Dice…

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Dice…
Amy Judd

Amy Judd

 

Viene, se presenta, y dice

 

Estaba hablando un otro idioma. Cuando era bebé, que todavía no podía hablar, hablaba un idioma diferente. “Bebé” en latín quiere decir “él que no habla”, he ahí lo que dice la ciencia de los idiomas. Pero esto solo muestra que el latín, este idioma muerto, todavía habla, en secreto, obstinadamente, en el idioma que hablo. En el latín mismo habla el griego, y en el griego, ¿cuántos más idiomas, conocidos o desconocidos? En un idioma, siempre hay más idiomas que hablan, y ninguno está sólo en el habla, y es imposible ir hacia atrás de cualquier idioma. No hay “bebé”.

 

Estaba hablando un otro idioma, y este idioma todavía habla, sin duda, en el idioma que me hiciste hablar. No lo escuchabas, no lo podías comprender. No creas, como podrías imaginarlo, que fue hecho de gritos, de sollozos, o de una sucesión oscura de murmullos. No era el lenguaje de un bebé y tampoco un idioma en su infancia. No balbuceaba. Otros balbuceaban y tartamudeaban esperando de adaptar su idioma a eso del bebé. No eras así, no fingiste la infancia de un idioma. Sin duda sabías que no existía tal cosa. Mi idioma era tan antiguo y tan bien hecho como el tuyo, y que todos los idiomas muertos o vivos. No hay idioma mal hecho, y tampoco idioma elemental.

 

No me comprendías y tampoco podía comprender a mi mismo. No era falta de sabiduría, y tampoco de no haber aprendido. Era mas antiguo de cualquier aprendizaje. Mi idioma no tenia nada que decir. Pero pronunciaba con exactitud como cualquier idioma todo lo que hay que decir, todo lo que uno puede decir, todo lo que uno puede callar también. Lo articulaba, hacía cada articulación jugar, separaba todas las sílabas, observando una medida justa del uno al otro. Era una cadencia ininterrumpida. No fue aprendido, y esto no puede ser aprendido. Uno debería ser capaz de indicar el comienzo, un orden en el cual iniciar la cadencia. Pero no hay orden, no comienza, comienza en cualquier lugar, en cualquier idioma.

 

 

Amy Judd

Amy Judd

¿Por qué me has enseñado tu idioma? Ya sabía su cadencia y no necesitaba …

 

No dice nada. Tal vez quiere ir. Se mueve. Dice :

 

No tengo nada que decir. No te puedo culpar.

 

Hace silencio, luego reanuda:

 

No tengo nada que decir. Querías escucharme hablar, lo necesitabas. Sólo cuando uno nos habla que sabemos que existimos. La mirada no tiene ese poder. La mirada atraviesa y se pierde en la distancia, en el mismo cuerpo mirado. Ni la mirada, y tampoco el tacto, en realidad no puede ser dirigido. Te miraba, te tocaba, pero eso era nada, no existías, era necesario hablarte. Así que tuve que hablar con el fin de hablar contigo y con el fin de que existas.

Amy Judd

Amy Judd

 

Pero …

 

No sabe si lo va a decir.

 

Pero ¿por qué era necesario de que existas? No era una necesidad. Quiero decir que no era imposible que no lo es. Podías no existir, lo podías…

 

En verdad, ya no había nada más que hacer. Estabas allí, y querías que te hable. No podía haber nacido, pero nací. Y hablaba un idioma que no podías entender, que yo mismo no podía entender. Todo lo que se puede decir y todo lo que se puede callar, lo pronunciaba, palabra por palabra, sin fin. Imitaba un idioma que me habían enseñado, sin haber aprendido alguno, e imitaba todos. Pero no hablaba a nadie. Tú, tú no sabías ningún idioma. No me has enseñado algo. Nadie enseña al bebé a hablar. El idioma es más materno que su madre, es siempre un idioma de otra-madre.

 

Se ríe, y dice: eso era azul, yo era azul. Er lacht, und sagt: Ich war blau: Ich war ganz im Blau. I was singing the blue note.

 

No hablaba. Me abriste mi boca, me forzaste mi boca apretada, querías escucharme, exigiste escucharme. Ya no tenía el derecho a callarme, ya no tenía el derecho a gritar, me abriste y me cerraste mi boca con cadencia, la vieja cadencia estaba allí, no eres tú quien la había fabricado, pero te ajustaste en ella para manipular mis labios y mi lengua entre mis dientes. Me has dirigido la palabra y te he hablado, eres tú quien me la ha dirigido y te regresa, no te la dirijo, no tengo nada que decirte, pero me haces hablar, te digo todo lo que uno puede decir, y lo que uno puede callar también. No me enseñas algo pero me haces hablar un nuevo idioma, y aún un otro todavía que habla en ello y a su vez haces hablar, moviendo mis labios y mi lengua entre mis dientes, y tu lengua entre mis dientes.

 

 

 

Notas

[1] El original en francés fue escrito para la producción de teatro Tsaï Celui qui ne parle pas, presentado en Grenoble (1983) y Paris (1983). Primero publicado en L’Indépendence amoreuse (Brussels: Cahiers du GRIF, 1985); republicado en Jean-Luc Nancy, Le Poids d’une pensée (Quebec: Presses Universitaires de Grenoble / Les Éditions Le Griffon d’argile, 1991). En inglés: “He Says” en Jean-Luc Nancy, Multiple Arts. The Muses II, ed. by Simon Sparks, Meridian Crossing Aesthetics, 2006, pp. 35-37.

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