Aikido; fluir en resistencia, resistir fluyendo

ATZIRI SERVIN PICHARDO, ATZIRI SERVIN PICHARDO Y JASON PFOHL SENSEI, OAXACA 2018

Resumen
Aikido es un arte marcial japonés que se caracteriza por movimientos fluidos y circulares, aprovechando la energía del otro para neutralizar su agresión sin recurrir a la violencia; puede ser practicado por cualquier persona sin importar su género, edad o corporalidad. Esta disciplina nos permite explorar, vivir y aplicar su filosofía a la cotidianeidad por medio del cuerpo; al mismo tiempo que nos provee autoconocimiento, empoderamiento, autocuidado, comunidad, etc. En una sociedad que, a los cuerpos femeninos, nos quiere/considera débiles, re-apropiarnos de nosotras mismas es un acto de resistencia.
Palabras clave: aikido, resistencia, poder, fluir, corporalidad, femenino.

 

Abstract
Aikido is a Japanese martial art that is characterized by fluid and circular movements, taking advantage of the energy of the other to neutralize their aggression without appeal to violence. It can be practiced by anyone regardless of gender, age or physicality. This discipline allows us to explore, live and apply its philosophy to everyday life through the body; at the same time that it provides us with self-knowledge, empowerment, self-care, community, etc. In a society that wants/considers feminine bodies to be weak, re-appropriating ourselves is an act of resistance.
Keywords: aikido, resistance, power, flow, corporality, feminine.

 

La finalidad de este texto es abrir un espacio de reflexión sobre la filosofía y el cuerpo como campo de acción; surgió para ser presentado en el III Coloquio Universitario de Filosofía y Danza en 2019, organizado por el colectivo Giroscopio, dentro del eje “Movimientos de resistencia: espacios comunitarios”. El orden elegido es el siguiente: explicar brevemente qué es el Aikido, abordar la noción de resistencia, ver en qué medida la práctica del Aikido es una manera de resistir y finalmente, presentar las conclusiones preliminares, pues este es un cuestionamiento que vengo realizándome de manera constante y que no tiene una conclusión.

 

Aikido

 

Aikido (o “el camino del espíritu en armonía”, por sus kanjis en japonés) es un arte marcial japonés que surge como una especie de contención ante los conflictos bélicos de la Segunda Guerra Mundial y tiene como base diferentes escuelas y técnicas japonesas. Fue creado por Morihei Ueshiba (conocido como O’sensei o “gran maestro”) quien abrió un camino para desarrollar la energía sin importar la fuerza o debilidad del practicante. Dominó varias escuelas japonesas tradicionales como el Dayto Ryu, Jujutsu en al menos tres variedades además del manejo de la espada y de la lanza; de su síntesis extrajo lo que hoy conocemos como Aikido.

 

Esta disciplina nos enseña a neutralizar la fuerza del agresor y a defendernos de ataques sin necesidad de dañar a la otra parte; su aprendizaje se basa en la práctica por parejas y en la repetición constante dentro del tatami de las técnicas, en su mayoría circulares para ayudar a que la energía fluya, promoviendo una actitud de no agresión ante cualquier situación de la vida. Con el Aikido aprendes que, si conservas la calma, puedes resolver situaciones de tensión y que no es necesario tener control sobre cada aspecto de tu vida, sólo hay que saber fluir y seguir el movimiento; en ocasiones pareciera que sus movimientos estilizados son poco efectivos casi como una coreografía, pero en realidad una buena práctica tiene que ser intensa, eficaz y dinámica, y esto sólo se logra si ambas personas son capaces de seguir el movimiento.

 

A diferencia de otras artes marciales, ésta no tiene la noción de competencia pues no es importante el hecho de ganar o perder, sino el crecimiento personal y desarrollar la capacidad de resolver conflictos; cada practicante tiene sus propios motivos y, muchas veces, logramos tener una meta en común. Parte de lo bello de este arte marcial es su capacidad para adaptarlo en función del practicante (conforme a su edad y/o capacidad física). El Aikido está dirigido a cualquier persona, y su entrenamiento es el ejercicio perfecto para aprender, experimentar y desarrollar nuestras capacidades físicas y mentales dentro del tatami: físicamente mejora la salud, aumenta la elasticidad, corrige la postura, mejora la respiración; nos enseña a relajarnos en situaciones de tensión, aprendemos a utilizar nuestra energía y la del compañero, desarrollamos nuestros reflejos, estudiamos puntos de equilibrio y entrenamos nuestra propia estabilidad, etc. En cuanto a la cuestión mental como practicantes tratamos de desarrollar, al menos, las 7 virtudes que rigen el código de los Samurái: Gi, Yu, Jin, Rei, Makoto, Meiyo, Rectitud y Chugi, y quizá lo más fundamental o característico del Aikido la no-violencia o no-resistencia, pues “[…] el Budo no consiste en derrotar al adversario por medio de nuestra fuerza. Tampoco es una herramienta para provocar la destrucción del mundo. El verdadero Budo consiste en aceptar el espíritu del Universo, salvaguardar la paz en el mundo, proteger y favorecer el crecimiento de todos los seres”.

 

Vamos a detenernos hasta aquí; si uno de los principios del Aikido es la no-resistencia ¿por qué es, justamente, este el concepto que quiero abordar?

 

Resistencia

 

Revisemos el concepto de resistencia para entender un poco más esta parte. De acuerdo a la RAE, esta puede ser entendida como la acción o capacidad del sujeto para mantenerse firme o en oposición. El vocablo proviene del latín resistentia que se traduce como “mantenerse o estar en pie”; por otro lado, el verbo resistir lo podemos definir como la capacidad de recibir una fuerza sin sufrir daño o alteración.

 

Desde el momento en que nos encontramos en una relación de poder (entendiendo este como una relación de fuerzas) existe la posibilidad de resistencia. No estamos atrapadas por el primero, ya que este es susceptible de ser modificado bajo condiciones determinadas y con la estrategia precisa. En este sentido podemos pensar la resistencia como un proceso de transformación o de creación que se puede ejercer en cada lugar donde sea necesario, o sea que es móvil e inventiva (porque se pueden crear nuevas experiencias a partir de la trasgresión de límites), subjetiva (porque yo no ejerzo la misma resistencia ante las mismas situaciones que ustedes, por ejemplo), si el poder es productivo, la resistencia es inventiva, y si el poder desplaza, la resistencia es móvil.

 

La resistencia no debe ser entendida como algo negativo, es más bien un proceso de creación y transformación permanente; desempeña en las relaciones de poder, el papel del adversario, apoyo y salida de la aprehensión. Los puntos de resistencia están presentes en todas partes dentro de la red de poder, es decir, donde hay poder hay resistencia. La resistencia es una respuesta ante el poder sobre el cuerpo, los afectos, las acciones, etc. y aparece como una fuerza que ayuda a resistir este poder que tiene como finalidad la dominación; en este sentido las relaciones de poder han de ser pensadas como relaciones de fuerza que se ejercen sobre los cuerpos. Las relaciones de poder cumplirían una función administrativa de la subjetividad (contienen, canalizan, explotan, analizan, etc.), mientras que las relaciones de resistencia supondrían una invención de lo que todavía no es, la creación de nuevas experiencias a través de la transgresión de los límites que nos son asignados.

 

Entonces ¿en qué medida el Aikido es una forma de resistencia? Me gustaría abordar este punto desde tres líneas: desde lo corporal, desde mi experiencia y desde la comunidad.

 

Fluir en resistencia

 

Primero pensemos en la forma física de la práctica. Si bien el principio del Aikido es fluir con la energía del compañero y seguir su movimiento, también es cierto que yo como uke ejerzo cierta presión sobre el nage, lo ataco con algún golpe o sujeto sus extremidades; de igual forma, la manera en que me relaciono es siempre activa, reaccionando a su movimiento, aun cuando se trate sólo de un agarre, aplico algo de presión para generar un estado de tensión (si no hay una situación de la cual defenderse, la otra persona no tiene con qué practicar). La persona que realiza la técnica también resiste, entendiéndolo como la primera definición que ofrecí: mantenerme firme ante una fuerza sin que me haga daño; en el Aikido siempre mantengo una buena postura (firme y vertical), no importa si voy a bajar o si estoy arriba, si hago o recibo la técnica, siempre trato de recuperar mi posición: nage busca desequilibrar al uke, y uke va a tratar de regresar a una postura más estable. Podemos comparar esto con las relaciones de poder en cuanto a fuerzas que se relacionan.

 

Hasta aquí parece un poco claro por qué, desde la forma física, la práctica del Aikido es un ejemplo de resistencia; pero, si soy coherente con la explicación que les di sobre este arte marcial, se debe poder trasladar esta idea de resistencia también fuera del tatami, es decir, como una forma de vida, vamos a ver cómo. A partir de este punto me gustaría apelar a la experiencia del Aikido desde mi corporalidad: Atziri, mujer de 30 años, que mide 1.60cm, pesa 49kg y que lleva practicando aproximadamente 9 años. Primero me gustaría que seamos conscientes de que, desde el punto de vista patriarcal, al cuerpo de la mujer se le ha catalogado como débil, carente de fuerza y cierta habilidad física; estamos destinadas a ser para los otros (soy madre, soy esposa, soy novia) y el hecho de tener una actividad recreativa en algunos contextos no está bien visto. Además, pensemos que practicar un arte marcial te abre todo un mundo de conocimiento y posibilidades corporales; hay a quienes este punto les sigue causando mucho ruido por aquello del empoderamiento.

 

Tomando en cuenta todas estas circunstancias, ¿en qué momento puedo dedicarme a mí si tengo que estar o llegar al hogar para ver a mis hijos, hacer la casa y esperar al marido? Si estuviéramos en el Japón feudal, donde la mujer aprendía el arte de la espada sólo para defender su hogar cuando su marido Samurái estaba ausente y para enseñar a sus hijos posteriormente, quizá estaría de acuerdo; y digo quizá porque a las mujeres se les instruía en las artes, la música, la danza y las letras para entretener a sus esposos y padres (nuevamente, nosotras somos para alguien más).  Siendo mujer, cuando comienzas a practicar Aikido es básicamente inevitable encontrar actitudes de ciertos compañeros que tratan de enseñarte (aunque en teoría el único que puede guiar y corregir durante la clase es el Sensei), o de compañeros que no quieren hacerte nada porque te ven mujer; me ha tocado durante seminarios que una pareja de dos hombres está practicando de manera muy fuerte y dinámica, y cuando me toca practicar con alguno de ellos de inmediato cambian su forma de entrenar a una más suave y lenta porque me ven mujer, delgada, etc.

 

Al principio simplemente me enojaba porque me parece ofensivo que subestimen mi capacidad de practicar a la par de cualquier otra persona, ahora lo que hago en estos casos es fluir conforme a su energía, por ejemplo: si ellos apenas me tocan o apenas me atacan yo apenas me defiendo o apenas fluyo, y cuando me toca realizar la técnica se las hago con la misma intensidad con que yo la recibí, en la mayoría de los casos no les queda duda de lo que quiero transmitir. No creo que sea tan difícil entender que las mujeres no somos débiles o carentes de fuerza; y aún si lo fuéramos se puede defender el hecho de que una mujer de 1.60cm de estatura y 49kg pueda practicar Aikido sin mayor problema, pensemos que O’sensei media apenas 1.56cm y que para él, el Aikido debía tener como fin último la delicadeza y fortaleza en el plano físico y espiritual, y si pensamos que la “delicadeza” es un atributo que ha sido atribuido al cuerpo femenino entonces nosotras ya tendríamos ese punto a nuestro favor.

 

De igual forma he conocido maestras que coinciden conmigo. Incluso una de ellas al finalizar un seminario me dijo: “estoy cansada de tener que demostrar que somos igual de capaces que los hombres, aunque he llegado a un momento de mi práctica en la que no me interesa impresionar a nadie. Hago Aikido para mí misma y para nadie más; y aún con esto no hay nada más gratificante que la sensación de sorpresa que se refleja en algunos cuando ven el nivel técnico que nosotras tenemos”.

 

Por otro lado, es sabido que la tasa de feminicidios en México va en aumento; no hay día en el que el asesinato de una mujer no sea noticia. Si bien el Aikido no es defensa personal, también es cierto que su práctica te da confianza y te ayuda a estar alerta; más allá de técnicas para defenderme, a mí la práctica me ha hecho más precavida, me ha ayudado a actuar de forma correcta en la situación correcta, además de mejorar mis reflejos. En una situación de riesgo lo último que yo intentaría sería una técnica para tratar de romper un brazo o torcer una muñeca, sinceramente prefiero evitar situaciones de conflicto. Hay un término llamado ma-ai, que se puede entender como distancia y tiempo correcto; la idea sería esa, tomar la distancia correcta en el momento correcto ante momentos de tensión. Mi forma de resistir ante situaciones de violencia y ante las estadísticas de feminicidio es empoderarme de mi cuerpo, ser consciente de mis reflejos y, en el último de los casos, poder defenderme de alguna agresión; en este sentido la resistencia sería un proceso de creación y de transformación “me niego a formar parte de las estadísticas; tomo mi miedo e inseguridad y lo transformo en la oportunidad de sentirme segura”.

 

Cabe señalar que cada vez son más los cursos de defensa personal basados en el Aikido, desde mi punto de vista este arte marcial no está diseñado para ocuparlo físicamente contra una agresión, tan sólo porque en una situación extrema lo que yo buscaría es vencer a un contrario de la forma que sea, y ya he mencionado antes que el Aikido no busca lesionar a otra persona. Lo que me gustaría rescatar de este punto es que son muchas las mujeres que están formando comunidad para compartir y difundir, al menos los conceptos básicos de este arte marcial: distancia correcta, buena postura, atemi. En este sentido estamos generando una forma de resistencia colectiva; anteriormente mencionaba que cada quién tiene motivos personales para entrenar, y que muchas veces logramos tener un objetivo en común. Si pensamos que el poder busca individualizar a los sujetos, una forma de resistir a este sería creando nuestra propia comunidad.

 

Resistir fluyendo

 

Si bien el Aikido no evita los conflictos, nos enseña a afrontarlos y aprovecharlos como una oportunidad de crecimiento, haciéndonos conscientes de que los momentos de tensión son inevitables, pero de nosotras depende tomar una actitud constructiva, decidida y asertiva. Durante el entrenamiento aprendemos a no huir, ceder o resignarnos ante una agresión; aprendemos a enfocarnos más allá del conflicto: si la otra persona tiene mi mano no estoy perdida, tengo el resto de mi cuerpo para actuar. El Aikido se enfoca en lograr que disminuya el nivel de agresividad, a expandir la mente, calmar las emociones y resolver conflictos dentro y fuera del tatami. Más que ir en contra del poder y de buscar conflictos, me gusta pensar que podemos manejar nuestra vida de forma armónica; yo lo he logrado por medio del Aikido. Más allá de esta idea utópica de armonía como ausencia de tensión (porque ésta en algunos sentidos parece inevitable) prefiero pensar que justo el conflicto, la tensión, este poder como algo que oprime, es lo que posibilita el surgimiento de la armonía; dejar que las situaciones fluyan, moverme junto con ellas, pero siempre en resistencia (preservando mi energía y dando algo de mi fuerza). En el sentido más literal, permanecer firme y sin sufrir algún daño.

 

Por una parte el hecho de encontrar una actividad que te permite explorar y disfrutar del cuerpo (pensando también en que cualquier actividad deportiva conlleva la liberación de serotonina, conocida por ser la hormona de la felicidad), de las capacidades y límites corporales (en lo personal y en comunidad) sería un acto de resistencia, como respuesta al ejercicio del poder sobre el cuerpo, los afectos, las acciones; apareciendo en diferentes momentos como una fuerza que se resiste al poder que intenta dominarla, pues, la finalidad de este poder es infiltrarse cada vez con mayor profundidad a la existencia humana, tanto a nivel individual como a nivel de la especie; su objetivo primordial es administrar la vida humana.

 

En una sociedad que nos espera ocupadas, que nos ha orillado a buscar formas de auto defendernos, empoderarnos es ya una forma de resistir; encontrar una actividad que nos brinda fuerza, comunidad, seguridad, alegría, autoconocimiento, momentos de ocio, etc., es una forma de resistir. Mi resistencia es estar en pie sin sufrir ningún daño.

 

Bibliografía

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