Hablar cura

 

Tuve un ENCUENTRO con ULISES un viernes en el hospital psiquiátrico.

¿Qué quiere saber?, me dijo, con la Biblia en la mano, dispuesto a aclararme una cita de Daniel sobre la batalla del mundo que se da entre los escogidos y los enemigos de Dios.

No soy el elegido, fui escogido por Dios, que no es lo mismo. Soy del pueblo de Israel, del pueblo perseguido, dijo.

Ulises lucía apuesto con su camisa oscura, vestido de civil, desprovisto de su uniforme de loco y se disponía a subirse al mundo. Su hermano Ángel había ido por él para llevarlo a casa. Ángel también mostraba los vestigios del hombre guapo que fue algún día y ahora con unos cuantos dientes dispersos en la boca y ajado por el sol, movía los brazos enfundados en su camisa suelta y caminaba con firmeza, ¿quién acompañaba a quién?

Ahora viene su hermano por usted, le dije, como usted vino hace poco por él.

Sus rostros casi sonreían y antes de que se fueran no pude dejar de preguntarle por su padre, movida por el deseo de encontrar ahí un hilo de su locura.

Mi padre murió hace poco, tenía 85 años, trabajó en el mar, era camaronero, se embarcaba y cuando bajaba estaba con nosotros y vivió con mi madre. Fue un matrimonio ejemplar como el que yo imaginaba para mí, pero no pude tener una mujer. Recuerdo que un día me dijo tú no podrás ser como yo, no fuiste elegido.

Los hermanos se fueron y me quedé pensando en mi frase “vengo aquí, porque hablar cura”, ese convencimiento mío, formulado en primera persona que conduce a una práctica comprometida, se deriva de la que yo hice mía cuando llegué al hospital psiquiátrico, hace 17 años “ustedes están al corriente, hay transferencia psicótica”.

Lo que he hecho en el hospital es abrir escenarios para permitir al loco hablar de su amor extático, excluido del deseo.

Escuchándolos supe que en los jardines del hospital se escriben los guiones de sus historias y advertí que no hay teoría del amor que las incluya, las palabras vuelan en el patio como los Xanates y corren ahí como las ardillas y al encontrarlas uno escucha otras cosas, transita, cuenta e hilvana hilos porque si no soy el elegido, ¿quién soy?

 

Carmen Tinajero