El caso del DMT. Hacia una filosofía crítica de las drogas

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El caso del DMT. Hacia una filosofía crítica de las drogas

Resumen:

¿Son las drogas un problema filosófico? Y si es así ¿cuál es la manera de tematizar dicho problema? Hablar de alienígenas, drogas y filosofía es lo que propongo para contestar las preguntas anteriores y a partir de un análisis de caso construir la pregunta por el sentido de las drogas, explorando tanto las posibilidades de inscribirse originariamente como cuestión filosófica, dicho sea de paso a merced de su relación indiscutible con la formación de la concepción del mundo, o atravesada por una antropología filosófica. Posicionando la pregunta no en la exclusividad de la metafísica, sino en el universo de lo humano, de las experiencias posibles y de las alteraciones somáticas, es decir, por una fenomenología del cuerpo.

Palabras clave: DMT, idea, mundo, fenomenología, sentido, cultura, historia, filosofía primera.

 

Abstract

Is the drugs theme a philosophical problem? In this case, how can we approach to theorize about it? I propose to talk about aliens, drugs and philosophy to answer these questions and take the DMT case analysis to study the sense in the drugs theme by exploring its possibilities of enrolling originally as a philosophical question and its indisputable relation with the formation of the conception of the world and the philosophical anthropology.

This question does not lie exclusively in the metaphysics, but in the universe of the human, the possible experiences and the somatic alterations, all of which means a phenomenology of the body.

Key Words: DMT, idea, world, phenomenology, sense, culture, history, first philosophy.

 

 

“La experiencia unitaria consiste en un fenómeno físico de
debilitamiento de todo el cuerpo, relajación e inactividad que, poco a poco,
se va transformando en un fenómeno psíquico y desaparición del ego.”
Luis Racionero – invitación al viaje-

 

¿Son las drogas[1] un problema filosófico? Y si es así ¿cuál es la manera de tematizar dicho problema? Hablar de alienígenas, drogas y filosofía[2] es lo que propongo para contestar las preguntas anteriores y a partir de un análisis de caso construir la pregunta por el sentido de las drogas, explorando las posibilidades de inscribirse originariamente como cuestión filosófica.

El primer presupuesto del que parto es, que de hecho la experimentación con la mente es ya una forma legítima de obtener conocimiento, si entendemos que uno de los principios fundamentales que guía la práctica filosófica es la puesta en cuestión de todos aquellos lugares comunes, entre ellos la comodidad que presenta para algunos modelos una racionalidad que excluye cualquier alteración de la conciencia. Pero, sobre todo, y con el cuidado de no hacer una exaltación vulgar de las drogas, lo que muestran ellas, y con mayor claridad las psicodélicas, es precisamente este salir de sí mismo, ponerse en otra perspectiva, sea a partir de un profundo criticismo y un enorme examen de conciencia (al ponerse de manifiesto regiones de la conciencia que no siempre se encuentran explicitadas), o como la visión descontrolada de realidades no presentes en una actitud natural (en el modo habitual de objetivación de los datos de la sensibilidad -datos de sensación o hiléticos-). Por lo que el término droga para esta exposición se entenderá de dos maneras, la primera como una sustancia que puede socavar el suelo firme e inamovible de nuestra experiencia y la segunda, como un suceso siempre en relación.

Partimos del análisis del sentido propio de la experiencia en su presentación histórica, donde “la filosofía es la expresión de una actitud y de una forma de experiencias típicas del espíritu. A la concepción de la filosofía resulta imposible medir cualquier logro filosófico significativo de acuerdo con el concepto científico de verdad y preguntar en la medida de la doctrina en cuestión […] Su verdadero valor reside en sí misma en tanto formación originaria y objetiva de una conciencia humana típica.”[3] ¿Qué tiene de ordinario una experiencia que versa sobre lo extraordinario? La postura filosófica parece resistirse a tratar todo singular, la filosofía sigue siendo en ese sentido una teología, ciencia de trascendentales. Pero la misma fórmula que plantea la relación directa entre el pensamiento filosófico y la crítica hacia el mundo, dejando todo fenómeno singular (como el uso de psicoactivos) en el campo de investigación de ciencias regionales, como lo sería una antropología filosófica, también abre las posibilidad de considerar dichas singularidad como fenómeno inscrito en una historia, como un campo de experiencia a considerar en su originalidad y su propia relación con la verdad, la cual es una clásica discusión filosófica.

Pero haciendo de lado estas primeras consideraciones hablemos de alienígenas y DMT (dimetiltriptamina). Hace algunas semanas tuve mi primera experiencia con lo que podría describir como una inteligencia superior transdimensional. Después de la tercera fumada a la pipa, me vi arrojado a un desierto interminable cuyo cielo era claro y móvil. En dicha abducción química pude tener acceso a lo que podría llamar “todo el conocimiento del mundo”, un momento fugaz y saturado de información. Hasta la fecha no he podido recordar algo de lo aprendido de “todo el conocimiento del mundo”. En la conversación mantenida con estos seres, los cuales sólo se me presentaron a mi conciencia como una voz interior que habitaba ese desierto psicodélico, el último dialogo que logre recordar de ellos fue que todo lo aprendido iba a ser olvidado. Después de eso estaba de regreso en la sala de mi amigo Checho.

¿Cómo hay que entender al DMT? En primer lugar, como cualquier otro cuerpo en sentido newtoniano, con todas las expresiones fisicalistas: extensión, masa, color, etc. El cual tiene una serie de reacciones específicas con la química cerebral, es decir, es un compuesto el cual activa o inhibe ciertas funciones para decirlo de algún modo.[4] En segundo lugar, es un objeto independiente de su constitución corporal y material, el cual responde a una serie de construcciones sociales e históricas que determinan su presentación y modo de consumo, es decir, un objeto espiritual. Lo cual quiere decir que en última instancia es fuente originaria de datos de sensación dados a una experiencia visionaria, a una conciencia viva y por lo tanto histórica.

Lo anterior responde someramente las preguntas con las que inicié esta exposición, ¿pero cuál es el sentido de las drogas? Y como una pregunta secundaria ¿el DMT nos ofrece herramientas para responder la pregunta por el sentido de las drogas?

Una cosa peculiar del DMT es su prevalencia en la naturaleza, la molécula parece tener una relación directa con nuestra percepción ordinaria, es un visionario de gran potencia y de rápida absorción. En comparación con otras experiencias psicodélicas pasar muy rápido y de una profunda incomodidad. Su ingreso en el cuerpo permite acceder lúdicamente a instancias profundas, para regresar tranquilamente al mundo ordinario, una de las mejores maneras de jakear la relación del ahora con la percepción ordinaria por sólo unos 7 minutos aproximadamente. En muchos sentidos es el crimen perfecto.

Una dosis media podría generar profundas visiones geometrías, donde el espacio se convierte en infinitas formas imposibles, como bien recuerdo de otra de mis excursiones con DMT donde mi conciencia flotaba en una dimensión previa al conocer, claro mientras el pasado el presente y mi vomito futuro eran uno. He de confesarme profundamente ateo, pero después de ver que mi vomito era fuente de felicidad psicodélica algo de ese sentimiento religioso surgió; creo que hay algo inexplicable a la razón en toda visión y que su episteme está en la fe, y por lo tanto, se encuentran inscritas ordinariamente. Todas estas visiones hablan de lo común y no sólo de lo singular, la apuesta en estas incursiones psíquicas es una invitación a la práctica contemplativa, donde se rearticulan o se muestran lugares similares a experiencias populares, que cumplen una función más allá de cualquier credulidad. Todo el escandalo terminó en una bajada suave y con un enorme sentimiento de satisfacción por tan bella experiencia. El DMT tiene un sabor muy fuerte, como si fuera plástico. Pruébenlo, es todo lo que tengo que decir.

La verdad es que parece que se pierde el sentido de toda crítica, ya que en todo caso hacer filosofía es construir un vocabulario para acceder racionalmente a la constitución de un fenómeno. La motivación científica de la filosofía marca la pauta para regresar a una teoría crítica de las drogas e inventar verdaderamente un acercamiento filosófico que verse sobre un peculiar y singular fenómeno que pone de manifiesto una confusión trascendental: la duda de que este mundo no es el único habitable, que hay un más allá y que es accesible. Pero claro esto sin olvidar que no se plantea ninguna conversión dogmática. La verdad de la experiencia y su vocabulario poco tienen que ver con que en efecto una visión sea una justificación de todo presupuesto trascendental, sí ponen presentes a una conciencia viva una serie de datos, entonces pueden ser sometidos por un filtro filosófico, en tanto que constituye un modo peculiar de habitar y pensar la relación con el mundo, superando ser asimilado plenamente por cualquier ámbito teológico.

Sí el problema filosófico tiene que ver con la constitución de la filosofía como saber del mundo (a pesar de que de hecho la filosofía es un saber epocal e histórico), entonces la pretensión filosófica sobre sus mismas condiciones para constituirse como una ciencia originaria (que habla del fenómeno del pensar de manera definitiva), subyace al interior de su proceder racional independientemente de su aparición en el tiempo. La consideración es vital y equiparable a todo proceder racional que ponga de manifiesto la actitud natural en contra posición a cualquier concepción del mundo. El salir de sí (entendida como actitud crítica), pone de manifiesto uno de los posibles usos de las drogas como herramientas del conocer filosófico, pero si intentamos groseramente hacer una implicación directa, entre este saber cómo un proceso orgánico el cual responde a diversas matrices neurológicas y una filosofía que surge desde diversas matrices neurológicas, entonces podemos poner de manifiesto como el caso del DMT (el cual producimos), como un factor para la formación de una conciencia, y para usar el lenguaje de la fenomenología, como constituyente de tiempo.

Una solución poco satisfactoria, la filosofía crítica de las drogas.

En una mañana de regreso a la vida ordinaria, bajando de una muy buena fiesta y de otra excursión psíquica pero con LSD, nos encontrábamos varios amigos compartiendo un diálogo inverosímil por no decir estúpido; se nos ocurrió asumir un nuevo fundamento epistémico y ontológico, la duda cartesiana llevada al ridículo. Aceptando una serie de cambios semánticos, creímos poder construir una figura mitológica que sirviera como representación de este modo de ser en el mundo. Así surgió el “bebé escéptico”. En el mito, este ser se encuentra en un estado que es puro acontecer dubitativo, sin la posibilidad de afirmar nada ni siquiera su fuente de dudar, dándole esa capacidad a una suposición prejuiciosa de lo que es una conciencia preinfantil. Poco importan las proposiciones ya que se trataba de un juego intelectual y no de una investigación filosófica. Al final del proceso de invención de dicho cuerpo mítico-poético, había que darle paso al dogma institucional. Después de mucho jugar con la argumentación, llegamos a la verdad; la verdad es un juego argumental que versa sobre la fascinación de lo imposible. Se abría paso para la contrastación con la dimetiltriptamina.

Cuando por fin después de mucho buscar tuve acceso al DMT, una de las revelaciones que tuve, fue la de volver al DMT, la substancias para jugar con los argumentos del “bebé escéptico”. Debido a la fugacidad o velocidad del viaje con DMT, era claro que uno se quedaba muy “fuera de sí”, como si este estado de incertidumbre fuera el dudar pleno de nuestra divinidad inventada. Lo cierto es, que se posiciona desde una innegable base material una fuente real de experiencias logológicas, que tienen un sentido aunque sea sólo interno, cuya contrastación con la experiencia posterior es de extrañeza y que se muestra como un “aún no estoy aquí” o “dónde estoy” y en casos donde la experimentación se da con dosis muy altas como “qué”. Y que como Eduardo Nicol que se preguntó por el modo en que la materia pudo dar razón de sí, lo que llama el milagro del logos, quizá la base de la respuesta está en considerar las formas de pensar como modificaciones en una química, la cual por principio no puede darse por sentada sino es hasta que pase por suficientes pruebas de verosimilitud, sin por ello negar su injerencia real en el fenómeno del propio pensar, ya que hacer un pregunta filosófica es ya una alteración de la conciencia, y hacer por ejemplo una pregunta por el sentido de la experiencia inmerso en un viaje psicodélico tiende a referirse inmediatamente por la constitución de lo real en esa actualidad. La solución es llevar al ridículo cualquier principio que se asuma como una verdad que se sostiene en una serie de presupuestos de orden metafísicos, o dicho de otro modo, el lenguaje del DMT (mensajes que se olvidan o visiones del futuro, por ejemplo) es el de la propia duda filosófica, o al menos es lo que exige a su propio método toda filosofía que pretenda hacer fenomenología de los psicoactivos.

Hasta aquí los límites del método para una filosofía crítica de las drogas, lo que sigue es la hermenéutica de dicha crítica, la cual queda pendiente para otra ocasión y explorar los fundamentos con los que se puede construir una filosofía de las drogas.

 

 

Bibliografía

  1. Heidegger, Martin, La idea de la filosofía y el problema de la concepción del mundo, Barcelona, Herder, 2005.

 

 

Notas

[1] El término drogas puede ser intercambiable por psicoactivos.
[2] Como libertad propia de esta investigación, me permito identificar por filosofía a una serie de prácticas intelectuales que se pueden entender como revitalizadas con la discusión fenomenológica, por lo que el programa metodológico de esta exposición se moverá en las fronteras (horizontes) de dicho programa científico, el cual se constituye como un nuevo pensar sobre la base de la experiencia misma del pensar.
[3] Martin Heidegger, La idea de la filosofía y el problema de la concepción del mundo, Barcelona, Herder, 2005, p. 28.
[4] La dimetiltriptamina (DMT) interactúa con el neurotransmisor serotonina.

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