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Locura

Los pliegues de la Locura.

Desde su entrada en el teatro filosófico de Platón la locura se presenta plisada, a la vez inspiración divina y amor a la vida. El Fedro enseña que la locura divina se despliega  en lo profético, en lo purificante, en lo poético y en lo amoroso. Como amor a la vida, encuentra su mayor elogio en Erasmo de Rotterdam, quien invita a escuchar las polifonías de los sentidos, consentir las emociones, estar en concordancia con las cosas simples del mundo. La locura de la que habla es Moria, es decir, humana y laica, y por ello, demencia, desvarío, frenesí, furia, insensatez, sabiduría práctica, magia. Suele llamar dulce ilusión a esta hija de Plutón, diosa nacida en las Islas Afortunadas,  vestida con piel de león, y escoltada por un séquito dionisíaco. Su sarcasmo desnuda a dioses, papas, obispos, cardenales, frailes, nobles y plebeyos, poetas, escritores, filósofos, para mostrarlos como adoradores de la locura, a la que hace decir: nadie puede vivir sin mí.

La Stultifera navis, de Michel Foucault, muestra las cartas de navegación de los discursos de la locura en la época clásica, cuando la voz del loco, vorágine de fuerzas, se define como lo otro respecto de la voz del logos. Una voz que es preciso acallar. La locura significa entonces sinrazón, como la sinrazón superficial del Sobrino de Rameu,  forjada por la opinión dogmática e intolerante. La sinrazón brota en medio de las formas de la razón con la máscara del bufón ajeno al ridículo, en pletórica afirmación de su diferencia.

Los Principios de sabiduría y de locura, de Clément Rosset, muestran dos tipos de locura que expresan la disparidad entre la existencia concreta y la insistencia metafísica de las verdades supuestamente eternas; la existencia desplazada y la existencia desdoblada. La primera es una locura suave, poética; la segunda es tan dura como el diamante, pues privilegia lo irreal frente a lo real. El loco suave tiene un gusto por lo falso, por el engaño (trompe-l’oeil), por la mentira artística que, sin dejar de mentir, no miente porque es, de hecho, una devoción muy fina por lo real. Los locos del desdoblamiento operan en el mundo físico: Platón, Ramón Llull, Rousseau, Hölderlin, Heidegger. Los del desplazamiento miran hacia mundos fantásticos, y aún más, los habitan. Rosset habla de locos con existencia real, y de locos con existencia fabulosa,  personajes musicales, cinematográficos y literarios, como el Don José de Bizet, el Antoine Donel de Truffaut, y el Geronte de Molière.

Y hoy, ¿qué relaciones se establecen entre filosofía y locura? El sentido doble de la locura se conserva. Quienes han sido capaces de escuchar la más seria de las noticias: la Muerte de Dios, que Nietzsche pone en la boca de un loco, saben a lo que se refiere cuando dice que la locura es la Gran Salud. Pero si esta noticia se desconoce, la locura se considera como indigna de ser pensada. Y sin embargo, ella es inseparable de todos los procesos de racionalidad y de todos los actos de creatividad.

Sonia Torres Ornelas

Editora invitada

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