Es cierto que la cuestión del giro que se ha dado al interior del pensar de Martin Heidegger sugiere un multiplicidad de interpretaciones que pueden ser planteadas y discutidas ampliamente, sin embargo, una consideración decisiva y digna de retener en estos planteamientos va a ser la experiencia fundamental del olvido del ser –cuestión directriz en la dimensión de Ser y tiempo. Frente a la multiplicidad de análisis que sugiere la cuestión del paso de la ontología fundamental al pensar histórico del ser, nuestro objetivo principal se limitará al sondeo del Dasein en su radicalidad y transformación.
Nos centraremos en señalar el camino de giro que se explaya: del proyecto de Ser y tiempo –a través de la pregunta por el “sentido del ser”–, al despliegue del proyecto del Ereignis o acaecimiento apropiador –en el momento de “decir sencillamente la verdad del ser”, como queda señalado en la primera nota marginal de la Carta sobre el humanismo.
Así pues, intentaremos comprender que, a la luz de la pregunta por el sentido del ser, “Dasein” se vuelve hermenéuticamente el propio proyecto del ser en su ahí, en su verdad. Así, en el proyecto de los Aportes a la filosofía, el salto va a aludir el inaugurante arrojarse al Da-sein. Por esto, lo que habremos de matizar ahora serán los motivos del salto al proyecto en el que la verdad del ser llega a la palabra en su simplicidad como un acaecer propicio [Ereignis].
Sin embargo, el salto al que aquí hacemos alusión mantendrá lazos con aquello que Heidegger designará en Introducción a la metafísica como un “salto originario”. Asimismo, considerando las referencias del ensamble del “Salto” [Der Sprung], intentaremos aludir a la dimensión del salto que instituye el fundamento de todo auténtico preguntar, así como va a insertar las referencias al Ereignis o acaecimiento propio a partir de la disposición de apropiación.
“Dasein” será comprendido como el ámbito de proyección que va a ser dispuesto como la instancia [Inständigkeit] de aclaración y resguardo de la propia y simple verdad del ser, donde el “ahí” es comprendido como la apertura para el esenciarse del ser, es decir para el claro de su rehuso. Este proyecto de apertura ha sido tematizado, desde una analítica de la existencia como el ente que no le es indiferente su propio modo de ser.[2]
Ante esto, nos señala Heidegger: “en la época de la total falta de cuestionamiento de todo bastaría con plantear la pregunta de todas las preguntas, al menos una vez”.[3] Es decir que, en la época del requerimiento sin fin, del oculto apremio de la falta de apremio, debe de surgir aquella pregunta que ha pasado a ser como la más innecesaria de todas las preguntas: “por el sentido del ser”.
La necesidad de repetir la pregunta por el sentido del ser viene del mismo estado de obviedad, universalidad, indiferencia, e innecesariedad, de llevar a cuestión el sentido mismo del ser, pues un vacío circunda el preguntar en el que nos hallamos y hacemos uso habitualmente de la palabra “ser”. Pero la pregunta más innecesaria puede ser ahora la mayor necesidad, la necesidad de poner de relieve que somos faltos de necesidad, de decisión y de cuestionamiento.
Heidegger ha llevado a cuestión la pregunta misma que interroga por el ser del hombre, la cual valdría inquirir, primeramente, por su sentido, es decir, por la posibilidad de su apertura: “la constitución fundamental del existir humano que ha de ser vista de forma nueva debe llamarse Da-sein o ser-en-el-mundo. […] el existir como Da-sein significa el mantener abierto un ámbito que consiste en poder percibir las significaciones de las cosas que le son dadas y que lo interpelan a partir del despejamiento de éste”.[4] Con ello, el preguntar por el sentido del ser va a ser la apertura de la pregunta por el tiempo, cuyo despliegue esencial comprendemos como “ser”. Por su parte, el tiempo como el modo del despliegue del ‘sentido del ser’ va a determinar el cómo nos entendemos a nosotros mismos en nuestra historicidad: como tiempo y espacio, es decir que, en nuestro horizonte temporal de nuestra existencia va a determinarse como siendo sólo a partir de un haber-sido que, en la proyectualidad de nuestras posibilidades, somos proyecto arrojado de finitud.
En el modo fundamental-ontológico de Ser y tiempo, se da un salto apropiador en la medida en que el hombre ha sido señalado como aquel que está lanzado extáticamente en la apertura del ser, como comprendiente de ser, revela su propio ser, que no es el de un ente, sino el ser mismo.
De este modo, con la alusión al Dasein se pone en la balanza aquello que la tradición ha designado como ser humano, así como el modo de estar referido al mundo y la posibilidad de encontrarse en una proximidad con las cosas.
Desde esta perspectiva, Ser y tiempo se vuelve el despuntar de un pensar a partir del olvido del ser, un abrir los ojos, un desvelarse [Entwachen], en tanto la problemática central de este proyecto se enfoca en el intento de mostrar la barrera que ha impedido abrir la pregunta propia por el ser en la historia de la metafísica, dicho obstáculo se halla en concebir al hombre como un ser vivo entre otros entes, sin atender al ser del hombre como el ahí, como la apertura, como el claro del ser. Todo punto de vista antropocéntrico olvida la dimensión de esta apertura, por ello este proyecto de desvelamiento en el acaecimiento propicio va requerir instalarse y persistir, primeramente, en el olvido del ser[5] como experiencia fundamental del pensamiento occidental.
Por ello, desde la tarea del proyecto Ser y tiempo, la ontología fundamental como un modo de preguntar desde una analítica del Dasein, sólo podría ser preparatoria para la comprensión del salto en la medida en que conduce a una elucidación del sentido del ser y del horizonte de la comprensión del ser como hermenéutica del Dasein.[6] Así desde el carácter preparatorio de esta “ontología fundamental”, como analítica de la existencia, que Heidegger llamará “el fundamento de una ontología radical”, se halla constituido por el propio fundamento in-fundado de la metafísica, a saber, la finitud radical del Dasein, desde el cual se pregunta, en primera instancia, por el originario acceso a la comprensión del ser en el que ya siempre nos encontramos y vivimos y, no obstante, en el que al mismo tiempo “el sentido del ser se halla envuelto en oscuridad”.
Vemos entonces que la primacía ontológica de la pregunta por el ser es ella misma una necesidad de fundación del Da-sein que va a inaugurar un quiebre en el preguntar por las referencias habituales que tenemos con lo ente. Lo que quiere decir esto, es que se ve implicada una apertura en el preguntar que va a permitir un modo de experienciar el desencubrimiento del ámbito previo de la originariedad del Dasein a la luz de la comprensión del “esenciarse del ser”. Este será el camino precursor de la pregunta por la fundación del ámbito de proyección en el que, bajo el modo de decir Dasein, el ser se aclara como dimensión espacio-temporal. El proyecto del ser ahí sólo es posible como ingreso al ser-ahí, nos dice Heidegger en Aportes a la filosofía. Pero ello implica una vuelta o un giro que traslada las referencias a esa apertura “Da”, [7] a la manera de un claro en el que cada vez se encuentra el ente en totalidad, donde se muestra el ser del ente abierto y al mismo tiempo se retrae.
Este preguntar permitirá abrir la tematización de la finitud radical del Da-sein, pues, pensando, como dice Heidegger, “fundamental-ontológicamente”, una vez que el hombre es abierto explícitamente en su ser en el preguntar por el tiempo originario se inaugura el ámbito de proyección de la verdad del ser mismo. El “anticiparse” a la muerte en conexión con el tiempo va a ser la proyección de la verdad del ser que, de manera radical, es planteado como la apertura enteramente al ser en la que se proyecta la “originaria futuridad del Dasein, apertura que queda expresada como la posibilidad del “tiempo originario”.[8]
Así, el ser para la muerte es radicalizado en el proyecto de la verdad del ser a través de la pregunta por el tiempo como la apertura del ámbito de finitud radical. Este proyecto de apertura del Da-sein es indicio de la propiedad del sí mismo en su abismosa amplitud. El fenómeno de la muerte se determina, entonces, como “la extrema medición de la temporalidad y con ello el instalar del espacio de la verdad del ser”.[9]
Pero, justamente, en el modo de decir Da-sein, se lleva a cuestión la relación de ser y hombre como aquella que permanece oculta bajo la forma del olvido, y que para ello se precisa de la apertura de una pre-disposición, de un ámbito pre-disposicional, en el que el Dasein, al retraerse a esta relación (Verhältnis) entre el ser y hombre, llega a co-rresponder. Este ámbito pre-disposicional inserta las referencias del olvido en el que queda oculta esta relación, y el ser mismo en la dimensión del temple fundamental, como del claro abierto para el ocultarse de esa relación, relación en la que el hombre llega a ser sí mismo. De esta manera, vemos que el Dasein –acaecido apropiadoramente– es llevado a fundación al ser concernido no de manera aislada, sino como la simple instancia [Inständigkeit]de la verdad del ser, como claro de la ocultación. En este modo de corresponder se alude a una retracción de la misma relación de reserva que va a implicar la instancia de Da-sein, como aquella que retiene como claro de lo que se oculta: el rehúso del ser.
En este sentido, podemos ver cómo Heidegger llevará a cabo la tematización de la disposición afectiva como el modo fundamental mediante el cual el Dasein queda abierto en su “ahí”.Recordemos que la analítica de la existencia arranca del ámbito de la cotidianidad donde primeramente y la mayoría de las veces es disimulado e inadvertido un “haber previo del darse de las cosas”, y en el mundo, en cuya dimensión abierta somos absorbidos, nos escapamos de nosotros mismos al perdernos con las cosas. Desde el mismo modo cotidiano, el Dasein comprende y se halla dispuesto afectivamente, el mismo Dasein es la apertura [Da] proyectual de las posibilidades en las que él ya siempre está anímicamente templado.[10]
La comprensión afectivamente dispuesta es un modo eminente de acceso al mundo,[11] el ámbito afectivo, lejos de ser una caracterización o clasificación de las vivencias, va a ser el modo como el ser-ahí se encuentra a sí mismo. Lo que Heidegger distinguirá como temples fundamentales se comprende en la medida en que estos trasponen al Dasein a su puro existir como ser posible. La angustia,[12] por ejemplo es el temple eminente que arroba en el momento más anodino al Dasein es su propio estar en el mundo. El ser en el mundo es vuelto manifiesto en su pérdida de familiaridad. Pero, es en un carácter in-hóspito, no familiar, que el mundo se le vuelve al Dasein como mundo. Y, en él, el Dasein recobra su mismidad en cuanto ha quedado despejado su simple ser posible en cuanto existente.
En el intento del pensar según la historia del ser, los temples de ánimo fundamentales van a abrir un espacio decisional en la instancia de Da-sein, como sitio de apertura para la esencial sustracción del ser. Lo que va a significar que se tenga que abordar o esclarecer el salto o la transformación del propio temperar de un temple como para que se vuelva éste mismo la apertura fundacional de una disposición histórica.
El carácter fenomenológico del Dasein, tematizado desde el proyecto del Ereignis se entenderá de acuerdo a una hermenéutica disposicional, la cual sólo figurará como “experiencia fundamental” una vez que entra o se pone en juego la pregunta por la esencia de la verdad. Pues la pregunta preliminar por la verdad se hace necesaria para aclarar la fundación de esta experiencia fundamental, así como se vuelve necesaria la fundación del Da-sein en la verdad del ser, es decir que, el Da-sein pertenece esencialmente al claro de lo que se oculta. Pero, “la esenciación de la verdad sólo se alcanza si se logra des-plazar [ver-rücken] al ser-humano usual-cotidiano y dejarlo emplazar en su fundamento. Para ello requiere de aquel salto que ahora podemos preparar sólo en su dirección de proyecto”.[13]
Heidegger se da cuenta que, el temple, en la medida en que dis-pone [Ver-setzende], funda el juego de espacio-temporal de la disposición misma en la que el Dasein es dis-puesto y portado. Ahora, decir “Dasein” va a indicar el juego de espacio temporal en el que, como decíamos, se funda la verdad del ser.[14] Por ello, en la tematización del temple, “se inaugura abismosamente el estar arrojado del arrojarse y del arrojador”.[15]
La hermenéutica predisposicional en el Da-sein va a significar un propiciamiento de posibilidades históricas ante un retraimiento de su mismidad y de su posibilidad de historia. Las disposiciones fundamentales se presentan como la posibilidad de que el hombre pueda ser concernido en un acaecer, y de este modo, tenga la posibilidad de ser afectado en su esencia. El temperar de un temple como disposición fundamental indica una devolución de mismidad en cuanto Dasein, una devolución del ente como ente, del mundo como mundo.
Desde una radicalización de la cuestión ontológica fundamental en el preguntar por el ser −el cual la mayor parte del tiempo se nos sustrae en su sentido más originario, en una cotidiana obviedad−, apuntamos a lo que se menciona como salto apropiador en los Aportes a la filosofía, intentado precisar con ello el giro oscilante que va a significar ahora la fundación del Da-sein como instancia de apropiación entre el final del primer comienzo y un otro inicio apenas vislumbrado.
No debemos olvidar que, la interpretación del proyecto arrojado del Dasein en su transparencia, busca llevar a consideración al ser pero “sin el ente”, volviendo transitable, así, la posibilidad de “otras relaciones ante el ente y para el ente”.
Pero, ¿cómo podrían abrirse vías transitables desde aquella singularidad del Dasein, de tal modo que esta alusión sea llevada a una transformación esencial con respecto a toda relación habitual y ya conocida con lo ente como tal? Cómo ser dispuestos por un decir “completamente otro y habitual” si “con la fundación de ser-ahí se transforma toda relación con el ente”. Pero, qué pasa si, como Heidegger nos señala en Meditación, el proyecto del ser como acaecimiento propicio traslada y arrastra a una transformación esencial al proyectante, y precisamente, en tanto éste se llama “hombre”.[16]
La exigencia que asalta aquí es la de que todo salto apropiador tiene que ser sometido al quiebre del ser. Pero para ello se tendrá que haber olvidado, en un sentido creador –dice Heidegger– el modo vigente de preguntar por el ser, es decir, por la entidad. Pero, para abordar la cuestión del Dasein –se indica en los Aportes a la filosofía– “no hay tránsito mediador”, se requiere ante todo de un salto apropiador.
Heidegger señala en los Aportes que “el Da-sein es la crisis entre un primer y otro comienzo”. Es decir que, desde la hermenéutica fenomenológica del Da-sein se inauguran las posibilidades del Ereignis, pues desde 1927, “Da-sein” va a ser un indicio de lo que tiene que ser pensado como el proyecto “ser y tiempo”, lo más propio que cada uno tiene para su recíproca copertenencia y que se designa simplemente: acaecimiento [das Ereignis].[17] Así como señala Heidegger en la Introducción a “¿Qué es metafísica?”, Dasein ha sido pensado como una instancia que aún tiene que ser experimentada como el “lugar de la verdad del ser”, como un pensar que se ha puesto “en camino” en Ser y tiempo para “alcanzar la referencia de esta verdad del ser a la esencia del hombre, para abrirle al pensar una senda a fin de que piense expresamente al propio ser en su verdad”.[18]
Atender la singularidad del Da-sein,[19] como un proyecto retrospectivo significará ya el proyecto del pensar conforme a la historia del ser. Un proyecto retrospectivo[20] del inicio del pensar occidental, donde el ser humano ha sido determinado como el custodio del estar desocultado del ente, y que llegó a determinarse a sí mismo en una pérdida de propiedad, como animal rational.[21] En esta vuelta de meditación histórica, “el ser-ahí es la fundación del abismo del ser a través de la toma en reivindicación del hombre como aquel que es entregado a la vigilancia para la verdad del ser”.
Desde el pensar según la historia del ser, la fundación de Da-sein lleva a cabo un desplazamiento de la esencia vigente del ser-humano hacia una ausencia de ubicación, la fundación de Dasein desde su infundación [Ab-grund][22] o desde su aclaración abismosa como el juego de espacio-temporal que lo constituye.
En este proyecto de la verdad del ser, se trata entonces de reconstruir los motivos de una hermenéutica que aporta posibilidades para una fundación histórica, en tanto intenta abrir un espacio de propiciamiento al desplegar las posibilidades o modalidades del rehuso del ser, pero a partir del recuerdo, del pensar en tránsito y del presentimiento como preparación. En esta tesitura, la retención va a ser la disposición hermenéutico-fenomenológica de este pensar ontohistórico que va a situar la referencia fundamental del olvido conduciéndolo a una meditación apropiadora.
Asimismo, “pensar según la historia del ser” señala el tránsito que se abre dese la vía del preguntar metafísico hacia un decir conforme a la historia del ser. La pregunta conductora “por” el sentido del ser salta como pregunta fundamental para asignar al ser su verdad. Nos dice Heidegger en Meditación que, sólo desde un pensar que es perteneciente al ser procede la posibilidad de superación de la metafísica –en cuanto estructura de la apertura del ente como tal. Y, esto se vuelve posible, en cuanto el preguntar mismo “por” el ser se transforma en un preguntar por la apertura en cuanto tal, y deja “al ser” obsequiar una palabra, una respuesta que, a su vez, exige otro oír, un transformado escuchar. Pero este pensar que sigue el curso de la historia del ser, es él mismo la “seña más calma del ser” que fuerza al hombre a la disposición del preguntar, que lo fuerza a él mismo frente a su capacidad de decisión. Desde esta consideración, el preguntar se vuelve la propia dignificación al asignar al ser la respuesta de su verdad.
Mediante un trato hermenéutico de la comprensión del ser del ahí, vemos que la tesitura histórica se vuelve ella misma una radicalización del pensar donde ‘pensar según la historia del ser’ implica comprender un salto en el preguntar, el preguntar mismo experimenta un salto, un quiebre. El preguntar ‘por’ el ser ha experimentado una falta, pero a la manera en la que se olvida lo que falta. “El olvido del ser no es tanto una carencia del pensamiento metafísico sino aquello que constituye lo ‘propio’ del ser que se retira, es decir se olvida él mismo dando lugar a la claridad”.[23] La dimensión del olvido del ser va a traer consigo un recuerdo, el recuerdo de falta, de su huida en lo banal, el recuerdo de un no darse, el recuerdo de que el ser propiamente se sustrae.
Así, desde el ‘olvido del ser’ nos colocamos de frente a una designación de algo así como historia de la metafísica, el olvido del ser recae fuera de una cuestión subjetiva, pero dentro de una determinación histórica-temporaria del ser mismo, una “época del ser” en la que “el ser se ha retraído del hombre y el hombre se ha precipitado a un eminente olvido del ser”.[24] La propia “época del ser” va a señalar una “suspensión” del ser mismo, de ahí la necesidad de repetir la pregunta más innecesaria, pues con la época del ser se da una suspensión de decisiones de la propia existencia histórica. Sin embargo, el olvido sería destino mismo del ser, el ser retiene su verdad y de este modo deja al ente en su apertura desapropiada. Lo que muestra el olvido es el acaecer propicio de la ocultación donde, a su vez, la ocultación misma se mantiene en lo oculto.
Heidegger alude aquella incapacidad de retener en memoria como un no poder atender la cosa que se nos escapa, y donde nosotros mismos nos escapamos con ella,[25] quedamos fuera en una ausencia. Aquello que se olvida no falta, y tampoco es una mera ‘falta’ del que olvida, en todo caso, nosotros mismos faltamos a la cosa que se nos escapa en un olvido, y nos escapamos de nosotros mismos en el olvido del olvido. De modo que un descuido le viene propio a la escucha mortal, des-atiende por un ‘no poder escuchar’ y por un ‘querer desatender’.[26]
En el Parménides, Heidegger, aludiendo a la palabra poetizante de Píndaro,[27] puede decir que el hombre se halla dentro de la ‘nube sin señal’, de modo que se halla fuera de lo desoculto, la nube no se muestra en lo absoluto a sí misma, es decir, no se logra avistar el ocultamiento en su propio retraimiento. El olvido no es advertido como olvido. El olvido se oculta mientras se retrae. De ese modo, el hombre está fuera de lo desoculto, dentro de la nube sin señal, “totalmente ausente”, “abstraído”, “presa de algo”, “encadenado”, la nube no da asomo, no se muestra en lo absoluto a sí misma. Por ello, un ‘retener’ o guardar en memoria’, significa, en primera instancia, meditar el olvido, y va a requerir la apropiación de ese olvido, ya que sólo desde esta apropiación es que un giro en el preguntar puede lanzar hacia otro comienzo.
Esto es, el pensar memorioso es aquel que toma en custodia la verdad del ser. Pero, para ello, se necesita disponer previamente del espacio de juego temporal como la instancia en el punto de de-cisión para la apertura del ser: estar sin una escisión en el ser.
Si la de-cisión es justo para Heidegger estar sin una escisión en el ser, como la co-pertenenecia del ser y la instancia de Da-sein, entonces la in-decisión sería acaso un no acaecer del “entre” de esta pertenencia, y donde, más bien, se está escindido de la propia verdad del ser. Donde entonces, podríamos aludir que, si el ser se apresta en el pensar como lo más escurridizo, volátil como el humo, ausente en el olvido, lo que propiamente acaece entonces es una vuelta al peligro de una total des-apropiación.
La des-apropiación [Ent-eignis] tendrá que ser allí, como en una plenitud de otorgamiento, lo que propiamente nos pertenece. Por ello, dice Heidegger en la conferencia La vuelta,que es únicamente allí donde lo perteneciente se nos ha retraído, que el abandono del ser puede ser experimentado como necesidad y a nosotros mismos concernidos en el peligro. Esta es la oculta posibilidad de una vuelta, en la que ante el peligro del extremo olvido del ser se pone en marcha una simple y radical ‘transformación en el preguntar’.
Esta radicalización del pensar va a implicar fundamentalmente un giro en el pensar de Heidegger, ¿por qué? Porque ahora, y sólo ahora, surge una necesidad extrema que requiere de la meditación: la necesidad de la falta de necesidad. El abandono por parte del ser, hay que decirlo, es la necesidad suprema, necesidad suprema que se abre en el espanto [Erschrecken] en cuanto que se hace necesitar (como temple fundamental que lleva la necesidad del otro inicio que tiene la forma del abandono del ser), y donde la pregunta por la esencia de la verdad resulta ser, por tanto, lo necesario de esta necesidad (en la necesidad de la ausencia de necesidad). Por ello, la pregunta por la verdad se abre como la meditación sobre el primer inicio.
El ser necesita al ser humano –pero “humano” sólo en el sentido de que ser-ahí reivindica al hombre para el cambio esencial. “Da-sein” sólo transfiere a propiadoramente al ser en su verdad.[28] La pregunta por la verdad no sólo refiere el planteamiento de una modificación del concepto vigente de verdad, la pregunta por la verdad ya no es un “problema” de lógica, se trata, más bien, de una “transformación del ser-humano mismo”. Ser guardián y custodio de su verdad señala la singularidad del Da-sein, “la propiedad es la seña de su mismidad”. Radicalmente, señala Heidegger en los Aportes a la filosofía: “ser-ahí –el ser que distingue al hombre en su posibilidad […] ya no requiere entonces para nada la adición “humano”,”[29] desde este planteamiento toda “posibilidad de antropomorfismo ha sido quebrada”.[30]
Para concluir podríamos señalar dos momentos de la retención [Verhaltenheit], como temple fundamental del pensar venidero[31]desde la resolución del Dasein.
Podemos considerar como un retener el olvido del más propio ‘poder-ser’ y, al mismo tiempo, el retener el olvido que la existencia sufre de manera constante como un profundo olvido de sí misma.[32] En cuanto ex-sistencia, el Dasein olvida su más propia posibilidad, se mantiene fuera de su haber propio en cuanto unidad extática horizontal de haber-sido, siendo, y futuro, en la que el Dasein está dentro de la apertura del ser, apertura que siempre se retrae, y que, precisamente, en su retraerse, es olvidada.
Por ello, el retener el carácter extático de la ex-sistencia, es estar resuelto como sí mismo propio en el cuidado de su ser arrojado y esencialmente finito. De esta manera, la resolución [Erschlossenheit] –señalada en la ontología fundamental–, se entenderá como la posibilidad propia de la existencia, en la que se retiene el carácter tempo-espacial de la existencia que se funda como historicidad.
La resolución [Austrag] –ahora señalada y pensada desde la historia del ser–, será comprendida como la fundación del Da sein en la verdad del ser, por tanto la resolución no sólo indicará un sí mismo propio y resuelto, sino se da como despliegue de la “ahidad” del ahí, como ser com-portado en la “instancia [Inständigkeit] de retención [Verhaltenheit]”, esto es, retener el claro en el que la ocultación del ser se aclara, se des-cubre. Desde este sentido, el retener –en esta resolución, como ser soporte y custodia–, se plantea el despejamiento del claro del ocultarse como del ser mismo en su acaecer. La instancia de Da-sein implicará un resuelta y dispuesta retención del claro de la ocultación, retención del acaecimiento del como rehuso. Por eso, el signo de la retención será: la pre-disposición del estar dispuesto al rehuso como donación.
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Notas
[1]“El salto es el riesgo de un primer abrirse paso en el ámbito de la historia del ser”. “Ser y tiempo es el tránsito al salto” Cfr. M. Heidegger, “El salto” en Aportes a la filosofía. Acerca del evento, Biblioteca Internacional Martin Heidegger, Biblos, tr. Dina Picotti, Buenos Aires, 2003, § 115.
[2] Desde las lecciones de 1928 (Principios de la lógica), respecto delproblemade Ser y tiempo,Heidegger señalaba el enfoque de la locución “Dasein”, entendida como la expresión neutral que indica la cualidad esencial de este ente se pertenece a sí mismo en su propia existencia.
[3] Cfr. M. Heidegger, Aportes a la filosofía. Acerca del evento, Biblioteca Internacional Martin Heidegger, Biblos, tr. Dina Picotti, Buenos Aires, 2003, p.27.
[4] Seminarios de Zollikon, Jitanjáfora, tr. Ángel Xolocotzi, Morelia 2007, p.24
[5] Cfr. “Protocolo de un seminario sobre ‘Tiempo y ser”, p. 49. Despertar: entendido como un acordarse de algo que aún no fue pensado. Sólo en el pensar en el ser mismo, en el acaecimiento propicio, es experimentable como tal el olvido del ser mismo.
[6] Cfr. M. Heidegger. Los problemas fundamentales de la fenomenología, Juan J. García Norro. Trotta. Madrid 2000, § 18, p.273.
[7] El proyecto del ser ahí sólo es posible como ingreso al ser-ahí. Pero ello implica una vuelta o un giro que traslada las referencias a esa apertura “Da”, a la manera de un claro en el que cada vez se encuentra el ente en totalidad, donde se muestra el ser del ente abierto y al mismo tiempo se retrae, Cfr. Preguntas fundamentales de la filosofía,p.195.
[8] Aportes a la filosofía §161
[9] Aportes a la filosofía § 162
[10]La existencia del Dasein en su carácter de arrojado lleva como posibilidad la apertura de la comprensión. Dicho de otro modo, en la comprensión del ser del Dasein le es inherente la proyección, en tanto él mismo se encuentra lanzado en la apertura de su ser. De ahí que, el propio ‘poder ser’ del Dasein sea el comprender como apertura siempre afectiva.
[11] La disposición afectiva del Dasein se funda precisamente en la condición de arrojado, y el temple anímico, como carácter óntico de la disposición afectiva, va a llevar al Dasein ante su condición de arrojado, es decir, al des-encubrimiento de que él mismo se encuentra de esta o aquella manera, pero que, fundamentalmente, se encuentra a sí mismo, arrojado a un mundo dispuesto y proyectado en él.
[12] Cfr. Ser y tiempo §40 …aquello ante lo cual la angustia se angustia es el estar-en-el-mundo mismo.
[13] Preguntas fundamentales de la filosofía, p. 194.
[14] Dice Heidegger, “la pregunta por la verdad es la pregunta por la esenciación del ser, es decir, la pregunta por la apertura (el claro del) para el ocultarse. Pero el ser necesita al ser humano, como quien depara fundamento y localización a la verdad, es decir el “Da” es quien soporta la apertura para el ocultarse”, Cfr. Preguntas fundamentales de la filosofía, p.199.
[15] “Salto” en Aportes a la filosofía, §181
[16] M. Heidegger, Meditación, Biblioteca Internacional Martin Heidegger, Editorial Biblos, tr. Dina V. Picotti, buenos Aires, 2006,§95“Ser-ahí”.
[17] Cfr. Tiempo y ser, op., p. 38.
[18] Introducción a “¿Qué es metafísica?” en Hitos, p.304.
[19] Vemos en el ensamble de “la Fundación” de los Aportes a la Filosofía, que Heidegger dilucida el término Da-sein, primeramente, desplegando los motivos de quiebre [Zerklüftung] o ruptura respecto al ente como un realmente siendo [Seiende], como presente ante la mano. La presencialidad del ente vendría aparejado del propio esenciarse del ser como rehuso, es más, es a partir del reinar de la sustracción del ser que el ente puede devenir el ente que es. Y, no obstante, el rehuso del ser es sustracción que pertenece al ser-ahí.
[20] ”rückblickender Sprung” GA 10, p.111. Al respecto de la tematización de este “proyecto retrospectivo” Cfr. “La necesidad y el ser-necesario del primer inicio y la necesidad y el ser-necesario de otro preguntar e iniciar”, Capítulo quinto de Preguntas fundamentales de la filosofía.
[21] Cfr. Preguntas fundamentales de la filosofía p. 205. Posiciones metafísicas fundamentales § 21, 34, 37, 43.
[22] Se lleva a cuestión “la relación del ser humano en su referencia al ser, en el giro: el ser y su verdad en referencia al ser humano. Con la determinación de la esencia de la verdad va de la mano la necesaria transformación del ser humano. El desplazamiento del ser-humano desde su ubicación vigente: como ausencia de ubicación, hacia el fundamento de su esencia, Preguntas fundamentales de la filosofía, p.196.
[23] F. Dastur, La pensé à venir, Librairie Philosophique J. Vrin, Parin, 2011.
[24] Parménides, p. 112.
[25] M. Heidegger, Interprétation de la deuxième Intempestive, Tr. Alain Boutot, Gallimard, Paris, 2003, (GA 46), p. 53.
[26] Cfr. Himnos, p. 180. No poder escuchar y querer desatender es propio de la escucha mortal. Olvidándolo y liberándolo lo hacen saltar, “lo dejan surgir”. Pero los mortales huyen del origen, quieren olvidarlo, eluden su carácter terrible y se contentan con ‘lo que ha brotado’, sin considerar éste como tal.
[27] Cfr. Píndaro, “Olímpica VII” en torno al “olvido del fuego”. En este sentido el desocultamiento del ente no es avistado en su esencial abandono por parte del ser, pues, bajo la forma del olvido, se guarece como impensado el desocultamiento como el ser mismo. La determinación de la esencia de la “verdad” ya no dice “desocultamiento”.
[28] Meditación §93
[29] Aportes a la filosofía…§ 176.
[30] Meditación §94
[31] Cfr. Aportes a la filosofía §5, 13
[32] Señala el pensador: “Sólo gracias al olvido originario, que pertenece al Dasein fáctico, se da la posibilidad de retener algo […] el recuerdo sólo es posible gracias y mediante el olvido originario que pertenece al Dasein”, Cfr. Los problemas fundamentales de la fenomenología, § 20 “Temporalidad y temporaneidad” p. 347.
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