Cartografiar las fuerzas. Para un horizonte común entre filosofía y danza

CLARA TISSERA, “SOTERRADO Y GERMINAL”. TÉCNICA: COLLAGE

“El-mundo-esta-en-mi-cuerpo

Y eso me vuelve un signo de interrogación

Algo que soy ya no es y algo que ya está siendo todavía no sé qué es”.

 

Resumen
Este ensayo surge de un laboratorio de experiencias estéticas titulado “Cartografiar las fuerzas”, en el cual nos dispusimos a investigar y experimentar el vínculo entre filosofía y danza como práctica micropolítica, tomando al cuerpo como campo de afectación y producción poética de sentido.
En diálogo con el pensamiento de Suely Rolnik, y en torno a su noción de saber-del-cuerpo o del vivo, intentamos dar cuenta de una experiencia estética de extrañamiento a través de la danza y la palabra, susceptible de convertir al cuerpo en un signo de interrogación, de experimentar el danzar como un modo de desciframiento de ese signo y el pensar como atención a los efectos de los afectos que las fuerzas del vivo producen en el cuerpo.
Palabras clave: danza, filosofía, extrañamiento, desciframiento, cuerpo, vivo.

 

Abstract
This essay has its origins as part of an aesthetic experience lab, called “On Mapping Forces”. The purpose of the lab was to research and experiment the link between philosophy and dance as a micro-politics practice, where the body is the affected field but, at the same time, is also the producer of sensitive poetics. Following on Suely Rolnik’s thoughts and hanging around her idea of the living or knowing body, we aim to realize an aesthetic experience of estrangement through dance and words, one which is capable of transforming the body into an interrogation mark, of experiencing dance as a way to unravel that mark and thought as an assisting mechanism to the effects of the endearment the forces of the living pour onto the body.
Keywords: dance, philosophy, estrangement, deciphering, living body.

 

Este ensayo nace de un laboratorio de experiencias estéticas entre filosofía y danza que titulamos “Cartografiar las fuerzas”. La iniciativa comenzó a surgir en diálogo con la teoría de Suely Rolnik, fundamentalmente en torno a los conceptos de “saber del vivo” y “experiencia fuera del sujeto”, a partir de los cuales nos interrogamos acerca de la práctica de la danza en trama con la filosofía como práctica micropolítica.

 

En principio, y pensando en el cuerpo como territorio político construido por las políticas de subjetivación dominantes,[1] nos surgía la pregunta de si la danza en diálogo con la filosofía podría propiciar las condiciones para la creación de otros territorios-corporales, produciendo una cartografía vincular diferente, a partir de la cual cuerpo y pensamiento pudieran devenir otros. Ello implicaría la emergencia de una práctica insurreccional micropolítica, puesto que activaría las fuerzas vitales, la pulsión de los cuerpos que el régimen cafishea, expropia y cosifica, para dar lugar a microespacios y microexperiencias de reapropiación de la potencia de creación y diferenciación en el campo del arte.

 

Es en este sentido que pensamos en desarrollar el encuentro como un laboratorio de experiencias estéticas. En principio porque de lo que se trataba era de crear un vínculo entre filosofía y danza e investigar sus efectos; pero además propiciar una experiencia estética, entendiéndola no como la creación de “lo bello” en sentido canónico, sino como la producción de una experiencia de extrañamiento, de transformación de la subjetividad. [2] Y aquí nuestro diálogo con Suely Rolnik se torna nuestra brújula en el camino de producción.

 

Comenzar por el extrañamiento respecto de sí, de la producción de sentido que somos mientras existimos reducidos a las formas de lo que Suely Rolnik llama la “experiencia del sujeto”, y escindidos del saber del vivo en nosotrxs. Vivimos y nos movemos en el marco de una civilización ego-logo-falo-céntrica, que enaltece la experiencia del sujeto (del ego racional, autoconsciente, psicológico e individualizado) y sus correlativas representaciones de mundo, al tiempo que subvalora y sofoca —diríamos “deshabita”— aquella otra experiencia que nos sitúa en el lugar de cuerpos vivientes, afectados por las fuerzas del mundo que resultan de la interacción de los cuerpos en la biosfera.

 

Nuestra búsqueda se enfocó en investigar a través de la danza ese campo de fuerzas intensivas que nos sitúa en el afuera del sujeto, intentando propiciar experiencias de interpelación y resensibilización en el plano del saber del vivo.

 

El texto que sigue constituye las derivas reflexivas surgidas a priori y a posteriori del laboratorio. Intercalando en efecto, las nociones conceptuales que inspiraron la experimentación con las preguntas surgidas entre nuestros encuentros preparativos y los efectos de la experiencia en los cuerpos en danza.

 

Saber del vivo

 

En su libro Esferas de la insurrección, Suely Rolnik realiza un mapa de nuestra subjetividad cartografiándola en su doble dimensión: la esfera de las formas y las representaciones socio-culturales, o lo que llama “experiencia del sujeto”; y la esfera de las fuerzas que nos sitúa como cuerpos vivientes en la trama vincular de la biosfera, o lo que denomina “experiencia fuera del sujeto”.

 

Ambas esferas son constitutivas de la subjetividad y coexisten simultáneamente, aunque de manera paradójica. Sin embargo, lo que caracteriza propiamente al dominio del inconsciente colonial capitalístico en nuestra cultura es la disociación de las dos esferas, y la producción de un tipo de subjetividad reducida a la experiencia del sujeto y disociada del saber del vivo en el cuerpo.

 

Podríamos decir que la experiencia del sujeto es aquella forma de aprehensión del mundo que se da por las vías de la percepción (experiencia sensible), la función cognitiva (pensamiento racional-ego-lógico) y el sentimiento (emoción psicológica) dando por resultado aquello que denominamos “realidad”, esto es, el modo como experimentamos usualmente nuestro mundo cotidiano. Sucede que dentro del régimen del inconsciente colonial capitalístico estas capacidades —que se encuentran ya previamente codificadas en el campo de las representaciones de la cultura de la que disponemos— adquieren un poder desmesurado, al punto de desconocer que simultáneamente existen otras vías de aprehensión del mundo: “[…] la vía de aprehensión de un mundo que nos permite captar las señales de las fuerzas que agitan su cuerpo y provocan efectos en nuestros propios cuerpos, ambos aquí en condición de vivientes”.[3]

 

Estos efectos producidos por los encuentros con cuerpos humanos y no humanos provocan otro modo de ver y de sentir. Un modo de aprehensión del mundo que la autora define como extracognitivo, extraperceptivo y extrapsicológico, y se da por vía de los afectos,[4] esto es, de los efectos producidos por las fuerzas del mundo sobre nuestro cuerpo. Ellos no tienen palabra, ni imagen, ni gesto, y no obstante son reales en tanto están en nosotros.

 

El saber-de-lo-vivo es un saber intensivo, ecoetológico, diferente al conocimiento racional propio del sujeto, y su percepción sensible ya codificada por la cultura. Si en la esfera del sujeto nos movemos en el campo de las formas de la representación y de la consciencia que separa sujeto- objeto, tú y yo; en la esfera del vivo, nos movemos en el campo de las fuerzas intensivas de los afectos. En esta dimensión, que es inmanente a nuestra condición de cuerpo vivo y pulsional, nos constituimos como un tramado de fuerzas en relaciones de composición.

 

En la experiencia del afuera del sujeto “[…] estamos constituidos por los efectos de las fuerzas y sus relaciones que agitan el flujo vital de un mundo y que atraviesan singularmente todos los cuerpos que lo componen, haciendo de este un solo cuerpo en variación continua, ya sea que se tenga o no consciencia de ello”. [5]

 

Si esta dimensión de la subjetividad es sofocada por las políticas de subjetivación y de deseo dominantes es porque el régimen se alimenta principalmente de la fuerza vital que reside en la esfera del vivo:

 

Propongo designar como inconsciente colonial capitalístico a la política del inconsciente dominante en este régimen y que atraviesa toda su historia, pues lo único que varían son sus modalidades junto con sus trasmutaciones y sus formas de abuso de la fuerza vital de creación y de cooperación. En tal sentido, podemos denominarlo también “inconsciente colonial cafisheístico”, por las razones antes evocadas.[6]

 

En este pasaje del texto Suely Rolnik no solo define al inconsciente colonial capitalístico como la política de subjetivación inconsciente que produce un tipo de subjetividad disociada del vivo, sino que además insiste en las transfiguraciones del régimen que a lo largo de cinco siglos ha ido sofisticando sus modos de dominio, hasta el actual capitalismo financiero y neoliberal que se sustenta en la explotación y el cafisheo de la fuerza vital.

 

En su nueva versión, es de la propia vida que el capital se apropia; más precisamente, de su potencia de creación y transformación, en la emergencia misma de su impulso- es decir, en su esencia germinal […] es la propia pulsión de creación individual y colectivas de nuevas formas de existencia, y sus funciones, sus códigos y sus representaciones lo que el capital explota, haciendo de ellas su motor. Por eso la fuente de la cual el régimen extrae su fuerza deja de ser exclusivamente económica para serlo también intrínseca e indisociablemente cultural y subjetiva —por no decir ontológica— lo cual la dota de un poder perverso más amplio, más sutil y difícil de combatir.[7]

 

De ahí la necesidad de que la transformación en este tiempo sea fundamentalmente micropolítica, una transformación en los modos de subjetivación.

 

Desde esta perspectiva, la búsqueda de reapropiarnos de la experiencia del vivo en nuestros cuerpos es ya un acto de creación y de insurrección micropolítica.[8] Si damos por supuesto que las prácticas artísticas y filosóficas (estéticas) obran transformaciones en la subjetividad configurando modos de ser y de estar, modos de hacer cuerpo y modos de pensar, ¿qué tipo de práctica —qué danza, qué filosofía— habilitaría esa experiencia extracognitiva, extrapercetiva y extrapsicológica del vivo en nuestros cuerpos?

 

Intentar pensar esta pregunta presupone cartografiar los modos en que se construye el deseo y el cuerpo cuando bailamos, los modos en los que se produce subjetividad en el seno de la danza. ¿Qué danza produce qué cuerpo? ¿Cuándo danzamos en la repetición de las formas de la subjetividad dominante, reducidxs a la experiencia del Sujeto, la representación y la reproducción? ¿Es posible dar el paso hacia la experiencia de las fuerzas y producir cuerpo desde el saber del vivo?

 

Se hace necesario inventar una práctica que nos permita reapropiarnos de la potencia de creación al transformar cuerpo y pensamiento en campo afectado por las fuerzas intensivas del mundo en nuestrxs cuerpos; una práctica que nos permite entrar en la danza del vivo.

 

Microexperiencias micropolíticas en danza

 

Danza y filosofía, dos territorios delineados en el marco de la cartografía vigente ¿acaso productoras de molaridades corporales, deseantes y pensantes?

 

Danzamos. Pensamos. Nos interpelamos. Rememoramos nuestras experiencias de formación, los modos en que a lo largo de nuestras vidas la danza y la filosofía han ido configurando cuerpo y pensamiento en nosotras. ¿Cuántos modos de domesticación, cuántas experiencias desdomesticantes?

 

¿No hay acaso toda una tradición del pensamiento filosófico y del movimiento de la danza que forjada al interior de las políticas de subjetivación dominante produce cuerpo-pensamiento disociado del vivo, subjetividades reducidas a la experiencia del sujeto? ¿Es posible propiciar efectos de apertura y de extrañamiento que nos habiliten a habitar el afuera del sujeto en tanto experiencia enteramente vigente en nuestrxs cuerpos?

 

Y acaso ese efecto de extrañamiento que llamamos experiencia estética, ¿no presupone ya una suerte de desterritorialización o desplazamiento en las cartografías dominantes respecto de aquello que usualmente denominamos como danza o filosofía, o como cuerpo y pensamiento?

 

Hay danza y hay danzas. Hay filosofía y hay filosofías. Hay cuerpos. Cuerpos vivientes, pensantes, sintientes sobre los cuales se inscriben prácticas, sentidos, discursos.

 

Spinoza insufló una pregunta que quedó resonando como un eco a lo largo de los siglos, “¿Qué puede un cuerpo?”, pregunta que nos abisma a la imposibilidad de una respuesta, y continúa siendo un signo que busca su desciframiento en cada práctica, en cada experiencia, en cada cuerpo. Sus derivas: ¿dónde reside la potencia de un cuerpo? ¿En su fortaleza, en su fragilidad?

 

En danza ¿entrenamos para la reproducción de las formas o abrimos el campo de la sensación y de la afectación, algo así como lo que Juarroz llamaba “disponibilidad”?[9] ¿Qué puede un cuerpo cuando la palabra se experimenta como fuerza de afectación?

 

Entre filosofía-s y danza-s el cuerpo como campo de inscripción del texto que configura la cultura. El cuerpo como un texto vivo. La palabra —el texto— como un cuerpo viviente entre otros cuerpos; fuerza entre otras fuerzas del mundo productora de efectos sobre la sensación. La palabra como cuerpo susceptible de afectar, tocar, rozar, torcer, mover, atravesar, empujar, hacer rolar, estremecer, con-mover a otrxs cuerpos.

 

Cartografiar: una danza del vivo

 

Desde la perspectiva ética de la pulsión que propone Suely Rolnik, pensar significa escuchar los afectos, los efectos que las fuerzas del ambiente producen en el cuerpo.[10] Pensar, escuchar, danzar. Atravesar las molaridades corporales e interpretativas. Desdomesticar el cuerpo, el deseo y el pensamiento. Convertirse en campo de escucha molecular atento al efecto de las fuerzas del mundo transformando al cuerpo en un signo de interrogación. Signo que es imposible interpretar porque nos sitúa fuera de la representación, fuera de la subjetividad reducida al sujeto y sus codificaciones en la esfera de lo que nos es familiar. Signo que permanece indescifrado y por tanto impone un silencio, un vacío, que es también una escucha y al mismo tiempo una grieta, una puerta de entrada. Entrada al afuera del sujeto. Cuerpo-viviente que late y respira al ritmo de pulsación de la biosfera. Cuerpo que traspasa el campo de la percepción ingresando en el campo de la afectación. Suspensión de las coordenadas perceptuales. Sin sujeto-objeto, ya no es posible bailar con un otro individuado; hemos perdido el rostro y el nombre. Los ojos se abren por todo el cuerpo y la mirada se descentra de lo que antes eran sus objetos de percepción.

 

Si en la esfera del sujeto nos movemos en el campo de las formas de la representación y de la consciencia que separa sujeto-objeto, tú y yo, en la esfera del vivo nos movemos en el campo de las fuerzas intensivas del cuerpo viviente.

 

Las fuerzas del mundo no están fuera del cuerpo, existen en relaciones de composición con nuestrx cuerpo. Nos mueven, nos tocan, nos transforman, nos provocan. De ahí que en el devenir de una danza en estado de afectación no hay decisiones para provocar el movimiento deseado. El pensar no se somete ni a la voluntad ni al deseo prefigurado por los cánones estéticos, tampoco queda librado al goce ensimismado del movimiento personal que también suele ser una molaridad. El pensar es atención al afecto, estado de abierto y disponibilidad de un cuerpo convertido en signo de interrogación por efecto de las fuerzas del mundo sobre él.

 

Entre danza y filosofía el cuerpo se ha transformado en un signo de pregunta, y la danza en el modo que encuentra cada quien de descifrar ese signo, de hacer cuerpo un sentido que inventa en el mismo instante en que acontece la afectación, en el mismo instante en el que baila.

 

No hay respuestas, hay desciframiento. No hay interpretación, hay creación. Producción de modos de estar fugaces, efímeros. Resonancias intensivas que nacen y desnacen figuras en un devenir constante. Cuerpo naciente cada vez, en un gesto poético, alegre y transfigurador, que abandona “[…] las formas constituidas y sus representaciones para ofrecernos un campo trabajado por la vida como potencia de variación, y proceso de gestación de nuevas formas”.[11] Una danza del vivo.

 

Bibliografía

  1. Bardet, Marie, “¿Cómo hacernos un cuerpo? Entrevista con Suely Rolnik”, Lobo Suelto. En: http://lobosuelto.com/como-hacernos-un-cuerpo-entrevista-con-suely-rolnik-marie-bardet/ consultado el 20 de junio de 2019.
  2. Deleuze, Guilles, Spinoza, Filosofia práctica, Tusquets, Buenos Aires, 2013.
  3. Juarroz, Roberto, Poesía y realidad, Pre-textos Argentinos, Buenos Aires, 2000.
  4. Rolnik, Suely, Esferas de la insurrección. Apuntes para decolonizar el inconsciente, Tinta limón ediciones, Buenos Aires, Argentina, 2019.
  5. Rolnik, Suely, “¿El arte cura?”, en Cuaderns portatils, MACBA. Vol. 02, 2006 https://www.macba.cat/es/aprender-investigar/publicaciones/arte-curaConsultado 20 junio del 2019.
  6. Volij, Rhea, Componer, en Segunda en retrospectiva. Cuadernos de danza.com.ar, Segunda cuadernos de danza, Buenos Aires, Argentina, 2018.
  7. Volij, Rhea, “El lugar del pensamiento”, en: http://www.butohrheavolij.com.ar/new/escritos/el-lugar-del-pensamiento/ consultado el 2 de julio 2019.

 

Notas
[1] Nos referimos a lo que Suely Rolnik denomina como inconsciente colonial capitalístico racializado, esto es, a ciertas políticas de subjetivación productoras de un tipo de subjetividad caracterizada –entre otras cosas- por la disociación respecto a la dimensión del saber de lo vivo (Rolnik, Suely, Esferas de la insurrección. Apuntes para decolonizar el inconsciente, Tinta limón ediciones, Buenos Aires, 2019, pp. 31)
[2] Podríamos definir a la dimensión estética como aquella experiencia que produce un extrañamiento, una sensación desconocida, que no se ubica en el mapa de sentido del cual disponemos y con el cual interpretamos y comprendemos la realidad. Para librarnos del malestar del extrañamiento intentamos descifrar la sensación desconocida, lo cual la transforma en un signo. Pero el desciframiento de ese signo nada tiene que ver con el interpretar y explicar, puesto que son justamente las referencias y representaciones de las que disponíamos para codificar el mundo las que han quedado suspendidas al desarticularse el campo de lo familiar. Por lo tanto, ante él solo nos queda crear, inventar un sentido que lo haga visible y lo integre por transmutación al mapa de la existencia vigente. En eso consistiría el desciframiento propio del arte, lo que damos en llamar: experiencia estética. (Rolnik, Suely, “¿El arte cura?”, en: Quaderns portatils, MACBA, Barcelona, 2006. Vol. 02. https://www.macba.cat/es/aprender-investigar/publicaciones/arte-cura
Consultado 20 junio del 2019)
[3] Suely, Rolnik, Esferas de la insurrección. Apuntes para decolonizar el inconsciente. Tinta limón ediciones, Buenos Aires, 2019, p. 46.
[4] “En cuanto al afecto, a este no debe confundírselo con la afección, el cariño o la ternura, que corresponden al sentido usual de esa palabra en las lenguas latinas. Sucede que no se trata aquí de una emoción psicológica sino de una emoción vital, que puede ser contemplada en estas lenguas mediante el sentido del verbo afectar: tocar, perturbar, sacudir, alcanzar; sentido que, sin embargo, no se usa en su forma sustantivada.” (Rolnik, Suely, Esferas de la insurrección. Apuntes para decolonizar el inconsciente, Tinta limón ediciones, Buenos Aires, 2019, p. 47.)
[5] Ibid. p. 48.
[6] Suely Rolnik, Esferas de la insurrección. Apuntes para decolonizar el inconsciente, Tinta limón ediciones, Buenos Aires, 2019, p. 31.
[7] Ibid, p. 28.
[8] Suely Rolnik hace particular énfasis en el modo como dentro del régimen vigente el arte ha sido “cafisheado”, expropiado y disociado de su potencia de creación y diferenciación, reducida ahora a la mera creatividad funcional al modelo y reproductora de las formas preestablecidas.
[9] Roberto Juarroz, Poesía y realidad, Pre-textos Argentinos, Buenos Aires, 2000.
[10] Ibid, p. 81.
[11] Suely Rolnik, “¿El arte cura?”, en Quaderns portatils, MACBA, Vol. 02, Barcelona, 2006. Vol. 02. https://www.macba.cat/es/aprender-investigar/publicaciones/arte-cura
Consultado 20 junio del 2019.