van de la mano, pero quizá también aparezca la ilusión respecto de que nada es realmente nuevo. La precariedad y las ficciones respecto de que el mundo acabará por fin, no han nacido con este siglo y tampoco el conocimiento que al respecto se genera. Por lo tanto, si se sigue esta última idea, podríamos derivar de ella que no hay que ser negativos, ni conspiranoicos o aguafiestas. Al contrario, la vida es una y habrá que disfrutarla. Esta postura, desde luego, no es como para menospreciar y mucho menos ignorar. No sería extraño que fuera la más extendida en la actualidad. De cualquier forma, las evidencias ahí están y quienes se afilien a este entendimiento habrán de dotarles de dimensión. Sin embargo, no es la perspectiva que aquí se privilegia.
Las evidencias referidas, sin mucha dificultad, puede atribuirse en buena medida a la instrumentación de una forma social de efectuar la vida[3] que se ha orientado por cierta idea de progreso y, ella, derivada de lo que se ha llamado “la máquina antropológica”,[4] que dota desde hace siglos de sentido y razón a lo que podríamos llamar la visión occidental y occidentalizada de la vida. Máquina que ha dado muchos giros en su concreción histórica y que hoy ha dado diferentes vuelcos con rasgos muy particulares, pero que en el fondo mantienen la idea de la máquina antropológica referida, por ejemplo; el giro “neuro”,[5] el cognitivo,[6] el viraje sanitario[7] y, quizá el más fundamental, el vuelco cibernético.[8] Hoy, sin mucho lugar para la duda, podríamos asumir que esa máquina y su sistema rotatorio han sido todo un éxito y, la gran mayoría de la población en el mundo, sus víctimas. Máquina antropológica de la que, de acuerdo con Agamben, habrá que “…comprender su funcionamiento para, eventualmente, detenerla”.[9]
Cabe, entonces, preguntarse ¿habrá que hacer vida considerando, desde ya, la precariedad y la devastación en todos sentidos como su inevitable fondo de realización? Este escrito se propone plantear, en trazos muy generales, la cuestión de la devastación, la precariedad y reflexionar sobre el existir en esas condiciones de las que cada día aparecen nuevas evidencias.
Primer acercamiento: Vida, devastación y precariedad
No hacen falta demasiadas palabras para decir que el panorama planetario se nos aparece con rasgos de deterioro atmosférico quizá inéditos en su forma y en la compleja red de determinantes que lo han propiciado. Lo que hemos dado en llamar “naturaleza”, presenta notables cambios en lo que va del creciente desarrollo científico-técnico entre el siglo XIX y la actualidad. Esa naturaleza que hemos convertido en existencias al servicio de la “vida humana”, en una zona de extracción de “recursos”, hoy da muestras de un irreparable desgaste y todas las existencias que aún quedan dentro de la atmósfera han tenido que transformarse para su pervivencia. La “vida humana” no es la excepción, particularmente para la gran mayoría de la población mundial.
Parece que cada día se va precisando y ampliando la gravedad con que avanza una crisis ambiental/civilizatoria (aquí se considera que esa relación ambiental/civilizatoria es inseparable, aunque evidentemente, ha tenido diversas formas de concreción históricamente), pero también esa precisión y amplitud van de la mano con la incapacidad para hacerle frente de una manera que procure bien estar a la gran masa poblacional. Dada la expansión de una “civilización”, hegemónica globalmente, la ruina que ella ha producido se hace presente en cada rincón del planeta, de una manera u otra y anuncia “un ocaso que podrá arrastrar consigo a considerables porciones de la población humana”.[10] ¿Será necesario, a estas alturas de la historia, saber o debatir respecto de qué porciones de población serán las más vulnerables a ser arrastradas?
Ante el panorama que ofrece el ocaso referido y las ruinas que le están caracterizando, se presenta como imperativo el cuestionamiento acerca de “la causa” que podría desembocar en un desenlace fatal, sin embargo, atenderla quizá propiciaría desatender la condición actual que está colmada de “causas entrelazadas”, y que se pueden sintetizar (al estilo marxista)[11] en las nociones de “violencia lenta” y “la barbarie que viene”, que recuperan Danowski y Viveiros de Castro de Isabel Stengers.[12]
Las producciones “artísticas”, culturales al fin y al cabo, desde hace tiempo figuran distopías, creaciones ficcionales en las que diversos eventos aparecen como rasgos de lo por venir, en las que eso que llamamos nuestro mundo se ve definitivamente trastocado y nos coloca, cuando sobrevivimos a su fin, despojados de la condición que creemos tener actualmente, por más deteriorada que se advierta (Lapoujade[13], así como Danowski y Viveiros de Castro[14] ofrecen algún panorama al respecto). Sin embargo, la cuestión que es imposible desatender es la presente, tanto en sus rasgos distintivos como en sus alcances, que encuentran en la ruindad extendida una de sus características fundamentales. ¿Cuáles son los imperativos que se derivan de ello?
Abordando una línea temática que quizá a simple vista está lejos de lo que se viene planteando, Yuk Hui, en “La pregunta por la técnica en China”, desarrolla una noción que, desde la perspectiva que aquí se plantea, tiene importancia para avanzar en la reflexión: la “cosmotécnica”. Articulado con la noción de técnica y tecnología hoy dominantes, Hui reflexiona respecto de la relación que existe entre la cosmología que le es propia a una colectividad y la técnica que le es apropiada. De ahí, deriva una respuesta negativa para la cuestión que el título de su libro plantea: esa técnica y la tecnología hoy dominantes no podrían haberse desarrollado en China, pues no corresponde con la relación que en dicho país, ancestralmente, se privilegia entre el cosmos, el mundo y el devenir de la vida. En una primera definición que da el filósofo chino: “la cosmotécnica es la unificación del orden cósmico y el orden moral por medio de actividades técnicas…”.[15] Yuk Hui plantea la necesidad de entender esta relación en su diversidad, si es que se quiere poner freno a la homogeinización práctica que se ha gestado, no sólo al hacer creer que técnica y tecnología son lo que hoy el modo hegemónico de entender la vida ha hecho creer, sino al hacernos suponer que esa es la vía para conducir la vida del planeta y, para ciertas versiones, la vida del universo.
Danowski y Viveiros de Castro, si se sigue lo que en el párrafo previo se señala, hacen un planteamiento respecto de ciertas visiones acerca de “nuestro” futuro que podrían parecer ciencia ficción pero no lo son; planteamientos como el gran reseteo promovido por el Foro Económico Mundial,[16] coincidiría con lo que aquí se recupera de los autores referidos antes, con respecto a lo que implica el actual dominio científico-técnico, la destrucción de cosmovisiones que trae aparejado y el futuro que se impulsa:
Ya no necesitaremos rendir cuentas al mundo, ya no tendremos que lidiar con ningún límite, porque nos habremos vuelto mundo, al volverse el mundo mismo, el cosmos en su totalidad, “una forma de inteligencia magníficamente sublime”: el Hombre-Universo. O, dirían los más maliciosos, todo será californiano.[17]
Lo que se gesta con el actual estado de cosas demonante, entre otros aspectos, son “hombres sin mundo”, seres despojados de la diversidad cosmológica y -recuperando a Yuk Hui- por lo tanto despojados de “su” técnica, impidiendo con ello que se abra el mundo a los mundos que han sido históricamente diversos, con distintas y distintivas formas de “hacer la realidad”. Quizá el fin total del universo ya está más cerca que hace un siglo, sin embargo, lo que ya tenemos enfrente no es únicamente la devastación, la precariedad, ruinas y ruindad por todos lados, sino un proyecto para volver todo californiano, para silicolonizar el presente que ya es larvariamente futuro.
Segundo acercamiento: Vida en la precariedad
Para Anna Lowenhaupt Tsing, una tarea fundamental en estos tiempos en que el capitalismo ha propiciado infinidad de ruinas y regiones devastadas, y que muchas de ellas derivan del lugar privilegiado que la noción de progreso ha adquirido desde hace dos siglos por lo menos, es precisamente destituir esta noción como la guía para evaluar las condiciones de vida de las diferentes existencias que conviven con “lo humano”, en la medida en que esa noción constriñe el terreno de lo posible y de lo deseable: “Para ampliar el ámbito de lo posible necesitamos otros tipos de historias, incluyendo las aventuras de los paisajes”.[18] Y es que, siguiendo las ideas de esta investigadora, los paisajes son agentes activos en el curso del existir diverso y, respecto de lo humano particularmente, su condición de posibilidad.
La mirada que se acerca a los paisajes, y lo hace desde una perspectiva histórica, podrá sin mayor complicación dar cuenta de la devastación y, de estar implcado en ello, detectar que en ellos hay muchas historias qué contar en las que la “humanidad” es uno de los componentes pero no necesariamente el principal. Contar tales historias, no tendría que haber duda en ello, supone reconsiderar los principios mediante los cuales se ha hecho de los humanos los héroes y las víctimas -que en principio parece correcto-, y girar la perspectiva hacia las demás existencias que nos proveen de atmósferas para seguir existiendo. Lowenhaupt, rastreando la vida del hongo matsukake, da cuenta de la manera en que este ha podido sobrevivir en terrenos que han sido erosionados intensamente y, también, llama la atención acerca de la manera en que diferentes elementos y vidas so conjuntan para ello, dando muestra que ante la precariedad y la devastación, la conjunción para la mutua existencia resulta una vía invaluable; en la historia que cuenta el matsukake, la “vida humana” es una que se suma a la vida colaborativa e interespecífica, vida que para la gran mayoria de nosotros está por conocerse.
Emanuele Coccia, por otra parte, es muy preciso cuando refiere el lugar que ha tenido la vida vegetal en el mundo dominante y dominado del conocimiento, pero también lo es en colocar con firmeza la importancia de esta vida para la vida humana (que no se reduce a considerarlas alimento y ornamento) y llama la atención respecto de reconocer el “chouvinismo animalista” que conduce nuestra relación con las plantas y la incapacidad que tenemos para reconocer la dimensión trascendente que tiene su existencia respecto del vivir.
No se puede separar –ni físicamente ni metafísicamente– la planta del munda que la acoge. Ella es la forma más intensa, más radical y más paradigmática del estar-en-el-mundo. La planta encarna el lazo más íntimo y elemental que la vida puede estblecer con el mundo. Lo inverso también es verdadero: ella es el observatorio más puro para contemplar el mundo en su totalidad. Bajo el sol y las nubes, mezclándose con el agua y el viento, su vida es una interminable contemplación cósmica… Jamás podremos comprender una planta sin haber comprendido lo que es el mundo.[19]
Coccia, hace énfasis en la importancia de reconocer prácticamente que somos seres atmosféricos; que nada de nuestra existencia puede ser apartada del entorno que ofrece la posibilidad de vivir. Nuestra vida requiere aliento, y “adquirir” el aliento necesario depende de nuestra vida entramada con otras vidas, en condiciones atmosféricas adecuadas.
Lowenhaupt trata en su texto de señalarnos la importancia de considerar el vivir como una experiencia colaborativa entre las especies y, por su lado, Coccia nos invita a atender la urgente necesidad de desarrollar una metafísica de la mixtura entre las existencias. Ambos, reconocen como fondo de sentido de lo que van panteando el momento actual y la devastación que le es propia, devastación que no puede desprenderse de esa máquina antropológica referida y de la idea de progreso que le es característica.
Para que una existencia sea posible, una multiplicidad de existencias y sus formas de contacto han de suceder. En ello “…convergen muchas historias distintas que nos llevan más allá de los mundos-burbuja, para adentrarnos en cambiantes cascadas de colaboración y complejidad”,[20] nos dice Lowenhaup; ella también señala que “si deseamos saber qué hace que los lugares sean habitables, deberíamos estudiar conjuntos polifónicos, agrupaciones de formas de ser, puesto que los conjuntos son representaciones de habitabilidad”. Para Coccia,
“El mundo no es un espacio definido por el orden de las causas, sino más bien por el clima de las influencias, la meteorología de las atmósferas. Vida y mundo no son sino nombre de la mixtura universal, del clima, de la unidad que no comporta la fusión de la sustancia y de la forma.” [21]
Sin embargo, lo que tenemos frente a nosotros es la perturbación de las condiciones atmosféricas que tardaron siglos en constituirse para que eso que llamamos vida fuera posible. Perturbación que, evidentemente, no se debe exclusivamente a la actividad humana, pero que en los más recientes siglos se ha visto afectada como nunca antes por nuestra forma de existir. No obstante todo, Lowenhaupt ofrece una visión de la perturbación ambiental, particularmente de la humana, que si bien ha propiciado condiciones de ruina para las existencia en general, no cancela la posibilidad de propiciar vida, pues “La perturbación reajusta las posibilidades de un encuentro transformador; posibilita el resurgimiento de parcelas de paisaje. De este modo, la precariedad se plasma en una sociabilidad que trasciende lo humano”.
Asumir las condiciones de precariedad, entonces, requiere una forma distinta de implicarnos en las condiciones de existencia que se requieren para re-crear las atmósferas para el vivir, lo que supone conjuntarnos con otras vidas no-humanas, hacer otra historia. Pero parece que, en general, a pesar de las perturbaciones mencionadas, nada nos perturba. La llamada “conciencia social” que hoy prevalece, parece que busca amortiguar los “males” más perversos que en la devastación incesante se van produciendo. Sin embargo, si seguimos la historia del matsukake, muchas vidas ante la precariedad que rodea a este hongo, han generado vida no capitalista -en alguna medida-, que podría enseñarnos múltiples cuestiones, incluso cómo, finalmente, sus “productos” vuelven a ser capturados por la maquinaria capitalista, en su incorporación a las de cadenas de suministro.
¿Cuándo llegara el momento en que, en efecto, la gran mayoría de la población quedemos perturbados ante lo que acontece frente a nuestros ojos? Siguiendo las líneas cretivas de Philip K. Dick, Lapoujade centra su atención en la urgencia, por lo menos la necesidad, de desprendernos de la idea de realidad que se nos ha implantado -del realismo capitalista, si siguiéramos los planteamientos de Mark Fisher[22]-, para considerar que “No se trata de valorar la ausencia de una conciencia política, sino de preferir una forma de vitalidad que se esfuerza en improvisar [bricoler] una nueva realidad en lugar de plegarse a los imperativos de la realidad “dominante”. Una vez más, reparar, reacomodar todo lo que los mundos artificiales destruyen, abandonan, excluyen.”[23] Y, enseguida, recupera palabras de Philp K. Dick en una entrevista: “Jamás tuve una opinión muy elevada de lo que nos hemos habituado a llamar “realidad”. La realidad, para mí, no es algo que se percibe sino algo que se hace. Hay que crearla más rápido de la que ella nos crea.”[24]
Una muy breve conclusión
Yuk Hui plantea la idea acerca de la importancia de recuperar principios ancestrales como marco de referencia para volver a hacer realidad formas de vivir, que se correspondan con las formas distintas y distantes de las dominantes.[25] Por otro lado, Mark Fisher sugiere la importancia de volver a concederle valor a los sueños incumplidos de las generaciones previas, pues nos ofrecen realidades potencialmente realizables.[26] Amador Fernández Savater,[27] sugiere que hablemos con nuestros muertos, para establecer un diálogo constructivo respecto de la manera de dotar de rumbo a la realidad por hacerse, particularmente en su visión del mundo hippie del siglo anterior. Lowenhaupt,[28] invita a entrar en contacto con las historias que cuentan los paisajes en su transformación, saber hacer otra historia contando otras historias. Coccia,[29] por su parte, nos propone replantearnos nuestra relación con la vida vegetal, con su lenguaje y sus historias, a recuperarnos como seres atmosféricos y ahí hacer realidad las realidades.
No obstante todo, nada distinto a lo que hoy está en marcha de manera dominante ha de efectuarse si seguimos impávidos, impermeables a las perturbaciones, padeciendo la realidad que se nos impone, listos para dejar que la realidad se nos presente desde fuera para “adaptarnos” como seres sin mundo, ni siquiera mundo por hacer.
Bibliografía
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- Berardi, Franco. El sabio, el mercader y el guerrero. Antonio Machado, Madrid, 2007.
- Coccia, Emanuele. La vida de las plantas. Una metafísica de la mixtura. Miño y Dávila, Buenos Aires, 2017.
- Danowski, Deborah y Viveiros de Castro, Eduardo. ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines. Caja Negra, Bueos Aires, 2019.
- Fernández- Savater, Amador. “Prólogo” en: Abbie Hoffman. Yippie! Una pasada de revolución, Acuarela Machado, Madrid, 2013.
- Fisher, Mark. Realismo capitalista. Buenos Aires, Cactus, 2018.
- Foro Económico mundial (2021) “El gran reinicio: una cumbre gemela para iniciar el 2021”, https://www3.weforum.org/docs/WEF_The_Great_Reset_AM21_Spanish.pdf, 2021.
- Han, Byung-Chul. Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. Herder, Barcelona, 2014.
- Lowenhaupt Tsing, Ana. Los hongos del fin del mundo. Sobre la posibilidad de vida en las ruinas capitalistas. Caja Negra, Buenos Aires, 2023.
- Marx, Karl. Contribución a la crítica de la economía política. Siglo XXI, Buenos Aires, 2008.
- Sadin, Eric. La silicolonización del mundo. La irresistible expansión del liberalismo digital. Caja Negra, Buenos Aires, 2018.
- Samario Hernández, Oscar. “La tierra no es un mundo para deshechar: La participación del género humano frente a la degradación medioambiental.” 2021, DOI: http://dx.doi.org/10.18634/incj.23v.1i1099
- Suárez Moncayo, Gabriel Antonio. Crecimiento económico vs. Degradación ambiental. ¿Existe una curva de Kuznet ambiental en América Latina y el Caribe? Periodo 1970-2008. Flacso, Quito, 2011.
Notas
[1] Para Oscar Samario Hernández, la degradación ambiental es una condición que reuiere cada vez más atención. Entiende que dicha categoría refiere a toda transformación derivada de las prácticas humanas al medio ambiente, pdroduciendo efectos medioambientales que alteran los sistemas medio ambientales, eliminando flora y fauna donde había ecosistemas naturales. Oscar Samario Hernández, “La tierra no es un mundo para deshechar: La participación del género humano frente a la degradación medioambiental.”ed. cit.
[2] Aquí seguimos los planteamientos que al respecto realizan Danowski y Viveiros de Castro. Deborah Danowski, et. al., ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines, ed. cit.
[3] Para Gabriel Antonio Suárez Moncayo, en su tesis para obtener el grado de maestro en economía, durante siglos, la actividad productiva, extractiva y consumista, olvidó la importancia de contar con un “ambiente sano” para la existencia es indispensable para vivir, y aunque se hacen esfuerzos para trastocar tal idea, aún persiste la idea de tener satisfactores ilimitados sin considera los efectos nocivos. Gabriel Antonio Suárez Moncayo, Crecimiento económico vs. Degradación ambiental. ¿Existe una curva de Kuznet ambiental en América Latina y el Caribe? Periodo 1970-2008, ed. cit.
[4] Haciendo alusión a Giorgio Agamben, Emanuele Coccia refiere a la “máquina antropológica”, esa que, entre otras cosas nos ha separado de la vida natural como si fueramos radicalmente distintos y ajenos a ella, que ha derivado en 1) considerar la vida animal al servivio de la vida humana pero generando conocimiento profundo en su manejo y 2) cierto nivel de menosprecio a la vida vegetal. Emanuele Coccia, La vida de las plantas. Una metafísica de la mixtura, ed. cit.
[5] Hilary Rose, et.al., ¿Puede la neuro ciencia cambiar nuestra mente?, ed. cit. El texto intenta complejizar la cuestión referida a la expansión, más allá de lo neuronal, del prefijo “neuro”.
[6] Franco Berardi, El sabio, el mercader y el guerrero, ed. cit. Aquí, el autor desarrolla las condiciones en que una nueva clase de trabajador nace con los cambios tecno-científicos y el manejo de la información.
[7] Es interesante apreciar la manera en que Byung-Chul Han coloca la cuestión de la salud antes del confinamiento mundial: Byung-Chul Han, Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, ed. cit.
[8] Eric Sadin lo desarrolla puntualmente: Sadin, Eric, La silicolonización del mundo. La irresistible expansión del liberalismo digital, ed. cit.
[9] Giorgio Agamben, Lo Abierto, ed. cit., p. 76.
[10] Deborah Danowski, et. al., ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines, ed. cit., p. 23. Respecto del ocaso, agregan: “comenzando, claro está, por las masas miserables que viven en los guettos y basureros geopolíticos del “sistema mundial.”
[11] En referencia al enunciado ya clásico de Marx: “Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso.” Karl, Marx, Contribución a la crítica de la economía política, ed. cit., p.301.
[12] Deborah Danowski, et, al. ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines, ed. cit., p. 24-25.
[13] David Lapoujade, La alteración de los mundos. Visiones de Philip K. Dick, ed. cit. De hecho, en el desarrollo de la “Introducción: el delirio”, Lapoujade parte de la premisa de que la ciencia ficción nos habla de las alteraciones de mundos, en plural y que, sin embargo, ahora todo queda mundializado, todos los efectos en los mundos hablan de efectos de mundo.
[14] Deborah Danowski, et. al., ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines, ed. cit. Para ellos, las obras de ciencia ficción, tal como las enlazan con las ficciones acerca del fin del mundo, son una muestra de vertientes de cómo ese fin es narrativizado.
[15] Yuk Hui, La pregunta por la técnica en China, ed. cit., p. 34. En este mismo párrafo, agrega: “La noción de cosmotécnica nos proporciona inmediatamente una herramienta conceptual con la que superar la oposición habitual entre técnica y naturaleza…”.
[16] Foro Económico mundial.”El gran reinicio: una cumbre gemela para iniciar el 2021”, https://www3.weforum.org/docs/WEF_The_Great_Reset_AM21_Spanish.pdf, consultado el 5 de septiembre del 2024, en donde -entre otras cosas- se habla ya de un cambio de sistema social y de un nuevo contrato social.
[17] Deborah Danowski, et. al. ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines, ed. cit., p, 95. En este párrafo se refieren a los “singularitanos” y advierten que, para estos, “La crisis ambiental ya instalada directamente, no entra en sus especulaciones o se da por resuelto gracias a la inminencia del arrebatamiento tecnológico y de la automutagénesis humana”.
[18] Anne Lowenhaupt Tsing, Los hongos del fin del mundo. Sobre la posibilidad de vida en las ruinas capitalistas, ed. cit., p. 293.
[19] Emanuele Coccia, La vida de las plantas. Una metafísica de la mixtura, ed. cit., p. 19.
[20] Anne Lowenhaupt Tsing, Los hongos del fin del mundo. Sobre la posibilidad de vida en las ruinas capitalistas, ed. cit., p. 242.
ibidem, p. 243.
[21] Emanuele Coccia, La vida de las plantas. Una metafísica de la mixtura, ed. cit., p. 114.
[22] Mark Fisher, Realismo capitalista, ed. cit.
[23] David Lapoujade, La alteración de los mundos. Visiones de Philip K. Dick., ed. cit., p. 146.
[24] David Lapoujade, La alteración de los mundos. Visiones de Philip K. Dick, ed. cit., pp. 146-147.
[25] Yuk Hui, La pregunta por la técnica en China, ed. cit. Las cursivas son de David Lapoujade.
[26] Mark Fisher, Realismo capitalista, ed. cit.
[27] Amador Fernández Savater, “Prólogo”, en Abbie Hoffman, Yippie! Una pasada de revolución, ed. cit.
[28] Anne Lowenhaupt Tsing, Los hongos del fin del mundo. Sobre la posibilidad de vida en las ruinas capitalistas, ed. cit.
[29] Emanuele Coccia, La vida de las plantas. Una metafísica de la mixtura, ed. cit.