Ilustración de Erikas Chesonis en: http://the61percentproject.com/mean-mugged-misgendered-and-marginalized.php
Resumen
Este ensayo explora el misgender como una forma de violencia ontológica que no describe erróneamente, sino que crea subjetividades socialmente impuestas, subrayando así su carácter político y moralmente contestable. A través del concepto “subjetivativo” se analiza cómo la malgenerización, tanto maliciosa como accidental, opera como una herramienta de dominación que reafirma el poder cisgénero de subjetivar y resta a las personas trans del poder de auto-subjetivarse. Este fenómeno es abordado desde múltiples perspectivas, incluyendo la microagresión, el conferralismo, la violencia epistémica y la performatividad de género, concluyendo que el núcleo violento de todo misgender radica en la negación de la agencia de las personas trans sobre su propio ser. Finalmente, destaca la posibilidad de hacer resistencia trans frente a esta forma de opresión.
Palabras clave: misgender, violencia ontológica, microagresión, performativo, violencia epistémica, subjetivativo.
Abstract:
This essay explores misgendering as a form of ontological violence that does not erroneously describe but rather creates socially imposed subjectivities, thus highlighting its politically and morally contestable nature. Through the concept of “subjectivative” it is analyzed how misgendering, both malicious and accidental, operates as a tool of domination that reaffirms cisgender power to subjectify others and deprives trans people of the power to self-subjectify. This phenomenon is approached from multiple perspectives, including microaggression, conferralism, epistemic violence, and gender performativity, concluding that the violent core of all misgendering lies in the denial of trans people’s agency over their own being. Finally, it highlights the possibility of trans resistance against this form of oppression.
Key words: misgender, ontological violence, microaggression, performative, epistemic violence, subjectivative.
Como persona trans es muy común que en mi día a día y en los diferentes espacios que habito me hagan misgender[1] y me hablen con pronombres femeninos. Cualquiera que viva una situación parecida podrá dar fe de que la malgenerización es extraña y de naturaleza ambivalente: a veces puede ser realmente hiriente y dolorosa, otras veces resulta prácticamente indiferente. La sensación que a mí me deja el misgender al final del día podría describirse, con mayor precisión, como una especie de hartazgo desesperanzado y crónico. Supongo que el impacto depende de quién me malgeneriza, el momento en que me malgeneriza, el lugar, la forma e incluso mi humor del día. Pero, un terreno común cuando hablo de misgender con otras personas trans es uno que evoca cierta culpa de nuestra parte. No es que no reconozcamos la responsabilidad de las personas que nos malgenerizan pero es cierto que las conversaciones que tengo con mis amigxs trans pasan muchas veces por el tema de: “si hubiera vestido de tal forma… si tuviera un mejor passing[2]… si estuviera en un tratamiento hormonal… o si llevara más tiempo en un tratamiento hormonal… o si entrenara mi voz… quizás no me habrían malgenerizado”. En lo personal, yo tiendo a pensar de esta forma cuando la malgenerización es de carácter accidental y no tiene una carga de malicia. Si alguien me malgeneriza para hacerme sentir mal, solo termino pensando que es una persona desagradable de la cual no deseo estar cerca. Pero, si una mesera me malgeneriza, por ejemplo, el sentimiento es un poco contradictorio y más complicado: me resulta incómodo que me malgenerice y, aunque no llegue a expresarlo, me enoja. Sin embargo, al mismo tiempo, me siento un poco culpable por ser malgenerizado, porque soy yo quien no tiene passing y quien ha decidido no entrar aún en hormonas. También me siento de cierta forma culpable por enojarme con una persona que no tiene manera de saberlo. Los enfoques comunes sobre la malgenerización, que a veces tenemos como personas trans o desde los cuales se teoriza en lo académico (y eso lo atenderé después), se centran en el efecto que genera la persona trans en esa otra persona que le percibe y ahí hay una carga explicativa directamente puesta en la persona trans y en cómo se les aparece a las personas cis. Por eso escribo este breve ensayo: aquí propongo una herramienta explicativa del mecanismo misgender, desde la violencia ontológica, que le haga sentido a nuestra rabia, que justifique una contestabilidad moral de lo sutil y que mueva la responsabilidad (sobre lo que se hace o no se hace) de lugar: poniendo el foco en la persona que malgeneriza. Si bien este trabajo no es una guía para personas cis sobre cómo no hacer misgender o cómo reparar el misgender hecho, espero que nos sirva como personas trans para poner en palabras el porqué de lo chocante que llega a ser la malgenerización.
Dos dimensiones de la malgenerización
Para fines de este ensayo hago una distinción entre dos aspectos o tipos de malgenerización, uno que llamo malicioso y otro accidental/ignorante.[3] El malicioso corresponde a un tipo de misgender intencional que tiene el objetivo de herir y humillar a una persona trans, este generalmente viene acompañado de otros tipos de insultos y agresión verbal (también puede incluir agresión física) así como patrones de acoso hacia la víctima. El misgender accidental/ignorante es un misgender de carácter cotidiano, me refiero a la forma en que familiares, amigos o incluso desconocidos malgenerizan a una persona trans de manera incidental en su día a día, a veces después de hacerlo se corrigen o disculpan, otras veces ni siquiera se dan cuenta de haberle hecho misgender. En otras ocasiones la persona que malgeneriza (bajo su propio criterio) realmente cree estarle hablando a la persona trans con los pronombres más adecuados (esto resulta más común cuando se trata de una conversación entre desconocidos). En este texto propongo una forma de comprender el misgender que no excluye la posibilidad de explicar la malgenerización maliciosa, sino que permite también explicar el carácter violento (que se nos aparece más elusivo), de la malgenerización accidental/ignorante. Es decir que mi propuesta aplica para ambas dimensiones del misgender, pero pongo atención, a lo largo de este trabajo, en el misgender accidental/ignorante puesto que (como nos resulta sutil) es más difícil de mirar y explicar en su condición moral. Habiendo dicho esto debo advertir que no argumento la igualdad de violencia o agresión entre un insulto transfóbico proferido con odio y la equivocación de una mesera cuando me habla y me dice “señorita”, lo que sí quiero argumentar en este trabajo es que hay un componente violento de fondo que es común y está presente en la estructura de todo misgender en mayor o menor medida (sin importar lo accidental o voluntario que sea).
Estudios previos sobre misgender
La mayoría de los textos sobre malgenerización están escritos en inglés y analizan el fenómeno bajo la lente del concepto microagresión. El centro de la discusión con respecto a la malgenerización desde la producción en habla inglesa está puesto en los siguientes puntos: Establece el problema como uno del lenguaje.[4] Resalta las consecuencias dañinas del misgender. Entiende la malgenerización como violencia epistémica (establece a un sujeto como incapaz de acceder a cierto conocimiento, en este caso el conocimiento de sí mismx y de su propio género, e incapaz también de comunicarlo por el simple hecho de ser una persona trans).[5] Comprende al misgender más allá del simple uso incorrecto de pronombres. Entiende la malgenerización como una mala clasificación[6] del género de una persona y una descripción errónea e inviable debido a su carácter excluyente y discriminatorio. Si bien yo deseo mover el problema de la malgenerización del terreno del conocimiento y sus violencias al terreno del ser y sus violencias (conservando el enfoque en el lenguaje), hay bastantes herramientas presentes en estos artículos de las cuales me puedo servir.
¿Qué cuenta como misgender?
Cuando hablamos de misgender solemos pensar de forma inmediata en el uso de los pronombres personales con los que alguien no se refiere a sí misme, y por los que pide no ser nombrade, para referirle. En lo primero en lo que pensamos son los pronombres él y ella, pero hay mucho más en la malgenerización que solo pronombres personales. Otras palabras llenas de género, tales como mujer, hombre, chica, niño, novio, alumna, amiga, etc., pueden malgenerizar a una persona. De la misma forma existe una multiplicidad de insultos que son proferidos hacia las personas trans y que son malgenerizantes (como lo vimos en el caso del misgender malicioso). Tampoco es necesario referirse directamente a una persona para hacerle misgender, podemos malgenerizar a una persona al referirnos a un grupo. Incluso, más allá del trato entre personas, ciertas definiciones teóricas sobre lo que es un hombre o una mujer pueden malgenerizar a algunas personas trans. Sobre esto, Kapusta dirá lo siguiente:
“Ahora deseo apartarme del misgender cotidiano, personal e institucional que enfrenta Laura, y otrxs como ella, y considerar los despliegues de los términos de género en la filosofía feminista. […] Mi alegación no es que las explicaciones filosóficas de género que siguen son realmente opresivas o moralmente dañinas. Lo que estoy alegando es que un criterio para decidir su aceptabilidad reside en ver qué les pasaría a personas como Laura si los despliegues de los términos de género filosóficos fueran aplicados de manera general en los niveles sociales y políticos. La teorización aceptable tiene una base moral o política. Podemos preguntarnos sobre exclusión y marginalización por cómo los despliegues de los términos de género afectarían a Laura si fueran desplegados de manera general dentro de su ambiente social”.[7]
Entenderemos entonces que si bien el misgender es un aspecto primordialmente del lenguaje y el enfoque de su estudio será en relación con el lenguaje, esta toma muchas formas y se encuentra presente en muchas esferas de la vida de manera compleja y no siempre tan evidente. Podemos decir que no corresponde (únicamente) a una forma lingüística concreta, específica y claramente determinada (como sí lo son los pronombres personales).
El misgender como microagresión
Un análisis de la malgenerización como microagresión me parece útil al pensar en sus expresiones más sutiles, como lo es el misgender accidental/ignorante. El concepto de microagresión inició desde los estudios antirracistas-decoloniales y se extendió hacia otros campos. Las microagresiones refieren a los comportamientos, el lenguaje y los mensajes verbales o no verbales hostiles cotidianos, ya sean intencionales o no intencionales, que se dirigen a una persona simplemente por pertenecer a un grupo marginalizado.[8] Las microagresiones se clasifican en tres tipos: microasaltos, microinsultos y microinvalidaciones, podemos entender el misgender accidental como un microinsulto o una microinvalidación.[9] Comprender el misgender como una microagresión nos hace ver de forma más clara su componente inevitablemente agresivo incluso cuando no tiene ninguna intención maliciosa. La explicación que deseo hacer del mecanismo del misgender es una que se desencaja de las lógicas de la invalidación, el mal reconocimiento o la mala representación sin dejar de reconocer sus efectos invalidantes e insultantes. En su texto sobre misgender Julia Kapusta dirá que las personas sujetas a microagresiones, entre ellas la malgenerización, “pueden sufrir de problemas crónicos de salud, ansiedad persistente, hipervigilancia, enojo, miedo, depresión, vergüenza y un sentido de soledad”.[10] Resulta evidente (y esto queda claro al contemplar sus efectos) que el misgender en todas sus formas carga con cierto carácter violento (unas veces más explícito y otras más implícito), a continuación explicaré de dónde proviene ese carácter o en qué se fundamenta.
Misgender desde un contraste entre el Conferralismo y la Dependencia de respuesta
Una aproximación a la construcción de parámetros explicativos sobre el mecanismo misgender que encuentro interesante es la que desarrolla Esa Díaz León en su comentario al texto de Ásta Categories we live by[11]. En este comentario Esa contrasta las explicaciones que se pueden dar de la malgenerización y el passing, a través del conferralismo y de la dependencia de respuesta.
Fuente: https://www.renews.co.nz/non-binary-people-on-why-their-pronouns-matter/
Con respecto al conferralismo dirá que nos permite entender errores como el misgender ya que si bien establece que el consenso social es el que otorga propiedades a un objeto o sujeto, hace una distinción entre la propiedad base que los sujetos que confieren pretenden rastrear y la nueva propiedad que se ha conferido. Hay, entonces, espacio para el error. Desde este enfoque el misgender podría explicarse como la concesión a una persona, a través del acuerdo social, de un género erróneo ocurrida por un mal entendimiento de las propiedades subyacentes.
Sobre la dependencia de respuesta Ásta dirá en Categories we live by que no nos permite dar cuenta del misgender siendo que, desde este enfoque, las propiedades sociales de los sujetos dependen de las respuestas involuntarias de sus espectadores, estas respuestas son automáticas y no pueden juzgarse como acertadas o erróneas. Esa Díaz comentará, difiriendo de Ásta, que ambas perspectivas son útiles en un sentido político puesto que la dependencia de respuesta nos permite explicar el passing: desde este enfoque las propiedades de los sujetos están dadas de acuerdo con su disposición para inducir una respuesta. Así podríamos entender que el passing sucede cuando la persona trans tiene éxito en inducir la respuesta correcta sobre su género en sus espectadores, y el misgender podría explicarse entendiendo que la persona en efecto tiene la disposición de inducir una respuesta, pero no se han presentado las condiciones óptimas para que tenga éxito induciéndola.
En mi opinión, ambas explicaciones pueden ser políticamente útiles. Destacan diferentes patrones de similitud: mientras que la teoría del conferralismo se enfoca en las acciones de los sujetos que hacen la concesión, la explicación de la dependencia de la respuesta se enfoca en las disposiciones de la persona para inducir respuestas en condiciones manifiestas.[12]
Lo que rescato de esta aproximación es que hace énfasis en la atribución de propiedades dadas a un sujeto en un escenario de consenso social, revistiendo al fenómeno del misgender de una complejidad que va más allá de la mala descripción hecha sobre alguien. Sin embargo, veo que ambos paradigmas explicativos parecen estar volcados sobre la persona trans que es malgenerizada: en el caso de la dependencia de respuesta es evidente, pues la propiedad radica en la disposición de generar una respuesta determinada en los que nos perciben. En el caso del conferralismo el enfoque está puesto en las personas que confieren más que en el sujeto al que se le confiere, pero parece que a ese sujeto se le confieren dichas propiedades a causa de una cuestión, propia del sujeto, que se socializa en el consenso de los espectadores ¿por qué los espectadores no han rastreado de forma correcta la propiedad subyacente que buscaban? debe ser porque dicha propiedad es difícil de rastrear en el sujeto conferido.
Como he dicho antes la explicación del misgender que propongo en este ensayo se centra en la persona que malgeneriza y el acto de malgenerizar, no en la persona que es malgenerizada. No quiero decir con esto que pretendo analizar el fenómeno sustraído de la relación social en la que está inscrito, el misgender no existe en un vacío y no hay misgender posible que esté dado solo por el actor malgenerizante, pues corresponde siempre a una relación entre dos o más personas. Lo que sí pretendo es focalizar la responsabilidad de la persona que malgeneriza poniendo el peso explicativo del fenómeno en la acción de esta misma. Me distancio aquí de Esa Díaz y Ásta y de sus propuestas que interpretan la malgenerización como un error en lo que se transmite o un error en lo que se lee, como si el mecanismo misgender se tratara de un error sobre cierta información que se está presentando (ya sea en cómo se presenta o en cómo se interpreta).
Misgender como violencia epistémica (del conocimiento)
El carácter violento de la malgenerización se ha explicado desde la violencia epistémica. En este caso el mecanismo del misgender se entiende como sigue: Se niega que una persona (en este caso una persona trans) tenga conocimiento o pueda generar conocimiento sobre una cuestión en concreto (en este caso sobre el género y sobre el suyo propio), aquello que la persona enuncie con respecto a su propio género se considera poco creíble, falso e incluso delirante; a la persona misma se le considera una fuente no confiable, se le niega conocimiento y la capacidad de comunicarlo.
Las personas TGNC (trans y género no conformes) son mal-tratadas precisamente en su capacidad de conocedorxs de su propia identidad de género y expresión. La violencia epistémica en el caso de la malgenerización viene de la falla de los receptores cisgénero al no reconocer las injusticias cometidas contra lxs emisarixs TGNC cuando estxs últimxs enuncian que su identidad de género no es correcta o suficientemente tratada.[13]
Desde esta perspectiva la malgenerización concierne al conocimiento puesto que se postula como falsa cualquier afirmación que la persona trans en cuestión haga sobre su identidad de género, se trata de verdad y falsedad. Desde la mirada malgenerizadora la persona trans está describiendo de forma errónea o engañosa su género y la persona que malgeneriza dice con respecto a este la verdad. Se trata de quien puede y quién no puede conocer y sobre qué puede o no puede conocer (y en ello radica su carácter violento). De este enfoque rescato la evidencia de una dinámica de poder presente en el misgender, en torno a quién se le niega o concede cierta potestad. Sin embargo, para este punto mi intuición me indicaba que el mecanismo del misgender realmente no se trata de una mala clasificación del género de una persona fundamentada en una creencia errónea sobre el “verdadero” género de esa persona y algo así como una prepotencia del que cree saber más sobre una persona que lo que esa persona pueda saber sobre sí misma. Poco tiene que ver el misgender y su carácter agravioso con un género que se describe mal o con uno que se asume mal descrito porque nada se describe en el misgender, se hace. Algo se hace, y eso que se hace es el núcleo violento y contestable moralmente común a todo tipo de malgenerización.
El performativo y la performatividad de género: proponiendo el concepto subjetivativo
Una experiencia común de las personas trans que no he notado que se mencione con respecto al misgender es que la malgenerización no viene solo acompañada de humillación, dolor, indignación y marginalización, sino también de disonancia, confusión y ambivalencia. Siendo una transmascuilinidad a lo largo de mi vida nunca fui reconocidx como una niña ni como una mujer, en mi infancia las preguntas invasivas de mis compañeros de escuela sobre si yo era un niño me tomaban siempre desprevenidx, llamarme con pronombres masculinos a modo de burla y destacar mi falta de feminidad era siempre terreno común en la mayoría de las conversaciones. A lo largo de mi vida se me ha negado la condición de mujer porque nunca cumplí con los requisitos, o al menos no con los requisitos suficientes para llenarla. Así que cuando voy en el transporte público, sentadx con las piernas abiertas, llevo el cabello cortísimo, el pecho plano, mi sudadera roja y un pantalón holgado y una señora me mira de arriba a abajo con detenimiento y susto y me pide permiso para pasar diciéndome “señorita” no puedo evitar dudar que realmente crea que soy una “señorita”. Quizás crea que abajo del binder tengo pechos, quizás crea que tengo caderas grandes debajo de esa sudadera, pero no pienso que realmente crea que soy una “señorita”, me resulta absurdo, incluso risible. No siento que en aquella interacción la señora me esté describiendo erróneamente como una señorita, siento que hay algo más sutil, no dicho, subsumido pero presente, algo así como que yo debería ser una señorita. Es como si en esa breve interacción, en el marco de la relación social con la mujer, ella, al llamarme de esa forma, me hiciera señorita. El momento es breve, la mujer no podía saberlo y no parece que lo haya hecho con malicia alguna, lo más seguro es que no la vuelva a ver en mi vida, pero me siento mal, restado de todo mi poder, como si algo en contra de mi voluntad se hubiera hecho.
No resulta nada nuevo decir que hay palabras o enunciados que hacen cosas.[14] Así John Austin propuso el concepto de performativo o realizativo. Performativo viene de la palabra perform en inglés, es por esto por lo que se traduce en ocasiones como realizativo, haciendo referencia a la palabra realizar. De este modo los performativos son expresiones para las cuales emitirlas “es realizar una acción y […] esta(s) no se concibe(n) como el mero decir algo”.[15] Un ejemplo de performativo sería decir “prometo que te pagaré cuando llegue a casa”, al decir estas palabras estoy realizando una acción: la acción que estoy realizando es prometer y la acción prometer es en efecto decir unas cuantas palabras, decir “prometo, etc.…”. Podría ser que yo cumpliera o no mi promesa, pero no podemos decir que “prometo que te pagaré cuando llegue a casa” es verdadero o falso en el sentido en que el enunciado “hay un mono afuera de mi cuarto” es verdadero o falso. Los performativos no enuncian verdad ni falsedad, pues no enuncian lo que hacen, lo hacen.[16]
Noto que algo similar pasa con el misgender, sin embargo, es evidente que la malgenerización no es un performativo porque la expresión que malgeneriza no hace una cosa, no hace lo que dice. Aunque pareciera haber un “te declaro hombre/mujer” no hablado en el misgender este no hace lo que dice al declarar porque no declara abiertamente, no hace algo, sino que hace alguien, hace a alguien, hace a alguien ser algo en determinada relación social. El problema del misgender y su contestabilidad moral residen en que hace a alguien ser algo en contra de su voluntad, subjetiva sujetando.[17] Pretende hacer a alguien sin su consentimiento, peor aún, en ocasiones con su explícita prohibición. Es a través de esta reflexión que propongo el término subjetivativo, no me quedo con el realizativo pues el realizativo realiza. Aunque, como afirmará Butler, el performativo puede formar sujetos: “El performativo no es un acto singular utilizado por un sujeto ya establecido, sino una de las formas poderosas e insidiosas en las que los sujetos son llamados a la existencia”.[18] Recalco con mi concepto subjetivativo que el misgender siempre subjetiviza (lo que hace siempre es un sujeto). ¿Pero qué hace de ese sujeto? ¿qué clase de sujeto hace? ¿hace hombres o mujeres? ¿hace unos otros, abyectos y monstruosos?
No podremos decir que la complejidad del género y de lo que hace ser a alguien un hombre o una mujer se reduzca a unas pocas palabras, el género (desde la propuesta de la performatividad de Butler) no tiene una base esencial, ni biológica, ni identitaria, sino que se constituye de una serie de actos expresivos que se repiten (se performan) para crear la ilusión de una identidad homogénea,[19] no corresponden únicamente y de forma aislada el territorio del lenguaje. Tampoco le concederé un éxito a las personas trans-odiantes que nos malgenerizan. Ni tampoco es verdad que toda mi noción de identidad dependa de aquella interacción de dos segundos con la señora del transporte público. No me hizo mujer que en alguna ocasión me llamaran “mujer”.
El género es una identidad tenuemente constituida en el tiempo, establecida en un espacio exterior a través de una repetición estilizada de actos. El efecto del género se produce a través de la estilización del cuerpo, por lo tanto, debe ser entendido como el modo mundano a través del cual los gestos corporales, movimientos y estilos de varios tipos constituyen la ilusión de un ser engenerizado persistente.[20]
Sostengo que el misgender no es una mera descripción, sino que hace algo y eso que hace es un tipo de sujeto (subjetiva). Podríamos seguir esta línea argumental y pensar que el núcleo violento, común a toda clase de misgender, está en qué tipo de sujeto es el que se hace o cómo se hace y entonces dedicarnos a investigar las características de este sujeto que se ha formado y las condiciones de su formación. Este procedimiento nos llevaría a dar cuenta que no hay un tipo de sujeto concreto, único y definido que se subjetiva a través del misgender. Primero tendremos que reconocer que la malgenerización subjetiva de forma distinta cuando se profiere hacia un hombre trans que cuando es dicha de una mujer trans o de una persona no binarie. En segundo lugar, tendremos que reconocer que (de acuerdo con lo dicho sobre la performatividad de género en Butler) el misgender no ha hecho de la mujer trans un hombre ni del hombre trans una mujer o al menos no en la totalidad de la amplia dimensión que es el género. Quizás si alguien con quien no volveré a interactuar me malgeneriza en una llamada telefónica o en un chat de texto he pasado a ser mujer en la dinámica cerrada y efímera de ese determinado chat o llamada y en el imaginario de la persona malgenerizadora, pero si salgo de ese espacio virtual a uno donde se me generiza correctamente ¿he dejado de ser mujer? ¿nunca fui mujer? o será que ¿el misgender me ha constituido como una especie extraña y dislocada de sujeto que en un determinado espacio es mujer y en otro no lo es? ¿el misgender me hizo entonces mujer a medias? ¿mujer a veces? En tercer lugar, tendremos que reconocer que las dos dimensiones de misgender que hemos delimitado subjetivan de forma distinta, el misgender malicioso malgeneriza comúnmente con insultos y a modo de agresión por lo que constituye sujetos demonizados, marginalizados, otros y monstruosos, no simplemente sujetos hombre o sujetos mujer. Entonces ¿dónde queda ese núcleo violento común que hemos detectado y prometido descubrir desde el principio de este ensayo?
Bandera trans de Envato Elements en: https://www.losreplicantes.com/articulos/bandera-trans-origen-significado-colores/
En vez de renunciar a la posibilidad de una dimensión explicativa del misgender como violencia independientemente de su intención o su sutileza, será prudente conjeturar que el núcleo violento no es inexistente (pues sus consecuencias en la salud mental de las personas trans son tangibles), sino que no se encuentra en donde lo hemos buscado sin éxito. La violencia ontológica de la malgenerización no reside en qué tipo de sujeto subjetiva; no está en ser hecho mujer cuando se desea ser hombre porque eso tampoco es lo que está pasando en el misgender. El aspecto ontológicamente violento radica en que el misgender como subjetivativo (independientemente de que sujeto constituye) es una manifestación repetitiva de quien puede (quien tiene el poder de) subjetivarse y subjetivar a los demás y de este poder quedamos siempre restadas las personas trans. Más allá de hacer a alguien (ser) algo sin su consentimiento es mostrarle repetidamente a ese alguien que su ser fue dado, está dado y será dado por quien tiene el poder y que ese alguien que está siendo, ha sido y será subjetivado no tiene ninguna clase de agencia ni potestad al respecto. Ser desertor de la cisgeneritud trae como consecuencia una maldición política y un castigo épico: puedes ser dicho, pero de ti no puedes decir, puedes ser hecho, pero de ti no puedes hacer.
Un juez pronuncia una sentencia y el pronunciamiento es el acto por el cual la sentencia primero se vuelve vinculante, siempre y cuando el juez sea un juez legítimo y las condiciones de pertinencia sean adecuadamente satisfechas. Se entiende de aquel que habla el performativo efectivamente que opera de acuerdo con un poder indiscutido. El doctor que recibe a la criatura y pronuncia– “es una niña” –inicia esa larga línea de interpelaciones por las cuales la niña es transitivamente niñificada: el género es repetido de forma ritualística, por lo que la repetición ocasiona ambos, tanto el riesgo de falla como el coagulado efecto de la sedimentación.[21]
El misgender como subjetivativo es una reactuación de la primera asignación de sexo con toda la carga simbólica que conlleva. En ello radica lo doloroso y ponzoñoso de la malgenerización, es por esto por lo que se siente ultrajante. Este es el fondo violento de todo tipo de misgender, sea ignorante y accidental o abiertamente malicioso.
A lo largo de este ensayo hice una distinción entre dos tipos de malgenerización: una maliciosa y otra accidental. He dicho que la maliciosa se profiere con la intención de humillar, insultar e invalidar, mientras que la accidental no tiene una intención de atacar y se da de forma común y cotidiana. Afirmo que en ambos tipos de misgender existe la posibilidad de exigir contestabilidad moral y que ambos tienen un fondo o núcleo violento mayor o menor pero independiente de su intencionalidad o su ignorancia. He indicado que el misgender, aunque es un fenómeno concerniente al lenguaje, se expresa a través de una amplia gama lingüística y conceptual. He revisado distintas propuestas teóricas para comprender y explicar la malgenerización, han sido las que siguen. Misgender como microagresión: de esta propuesta destaco los efectos detrimentales que tiene el misgender en las personas trans, aun cuando es sutil o cuando no tiene una intención activamente hiriente. Misgender desde un contraste entre el Conferralismo y la Dependencia de respuesta: de este enfoque destaco el énfasis en la atribución de propiedades dadas a un sujeto en un escenario de consenso social, que revisten al fenómeno misgender de una complejidad que va más allá de la mala descripción hecha sobre alguien. Misgender como violencia epistémica (del conocimiento): de esta perspectiva he rescatado el descubrimiento de una dinámica de poder, violenta presente en todo misgender, sobre quién puede conocer y enunciar con respecto a determinado tema y quién no por el simple hecho de ser un sujeto subaltero. Sin embargo, me he distanciado de estas propuestas llevando la cuestión fuera del terreno del conocimiento, de la verdad y la falsedad, del error y la descripción, al terreno del ser. He intuido a través del concepto de performativo de Austin que el misgender no describe ni enuncia cosas verdaderas o falsas, sino que hace algo. He determinado que aquello que el misgender hace es a un sujeto (subjetiva) y de esta forma he propuesto el concepto subjetivativo para definir la malgenerización. A través de la performatividad de género de Butler he dado cuenta que el sujeto producido en la malgenerización no es un sujeto hombre ni un sujeto mujer, al menos no en la totalidad de la amplia dimensión que es el género. Los sujetos que se producen en el misgender son variados, difíciles de determinar en el tiempo y el espacio y dependen del contexto y la intención de la malgenerización. He descubierto que el núcleo violento, común a todo tipo de misgender e independiente de su intencionalidad, no reside en el tipo de sujeto que se produce, sino en que el misgender como subjetivativo es una manifestación repetitiva de quien puede (quien tiene el poder de) subjetivarse y subjetivar a los demás y quién no, siendo las personas trans las que quedamos siempre restadas de este poder. He dicho en este sentido que el misgender como subjetivativo es una reactuación de la primera asignación de sexo con toda la carga simbólica que conlleva.
Solo queda por decir que entender la malgenerización en todos sus matices como mecanismo de dominación ontológica nos permite hacerle frente de manera estratégica. Ante esta demostración de poder casi teatral sobre nuestros seres y nuestros cuerpos hay siempre espacio para la resistencia trans. En la acción de corregir a otros de forma suave y amable o de forma agresiva e incómoda. En la acción de hacernos a nosotrxs mismxs a mano como artífices, inventoras y artesanos. En el acto de no dejar que nos hagan como a objetos pasivos, en ello también está el resistir. Nunca más hay que volver a sentir disforia, vergüenza o culpa cuando nos malgenericen, hay que empezar a sentir rabia. Si quieren que nos llamen histéricxs, locxs o exageradxs, eso no importa.
Bibliografía
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- Argyriou Konstantinos, “Misgendering As Epistemic Injustice”: A Queer STS Approach, en Las Torres de Lucca. Revista internacional de filosofía política, vol. 10, núm. 19, 2021, p.71-82
- Ásta, Categories we live by: The Construction of Sex, Gender, Race, and Other Social Categories, Oxford, Oxford University Press, 2018, pp 3-120
- Austin John L., Cómo hacer cosas con palabras: palabras y acciones (Genaro R. Carrió), Barcelona, Paidós, 1981, pp. 41-66
- Butler Judith, Excitable Speech: A Politics of the Performative, Nueva York, Routledge, 1997, pp. 43-127
- Butler Judith, Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, Nueva York, Routledge, 1999, pp. 141-191
- Butler Judith, Dar cuenta de sí mismo: Violencia ética y responsabilidad, Buenos Aires, Amorrortu, 2009, pp. 21-183
- Díaz León Esa. “Response-dependence, misgendering, and passing: A comment on Ásta’s Categories we live by”, en Journal of Social Ontology, vol. 5, núm. 2, 2020, pp. 245-249
- Kapusta Stephanie Julia, “Misgendering and Its Moral Contestability”, en Hypatia, vol. 31, núm. 3, summer, 2016, pp. 502-519
- Sue Derald Wing, Microaggressions in everyday life: Race, gender, and sexual orientation, Hoboken, John Wiley & Sons Inc, 2010, pp. 3-20
Notas
[1] A lo largo de este ensayo usaré malgenerización y su anglicismo misgender como conceptos intercambiables.
[2] Con passing me refiero al pase cisgénero que puede alcanzar una persona trans. Tener pase cisgénero implica ser reconocidx como una persona cis cuando en realidad se es una persona trans. Cuando soy generizado correctamente por algún extraño esto sucede comúnmente porque me ha confundido con un hombre cis, es decir que he tenido passing en esa determinada situación.
[3] Entiendo estos conceptos como paralelos al análisis que hace Lucy Allais sobre el racismo desde los conceptos de respeto y falta de respeto de Kant (aunque no retomo este artículo a lo largo de mi ensayo). Allais investiga la posibilidad de dos formas del racismo: una que falta al respeto y consiste en reconocer a una persona o grupo como personas, pero fallar en reconocer y actuar de acuerdo con las peticiones o reclamos válidos que nos hacen en virtud de que son personas, y otra que pudiera ser fundada en genuinos errores empíricos (prejuicios) y que por tanto resultara menos vil moralmente. Para Allais, la posibilidad de un racismo moralmente inocente no se sostiene y una actitud racista que se justifica en un malentendido empírico resulta también contestable moralmente. Deseo llevar el decurso de esta ponencia a la contestabilidad moral tanto de la malgenerización maliciosa como de la malgenerización que parece fundamentarse en un mero error empírico o descriptivo pero que no tiene una intención abiertamente cruel (misgender accidental). Ver: Lucy Allais, “Kant´s racism”, en op., cit.
[4] Stephanie Julia Kapusta, “Misgendering and Its Moral Contestability”, en op. cit., p. 503.
[5] Konstantinos Argyriou, “Misgendering As Epistemic Injustice”: A Queer STS Approach, en op., cit., p. 74.
[6] Esa Díaz León. “Response-dependence, misgendering, and passing: A comment on Ásta’s Categories we live by”, en op., cit., p. 248.
[7] Stephanie Julia Kapusta, “Misgendering and Its Moral Contestability”, en op., cit., p. 510-511 (La traducción es mía).
[8] Ver: Sue Derald Wing, en op., cit., pp. 3-7.
[9] Konstantinos Argyriou, “Misgendering As Epistemic Injustice”: A Queer STS Approach, en op., cit., p. 75.
[10] Stephanie Julia Kapusta, “Misgendering and Its Moral Contestability”, en op., cit., p. 504.
[11] Ver: Ásta, en op. cit., p. 8.
[12] Esa Díaz León, “Response-dependence, misgendering, and passing: A comment on Ásta’s Categories we live by”, en op., cit., p. 248 (La traducción es mía).
[13] Konstantinos Argyriou, en op., cit., p. 74.
[14] Ver John L. Austin, Cómo hacer cosas con palabras: palabras y acciones, en op., cit., p. 40.
[15] Ibidem., p. 47.
[16] Ibidem., p. 46.
[17] Ver: Judith Butler, Dar cuenta de sí mismo: Violencia ética y responsabilidad, en ed., cit., p. 9.
[18] Judith Butler, Excitable Speech: A Politics of the Performative, ed., cit., p. 160 (Mi traducción).
[19] Ver: Judith Butler, Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, ed., cit., s/p.
[20] Ibidem., p. 174 (La traducción es mía).
[21] Judith Butler, Excitable Speech: A Politics of the Performative, ed., cit., p. 49 (La traducción es mía).