Nunca como hoy, Nietzsche ha sido convertido en un rockstar de la filosofía. Gran parte de la filosofía se siente obligada a tener al menos una cita de este filósofo que concitó la locura, el instante, la transgresión, el otro lado de las cosas, la palabra fragmentada, el ditirambo, la poesía. Lo que llamaríamos su experiencia trágica y cósmica de la locura en él se encontró disfrazada por los privilegios exclusivos de una conciencia crítica. Nietzsche es ahora todo lo que no quiso ser: un modelo de comportamiento, un santón de la libertad, un adalid del cambio, de la pluralidad, refugio de diletantes, el libro bajo el brazo de un poeta maldito, una palabra mágica que como un sésamo parece conferir autoridad a quien pronuncia su nombre. Pero, sigo creyéndolo, Nietzsche es una figura que nunca podrá ser total, y que en manera alguna podremos llegar finalmente a su verdad positiva; el “Loco de Turín”, “Il professore” es una figura fragmentaria la que falazmente se presenta como exhaustiva; es un conjunto desequilibrado por todo lo que le falta, por todo lo que oculta.
Por debajo de la llamada conciencia crítica de la modernidad, la locura y las formas en que ha sido abordada, sean éstas filosóficas o científicas, morales o médicas, no ha dejado de velar una sorda conciencia trágica y ella sigue siendo el enorme atractivo de Nietzsche, algo inconfiscable. Desde Nietzsche, como dice Foucault, más de la mitad del mundo ético versa así sobre el dominio de la sinrazón, aportándole un inmenso contenido secreto de erotismo, de profanaciones, de ritos y de magias, de saberes iluminados, investidos secretamente por las leyes del corazón. Nietzsche seguirá siendo siempre una metáfora, un palimpsesto, un enigma. Este conjunto de textos que presentamos hoy en Reflexiones Marginales, son esfuerzos notables por acercarse a eso que sigue estando del lado de lo no-dicho.