Resumen
El presente trabajo tiene como objetivo demostrar que la tecnología ha venido a colaborar con la demostración del amor. Antes, por las costumbres, los prejuicios y las normas legales, entre otras cuestiones, se hacía difícil su exteriorización. Después, en los “60, con un poco de pintura alcanzaba para escribir los nombres de los amantes en algún muro. Hoy, las redes sociales y el resto de las aplicaciones ayudan a conocer al otro y dejarnos conocer. Y, a su vez, nos conduce al encuentro real, físico. Sin embargo, depende de cada uno que ese amor crezca y madure.
Palabras clave: amor, demostración, cambios tecnológicos, apariencias, encuentros.
Abstract
The aim of this work is to show that technology has come to cooperate with love expressions. In the past, love was difficult to be expressed due to custom, prejudices and legal rules, among others. Years later, during the 60s, the use of some painting was enough for writing the names of those who loved each other in some wall. Currently, social networks and the rest of apps help to get to know the other person and allow us to be known. And, at the same time, lead us to the real and physical encounter. Love maturation and growth depends on each one of us.
Keywords: love, expression, technological changes, appearances, encounters.
¿Quién no ha experimentado amor?
Todos, de una manera u otra, hemos amado o nos hemos sentido amados. Hemos ido resignificando ese sentimiento a medida que maduramos física y emocionalmente.
En otros tiempos, el amor era difícil de demostrarse: las costumbres, las diferencias sociales, los prejuicios, las normas legales, los ámbitos urbanos hacían que la pasión se encendiera más cuanto mayores eran las restricciones. Se alimentaba con palabras que cuidaban las formas, con miradas furtivas. Los encuentros amorosos se hacían a escondidas.
La sociedad y sus costumbres fueron cambiando por múltiples motivos y, a la par, la ciencia y la tecnología avanzaron. Estos procesos tecnológicos influyeron en todos los ámbitos, incluso en las relaciones afectivas.
En los sesenta, las parejas se besaban en las plazas, diciéndole al mundo que estaban enamoradas. La exteriorización del amor requería de otras herramientas, por ejemplo, un poco de pintura y una brocha para escribir un par de nombres en una piedra o un árbol.
Hoy, para demostrar amor, solo hace falta un celular. Desde Whatsapp hasta Instagram, pasando por el resto de las aplicaciones y redes sociales, podemos decirle al mundo que estamos enamorados y, claro, podemos decírselo a nuestra pareja también.
La tecnología permite relacionarnos sin compartir el espacio, conocer al otro y dejarnos conocer. Así, abre la posibilidad del encuentro amoroso. De esta manera, podemos estar cerca del otro y hacernos presentes sin ningún encuentro físico. Como todo, si se usa bien, es útil también para hacernos sentir queridos, lo contrario es el acoso, el hackeo y la amenaza, pero no nos detendremos en esto.
Si bien es cierto que muchas parejas se conocieron a través de Facebook u otras redes sociales, el hecho de ser persona nos conmina al encuentro. Esa pasión alimentada abiertamente en chats, por Skype o lo que sea nos conduce al contacto físico. Y no decimos “genital”.
En la etapa previa al encuentro real, todo se vuelve apariencia. Sólo en el contacto con el otro nuestro cuerpo percibe la suavidad de su piel, la tibieza de su aliento cuando habla o ese sonido imperceptible que antecede a la sonrisa.
La tecnología en sus múltiples formatos ha venido a facilitarnos la vida, también en estas cuestiones del corazón: el pudor se desvanece, uno se puede desdecir de lo dicho con sólo borrar la conversación, como si automáticamente también se eliminara de la memoria de quien lo leyó.
Si acordamos con Erich Fromm que el amor implica cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento del otro, la tecnología sólo puede colaborar a que ese sentimiento nazca, se desee, pero, para que madure, hace falta el contacto físico real, sensorial, con el que el ser amado deja de ser una imagen o un sonido para ser el sujeto con quien compartir la existencia.
Este estar cerca, poder tocarlo, olerlo y –por qué no– saborearlo para conocerlo y amarlo supone todo un desafío en estos tiempos modernos, cuando la misma tecnología nos ofrece simultáneamente otros posibles candidatos/productos para relacionarnos, como nos alerta Zygmunt Bauman.[1]
Amor y tecnología pueden ir de la mano en el sentido de que esta puede cooperar en la maduración del primero, instituirse como medio de acercamiento en ciertas circunstancias. Pero es cierto que así como coopera, también es una tentación para descuidarlo: nos tienta a hacer “zapping” para ver qué hay de nuevo, porque no hay compromiso en el sentido real.
En conclusión, el amor es un sentimiento entre personas y, en estos tiempos tecnológicos, son los involucrados quienes deben hacer lo posible para que el resto no lo boicotee, no sólo la tecnología, sino incluso uno mismo.
Bibliografía
- Bauman, Zygmunt, Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, Fondo de Cultura Económica, 2007.
- Bauman, Zygmunt, Tiempos líquidos. Vivir una época de incertidumbre, TusQuets, 2009.
Notas
[1] v. Bauman, Zygmunt, Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, Fondo de Cultura Económica, 2007.
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