La política como empleo ficticio

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La política como empleo ficticio

 

 

FRANÇOIS Y PENELOPE FILLON EN MEETING (PARIS 29 ENERO 2017). FOTO PARA LIBÉRATION POR: ALBERT FACELLY

En los últimos meses, varias personalidades se han retirado del juego político, incluso antes de las elecciones, y los asuntos en lo concerniente a Fillon parecen indicar que esto no ha terminado.[1]

La política deviene la puesta en escena de su propia imposibilidad.

La política ya no es la ciencia ni el arte de tener un gobernante en medio de los arrecifes y las corrientes con el fin de mantener el rumbo de un bien público. Tampoco es el lugar donde cada uno de estos términos, el bien y el público, conforman el objeto de un trabajo asiduo de todos y de una vigilancia igual para todos. La política deviene en la puesta en escena de su propia imposibilidad. Ella consiste en llevar al gobierno a las personas y los aparatos más capaces de demostrar que nada es gobernable. Lo que no es muy sorprendente, puesto que los timones están reemplazados por los pilotos automáticos implantados por las empresas, de preferencia transnacionales, así como por los órganos funcionales aferentes (tecno-científicos, financieros, grupos de presión, ideológicos).

Como el papel imaginario de los gobernantes (azafranes operados por valientes lobos de mar) sigue siendo importante para convencer a la gente que están representados y gobernados en consecuencia, las aventuras políticas son más espectaculares y, sobre todo, más populares porque deben ocultar la maquinaria de los pilotos. Ellas permiten identificar los papeles, los carismas, las fórmulas y, al mismo tiempo, alagar la representación de un sujeto ciudadano actor de su destino. Poco importa si todos los impulsos son llevados en los ríos de un lodo inexorable: una nueva elección viene a asegurar que alguien va a enderezar todo.

Asimismo, los ajustes son cada vez más retorcidos. Uno llega a suscitar candidatos improbables para los votos febriles, precipitados, desprovistos de información y reflexión. De ello se desprende que un presidente elegido parezca suscitar de inmediato su propia destitución. No obstante, la destitución efectiva de un presidente está calificada como un “golpe de Estado parlamentario”, lo que vuelve a hablar de una especie de autodestitución gubernamental. Así, Pétain recibió plenos poderes en 1940 mutatis mutandis.

Sin embargo, se está tratando de inventar algo mejor: la autodestitución antes de la elección, debido al escándalo político-financiero. De esta manera, uno llega a revelar lo que es la política: un empleo ficticio (en singular o en plural).

Por otro lado, la costumbre de colocarse de lado de la izquierda también se trata de otra ficción, pero sin empleo. En primer lugar, destituye retrospectivamente al mandatario precedente (que ya lo ha hecho por su propia cuenta) sin reserva y con un análisis poco detallado. Además, suscita o resucita (no sabe bien) una virginidad o una idealidad “socialista”, un término no destituido, sino designificado y en cuyo nombre cada quien intenta salir triunfante según los gustos un poco más a la derecha o a la izquierda.

Cuando surge alguien nuevo, todavía no destituido, ni siquiera situado, en quien podría explotar el éxito de la confianza (a riesgo de retocar, volver a refinar, pulir), uno se apresura a restituirlo a las utopías desde hace mucho tiempo destituidas. Uno habría podido, al parecer, hablar sobre el trabajo en la mutación en curso. Pero no, vale más seguir el juego de los juegos ficticios, los roles cuya función principal parece ser la de evitar que uno se despoje. (Afortunadamente (?) todavía hay países donde uno no destituye: uno tiende a reinstituir sin descanso).

Todo esto da un poco de lástima… a menos que uno tenga que experimentar una apuesta completamente diferente, la de una República definitiva y abiertamente ficticia, claramente exclusiva, oficialmente destituyente de toda la política e instituyente de una policía en pleno empleo.

 

Notas

[1] El original en francés fue publicado en el periódico Libération, el 2 de febrero de 2017, vhttp://www.liberation.fr/debats/2017/02/02/politique-comme-emploi-fictif_1545865

 

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