El diseño del Capitalismo Mortuorio: de la cultura del desastre al narcisismo

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El diseño del Capitalismo Mortuorio: de la cultura del desastre al narcisismo

11.

Introducción

El inicio del 2001 trajo consigo una suerte de eventos catastróficos concatenados que sepultaron para siempre a la doctrina del estado de bienestar. Los desastres que hasta el momento habían sido parte del imaginario colectivo y de los consumos culturales como por ejemplo el cine catástrofe,[1] pronto dejaron de ser una ficción para transformarse en parte vivida de una realidad cotidiana. Con el ataque al centro financiero de Estados Unidos el 11 de Septiembre de 2001, se sucedieron una serie de desastres y catástrofes que fueron de tsunamis y terremotos, hasta la aparición de virus potencialmente mortales como el SARS, Gripe Aviar y por último el Ebola-Zaire. La ciudadanía comprendió que nadie estaba a salvo a ningún lugar. La literatura especializada en manejo de riesgos y desastres fue adoptada como cita obligatoria en la mayoría de los ensayos filosóficos y libros. Muchos filósofos dese Bauman, Baudrillard, Soyinka hasta Bernstein hablaban de una era del temor donde la civilización occidental quedaría expuesta a luchar no solo contra sus propios demonios, sino contra sus dilemas éticos. No obstante, todos estos escritos perdieron de foco el motivo central por medio del cual la cultura del desastre se instalaba en todos los medios masivos de comunicación. Aun cuando sus posiciones académicas eran de vital interés, por la profundidad de su desarrollo, poco decían ni del cómo ni del para qué, asistíamos a lo que en este ensayo bautizamos como “diseño del capitalismo mortuorio”. La idea de protección que hasta entonces sólo evocaba la necesidad de intervenir en el medio cuando surge una amenaza, evidenciaba que ahora el mundo externo todo era un peligro. Si con Harvey habíamos ya fijado el inicio del capitalismo tardío en el embargo árabe israelí del 73[2] y en ascenso de las vulnerabilidades económicas que afectaban a los sistemas estandarizados de producción, quedaba inconclusa el rol que los desastres cumplían en esta nueva cultura del miedo. Nuestra tesis radica en una compresión alternativa que subyace en la idea que toda cultura se construye por medio de un desastre que le precede. La evidencia central a ello se sucede de una lectura del mito fundador de Noé donde Dios dispone de un desastre para la reconstrucción de una nueva cultura ejemplar a la cual los sobrevivientes deben seguir, pero no se limita solo a ella.[3] Noé es, antes que nada, un superviviente y el único dispuesto por Dios para continuar el linaje humano. La fuerza de este mito en el sistema capitalista es tan visiblemente exitosa pues explica ideológicamente porque la trascendencia de pocos se legitima con la muerte de todo. La cultura del desastre dentro del capitalismo moderno tiene como misión desorganizar los lazos sociales a través de la introducción del narcisismo, el cual –como se explicará adelante- sugiere “la imposición del darwinismo social”. El capitalismo se ha expandido gracias a dos pilares discursivos básicos, la necesidad de protección y el deseo de sentirse diferente. El capitalismo adquiere una nueva fase donde la muerte se transforma en su elemento constitutivo. A través de la presencia de la muerte, se pueden reciclar estructuras que de otra forma quedarían obsoletas. En términos propios se vive en tiempos del Thana-Capitalism o Capitalismo Mortuorio. El vocablo Thana, proviene de Thanatos que significa muerte. Uno de los poetas estadounidenses más brillantes W. Cullen Bryant uso la palabra Thanaptosis para referirse a la necesidad de reciclar la vida por imposición de la muerte. No venimos a este mundo para vivir, pero el milagro sucede que a medida que vivimos estamos muriendo. Este ciclo puede ser alimentado gracias a que los que muerte dejan lugar a los que nacen.[4] Los consumidores del thana-capitalismo buscan alimentar su experiencia mediante la muerte de otro que les alimenta el ego hasta el punto de sentirse excepcionales. Estos valores culturales nuevos para muchos analistas han invadido la estética re-interpretando o modificando sustancialmente los conceptos de belleza. Los paisajes que hasta décadas atrás inspiraban a los poetas o pintores han dado lugar a los noticieros y a los medios masivos de comunicación donde la transmisión parece sustentada en notar como “los otros mueren”, o como las comunidades son arrasadas por los cataclismos naturales. Toda esta nueva cultura que nace luego del 2000, pero rompe con la sociedad del riesgo clásica, la hemos llamado thana-Capitalism o Capitalismo Mortuorio. Para poder vivir, los ciudadanos del Capitalismo mortuorio necesitan ver como otros mueren.

Naomi Klein

Naomi Klein

 

Debate Conceptual Previo

En uno de sus libros, The Shock Doctrine, la periodista canadiense Naomi Klein sugiere que el capitalismo necesita de los desastres para poder reciclarse. A cada episodio, le sigue, los esfuerzos denodados por agregarle valor al territorio que ha sido destruido. Desde el comienzo de los golpes de estado en Latinoamérica hasta el 11 de Septiembre de 2001, las democracias ceden frente a las presiones corporativas o lo que ella denomina “las dictaduras del capital” la cual ejercen una presión indescriptible por imponerse. Por medio de la “doctrina del shock”, agrega Klein, las elites pueden precarizar las condiciones de trabajo de los ciudadanos estableciendo políticas que de otra forma serían ampliamente rechazadas. En tal sentido, el desastre preocupa, pero a la vez entretiene a la audiencia hasta el punto de paralizar la participación ciudadana en la política. Por medio de la introducción del miedo, se legitima la intervención.[5] Aun cuando Klein examina las consecuencias de la postmodernidad, no hace foco en las causas socio-culturales por medio de las cuales surgen estas incertidumbres diseñadas. Por el contrario, el sociólogo francés, Robert Castel sugiere que la gran paradoja de la modernidad implica aceptar que gozamos de las tecnologías que hacen de nuestra vida un lugar muy seguro en comparación con los campesinos de la edad medio, pero a la vez, nos sentimos vulnerables y desamparados. Esta suerte de inflación del riesgo nace en el momento que el Estado Nacional abandona el sistema de bienestar. Los ciudadanos no parecen estar sujetos frente a la ley que les precede, sino que entienden que ahora todos son iguales ante el riesgo.[6] Estas nuevas sociedades mantienen formas de producción desjerarquizadas, si se quieren horizontales donde toda estructura de poder tiende a desdibujarse. El papel sagrado del experto como productor y mitigador de riesgos controlados cede frente a un público que mantiene multi-acceso a todas las producciones científicas y que en razón de tal ha desarrollado entendimiento del conocimiento producido.[7] No obstante, cuando aceptamos el riesgo suponemos que somos responsables de problemas que otros generan, de decisiones que otros toman en nuestro nombre. Comprender al mundo como un espacio hostil equivale a sostener la idea que para ese mundo milenario que se ha transformado durante millones de años somos importantes. Se da en este sentido una conexión interesante entre el excepcionalísimo y el terror que puede observarse claramente.

11.2

Cuando los turistas estadounidenses manifiestan terror por viajar fuera de la protección de su patria, sugieren que ellos son especiales para otros que desean su destrucción. En films como Hostel, una red de psicópatas ricos promueve sus servicios por medio de los cuales se puede torturar hasta la muerte a turistas de diversas nacionales y grupos étnicos. Todos ellos, no obstante, alcanzan una jerarquía que afecta al valor de intercambio. Los estadounidenses se sitúan como los de mayor valor frente a otras nacionales menos atrayentes. Siempre en esta misma línea conceptual, podemos confirmar que Beck y Giddens equivocaron su diagnóstico respecto a la des-jerarquización del ciudadano frente al riesgo. Por el contrario, los grupos que poseen mayores ventajas cognitivas, técnicas y materiales para enfrentar a los peligros de un mundo complejo se emplazan como la nueva “clase dominante” respecto a otros que simplemente se limitan a sufrir por políticas que se fijan fuera de su ámbito mediato de acción. En perspectiva, Hostel recuerda no solo que no todos somos iguales, sino que la cultural anglo-sajona se ha atribuido el derecho a valer más por medio del terror.[8] Del riesgo tal y como sugiere Richard Sennett se deduce que se ha transferido sobre el ciudadano la necesidad y el derecho de gestionar sus propias medidas de protección frente al desastre. Quienes así no pueden gestionarlo, son tildados de “incapaces”, o “personas vulnerables”. Ser vulnerable implica no tener autonomía respecto de otros que si pueden auto-protegerse. Este cambio en las políticas de protección se asocia a una tendencia económica que pondera y valoriza a quienes no se apegan a una empresa por muchos años. Los expertos en organizaciones o sociología laboral sugieren que las personas deben cambiar de trabajo en forma periódica debido a que ello sugiere una adaptación sana a lo diferente. Más allá de este discurso subyace una lógica de explotación que intenta romper con los lazos sociales y con el apego tradicional de un sujeto a una organización. Por ese motivo, no es extraño observar que dentro del culto al cambio prime una atmosfera de precarización laboral.[9] Como bien afirma Zygmunt Bauman, la sociedad capitalista solo responde por aquellos eventos que amenazan su sistema productivo, sin importarle las causas, contextos y las personas. El factor económico es el mediador entre la ciudadanía y sus instituciones.[10] Sin lugar a dudas, una de las grandes contradicciones del capitalismo no solo radica en las asimetrías y las desigualdades que promueve, sino en la idea de un darwinismo social donde la supervivencia de los más fuertes implica la muerte del resto. En parte producto de una herencia puritana que parece estar en guerra consigo misma y con el mundo pero también debido a una noción clausurada sobre el futuro, los anglosajones han construido un imperio comercial (capitalismo) donde su ideología más fuerte el darwinismo puede verse por doquier. En trabajos, sin ir más lejos, como los Juegos del Hambre, donde cada participante se bate a muerte frente a otro en igualdad de condiciones. De todos los guerreros solo uno será el triunfador. Ellos entran en la competencia, como lo hace la masa laboral, con la esperanza de ser los únicos, aquellos seres especiales que por sus virtudes alcancen la gloria. Gracias a este verdadero discurso del narcisismo, la elite mantiene la opresión y el poder sobre el resto de las colonias. Lo mismo sucede en los realities show del tipo Big Brother, donde de todos los competidores sólo uno será el ganador. Cada uno de los que interviene en el juego sobreexpone y sobrevalora sus propias capacidades y probabilidades de éxito, y porque lo hace es que puede seguir en el juego. Si cada uno supiese sobre las escazas chances de ganar se uniría para romper las reglas impuestas.[11] Esta concepción del mundo capitalista es oportuna para nuestra discusión pues sugiere que la idea del desastre es funcional al declive del lazo social por medio del cual “este discurso darwinista” ha prendido dentro de una cultura de consumo desmedido.

Robert Castel

Robert Castel

 

 

El Discurso Capitalista del Desastre

Originalmente, Jean Baudrillard escribía que el éxito del capitalismo ha consistido en desdibujar en sentido de realidad imponiendo el simulacro, ya no como una ficción consumada, sino como un espacio donde los eventos tienen protagonismo en un futuro. Citando el ejemplo de la película Minority Report, una suerte de trabajo futurista de Steven Spielberg, donde la policía logra reducir el crimen por medio de la utilización de los Precogs, una suerte de videntes potenciados con cierta tecnología que podían darle un reporte a las autoridades sobre los crímenes futuros. Las aprensiones sobre los criminales se llevaban a cabo antes que el crimen se concrete. Esta alegoría lleva a Baudrillard a suponer que “el espectáculo del desastre” propuesto por los medios comunicativos emulan un sentido de realidad donde el riesgo no tiene entidad en el presente sino como potencial peligro a evitar. Toda la sociedad se estructura sobre este razonamiento movilizando recursos acordes a pseudo-eventos o amenazas que no se materializan.[12] No obstante, y lejos de la postura de Baudrillard, ese desastre en algún momento toma forma, ya sea por ineficiencia de los gobernantes o por complicidad del mercado. Es necesario adentrarse, llegado el caso, en la complejidad del sistema financiero y del estado, el cual no ayuda a los ciudadanos afectados o víctimas a reconstruir sus vidas y propiedades, sino que los subsume en el mundo del crédito financiero. En efecto, como sugiere Maximiliano Korstanje en los desastres de La Plata, Argentina, los estados en el mundo capitalista producen un sistema de dependencia por medio del cual la víctima queda atada al sistema financiero, atrapado entre el desastre y el crédito. Como resultado, el estado no solo desdibuja su responsabilidad en la configuración de una ciudad segura, sino que además refuerza la dominación del sistema capitalista sobre la fuerza laboral. Aquello que el deseo de consumo no puede lograr, lo hace el desastre.[13] En toda coyuntura de desastre, la autoridad de los gobernantes es puesta en cuestionamiento, en ocasiones severo, por parte de una ciudadanía que se considera desprotegida. Cuando el desastre es total, el estado y el mercado estimulan el deseo de consumo como un instrumento regulador del potencial conflicto que pudiese suscitarse. Para que ese deseo pueda concretarse es vital que se introduzca un segundo elemento, la necesidad de reconstrucción. En realidad, las sociedades desarrollan lo que los expertos llaman “procesos de resiliencia”, los cuales no son otra cosa que mecanismos de aprendizaje que ayudan a subsanar el dolor de la pérdida y que fortalecen al grupo frente a la adversidad. La víctima de un desastre natural o provocado por el hombre no ha elegido su destino, si se le diera a elegir de hecho evitaría lo trágico del devenir que le toca vivir. Empero, la pérdida y el dolor que siente lo pone en una condición de exclusividad respecto a quienes no han tenido la misma suerte. No solo el destino (sagrado) lo ha tocado, sino que, a pesar de toda la destrucción a su alrededor, él o ella han podido sobrevivir. Esta creencia lleva al sobreviviente a desarrollar una “idea de superioridad” respecto al mundo que es en parte natural. La víctima cree o siente que gracias a su fortaleza física, mental o espiritual ha podido sobreponerse a la tragedia, y que en calidad de sobreviviente tiene una misión encargada por quienes han muerto, evitar que el evento se suceda. Es por ese motivo que no es extraño observar, en contextos de desastres los sobrevivientes formen ONG ya sea con el objetivo de reorganizar la reconstrucción de los hogares o de emprender una lucha contra quienes se consideran culpables del evento. Desde el momento en que esta forma de razonar no puede retornar a un cauce normal, la victima entra en una neurosis narcisista que lo hace sentirse “único, superior, excepcional” y que sólo puede acceder a sus objetivos por el sufrimiento. En tal caso, el sistema capitalista parece apelar a la construcción de un discurso narcisista derivado del desastre, que inevitablemente lleva consigo las tintas de la “victimización”. Ahora bien, todo proceso de quiebre como éste entre normalidad y extra-normalidad sugiere que el lazo social con el otro se debilite. Cuando nos creemos excepcionales por virtudes internas o por haber sobrevivido a un episodio traumático, lo que hacemos es romper con otros que no han vivido igual condición, que no son merecedores de. En un contexto de turbulencias, la imposición de desastres es funcional a un quiebre que lleva a un debilitamiento sustancial de la confianza social. A ello se le suma un segundo problema que, derivado al primero, deja que el poder político permita tematizar las razones del desastre. En los últimos años, diversos lugares que fueron sacudidos por desastres se han transformados en espacios de ocio, lugares de turismo y/o monumentos que atraen anualmente a miles de visitantes. Ejemplos de ello puede ser el ground-zero, Nueva Orleans post Katrina, etc. La muerte masiva parece causar una importante atracción en la audiencia que intenta comprender las razones del desastre. Para algunos estudiosos esta tendencia sería parte del mecanismo de resiliencia de la sociedad y/o una manera de disciplinar “la muerte”.[14] Como sea el caso, se da una inversión de capital privado sustentado por una decisión que es política y que en la mayoría de los casos lejos está de hacer una autocrítica por lo sucedido. Visitando el Ground-Zero de NY o el museo del Holocausto, ¿podemos comprender eventos que por su complejidad nos llevarían a devorar cientos de libros y artículos especializados? La respuesta es: no. De esta afirmación se desprende, como haya demostrado Korstanje en el show mediático Chile ayuda a Chile, el poder político y económico emplean monumentos, museos y construcciones alegóricas de todo tipo para que la sociedad recuerde un mensaje, y su contenido contiene una visión sesgada de porque han sucedido los eventos que conmueven a esa sociedad. La paradoja radica en que, a medida que la comunidad sabe lo importante que es evitar la tragedia nuevamente, al sumirse en una historia falsa, existen altas probabilidades que vuelva a repetirse.[15] Esta repetición de eventos trágicos moldea la cultura capitalista y subordinan los medios de producción en dos ejes simbólicos bien definidos, distintos pero complementarios, el deseo de ser diferente y la necesidad de protección.

11.4

Por último y no por ello menos importante, nos hemos ocupado de quienes atraviesan por situaciones traumáticas, pero no hemos podido detenernos en esta suerte de audiencia que se apetece por consumir un espectáculo donde el desastre es el principal protagonista. Como ya hemos discutido, el capitalismo no funciona en sí por la explotación extendida sobre la fuerza laboral, sino en la aceptación gustosa de esta última en razón de una competencia total que no permite una consciencia de clase.[16] En perspectiva, como bien se planteaba George H. Mead hace unas décadas, las ciencias sociales deben prestar atención al fenómeno que se da entre una audiencia y los medios de comunicación. Los ciudadanos se encuentran dia a día más interesados en consumir noticias asociadas al crimen no pueden dejar de quejarse de la situación. La paradoja radica en que más allá de lo que el estado haga, seguirán consumiendo este tipo de noticias. La explicación a esta problemática consiste en que el Self se encuentra ligado a otros, y toda amenaza que afecta a otro que no soy yo, confiere un tipo de preocupación, pero a la vez de alivio.[17] Esta tendencia observada ya por Mead, lejos de ser natural, es un signo de cómo funciona el capitalismo moderno y la afinidad que mantiene sus audiencias por el desastre. La visita a monumentos de desastres o catástrofes puede llevar consigo una impronta si se quiere educativa, empero en el fondo, el visitante intenta reforzar su sentimiento de superioridad respecto a un “otro “que ha muerto. En las sociedades seculares donde el más allá es una imposibilidad, morir es el peor de los fracasos. El clima de competencia total promovido por el capitalismo darwinista explica las desigualdades económicas vigentes en donde pocos tiene mucho y el resto muy poco, por medio del progreso. Ser exitoso implica no solo adaptarse al riesgo y al cambio, sino además progresar. En este sentido, el pobre es visto como un “ser indigno” que en razón de tal ha perecido en la lucha por la supervivencia del más fuerte. Ideológicamente, comprendemos la vida como un gran juego o como una gran carrera donde la “caída del otro”, nos alegra por la sencilla razón que nos recuerda cuan especial somos, y que a pesar de los peligros seguimos en carrera hacia el premio mayor, la vida eterna. Seguramente todo estaba allí en la concepción puritana del libro de la Vida donde la salvación es administrada en cuotas o en forma restrictiva, deberíamos de haber escuchado el mensaje con mayor atención.

11.5

Notas

[1] Quarantelli, Enrico L. “A note on the protective function of the family in disasters.” Marriage and Family Living 22.3 (1960): 263-264.- Quarantelli, Enrico Louis. “The study of disaster movies: Research problems, findings, and implications.” (1980).- Brunsma, David, and J. Steven Picou. “Disasters in the twenty-first century: Modern destruction and future instruction.” Social Forces 87.2 (2008): 983-991.- Brunsma, David, and J. Steven Picou. “Disasters in the twenty-first century: Modern destruction and future instruction.” Social Forces 87.2 (2008): 983-991.
[2] Harvey, David. “The conditions of postmodernity: An enquiry into the origins of cultural change.” Nueva York, NY: Blackwell, 1989.
[3] Korstanje, Maximilianoe E. “Reseña de Burúcua (2013). El Mito de Ulises en el Mundo Moderno.” Athenea Digital. Revista de pensamiento e investigación social 15.3 (2015): 249-252.
[4] Bryant, William Cullen. “The Genesis of” Thanatopsis”.” New England Quarterly (1948): 163-184.
[5] Klein, Naomi. The shock doctrine: The rise of disaster capitalism. New York: Macmillan, 2007.
[6] Castel, Robert. “El ascenso de las incertidumbres: trabajo, protecciones y estatuto del individuo.” Buenos Aires: FCE, 2010. – Castel, Robert. La inseguridad social:¿ Qué es estar protegido?. Buenos Aires: Ediciones Manantial, 2015.
[7] Beck, Ulrich. Risk society: Towards a new modernity. Vol. 17. London: Sage, 1992- Beck, Ulrich. “World risk society as cosmopolitan society?: Ecological questions in a framework of manufactured uncertainties.” 1996- Giddens, Anthony. “Fate, risk and security.” The sociology of risk and gambling reader (2006): 435.- Luhmann, Niklas. Communication and social order: risk: a sociological theory. New Brunswick, Transaction Publishers, 1993.
[8] Korstanje, Maximiliano E., and Daniel H. Olsen. “The discourse of risk in horror movies post 9/11: hospitality and hostility in perspective.” International Journal of Tourism Anthropology 1.3-4 (2011): 304-317.- Korstanje, Maximiliano E., and Peter Tarlow. “Being lost: tourism, risk and vulnerability in the post-‘9/11’entertainment industry.” Journal of Tourism and Cultural Change 10.1 (2012): 22-33.
[9] Sennett, Richard. The corrosion of character: The personal consequences of work in the new capitalism. New York: WW Norton & Company, 2011.
[10] Bauman, Zygmunt. Globalization: The human consequences. New York: Columbia University Press, 1998.
[11] Korstanje, Maximiliano. A Difficult World, examining the roots of Capitalism. New York: Nova Science Publishers, 2015
[12] Baudrillard, Jean. “Virtuality and Events: the hell of power.” Baudrillard Studies3.2 (2006).- Baudrillard, Jean. The Intelligence of Evil: Or, The Lucidity Pact. A&C Black, 2013.- Smile, My Mother’S. “The Seventies Reloaded:(What does the cinema think about when it dreams of Baudrillard?).” Poetry 77 (2015).- Coulter, Gerry. “Jean Baudrillard and the definitive ambivalence of gaming.”Games and Culture 2.4 (2007): 358-365.- Coulter, B. Gerry. Jean Baudrillard: From the Ocean to the Desert, or the Poetics of Radicality. New Smyrna Beach: Intertheory, 2012.
[13] Korstanke, Maximiliano E. “Que se vayan todos que no quede ni uno solo. Interpretación de las tragedias de Buenos Aires y La Plata, 2013.”Encrucijadas-Revista Crítica de Ciencias Sociales 6 (2013): 150-169.
[14] Sather-Wagstaff, Joy. Heritage that hurts: Tourists in the memoryscapes of September 11. Vol. 4. Cailfornia, Left Coast Press, 2011- Potts, Tracey J. “‘Dark tourism’and the ‘kitschification’of 9/11.” Tourist Studies12.3 (2012): 232-249.- Korstanje, Maximiliano Emanuel, and Stanislav Hristov Ivanov. “Tourism as a form of new psychological resilience: The inception of dark tourism.” cultur-Revista de Cultura e Turismo 6.4 (2012): 56-71.- Stone, Philip, and Richard Sharpley. “Consuming dark tourism: A thanatological perspective.” Annals of tourism Research 35.2 (2008): 574-595..
[15] Korstanje, Maximiliano E. “Chile helps Chile: exploring the effects of earthquake Chile 2010.” International Journal of Disaster Resilience in the Built Environment 5.4 (2014): 380-390.
[16] Skoll, Geoffrey R., and Maximiliano E. Korstanje. “Constructing an American fear culture from red scares to terrorism.” International Journal of Human Rights and Constitutional Studies 1.4 (2013): 341-364.- Skoll, Geoffrey. Social Theory of Fear. New York: Palgrave Macmillan, 2010- Skoll, Geoffrey, and Maximiliano Korstanje. “The Walking Dead and Bottom days.” Cultural Anthropology 11 (2014): 23.- Skoll G Globalization of American Fear Culture. New York: Palgrave Macmillan, 2016.
[17] Mead, George Herbert. Mind, self and society. Vol. 111. University of Chicago Press.: Chicago, 1934.

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